Infierno |
98.- EL QUE PECA MORTALMENTE Y MUERE SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES SE VA AL INFIERNO.
98,1. Vive siempre como quien ha de morir , pues es certísimo que, antes o
después, todos moriremos.
En la puerta de entrada al cementerio de El Puerto
de Santa María se lee: «Hodie mihi, cras tibi» que significa: «Hoy me ha tocado
a mí, mañana te tocará a ti». Esto es evidente. Aunque no sabemos cómo, ni
cuándo, ni dónde; pero quien se equivoca en este trance no podrá rectificar en
toda la eternidad. Por eso tiene tanta importancia el morir en gracia de Dios. Y
como la vida, así será la muerte: vida mala, muerte mala; vida buena, muerte
buena. Aunque a veces se dan conversiones a última hora, éstas son pocas; y no
siempre ofrecen garantías. Lo normal es que cada cual muera conforme ha vivido
.
Es impresionante la muerte de Voltaire (Francisco M Arouet). Murió la noche
del 30 al 31 de mayo de 1778, a los ochenta y cuatro años de edad. Fue un hombre
impío y blasfemo. En la hora de la muerte pidió un sacerdote, pero sus amigos se
lo impidieron. Murió con horribles manifestaciones de desesperación, bebiéndose
sus propios excrementos, como cuenta la marquesa de Villate, en cuya casa
murió(977).
Con la muerte termina para el hombre el estado de
viajero, y se llega al término que permanecerá inmutable por toda la eternidad.
Más allá de la muerte no hay posibilidad de cambiar el destino que el hombre
mereció al morir. Después de la muerte nadie puede merecer o desmerecer. Ha
terminado para el alma el estado de vía y ha entrado para siempre en el estado
de término .
Hay personas que se acomodan en esta vida como si ésta fuera
para siempre y definitiva . Esto es una equivocación. Debemos vivir en esta vida
orientados a la otra, a la eterna, que es realmente la definitiva. Por lo tanto
debemos aprovechar esta vida lo más posible para hacer el bien.
En la muerte
se separa el alma del cuerpo . El cuerpo va a la sepultura y allí se convierte
en polvo.
El alma, en cambio, constitutivo esencial de la persona, sigue
viviendo.
En el mismo instante de la muerte Dios nos juzga . Esto es dogma de
fe(978).
Inmediatamente después de la muerte los que mueren en pecado mortal actual se
van al infierno; y al cielo -después de sufrir la purificación, los que la
necesiten- las almas de todos los santos .
Dice San Pablo: «Cada cual dará a
Dios cuenta de sí»(979) «Dios dará a cada uno según sus obras»(980).
Si
hemos muerto en paz con Dios, sin pecado mortal, el alma es destinada a ser
eternamente feliz en el cielo; pero si hemos muerto en pecado mortal, es
destinada a ser eternamente desgraciada en el infierno.
Dice San Juan : «Los
que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; y los que hayan hecho el mal,
para la condenación»(981).
El hombre materialista es vencido por la muerte. Sólo
Dios nos da la vida eterna. La fe y la fidelidad a Dios es el supremo modo de
vivir en esta vida, y de esperar con ilusión la eternidad.
99.- EL INFIERNO ES EL TORMENTO ETERNO DE LOS QUE MUEREN SIN
ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES.
99,1. El infierno es el conjunto de todos los males sin mezcla de bien
alguno. La existencia del infierno eterno es dogma de fe. Está definido en el
Concilio IV de Letrán(982). Siguiendo las enseñanzas de Cristo , la Iglesia advierte a
los fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte eterna, llamada
también infierno .
«Dios quiere que todos los hombres se salven»(983).
Pero el hombre puede decir no al plan salvador de Dios, y
elegir el infierno viviendo de espaldas a Él. El pecado es obra del hombre, y el
infierno es fruto del pecado. El infierno es la consecuencia de que un pecador
ha muerto sin pedir perdón de sus pecados . Lo mismo que el suspenso de una
asignatura es la consecuencia de que el estudiante no sabe.
Jesucristo habla
en el Evangelio quince veces del infierno, y catorce veces dice que en el
infierno hay fuego . Y en el Nuevo Testamento se dice veintitrés veces que hay
fuego. Aunque este fuego es de características distintas del de la Tierra, pues
atormenta los espíritus , Jesucristo no ha encontrado otra palabra que exprese
mejor ese tormento del infierno, y por eso la repite. La Sagrada Congregación
para la Doctrina de la Fe dijo, el 17 de mayo de 1979, que «aunque la palabra
"fuego" es sólo una "imagen", debe ser tratada con todo respeto».
En el
infierno hay otro tormento que es el más terrible de todas las penas del
infierno . Según San Juan Crisóstomo , es mil veces peor que el fuego(984).
San Agustín dice que no conocemos un tormento que se le
pueda comparar(985).
Los teólogos lo llaman pena de daño . Es una angustia
terrible, una especie de desesperación suprema que tortura al condenado, al ver
que por su culpa perdió el cielo, no gozará de Dios y se ha condenado para
siempre. La Biblia pone en boca del condenado un grito terrible: «Me he
equivocado»(986).
Ahora, como no entendemos bien ni el cielo ni el
infierno, no comprendemos esta pena, pero entonces veremos todo su horror
.
No hay que confundir «el infierno» con «los infiernos» a los que fue Cristo
después de morir.
Rezamos en el credo de los Apóstoles: «Descendió a los
infiernos».
Aquí «los infiernos» se refiere al «lugar de los muertos», como
se dice en el Canon IV de la Misa. Era el «Sheol» para los judíos. Allí fue
Cristo a anunciarles la Redención. A la morada de los muertos también la
llamamos «el limbo de los justos»(987).
Los Testigos de Jehová niegan la existencia del infierno
basados en que Cristo , a veces, empleó la palabra «sheol» que significa
tumba.
Pero la palabra «sheol» significa infierno en el sentido
teológico, pues si las almas de los justos son librados por Dios del «sheol»,
éste no podemos considerarlo como domicilio común de todos los muertos . Pero la
doctrina católica sobre la existencia del infierno no se basa en palabras
metafóricas que Cristo pudo emplear en alguna ocasión, sino en la doctrina que
desarrolló repetidas veces en sus enseñanzas, tal como se contiene en el
Evangelio.
99,2. El infierno es la negación del amor y el fracaso de nuestra libertad .
El infierno es la condenación eterna. Es el fracaso definitivo del hombre. Aquel
que, con plena conciencia de lo que hace, rechaza la palabra de Cristo y la
salvación que le ofrece; o quien , luego de aceptarla, se comporta
obstinadamente en contra de su ley; o aquel que vive en oposición con su
conciencia: éstos tales no llegarán a su destino de bienaventuranza y quedarán,
por desgracia suya, alejados de Dios para siempre .
Puede ser interesante mi
vídeo «El infierno: fracaso definitivo».
A algunos, que no han estudiado a
fondo la Religión, les parece que siendo Dios misericordioso no va a mandarnos a
un castigo eterno . Sin embargo, que el infierno es eterno es dogma de fe(988).
Pero hemos de tener en cuenta que Dios no nos manda al
infierno; somos nosotros los que libremente lo elegimos. Él ve con pena que
nosotros le rechazamos a Él por el pecado; pero nos ha hecho libres y no quiere
privarnos de la libertad que es consecuencia de la inteligencia que nos ha dado.
Jesucristo nos enseñó clarísimamente la gran misericordia de Dios. Pero también
nos dice que el infierno es eterno. Cristo afirmó la existencia de una pena
eterna, entre otras veces, cuando habló del juicio final: «Dirá a los de la
izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo»(989).
Y después añade que los malos «irán al suplicio eterno y
los justos a la vida eterna»(990).
Es
dogma de fe que existe un infierno eterno para los pecadores que mueran sin
arrepentirse.
Aunque Dios es misericordioso, también es justo. Dice la
Sagrada Escritura: «Tan grande como ha sido mi misericordia, será también mi
justicia»(991).
Y su misericordia no puede oponerse a su
justicia.
Como es misericordioso, perdona siempre al que se arrepiente de su
pecado; pero como es justo, no puede perdonar al que no se arrepiente.
La
justicia exige reparación del orden violado. Por lo tanto, el que libre y
voluntariamente pecó y muere sin arrepentirse de su pecado, merece un castigo. Y
este castigo ha de durar mientras no se repare la falta por el arrepentimiento;
pues las faltas morales no se pueden reparar sin arrepentimiento. Sería una
monstruosidad perdonar al que no quiere arrepentirse.
Dice Santo Tomás que
Dios no puede perdonar al pecador sin que éste se arrepienta previamente(992).
Ahora bien, como la muerte pone fin a la vida, el
arrepentimiento se hace ya imposible , porque después de la muerte ya no habrá
posibilidad de arrepentirse(993).
Después de la muerte no se puede merecer nada: con la
muerte se acaba el tiempo de merecer(994).
La
falta del pecador que murió sin arrepentirse queda irreparada para siempre,
luego para siempre ha de durar también el castigo .
En el infierno no es
posible el arrepentimiento, lo mismo que en el cielo no es posible pecar . Los
bienaventurados del cielo se sienten tan atraídos por el amor de Dios, que el
atractivo del pecado les deja indiferentes .
Dios es infinitamente justo y no
puede quedar indiferente ante las maldades que se hacen en este mundo. Cómo van
a estar lo mismo en la otra vida, el asesino, el ladrón, el egoísta y el
vicioso, que el honrado y caritativo con todo el mundo» Evidentemente tiene que
haber un castigo para tanta injusticia, tanto crimen y tanta maldad como queda
en este mundo sin castigo. El temor al infierno no es el mejor motivo para
servir a Dios. Es mucho mejor servirle por amor, como a un Padre nuestro que es.
Pero somos tan miserables que a veces no nos bastará el amor de Dios, y conviene
que tengamos en cuenta el castigo eterno, porque es una realidad. Cristo nos lo
avisa para que nos libremos de él.
Se oye decir de labios irresponsables: Hoy
a la juventud no le interesa la religión del miedo o de las seguridades .
Depende: tener miedo a cosas irreales es de idiotas; pero cerrar los ojos a los
peligros reales es de imbéciles. Lo mismo: buscar seguridades ficticias es de
idiotas; pero despreciar seguridades reales y preferir inseguridades, es de
imbéciles.
El concepto de eternidad se opone al concepto de tiempo, que
supone un antes y un después. La eternidad supone una duración ilimitada, una
permanencia interminable . Una imagen que puede ayudar a entender la eternidad
es un reloj pintado a las nueve en punto. Por mucho que esperemos, nunca
señalará las nueve y cinco.
99,3. Debemos pedir a Dios muy a menudo que nos proteja en las necesidades de
la vida. Dios tiene en su mano todos los acontecimientos de la vida y los
gobierna con amorosa Providencia.
Dios está siempre presente en nuestras
vidas. Nos ayuda y protege continuamente. Pero muchas personas sólo se acuerdan
de Él cuando lo necesitan. Lo mismo pasa con el aire, que sólo nos acordamos de
él cuando nos falta para respirar.
Sabemos que Dios es bueno y cuida de
nosotros; aunque a veces no entendamos su Providencia.
Fiémonos de Él que
está arriba y ve más. El que está en la cumbre señala mejor el camino de la
subida que el que está abajo, que no ve que el camino que él cree mejor está
cortado por un precipicio tras una peñas. El buen padre de familia quita a su
hijo de botones para que aprenda un oficio. De momento deja de ganar unas
pesetas; pero de botones sólo aprende a llevar cartas y a cerrar puertas, y
cuando, por la edad, tenga que dejar el oficio, será un hombre inútil. Aprender
un oficio es a la larga mucho mejor. Dios nos guía como un padre de familia a
sus hijos.
El infierno existe, no porque lo quiera Dios, que no lo quiere;
sino porque el hombre libre puede optar contra Dios. No es necesario que sea una
acción explícita. Se puede negar a Dios implícitamente, con las obras de la
vida. Si negamos la posibilidad del hombre para pecar, suprimimos la libertad
del hombre. Si el hombre no es libre para decir NO a Dios, tampoco lo sería para
decirle SI. La posibilidad de optar por Dios incluye la posibilidad de
rechazarlo .
El gran misterio del infierno es que aunque Dios desea la
salvación de todos los hombres, nosotros somos capaces de condenarnos. Dios nos
ha creado libres y quiere que nos comportemos como tales. Negar la posibilidad
de condenarnos es negar la libertad del hombre. Es anular al hombre. Afirmar que
existe el infierno es tomar en serio la libertad del hombre. Dios ofrece la
salvación, no la impone. El infierno es el respeto de Dios por tu última
voluntad. Si tú libremente elegiste el pecado, mientras no te retractes, Dios te
respeta. Y como con la muerte se acaba tu libertad, no cambiarás eternamente.
99,4. Se presenta el problema del mal .
El mal es un misterio que supera
el entendimiento humano. Nos debe bastar el saber que Dios saca bienes de los
males . Por ejemplo, para que el pecador reconozca su falta y se arrepienta;
para que el justo expíe sus faltas en este mundo, gane así mayor gloria en el
cielo, y dé buen ejemplo al prójimo con su paciencia; para que los hombres vivan
más despegados de las cosas de la Tierra, porque esta vida es tiempo de prueba y
no de premio, etc.
A veces, es difícil consolar a unos padres que han perdido
a su niño angelical. Pero no podemos olvidar que Dios es padre amorosísimo, y no
permite nada que no sea en bien nuestro. Dios conoce el futuro, y sabe si esa
criatura angelical va a perseverar así o se va a torcer con gran daño para sí y
para sus padres. Puede ser que la muerte angelical de ahora sería muy diferente
el día de mañana.
Confiemos en que los planes de Dios son siempre para
nuestro mayor bien.
Puede ser que en un caso concreto, no alcancemos a ver el
bien que Dios saca de ese mal. Pero ya nos dice San Pablo que para los que aman
a Dios, todo coopera en su bien .
Dios en su infinita Sabiduría subordina un
bien inferior a un bien superior, el bien material al espiritual, el físico al
moral, el profano al religioso, el terreno al celestial; porque no estamos
hechos para la tierra sino para el cielo, no para el tiempo sino para la
eternidad .
Sin negar el problema del mal, vamos a dar algunas ideas
aclaratorias.
Mal es la carencia de un bien debido. Para la piedra no es un
mal el no poder ver, pero sí lo sería para mí. En cambio para mí no es mal no
tener alas, pero sí lo sería para un águila. Por eso dice Santo Tomás que el mal
no es cualquier carencia de un bien, sino la carencia de un bien propio de una
determinada criatura.
El único mal absoluto es el infierno: Todos los demás
males son relativos: para unos sí, y para otros no; en un sentido sí y en otro
no. Un terremoto puede ser un mal para mí, que en él he perdido mi casa y
algunos seres queridos; pero no lo es para la Tierra que ha conseguido más
estabilidad en su masa. Una enfermedad es un mal para mí en el sentido de que me
hace sufrir, pero puede ser un bien si con ella me santifico y merezco más para
el cielo.
En el hombre el mal físico produce dolor, y el mal moral es
producido por el pecado. El mal físico es consecuencia de las leyes de la
Naturaleza. El mal moral es consecuencia del mal uso de la libertad humana. Para
evitar el mal moral, Dios tendría que quitar la libertad al hombre. Todo hombre
libre es capaz de pecar . Y un hombre sin libertad dejaría de ser hombre. La
libertad para ser bueno o ser malo es lo que hace meritorio ser bueno . Y hacer
méritos para la vida eterna, es para lo que Dios nos ha puesto en la Tierra.
Dice San Pablo : «Sabemos que Dios hace converger todas las cosas para el bien
de aquellos que le aman»(995).
Si
Dios impidiera al hombre hacer el mal, violentaría su libertad.
Dios tiene
sus razones para permitir el mal. A nosotros nos basta con saber que Dios tiene
Providencia, aunque desconozcamos sus caminos. La fe nos da la certeza de que
Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos
que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna .
Evidentemente
que Dios pudo haber hecho un mundo con otras leyes físicas. Pero todo mundo
imaginable es perfectible. Para no poder ser superado hay que ser Dios, que es
el único ser Omniperfecto. Dios ha pensado que este mundo es suficientemente
bueno para que en él viva el hombre, y gane la gloria eterna que es el fin para
el cual ha sido creado.
Pero, sobre todo, la respuesta al dolor es Cristo ,
que quiso pasarlo primero para animarnos a sufrir. Como la madre que prueba
primero la sopa delante del niño, que no quiere comer, para animarle. El
sufrimiento humano, individual o colectivo, a veces sólo tiene una respuesta:
Cristo crucificado.
La Redención de la humanidad se ha hecho por el dolor.
Por eso muchos santos han amado el dolor. El calvario se ha convertido en la
meta ideal, según aquello de San Pablo que «no quería gloriarse de otra cosa que
no fuera la cruz de Cristo»(996).
Y
por extraña paradoja, el sufrir por amor a Cristo es una fuente inefable de
consuelo. También lo dijo San Pablo : «Sobreabundó de gozo en medio de mis
tribulaciones»(997).
Y es que el sacrificio realizado por amor pierde toda su
dureza.
Incluso se convierte en alegría cuando se ama de verdad . Y además,
la esperanza de la gloria. El dolor pasará, las tribulaciones se acabarán, el
sufrimiento se extinguirá para siempre. Y todo ello quedará substituido por una
sublime e incomparable gloria que no terminará jamás . Por eso dice San Pablo :
«qué tienen que ver las amarguras y tribulaciones de la tierra si las comparamos
con la inmensa gloria que nos aguarda en la eternidad»»(998).
El
cristiano no permanece pasivo ante el dolor propio o ajeno, y procura prevenirlo
con todos los medios lícitos de que dispone. (...)
Cuando los recursos
humanos se han venido abajo, cuando la CIENCIA Y EL AMOR SE HAN DECLARADO
IMPOTENTES, EL CRISTIANO TIENE TODAVÍA un refugio. Para él, el cielo no está
vacío. En él vive un Dios bueno,sabio y omnipotente del cual dependen todos los
acontecimientos de la vida y todos los fenómenos del universo. Un Dios que
conoce nuestras miserias y oye nuestras voces de auxilio, y puede, si le parece
bien, socorrernos y consolarnos.
Y cuando la oración no es oída enseguida, el
cristiano no se desanima.(...) Sabe aceptar con serena resignación los designios
inescrutables de Dios, que es el más amoroso de los padres .
99,5. Todas las cosas tienen pros y contras . La electricidad nos trae muchos
bienes (iluminación, telecomunicación, motores, etc.); pero también puede
provocar un incendio por cortocircuito y matar por electrocución. A pesar de los
peligros que supone la electricidad no por eso dejas de poner en tu casa
instalación eléctrica. El mundo que Dios ha hecho tiene muchas cosas buenas,
pero a veces ocurren adversidades y contratiempos. Son consecuencias de que el
mundo es un ser en evolución. La dinámica de la evolución provoca contrastes y
conflictos . A veces ocurren cosas que no comprendemos. Pero es absurdo querer
entender a Dios al modo humano. Es como si un animal quisiera entender las ideas
filosóficas humanas: es imposible. Es lógico que el hombre no entienda a veces
el proceder de Dios. A nosotros nos basta saber que Dios es Padre, y permite el
sufrimiento para nuestro bien. Lo mismo que una madre le pone a su hijo una
inyección que éste necesita, aunque le duela. Dios deja actuar las leyes de la
naturaleza y la libertad de los hombres, y no los mueve como el jugador de
ajedrez las piezas.
Sin embargo, ha de ser un consuelo para nosotros saber
que en igualdad de circunstancias, en el cielo gozan más, los que más han
sufrido en este mundo con cristiana resignación. Es consolador saber que el
sufrir pasa, pero el premio de haber sufrido por amor a Dios durará eternamente
. En el cielo bendeciremos a Dios por aquellos sufrimientos que nos han merecido
tanta gloria eterna .
No nos engañemos con el aparente triunfo de algunos
malos. En primer lugar, porque el triunfo del malo se limita a esta vida, donde
la experiencia enseña que no se da triunfo completo y libre de mal. Pero, sobre
todo, porque el que peca es un fracasado para la eternidad, que es donde el
fracaso es completo e irremediable. El único que triunfa es quien se salva.
(977) - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología de la
salvación, 3ª, I, nº 192. Ed. BAC. Madrid
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(978) - ANTONIO ROYO MARÍN,O.P.:Teología de la
salvación,3ª,II,nº205;3ª,X,nº455. Ed. BAC.
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(979) - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 14:12
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(980) - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 2:6
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(981) - Evangelio de San Juan, 5:29
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(982) - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 428ss.y
531. Ed. Herder. Barcelona
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(983) - SAN PABLO:Primera Carta a Timoteo, 2:4
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(984) - SAN JUAN CRISÓSTOMO: Homilía in Mat. XXlll, 7s.
MIGNE:
Patrología griega, 47,290ss.
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(985) - SAN AGUSTÍN: Ciudad de Dios, XX, 22; XXl, 9s.
MIGNE:
Patrología latina, 40,285.
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(986) - Libro de la Sabiduría, 5:6
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(987) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 633
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(988) - Cardenal RATZINGER: Escatología, lll, 7, 1. Ed.
Herder.
Barcelona, 1980
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(989) - Evangelio de San Mateo, 25:41
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(990) - Evangelio de San Mateo, 25: 46
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(991) - Eclesiástico, 16:12s
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(992) - SANTO TOMÁS: Summa Theologica, III, 86, 2. Ed. BAC.
Madrid
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(993) - CÁNDIDO POZO, S.I.: Teología del más allá, 3ª, Vll, 3.
Ed.
BAC. Madrid, 1980
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(994) - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 778. Ed.
Herder.
Barcelona
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(995) - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 8:28
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(996) - SAN PABLO: Carta a los Gálatas, 6:14
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(997) - SAN PABLO: Segunda Carta a los Corintios, 7:14
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(998) - SAN PABLO: Segunda Carta a los Corintios, 4:17
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