Mandamientos |
66,1. Honrar a los padres es obedecer, si se vive bajo su potestad,
sus mandatos; mientras no manden lo que es pecado, pues «es preciso obedecer a
Dios antes que a los hombres»(626). También
asistirlos en sus necesidades y reverenciarlos con amor. «Hijos, obedeced a
vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor»(627).
En
algunas traducciones del Evangelio hay una frase que puede entenderse mal. Dice
Jesucristo : «El que no odia a sus padres no es digno de Mí»(628). Hay que
tener en cuenta que la palabra «odiar» en hebreo no tiene el mismo sentido que
en castellano. En hebreo significa «tener en menos». Por lo tanto el sentido de
la frase es:
«El que antepone sus padres a Mí, no es digno de Mí».
66,2. La desobediencia a los padres es más grave cuando se trata de cosas
relacionadas con el bien de nuestra alma : deberes religiosos, amistades,
diversiones, etc.
La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los
hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre
.
Tus padres lo son todo para ti. Aunque sean viejos y achacosos, debes
conservarles el respeto y el cariño. No seas jamás un hijo desagradecido . Todo
lo que tienes, a ellos se lo debes. Dice la Biblia: «Cómo podrías pagarles lo
que han hecho por ti?»(629). Piensa en los pobres niños abandonados que no conocen a su
padre, ni saben lo que es el cariño de una madre.
A los padres no basta
quererlos, hay que manifestárselo. No hay en el mundo amor más desinteresado que
el de los padres: no es mucho pedir que ellos reciban alguna cálida
manifestación de cariño de sus hijos, que tanto agradecen.
Hoy se habla poco
de obedecer a los padres. Incluso algunos hijos se creen que desobedeciendo dan
muestras de independencia y personalidad.
Es decir, que consideran la
desobediencia como una valor. Esto es una equivocación. Esos mismos jóvenes que
no obedecen a sus padres que les aman, luego obedecen a los amigos, a las modas,
o a sus caprichos que les tiranizan. Cambian de obediencia : la buena por la
mala. Ser libre no es hacer lo que me da la gana. Ése es esclavo de sus
caprichos.
Libre es el que voluntariamente cumple con su deber. La persona
más libre fue Jesucristo , que era Dios. Sin embargo cumplió con la voluntad de
su Padre.
Hoy día es muy fácil que los hijos se contagien del espíritu de
rebeldía y libertad desenfrenada del ambiente. El P. César Vaca, O.S.A. escribió
en el periódico Ya de Madrid: Criticar los falsos maestros, los malos
educadores, los padres incomprensivos y egoístas, está bien; pero rechazar la
disciplina familiar en globo, menospreciar sin compasión a cuantos ejercen la
ardua tarea de la educación y la enseñanza, presentando como la mejor de las
escuelas la anarquía de una libertad incontrolada, es colocarse al borde de la
ruina .
Los problemas que destacan en las páginas frontales de los periódicos
de todo el mundo, son un reflejo de la falta de disposición de nuestra juventud
para someterse a ningún sistema de valores que no sea la jerarquía de valores de
su propio criterio. (...) Todos somos testigos de casos de adolescentes que son
advertidos y aconsejados una y otra vez por padres experimentados y
responsables, pero ellos prefieren "discurrir por su cuenta", para descubrir
demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente. Por desgracia, son
muchos los jóvenes que no quieren escuchar consejos. Semejante hostilidad de la
gente joven hacia la autoridad paterna supone que ellos se oponen
irrazonablemente a los beneficios de la experiencia Los hijos deben ayudar en la
vida de familia. En todas las familias se necesita la colaboración de los hijos.
Entre todos se puede conseguir una vida familiar agradable y alegre. En nuestra
sociedad el número de personas que alcanza una edad avanzada es cada vez mayor.
Los ancianos se encuentran con problemas que hacen más dura su ancianidad: ya no
pueden trabajar, algunos están enfermos, otros solos. Todos los miembros de la
sociedad deben sentirse responsables de la atención a los ancianos,
especialmente los hijos .
66,3. En este mandamiento se contienen también las obligaciones de los padres
para con sus hijos, que son, además de amarlos: alimentarlos, vestirlos,
instruirlos en religión y en cultura, vigilarlos, corregirlos, darles buen
ejemplo y procurarles un porvenir humano proporcionado a su estado y condición
social . Es decir, educarlos física, intelectual, humana, espiritual y
moralmente ; y protegerlos de los peligros de alma y cuerpo. «Recuerden los
padres que es deber suyo vigilar cuidadosamente para que los espectáculos, las
lecturas y cosas parecidas, que puedan ofender a la fe o a las buenas costumbres
no entren en el hogar, y para que sus hijos no las vean en otra parte»(630).
Dijo
Pío XII en su discurso del 9-V-57: La sociedad es para la familia, no la familia
para la sociedad. La familia es una institución natural: es el origen de la vida
humana, y el recinto de la educación.
La familia es vínculo de transmisión
normativa. Pero es necesario que la normativa moral y religiosa se dé con
convicción, con motivación y con el ejemplo .
Debemos colaborar con nuestros
padres al bien espiritual de la familia, manifestándoles aquellas cosas que
ellos deben saber para corregirlas. A no ser que haya otro modo más eficaz. Pero
quien oculta los malos pasos de sus hermanos, por un falso criterio de
compañerismo, puede hacerse responsable ante Dios de las faltas que queden sin
corregir. El padre tiene obligación de corregir; pero para esto necesita estar
informado de lo que pasa. No exagerar las cosas.
Pero no quitar importancia a
lo que la tiene. Los padres son los primeros educadores, y son ellos quienes
deben decidir, y no el Estado, el tipo de educación que crean mejor para sus
hijos. El Estado debe ayudar a todos los niños en edad escolar sin
discriminaciones.
Sería injusto que si los padres necesitan ayuda para la
enseñanza de sus hijos, y el Estado quiere cooperar, sólo ayude a los que
asisten a las escuelas estatales, y no ayude a los de las escuelas libres
.
«Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos,
tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias
convicciones. Este derecho es fundamental.
En cuanto sea posible, los padres
tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de
educadores cristianos.
Los poderes públicos tienen el deber de garantizar
este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su
ejercicio»(631).
La educación es de una importancia transcendental y de
una gran responsabilidad para los padres.
Hay en la vida muchos hombres que
lamentan su desgracia por las faltas y descuidos de sus padres.
En educación,
como en todo, se recoge lo que se siembra . A los niños, gradualmente, según
ellos vayan siendo capaces de asimilar, hay que inculcarles la limpieza, el
orden, la obediencia, el sacrificio, la lealtad, la servicialidad, la honradez,
el saber renunciar, etc. etc.
Acostumbrarlos a portarse bien en todas partes,
a practicar el bien aunque sea penoso, y a huir del mal aunque sea seductor,
(...)
espontáneamente, y por propia iniciativa, aunque nadie le vigile ni
castigue . De mayores será muy difícil que adquieran virtudes que no se les
sembraron de pequeños.
Los niños, para su buen desarrollo, necesitan caricias
desde el primer momento. Se han hecho estudios de niños atendidos perfectamente
en sus necesidades vitales, en centros especializados, pero faltos de cariño,
que muestran anormalidades características.
Pero los hijos no se pueden tener
mimados y consentidos . El niño mimado y consentido se hace caprichoso y poco
sociable. Esto le va a traer problemas de aceptación entre sus compañeros en su
edad escolar, y esto le va a dificultar su madurez psicológica. Está comprobado
que el niño que es bien aceptado por sus compañeros, por sus cualidades
personales, tiene un gran porcentaje de probabilidades de una buena maduración
psicológica en el futuro.
Los hijos, ni se pueden tener mimados y
consentidos, ni tampoco castigarlos sin razón. El castigo es inevitable , pues
es moralmente imposible que tus hijos no cometan alguna falta que lo requiera:
«sin castigo no hay educación posible», dice uno de los más célebres pedagogos
de nuestra época, Foerster(632). Pero
para que el castigo sea educativo y eficaz ha de ser siempre : a) oportuno:
escogiendo el momento más propicio para imponerlo pasada la ira en unos y otros;
b) justo: sin exceder los límites de lo razonable; c) prudente: sin dejarse
llevar de la ira; d) cariñoso en la forma, para que el niño comprenda que se le
impone por su bien. «No somos eficazmente castigados sino por aquellos que nos
aman y a quienes nosotros amamos»(633).
El
castigo corporal tiene sus dificultades. Puede engendrar terquedad, rencor,
debilitamiento del sentimiento del honor. Los niños nerviosos no debieran ser
castigados corporalmente, pues se corre el peligro de aumentar su nerviosidad.
En las niñas el castigo corporal debilita el sentimiento de su intocabilidad
corporal, tan precioso para el recato de su vida futura. A veces puede ser más
eficaz que un castigo corporal el ponerlo a comer solo en una mesita de cara a
la pared, privarle de una habitual muestra de cariño, o de un dulce que le
gusta, o del dinero que se le suele dar; depende de edades y
circunstancias.
El castigo debe facilitar al niño el camino de la honradez,
la obediencia, la aplicación, etc., para hacer de él un hombre moral. El castigo
más que para expiar la culpa cometida debe servir para la corrección. Para esto
es necesario que el niño reconozca la falta, y lo justo del castigo. El castigo
tiene mucho más valor cuando el niño lo acepta voluntariamente, o se lo impone
él mismo. Después de aplicado el castigo, se deben hacer las paces con el niño
lo antes posible(634).
Hay que tener tacto para corregir con eficacia. Poco se
logra con herir y humillar solamente. Hay que alentar. Despertar el sentimiento
de la propia estima. Una corrección eficaz debe dejar siempre abierto un
portillo a la esperanza de la propia superación . El dejarle hacer lo que él
quiera, algún día lo interpretará como falta de interés por su bien. En cambio
el contrariarle manifestando que se hace por amor e interés por él, terminará
por ganarle el corazón. Decir: te quiero demasiado para permitirte eso , o un
trato cariñoso después de un castigo, restablece la armonía. El amor debe estar
por encima de las travesuras. Una madre después de castigar a un hijo le dijo:
«No estoy furiosa contra ti, sino contra tu travesura». Y el hijo agradeció
aquel castigo.
Si es importante saber manejar el castigo en orden a una buena
educación, no lo es menos el saber utilizar el premio; por ejemplo, el elogio.
La recompensa pedagógica puede revestir muchas formas: una mirada de aprobación,
un gesto cariñoso, una palabra, la concesión de un permiso deseado, un regalo,
etc. Pero tampoco se pude ser excesivo en los premios y alabanzas, pues
perderían eficacia, y se correría el peligro de hacer al niño egoísta, obrando
bien sólo con miras al premio y a la recompensa.
El estímulo es más eficaz
que la represión. A veces ésta será inevitable, pero su eficacia será mayor si
el hijo está acostumbrado a que se le reconozca la obra bien realizada, y se le
aplauda el esfuerzo realizado, aunque no siempre estos esfuerzos hayan sido
coronados por el éxito. Todo el mundo queda agradecido a quien sinceramente le
anima. Un elogio correcto, justo, oportuno, estimula y educa para el bien. Todo
el arte de la Pedagogía consiste en saber sonreír y en decir NO a los hijos en
el momento preciso y de la manera exacta .
Una de las cosas peores que puede
hacer un padre con sus hijos es dejarlos que se hagan caprichosos y testarudos .
Es de la máxima importancia en la educación de los hijos la formación de la
voluntad.
La voluntad se fortalece enseñándola a renunciar. A esto hay que
empezar de pequeño. Que empiece a renunciar a gustos, caprichos, comodidades,
etc., en bien del prójimo.
Por ejemplo: que reparta entre hermanos y amigos
la caja de bombones que le han regalado, que se levante de la silla para echar
el papel del caramelo en la papelera, que ceda el sillón a una persona mayor,
que deje un juego ruidoso porque a la abuelita le duele la cabeza, etc., etc.
Hay multitud de renuncias y privaciones de alto poder formativo. La sonrisa de
un hijo proporciona a los padres tanto placer que se hace durísimo contrariar al
niño. Por otra parte, hay corazones de padres que no pueden resistir el oír
llorar a sus hijos. Sin embargo, han de saber que por no querer contrariarlos
hoy y darles esos caprichos, los están preparando para grandes disgustos en la
vida, porque las cosas no siempre van a salir a sus deseos. Es una equivocación
decir: Déjale hacer. Pobrecito. Ya tendrá tiempo de sufrir . Todo lo contrario.
El niño mimado sufrirá el doble que el que se ha acostumbrado a renunciar con
naturalidad. En la vida hay que renunciar por fuerza tantas veces!.
Es
menester acostumbrar al niño, desde pequeño, a portarse bien en todas partes,
espontáneamente y por propia iniciativa, aunque nadie lo vigile ni le castigue.
Hay que saber apartarlos del mal y orientarlos al bien, de modo que ellos mismos
estimen la virtud y el deber, y lo abracen voluntariamente. Es muy importante en
la educación de los niños saber proporcionarles placeres lícitos con alegría, y
que sepan renunciar a lo ilícito sin angustia. Es imposible que los niños tengan
siempre lo que desean. Hay que acostumbrar a los niños a que acepten estas
frustraciones con naturalidad, pues la vida está llena de frustraciones.
El
joven que se acostumbra desde niño a hacer su voluntad es un inútil para la
vida. Porque la vida es un tejido de deberes desagradables, y el que desde niño
no se acostumbra a cumplirlos severamente, sino que obra a impulsos de sus
gustos, caprichos y pasiones, se hace víctima de su propia voluntad al llegar a
la edad madura .
Dice el gran educador Stuart Mill : Quien nunca se ha
privado de algo permitido, no sabrá privarse de lo prohibido .
La voluntad es
la facultad de la persona humana por la cual el individuo cumple lo que se ha
propuesto sin dejarse llevar por lo que
le gusta o disgusta. Es muy
importante para ser una persona de carácter. Es lo que hace al hombre más hombre
. Para lograr el dominio de la voluntad es necesario entrenarse, como en el
deporte. Hay que adquirir un hábito por la repetición de actos realizados con
una motivación de superación personal. El entrenamiento debe empezar por cosas
relativamente fáciles.
Un niño mimado no es aquel por quien se hace
demasiado. Nunca se hace demasiado por un niño.
Niño mimado es aquel a quien
nunca se le ha exigido, aquel a quien no se le ha enseñado a devolver en
proporción a lo recibido. Condescender a los caprichos del niño es hacer de él
un pequeño tirano.
No hay manera más segura de labrar la desgracia de un hijo
que darle todos los caprichos .
Educar, formar a un niño, es hacerle
obedecer, ayudarle a superarse, enseñarle a amar, a querer lo que no quiere, lo
que no ama, lo que no hace espontáneamente, pero que le servirá... Se ha
definido al educador como quien presta voluntad. Dejado a sí mismo, el niño
queda esclavizado a sus instintos y caprichos. La intervención de la voluntad
fuerte del educador le libera... Ese pequeño ser tan encantador y tan débil,
hacia el que nuestro amor y nuestra compasión se desbordan, es terriblemente
egoísta y codicioso. Hay que enderezarlo, moldearlo, humanizarlo. No hay
rectitud moral en la vida si no se obedece a los principios, a pesar de las
tentaciones y los caprichos.
«Además, no hay verdadero placer, incluso para
el niño, en las cosas obtenidas sin esfuerzo. En todos los terrenos hay que
pagar con horas de penosa ascensión la alegría de contemplar un hermoso
panorama. La resistencia vencida produce su goce. Hay que dar al niño la
experiencia y el gusto de estas ásperas y profundas alegrías que brotan de la
dificultad vencida»(635).
Y desde luego, jamás permitas una desobediencia. Antes de
dar una orden, piensa si es conveniente. No mandes muchas cosas seguidas; y
nunca, contradictorias. El padre y la madre deben estar siempre de acuerdo en
cuanto a órdenes y castigos. Nunca deben contradecirse. Y las órdenes, que sean
claras, que el niño las entienda. Y bien descritas en sus detalles: plazo de
tiempo en que debe realizarse, resultado que se pretende, etc. Por ejemplo:
Recoge el cuarto de baño después de ducharte . Aclarar que se entiende al
terminar de ducharse, no a media noche; todo limpio, no basta recoger la ropa
sucia, etc.
No mandarles demasiadas cosas. Ni prohibirles tonterías. Dijo el
doctor psico-pedagogo Luis Riesgo en una conferencia a la que asistí en el
Casino GADITANO DE Cádiz, el 15 de Noviembre de 1995: No hacer montañas de las
colinas. Ser transigentes en pequeñeces. En toda pedagogía familiar vale más
ganar una batalla importante que cien escaramuzas sin importancia .
Hay que
dejar a los hijos siempre un campo de autonomía. No olvidar que el niño necesita
autoafirmarse.
Procura no mandar cosas demasiado difíciles. Pero dada la
orden, que sea ejecutada por encima de todo. Si el niño logra imponer su
voluntad una vez, no lo olvidará, y siempre intentará conseguirlo de nuevo. El
niño debe saber que hay ocasiones en las que son inútiles los llantos y los
gritos . Y tú, por tu parte, cumple también la recompensa o los castigos a que
te hayas comprometido. Son desorientadores para los niños y fatales en la
educación esos padres que mandan, amenazan y prometen muchas cosas; pero después
nada de eso llega a la realidad, sin razón alguna: «El castigo anunciado no debe
suprimirse sin causa»(636).
Pero hay que tener cuidado de que el castigo no
corresponda a nuestro mal humor, sino a la gravedad de la falta y a la
responsabilidad del niño. Reconocida la culpa por el niño, y aceptado el
castigo, es muy pedagógico disminuir éste con la promesa de enmienda.
-
Educar es aceptar que cada hijo tiene su modo de ser, y permitirle ser él mismo
.
- Educar es reforzar y alentar todo lo bueno que tenga el educando.
-
Educar es procurar el bien del educando con autoridad y firmeza, pero sin
violencia y con ternura.
- Educar es inculcar los valores que pretendemos,
por medio del ejemplo(637).
La corrección del niño debe comenzar cuando es pequeño.
Las plantas tiernas son más fáciles de enderezar.
No dejes que nadie, delante
de los niños pequeños, alabe lo malo y se ría de lo bueno. Tampoco toleres que
les enseñen a decir picardías. Por lo mismo, pon mucho cuidado en que los niños
pequeños no presencien nada en la casa que pueda enseñarles el mal. Los niños
son grandes imitadores: hay que tener mucho cuidado de todo lo que se dice y se
hace en su presencia. Ten también cuidado de que en tu casa no haya cuadros o
calendarios deshonestos, ni libros ni revistas peligrosos. Preocúpate de
inculcarles desde pequeños el amor a la pureza, a la veracidad, honradez,
servicio del prójimo, respeto a la autoridad, etc. Nada persuade tanto a
practicar el bien como el buen ejemplo. «No se enseña ni lo que se sabe ni lo
que se dice, sino lo que se hace»(Jaurés) . Las palabras mueven, pero los
ejemplos arrastran. Son los hechos los que cuentan, no las palabras. Las
palabras son contraproducentes cuando son desmentidas por los hechos.
Los
ejemplos educan más que las palabras. El niño necesita modelos de comportamiento
claros, fuertes y permanentes. Si los modelos son defectuosos, cambiantes y
débiles, no sabrá lo que hay que hacer en cada momento.
Pero además de darles
buen ejemplo, hay que hacerles actuar. El secreto de aprender está en el hacer.
«Exigir a los hijos que hagan lo que es necesario hacer, lo que deben y pueden
hacer según su edad; sin permitirles concesiones. (...). Eso es amarles y
educarles para la vida. Tenerlo todo, no haber tenido que esforzarse por
nada,(...) es una tremenda desgracia».
Lo que verdaderamente educa es el
ejemplo de una vida coherente, y la autoridad apoyada en razones. No el
autoritarismo violento. La incidencia de la figura paterna ha sido estudiada por
Alinear Glueck comparando quinientos muchachos delincuentes con otros quinientos
que no lo son. La investigación demuestra que la mayoría de los muchachos
delincuentes han dependido en su educación de padres con actitudes extremas de
severidad o de permisividad; mientras que los muchachos que presentan una
conducta normal pertenecen en su mayoría a padres que han sabido aplicar una
disciplina firme pero serena y dialogante .
Para los hijos, tan malo es una
autoridad dura y rigurosa, como la falta de autoridad. El dejar que los niños
hagan lo que quieran es muy cómodo para los padres, pero funesto para ellos. El
niño necesita autoridad que le libere de su sentimiento de inseguridad. El
adolescente necesita guía. Incluso se da el caso del muchacho que adopta una
actitud provocativa ante su padre, actitud que en el fondo no tiene otro objeto
que el de forzarle -inconscientemente por supuesto- a que ocupe su verdadero
papel de jefe de familia. Busca la autoridad que tanto precisa, y que es la base
de su sentimiento de seguridad .
La disciplina es el adiestramiento del niño.
Los estudios realizados sobre los trastornos de la conducta de la juventud han
demostrado que un niño educado sin disciplina no es capaz de controlarse cuando
sea mayor. Charles Manson , asesino de familias enteras, cuando era niño hacía
siempre su voluntad. Al cabo de los años, ya hemos visto las consecuencias
.
Hubo un tiempo que en la educación se abusó del autoritarismo y de aquello
de que la letra con sangre entra . Pero hoy, con un movimiento pendular, se ha
pasado a una inhibición de los educadores y a dejar a los niños que sean buenos
espontáneamente y encuentren la verdad por sí solos; lo cual es utópico. Antes
se abusó de la enseñanza memorística (recordemos la lista de los reyes godos),
pero hoy se elimina la memoria de la enseñanza, lo cual es funesto, pues la
memoria es una potencia humana necesaria en la vida. El niño necesita que le
digan lo que es bueno y lo que es malo, y que le ayuden a ir por el camino del
bien.
Tener en cuenta que el niño pequeño no puede comprender la
ironía.
Entiende las cosas literalmente, tal como se dicen. Una broma
inocente para un adulto, puede hacer daño a un niño. Unos padres que se mofan de
lo que el niño toma en serio, pueden, en su equivocación, perder la confianza en
su hijo.
«Uno de los peores errores en que pueden incurrir los padres es en
el de hacer comparaciones. Sólo conseguirás que tu hijo aborrezca a aquel con
quien lo comparas, y te lo tome a mal»(638).
Según la frase de María Montessori , la célebre doctora
italiana de fama mundial, «el niño debe ser respetado y no utilizado como un
juguete que nos divierte con sus gestos, balbuceos y gracias, provocándole a
repetirlas de modo abusivo, y a veces intempestivo, pensando sólo en nuestra
satisfacción. Al niño hay que tratarle como él lo necesita. No como a nosotros
nos gusta»(639).
Es necesario saber escuchar a los pequeños sus pequeñas
preocupaciones. Así se les prepara el camino de la confianza para cuando tengan
que contar confidencias más importantes.
66,4. Debes preocuparle de que tus hijos no aprendan de sus amigos de la
calle de dónde vienen los niños. Evidentemente que ellos procurarán enterarse.
Si tú les abandonas en este punto, cuando les entre la curiosidad, irán a sus
amigos que más saben de esto, que, naturalmente, serán los más golfos. Puedes
imaginarte la clase de información que tus hijos recibirán de ellos. Si tus
respuestas a sus preguntas son oscuras o con evasivas, el niño se dará cuenta de
que ha topado con algo misterioso y se callará; pero su curiosidad aumentará e
irá a preguntar donde le ofrezcan confianza.
En materia sexual el niño tiene
necesidad de saber, y por lo tanto hay obligación de informarle. Pero esta
información no es conveniente que la reciba de sus amigotes que lo harán de modo
chabacano, deformado, degradando la sexualidad, y envileciendo el misterio de la
vida. Hay que hacerlo de una manera sana, clara, correcta, digna y
adecuada.
Es indispensable que te encargues de hacerlo tú con discreción,
prudencia, método y tacto. A los niños hay que iniciarlos conforme avanza su
edad, en una positiva y prudente educación sexual .
Puede ayudarte en este
importante asunto un pequeño libro titulado «Iniciación de los niños en la
vida»(640). Este libro te dará normas acertadísimas, e incluso al
discursito ya hecho para distintas edades y sexos. Hay quien opina que es mejor
esperar a que el niño pregunte.
Pero, y si el niño tiene vergüenza de
preguntar a sus padres?. Y si el niño pregunta primero en la calle? Además en
muchos casos la calle se adelanta a informar al niño antes de que éste pregunte.
Una de las edades más peligrosas de los niños es entre nueve y once años, y hay
que orientarlos. No olvides nunca que en esta materia es preferible llegar con
un mes de anticipación que con un día de retraso .
Es importante que los
niños se sientan superiores a sus compañeros por la buena información que sus
padres les han proporcionado, y porque saben les tendrán al corriente de todo lo
que quieran preguntar.
Conozco un niño que cuando sus compañeros quisieron
hablarle de cosas escabrosas, él les respondió: Todo esto ya lo sé yo, porque me
lo ha explicado mi padre . Y se marchó. Su padre está orgulloso de haberle
preparado bien.
En esta materia, ante las preguntas de los niños hay tres
posturas:
a) El silencio y las evasivas: lo cual es hacer que el niño vaya a
preguntar a otro sitio, lo mismo que iría a satisfacer su hambre si nosotros no
le diéramos pan. Una madre a quien su hija le preguntó sobre el origen de los
niños, le respondió dándole un bofetón: una niña educada no preguntas esas cosas
. Proceder lamentable. El silencio de los padres sobre el sexo es causa de que
el niño crea que el sexo es algo malo .
b) La segunda postura es responder
con mentiras, lo cual les hará perder la confianza en vosotros cuando averigüen
la verdad; y se formarán una idea equivocada del problema al ver que se trata de
una cosa vergonzosa de la cual no se puede hablar en casa. Además sentirán una
reacción desfavorable hacia sus padres que les engañaron y les llevaron a hacer
el ridículo ante sus amigos por creerse lo de la cigüeña, niños de París,
etc.
c) La tercera actitud es la acertada: responder con lealtad, con
respuestas breves, claras, sencillas y naturales, enteramente verdaderas, aunque
no se diga toda la verdad de una vez, sino escalonadamente, en diversas
ocasiones, según las circunstancias, y grado de comprensión del niño.
Esta
explicación debe rodearse de un gran ambiente de elevación, dulzura, delicadeza
y sobrenaturalidad . Hacer la información gradualmente, según el niño vaya
preguntando, satisfaciendo siempre su curiosidad. Si el niño tarda en preguntar,
provocar con tacto la pregunta, para que de esto hable en casa antes que en la
calle. Las primeras preguntas pueden surgir a los cuatro o cinco años. «Antes de
los nueve o diez años debe saber que el niño comienza a crecer en la madre por
amor del padre»(641).
Te voy a poner aquí un ejemplo de un posible diálogo de
un niño con su madre, con las respuestas a las preguntas más comprometidas que
los niños pueden hacer. Las he encontrado en varios libros que he leído sobre
este tema. Evidentemente que no es para que des la respuesta al pie de la letra.
Es para que te orientes en las respuestas que necesites, y las acomodes a la
edad, sexo, madurez, etc., del niño que pregunta.
- De dónde ha venido mi
hermanito?
- Se lo ha mandado Dios a papá y a mamá porque se quieren
mucho.
- Entonces tía María y tío Pepe no se quieren porque Dios no les manda
ningún hijo.
- Es que los hijos son un regalo de Dios, y ese regalo Dios no
se lo da a todos.
- Y cómo vienen?
- Dios ha puesto en la barriga de las
madres un nido muy abrigadito. Y ahí está el niño durante nueve meses, porque al
principio es muy pequeñito y se le podría pisar como a una
hormiguita.
También yo te he llevado a ti nueve meses debajo de mi corazón y
te he alimentado con mi sangre.
Por eso te quiero tanto, porque eres hijo de
mi sangre. Cuando yo te llevaba dentro de mí, pensaba mucho en ti, te preparaba
la cuna, los pañales, las camisitas y muchas cosas más; y rezaba mucho a Dios
por ti. Cuando ya fuiste un poco mayor entonces te di a luz. Eso me hizo sufrir
fuertes dolores, y tuve que guardar cama. Pero estos dolores se transformaron en
alegría cuando te tuve en mis brazos y pude abrazarte y besarte.
- Y por qué
te hice sufrir?
- Porque cuando saliste de dentro de mi cuerpo eras ya
grandecito, y me costó mucho trabajo.
- Y por dónde salí?
- Por una puerta
que Dios ha puesto en el cuerpo de las mujeres, y que llevamos siempre tapada,
porque las personas mayores nunca enseñan eso.
- Dónde está esa puerta?
-
Entre las piernas. Por donde se orina. Esta puerta se estira como si fuera de
goma, para que pueda salir el niño. Primero sale la cabeza, después los hombros,
los brazos y por fin las piernas. Así naciste tú.
Puedes imaginarte la
alegría que sentí cuando puede tenerte en mis brazos?
- Y por qué soy también
hijo de papá?
- Porque el padre es el que pone las semillas de la vida dentro
del cuerpo de la madre.
- Y cómo se hace eso?
- Dios ha hecho el cuerpo
del hombre distinto del cuerpo de la mujer para que cuando estén casados puedan
unirse de modo que el padre deje la semilla de la vida dentro del cuerpo de la
madre. La puerta por donde sale el niño al nacer, fue nueve meses antes la
puerta por donde entraron las semillas de la vida que el padre donó a la
madre(642).
- Pues yo tengo un amigo que no tiene padre.
- Porque
se habrá muerto o se habrá ido.
- Es que su madre es soltera.
- Eso quiere
decir que su padre hizo mal, y no quiso casarse con su madre; pero todos los
niños nacen de la unión de un padre y una madre.
- Y por qué tienen hijos las
solteras?
- No deben tenerlos, pues no tienen marido. Pueden tenerlos si
ceden su cuerpo a un hombre. Pero esto es un pecado en una mujer soltera. A
veces ocurre sin culpa de ellas, por violencia o engaño de hombres
malvados.
- Por eso en el colegio hablaban de uno que era un sinvergüenza
porque había tenido un hijo de una muchacha soltera.
- Claro. Eso es un
pecado enorme. Pero en el colegio no hables de estas cosas. Todo lo que quieras
saber, yo te lo explicaré. Hablaremos de todo esto siempre que quieras. Pero tú
con tus amigos no debes hablar de estas cosas. A lo mejor hay algún niño a quien
sus padres le han contado el cuento de la cigüeña, pensando que no podría
entender esto que yo te he explicado a ti, y no está bien que dejes mal a sus
padres. Y si hay alguno que quiera hablarte de estas cosas, tú le dices que ya
te he explicado yo todo. Y a mí me preguntas todo lo que quieras, que yo te lo
explicaré mejor que nadie, porque soy tu madre .
Frecuentemente será fácil
satisfacer la curiosidad del niño respecto al otro sexo mostrándole a un niño (o
niña) de corta edad desnudo. Es preferible evitar las exhibiciones de adultos
desnudos.
Nuestra sociedad no lo admite, y se puede ofender al niño .
Es
conveniente que la madre instruya a su hija sobre el significado y normalidad de
la menstruación cuando haya cumplido los diez años , para que si apareciera en
edad prematura no le cause impacto psicológico perjudicial. El modo de hacerlo
puede ser una cosa así: La obra más grande que puede hacer una mujer es tener un
hijo. Esto ocurre cuando la mujer se casa. Pero desde pequeña, Dios va
preparando el cuerpo de la mujer, y todos los meses se forma un nido para el
posible hijo. Al no tener el hijo, el nido se deshace y sale por abajo un poco
de sangre, pero no duele nada .
Lo mismo hay que hacer con los chicos sobre
los derrames nocturnos, para que sepan que son fenómenos perfectamente normales,
previstos por Dios para que el cuerpo elimine las secreciones sobrantes que no
necesita para su fortalecimiento.
Si los padres explican a sus hijos
adolescentes las emisiones nocturnas de semen y la menstruación,
respectivamente, antes de que esto ocurra, cuando llegue ese momento, lo
aceptarán con toda naturalidad.
No es lo mismo información sexual que
educación sexual . La información sexual es más fácil, pero no basta. Se ha
comprobado que a más información sexual , más embarazos de adolescentes,
enfermedades venéreas, etc. La educación sexual debe procurar la maduración
afectiva del niño, hacerlo llegar a ser dueño de sí y a usar rectamente del sexo
. La educación lleva al hombre a practicar el bien. «La virtud no es cuestión de
enseñanza solamente. Muchas veces comprobamos que el problema no es de
desconocimiento de lo que hay que hacer, sino que falta el necesario esfuerzo
para hacerlo. (...).
Las virtudes se logran a costa del propio esfuerzo, pero
es fundamental que este esfuerzo esté acompañado de una convicción
intelectual»(643).
Al hombre no le basta saber lo que es verdad y lo que es
bueno, necesita además una motivación que le anime a vivirlo. Y en eso consiste
la educación. La experiencia cotidiana enseña que al hombre no le basta conocer
el bien para practicarlo. Ya lo dijo Ovidio hace dos mil años: «Conozco el bien
y lo apruebo, pero practico el mal»(644).
La
experiencia ha demostrado que una información sexual insistente, como la que hoy
padecemos, es de efectos negativos, pues se convierte en excitación
sexual.
«La enseñanza no es nunca una educación completa. Ha de ser
complementada por el esfuerzo personal, por la lucha. Esto es especialmente
cierto en lo relativo a la educación sexual. El uso cristiano de la sexualidad
no se realiza sin esfuerzo, sin un esfuerzo que a veces tiene que ser heroico.
Esto vale principalmente para la juventud, en la cual la fuerza de las
tendencias sexuales y la poca madurez de la personalidad del joven, exigen una
lucha mucho más rigurosa. Por otra parte, la juventud es también la época más
adecuada para entender la vida como lucha, para despreciar la
comodidad.
Fortalecer en la juventud la conciencia de que una vida humana
sólo se realiza a través de la lucha, es poner uno de los fundamentos más firmes
para la educación en el aspecto sexual.
En esa lucha tienen que emplearse
recursos humanos y sobrenaturales, porque también en este campo lo natural y lo
sobrenatural se influyen mutuamente.
La oración y los sacramentos son como
las dos direcciones del camino que une al hombre con Dios.
La oración es
fundamentalmente petición, camino del hombre hacia Dios; los sacramentos son las
sendas por donde Dios nos envía su gracia, camino de Dios hacia el hombre. La
oración y los sacramentos están en la base de la educación sexual.
En cuanto
a la Virgen, Ella es llena de Gracia, es la protagonista del amor más puro y más
hondo que haya podido tener criatura alguna. Es Madre nuestra y está delante de
Dios para hablar bien de nosotros, para interceder por nosotros»(645).
Las
caídas en materia de sexualidad se deben, más que a la falta de información, a
la debilidad de la voluntad, expuesta a toda clase de tentaciones que sólo
pueden superarse con esfuerzo humano auxiliado por la gracia de Dios.
El
padre Martín Descalzo en su libro «Razones desde la otra orilla» dice que la
campaña recomendando preservativos a la juventud es un reconocimiento del
fracaso de la educación sexual.
Como no se ha sabido educar a los jóvenes
para que controlen el instinto sexual se les da un preservativo para
complacerles. Como el chupete que se da al niño que ha cogido una rabieta(646).
«Una
educación sexual bien hecha -iniciación y educación-, es necesaria, y el hacerla
con discreción y delicadeza corresponde como un derecho y un deber a los padres,
que lógicamente se han de preparar y empeñar en ella. Sería un error dejar esta
educación, por un silencio culpable, a agentes inadecuados que el niño
encontrará, quienes inevitablemente harán su pseudoeducación. Nadie puede
marginar a los padres de esta tarea, y nadie les suplirá como es debido con tal
que ellos lo hagan bien. En todo caso, ha de quedar bien claro siempre, que,
siendo la educación sexual una parte de la educación total de la persona, no son
lícitos los experimentos perjudiciales para la integridad y el equilibrio
personal, ya sea en el aspecto individual, ya sea de cara a la apertura hacia
los otros. Es bueno también recordar que los padres, sobre todo los que dan una
iniciación, acaso prematura, persuadan a sus hijos de que no hablen de ello con
otros. Si se lograse hacer esto, no serían tan frecuentes las conversaciones
sobre temas sexuales, ni los padres tan frecuentemente suplantados por
inoportunas revelaciones.
Una progresiva información de la realidad sexual, a
nivel cultural y religiosa, se hace necesaria tan pronto como el niño va
abriendo sus ojos a la vida personal y al mundo que lo rodea; pero la
información sola no es suficiente. Se necesita, sobre todo, la educación de la
persona en la castidad o pureza -virtud que proporciona dominio sobre la
sexualidad- por medios idóneos. He aquí algunos: clima de ejemplaridad familiar,
de diálogo y aprendizaje constante del amor evangélico y el dominio de sí mismo
y, por encima de todo, de vivencia consciente de la oración y de los
sacramentos.
Por la misma razón han de colaborar los gobernantes , gerentes
del bien común. Su colaboración no ha de invadir, sino respetar la competencia
de los padres y los derechos de la comunidad cristiana. Un programa realista de
colaboración del Estado en este asunto habría de tener muy en cuenta problemas
como el de la protección a la familia, la enseñanza, las condiciones de trabajo,
alojamiento, la multiforme pornografía y anarquía del erotismo público, la
llamada apertura cultural de los medios de comunicación social y otros, algunos
de los cuales son realidades muy perniciosas, verdaderos agresores injustos -con
bellos nombres- de los derechos de las personas débiles que, por sí mismas, no
se pueden defender. El poder público es corresponsable, junto con los
ciudadanos, de la defensa de sus valores y, en nuestro caso, no es justo que el
pansexualismo posea un nivel tan alto de monopolio de la educación de la
sexualidad.
La escuela -y ahora pensamos en la escuela católica- puede
aportar buenos servicios a la recta educación sexual. Como una realidad
subsidiaria ha de actuar con la anuencia y la cooperación de la familia educando
integralmente al alumno y ayudándolo a integrar debidamente la
sexualidad.
Además de esta educación genérica incumbe a la escuela hacerlo
también de una manera más especifica, informando científicamente sobre el tema a
nivel biológico y psicológico sin omitir el moral, de acuerdo siempre con los
padres y evitando con extrema delicadeza que no se susciten problemas nuevos y
graves, antes de resolver los ya existentes. Esto último es muy posible y de
alta responsabilidad.
Puede presentarse el caso de que en una escuela,
especialmente si no funciona en verdad como católica, se perturbe esta educación
por la imprudencia de algún profesor, por presiones intencionadas de los alumnos
-o por fuerzas de fuera que influyen en la misma- o por una insistencia morbosa
sobre el asunto. Cuando ocurre eso, lo que tendría que ser verdadero elemento de
educación, es posible se convierta en una clase de juegos preferidos, refugio de
erotismo, y, en fin de cuentas, de pornografía. Por tanto, hay que exigir un
clima de delicadeza y de respeto muy acentuado hacia las personas de los
educandos de ambos sexos.
Querríamos decir a los educadores que no se
permitan iniciativas caprichosas sin contar con los padres; no es justo que
éstos se encuentren, a veces, sorprendidos por hechos consumados de
conferencias, cursillos y proyecciones de temas sexuales, en escuelas católicas
que no han tenido en cuenta la Doctrina de la Iglesia»(647).
La
Comisión Permanente del Episcopado Español ha protestado por la difusión entre
los jóvenes de unos folletos distribuidos por algunas entidades socialistas de
la Administración Pública Española, que pretenden ser de educación sexual y lo
que hacen es incitar al libertinaje sexual, animando al ejercicio de la
sexualidad solamente por la satisfacción egoísta del placer, indiferentemente de
que se haga por medio del vicio solitario o con otra persona de diferente o del
mismo sexo, sin ninguna relación con la moral y la integración de la sexualidad
en la maduración de la persona humana, haciendo de la vida sexual un juego y
pasatiempo, algo trivial y carente de pleno sentido humano.
Entre otras cosas
dice:
«Estas orientaciones relativas a la conducta sexual se oponen a los
valores y bienes fundamentales de la sexualidad humana y a las enseñanzas
morales de la Iglesia... Sentimos el deber de denunciar que tales orientaciones
degradan y pervierten las conciencias de los jóvenes... Con frecuencia se une
esta difusión de inmoralidad en el campo sexual con ataque a la fe cristiana»(648).
«Cuando autoridades civiles, de cualquier rango,
promueven la difusión de los citados cuadernos en centros escolares cometen un
verdadero abuso de autoridad. Los poderes públicos vulneran claramente los
derechos de los ciudadanos en la medida que, a través de las indicadas
iniciativas pedagógicas o de poderosos medios de comunicación, tratan de
establecer en el conjunto de la sociedad una determinada concepción de la
conducta sexual, que implica una forma definida de entender el hombre y su
destino. No pertenece ni al Estado ni siquiera a los partidos políticos tratar
de implantar en la sociedad una determinada concepción del hombre y de la moral
por medios que supongan de hecho una presión indebida sobre los ciudadanos
contraria a sus convicciones morales y religiosas.
A los organismos estatales
compete, en cambio, tutelar a los ciudadanos contra los desórdenes morales y
toda forma de agresión sexual, especialmente el abuso de menores y, en general,
contra la degradación de costumbres y la permisividad sin límites. Teniendo en
cuenta el pluralismo de la sociedad moderna y la debida libertad religiosa,
corresponde al Estado ayudar a las familias para que pueda darse a sus hijos en
todas las escuelas una educación conforme a los principios morales y religiosos
profesados por sus padres, tal como prescribe la Constitución Española. La
propia Constitución establece las normas de protección de la moralidad de los
niños y jóvenes.
Está en juego el bien común de la sociedad: una comunidad
humana que no alcance un grado suficiente de adhesión a valores morales
fundamentales como son, en este caso, los relativos a la sexualidad y a la
familia se autodestruye»(649).
El arzobispo de Valladolid, José Delicado Baeza , en una
carta pastoral se lamenta de la frivolidad con la que en algunos sitios se
realiza la educación sexual, estimulando al sexo más que educándolo, añadiendo:
«La castidad no es la única, ni siquiera la principal virtud cristiana, pero es
una virtud necesaria para vivir en gracia»(650).
«La
educación sexual de hace años tuvo sus errores. Pero hoy algunos llaman
educación sexual a lo que es pura pornografía. Algunos han olvidado que el
hombre, además de cuerpo tiene espíritu, y que el comportamiento sexual del
hombre no puede ser lo mismo que el de un animal. El instinto sexual del hombre
debe ser dirigido por la razón y la voluntad. De esta manera se eleva, se
dignifica, se espiritualiza.
El libertinaje sexual tiene peores problemas que
la represión. Las aberraciones sexuales se difunden alarmantemente. Y es que el
hombre necesita una ética, una norma moral. Su conducta no se regula por el
instinto, como en los animales que nunca comen si no lo necesitan, ni engendran
fuera de los tiempos de celo»(651).
66,5. Es, sobre todo, importante que los padres se preocupen de la
instrucción religiosa de sus hijos. Si ellos no saben o no pueden hacerlo,
tienen que buscar quien supla esta obligación; ya en la escuela, ya en la
catequesis de la parroquia. Pero dice el Nuevo Código de Derecho Canónico «a los
padres corresponde en primer lugar la educación cristiana de sus hijos»(652). Al niño
pequeño hay que obligarle a ciertas cosas (urbanidad, higiene, etc.) aunque él
no entienda su valor. Poco a poco irá captando su sentido y cuando sea mayor las
realizará por propia convicción. Lo mismo hay que hacer en la educación
religiosa.
Los domingos llévatelos de paseo o al campo; y a la vuelta haz una
visita en alguna iglesia y enséñales desde pequeñitos dónde está el Señor, para
que aprendan a pedirle cosas y a hablar con Él. Desde los primeros años conviene
infundirles una vida de piedad. Esto es insustituible. Deberías tener la
costumbre de rezar algo en común:
bendecir la mesa, rezar en el automóvil en
los desplazamientos dominicales, etc. Hogar que reza unido, hogar que permanece
unido .
66,6. Los hijos son el encanto de los hogares, la alegría y la ternura de los
padres, los perpetuadores de su nombre, el estímulo de sus trabajos, el consuelo
de sus sufrimientos y la esperanza de su vejez.
Los niños fortalecen el amor
de sus padres. Las estadísticas internacionales demuestran que hay menos
rompimientos en los matrimonios con hijos. Los hijos enriquecen el amor
conyugal. Hacen superar el egoísmo. El amor del marido a la esposa puede tener
un matiz egoísta por los placeres físicos que le proporciona y por los servicios
que le presta. El hijo va a aumentar sus sacrificios, y sin embargo lo ama.
Igualmente en ella, la maternidad despierta enormemente la capacidad de amor
sacrificado.
Hogar donde abundan los niños es hogar feliz.
Los niños arman
ruido; pero, qué triste es el silencio de un hogar sin niños! Qué sola es la
vejez sin hijos! Los hijos son el más fuerte vínculo de unión entre los esposos.
Llenan de ilusión la vida. A veces dan disgustos, pero su amor hace felices a
los padres.
El futuro de la humanidad se fragua en la familia. Por
consiguiente, es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se
esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia .
«Son
bien conocidos los problemas que en nuestros días asedian al matrimonio y a la
institución familiar. Por eso es necesario presentar con autenticidad el ideal
de la familia cristiana basado en la unidad y fidelidad del matrimonio abierto a
la fecundidad y guiado por el amor. Y, cómo no expresar vivo apoyo a los
reiterados pronunciamientos del episcopado español en favor de la vida y sobre
la ilicitud del aborto? Exhorto a todos a no desistir en la defensa de la
dignidad de toda vida humana, en la indisolubilidad del matrimonio, en la
fidelidad del amor conyugal, en la educación de los niños y jóvenes siguiendo
los principios cristianos, frente a ideologías ciegas que niegan la
trascendencia, y a las que la historia reciente ha descalificado al mostrar su
verdadero rostro», así hablaba el Papa Juan Pablo II en Junio de 1993 en la
homilía de la misa de la canonización en Madrid de San Enrique de Ossó.
La
familia es la base de la sociedad, por eso Pío XII dijo el 9 de mayo de 1957:
«La sociedad es para la familia, y no la familia para la sociedad». La familia
es la institución natural establecida universalmente en el tiempo y en el
espacio. Donde tiene origen la vida humana, el recinto de la educación y el
vínculo de la transmisión normativa. Pero para que esta transmisión sea eficaz
la normativa moral y religiosa debe hacerse con convicción, con motivación y con
el ejemplo.
No puede haber contradicción entre lo que se dice y lo que se
hace.
Se educa más con lo que se hace que con lo que se dice. En la familia
todo educa o deseduca. La familia es el clima ideal para la educación de un
niño.
La familia tiene un valor insustituible para los hijos. Un hijo sin
familia queda traumatizado.
Las estadísticas de delincuentes juveniles y de
anormalidades psíquicas hablan bien claro. Según Katherin Kasun, Presidenta de
«Family campaign Fundation» de Suecia, en un país donde el Estado ha sustituido
en gran parte a la familia en la educación de los hijos, de cada cuatro niños,
uno necesita un psiquiatra, y el número de suicidios en menores de 16 años ha
sido de 130 al año, y va en aumento(653).
Una
sociedad que destruye la familia se suicida . El mayor tesoro de una nación son
los niños. El futuro depende más de los niños que de las carreteras. Los niños
necesitan un hogar. La guardería no puede suplir el hogar. Los psiquiatras
hablan de los traumas psíquicos de los niños que no han conocido el cariño y el
calor de un hogar .
66,7. Una de las edades más difíciles para la educación de los hijos es la
adolescencia . El adolescente empieza a descubrir su propia personalidad, y
siente necesidad de afirmarla. Esto le inclina a la rebeldía en todos los
órdenes. La educación, la virtud, o el buen carácter, pueden dominar este
espíritu rebelde. Pero esta rebeldía de los adolescentes no debe extrañarnos. Lo
que debemos hacer es saber cómo educarla. Es un momento difícil. Las personas
mayores tienden a tratarlos de críos , y esto a ellos les subleva. Ellos se
sienten personas, y quieren ser respetados. El tratarlos de modo despectivo e
irónico puede ser contraproducente. Sin perder la autoridad paterna es bueno
lograr la amistad del hijo, para que se someta de buena gana al verse tratado
con consideración. Las fanfarronadas del adolescente son pura fachada. Por
dentro se encuentra inseguro. Necesita consejo. Pero hay que dárselo sin que él
se sienta disminuido, porque entonces no lo aceptará. El adolescente necesita
afirmar su personalidad, su independencia, quiere ser él, decidir él, ser
responsable de sí mismo.
Empieza su camino hacia la adultez, y sólo si es
aceptado así se reincorporará emocionalmente a la vida del hogar. Los padres
deben ayudar a que su hijo vaya madurando en su adultez. No prohibir con
autoritarismo, sino obligado por razones y siempre en bien del hijo; hacérselo
ver así con amor. No se trata de entorpecer su madurez, sino de ayudarle en su
autodesarrollo. El adolescente rechaza todo lo que sea imposición que pueda
poner en peligro su personalidad naciente. No acepta que se le trate como a un
niño.
«Los adolescentes se muestran inseguros, les falta unidad interior, les
falta el sentido de la seguridad, base fundamental de un desarrollo
armonioso.
El sentimiento de seguridad lo adquieren cuando encuentran en el
hogar amor y autoridad: amor sobre todo en la madre, y autoridad en el padre. Lo
que no significa que la madre no pueda ejercer autoridad, y que el padre no
muestre afecto.
El amor materno es indispensable para la salud física y
psíquica del hijo. Las graves faltas en la personalidad del adulto provienen
principalmente de la falta de amor en la infancia y en la adolescencia.Los
criminólogos nos aseguran que los jóvenes delincuentes tienen la convicción de
que nunca encontraron amor en la familia. La madre debe ser el corazón del hogar
y mantener en él vivo el fuego del cariño.
Desgraciadamente, en nuestros
días, muchas mujeres queriendo igualarse a los hombres , procuran desarrollar
actitudes francamente masculinas con detrimento de las maternales, lo cual luego
perjudicará la educación de los hijos que necesitarán de ellas.
También hay
otro exceso: el cuidar demasiado del hijo y endiosarlo con mimos. Eso puede
causar una fijación en la infantilidad e impedirle la necesaria emancipación.
Los que fueron tratados como pétalos de rosa, no saben reaccionar más tarde ante
las dificultades de la vida, incapaces de hacer algo sin la ayuda de los demás.
Es preciso educar al niño para su propio bien, para desarrollar su propia
personalidad.
El padre es también indispensable en la educación del niño, que
necesita de su dirección y autoridad. Muchos padres no entienden esto.
Llegan
cansados por la noche al hogar, y no prestan ninguna atención a los
hijos.
Hay que buscar tiempo para estar con ellos, dialogar, inspirarles
confianza, darles ánimo, oírles con simpatía y comprensión.También el padre debe
evitar demasiada protección y mimos a sus hijos.
Pueden engendrar en ellos la
pusilanimidad, el miedo ante la vida, el temor a la responsabilidad.
La
autoridad paterna es imprescindible para el desarrollo afectivo del hijo.
últimamente se ha hablado mucho de las consecuencias de la falta de amor
materno; la carencia de la autoridad del padre no es menos funesta...
Eduquen
a los hijos con amor, comprensión y firmeza. El amor materno y la autoridad
paterna son las dos grandes columnas en que descansa la educación de niños y
adolescentes»(654).
La fuerza de voluntad es muy importante en la vida. Se
consigue con entrenamiento, como en una competición deportiva. Para conseguirla
hace falta una gran dosis de animación. Es necesario el premio: el estímulo, la
atención y la alabanza frecuente. La vida es dura y sólo a base de coraje se
logra la cima de los fuertes.
Hoy se da con relativa frecuencia lo que
Enrique Rojas llama la filosofía de «lo que me apetece».
Hago esto porque me
apetece. No hago esto porque no me apetece. Son esclavos de lo que pide el
cuerpo. Volubles como la veleta que gira según el viento que sopla. Incapaces de
objetivos concretos. Sin embargo, una persona que tiene educada su voluntad
consigue lo que quiere, si es constante. Para tener voluntad hay que empezar por
tener dominio propio. No hacer lo que me apetece, sino lo que es mejor.
Puede
ser que me apetezca lo mejor, pero esto no siempre pasa. Para educar la voluntad
hace falta un aprendizaje gradual que se consigue con la repetición de actos
donde uno se vence en los gustos hasta adquirir «el hábito positivo». Esto da
paz, alegría y felicidad.
Sería conveniente enseñarle a hacer pequeños
sacrificios: renunciar a una golosina, retrasar el momento de saciar la sed,
dejar de ver la televisión, comer lo que no le gusta, dejar hablar a los demás,
no gastar en cosas superfluas, etc. Esto educa su voluntad, lo cual le va a ser
muy útil el día de mañana. Aristóteles sostenía que la auténtica manifestación
de fuerza de voluntad se mide en el dominio propio. La vía del menor esfuerzo no
conduce nunca a la maduración .
Es necesario no sólo animar a que el niño se
esfuerce por conseguir unas metas, sino también ir alabando con cierta
continuidad lo poco o mucho que, de hecho, consiga en cada momento.
El niño,
de pequeño, no tiene criterio. El bien y el mal se aprende fundamentalmente de
los mayores.
Antes de que nadie lo malee, es necesario darle base moral
sólida, formarle la conciencia, inculcarle el sentido del deber, corregir lo
defectuoso y dejar bien claro dónde está la virtud.
Conviene indicar con
claridad lo bueno y lo malo. Es importante crear hábitos
buenos.
Acostumbrarles a hacer las cosas bien, y más adelante ellos mismos
comprobarán que les va bien con lo que aprendieron.
Sólo se aprende lo que se
hace . De manera que, el poner al sujeto en acción, ayudándole a reflexionar
sobre ello, es el único o casi, más importante modo de andar con realismo en el
terreno de los valores .
Hay que educar en valores. Hace falta un sistema de
valores que sirvan de referencia en la vida. Los valores son guías de conducta.
La escala de valores marca la conducta de cada individuo. Lo mismo que los niños
aprenden a andar, leer y escribir, aprenden pautas de conducta y comportamiento
moral. Si no les enseñamos a distinguir el bien del mal, si no les corregimos ni
les enseñamos normas para que sepan a qué atenerse, nunca aprenderán a
comportarse como hombres, ni acertarán a dar sentido a su vida. Pero los valores
se viven, se sugieren, se comparten, no se imponen. El niño tiene una enorme
capacidad de imitación. Aprende a ser hombre haciendo suyas las pautas y valores
que ven en los demás. Buscan modelos a los que imitar. El ejemplo es la mejor
manera de educar .
La disciplina y el dominio de sí son indispensables en la
formación del ser humano. Algunos padres, por temor a que los hijos contraigan
complejos, les dejan hacer cuanto quieren y dejan a un lado toda autoridad.
Nunca serán hombres: serán un peso para la familia y la sociedad; unos
desajustados. No se entrenaron para las dificultades inevitables de la vida. Esa
fobia de complejos engendra complejos mucho más funestos.
Que las normas de
disciplina sean coherentes y uniformes. Que el padre y la madre estén de acuerdo
con la política a seguir en el hogar. No se desautoricen el uno al otro.
Los
padres no deben discutir nunca delante de los hijos. Si en algo no están de
acuerdo, buscar la armonía cuando estén solos. Pero apoyarse siempre mutuamente
delante de los hijos. En algunos matrimonios, basta que uno diga una cosa para
que el otro diga la contraria, sin razón que porque lo ha dicho el otro. Es una
vengancilla que perjudica al hijo.
Los hijos necesitan estabilidad, un cuadro
de referencia fijo, una constancia en la actitud de sus progenitores.
Lo que
educa a un niño es lo que comprende afectivamente.
Los hijos desiguales
necesitan trato desigual. A un tímido habrá que tratarle con cariño para darle
confianza. A un irascible, con calma y paciencia; pero con firmeza. La autoridad
y la obediencia no se imponen a gritos, que sólo sirven para aumentar la
rebeldía.
Rara será la familia , por cristiana que sea, y por elevada que sea
su educación, en la que la crisis de la independencia propia de la adolescencia
no haya provocado algún conflicto entre los padres y los hijos(655).
Son
conflictos pasajeros que los padres deben procurar no se conviertan en
divisiones profundas y duraderas. Los padres deben tener paciencia con las
«majaderías» de sus hijos adolescentes, y esperar para corregirlos a tener calma
y serenidad. Y nunca en presencia de extraños. Y siempre reconociendo la parte
de razón que en las excentricidades de sus juicios y contestaciones pueda tener
el muchacho. Hay que reconocerle su derecho a tener algún secreto (cajón cerrado
con llave) y el prudente uso de su independencia, siempre que se pueda saber qué
uso hace de su libertad. Si los padres respetan su esfera privada, es fácil que
el hijo se sincere con ellos, les cuente sus secretos, pida consejos, etc. Pero
un registro sin su consentimiento o contra su voluntad disminuye su confianza en
los padres y aumenta la distancia .
«Hay que ayudar a los adolescentes a
desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e intelectuales a fin
de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad en
el recto y continuo desarrollo de la propia vida y en la consecución de la
verdadera libertad»(656).
Es muy conveniente fomentarles cuando tengan edad, alguna
afición al margen de la obligación: gimnasia, atletismo, deporte, montañismo,
caza, pesca, instrumento musical, pintura, habilidad manual, etc.
El
adolescente duda enormemente de sí mismo. Por eso se afirma tan brutal, tan
bestialmente. Necesita un apoyo, y lo busca. Pero tiene el orgullo de no aceptar
más ayuda que la que le venga de hombre a hombre, como lo que él quiere
ser.
Ayuda intelectual, primero. El niño, cuando no sabe pregunta. El
adolescente, si ignora empieza por afirmar. Aunque penséis lo contrario, es un
progreso, o mejor, una posibilidad de progreso. La afirmación perentoria de los
mayores no le basta. Tiene necesidad de respuestas personales. Pasa de la
pasividad al activismo, del feliz parasitismo de la infancia a la ambición
varonil de la autonomía.
Pero sus juicios son absolutos. No importa dónde los
ha encontrado. Ha leído lo que dice, o lo ha oído decir; lo ha visto en la
televisión o se lo ha repetido un amigo. Esto basta para afirmarlo frente a
todos y contra todos; es decir, para afirmarse. Es inútil contradecirle. Se
enoja o se encierra. Pero sobre todo, no os burléis de él. Es obstinado y no
dirá ya una sola palabra, e irá a buscar fuera, en un compañero o en una joven
amiga, el auditorio complaciente que le negáis vosotros.
Qué hay que hacer?
Ayudarle. Empezad por no enfrentaros a él. Os exasperáis, os morís de ganas de
decirle que es un idiota, que lo que dice es tan estúpido que no merece
discutirse. Callaos, tragad vuestra indignación, calmaos y escuchadle. Aprended
a hablar con él en plano de igualdad. Perdéis toda influencia sobre él si le
habláis como a un niño. Y en cambio, necesita tanto que conservéis vuestra
influencia sobre él...!
El adolescente sólo escucha a quienes le tratan como
hombre serio e inteligente, sobre todo si no lo merece. Es la única manera de
ayudarle a serlo. Acordaos de lo que pensabais vosotros a su edad; comunicádselo
y decidle cómo hicisteis para pensar de manera distinta.
Matizad lo que os
dice en vez de despreciarlo globalmente, y veréis cómo llegáis a descubrir una
verdad aceptable.
A los hijos no les gusta que se les imponga la autoridad
arbitrariamente, ni que se les trate como a chiquillos. Quieren que se escuchen
sus opiniones, que se comprendan sus problemas, y que se les mande como a
personas mayores. Padres y madres deberían tener presente aquella máxima
pedagógica: «Al niño se le impone; al muchacho se le propone; al joven se le
expone». Los valores se proponen, no se imponen con coacción; aunque moralmente
haya obligación de aceptarlos.
Cada uno elige los valores que desea. Por eso
hay que motivarlos. No bastan frases como éstas: «Aquí las cosas se hacen así, y
basta»; «de esto tú no tienes ni idea».
Durante la adolescencia, que comienza
con la pubertad , tienen lugar importantes transformaciones en el plano
afectivo, intelectual y fisiológico: es el paso hacia la madurez. Hay un
crecimiento físico, maduración sexual y, sobre todo, una profunda transformación
psicológica, que dan al adolescente su propia personalidad. El adolescente
siente en su ser cosas nuevas. Comienza la reflexión y el descubrimiento de sí
mismo . Esta nueva conciencia que tiene de sí, le lleva a la contemplación del
yo, a andar en torno a sí mismo. Quiere conocerse, comprenderse. Es el
narcisismo. Narciso , personaje mitológico, se deleitaba mirando su imagen sobre
las aguas. Cayó al lago atraído por su propia imagen. Los dioses le
transformaron en la flor que lleva su nombre.
El joven se enamora de su
imagen. Se estudia en la intimidad.
Exteriormente tiene una verdadera
preocupación por su vestido, su cabello, las formas de su cuerpo. Es la edad de
los diarios íntimos y del espejo. También del autoerotismo...
Estos jóvenes
desprecian todo lo que es convencional. Quieren destacar por lo excéntrico y
original.
Su manera de hablar, vestir, bailar, todo acusa su deseo de
extravagancia. La autocontemplación y la agresividad ayudan al joven a
afirmarse; pero, si se prolongan demasiado, pueden tener consecuencias serias,
pueden dificultarle su adaptación social. Hay muchos adultos que nunca superaron
esta etapa. Son los eternos rebeldes contra todo y contra todos, incapaces de
adaptarse a la realidad de la vida... Los jóvenes sienten la seducción de lo
grande. Es necesario canalizar este impulso hacia un ideal noble...El instinto
religioso se despierta entre los trece y los catorce años. Llega a su plenitud a
los dieciséis.
El adolescente es naturalmente introvertido . Esa actitud
repercute en la conducta del joven, haciéndole amar el recogimiento y la oración
silenciosa. Siente los valores y quiere formar un ideal... En la pubertad es
donde se dilucida el problema religioso. Problema generalmente difícil, ya que
queda situado entre la mentalidad infantil y el espíritu crítico del adulto,
entre el sentimiento de seguridad y el irrumpir violento de la vida instintiva,
entre la sumisión y la afirmación del yo.
La evolución religiosa del
adolescente depende de varios factores, de sus propias reacciones, del ambiente,
del ejemplo de los mayores... Algunos abandonan la fe porque les ha sido
presentada como un yugo, y no como un ideal que les perfecciona y les ayuda a
realizarse plenamente... El instinto sexual trae dificultades a la vida
religiosa y moral del joven. Surgen conflictos íntimos entre los valores
religiosos y morales por una parte, y las tendencias sexuales por la otra: entre
el espíritu y la materia.
Sublimando estas tendencias, sabiendo armonizar los
valores naturales con las exigencias de la religión, el joven encuentra gran
fuerza para triunfar...
Los jóvenes sin religión caen con más facilidad en la
depravación. Sin religión el Eros baja al nivel de una bestia en celo.
Hay
quien dice que la moral está pasada de moda , que no hace sino crear complejos,
y que todo cuanto frene el impulso del instinto es antinatural; pero la moral se
forma con principios objetivos, y no con opiniones particulares. Las
obligaciones esenciales de la ley moral se basan en la esencia y naturaleza del
hombre, en sus relaciones esenciales, y valen en cualquier parte en que el
hombre se encuentre.
Ya hemos dicho que el dominio de sí es indispensable
para la formación del ser humano. Los psicólogos nos dicen, fundados en
experiencias, que muchos males psíquicos tienen como causa el desorden que
resulta de dejar a un lado la ley moral.
El sabio Pablo Chauchard afirma:
«los preceptos de la moral son necesarios para el equilibrio psicológico»(657).
La
moral debe ser presentada de modo positivo, inculcando a la virtud y a la
imitación de Jesucristo . El sacrificio y el dominio que supone seguir al Señor,
han de ser libremente elegidos con amor .
En casi todas las esferas y
niveles, la necesidad precede a la capacidad. Se tiene necesidad de ser tratado
como un hombre antes de ser capaz, precisamente porque sin duda es la única
manera de llegar a serlo. Vuestro hijo quiere pensar por sí mismo, cuando
todavía no sabe hacerlo. Si le abandonáis por desprecio o por indignación, dónde
queréis que aprenda lo que le reprocháis que no sabe? En el periódico? Entre los
compañeros? En el cine? Vosotros sois quienes podéis y debéis enseñarle a
pensar, pero para ello hace falta discutir despacio y con paciencia con él.
Recibiréis la recompensa el día que le oigáis defender ante sus amigos vuestras
ideas preferidas, las que él ha combatido siempre en casa. Y os parecerá que las
defiende mucho mejor que lo habríais hecho vosotros mismos.
Hablad con los
hijos de todas las cosas, y cread un ambiente familiar de diálogo en el que
padres e hijos se lo cuenten todo. El adolescente necesita que se escuchen y
valoren sus puntos de vista, y sobre todo que se estime su persona y vea que se
preocupen por él.
Decálogo de un adolescente:
1 .- Déjame elegir mi
ropa.
2 .- Trátame como a un adulto y aprenderé a serlo.
3 .- Déjame
construir mis propias convicciones.
4 .- Respeta mi privacidad.
5 .-
Ayúdame en mis ideales de fe y servicio al prójimo.
6 .- Ayúdame a apreciar
mis capacidades y limitaciones.
7 .- Comunícame tu experiencia y ayúdame a
tener la mía.
8 .- Ayúdame a clarificar mis problemas y encontrar
soluciones.
9 .- Ayúdame a usar bien el dinero.
10 .- Enséñame cómo
prepararme al matrimonio .
Después de 45 años de coeducación, los sociólogos
y pedagogos reconocen que es mejor que niños y niñas reciban educación por
separado. Por eso la Ministra de Educación de Suecia, Beatriz Ask, así lo ha
determinado(658).
«3Juventud, divino tesoro2 , dice el poeta. Y tiene
razón. La juventud es la época más bonita de la vida, y la más fácil. Es la
época más linda, porque durante ella el corazón abriga infinidad de ilusiones y
esperanzas no truncadas por los azares del vivir, y la cabeza engendra ensueños,
ideales maravillosos, que muy bien pueden un día hacerse realidad. Pero es la
época más difícil, por ser la encrucijada de mil caminos; y según el que se
escoja va a estar la felicidad de toda nuestra única vida. Entre cientos de
maravillosas posibilidades, se presenta, la angustiosa urgencia de elegir una, y
con ello, rechazar todas las demás.
Quizás la característica psicológica más
importante de la juventud es la conciencia de poder pensar, idear, trabajar y
subsistir por sí mismo. El sentimiento de independencia nos despierta de la
niñez, en que dependíamos para todo de alguien. Ese desarrollo y ansia de
libertad, que son muy buenos, laudables y necesarios, pueden conducir al joven a
una rebelión injusta hacia todo: contra la sociedad, contra los familiares,
contra los educadores. Al estilo de vida de creerse superior a los demás; pensar
que los otros, los mayores, no saben nada, están anticuados; que yo soy el único
que sé, el único que puede y debe elegir el curso de mi vida, ignorando y
rechazando toda ayuda y consejo de los demás.
Esta actitud es errónea, porque
todos necesitamos de los demás en la vida. Y el joven, aunque muchas veces no lo
crea, o no lo quiera, es el que más ayuda necesita, por encontrarse en la
encrucijada más difícil de la vida. Y aquí quisiera que los jóvenes entendieran
algo muy importante, que por obvio que es, muchas veces no se valora lo
suficiente; la mejor, más honesta y más desinteresada ayuda que pueden encontrar
es la de sus padres»(659).
Los problemas que destacan en las páginas frontales de
los periódicos de todo el mundo, son un reflejo de la falta de disposición de
nuestra juventud para someterse a ningún sistema de valores que no sea el que el
de sus efímeros, inciertos y pragmáticos criterios. (...) Todos somos testigos
de casos de adolescentes que son advertidos y aconsejados una y otra vez por
padres experimentados y responsables, pero que ellos prefieren "discurrir por su
cuenta" para descubrir demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente.
Por desgracia son muchos los jóvenes que no quieren escuchar consejos. Semejante
hostilidad hacia la autoridad paterna les priva de la experiencia de los mayores
por querer hacer las cosas por sí mismos .
66,8. Modo de hacer de los hijos unos delincuentes:
1 Dadle desde pequeño
cuanto desee: así crecerá convencido de que el mundo entero se lo debe
todo.
2 Reíd si dice tonterías: así creerá que es muy gracioso.
3 No le
deis ninguna formación religiosa: ya la escogerá él cuando sea mayor.
Seguramente se quedará sin ninguna.
4 Nunca le digáis esto está mal : podría
adquirir complejos de culpabilidad; y más tarde, cuando, por
ejemplo, sea detenido por robar un coche, estará convencido de
que es la sociedad la que le persigue sin motivo.
5 Recoged todo lo que él
tire por los suelos; así creerá que todos han de estar a su servicio.
6 Dejad
que lo lea todo. Limpiad eso sí, con detergente, y desinfectad la vajilla en que
come; pero dejad que su espíritu se recree en cualquier torpeza.
7 Discutid
los padres delante de él: así se irá acostumbrando, y cuando la familia esté ya
destrozada no se dará ni cuenta.
8 Dadle todo el dinero que quiera: no sea
que sospeche que para tener dinero se debe trabajar.
9 Que todos sus deseos
estén satisfechos: comer, beber, divertirse...;
de otro modo resultaría un
frustrado.
10 Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, la ley,
la sociedad..., quienes la tienen tomada con el pobre muchacho: no le
reprendáis, no sea que se disguste.
Y cuando tu hijo sea ya un desastre,
proclamad que nunca pudisteis hacer nada con él .
El pediatra norteamericano.
Dr. Benjamín Spock , uno de los que más ha influido en la corriente tan en boga
hoy día de la pedagogía permisiva, al final de su vida, en una conferencia que
dio en la Universidad de Pensilvania, dijo, que tenía que reconocer que se había
equivocado, y que por su culpa se había estropeado una generación.
Afirmó que
la educación debe regirse por normas éticas precisas.
Los hijos mimados y
consentidos, a quienes se les da todo lo que quieren, a quienes nunca se les
niega nada, quedan traumatizados.
Proponle objetivos concretos posibles, y no
demasiado difíciles.
Estudia el plan de acción para conseguir el objetivo
propuesto.
Márcale un tiempo para las sucesivas etapas. Ejercítale en
vencerse en cosas pequeñas.
Para educar a los adolescentes, pueden ayudar a
los padres estos diez consejos:
1) Escucharle más que hablarle.
2)
Exigirle sólo cosas importantes.
3) Razonar las órdenes.
4) No le pongas
etiquetas peyorativas: más que decirle eres un mentiroso , dile: has dicho una
mentira .
5) Hazle razonar sus ideas.
6) No te rías de sus ideas.
Muéstrale sus equivocaciones.
7) Tus órdenes claras, concretas. Exigiendo su
cumplimiento.
8) No amenaces inútilmente. Exige los castigos impuestos. No
lo
levantes a no ser por causa razonable.
9) Que los castigos sean
proporcionados a la falta.
10) No permitas que te falte al respeto, pero tú
tampoco le grites.
Háblale con calma.
El psico - pedagogo Dr. Bernabé
Tierno da estos consejos para educar adolescentes(660):
1)
Respétalo como persona. Trátalo como si ya tuviera las cualidades que desearías
de él.
2) Sé tú ejemplo de las virtudes que deseas en él.
3) Admite tus
errores y él aprenderá a admitir los suyos.
4) Ejercita tu autocontrol. No
pierdas tus nervios, aunque él se salga
de tono.
5) Valora sus virtudes,
sus esfuerzos, su progreso.
6) Razona tus órdenes. El ordeno y mando pone a
la defensiva.
7) Ponte en su piel. Trátale como te gustaría ser tratado, si
tú
fueras él.
8) Fomenta su autodisciplina: no hacer lo que apetece sino
lo que es conveniente.
9) Ayúdale a madurar. Las dificultades no son para
abatirse sino para afrontarlas.
10) Hazle ver que puede y debe ser feliz. La
felicidad está dentro de uno mismo. No depende de las circunstancias
exteriores.
Pasos para ser eficaz:
1) Tener claro qué es lo que quiero
conseguir.
2) Que este objetivo esté a mi alcance. No empeñarse en coger la
Luna con la mano.
3) Escoger los medios adecuados al fin que se
pretende.
4) No darse pronto por vencido. Tener tesón y constancia para
seguir luchando.
5) Corregir los errores cometidos, y no echar la culpa a los
demás o a las circunstancias.
6) Atender a todos los detalles, y no esperar
que los demás o la suerte solucionen las cosas.
7) No menospreciar a nadie.
La persona menospreciada puede sernos decisiva mañana.
8) Orar para que Dios
nos ayude en todos los anteriores puntos.
La salud mental es una de las cosas
más importantes de la vida. Para la higiene mental que haga posible la madurez
psíquica y el equilibrio de la persona, finalidad de toda educación, es
necesario:
a) Autoestima.- Aceptarse uno mismo como es. Reconocer las propias
cualidades y defectos. No sobrestimarse, considerándose capaz de lo que no es
verdad. Pero tampoco considerarse una persona inútil. Saber de lo que uno es
capaz, y alegrarse de ello.
b) Dominio propio,- Hacer lo que es necesario,
conveniente y debido;
aunque nos desagrade y sea costoso. Quien rige su vida
por lo que le apetece, no es dueño de sí mismo ni de sus actos.
Queda al
arbitrio de las circunstancias y de las personas.
Con razón decía Emerson que
"la educación de la voluntad es la meta de nuestra existencia", porque desde
esta meta todo lo demás se convierte en fácil y gratificante. Pero educar la
voluntad y el carácter en unos principios nobles exige perseverancia en el obrar
bien, y esto, casi siempre, conlleva nadar contra corriente. Contra esa
corriente que arrastra hoy a tantos a huir de todo lo que suponga sacrificio,
tesón y esfuerzo .
La voluntad se fortalece haciendo actos esforzados. Su
frecuencia conduce al hábito. Repitiendo ejercicios de esfuerzo, haciendo algo
que no me apetece porque es obligatorio,necesario o conveniente domino mi
carácter para perfilar mi personalidad .
c) Capacidad de soportar
contratiempos sin perder la paz, la esperanza y la ilusión.
d) Vivir
gozosamente el presente sin angustias por el pasado ni temores del futuro.
Haciendo del servicio al prójimo la superación del egoísmo y el ideal de la
vida.
Todo esto no se hereda. Es fruto del trabajo, y se aprende en una buena
educación.
66,9. Cuando llegue el momento de elegir estado, recomendadles lo que parezca
más conveniente, sin quitarles la libertad. Los padres pecan si quitan
injustamente la libertad a sus hijos en la elección de estado. Pero sí deben
aconsejarles en este punto lo que sea razonable.
Si hay que oponerse a unas
relaciones que parecen descabelladas, ser prudentes en no hacer o decir cosas
que después pueden ser un obstáculo a las buenas relaciones familiares, si ese
matrimonio llega a realizarse, a pesar de la desaprobación de los
padres.
«Los padres deben acoger y respetar, con alegría y acción de gracias,
el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad
por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal»(661).
66,7. Una de las edades más difíciles para la educación de los hijos es la
adolescencia . El adolescente empieza a descubrir su propia personalidad, y
siente necesidad de afirmarla. Esto le inclina a la rebeldía en todos los
órdenes. La educación, la virtud, o el buen carácter, pueden dominar este
espíritu rebelde. Pero esta rebeldía de los adolescentes no debe extrañarnos. Lo
que debemos hacer es saber cómo educarla. Es un momento difícil. Las personas
mayores tienden a tratarlos de críos , y esto a ellos les subleva. Ellos se
sienten personas, y quieren ser respetados. El tratarlos de modo despectivo e
irónico puede ser contraproducente. Sin perder la autoridad paterna es bueno
lograr la amistad del hijo, para que se someta de buena gana al verse tratado
con consideración. Las fanfarronadas del adolescente son pura fachada. Por
dentro se encuentra inseguro. Necesita consejo. Pero hay que dárselo sin que él
se sienta disminuido, porque entonces no lo aceptará. El adolescente necesita
afirmar su personalidad, su independencia, quiere ser él, decidir él, ser
responsable de sí mismo.
Empieza su camino hacia la adultez, y sólo si es
aceptado así se reincorporará emocionalmente a la vida del hogar. Los padres
deben ayudar a que su hijo vaya madurando en su adultez. No prohibir con
autoritarismo, sino obligado por razones y siempre en bien del hijo; hacérselo
ver así con amor. No se trata de entorpecer su madurez, sino de ayudarle en su
autodesarrollo. El adolescente rechaza todo lo que sea imposición que pueda
poner en peligro su personalidad naciente. No acepta que se le trate como a un
niño.
«Los adolescentes se muestran inseguros, les falta unidad interior, les
falta el sentido de la seguridad, base fundamental de un desarrollo
armonioso.
El sentimiento de seguridad lo adquieren cuando encuentran en el
hogar amor y autoridad: amor sobre todo en la madre, y autoridad en el padre. Lo
que no significa que la madre no pueda ejercer autoridad, y que el padre no
muestre afecto.
El amor materno es indispensable para la salud física y
psíquica del hijo. Las graves faltas en la personalidad del adulto provienen
principalmente de la falta de amor en la infancia y en la adolescencia.Los
criminólogos nos aseguran que los jóvenes delincuentes tienen la convicción de
que nunca encontraron amor en la familia. La madre debe ser el corazón del hogar
y mantener en él vivo el fuego del cariño.
Desgraciadamente, en nuestros
días, muchas mujeres queriendo igualarse a los hombres , procuran desarrollar
actitudes francamente masculinas con detrimento de las maternales, lo cual luego
perjudicará la educación de los hijos que necesitarán de ellas.
También hay
otro exceso: el cuidar demasiado del hijo y endiosarlo con mimos. Eso puede
causar una fijación en la infantilidad e impedirle la necesaria emancipación.
Los que fueron tratados como pétalos de rosa, no saben reaccionar más tarde ante
las dificultades de la vida, incapaces de hacer algo sin la ayuda de los demás.
Es preciso educar al niño para su propio bien, para desarrollar su propia
personalidad.
El padre es también indispensable en la educación del niño, que
necesita de su dirección y autoridad. Muchos padres no entienden esto.
Llegan
cansados por la noche al hogar, y no prestan ninguna atención a los
hijos.
Hay que buscar tiempo para estar con ellos, dialogar, inspirarles
confianza, darles ánimo, oírles con simpatía y comprensión.También el padre debe
evitar demasiada protección y mimos a sus hijos.
Pueden engendrar en ellos la
pusilanimidad, el miedo ante la vida, el temor a la responsabilidad.
La
autoridad paterna es imprescindible para el desarrollo afectivo del hijo.
últimamente se ha hablado mucho de las consecuencias de la falta de amor
materno; la carencia de la autoridad del padre no es menos funesta...
Eduquen
a los hijos con amor, comprensión y firmeza. El amor materno y la autoridad
paterna son las dos grandes columnas en que descansa la educación de niños y
adolescentes»(654).
La fuerza de voluntad es muy importante en la vida. Se
consigue con entrenamiento, como en una competición deportiva. Para conseguirla
hace falta una gran dosis de animación. Es necesario el premio: el estímulo, la
atención y la alabanza frecuente. La vida es dura y sólo a base de coraje se
logra la cima de los fuertes.
Hoy se da con relativa frecuencia lo que
Enrique Rojas llama la filosofía de «lo que me apetece».
Hago esto porque me
apetece. No hago esto porque no me apetece. Son esclavos de lo que pide el
cuerpo. Volubles como la veleta que gira según el viento que sopla. Incapaces de
objetivos concretos. Sin embargo, una persona que tiene educada su voluntad
consigue lo que quiere, si es constante. Para tener voluntad hay que empezar por
tener dominio propio. No hacer lo que me apetece, sino lo que es mejor.
Puede
ser que me apetezca lo mejor, pero esto no siempre pasa. Para educar la voluntad
hace falta un aprendizaje gradual que se consigue con la repetición de actos
donde uno se vence en los gustos hasta adquirir «el hábito positivo». Esto da
paz, alegría y felicidad.
Sería conveniente enseñarle a hacer pequeños
sacrificios: renunciar a una golosina, retrasar el momento de saciar la sed,
dejar de ver la televisión, comer lo que no le gusta, dejar hablar a los demás,
no gastar en cosas superfluas, etc. Esto educa su voluntad, lo cual le va a ser
muy útil el día de mañana. Aristóteles sostenía que la auténtica manifestación
de fuerza de voluntad se mide en el dominio propio. La vía del menor esfuerzo no
conduce nunca a la maduración .
Es necesario no sólo animar a que el niño se
esfuerce por conseguir unas metas, sino también ir alabando con cierta
continuidad lo poco o mucho que, de hecho, consiga en cada momento.
El niño,
de pequeño, no tiene criterio. El bien y el mal se aprende fundamentalmente de
los mayores.
Antes de que nadie lo malee, es necesario darle base moral
sólida, formarle la conciencia, inculcarle el sentido del deber, corregir lo
defectuoso y dejar bien claro dónde está la virtud.
Conviene indicar con
claridad lo bueno y lo malo. Es importante crear hábitos
buenos.
Acostumbrarles a hacer las cosas bien, y más adelante ellos mismos
comprobarán que les va bien con lo que aprendieron.
Sólo se aprende lo que se
hace . De manera que, el poner al sujeto en acción, ayudándole a reflexionar
sobre ello, es el único o casi, más importante modo de andar con realismo en el
terreno de los valores .
Hay que educar en valores. Hace falta un sistema de
valores que sirvan de referencia en la vida. Los valores son guías de conducta.
La escala de valores marca la conducta de cada individuo. Lo mismo que los niños
aprenden a andar, leer y escribir, aprenden pautas de conducta y comportamiento
moral. Si no les enseñamos a distinguir el bien del mal, si no les corregimos ni
les enseñamos normas para que sepan a qué atenerse, nunca aprenderán a
comportarse como hombres, ni acertarán a dar sentido a su vida. Pero los valores
se viven, se sugieren, se comparten, no se imponen. El niño tiene una enorme
capacidad de imitación. Aprende a ser hombre haciendo suyas las pautas y valores
que ven en los demás. Buscan modelos a los que imitar. El ejemplo es la mejor
manera de educar .
La disciplina y el dominio de sí son indispensables en la
formación del ser humano. Algunos padres, por temor a que los hijos contraigan
complejos, les dejan hacer cuanto quieren y dejan a un lado toda autoridad.
Nunca serán hombres: serán un peso para la familia y la sociedad; unos
desajustados. No se entrenaron para las dificultades inevitables de la vida. Esa
fobia de complejos engendra complejos mucho más funestos.
Que las normas de
disciplina sean coherentes y uniformes. Que el padre y la madre estén de acuerdo
con la política a seguir en el hogar. No se desautoricen el uno al otro.
Los
padres no deben discutir nunca delante de los hijos. Si en algo no están de
acuerdo, buscar la armonía cuando estén solos. Pero apoyarse siempre mutuamente
delante de los hijos. En algunos matrimonios, basta que uno diga una cosa para
que el otro diga la contraria, sin razón que porque lo ha dicho el otro. Es una
vengancilla que perjudica al hijo.
Los hijos necesitan estabilidad, un cuadro
de referencia fijo, una constancia en la actitud de sus progenitores.
Lo que
educa a un niño es lo que comprende afectivamente.
Los hijos desiguales
necesitan trato desigual. A un tímido habrá que tratarle con cariño para darle
confianza. A un irascible, con calma y paciencia; pero con firmeza. La autoridad
y la obediencia no se imponen a gritos, que sólo sirven para aumentar la
rebeldía.
Rara será la familia , por cristiana que sea, y por elevada que sea
su educación, en la que la crisis de la independencia propia de la adolescencia
no haya provocado algún conflicto entre los padres y los hijos(655).
Son
conflictos pasajeros que los padres deben procurar no se conviertan en
divisiones profundas y duraderas. Los padres deben tener paciencia con las
«majaderías» de sus hijos adolescentes, y esperar para corregirlos a tener calma
y serenidad. Y nunca en presencia de extraños. Y siempre reconociendo la parte
de razón que en las excentricidades de sus juicios y contestaciones pueda tener
el muchacho. Hay que reconocerle su derecho a tener algún secreto (cajón cerrado
con llave) y el prudente uso de su independencia, siempre que se pueda saber qué
uso hace de su libertad. Si los padres respetan su esfera privada, es fácil que
el hijo se sincere con ellos, les cuente sus secretos, pida consejos, etc. Pero
un registro sin su consentimiento o contra su voluntad disminuye su confianza en
los padres y aumenta la distancia .
«Hay que ayudar a los adolescentes a
desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e intelectuales a fin
de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad en
el recto y continuo desarrollo de la propia vida y en la consecución de la
verdadera libertad»(656).
Es muy conveniente fomentarles cuando tengan edad, alguna
afición al margen de la obligación: gimnasia, atletismo, deporte, montañismo,
caza, pesca, instrumento musical, pintura, habilidad manual, etc.
El
adolescente duda enormemente de sí mismo. Por eso se afirma tan brutal, tan
bestialmente.
Necesita un apoyo, y lo busca. Pero tiene el orgullo de no
aceptar más ayuda que la que le venga de hombre a hombre, como lo que él quiere
ser.
Ayuda intelectual, primero. El niño, cuando no sabe pregunta. El
adolescente, si ignora empieza por afirmar. Aunque penséis lo contrario, es un
progreso, o mejor, una posibilidad de progreso. La afirmación perentoria de los
mayores no le basta. Tiene necesidad de respuestas personales. Pasa de la
pasividad al activismo, del feliz parasitismo de la infancia a la ambición
varonil de la autonomía.
Pero sus juicios son absolutos. No importa dónde los
ha encontrado. Ha leído lo que dice, o lo ha oído decir; lo ha visto en la
televisión o se lo ha repetido un amigo. Esto basta para afirmarlo frente a
todos y contra todos; es decir, para afirmarse. Es inútil contradecirle. Se
enoja o se encierra. Pero sobre todo, no os burléis de él. Es obstinado y no
dirá ya una sola palabra, e irá a buscar fuera, en un compañero o en una joven
amiga, el auditorio complaciente que le negáis vosotros.
Qué hay que hacer?
Ayudarle. Empezad por no enfrentaros a él. Os exasperáis, os morís de ganas de
decirle que es un idiota, que lo que dice es tan estúpido que no merece
discutirse. Callaos, tragad vuestra indignación, calmaos y escuchadle. Aprended
a hablar con él en plano de igualdad. Perdéis toda influencia sobre él si le
habláis como a un niño. Y en cambio, necesita tanto que conservéis vuestra
influencia sobre él...!
El adolescente sólo escucha a quienes le tratan como
hombre serio e inteligente, sobre todo si no lo merece. Es la única manera de
ayudarle a serlo. Acordaos de lo que pensabais vosotros a su edad; comunicádselo
y decidle cómo hicisteis para pensar de manera distinta.
Matizad lo que os
dice en vez de despreciarlo globalmente, y veréis cómo llegáis a descubrir una
verdad aceptable.
A los hijos no les gusta que se les imponga la autoridad
arbitrariamente, ni que se les trate como a chiquillos. Quieren que se escuchen
sus opiniones, que se comprendan sus problemas, y que se les mande como a
personas mayores. Padres y madres deberían tener presente aquella máxima
pedagógica: «Al niño se le impone; al muchacho se le propone; al joven se le
expone». Los valores se proponen, no se imponen con coacción; aunque moralmente
haya obligación de aceptarlos.
Cada uno elige los valores que desea. Por eso
hay que motivarlos. No bastan frases como éstas: «Aquí las cosas se hacen así, y
basta»; «de esto tú no tienes ni idea».
Durante la adolescencia, que comienza
con la pubertad , tienen lugar importantes transformaciones en el plano
afectivo, intelectual y fisiológico: es el paso hacia la madurez. Hay un
crecimiento físico, maduración sexual y, sobre todo, una profunda transformación
psicológica, que dan al adolescente su propia personalidad. El adolescente
siente en su ser cosas nuevas. Comienza la reflexión y el descubrimiento de sí
mismo . Esta nueva conciencia que tiene de sí, le lleva a la contemplación del
yo, a andar en torno a sí mismo. Quiere conocerse, comprenderse. Es el
narcisismo. Narciso , personaje mitológico, se deleitaba mirando su imagen sobre
las aguas. Cayó al lago atraído por su propia imagen. Los dioses le
transformaron en la flor que lleva su nombre.
El joven se enamora de su
imagen. Se estudia en la intimidad.
Exteriormente tiene una verdadera
preocupación por su vestido, su cabello, las formas de su cuerpo. Es la edad de
los diarios íntimos y del espejo. También del autoerotismo...
Estos jóvenes
desprecian todo lo que es convencional. Quieren destacar por lo excéntrico y
original.
Su manera de hablar, vestir, bailar, todo acusa su deseo de
extravagancia. La autocontemplación y la agresividad ayudan al joven a
afirmarse; pero, si se prolongan demasiado, pueden tener consecuencias serias,
pueden dificultarle su adaptación social. Hay muchos adultos que nunca superaron
esta etapa. Son los eternos rebeldes contra todo y contra todos, incapaces de
adaptarse a la realidad de la vida... Los jóvenes sienten la seducción de lo
grande. Es necesario canalizar este impulso hacia un ideal noble...El instinto
religioso se despierta entre los trece y los catorce años. Llega a su plenitud a
los dieciséis.
El adolescente es naturalmente introvertido . Esa actitud
repercute en la conducta del joven, haciéndole amar el recogimiento y la oración
silenciosa. Siente los valores y quiere formar un ideal... En la pubertad es
donde se dilucida el problema religioso. Problema generalmente difícil, ya que
queda situado entre la mentalidad infantil y el espíritu crítico del adulto,
entre el sentimiento de seguridad y el irrumpir violento de la vida instintiva,
entre la sumisión y la afirmación del yo.
La evolución religiosa del
adolescente depende de varios factores, de sus propias reacciones, del ambiente,
del ejemplo de los mayores... Algunos abandonan la fe porque les ha sido
presentada como un yugo, y no como un ideal que les perfecciona y les ayuda a
realizarse plenamente... El instinto sexual trae dificultades a la vida
religiosa y moral del joven. Surgen conflictos íntimos entre los valores
religiosos y morales por una parte, y las tendencias sexuales por la otra: entre
el espíritu y la materia.
Sublimando estas tendencias, sabiendo armonizar los
valores naturales con las exigencias de la religión, el joven encuentra gran
fuerza para triunfar...
Los jóvenes sin religión caen con más facilidad en la
depravación. Sin religión el Eros baja al nivel de una bestia en celo.
Hay
quien dice que la moral está pasada de moda , que no hace sino crear complejos,
y que todo cuanto frene el impulso del instinto es antinatural; pero la moral se
forma con principios objetivos, y no con opiniones particulares. Las
obligaciones esenciales de la ley moral se basan en la esencia y naturaleza del
hombre, en sus relaciones esenciales, y valen en cualquier parte en que el
hombre se encuentre.
Ya hemos dicho que el dominio de sí es indispensable
para la formación del ser humano. Los psicólogos nos dicen, fundados en
experiencias, que muchos males psíquicos tienen como causa el desorden que
resulta de dejar a un lado la ley moral.
El sabio Pablo Chauchard afirma:
«los preceptos de la moral son necesarios para el equilibrio psicológico»(657).
La
moral debe ser presentada de modo positivo, inculcando a la virtud y a la
imitación de Jesucristo . El sacrificio y el dominio que supone seguir al Señor,
han de ser libremente elegidos con amor .
En casi todas las esferas y
niveles, la necesidad precede a la capacidad. Se tiene necesidad de ser tratado
como un hombre antes de ser capaz, precisamente porque sin duda es la única
manera de llegar a serlo. Vuestro hijo quiere pensar por sí mismo, cuando
todavía no sabe hacerlo. Si le abandonáis por desprecio o por indignación, dónde
queréis que aprenda lo que le reprocháis que no sabe? En el periódico? Entre los
compañeros? En el cine? Vosotros sois quienes podéis y debéis enseñarle a
pensar, pero para ello hace falta discutir despacio y con paciencia con él.
Recibiréis la recompensa el día que le oigáis defender ante sus amigos vuestras
ideas preferidas, las que él ha combatido siempre en casa. Y os parecerá que las
defiende mucho mejor que lo habríais hecho vosotros mismos.
Hablad con los
hijos de todas las cosas, y cread un ambiente familiar de diálogo en el que
padres e hijos se lo cuenten todo. El adolescente necesita que se escuchen y
valoren sus puntos de vista, y sobre todo que se estime su persona y vea que se
preocupen por él.
Decálogo de un adolescente:
1 .- Déjame elegir mi
ropa.
2 .- Trátame como a un adulto y aprenderé a serlo.
3 .- Déjame
construir mis propias convicciones.
4 .- Respeta mi privacidad.
5 .-
Ayúdame en mis ideales de fe y servicio al prójimo.
6 .- Ayúdame a apreciar
mis capacidades y limitaciones.
7 .- Comunícame tu experiencia y ayúdame a
tener la mía.
8 .- Ayúdame a clarificar mis problemas y encontrar
soluciones.
9 .- Ayúdame a usar bien el dinero.
10 .- Enséñame cómo
prepararme al matrimonio .
Después de 45 años de coeducación, los sociólogos
y pedagogos reconocen que es mejor que niños y niñas reciban educación por
separado. Por eso la Ministra de Educación de Suecia, Beatriz Ask, así lo ha
determinado(658).
«3Juventud, divino tesoro2 , dice el poeta. Y tiene
razón. La juventud es la época más bonita de la vida, y la más fácil. Es la
época más linda, porque durante ella el corazón abriga infinidad de ilusiones y
esperanzas no truncadas por los azares del vivir, y la cabeza engendra ensueños,
ideales maravillosos, que muy bien pueden un día hacerse realidad. Pero es la
época más difícil, por ser la encrucijada de mil caminos; y según el que se
escoja va a estar la felicidad de toda nuestra única vida. Entre cientos de
maravillosas posibilidades, se presenta, la angustiosa urgencia de elegir una, y
con ello, rechazar todas las demás.
Quizás la característica psicológica más
importante de la juventud es la conciencia de poder pensar, idear, trabajar y
subsistir por sí mismo. El sentimiento de independencia nos despierta de la
niñez, en que dependíamos para todo de alguien. Ese desarrollo y ansia de
libertad, que son muy buenos, laudables y necesarios, pueden conducir al joven a
una rebelión injusta hacia todo: contra la sociedad, contra los familiares,
contra los educadores. Al estilo de vida de creerse superior a los demás; pensar
que los otros, los mayores, no saben nada, están anticuados; que yo soy el único
que sé, el único que puede y debe elegir el curso de mi vida, ignorando y
rechazando toda ayuda y consejo de los demás.
Esta actitud es errónea, porque
todos necesitamos de los demás en la vida. Y el joven, aunque muchas veces no lo
crea, o no lo quiera, es el que más ayuda necesita, por encontrarse en la
encrucijada más difícil de la vida. Y aquí quisiera que los jóvenes entendieran
algo muy importante, que por obvio que es, muchas veces no se valora lo
suficiente; la mejor, más honesta y más desinteresada ayuda que pueden encontrar
es la de sus padres»(659).
Los problemas que destacan en las páginas frontales de
los periódicos de todo el mundo, son un reflejo de la falta de disposición de
nuestra juventud para someterse a ningún sistema de valores que no sea el que el
de sus efímeros, inciertos y pragmáticos criterios. (...) Todos somos testigos
de casos de adolescentes que son advertidos y aconsejados una y otra vez por
padres experimentados y responsables, pero que ellos prefieren "discurrir por su
cuenta" para descubrir demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente.
Por desgracia son muchos los jóvenes que no quieren escuchar
consejos.
Semejante hostilidad hacia la autoridad paterna les priva de la
experiencia de los mayores por querer hacer las cosas por sí mismos .
66,8. Modo de hacer de los hijos unos delincuentes:
1 Dadle desde pequeño
cuanto desee: así crecerá convencido de que el mundo entero se lo debe
todo.
2 Reíd si dice tonterías: así creerá que es muy gracioso.
3 No le
deis ninguna formación religiosa: ya la escogerá él cuando sea mayor.
Seguramente se quedará sin ninguna.
4 Nunca le digáis esto está mal : podría
adquirir complejos de culpabilidad; y más tarde, cuando, por
ejemplo, sea detenido por robar un coche, estará convencido de
que es la sociedad la que le persigue sin motivo.
5 Recoged todo lo que él
tire por los suelos; así creerá que todos han de estar a su servicio.
6 Dejad
que lo lea todo. Limpiad eso sí, con detergente, y desinfectad la vajilla en que
come; pero dejad que su espíritu se recree en cualquier torpeza.
7 Discutid
los padres delante de él: así se irá acostumbrando, y cuando la familia esté ya
destrozada no se dará ni cuenta.
8 Dadle todo el dinero que quiera: no sea
que sospeche que para tener dinero se debe trabajar.
9 Que todos sus deseos
estén satisfechos: comer, beber, divertirse...; de otro modo resultaría un
frustrado.
10 Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, la ley,
la sociedad..., quienes la tienen tomada con el pobre muchacho: no le
reprendáis, no sea que se disguste.
Y cuando tu hijo sea ya un desastre,
proclamad que nunca pudisteis hacer nada con él .
El pediatra norteamericano.
Dr. Benjamín Spock , uno de los que más ha influido en la corriente tan en boga
hoy día de la pedagogía permisiva, al final de su vida, en una conferencia que
dio en la Universidad de Pensilvania, dijo, que tenía que reconocer que se había
equivocado, y que por su culpa se había estropeado una generación.
Afirmó que
la educación debe regirse por normas éticas precisas.
Los hijos mimados y
consentidos, a quienes se les da todo lo que quieren, a quienes nunca se les
niega nada, quedan traumatizados.
Proponle objetivos concretos posibles, y no
demasiado difíciles.
Estudia el plan de acción para conseguir el objetivo
propuesto.
Márcale un tiempo para las sucesivas etapas. Ejercítale en
vencerse en cosas pequeñas.
Para educar a los adolescentes, pueden ayudar a
los padres estos diez consejos:
1) Escucharle más que hablarle.
2)
Exigirle sólo cosas importantes.
3) Razonar las órdenes.
4) No le pongas
etiquetas peyorativas: más que decirle eres un mentiroso , dile: has dicho una
mentira .
5) Hazle razonar sus ideas.
6) No te rías de sus ideas.
Muéstrale sus equivocaciones.
7) Tus órdenes claras, concretas. Exigiendo su
cumplimiento.
8) No amenaces inútilmente. Exige los castigos impuestos. No lo
levantes a no ser por causa razonable.
9) Que los castigos sean
proporcionados a la falta.
10) No permitas que te falte al respeto, pero tú
tampoco le grites.
Háblale con calma.
El psico - pedagogo Dr. Bernabé
Tierno da estos consejos para educar
adolescentes(660):
1)
Respétalo como persona. Trátalo como si ya tuviera las cualidades que desearías
de él.
2) Sé tú ejemplo de las virtudes que deseas en él.
3) Admite tus
errores y él aprenderá a admitir los suyos.
4) Ejercita tu autocontrol. No
pierdas tus nervios, aunque él se salga de tono.
5) Valora sus virtudes, sus
esfuerzos, su progreso.
6) Razona tus órdenes. El ordeno y mando pone a la
defensiva.
7) Ponte en su piel. Trátale como te gustaría ser tratado, si tú
fueras él.
8) Fomenta su autodisciplina: no hacer lo que apetece sino lo que
es conveniente.
9) Ayúdale a madurar. Las dificultades no son para abatirse
sino para afrontarlas.
10) Hazle ver que puede y debe ser feliz. La felicidad
está dentro de uno mismo. No depende de las circunstancias exteriores.
Pasos
para ser eficaz:
1) Tener claro qué es lo que quiero conseguir.
2) Que
este objetivo esté a mi alcance. No empeñarse en coger la Luna con la
mano.
3) Escoger los medios adecuados al fin que se pretende.
4) No darse
pronto por vencido. Tener tesón y constancia para seguir luchando.
5)
Corregir los errores cometidos, y no echar la culpa a los demás o a las
circunstancias.
6) Atender a todos los detalles, y no esperar que los demás o
la suerte solucionen las cosas.
7) No menospreciar a nadie. La persona
menospreciada puede sernos decisiva mañana.
8) Orar para que Dios nos ayude
en todos los anteriores puntos.
La salud mental es una de las cosas más
importantes de la vida. Para la higiene mental que haga posible la madurez
psíquica y el equilibrio de la persona, finalidad de toda educación, es
necesario:
a) Autoestima.- Aceptarse uno mismo como es. Reconocer las
propias
cualidades y defectos. No sobrestimarse, considerándose capaz de lo
que no es verdad. Pero tampoco considerarse una persona inútil. Saber de lo que
uno es capaz, y alegrarse de ello.
b) Dominio propio,- Hacer lo que es
necesario, conveniente y debido;
aunque nos desagrade y sea costoso. Quien
rige su vida por lo que le apetece, no es dueño de sí mismo ni de sus
actos.
Queda al arbitrio de las circunstancias y de las personas.
Con
razón decía Emerson que "la educación de la voluntad es la meta de nuestra
existencia", porque desde esta meta todo lo demás se convierte en fácil y
gratificante. Pero educar la voluntad y el carácter en unos principios nobles
exige perseverancia en el obrar bien, y esto, casi siempre, conlleva nadar
contra corriente. Contra esa corriente que arrastra hoy a tantos a huir de todo
lo que suponga sacrificio, tesón y esfuerzo .
La voluntad se fortalece
haciendo actos esforzados. Su frecuencia conduce al hábito. Repitiendo
ejercicios de esfuerzo, haciendo algo que no me apetece porque es
obligatorio,necesario o conveniente domino mi carácter para perfilar mi
personalidad .
c) Capacidad de soportar contratiempos sin perder la paz, la
esperanza y la ilusión.
d) Vivir gozosamente el presente sin angustias por el
pasado ni temores del futuro. Haciendo del servicio al prójimo la superación del
egoísmo y el ideal de la vida.
Todo esto no se hereda. Es fruto del trabajo,
y se aprende en una buena educación.
66,9. Cuando llegue el momento de elegir estado, recomendadles lo que parezca
más conveniente, sin quitarles la libertad. Los padres pecan si quitan
injustamente la libertad a sus hijos en la elección de estado. Pero sí deben
aconsejarles en este punto lo que sea razonable.
Si hay que oponerse a unas
relaciones que parecen descabelladas, ser prudentes en no hacer o decir cosas
que después pueden ser un obstáculo a las buenas relaciones familiares, si ese
matrimonio llega a realizarse, a pesar de la desaprobación de los
padres.
«Los padres deben acoger y respetar, con alegría y acción de gracias,
el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad
por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal»(661).
66,10. También entran en este mandamiento las relaciones entre superiores y
subordinados, patronos y obreros, etc.
La organización de la sociedad exige
que haya quien mande y haya quien obedezca. Por eso, el poder de la autoridad
viene de Dios, y también por eso la autoridad debe ejercerse según la ley de
Dios. Los que mandan deben hacerlo con justicia y delicadeza; y los que
obedecen, con respeto, fidelidad y sumisión.
Lo mismo que los súbditos tienen
la obligación de obedecer, las Autoridades tienen la obligación de mandar según
la Moral. Es decir, consagrarse a procurar el bien común, no el propio; vigilar
que se cumpla la justicia y guardarla a su vez, por ejemplo, otorgando cargos a
personas idóneas, y empleando bien el dinero de los ciudadanos, atendiendo a lo
más urgente y necesario.
66,11. La cuestión social se ha agravado profundamente en nuestro tiempo, por
el poco caso que se ha hecho de la doctrina social de la Iglesia.
La solución
está en que nos convenzamos de que todos somos hermanos, y por lo tanto, debemos
ayudarnos mutuamente. El que tiene más debe dar al que tiene menos, pues todos
los hombres deben gozar suficiente - pero moderadamente- de los bienes de este
mundo. «El cristiano rico no se regocija de su condición, pues sabe que su
riqueza le impone deberes; no ama la riqueza, sino a sus hermanos; y en la
riqueza ve un recurso para ayudarles».
Lo que pasa es que muchos que se dan
el nombre de cristianos -y con sus obras demuestran que no lo son- no quieren
hacer caso de lo que manda la Iglesia. Pío XI se quejaba amargamente: «es en
verdad lamentable que haya habido, y aun ahora haya, quienes llamándose
católicos apenas se acuerdan de la sublime ley de la justicia y de la caridad en
virtud de la cual nos está mandado no sólo dar a cada uno lo que le pertenece,
sino también socorrer a nuestros hermanos necesitados como al mismo Cristo.
Ésos, y esto es lo más grave, no temen oprimir a los obreros por espíritu de
lucro. Hay, además, quienes abusan de la misma religión y se cubren con su
nombre en las exacciones injustas para defenderse de las reclamaciones
completamente justas de los obreros. No cesaremos nunca de condenar semejante
conducta; esos hombres son la causa de que la Iglesia, inmerecidamente, haya
podido tener la apariencia y ser acusada de inclinarse de parte de los ricos,
sin conmoverse ante las necesidades y estrecheces de quienes se encontraban como
desheredados de su parte de bienestar en esta vida»(662).
Jesucristo no se presentó como un nuevo Espartaco
proclamando la libertad de los esclavos con las armas en la mano. Jesucristo
acabó con la esclavitud, pero no con la fuerza de las armas, sino con la fuerza
de su doctrina. Las injusticias no se vencen con el odio, sino haciendo a los
hombres mejores. El odio cambia una injusticia por otra. Lo único que hace
mejores a los hombres es el amor al prójimo.
Para hacer mejor a la humanidad,
no hay otra doctrina que supere a la de Jesucristo : «pórtate con los demás como
quieres que los demás se porten contigo» (663), «amaos
unos a otros como yo os he amado»(664).
Convenzámonos que mientras todos -los de arriba y los de
abajo- no obedezcamos a nuestra Santa Madre la Iglesia, el mundo no se
arreglará. El odio y el egoísmo no pueden sustentar la verdadera paz.
La
doctrina social de la Iglesia no es dinamita que destroza, sino levadura que
transforma lentamente.
66,12. Pío XII les dijo a los católicos austríacos: «La lucha de clases nunca
podrá ser el objetivo de la doctrina social católica»(665).
«Se
equivoca -dice Pío XII a los trabajadores italianos el 1 de mayo de 1953- quien
piensa que sirve a los intereses del obrero con los viejos métodos de la lucha
de clases». Hay que conseguir una colaboración de las clases, basada en la
confianza y en el mutuo cumplimiento de los deberes sociales.
Salvador de
Madariaga, conocido intelectual republicano, dijo que para los marxistas la
lucha de clases no es un medio, sino un fin: en las situaciones en que hay
bienestar y paz social, procuran acabar con esto y crear la lucha de clases(666).
Dijo
Juan Pablo II en Brasil: «La liberación cristiana usa medios evangélicos y no
recurre a ninguna forma de violencia, ni a la dialéctica de la lucha de clases o
a la praxis o análisis marxista(667).
«La
lucha de clases no conduce al orden social porque corre el riesgo de invertir
las situaciones de los contendientes, creando nuevas situaciones de injusticia
... Rechazar la lucha de clases es optar decididamente por una noble lucha en
favor de la justicia social ...
El bien común de una sociedad exige que esa
sociedad sea justa. Donde falta la justicia, la sociedad está amenazada desde
dentro.
Eso no quiere decir que las transformaciones necesarias para llevar a
una mayor justicia deban realizarse con la violencia, la revolución ni el
derramamiento de sangre, porque la violencia prepara una sociedad violenta, y
nosotros los cristianos no la podemos admitir. Pero hay transformaciones
sociales, a veces profundas, que deben realizarse constantemente,
progresivamente, con eficacia, y con realismo, por medio de reformas
pacíficas»(668) .
La Iglesia, en sus veinte siglos de existencia, ha
tenido que vivir en medio de las estructuras sociales más diversas. Y siempre,
en todos los ambientes, ha trabajado por la implantación de la justicia
social.
No por medio de una revolución sangrienta, sino por medio de su
doctrina y de su influjo. Y lo mismo que en la antigüedad abolió la esclavitud e
instituyó los gremios -verdaderas familias de productores, que tan buenos frutos
dieron para el equilibrio social y buena distribución de las riquezas -, así en
nuestra época abolirá la injusticia social, consecuencia del capitalismo
liberal; y se impondrá la hermandad cristiana que armonice las relaciones entre
todos los hombres.
«La igual dignidad de las personas humanas exige el
esfuerzo para reducir las excesivas desigualdades sociales y económicas, e
impulsa a la desaparición de las desigualdades inicuas»(669).
El
cumplimiento de la doctrina social de la Iglesia, por parte de todos, hará que
patronos yobreros vivan en perfecta concordia y bienestar. Esta colaboración de
unos y otros para la implantación de la doctrina de la Iglesia es la que ha de
solucionar el problema social.
La Iglesia da las directrices; pero ella sola
no puede. Necesita la colaboración de todos. Ella da la doctrina, pero las
realizaciones dependen de los hombres.
La empresa moderna es muy distinta de
la del siglo pasado. Ha avanzado mucho, pero todavía no ha llegado a la meta que
desea la Iglesia.
Todos debemos colaborar a que siga evolucionando a mejor,
hasta dar al elemento humano del trabajo la dignidad que merece. «El
reconocimiento de la dignidad de la persona humana, sujeto de derechos
inalienables, se encuentra en los fundamentos de toda la enseñanza social de la
Iglesia»(670).
66,13. «Las empresas económicas son comunidades de personas, es decir, de
hombres libres y autónomos, creados a imagen de Dios. Por ello, teniendo en
cuenta las diversas funciones de cada uno -propietarios, administradores,
técnicos y trabajadores-, y quedando a salvo la necesaria unidad en la
dirección, se ha de promover la activa participación de todos en la gestión de
la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto. Con todo, como en
muchos casos no es a nivel de empresa, sino en niveles institucionales
superiores, donde se toman las decisiones económicas y sociales, de las que
depende el porvenir de los trabajadores y de sus hijos, deben los trabajadores
participar también en semejantes decisiones por sí mismos o por medio de
representantes libremente elegidos.
Entre los derechos fundamentales de la
persona humana debe contarse el derecho a fundar libremente asociaciones obreras
que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta
ordenación de la vida económica, así como también el derecho de participar
libremente en las actividades de las asociaciones, sin riesgo de represalias.
Por medio de esta participación organizada, que está vinculada al progreso en la
formación económica y social, crecerá más y más entre los trabajadores el
sentido de la responsabilidad, que les llevará a sentirse sujetos activos, según
sus medios y aptitudes propias, en la tarea total del desarrollo económico y
social del logro del bien común universal.
En caso de conflictos
económico-sociales hay que esforzarse por encontrarles soluciones pacíficas.
Aunque se ha de recurrir siempre primero a un sincero diálogo entre las partes,
sin embargo, en la situación presente, la huelga puede seguir siendo medio
necesario, aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las
aspiraciones justas de los trabajadores.
Búsquense, con todo, cuanto antes,
caminos para negociar y reanudar el diálogo conciliatorio»(671).
«La
huelga es un método reconocido por la Doctrina Social Católica, como legítimo en
las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto, los
trabajadores, deberían tener asegurado el derecho a la huelga sin sufrir
sanciones penales personales por participar en ellas. Admitiendo que es un medio
legítimo, se debe subrayar al mismo tiempo que la huelga sigue siendo, en cierto
sentido, un medio extremo. No se puede abusar de él; especialmente en función de
los juegos políticos. Por lo demás, no se puede jamás olvidar que cuando se
trata de servicios esenciales para la convivencia civil, éstos han de asegurarse
en todo caso, mediante medidas legales apropiadas, si es necesario. El abuso de
la huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica, y
esto es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad»(672).
«La
admisión de la huelga no legitima el empleo de medios injustos de presión
huelguista como la calumnia, la mentira, las amenazas contra las personas, el
sabotaje, y, en general, los medios llamados de acción directa. Se requiere
asimismo que la huelga no vaya más lejos de lo que sea necesario para conseguir
la finalidad de reparación de la injusticia o consecución de la mejora
justamente pretendida. La huelga resulta moralmente inaceptable cuando va
acompañada de violencias, o también cuando se lleva a cabo en función de
objetivos no directamente vinculados con las condiciones de trabajo, o
contrarios al bien común. El beneficio a obtener debe ser proporcionado a los
males que ocasiona»(673).
«Nadie está obligado en conciencia a tolerar la
injusticia cometida contra él. Obran rectamente las personas que defienden sus
propios derechos, respetando siempre los derechos de los demás.
Frente a la
injusticia cabe, pues, una legítima oposición. Esta acción en contra de la
injusticia establecida es tarea propia tanto de la Autoridad Pública como de los
ciudadanos. El Estado mantiene el orden justo principalmente mediante las leyes,
la fuerza publica y la acción de los tribunales. Los ciudadanos disponen de dos
medios extraordinarios para oponerse a la injusticia social: la huelga y, en
casos extremos, la revolución».
66,14.« Mucho más extrema que la huelga, por la complejidad de implicaciones
de todo orden que lleva consigo, es la revolución como recurso de oposición a la
injusticia, no limitado ya al campo económico, sino insertado en la línea
política. La doctrina tradicional católica ha reconocido siempre su legitimidad,
cuando se dan determinadas condiciones, como instrumento para liberarse de la
injusticia padecida por un pueblo, y siempre que su puesta en marcha represente
un mal menor comparado con las consecuencias desastrosas provocadas por el
régimen de injusticia establecido en la sociedad».
«Y que se hayan agotado
todos los otros recursos, haya esperanza fundada de éxito, y sea imposible
prever razonablemente soluciones mejores».
A esta posibilidad se refería
Pablo VI en la «Populorum Progressio» (n 30 y 31): «Hay situaciones cuya
injusticia clama al cielo. Cuando poblaciones enteras, faltas de lo necesario,
viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad,
lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la
vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan
graves injurias contra la dignidad humana. Sin embargo, como es sabido, la
insurrección revolucionaria, salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada
que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase
peligrosamente al bien común del país, engendra nuevas injusticias, introduce
nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real
al precio de un mal mayor».Pablo VI , en la tradicional audiencia colectiva del
primero de año al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, les dijo en
1967, hablando de la justicia social: «La Iglesia no puede aprobar a quienes
pretenden alcanzar este objetivo tan noble y legítimo a través de la subversión
violenta del derecho y del orden social. La Iglesia tiene conciencia, es cierto,
de adoptar con su Doctrina, una revolución, si con este término se entiende un
cambio de mentalidad, una modificación profunda de la escala de valores. Tampoco
ignora la fuerte atracción que la idea de revolución, entendida en el sentido de
un cambio brusco y violento, ejerce en todo tiempo en algunos espíritus ávidos
de lo absoluto, de una solución rápida, enérgica y eficaz, como ellos piensan,
del problema social, y con gusto en ella verían la única vía que conduce a la
justicia. En realidad, la acción revolucionaria engendra ordinariamente toda una
serie de injusticias y de sufrimientos, porque la violencia desencadenada es
difícil de controlar y actúa tanto contra las personas como contra las
estructuras. No es, por tanto, a los ojos de la Iglesia, una solución apta para
remediar los males de la sociedad»(674).
«He
aquí otro criterio fundamental que ha de orientar la acción de los católicos en
la sociedad: la Iglesia no prohíbe, sino que recomienda a sus fieles que
colaboren con todos los hombres de buena voluntad en la construcción de una
sociedad más justa»(675).
«No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir
directamente en la actividad política y en la organización de la vida social.
Esta tarea forma parte de la vocación de los seglares»(676).
«La
diversidad de regímenes políticos es legítima con tal que promuevan el bien de
la comunidad». «La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común
del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos.
Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al
orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia»(677).
«El
bien común comporta tres elementos esenciales: el respeto y la promoción de los
derechos fundamentales de la persona; la prosperidad o el desarrollo de los
bienes espirituales y temporales de la sociedad; y la paz y la seguridad del
grupo y de sus miembros»(678).
Los ateos atacan al cristianismo como alienación que
atrofia la iniciativa y el trabajo del hombre.
Piensan que el fenómeno
religioso es alienante, porque creen que la afirmación de la existencia de Dios
aparta al creyente del empeño por la realización del mundo y del hombre, pues lo
engaña con la utopía de un paraíso futuro. Pero no es así. El plan de Dios y el
Evangelio dicen que «el hombre es responsable de su desarrollo lo mismo que de
su salvación». El cristianismo «enseña que la importancia de las tareas terrenas
no es disminuida por la esperanza del más allá». «Por el contrario, obliga a los
hombres aún más a realizar estas actividades».
«La obra redentora de Cristo,
aunque de suyo se refiere a la salvación de los hombres, se propone también la
restauración de todo el orden temporal»(679).
Pertenece a la misión de la Iglesia emitir un juicio
moral sobre las cosas que afectan al orden político cuando lo exijan los
derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas.
Es evidente
que la Iglesia, en cuanto tal, no tiene la función de edificar el mundo
temporal.
Pero «se equivocan los cristianos que consideran que pueden
descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo
que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación
personal de cada uno». «El plan de Dios sobre el mundo es que los hombres
instauren con espíritu de concordia el orden temporal y lo perfeccionen sin
cesar»(680).
«El cristiano que falta a sus obligaciones temporales,
falta a sus deberes con el prójimo, falta sobre todo a sus obligaciones para con
Dios y pone en peligro su eterna salvación»(681).
Los
seglares no pueden limitarse a trabajar por la edificación del Pueblo de Dios o
la salvación de su alma para la eternidad, sino que han de empeñarse en la
instauración cristiana del orden temporal. Por su situación en el mundo, los
seglares son los responsables directos de la presencia eficaz de la Iglesia en
cuanto a la organización de la sociedad en conformidad con el espíritu del
Evangelio.
«Cuando la Autoridad Pública, rebasando su competencia, oprime a
los ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común;
les es lícito defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso
de tal autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y
evangélica»(682).
La denuncia por la denuncia no vale, y menos todavía la
denuncia por el sensacionalismo a estilo periodístico. La denuncia es para la
corrección del mal. La prudencia aconsejará si es o no conveniente. Se han
presentado ocasiones en que la jerarquía eclesiástica quería denunciar
públicamente situaciones de opresión e injusticia, especialmente en países
comunistas, y los cristianos de estos países han pedido que no lo hicieran,
porque habría represalias que crearían una situación peor.
Un caso histórico
se dio cuando la persecución hitleriana a los judíos; muchos querían que el Papa
protestase públicamente. Y fue mucho más eficaz su trabajo en comisiones y
delegaciones, consiguiendo la libertad de muchos judíos. Hecho que fue
reconocido y agradecido públicamente por los mismos.
Existe una actitud de
prudencia. Muchas veces se da el nombre de prudencia a la cobardía; eso es malo.
Pero la temeridad agresiva puede tomar el nombre de valor, y también es
malo.
Si queremos que la denuncia sea eficaz tenemos que creerla y hacerla
primeramente con toda la verdad, es decir, que sea verdad lo que denunciamos y
estar ciertos de que estamos en la verdad. En segundo lugar, con la verdad de
las motivaciones, es decir, que la hagamos por amor a los perjudicados y con
amor a los que perjudican.
La Doctrina Social Católica ha influido mucho en
las realizaciones sociales a lo largo de la Historia. Por citar las más modernas
podríamos decir lo siguiente: la primera ley sobre el descanso dominical,
aprobada por el Parlamento francés, fue propuesta por diputados católicos. El
primer comité o consejo de empresa, fue instituido en 1885 por el empresario
católico francés León Harmel, en su fábrica Val-des-Bois. La primera Caja de
Compensaciones de Subsidios familiares fue establecida en 1900 por el empresario
católico francés Romanet. La implantación obligatoria del Seguro de Enfermedad
fue propuesta en 1900 en Francia por el sacerdote Lemir. No es cierto, por
tanto, que los católicos hayamos llegado siempre tarde.
«La restauración
cristiana de la sociedad, como uno de los objetivos de la misión de la Iglesia
en el mundo, no significa que sean los cristianos, ni los católicos los únicos
capaces de respetar los derechos de la persona humana, de defender la legítima
libertad de los pueblos o de instaurar un régimen de justicia. Hay hombres,
incluso no creyentes, que aspiran a conseguir los mismos objetivos. El esfuerzo
de la Iglesia no se contrapone, sino que se suma, a los esfuerzos de estos
hombres de buena voluntad, y los católicos comparten con ellos el afán y los
proyectos para construir una ciudad secular más libre, más justa, más
humanizada, más habitable para el hombre, de manera que todos contribuyan a
realizar en el mundo el plan de Dios». Por esto afirma el Vaticano II: «El
Concilio aprecia con el mayor respeto cuanto de verdadero, de bueno y de justo
se encuentra en las variadísimas instituciones fundadas ya, o que incesantemente
se fundan, en la humanidad.
Declara, además, que la Iglesia quiere ayudar y
fomentar tales instituciones en lo que de ella dependa, y pueda conciliarse con
su misión propia. Nada desea tanto como desarrollarse libremente, en servicio de
todos, bajo cualquier régimen político que reconozca los derechos fundamentales
de la persona y de la familia, y los imperativos del bien común»(683).
Hagamos los hombres mejores si queremos un mundo mejor.
Para cambiar el mundo no basta cambiar las estructuras. «Es cierto que un mundo
injusto dificulta gravemente el cambio de las personas. Pero sería una coartada
atribuir todo el mal a unas impersonales estructuras que serían el chivo
expiatorio de todos nuestros errores personales. Jesús coloca como primario y
fundamental el tema de la responsabilidad personal de cada hombre en ese cambio
necesario». El 30 de diciembre de 1987, Juan Pablo II publicó la séptima de sus
encíclicas titulada «Sollicitudo rei socialis», es decir, «preocupación por la
cuestión social». De ella son estos párrafos:
«El objetivo de la paz, tan
deseado por todos, sólo se alcanzará con la realización de la justicia social e
internacional, y además con la práctica de las virtudes que favorecen la
convivencia y nos enseñan a vivir unidos para construir juntos dando y
recibiendo una sociedad nueva y un mundo mejor (n 39). La Iglesia no tiene
soluciones técnicas que ofrecer al problema del subdesarrollo, en cuanto tal, no
propone sistemas o programas económicos o políticos, ni manifiesta preferencias
por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente
respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su
ministerio en el mundo (n 14). La doctrina social de la Iglesia no es una
"tercera vía entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista" se trata
de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas (n 41). Un
desarrollo sólo económico no es capaz de liberar al hombre: al contrario, lo
esclaviza todavía más. Un desarrollo que no abarque la dimensión cultural,
transcendente y religiosa del hombre y de la sociedad, contribuiría aún menos a
la verdadera liberación (n 6). Todos estamos llamados, más aún, obligados, a ese
tremendo desafío...
Cada uno está llamado a ocupar su propio lugar en esta
campaña pacífica, que hay que realizar con medios pacíficos para conseguir el
desarrollo de la paz (n 47). Quiero dirigirme a todos los hombres y mujeres sin
excepción, para que convencidos de la gravedad del momento presente, y de la
respectiva responsabilidad individual, pongamos por obra -con el estilo personal
y familiar de vida, con el uso de los bienes, con la participación como
ciudadanos, con la colaboración en las decisiones económicas y políticas, y con
la actuación a nivel nacional e internacional- las medidas inspiradas en la
solidaridad y en el amor preferencial por los pobres (n 47)».
El hombre
materialista ha levantado un altar a los ídolos del dinero, el sexo y el poder.
En su adoración corre tras la felicidad sin conseguirla. Como los galgos que
corren tras la liebre mecánica sin alcanzarla jamás. O como el que corre tras su
sombra para alcanzarla sin poder conseguirlo.
Al barrer a Dios de la vida
cruje la familia, fracasa el matrimonio, la juventud se esclaviza de la lujuria,
y muchos negocios se convierten en bandas de ladrones.
Sólo Dios da
motivación eficaz para la honradez y la virtud. La honradez sin Dios es
excepcional.
Para moralizar la vida vale más el catecismo que la
policía.
Después de la Primera Guerra Mundial, uno de los escritores más
célebres de Italia, Papini, que había sido ateo, anarquista y anticatólico, se
convirtió al catolicismo, y en su «Historia de Cristo» describe el mundo
moderno idolatrando al dinero, la inmoralidad y el egoísmo. Sin Cristo los
hombres se convierten en fieras que se devoran unas a otras. Al final de su
libro tiene una conmovedora oración a Cristo:
«Cristo, vuelve, que te
necesitamos.
- El que tiene hambre, te necesita a Ti: Pan de vida
eterna.
- El que tiene sed, te necesita a Ti: que das agua de vida
eterna.
- El que busca lo bello, te busca a Ti: Hermosura eterna.
- El que
busca la verdad, te busca a Ti: Verdad eterna.
- El que busca la paz, te
busca a Ti: el único que da la Paz verdadera.
Todos claman por Ti, Cristo!
Ven Señor Jesús! Te necesitamos!
Muchos están rodeados por el cristianismo,
pero éste no ha penetrado en su corazón de piedra: como el canto rodado
sumergido en el arroyo, que si lo partes, por dentro está seco porque el agua no
le ha calado.
Cuentan de unos náufragos que estaban muertos de sed en su bote
salvavidas. Las corrientes marinas habían llevado el bote hasta la desembocadura
del río Amazonas. El bote estaba rodeado de agua dulce del inmenso caudal del
Amazonas, pero los náufragos, sin saberlo, se morían de sed.
66,15. Todos los hombres tienen el derecho y el deber de trabajar.
Muchos
hombres desearían trabajar pero no pueden. Uno de los problemas actuales más
graves es el paro, o falta de puestos de trabajo.
«El derecho al trabajo es
un bien de la Humanidad que hay que compartir. Es necesario que los cristianos
nos esforcemos para lograr que todos los hombres tengan en la sociedad un puesto
de trabajo dignamente retribuido; que el trabajo sea cual fuere, no constituya
para nadie una humillación; y que cada hombre, encuentre, en lo posible, el
trabajo más adecuado a sus capacidades y vocación».
Muchos que exaltan su
libertad como el supremo de los valores, después se quejan cuando sus derechos
son arrollados por otro que en nombre de su propia libertad no le respeta a
él.
66,16. Oigamos la doctrina de los Papas sobre salarios:
«No puede decirse
que se haya satisfecho a la justicia social, si los obreros no tienen asegurado
su propio sustento y el de sus familias, con un salario proporcionado a este
fin; si no se les facilita la ocasión de adquirir alguna modesta fortuna,
previniendo así la plaga del pauperismo universal; si no se toman precauciones
en su favor, con seguros públicos y privados, para el tiempo de la vejez, de la
enfermedad y de paro. En una palabra, para repetir lo que dijimos en nuestra
encíclica 3Quadragessimo annoð: La economía social estará sólidamente
constituida y alcanzará sus fines, sólo cuando a todos y a cada uno se provea de
todos los bienes que las riquezas y subsidios naturales, y la técnica y la
constitución social de la economía pueden producir. Estos bienes deben ser
suficientemente abundantes para satisfacer las necesidades y honestas
comodidades, y elevar a los hombres a aquella condición de vida más feliz que,
administrada prudentemente, no sólo no impide la virtud, sino que la favorece en
gran manera»(684).
Pío XII , en su alocución del 13 de junio de 1943 a
20.000 obreros italianos, reunidos en el Vaticano, dijo cuál debería ser el
salario integral: «Un salario que asegure la existencia de la familia, y sea tal
que haga posible a los padres el cumplimiento de su deber natural de criar una
prole sanamente alimentada y vestida; una habitación digna de personas humanas;
la posibilidad de procurar a los hijos una suficiente instrucción y una
educación conveniente; la de mirar y adoptar providencias para los tiempos de
estrechez, enfermedad y vejez».
Juan XXIII , en su encíclica «Mater et
Magistra», dice: «Una profunda amargura embarga nuestro ánimo ante el
espectáculo inmensamente triste de innumerables trabajadores a los cuales se les
da un salario que los somete a ellos y a sus familias a condiciones de vida
infrahumana».
El Concilio Vaticano II haciendo suyas unas palabras de Juan
XXIII en su encíclica «Mater et Magistra», dice: «La remuneración del trabajo
debe ser suficiente para permitir al hombre y a su familia una vida digna en el
plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de
trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y
el bien común»(685).
Como es fácil apreciar, no es sencillo determinar los
límites del salario íntegramente justo y equitativo. El criterio del salario
legal, fijado por el Estado, no es suficiente, y los patronos tendrán que
suplirlo con su sentido de la justicia. Lo que nunca se puede olvidar es que
mayor derecho tienen el trabajador y su familia al salario, que el capitalista a
sus dividendos de beneficios; y que todo beneficio adquirido a costa de la
injusta retribución del trabajo ha de ser considerado como explotación y riqueza
injusta. Sobre sus dueños y sus herederos pesa la incondicional obligación de la
restitución.
«Los bienes creados -ha dicho el Cardenal Bueno Monreal en la
XXV Semana Social de España- tienen un destino universal para uso del género
humano. En consecuencia, deben llegar a todos en forma justa y en clima de
caridad. No todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y
a las cualidades intelectuales y morales, pero hay una igualdad fundamental por
naturaleza, origen, vocación y destino. Toda forma de discriminación en los
derechos fundamentales de la persona es contraria al plan divino y ha de ser
eliminada». «Aunque existen diversidades justas entre los hombres, sin embargo,
la igual dignidad de la persona exige que se llegue a una situación social más
humana y más justa. Resulta escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades
económicas y sociales que se dan entre los miembros o los pueblos de una misma
familia humana. Son contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad
de la persona humana y a la paz social e internacional»(686).
Juan
Pablo II en su encíclica «Laborem exercens» dice: «Una justa remuneración por el
trabajo de la persona adulta, que tiene responsabilidades de familia, es la que
sea suficiente para fundar y mantener dignamente una familia y asegurar su
futuro. Tal remuneración puede hacerse bien sea mediante el llamado salario
familiar, es decir, un salario único dado al cabeza de familia por su trabajo y
que sea suficiente para las necesidades de la familia, sin necesidad de hacer
asumir a la esposa un trabajo retribuido fuera de casa, bien sea mediante otras
medidas sociales, como subsidios familiares o ayudas a la madre que se dedica
exclusivamente a la familia; ayudas que deben corresponder a las necesidades
efectivas, es decir, al número de personas a su cargo durante todo el tiempo en
que no esté en condiciones de asumir dignamente la responsabilidad de la propia
vida».
El 1 de mayo de 1991, el Papa Juan Pablo II firmó una encíclica en el
Centenario de la «Rerum Novarum» de León XIII. La «Rerum Novarum» tuvo notable
influencia en numerosas reformas introducidas entre los últimos años del siglo
XIX y los primeros del XX en los sectores de la previsión social, seguros de
enfermedad y accidente, pensiones, etc.. Aunque reconoce el Papa que el logro de
estas mejoras no sólo se ha debido al influjo de la Iglesia. Ya León XIII en la
«Rerum Novarum» después de acusar las injusticias sociales de su tiempo vio que
el socialismo perjudicaba a quienes pretendía ayudar (n 12). La experiencia de
los años posteriores lo ha confirmado con el hundimiento del marxismo en países
del este europeo, donde muchedumbres eran explotadas y oprimidas por el
totalitarismo comunista (n 19). Empezó en Polonia y siguió por el centro y el
este de Europa (1989-1990).
Ha sido espectacular el fracaso económico del
marxismo. La URSS después de setenta años de comunismo no ha conseguido un nivel
económico para el pueblo como se ha conseguido en la Europa occidental. En los
países en que se ha dado una libertad económica, negada por el comunismo, se ha
conseguido un resultado material próspero y, en algunos casos, portentoso; se ha
abierto una amplia franja de clase media acomodada; se ha elevado la media de
renta «per cápita»; se han podido, incluso, organizar ayudas a otros países
menos desarrollados.
La Confederación Europea de Sindicatos (CES) en su VII
Congreso celebrado en Luxemburgo del 13 al 17 de mayo de 1991, ha dicho de la
encíclica «Centesimus annus» del Papa Juan Pablo II : «La CES constata que los
valores fundamentales y los ideales del movimiento sindical europeo se
reencuentran en la nueva encíclica».
He aquí algunas ideas de esta
encíclica:
« La causa del fracaso del marxismo está en su ateísmo, el
cual hoy sigue presente en el socialismo real. Excluye la trascendencia del
hombre, la religión (núms. 12 y 13). El marxismo había prometido desarraigar del
corazón humano la necesidad de Dios, pero los resultados han demostrado que no
es posible... . El vacío espiritual provocado por el ateísmo ha dejado sin
orientación a las jóvenes generaciones (n 24). En el pasado reciente muchos
creyentes han buscado un compromiso imposible entre el marxismo y el
cristianismo (n 26). Después de la derrota del comunismo ateo en el este
europeo, la solución no es el capitalismo materialista que no niega a Dios pero
lo ignora. Hoy hay un capitalismo salvaje que reduce al hombre a la esfera de lo
económico y a la satisfacción de las necesidades materiales excluyendo los
valores espirituales (n 19). Después de la caída del socialismo real (en el este
europeo) los países occidentales corren peligro de ver en esa caída la victoria
unilateral del propio sistema económico, y por ello no se preocupen de
introducir en él los debidos cambios (n 56). La solución marxista ha fracasado
pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación contra los
que se alza con firmeza la voz de la Iglesia (n 42). Después de la caída del
totalitarismo comunista asistimos hoy al predominio del ideal democrático. Pero
es necesario que se dé a la democracia un auténtico y sólido fundamento mediante
el reconocimiento del derecho a la vida del hijo después de haber sido
concebido, el derecho a vivir en un ambiente moral, el derecho a vivir en la
verdad de la propia fe, etc. (n 47). La lucha de clases es inaceptable cuando lo
que se busca no es la justicia y el bien general de la sociedad, sino el interés
de una parte y la destrucción de la opuesta (n 14). La violencia y el rencor
deben vencerse con la justicia (n 17). La paz no es el resultado de la victoria
militar, sino la superación de las causas de la guerra (n 18). Queremos una
sociedad en la que los hombres, gracias a su trabajo, puedan construir un futuro
mejor para sí y para sus hijos (n 19). La producción de bienes y servicios no
debe ser el centro de la vida social, ignorando la dimensión ética y religiosa
del hombre (n 39). Hay que recordar el deber de la caridad, esto es, el deber de
ayudar con lo propio "superfluo" y a veces con lo "necesario" para dar al pobre
lo indispensable para vivir (n 36).
El hombre que se preocupa, sólo o
prevalentemente, de tener y gozar, incapaz de dominar sus instintos y sus
pasiones, y de subordinarlos, mediante la obediencia a la verdad, no puede ser
libre.
La obediencia a la verdad sobre Dios y sobre el hombre, es la primera
condición de la libertad, que le permite ordenar las propias necesidades, los
propios deseos y el modo de satisfacerlos, según una justa jerarquía de valores
de manera que la posesión de las cosas sea para él un medio de crecimiento (n
41). La obligación de ganar el pan con el sudor de la propia frente supone, al
mismo tiempo, un derecho.
Una sociedad en la que este derecho se niegue
sistemáticamente, y las medidas de política económica no permitan a los
trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su
legitimación ética ni la justa paz social (n 43). La empresa no puede
considerarse únicamente como "una sociedad de capitales"; es al mismo tiempo
"una sociedad de personas" (n 43). La regulación de las relaciones en el seno de
las empresas debe establecerse de manera que el trabajador reciba una
remuneración justa, trabaje en condiciones físicas y morales apropiadas a su
salud y dignidad, y reciba el trato debido a quien forma parte de la empresa. La
Iglesia no puede abandonar al hombre... Es esto y solamente esto, lo que inspira
la doctrina social de la Iglesia (n 54)... La Iglesia conoce el sentido del
hombre gracias a la revelación divina... Para conocer al hombre integral hay que
conocer a Dios. La Iglesia, cuando anuncia al hombre la salvación de Dios,
contribuye al enriquecimiento de la dignidad del hombre... La Iglesia no puede
abandonar nunca esta misión religiosa y transcendente en favor del hombre (n
55). Si no existe una Verdad Transcendente (Dios), con cuya obediencia el hombre
conquista su propia identidad, tampoco existe ningún principio seguro que
garantice relaciones justas entre los hombres... Triunfa la fuerza del poder, y
cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para
imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los
demás (n 44). El Estado, o bien el partido...que se erige por encima de todos
los valores, no puede tolerar que se sostenga un criterio objetivo del bien y
del mal por encima de la voluntad de los gobernantes... Esto explica por qué el
totalitarismo trata de destruir la Iglesia o al menos someterla (n 45)».
66,17. En la encíclica «Laborem exercens» dice Juan Pablo II: «La experiencia
confirma que hay que esforzarse por la revalorización social de las funciones
maternas, de la fatiga unida a ellas y de la necesidad que tienen los hijos de
cuidados, de amor y de afecto para poderse desarrollar como personas
responsables, moral y religiosamente maduras y psicológicamente equilibradas.
Será un honor para la sociedad hacer posible a la madre, sin obstaculizar su
libertad, sin discriminación psicológica o práctica, sin dejarle en inferioridad
ante sus compañeras, dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos, según
las necesidades diferenciadas de la edad. El abandono obligado de tales tareas,
por una ganancia retribuida fuera de casa, es incorrecto desde el punto de vista
del bien de la sociedad y de la familia, cuando contradice o hace difícil tales
cometidos primarios de la misión materna».
El Papa Juan Pablo II, en su
discurso al Consejo Pontificio de la Familia, ha propuesto a políticos y
empresarios que deben estudiar el modo de que el ama de casa tenga un sueldo
para que pueda atender mejor a su labor de educación y de madre sin tener que
recurrir a un trabajo fuera de casa(687).
«Es
un hecho que en muchas sociedades las mujeres trabajan en casi todos los
sectores de la vida.
Pero es conveniente que ellas puedan desarrollar
plenamente sus funciones según su propia índole, sin discriminaciones y sin
exclusión de los empleos para los que están capacitadas, pero sin perjudicar al
mismo tiempo sus aspiraciones familiares y el papel específico que les compete
para contribuir al bien de la sociedad junto con el hombre. La verdadera
promoción de la mujer exige que el trabajo se estructure de manera que no deba
pagar su promoción con el abandono del carácter específico propio y en perjuicio
de la familia en la que como madre tiene un papel insustituible»(688).
66,18. «La política de rentas, además de sus aspectos puramente técnicos,
abarca problemas profundamente humanos que suponen la orientación de toda
actividad productiva al servicio del hombre, y, además, una acción inteligente y
enérgica en favor de las categorías sociales más desheredadas, con el fin de que
también éstas puedan tener acceso a una participación de la renta cada vez más
justa, en conformidad con las aspiraciones fundadas en la dignidad y en la
vocación de la persona humana»(689).
«Bajo esta luz adquieren un significado de relieve
particular las numerosas propuestas hechas por expertos en la Doctrina Social
Católica y también por el supremo Magisterio de la Iglesia. Son propuestas que
se refieren a la copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los
trabajadores en la gestión, y en los beneficios de la empresa, al llamado
"accionariado" del trabajo y otras semejantes»(690).
66,19. La Iglesia exige a los propietarios que, en virtud de la función
social de los bienes económicos, den -según sus posibilidades- al que no tiene
lo suficiente para vivir honestamente.
Pero también exige que el obrero
trabaje con nobleza y entusiasmo, para que un aumento en la producción y una
economía floreciente hagan posible una elevación material y cultural de las
clases económicamente débiles.
Éste es el constante anhelo de la Iglesia. Pío
XII ha repetido una y otra vez que es necesario implantar una más justa
distribución de la riqueza. Ha llamado a este problema el punto fundamental de
la cuestión social y ha pedido a los cristianos que, aunque sea a costa de
sacrificios, hagan esfuerzos para que una más justa distribución de las riquezas
lleve a la práctica la doctrina social de la Iglesia.
El acceso de todos a
los bienes necesarios para una vida humana -personal y familiar- digna de este
nombre, es una primera exigencia de la justicia social .
La propiedad privada
o un cierto dominio sobre los bienes materiales aseguran a cada cual una zona
absolutamente necesaria para su autonomía personal y familiar, y deben ser
considerados como una prolongación de la libertad humana.
Pablo VI ha dicho
en su encíclica «Populorum Progressio»: «La propiedad privada no constituye para
nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse
en uso exclusivo lo que supera la propia necesidad, cuando a otros les falta lo
necesario»(691).
«Los bienes creados deben llegar a todos en forma justa,
según la regla de la justicia inseparable de la caridad. Todos los demás
derechos, comprendido el de la propiedad, a ello están subordinados»(692).
El
Papa Juan Pablo II en su encíclica «Laborem exercens» señala la posición que los
cristianos tenemos ante el denominado sistema capitalista y ante el sistema
colectivista: «El rígido capitalismo que considera la propiedad y posesión de
los bienes materiales como un derecho absoluto de la persona, sin limitaciones,
debe ser sometido continuamente a revisión desde la perspectiva de los derechos
del hombre en la teoría y en la práctica.
El sistema colectivista considera
que sólo el Estado tiene el derecho exclusivo de propiedad sobre los medios de
producción, de los individuos y de la sociedad. Este sistema atenta contra la
realización de la libertad de los individuos, de las familias, y grupos
sociales, y debilita la capacidad creadora del hombre.
Para el cristiano,
pues, el derecho a poseer bienes económicos es garantía para su libertad, para
organizarse como persona. Y como todo derecho, exige el deber de reconocérselo
también a todos los hombres de una manera eficaz, distribuyendo la riqueza entre
todos».
«Para que todos los hombres tengan la posibilidad de desarrollarse
como persona, es necesario que todas las personas puedan disponer de los bienes
materiales en grado suficiente según el nivel económico de cada nación. Por eso
es necesaria la justa distribución de la riqueza.
«Dios ha destinado la
Tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En
consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa
dirigida por la justicia y acompañada por la caridad... Por tanto el hombre no
debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente
suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aproveche a él
solamente, sino también a todos los demás»(693).
«Dios no quiere, dice Pío XII , que algunos tengan
riquezas exageradas y que otros se encuentren en tal estrechez que les falte lo
necesario para la vida»(694).
Es decir, que Dios no quiere el contraste ignominioso
entre el lujo derrochador y la miseria. Dios no quiere que haya miseria. Dios ha
creado los bienes de la Tierra para todos los hombres y quiere que todos gocen
de estos dones de sus manos.
Por lo tanto no debe haber en el mundo nadie
que, si hace lo que está de su parte, no disfrute de los bienes indispensables
para sustentar su vida de una manera digna.
El problema del hambre en el
mundo es problema de distribución.
Mientras en unos países el pueblo se muere
de hambre, en otros se dejan perder las cosechas porque sobran alimentos.
En
el mundo hay unos 5.000 millones de personas. Y según un informe de la
Asociación de Productores Agro-Químicos de Alemania, si se explotara, con la
tecnología actual, toda la superficie cultivable de la Tierra, se podrían
alimentar, a nivel europeo, 50.000 millones de seres humanos. Es decir, una
humanidad diez veces superior a la actual(695).
66,20. Jesucristo tiene en su Evangelio palabras durísimas contra los ricos
que no cumplen sus obligaciones sociales:
-« Apartaos de Mí, malditos, al
fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no
me disteis de comer... Estuve desnudo, y no me vestisteis...
- Cuándo te
vimos, Señor...?
-Lo que hicisteis con el más insignificante de mis hermanos,
conmigo
lo hicisteis»(696).
Jesucristo se identifica con el necesitado. Quiere que el
rico trate
al necesitado como lo trataría a Él en persona.
Como ves, las
obligaciones de los ricos son gravísimas. Y aunque, gracias a Dios, hay ricos
buenos que escuchan la palabra de Jesucristo y consideran a los demás hombres
como sus hermanos; pero, desgraciadamente, también hay otros muchos ricos malos,
apegados a su dinero, que viven como si no conociesen el Evangelio. Por eso dice
Jesucristo que es dificilísimo que un rico entre en el reino de los cielos.
66,21. Los obreros también tienen obligaciones muy graves: trabajar con
empeño, diligencia y fidelidad, no malgastar materiales o energía, cuidar los
instrumentos de trabajo, y emplear bien el dinero que ganan.
A veces se oye a
un obrero quejarse de que no gana lo suficiente. Y, efectivamente, muchas veces
tiene razón. Pero más de una vez se le podría preguntar: Crees tú que el empeño
que pones en trabajar merece más salario? Es cierto que tú debes recibir un
salario justo. Pero también es cierto que para que tú puedas en justicia
quedarte con un salario, es preciso que lo hayas merecido. A veces se trabaja
con tanta negligencia y desgana que difícilmente se justifica la aspiración a un
salario mayor.
Pon de tu parte lo que tienes obligación, y así podrás exigir
con justicia lo que se te debe.
El de arriba peca si no da un salario justo;
pero el de abajo también peca si no trabaja lo justo. No se trata, de ninguna
manera , de excusar los salarios insuficientes; sino de hacer ver que es
necesario trabajar con empeño y diligencia, si se quiere uno hacer acreedor a un
salario digno.
Es verdad que hay muchos obreros que trabajan con nobleza,
pero también es verdad que hay otros que hacen lo menos posible. Y estos últimos
se hacen daño a sí mismos y a sus compañeros. Para que se pueda elevar el nivel
de vida del obrero, es necesario que haya prosperidad económica. Y para que haya
prosperidad económica es necesario que el trabajo rinda.
Los obreros que no
rinden lo que deben tienen su parte de culpa en las crisis económicas. Y en las
crisis económicas salen perdiendo ellos y sus compañeros.
Mucho se ha hecho
en España últimamente para elevar el nivel del obrero; pero hay que reconocer
que todavía no se ha llegado al ideal que quiere la Iglesia. Para llegar a este
ideal es necesario que todos los españoles pongamos lo que esté de nuestra
parte. Por un lado aumentar la producción, y por otro distribuir justamente los
beneficios de esta producción. Estos dos factores son los que han de alcanzarnos
un bienestar económico-social. Y los culpables de que no se pueda llegar a este
bienestar son reos de un grave pecado contra la justicia social.
66,22. En algunos sitios el trabajo está cronometrado, y, a veces, ciertamente mal tasado, de modo que se le puede ganar muy poco dinero, o para sacar algo se requieren esfuerzos inhumanos. Los responsables de esta injusticia darán también cuenta a Dios. Pero otras veces hay obreros que alargan los trabajos sin necesidad y los hacen más caros deliberadamente. Cada uno dará cuenta a Dios de la injusticia de la que es responsable.
66,23. Todo esto en cuanto a la obligación de trabajar con
diligencia.
Pero, además, es necesario emplear bien el dinero que se gana. No
hay derecho a que un hombre no gane lo suficiente para vivir. Pero tampoco hay
derecho a que un hombre gaste en vicios, diversiones, caprichos y superfluidades
lo que necesita para dar de comer a sus hijos. No hay que crearse necesidades
superfluas. Lo primero es lo primero; y antes es comer que pasarlo bien. No es
que sea reprensible una diversión discreta, cuando se ha atendido a lo
sustancial. Pero gastar en diversiones lo que se necesita para comer, es absurdo
y criminal.
Además, para diversiones todo parece poco. El dinero se va solo.
Nunca hay bastante. Y así nunca se gana lo suficiente. Por eso, ese ansia de
ganar más y más. Esforzarse por ganar lo necesario para una vida digna y una
diversión decorosa, es justo; pero querer ganar para poder derrochar, es cosa
distinta.
Es legítimo el deseo de lo necesario; y el trabajar para
conseguirlo es un deber. Dice San Pablo: «el que no quiere trabajar que no
coma»(697).
«Pero la adquisición de los bienes temporales puede
conducir a la codicia, al deseo de tener cada vez más y a la tentación de
acrecentar el propio poder.
La avaricia de las personas, de las familias y de
las naciones puede apoderarse lo mismo de los más desprovistos que de los más
ricos, y suscitar en los unos y en los otros un materialismo sofocante... Para
las naciones, como para las personas, la avaricia es la forma más evidente de un
subdesarrollo moral»(698).
La avaricia es un gusano que roe, tanto el corazón del
rico como el del pobre; y mientras los hombres sólo piensen en enriquecerse más
y más, por encima de todo, como si esta vida fuera la definitiva, es imposible
que haya paz en el mundo.
Dios quiere que el hombre tenga lo necesario para
vivir, pero no quiere que se apegue demasiado a los bienes de este mundo, que le
estorbarán su salvación eterna. Por eso nos dice Jesucristo: «No queráis
amontonar tesoros para vosotros aquí en la tierra»(699), sino
«buscad primero el reino de Dios y su justicia...»(700).
No
te olvides nunca que lo principal, lo primero, es salvarte; aunque, como es
natural, también debes preocuparte de solucionar tu vida en este mundo. Pero sin
olvidarte de que la vida eterna es lo primero.
66,24. Ocupan lugar importante para todo hombre en general, y para el
cristiano en particular, entre las exigencias de la justicia social, las
obligaciones tributarias.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución
Pastoral «Gaudium et Spes», enuncia así la doctrina: «Entre los deberes cívicos
de cada uno está el de aportar a la vida pública el concurso material y personal
requerido por el bien común»(701).
La
naturaleza y fundamento moral del deber tributario se desprende de la
sociabilidad del hombre.
Para vivir con dignidad, progresar y satisfacer las
necesidades propias, cada vez más numerosas con el avance de la civilización, el
hombre aislado no se basta. Toma proporcionada relevancia el papel de la
sociedad. Pero a la obligación social de suplir las impotencias singulares de
los hombres o de los grupos humanos menores, se corresponde el derecho de exigir
los medios necesarios para cumplirla.
Por otra parte, si en el hombre surge
el espontáneo y natural derecho de ser ayudado por la sociedad, la
correspondiente y necesaria contrapartida, también natural, será la de
contribuir en la medida de su capacidad de recursos a los gastos y necesidades
sociales.
Quedan pues, naturalmente, enraizadas las obligaciones y derechos
fiscales, y por tanto vinculando las conciencias, tanto desde la vertiente de la
sociedad como desde la del propio hombre individual.
El texto evangélico de
Mateo(702), y sobre todo el paulino de Romanos(703) lo
confirma. Por supuesto que la obligación y el derecho tributarios, vinculando
internamente las conciencias de los hombres, sólo proviene de los impuestos
justos.
De cuatro fuentes mana la justicia o injusticia de un impuesto en
particular o la de un concreto sistema tributario en su conjunto: debe
establecerse por ley debidamente aprobada, encaminarse a cubrir las finalidades
exigidas por el bien común, no gravar riquezas ni ingresos por debajo del mínimo
vital, y regularse en escala progresiva.
Respetados estos condicionamientos,
el impuesto o sistema fiscal es justo en sí mismo u objetivamente.
Pero puede
suceder que un impuesto justo al recaer en determinada persona concreta resulte
demasiado gravoso, atendidas las circunstancias individuales, convirtiéndose
subjetivamente en injusto.
El análisis detallado de los condicionamientos que
determinan la justicia tributaria exceden, por su extensión, este lugar(704).
El
nuevo «Ritual de la Penitencia» en la segunda de las tres fórmulas que aporta
para ayudar al examen de conciencia, bajo el número 5, se pregunta:
He
cumplido mis deberes cívicos?
He pagado mis tributos?
Reconociendo así
implícitamente que se trata de una obligación en conciencia. Se sobreentiende,
conforme a lo indicado: He pagado mis tributos justos?
El engaño en el pago
de los impuestos puede hacer a la nación impotente para atender las necesidades
generales, y resolver los problemas urgentes de los más deprimidos
socialmente.
Dos palabras sobre el mal llamado «impuesto religioso». Digo mal
llamado porque no es un impuesto adicional, sino que de lo que necesariamente
hay que pagar a Hacienda, dedicar cinco pesetas de cada mil para las obras de
beneficencia de la Iglesia. Conviene poner la cruz en el lugar correspondiente,
pues si no se pone la cruz, ese 0'5% va a parar al gobierno.
66,25. Pecan gravemente contra este mandamiento los hijos que desobedecen a
sus padres en cosa grave, y que ellos pueden mandarles;
los que les dan
disgustos graves; los que les injurian y desprecian gravemente; los que les
insultan, golpean o les levantan la mano con deliberación y amenaza; los que les
desean en serio un mal grave; los que no les socorren en sus necesidades graves,
tanto corporales como espirituales: por ejemplo, si no les procuran a tiempo los
sacramentos a la hora de la muerte.
Pecan también gravemente los padres que
dan mal ejemplo a sus hijos (blasfemias, etc.), los maldicen, les desean en
serio algún mal, o abandonan su instrucción humana y religiosa.
Los patronos
pecan gravemente si, pudiendo, no dan a sus obreros el salario justo.
Pero
además tienen obligación de no imponer a sus obreros trabajos superiores a sus
fuerzas; protegerles, en cuanto sea posible, de los peligros del trabajo, y de
respetar en ellos la dignidad de hombre y de cristiano, tratándoles con
amabilidad y evitándoles los peligros de pecar.
Los obreros pecan gravemente
si hacen daño grave a su patrono, ya sea malgastando materiales o energía, ya
sea estropeando a propósito instrumentos de trabajo. Si voluntariamente rinden
menos de lo debido pueden también llegar a pecado grave.
Las
obligaciones de los patronos y de los obreros están más especificadas en el
examen de conciencia que te pongo en el Apéndice.
(626) - Hechos de los Apóstoles, 5:29
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(627) - SAN PABLO: Carta a los Colosenses, 3:20s
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(628) - Evangelio de San Lucas, 14:26
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(629) - Libro del Eclesiástico, 7:30
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(630) - Concilio Vaticano II: Inter mirifica: Decreto sobre
los medios de comunicación social, nº 10
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(631) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2229
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(632) - FOERSTER: Temas capitales de educación, XIV, 1. Ed.
Herder. Barcelona
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(633) - J. HOFFER, S.M.: Pedagogía Marianista, 2, III, 4. Ed.
S.M.
Madrid
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(634) - SCHNEIDER: Educación católica de la familia, IX. Ed.
Labor. Barcelona
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(635) - P.J. HOFFER, S.M.: Pedagogía marianista, 2ª, II, 2,
4. Ed. S.M. Madrid
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(636) - ISAMBERT: Tu hijo crece, nº 57. Ed. Daimón.
Barcelona
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(637) - Dr. BERNABÉ TIERNO: Revista EL SEMANAL, 13-III-94.Pg.
74
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(638) - MARABEL MORGAN: La mujer total, XII, 2. Ed. Plaza.
Barcelona,
1976
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(639) - ISAMBERT: Tu hijo crece, 1ª, III, 1. Ed. Daimón.
Barcelona
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(640) - ÁNGEL DEL HOGAR: Iniciación de los niños en la vida. Ed.
Desclée. Bilbao, 1970
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(641) - Dr. RIESGO: Hablando en familia, III, 4. EAPSA.
Madrid, 1973
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(642) - Si la edad y madurez del niño lo permiten, se le podría
decir
así: «La fecundación se realiza por la unión de los órganos
genitales
del marido y de su esposa. El del hombre (que se llama pene),
entrando
en el de la mujer (que se llama vagina) deposita en su interior
un
liquido (que se llama semen) en el que van los
microscópicos
espermatozoides que fecundarán el óvulo femenino (que la mujer
pone en
su útero una vez la mes) dando origen a un nuevo ser: un niño
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(643) - ALFONSO AGUILÓ: Interrogantes en torno a la fe.
Presentación.
Ed. Palabra. Madrid
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(644) - Metamorphosis, VII, 20
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(645) - VÍCTOR GARCÍA DE LA HOZ: Estudios sobre sexualidad,
XI ,5,
11, 13. Toledo, 1979
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(646) - JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO: Razones desde la otra
orilla,
XXXIV. Ed. Atenas.
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(647) - Documento de los Obispos catalanes: Revista ECCLESIA,
1759
(4-X-75) 19ss
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(648) - Revista ECCLESIA, 2346(21-XI-87)8
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(649) - Diario YA, 13-XI- 87, pg. 25
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(650) - DIARIO DE CÁDIZ del 5-VI-92, pg. 40
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(651) - CÉSAR VACA, O.S.A.: Diario YA del 6-VI-75
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(652) - Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 226
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(653) - Diario YA, 5-X-88, pg. 11
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(654) - MANUEL VIERA: Vida sexual y psicología moderna, II.
Ed.
Mensajero. Bilbao
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(655) - Para entender la crisis de la adolescencia es muy
útil el
libro del P. ARMENTIA, S.M.: Adolescentes. Ed. S.M. Madrid
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(656) - Concilio Vaticano II: Gravissimum educationis:
Declaración
sobre la educación cristiana de la juventud, nº 1
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(657) - PAUL CHAUCHARD: Biología y Moral, pg. 171
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(658) - ABC de Madrid del 29-VIII-94. Pg.17 y 84s
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(659) - Dr. DOMÍNGUEZ: Felicidad sexual, VII, 1. Ed. Plus
Ultra.
Nueva York, 1971
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(660) - BERNABÉ TIERNO: Revista FAMILIA HOY, 2 ( V-95 )
68
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(661) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2233
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(662) - PÍO XI: Quadragessimo anno, nº 50
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(663) - Evangelio de San Mateo, 7:12
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(664) - Evangelio de San Juan, 13:34
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(665) - PÍO XII en el radiomensaje al Katolikentag de Viena
el
14-IX-52
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(666) - SALVADOR DE MADARIAGA: Dios y los españoles, 2º, 4.
Ed.
Planeta. Barcelona, 1975
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(667) - Diario YA del 7-XI-80, pg. 28
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(668) - Diario YA del 28-XI-80, pg. 28
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(669) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1947
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(670) - VON GESTELL, O.P.: La Doctrina Social de la Iglesia,
VI, 9.
Ed. Herder. Barcelona. También este libro es muy útil para
la
formación social católica.
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(671)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre
la
Iglesia en el mundo actual,nº 68
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(672) - JUAN PABLO II: Encíclica Laborem exercens, nº
20
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(673) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2435
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(674) - Diario YA del 8-I-67
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(675) - Concilio Vaticano II: Apostolicam Actuositatem:
Decreto
sobre el Apostolado de los Seglares, nº14
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(676) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2442
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(677) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1903
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(678) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1925
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(679) - Concilio Vaticano II: Apostolicam Actuositatem:
Decreto
sobre el Apostolado de los Seglares, nº5
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(680) - Concilio Vaticano II: Apostolicam
Actuositatem: Decreto
sobre el Apostolado de los Seglares ,
nº7
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(681) -Concilio Vaticano II:Gaudium et spes:Constitución sobre
la
Iglesia en el mundo actual,nº 43
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(682) -Concilio Vaticano II:Gaudium et spes:Constitución sobre
la
Iglesia en el mundo actual,nº 74
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(683) - Concilio Vaticano II: Inter mirifica: Decreto sobre
los
medios de comunicación social, nº 42
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(684) - PÍO XI: Encíclica Divini Redemptoris, nº 52
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(685)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre
la
Iglesia en el mundo actual,nº 67
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(686)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre
la
Iglesia en el mundo actual,nº 29
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(687) - ABC de Madrid del 26-III 94. Pg.77
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(688) - JUAN PABLO II: Encíclica Laborem exercens, nº 19
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(689) - PABLO VI a la XXV Semana Social de España celebrada
en
Zaragoza en 1966
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(690) - JUAN PABLO II: Encíclica Laborem exercens, nº
14
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(691) - PABLO VI: Encíclica Populorum Progressio, nº 23
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(692) - PABLO VI: Encíclica Populorum Progressio, nº
22
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(693)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre
la
Iglesia en el mundo actual,nº 69
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(694) - PÍO XII: Encíclica Sertum Laetitiae, nº 14,
A.A.S.,
31(1939)149
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(695) - ABC de Madrid del 24-IV-94. Pg.78
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(696) - Evangelio de San Mateo, 25:41-46
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(697) - SAN PABLO: Segunda Carta a los Tesalonicenses, 3:10
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(698) - PABLO VI: Encíclica Populorum Progressio, nº 18s
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(699) - Evangelio de San Mateo, 6:19
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(700) - Evangelio de San Mateo, 6:33
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(701)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre
la
Iglesia en el mundo actual,nº 75
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(702) - Evangelio de San Mateo, 22:16-22
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(703) - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 13:1-9
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(704) - GONZALO HIGUERA, S.I.: Ética Fiscal, IV. Ed. BAC
Popular.
Madrid, 1982
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