HOMILÍA
EN LA MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS
POR LA CANONIZACIÓN DE
SAN MARCELINO CHAMPAGNAT

Santa Iglesia Catedral de Murcia

Sábado, 29 de Mayo de 1999

 

Mis queridos hijos:

Celebramos esta tarde una Eucaristía de acción de gracias por Marcelino José Champagnat, fundador de la congregación Marista. Marcelino Campagnat no sólo había muerto por Gracia de Dios, sino que se demostraba de un modo objetivo e infalible que su vida había estado adornada por una serie de virtudes heroicas que merecían que fuera propuesto como modelo a seguir. Sólo entonces el Papa se pronunció y lo declaró santo, incluyéndolo en el catálogo de los santos de la Iglesia.

¿En qué virtudes brilló el beato Marcelino José, sacerdote, el fundador de la Congregación Marista, conocida y experimentada por todos? El sacerdote Marcelino José brilló por el Celo de Dios. Tomó en serio el primer mandamiento de la fe: "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda la mente, con todo tu ser". Dios pesó en la vida del sacerdote Marcelino José hasta el punto de transformarla y de transfigurarla. Dios no fue un elemento más en la vida de nuestro santo. En torno a Dios giraba toda su vida. Dios era el eje vertebrador de su vida, Dios pesaba en la vida del sacerdote Marcelino hasta el punto de determinarla, configurarla. En una palabra, el sacerdote Marcelino José tomó en serio el primero y el más grande de los mandamientos de la fe. Y con el primero tomó también conciencia del segundo mandamiento: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Porque el prójimo, empezando por el propio que hay en cada uno de nosotros, como imagen viva de Dios. Por eso dice la Sagrada Escritura que si dices que amas a Dios, a quien no ves, y no al prójimo al que ves, mientes. Es una solemne mentira decir que amamos a Dios si no amamos a los hermanos.

El amor al hermano es la plenificación del amor a Dios. Junto al primer mandamiento de la ley el sacerdote Marcelino José tomó en serio el segundo mandamiento de la ley. La fundación de los Hermanos Maristas, fundación llevada a cabo por este sacerdote, tenía como punto de mira la atención, el cuidado, la dedicación al prójimo. Los biógrafos de Marcelino nos dicen que la opción por los pobres, el amor a los pobres y a los necesitados, fue algo perteneciente al carisma peculiar de Marcelino José. De un modo especial, el punto de referencia de este sacerdote era la educación humana y cristiana de los niños y de los adolescentes. La formación de las nuevas generaciones. Precisamente la congregación de los hermanos Maristas nace para eso, para cuidar espiritual y humanamente de los jóvenes, de los niños, de los adolescentes; para ofrecerles el pan cuando es necesario. Para ofrecerles la alfabetización, la cultura, la educación humana necesaria para que pudieran desarrollarse y hacerse hombres. Y al mismo tiempo impartirles constantemente la catequesis según el principio evangélico de que "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Primer mandamiento de la ley: amar a Dios sobre todas las cosas. Segundo mandamiento de la ley: tomar en serio al prójimo porque el prójimo es la imagen viva de Dios.

Marcelino destacó en el cultivo del primer mandamiento y en la práctica del segundo, centrando su atención en los pobres, en los necesitados, y de un modo singular en la educación y promoción de las nuevas generaciones. El carisma del sacerdote Marcelino José, que hoy es exaltado en la Jerusalén Celestial y que ha sido proclamado santo por sus virtudes heroicas. El carisma de este sacerdote, reflejado perfectamente en la fundación de la Congregación de los Hermanos Maristas, es un carisma que no ha envejecido, un carisma plenamente actual. La semilla la sembró el Espíritu Santo en el alma de Marcelino y el alma de Marcelino la transmitió a la Congregación de los Hermanos Maristas. Y esta gran congregación ha brillado a lo largo de su ya basta historia, por el carisma que un día, recibido del Espíritu, le transmitió el fundador.

Hoy hermanos, con toda la familia de los Hermanos Maristas, damos gracias a Dios por el reconocimiento que ha hecho la Iglesia de las virtudes de nuestro fundador. Damos gracias a Dios por las grandes maravillas que ha hecho en la Iglesia, en el mundo, de un modo especial en el mundo de los jóvenes, adolescentes y niños, a través de la gran familia de los Hermanos Maristas.

Y pedimos hoy al Señor, cuando damos gracias por su canonización, que por intercesión de nuestro santo Marcelino el Padre siga bendiciendo a esta familia Marista otorgándole bendiciones para que pueda seguir cumpliendo las exigencias de ese santo carisma. Pido por el Espíritu, del que tanta falta tienen las nuevas generaciones. Porque los problemas de la juventud, de la adolescencia, los problemas de la infancia, aún cuando a lo largo del tiempo revistan formas diversas y se muestren de forma distinta, en realidad siempre son los mismos.

Grandes han sido las realizaciones de los Hermanos Maristas en nuestra Diócesis de Cartagena. La semana pasada cerrábamos la celebración del primer centenario de la fundación del colegio de Cartagena. También en Murcia son conocidas por todos las instituciones de enseñanza de formación de niños y jóvenes de los Hermanos Maristas. En nuestra Diócesis el carisma de Marcelino José ha brillado de un modo especial.

Demos gracias a Dios por el reconocimiento por parte de la Iglesia de la santidad de San Marcelino. Demos gracias a Dios por los grandes frutos de San Marcelino y de la Congregación de los Hermanos Maristas en nuestra Diócesis.

Que el Señor os bendiga hermanos para que sigáis cumpliendo vuestra misión de educadores. La Diócesis de Cartagena os reconoce todo el bien que habéis hecho a las distintas generaciones que han pasado por vuestras aulas y que se han beneficiado de vuestra formación. La Diócesis de Cartagena os pide que sigáis presentes con presencia acrecida si cabe y que aportéis a la Iglesia Diocesana ese gran tesoro espiritual que poseéis que se ha otorgado por el Espíritu Santo a través de la mediación de San Marcelino.

Dignísimo Hermano Provincial, en nombre mío propio como Obispo de la Diócesis, en nombre del Cabildo de la Catedral, del Colegio de Consultores, del Consejo Presbiteral y del mismo Consejo de Gobierno, os felicito, os doy las gracias y os saludo del modo más cordial y profundo por todo el inmenso bien espiritual que habéis hecho, que hacéis y que seguiréis haciendo a la Diócesis de Cartagena.

Muchas Gracias, hermanos.