Discurso
a los participantes en un congreso en el centenario del nacimiento del beato
Escrivá
Con ocasión del centenario del nacimiento de mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote español fundador del Opus Dei, beatificado por el Papa Juan Pablo II y que será canonizado próximamente, la Universidad pontificia de la Santa Cruz organizó un congreso sobre la grandeza de la vida diaria, que se celebró en Roma del 8 al 12 de enero. Tuvo por tema: "La santidad, meta para todos los cristianos".
Participaron en él 1.200 personas, procedentes de 57 naciones. Se trataron temas relacionados con la familia, la ciencia, la educación y la integración social, a la luz del mensaje del beato Josemaría Escrivá; en las 111 relaciones y comunicaciones principales del congreso se afrontaron también temas como el desarrollo, el trabajo, los jóvenes, la solidaridad, la opinión pública, la creatividad artística y el sacerdocio. Durante los días del congreso hubo también otras actividades vinculadas a él, como la proyección de una película sobre el mensaje del fundador del Opus Dei; la presentación de un sello conmemorativo, emitido por el Correo italiano; y un concierto coral en el auditorio nacional de Santa Cecilia, en beneficio del hospital Monkole de la República del Congo. El día 9, aniversario de su nacimiento, a las 17 hubo una concelebración eucarística en la basílica de San Eugenio en Valle Giulia. El acto culminante del congreso fue la audiencia con el Santo Padre, en la que participaron cinco mil personas. El encuentro tuvo lugar en la sala Pablo VI, el sábado 12 de enero. El Papa, después de escuchar las palabras de saludo del obispo prelado, mons. Javier Echevarría Rodríguez, les dirigió el discurso que ofrecemos.
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Me alegra encontrarme con vosotros, al concluir el Congreso organizado
con ocasión del centenario del nacimiento del beato fundador del Opus Dei.
Saludo al prelado, monseñor Javier Echevarría, y le agradezco cordialmente las
palabras con las que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes. Ha
ilustrado el carácter y el valor del Congreso, que no ha querido ser una
celebración, sino que ha tratado de profundizar los aspectos más actuales del
mensaje del beato Josemaría Escrivá de Balaguer, especialmente por lo que
concierne a la grandeza de la vida diaria como camino hacia la santidad.
Saludo al cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima, a los prelados
y a los sacerdotes presentes. Os saludo a cada uno de vosotros, que habéis
acudido a Roma para participar en esta significativa celebración jubilar.
El
espíritu de oración transfigura el trabajo
2. Desde los comienzos de su ministerio sacerdotal, el beato Josemaría
Escrivá puso en el centro de su predicación la verdad de que todos los
bautizados están llamados a la plenitud de la caridad, y que el modo más
inmediato para alcanzar esta meta común se encuentra en la normalidad diaria.
El Señor quiere entrar en comunión de amor con cada uno de sus hijos, en la trama de las ocupaciones de cada día,
en el contexto ordinario en el que se desarrolla la existencia.
A
la luz de estas consideraciones, las actividades diarias se presentan como un
valioso medio de unión con Cristo, pudiendo transformarse en ámbito y materia
de santificación, en terreno de ejercicio de las virtudes y en diálogo de amor
que se realiza en las obras. El espíritu de oración transfigura el trabajo y
así es posible permanecer en la contemplación de Dios, incluso mientras se
realizan diversas ocupaciones. Para cada bautizado que quiere seguir fielmente a
Cristo, la fábrica, la oficina, la biblioteca, el laboratorio, el taller y el
hogar pueden transformarse en lugares de encuentro con el Señor, que eligió
vivir durante treinta años una vida oculta. ¿Se podría poner en duda que el
período que Jesús pasó en Nazaret ya formaba parte de su misión salvífica?
Por tanto, también para nosotros la vida diaria, en apariencia gris, con su
monotonía hecha de gestos que parecen repetirse siempre iguales, puede adquirir
el relieve de una dimensión sobrenatural, transfigurándose así.
El
ideal de la perfección es para todos
3. A este propósito, en la carta apostólica Novo millennio ineunte,
al final del gran jubileo del año 2000, recordé que el ideal de la perfección
cristiana "no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida
extraordinaria, sólo practicable por algunos genios de la
santidad", y añadí: "Es el momento de proponer de nuevo a
todos con convicción este alto grado de la vida cristiana ordinaria"
(n. 31). A cada bautizado el Señor le concede las gracias necesarias para
alcanzar la cumbre de la caridad divina. Los pequeños acontecimientos de la
jornada entrañan una grandeza insospechable, y precisamente viviéndolos con
amor a Dios y a los hermanos es posible cortar de raíz cualquier
fractura entre la fe y la vida diaria, fractura que el concilio Vaticano II
denuncia como uno de los "errores más graves de nuestro tiempo" (Gaudium
et spes, 43).
El fiel laico, al santificar su trabajo respetando las normas morales objetivas,
contribuye eficazmente a construir una sociedad más digna del hombre y a
liberar la creación que gime y sufre a la espera de la revelación de los hijos
de Dios (cf. Rm 8, 19-22). Así coopera para modelar el rostro de una
humanidad atenta a las exigencias de la persona y del bien común.
Oración,
trabajo y apostolado
4. Amadísimos hermanos y hermanas, tras las huellas de vuestro fundador,
proseguid con celo y fidelidad vuestra misión. Mostrad con vuestro esfuerzo
diario que el amor de Cristo puede animar todo el arco de la existencia,
permitiendo alcanzar el ideal de la unidad de vida que, como reafirmé en la
exhortación postsinodal Christifideles laici, es fundamental en el
compromiso por la evangelización en la sociedad moderna (cf. n. 17).
La oración, el trabajo y el apostolado, como habéis aprendido del beato
Josemaría, se encuentran y se funden si se viven con este espíritu. Él os
animó siempre a amar apasionadamente el mundo. Y añadió una importante
precisión: "Sed hombres y mujeres del mundo, pero no seáis hombres
o mujeres mundanos" (Camino, 939). Así lograréis evitar el peligro
del condicionamiento de una mentalidad mundana, que concibe el compromiso
espiritual como algo que pertenece exclusivamente a la esfera privada y que, por
tanto, carece de importancia para el comportamiento público.
Si el hombre no acoge en su
interior la gracia de Dios, si no reza, si no recibe frecuentemente los
sacramentos, si no tiende a la santidad personal, pierde el sentido mismo de su
peregrinación terrena. Como recuerda vuestro beato fundador, la tierra es un
camino hacia el cielo, y la existencia de cada creyente, aun con sus cargas y límites,
debe convertirse en un verdadero templo en el que mora el Hijo de Dios
hecho hombre.
Comunión
fraterna y solidaria
5. Que la santísima Virgen María y su esposo san José sean vuestro
ejemplo y os protejan en este exigente itinerario espiritual y apostólico. A su
celestial intercesión os encomiendo a vosotros y vuestras familias. Les
encomiendo también todas vuestras actividades, para que estén constantemente
al servicio del Evangelio. Trabajad siempre en comunión fraterna y solidaria
con todos los demás miembros del pueblo cristiano y con las diversas
instituciones eclesiales.
Que el beato Josemaría siga velando desde el cielo sobre vosotros, para que seáis
en toda circunstancia discípulos fieles de Cristo. Con este fin, os aseguro un
recuerdo especial en la oración, al mismo tiempo que os bendigo con afecto a
vosotros, a vuestros familiares y a todos los miembros de vuestra prelatura.