ÁNGELUS
Alocución del Papa en la plaza de
San Pedro el domingo 26 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey
Su Santidad pidió a los laicos que estudien y apliquen las enseñanzas del concilio Vaticano II
Queridos fieles laicos:
1. Antes de concluir esta celebración
jubilar, he querido entregaros nuevamente, en la persona de algunos
representantes vuestros, los documentos del concilio Vaticano II. Mi
pensamiento vuelve en este momento a aquel histórico y providencial
acontecimiento eclesial. Hace treinta y cinco años, precisamente en estos días,
fueron aprobados algunos documentos, entre ellos el decreto Apostolicam
actuositatem sobre el apostolado de los laicos. El 7 de diciembre, junto con
otros textos, fue aprobada la constitución pastoral Gaudium et spes
sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo. Al día siguiente, la asamblea
conciliar promulgaba definitivamente el conjunto de sus documentos.
Queridos fieles laicos, apóstoles del
tercer milenio, como entonces, también hoy he querido simbólicamente volver a
confiaros especialmente a vosotros el vasto patrimonio conciliar, recordando que
precisamente a los laicos -gobernantes, hombres del pensamiento y de la ciencia,
artistas, mujeres, trabajadores, jóvenes, pobres, enfermos- el Concilio entregó
su mensaje conclusivo destinado a la humanidad entera.
En este cambio de época, la lección del
Vaticano II es más actual que nunca. En efecto, la situación de nuestro tiempo
exige que vuestro compromiso apostólico de laicos sea aún más intenso y más
extenso. Estudiad el Concilio, profundizadlo, asimilad su espíritu y sus
orientaciones: en él encontraréis luz y fuerza para testimoniar el
Evangelio en todos los campos de la existencia humana.
2. Saludo cordialmente a todos los
peregrinos de lengua francesa, que habéis venido para el Congreso del
apostolado de los laicos. A pocos días del aniversario de la conclusión del
Concilio, todos vosotros estáis invitados a releer sus documentos para
confirmar vuestra vocación, para comprometeros en el apostolado, como
propusieron los padres conciliares, para ser en el mundo testigos de la buena
nueva y para participar cada vez más activamente en la misión de la Iglesia.
El mundo necesita vuestro testimonio individual, matrimonial, familiar,
profesional y eclesial. A todos os imparto la bendición apostólica.
Durante este jubileo del laicado deseo poner una vez más en las manos y en el corazón de los laicos del mundo entero los documentos del concilio Vaticano II. El Concilio, centrado en Cristo y en su Iglesia y abierto a los desafíos de un mundo en transformación, fue un acontecimiento providencial en la preparación del pueblo de Dios para el tercer milenio cristiano. Invito a los fieles laicos a estudiar la enseñanza del Concilio, a amar y vivir su mensaje. De este modo, los laicos serán luz y esperanza para la Iglesia y para la sociedad.
Cristo, el Rey eterno, os guíe y
fortalezca siempre.
Dirijo un saludo cordial a las mujeres y a los hombres de lengua alemana.
Queridas hermanas y queridos hermanos, el concilio Vaticano II os alienta a
vosotros, laicos, a ser sal de la tierra y luz del mundo. Os expreso un deseo:
no dejéis de estudiar la enseñanza del Concilio y de traducirla en la vida.
Para vuestra misión como testigos del Evangelio, os imparto de buen grado la
bendición apostólica.
Doy mi bienvenida a los peregrinos de
lengua española que participáis en el jubileo del apostolado de los laicos.
Que esta peregrinación jubilar sea un estímulo para proseguir en el camino de
la esperanza, construyendo el futuro desde vuestra específica vocación
cristiana. Firmemente enraizados en Cristo y sostenidos por las enseñanzas
siempre actuales del concilio Vaticano II, testimoniad el Evangelio a los
hombres de nuestro tiempo.
Ojalá que la feliz coincidencia de la
fiesta de Cristo Rey con vuestro jubileo os recuerde a todos vosotros, queridos
peregrinos de lengua portuguesa, que vuestra vocación de hijos de Dios en medio
del mundo no sólo os exige buscar la santidad personal, sino también ir por
los caminos de la tierra, para convertirlos en atajos que, a través de los obstáculos,
lleven las almas al Señor. Para esto hemos sido llamados los cristianos; esta
es nuestra tarea apostólica y la preocupación que debe consumir nuestra alma:
conseguir que el reino de Cristo se haga realidad, que ya no haya odios ni
crueldades, y que extendamos sobre la tierra el bálsamo fuerte y pacífico del
amor.
Saludo cordialmente a los representantes de
los laicos de Polonia y de los demás países del mundo. Representáis a los
innumerables fieles que, cumpliendo a diario sus deberes familiares,
profesionales o sociales, al mismo tiempo colaboran activamente en la acción
apostólica de la Iglesia. Al celebrar hoy el jubileo del apostolado de los
laicos, damos gracias a Dios por su compromiso en diversos campos de la vida -en
gran parte accesibles sólo a ellos-, mediante el cual la Iglesia vive como
comunidad de los testigos de la fe, de la esperanza y del amor. Oro para que el
Espíritu Santo avive de nuevo en vuestro corazón el deseo de servir al
Evangelio, de modo que según vuestra vocación y el mandato recibido participéis
fructuosamente en el cumplimiento de la misión profética, sacerdotal y
pastoral de la Iglesia. Dios os bendiga.
3. Elevemos ahora nuestra oración a
María. Que ella nos ayude a realizar la renovación de mentalidad y acción, de
alegría y esperanza, que tenía como objetivo el concilio Vaticano II.