DISCURSO
Durante la inauguración del curso en la Universidad católica
del Sagrado Corazón, jueves 9 de noviembre
La
visita del Papa se realizó en el octogésimo aniversario de la fundación de la
Universidad
Se celebra este año el octogésimo aniversario de la fundación de la Universidad católica del Sagrado Corazón y del Instituto de estudios superiores "Giuseppe Toniolo", al que el p. Agostino Gemelli encomendó la tarea de hacerse su promotor y garante. Con ese motivo, Juan Pablo II inauguró la mañana del 9 de noviembre el curso en dicha universidad. Al llegar a la escalinata del auditorio de la facultad de medicina y cirugía de la universidad, lo acogieron el cardenal vicario para la diócesis de Roma, Camillo Ruini; el presidente del instituto Toniolo, Emilio Colombo; el rector magnífico, Sergio Zaninelli; y el rector de la sede, Antonio Cicchetti. En el aula magna, donde estaba el cuerpo académico y una representación de alumnos, dirigieron al Romano Pontífice palabras de saludo y agradecimiento el rector magnífico y el director del Instituto Toniolo. Seguidamente, el Vicario de Cristo pronunció el discurso que ofrecemos. A continuación, el rector magnífico declaró abierto el año académico de la facultad de medicina y cirugía.
En la ceremonia estuvieron presentes, entre otras personalidades, los cardenales
Roger Etchegaray, presidente del Comité para el gran jubileo, y Achille
Silvestrini, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales; los
arzobispos Leonardo Sandri, sustituto para los asuntos generales de la Secretaría
de Estado; Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la educación
católica, con el secretario de dicho organismo, mons. Giuseppe Pittau, s.j.;
los obispos Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia pontificia para la
vida; y José Luis Redrado Marchite, o.h., secretario del Consejo pontificio
para la pastoral de la salud; estaba también el ministro general de la orden de
Frailes Menores, padre Giacomo Bini.
Estuvieron
presentes numerosas autoridades civiles: el presidente del Senado de
Italia, Nicola Mancino; el ministro del Interior, Enzo Bianco; el ministro de la
Universidad y la investigación científica, Ortensio Zecchino; el senador Oscar
Luigi Scalfaro, ex presidente de la República.
En
recuerdo de esta visita, el Santo Padre Juan Pablo II recibió como regalo el
volumen "El hospital Gemelli hacia el tercer milenio", imágenes de
vida y testimonio de cuantos han trabajado en el mundo de la investigación y de
la medicina al servicio de los enfermos.
Rector magnífico; ilustres decanos; distinguidos profesores; señores médicos y auxiliares; amadísimos estudiantes:
1. Me alegra mucho poder encontrarme de nuevo con vosotros, correspondiendo
a la visita que me hicisteis el pasado 13 de abril en la basílica de San Pedro,
cuando la Universidad católica quiso celebrar su jubileo de manera solemne.
En
esta solemne ocasión, me encuentro con toda la realidad de la Universidad católica.
Por tanto, no sólo os saludo de corazón a vosotros aquí presentes, sino también
a quienes están en conexión con nosotros desde las sedes que el ateneo tiene
en Milán, Brescia y Piacenza. Dirijo un saludo especial al cardenal Camillo
Ruini, mi vicario general para la diócesis de Roma y presidente de la
Conferencia episcopal italiana, así como a las demás ilustres personalidades y
autoridades civiles y religiosas que nos honran con su presencia. Agradezco de
corazón al honorable Emilio Colombo, presidente del Instituto Toniolo, y al
profesor Sergio Zaninelli, rector magnífico de la Universidad, las nobles
palabras que me han dirigido.
Mostrar
la armonía de la fe y la razón
2. Vengo a alegrarme con vosotros por el octogésimo aniversario de la
Universidad católica del Sagrado Corazón y del Instituto "Giuseppe
Toniolo" de estudios superiores, al que el padre Gemelli, el ardiente
franciscano que está en vuestros orígenes, confió la fundación de esta
Universidad católica y la tarea de sostenerla y velar por ella en adelante. A
juzgar por la vitalidad que la Universidad ha demostrado durante estos ochenta años,
esa tarea se ha cumplido eficazmente. El hecho de dar al Instituto el nombre del
venerable Toniolo, que preparó los tiempos y el terreno de la Universidad con
una vida entregada totalmente a la causa de la "cultura cristiana",
fue una indicación programática puesta en el código genético de este ateneo.
Consagrado con santa audacia al Sagrado Corazón, vive desde entonces para
mostrar la íntima armonía de fe y razón y, al mismo tiempo, para formar
profesionales y científicos que sepan realizar una síntesis entre Evangelio y
cultura, esforzándose por hacer del compromiso cultural un camino de santidad.
3. Cultura y santidad.
Al pronunciar este binomio, no debemos temer establecer una relación indebida.
Al contrario, estas dos dimensiones, bien entendidas, se encuentran en la raíz,
se alían con naturalidad en el camino y coinciden en la meta final.
Se encuentran en la raíz.
¿No es Dios, el tres veces Santo (cf. Is 6, 3), la fuente de toda luz
para nuestra inteligencia? Si vamos hasta el fondo de las cosas, detrás de cada
conquista cultural se encuentra el misterio. En efecto, toda realidad creada
remite, más allá de sí misma, a Dios, que es su fuente última y su
fundamento. Además, el hombre, precisamente mientras investiga y aprende,
reconoce su condición de criatura, experimenta una admiración siempre nueva
ante los dones inagotables del Creador, y se proyecta con su inteligencia y su
voluntad hacia lo infinito y lo absoluto. Una cultura auténtica no puede por
menos de manifestar el signo de la saludable inquietud esculpida admirablemente
por san Agustín al inicio de sus Confesiones: "Nos has creado para
ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti" (Conf.,
I, 1).
Exigencia
de santidad
4. Por tanto, los compromisos cultural y espiritual, lejos de excluirse o
de estar en tensión entre sí, se sostienen recíprocamente. Ciertamente, la
inteligencia tiene sus leyes y sus itinerarios, pero puede beneficiarse mucho de
la santidad de la persona que investiga. En efecto, la santidad pone al
estudioso en una condición de mayor libertad interior, da mayor sentido a su
esfuerzo, y sostiene su trabajo con la contribución de las virtudes morales que
forjan hombres auténticos y maduros. ¡El hombre no se puede dividir! Si tiene
valor el antiguo dicho:
"Mens sana in corpore sano", con mayor razón se puede decir: "Mens sana in vita sancta". El amor a Dios, con la adhesión coherente a sus mandamientos, no mortifica, sino que exalta el vigor de la inteligencia, favoreciendo el camino hacia la verdad.
Cultura
y santidad es, por tanto, el binomio "vencedor" para la construcción
del humanismo pleno cuyo modelo supremo es Cristo, revelador de Dios y
revelador del hombre al hombre (cf. Gaudium et spes, 22). Las aulas de
una universidad católica deben ser un laboratorio cualificado de este
humanismo.
5. A este propósito, es providencial que mi encuentro con vosotros coincida con el décimo aniversario de la constitución apostólica Ex corde Ecclesiae, que firmé el 15 de agosto de 1990. Como es sabido, en ella describí las características imprescindibles de una universidad católica, definiéndola "lugar primario y privilegiado para un provechoso diálogo entre Evangelio y cultura" (n. 43).
Permitidme que os vuelva a entregar este documento, confiando en que realicéis una relectura atenta y comprometedora, para que vuestra Universidad, honrando plenamente la intuición de su fundador, encarne cada vez mejor este ideal. No os separa del estilo de las otras universidades, y mucho menos del diálogo constructivo con la sociedad civil; al contrario, os pide que estéis presentes en ella con una contribución específica, siendo fieles a las exigencias cristianas y eclesiales inscritas en vuestra identidad.
Sed
discípulos de la verdad hasta las últimas consecuencias, aun cuando debáis
soportar la incomprensión y el aislamiento. Las palabras de Jesús
son perentorias: "La verdad os hará libres" (Jn 8, 32).
Un
nuevo instituto
6. Precisamente desde esta perspectiva, creo que tiene gran significado
cuanto hoy habéis querido realizar con dos iniciativas que me complacen mucho.
Me refiero, ante todo, al nuevo Instituto científico internacional "Pablo
VI" de investigación sobre la fertilidad y la infertilidad humana, que
vuestra Universidad ha decidido constituir precisamente en este hospital policlínico,
como el rector magnífico acaba de anunciar. Este instituto desea reunir a
investigadores cualificados en el sector de esta delicada problemática, para
que encuentren soluciones cada vez más eficaces, en la línea de la ética
sexual y procreadora reafirmada constantemente por el Magisterio.
Con este mismo espíritu, aprecio vivamente el testimonio que la Universidad católica
ha querido dar hoy con el documento firmado por algunos de vuestros ilustres
profesores sobre el tema: "Desarrollo científico y respeto al
hombre", con una referencia específica al problema del uso de embriones
humanos en la investigación sobre las células estaminales. En temas como este,
no está en juego un aspecto secundario de la cultura, sino un conjunto de
valores, de investigaciones y de comportamientos, del que depende en gran medida
el futuro de la humanidad y de la civilización.
7. Amadísimos profesores y alumnos, proseguid por este apasionante camino
de una investigación cada vez más rigurosa desde el punto de vista científico,
pero, al mismo tiempo, atenta a las dimensiones de la ética, a las exigencias
de la fe y a la promoción del hombre.
En particular, deseo que este compromiso se traduzca también en un clima de
vida académica que sepa conjugar siempre el esfuerzo de la inteligencia con el
de una auténtica experiencia cristiana. La universidad no sólo está destinada
a desarrollar el conocimiento, sino también a formar a las personas. No hay que
subestimar jamás esta misión educativa. Por lo demás, para la misma transmisión
de la verdad será muy beneficioso un clima de relaciones humanas impregnado de
los valores de la sinceridad, la amistad, la gratuidad y el respeto recíproco.
Los
dirigentes del futuro
Estoy convencido de que, si los profesores anhelan ser verdaderos
8. Ahora
me dirijo a vosotros, amadísimos estudiantes, con especial afecto. El inicio
del año académico os brinda la ocasión para reflexionar en el sentido de
vuestro estudio, con el fin de consolidar su perspectiva cristiana en beneficio
de vuestro servicio futuro a la sociedad. Vosotros seréis los dirigentes del
futuro, los agentes culturales, sociales y sanitarios de los próximos decenios.
Aplicaos con amor al esfuerzo del estudio y de la investigación, sin limitaros
a soñar en el éxito profesional, por lo demás legítimo, sino buscando la
belleza del servicio que podréis prestar para la construcción de una sociedad
más justa y solidaria. En particular vosotros, futuros médicos, dotaos no sólo
de la más rigurosa competencia científica, sino también de un estilo humano
que sepa responder a las expectativas profundas del enfermo y de su familia; un
estilo que permita percibir al que sufre la dimensión misteriosa y redentora
del dolor. Aprended desde ahora a tratar a los enfermos como Cristo mismo.
También
yo experimenté ese trato aquí, en el Gemelli. Y no puedo menos de recordar al
doctor Crucitti, que en paz descanse, y a muchos otros profesores, así como a
sor Ausilia. "Requiescant in pace".
9. Amadísima
familia de la Universidad católica del Sagrado Corazón, han pasado ochenta años
desde que el sueño del padre Gemelli comenzó a hacerse realidad. Esta realidad
ha ido consolidándose gradualmente, de modo que hoy nos parece imponente no sólo
en sus dimensiones, sino también en la variedad y en la calidad de sus
servicios. La Italia católica puede sentirse orgullosa de vosotros. Pero sé
que todo el país os mira con respeto y aprecio. Es grande vuestra tradición y
también es grande la tarea que os espera. Hoy estáis afrontando los desafíos
de una fase histórica de cambios, en la que resultan necesarias adaptaciones e
innovaciones también en las estructuras universitarias. Realizadlas con valentía
e inteligencia, sin traicionar jamás el espíritu que os anima desde siempre.
Os encomiendo una vez más en este camino a la Virgen santísima, Sedes sapientiae, implorando su protección materna sobre vosotros, sobre vuestros seres queridos y sobre vuestro trabajo. Con estos sentimientos, os imparto de corazón a todos la bendición apostólica.