Discurso
del Santo Padre a varios grupos de peregrinos jubilares, sábado 18 de noviembre
El sábado 18 de noviembre, a las 11.30 de la mañana, el Santo Padre recibió en audiencia, en la basílica de San Pedro, a cerca de nueve mil peregrinos que acudieron a Roma con ocasión del gran jubileo. Predominaban las peregrinaciones de cuatro diócesis italianas, encabezadas por sus respectivos obispos: Piacenza-Bobbio, con mons. Luciano Monari, su pastor, acompañado por los cardenales Opilio Rossi y Luigi Poggi, originarios de Piacenza; Carpi, con mons. Elio Tinti; Civitavecchia-Tarquinia, con mons. Girolamo Grillo; y Sabina-Poggio Mirteto, con mons. Lino Fumagalli, acompañado por el cardenal Lucas Moreira Neves, o.p., titular de la diócesis sabina. Entre los demás grupos destacaban la comunidad de los franciscanos conventuales del sacro convento, de Asís, y numerosas peregrinaciones parroquiales de diferentes partes de Italia. Participó también un grupo de peregrinos de varias parroquias de Budapest. Al inicio del encuentro, dirigieron palabras de saludo y gratitud al Papa los cuatro obispos que encabezaban las peregrinaciones diocesanas. Su Santidad pronunció el discurso que publicamos.
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. El deseo de realizar un fructuoso camino jubilar os ha impulsado a cruzar la Puerta santa y a orar ante las tumbas de los Apóstoles. Durante este itinerario habéis querido manifestar al Papa vuestro afecto y vuestra cercanía espiritual. Os agradezco este gesto y os doy una cordial bienvenida. Provenís de diversas diócesis y realidades eclesiales: el hecho de encontraros juntos constituye para vosotros una gran ocasión de comunión eclesial.
El tiempo jubilar brinda a cada uno la oportunidad de confrontarse con las
exigentes palabras de Cristo y experimentar la misericordia de Dios,
sobreabundante en este Año jubilar. En efecto, es un tiempo de conversión y de
alegría, que fortalece a los creyentes en su itinerario de renovación
interior, para que se consolide cada vez más en su corazón y en sus
comunidades una mentalidad nueva, capaz de discernir los acontecimientos del
mundo a la luz del Evangelio.
Un
don y una misión
2. Saludo ahora, en particular, a los peregrinos de Piacenza-Bobbio, acompañados
por su obispo, y por los cardenales Opilio Rossi y Luigi Poggi, así como por
monseñor Bertagna. Agradezco a monseñor Luciano Monari las devotas palabras
que me ha dirigido en vuestro nombre. Amadísimos hermanos y hermanas, esta
etapa forma parte de un largo itinerario de preparación, durante el cual
vuestra Iglesia ha reflexionado sobre su responsabilidad misionera y su
capacidad de implicar a cuantos, aun declarándose cristianos, por desgracia no
participan activamente en la vida comunitaria. Con oportunas iniciativas, queréis
manifestar el interés fraterno que tenéis por ellos, invitándolos a compartir
concretamente con vosotros la gran aventura de la fe. Os felicito por vuestro
compromiso y os animo cordialmente a seguir profundizando la certeza humilde y
gozosa de vuestra identidad cristiana. No sólo es un don que os hace Dios, sino
también una misión que os confía. Si sabéis confiar en la fuerza del Espíritu
que obra en vosotros, jamás os dominará el desaliento y podréis realizar
plenamente lo que se os pide.
Tened siempre un estilo auténticamente evangélico, marcado por la caridad y la
amistad fraterna. Si entre el obispo y los sacerdotes, y en el seno del
presbiterio se fortalece el espíritu de comunión; y si, además, los
sacerdotes saben entablar con los laicos un diálogo provechoso y fomentar en
ellos una actitud constante de sincera y cordial colaboración, el camino
eclesial también será un ejemplo para la sociedad civil.
3. Os saludo ahora a vosotros, queridos fieles de Carpi, presentes aquí
junto con vuestro nuevo pastor, monseñor Elio Tinti, a quien agradezco
profundamente las amables palabras con las que ha interpretado los sentimientos
de todos. El jubileo recuerda a cada cristiano el deber de perseverar en su
vocación, para ser fermento y levadura que haga crecer toda la masa (cf.
Un individualismo exagerado, un bienestar económico cuyo fin es él mismo,
y la indiferencia religiosa que se insinúa a veces en el corazón de la gente,
os han de estimular a vivir con más coherencia lo que sois: hijos de
Dios, llamados a ser herederos del Reino. Que no disminuyan el entusiasmo y la
vitalidad que, aunque seáis una pequeña grey, os anima, y con confianza seguid
"anunciando el Evangelio para servir al hombre".
Vivir
las exigencias del compromiso bautismal
4. Os saludo ahora a vosotros, queridos peregrinos de Civitavecchia, que
aquí representáis la unidad de vuestra diócesis, congregada en torno a su
obispo, monseñor Girolamo Grillo, a quien doy las gracias por sus afectuosas
palabras de saludo. Amadísimos fieles, vivid el compromiso que implica
la nueva vida recibida en el bautismo. Sabéis que Cristo alimenta esta vida
nueva sobre todo con el don de su Cuerpo y de su Sangre en el banquete divino,
al que os llama para ser "un solo cuerpo" (
Con la Eucaristía os alimenta y fortalece, para que podáis cumplir siempre
generosamente la voluntad del Padre. Dejaos guiar por la gracia del Espíritu
Santo, fuente de comunión; caminad con alegría y disponibilidad por los
senderos de la conversión personal y de la renovación de vuestras comunidades.
5. Os dirijo ahora unas palabras cordiales a vosotros, amadísimos fieles
de Sabina-Poggio Mirteto, presentes aquí con vuestro pastor, monseñor Lino
Fumagalli, a quien agradezco los sentimientos que ha expresado también en
vuestro nombre. Saludo asimismo al señor cardenal Lucas Moreira Neves, titular
de la diócesis sabina; y a monseñor Marco Caliaro, obispo emérito. Queridos
hermanos, habéis elegido la peregrinación ad Petri sedem para subrayar
vuestro compromiso de adhesión constante al Evangelio. Las sólidas tradiciones
de una fe fuerte y bien arraigada en el corazón distinguen a vuestra comunidad.
Lo testimonian, de entre otros, los frecuentados santuarios marianos de
Ponticelli y Monterotondo, y vuestra misma catedral, consagrada a la Virgen de
la Alabanza. Os invito a encomendar a María todos vuestros proyectos
pastorales.
Os exhorto también a considerar las enseñanzas de vuestros padres en la fe
como una herencia que hay que conservar e incrementar, para que, guiados por la
aportación de una antigua sabiduría, sepáis dialogar con todas las fuerzas
sanas de vuestro territorio. Que la oración, especialmente la litúrgica,
sostenga vuestros esfuerzos para que se extienda cada vez más el reino de
Cristo.
Encuentro
personal con Cristo
6. Saludo también con afecto al grupo de la asociación "Comunidad
Domenico Tardini", guiado por el cardenal Achille Silvestrini y por monseñor
Claudio Celli. El espíritu sacerdotal de monseñor Domenico Tardini proyectó
"Villa Nazaret" para que florezcan los dones del intelecto y del corazón
que Dios dio a numerosos jóvenes, a fin de valorarlos como vocaciones de
"apóstol" al servicio de la Iglesia y en beneficio de los hermanos.
Las generaciones de jóvenes han crecido, y gracias al ejemplo y a la enseñanza
del gran cardenal, así como gracias a su experiencia de vida, nació la
Asociación con el objetivo de hacer que en sus miembros maduren un encuentro
personal con Cristo, el respeto a la dignidad de todo ser humano, el compromiso
en favor de la libertad y un servicio mediante la cultura.
Al cruzar hoy la Puerta santa, habéis escuchado y acogido la voz del Señor Jesús
que proclama la misericordia del Padre y os ayuda a cada uno a descubrir el
significado de gratuidad de sus talentos, para que os comprometáis a responder
a las expectativas de que el reino de Dios se realice entre los hombres.
Podréis hacerlo cultivando una conciencia eclesial en el ejercicio de la diaconía
de la cultura, que os haga participar en la misión confiada a la Iglesia,
desarrollando vuestros carismas de hombres y mujeres que sienten nacer del amor
de Cristo el deseo exigente de acompañar los caminos de crecimiento y maduración
de los jóvenes en la fe.
7. Saludo cordialmente a los miembros de la Orden de San Mauricio y San Lázaro,
que participan en esta audiencia, acompañados por monseñor Joseph Sardou,
arzobispo emérito de Mónaco. Les deseo una feliz peregrinación jubilar y les
imparto de todo corazón la bendición apostólica.
Dirijo ahora un saludo especial a los fieles húngaros, a los grupos de las
parroquias San Gerardo y Santa Teresa de Lisieux, de Budapest. Os imparto de
corazón a todos vosotros, y a vuestras familias, la bendición apostólica. ¡Alabado
sea Jesucristo!
Servir
a Cristo y a los hermanos
8. Por último, saludo en particular a los fieles provenientes de diversas
parroquias italianas; a los grupos de peregrinos de diferentes localidades; a la
comunidad de los Frailes Menores Conventuales del sacro convento de Asís; a los
participantes en el campeonato europeo automovilístico "Terminillo";
a los voluntarios del Cuerpo nacional de socorro alpino y espeleológico; al
club "Swarowski", de Palestrina y Merate.
Amadísimos hermanos y hermanas, que esta peregrinación a las tumbas de los Apóstoles
os confirme en la fe; os ayude a volver a vuestros hogares fortalecidos en
vuestra decisión de servir a Cristo y a vuestros hermanos; y os permita ser
misioneros más entusiastas del Verbo de la vida, que colma de esperanza el
corazón de todo hombre.
Que os sostenga la intercesión de la Madre del Señor y os acompañe la bendición
que, de todo corazón, os imparto a vosotros, a vuestras comunidades, a vuestras
familias y a vuestros seres queridos.