Discurso a diversos grupos de peregrinos con ocasión del jubileo, sábado 30 de septiembre
El
sábado 30 de septiembre Juan Pablo II concedió audiencia general a las diez de
la mañana en la plaza de San Pedro a numerosos peregrinos que acudieron a Roma
con ocasión del jubileo. Predominaban las peregrinaciones diocesanas de Italia,
encabezadas por sus respectivos pastores: archidiócesis de Perugia-Città della
Pieve, con el arzobispo Giuseppe Chiaretti (1.000 personas); diócesis de Sora-Aquino-Pontecorvo,
con el obispo Luca Brandolini, c.m., (5.000); diócesis de Nola, con el
arzobispo-obispo Beniamino Depalma, c.m., (6.500); diócesis de Nocera Inferiore-Sarno,
con el obispo Gioacchino Illiano (3.000); y diócesis de Acerra, con el obispo
Salvatore Giovanni Rinaldi (1.000); había también varias peregrinaciones
parroquiales y otros grupos de Australia, Estados Unidos y Brasil.
Al comienzo del encuentro, que se celebró en un
momento de intensa lluvia, saludó al Papa en nombre de todos los presentes
mons. Beniamino Depalma. Su Santidad pronunció el discurso que publicamos.
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Habéis venido a Roma para celebrar el Año santo y profundizar vuestra
adhesión al Evangelio, reafirmando vuestra cercanía espiritual al
Sucesor de Pedro. Os doy mi más cordial bienvenida.
Al provenir de varias diócesis, parroquias, asociaciones y grupos, manifestáis hoy la profunda sintonía de mente y de corazón que une al pueblo de Dios en torno al Redentor del hombre. Espero que, durante esta peregrinación a las santas memorias de la Iglesia de Roma, cada uno consolide su fe y haga una profunda experiencia de gracia y misericordia.
Amor a la Iglesia
2. Mi saludo afectuoso se dirige en primer lugar a los fieles de la
archidiócesis de Perugia-Città della Pieve, guiados por su pastor, monseñor
Giuseppe Chiaretti. Queridos hermanos, entre vosotros hay numerosas personas
comprometidas directamente en el trabajo pastoral parroquial. Al manifestaros mi
aprecio por vuestra generosa actividad en colaboración con los sacerdotes,
espero que la disponibilidad que mostrasteis durante el reciente Congreso eucarístico
diocesano, así como con ocasión de la visita pastoral y de las "misiones
populares", prosiga también en el futuro, para asegurar un servicio
siempre eficiente a vuestras respectivas comunidades.
En virtud de vuestra consagración bautismal, estáis llamados a ser corresponsables del anuncio del Evangelio, bajo la guía de vuestros pastores. Por tanto, os invito a llevar a cabo una constante formación espiritual e intelectual para que, a través de vosotros, el amor de la Iglesia, reflejo del amor de Dios, llegue más fácilmente a todo hombre y a toda mujer.
3. A vosotros, queridos peregrinos de la diócesis de Sora-Aquino-Pontecorvo,
encabezados por vuestro obispo, monseñor Luca Brandolini, va ahora mi saludo
cordial. Esta peregrinación concluye, en cierto modo, la visita pastoral que
vuestra Iglesia ha realizado como camino de preparación para el acontecimiento
del gran jubileo.
Unidos con espíritu de comunión eclesial, reafirmáis hoy vuestro compromiso de ensanchar los espacios del amor fraterno en todos los niveles, para evitar un individualismo que podría frenar el impulso evangelizador de toda la comunidad. Fieles a Cristo y al hombre, esforzaos por crecer, enraizándoos en la escucha de la palabra de Dios y en la oración personal y comunitaria. Así, en las fuentes mismas de la espiritualidad podréis encontrar energía y luz para caminar con vigor hacia una unión más madura con Cristo.
Testimonio de caridad
4. Saludo asimismo a los fieles de la diócesis de Nola que, junto
con monseñor Beniamino Depalma, su actual pastor, y con monseñor Umberto
Tramma, su obispo emérito, han venido para cruzar la Puerta santa.
Venís de lugares marcados por el testimonio de san Paulino, inspirado cantor de Cristo y gran santo de la caridad. Sé que estáis redescubriendo sus escritos, en los que dejó indicaciones espirituales y pastorales que siguen siendo de gran actualidad. Aprovechadlas para la renovación de vuestra vida personal y comunitaria.
Vuestra tierra, como otras de Campania, tiene que afrontar grandes desafíos sociales: desde la escasez de puestos de trabajo hasta el deterioro del medio ambiente. La comunidad cristiana está llamada a dar su contribución específica a la solución de esos problemas, procurando realizar un anuncio renovado del Evangelio, una viva experiencia de comunión y un testimonio concreto de caridad. Animo a los numerosos agentes a que sigan acompañando con generosidad a los más débiles y a los que más sufren. Sed una comunidad rica en participación y en acogida recíproca, y trabajad con concordia, para que resplandezcan en vosotros los dones de Dios.
5. Me dirijo ahora a vosotros, peregrinos de Nocera Inferiore, que
habéis venido con vuestro obispo, monseñor Gioacchino Illiano. Os saludo con
afecto. Ojalá que el jubileo que habéis venido a celebrar os confirme en el
propósito de proseguir con determinación por el camino de la nueva
evangelización, que habéis emprendido desde hace algunos años.
Comunión fraterna
Como ya tuve oportunidad de recordaros con ocasión de mi visita a vuestra diócesis
en 1990, realizad "un anuncio misionero que renueve profundamente la piedad
popular; una catequesis que responda de forma adecuada a los desafíos de la
cultura hoy dominante; una liturgia que no esté alejada de la vida; una
presencia pastoral que alcance a todos los sectores de la sociedad; y un
compromiso concreto y eficaz en favor de la promoción humana".
6. Deseo saludar también con afecto a los fieles de la diócesis de
Acerra, acompañados por monseñor Giovanni Rinaldi.
Queridos hermanos, os invito a perseverar en la oración, para que Cristo visite
profundamente vuestra Iglesia. Que con la ayuda de la gracia divina aumente
vuestra comunión fraterna, vuestra corresponsabilidad en la obra evangelizadora
y vuestro testimonio cristiano ante los problemas sociales de vuestro
territorio. Sed generosos poniendo los carismas que habéis recibido a disposición
de la comunidad cristiana, y pedid al "Dueño de la mies" que envíe
numerosas y generosas vocaciones sacerdotales y religiosas.
7. Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua inglesa, y a los
grupos parroquiales y asociaciones que están realizando su peregrinación
jubilar a Roma. En particular, saludo a los grupos de las archidiócesis de
Newark y Kansas City, y a los miembros de la peregrinación ítalo-australiana.
El mes de octubre, que comienza mañana, es tradicionalmente el mes del santo
rosario, una de las mejores y más eficaces plegarias cristianas, especialmente
cuando se reza en familia. Deseo recomendaros este medio para honrar a María e
implorar su intercesión. Que Dios os bendiga abundantemente a todos, y que su
paz esté con vosotros y con vuestros seres queridos.
8. A vosotros, queridos hermanos y hermanas de lengua portuguesa, y de modo
especial al grupo "Inmaculada Concepción" de Río de Janeiro, os
deseo que vuestra peregrinación a la tumba de san Pedro deje en el corazón de
cada uno signos eficaces de justicia y de caridad. A lo largo del itinerario
jubilar tenéis la oportunidad de recurrir al sacramento de la penitencia y la
reconciliación; de alimentaros en la mesa de la Eucaristía; y de visitar la
memoria de los Apóstoles. Que sean momentos de intensa comunión con Dios. Así,
volveréis a Brasil fortalecidos en la fe y decididos a hacer obras de bien y de
caridad en vuestro estado de vida y según el compromiso al que Dios os llama.
Cristo, centro de nuestra vida
9. Por último, mi saludo se dirige a los grupos de fieles provenientes de
diferentes parroquias italianas; a la sección catanesa de la Unión italiana de
ciegos; a los dirigentes y empleados de la empresa "Carsten's" de
Sant'Agata Irpina de Solofra; a los auxiliares del Palacio senatorial del
Capitolio; al Centro de solidaridad de Arezzo y a la sociedad hospitalaria de la
Anunciación de Tarento. Que Cristo, la Puerta santa que nos introduce en el
Padre, sea siempre el centro de vuestra vida, para que seáis testigos
convencidos y gozosos de su misericordia.
Con estos deseos, invoco sobre vosotros la intercesión de María, Madre de la
Iglesia, y os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.