Dom Columba Marmion

Nació en Dublín, el 1 de abril de 1858, de padre irlandés (William Marmion) y de madre francesa (Herminie Cordier). Tres de sus hermanas se consagraron a Dios en la congregación de Hermanas de la Misericordia.

Ingresó en el seminario diocesano de Dublín al cumplir 16 años y terminó brillantemente sus estudios de teología en el Colegio de «Propaganda Fide» en Roma. Se ordenó sacerdote el 16 de junio de 1881.

Soñaba con llegar a ser monje misionero en Australia, pero lo cautivó la atmósfera litúrgica de la nueva abadía de Maredsous en Bélgica (fundada en 1872), adonde fue para visitar a un compañero de estudios, antes de regresar a Irlanda, en 1881. Quiso entrar en este monasterio, pero su obispo le pidió que esperase, y lo nombró vicario en Dundrum y, luego, profesor en el seminario mayor de Clonliffe (1882-1886).

Desempeñando su ministerio como capellán de un convento de monjas Redentoristas y de una cárcel de mujeres, aprendió a dirigir almas, a confesar, a aconsejar y así mismo a ayudar a las mujeres moribundas. Igualmente, ayudó económicamente a su hermano Thomas, para realizar sus estudios de medicina, dado que, tras la muerte de su padre, la familia no tenía otros ingresos.

A mediados de noviembre de 1886, obtuvo el permiso de su obispo para hacerse monje, renunciando a una carrera eclesiástica prometedora. Lo recibió en Maredsous dom Plácido Wolter, primer abad de ese monasterio, todavía en construcción.

Su noviciado, entre monjes jóvenes -él tenía ya casi 30 años-,fue muy difícil; tuvo que cambiar de costumbres, cultura y lengua. Pero poco a poco se fue formando en la disciplina monástica, en la vida fraterna y en la oración comunitaria hasta su profesión solemne, que tuvo lugar el 10 de febrero de 1891. A partir de ese momento, ayudó al maestro de novicios, enseñó en el colegio y, sobre todo, empezó a predicar con éxito, cuando le era posible ir a colaborar con el clero de las parroquias cercanas.

Su primera gran misión la recibió cuando fue designado para formar parte del grupo de monjes que fundarían la abadía de Mont-César, en Lovaina. Aunque representaba un gran sufrimiento para él, se entregó por entero a la misión, en nombre de la obediencia. Muy pronto recibió el cargo de prior, al lado del abad de Kerchove, así como el de director espiritual y profesor de todos los jóvenes monjes que iban a Lovaina para estudiar filosofía o teología.

A partir de entonces se comprometió cada vez más en la predicación de retiros, tanto en Bélgica como en el Reino Unido, y se encargó de la dirección espiritual de gran número de personas, sobre todo en las comunidades de carmelitas. También en esa época fue confesor de mons: Joseph Mercier, futuro cardenal. Revelándo afinidades comunes, probablemente fundadas, en parte, en su conocimiento y estima de las obras de santo Tomás de Aquino, esta relación se convirtió, con el transcurso de los años, en una verdadera amistad, que persistió hasta la muerte.

Dom Columba Marmion fue elegido tercer abad de Maredsous el 28 de septiembre de 1909. De este modo se encontró al frente de una comunidad de más de cien monjes, con una escuela de humanidades, una escuela de artes y oficios, y una gran granja que dirigir. También contribuyó a aumentar la fama de la abadía, prosiguiendo las investigaciones y publicación de libros y revistas.

Su solicitud permanente por la comunidad no le impidió continuar el apostolado de la predicación de retiros ni dedicarse con regularidad a la dirección espiritual. No sorprende, pues, que se le pidiera ayudar a los monjes anglicanos de Caldey que deseaban convertirse al catolicismo y asegurar este paso tanto desde el punto de vista espiritual como canónico.

Para evitar las consecuencias de la guerra mundial de 1914-1918, decidió trasladar a sus monjes jóvenes a Irlanda para que pudieran continuar su formación con serenidad. Eso le proporcionó un exceso de trabajo, viajes peligrosos y grandes preocupaciones.

Durante ese período, sólo encontraba consuelo en su actividad de predicación y de dirección espiritual. Su secretario, dom Raymond Thibaut, reunió sus conferencias espirituales para publicarlas, y lo hizo bajo los títulos: «Cristo, vida del alma» (1917), «Cristo en sus misterios» (1919), y «Cristo, ideal del monje» (1922). En aquel entonces, ya tenía fama de gran abad (la reina Isabel de Bélgica iba a menudo a consultarle) y era considerado un punto de referencia espiritual y doctrinal.

Cuando murió, víctima de una epidemia de gripe, el 30 de enero de 1923, muchos de sus contemporáneos lo tenían por santo, como lo confirmó dom Thibaut en la biografía de dom Marmion que publicó en 1928. Además, sus libros fueron muy leídos y se tradujeron a más de trece idiomas. Para toda una generación de católicos, y más especialmente de sacerdotes, religiosos y religiosas, dom Columba Marmion ha sido un maestro de vida espiritual.