TRES TESTIMONIOS

1.

Un fruto de las jornadas

Testimonio de una carmelita del convento del Vaticano

María Virtudes de la Asunción
Carmelita del monasterio «Mater Ecclesiae» en el Vaticano

Dieciséis años. La inquietud y el vacío de la vida que llevaba me hacían sufrir, y no sabía cómo encontrar la verdadera alegría y seguridad; mejor, no tenía fuerzas ni valentía para romper con todo lo que me impedía abrirme al Amor del Señor.

Agosto 1989, Jornada mundial de la juventud en Santiago de Compostela. Me uní, por medio de unas circunstancias casi casuales, al grupo de voluntarios que durante todo el mes se prepararían para después prestar sus servicios en la Jornada; éramos los «M.A.S.».

Días de la Jornada, 19 y 20 de agosto, en el Monte del Gozo. En la espera del Santo Padre, mientras todos los jóvenes que me rodeaban estaban llenos de alegre euforia, yo me sentía cada vez más sola y con un gran deseo de recibir luz y ánimo.

Rezaba, sin saber rezar. Cuando el Santo Padre llegó al Monte del Gozo, ya entre nosotros, sentí una seguridad interior: él nos indicará a mí y a todos los jóvenes la dirección justa, y sabremos a dónde ir.

El lema de la Jornada era: «Jesucristo, camino, verdad y vida». Mientras el Santo Padre hablaba, me sentí movida a arrodillarme y recibir en el corazón cada palabra suya. «¡No tengáis miedo a ser santos!»: esto fue lo que me llegó al fondo; fue para mí como una gracia de resurrección, que todavía actúa en mi alma y en mi vida toda de carmelita. Me alcé cambiada y decidida, y segura de seguir a Jesús.

Un año después, entré en el Carmelo de Santiago de Compostela, y en mi celda tenía bien a la vista un pequeño cartel con la frase del Santo Padre, que se me había grabado en el corazón.

Al año siguiente, una chica sevillana, que yo había conocido en la Jornada de la juventud, después de decir su a la Virgen en la Jornada de Czestochowa, con la ayuda de la presencia de nuestro querido Santo Padre, entró en el mismo Carmelo. Y al cabo de poco tiempo otra vocación, fruto de las Jornadas mundiales de la juventud, se unía a nosotras en el seguimiento de Jesús.

En mi vida de carmelita he rezado y ofrecido siempre tanto por el Santo Padre; me he sentido siempre tan unida a él, y su palabra y ejemplo seguían siendo estímulo para mi vida, todo con un inmenso agradecimiento, pero hace ya casi un año he sido llamada a Roma, al Vaticano, para vivir mi vida contemplativa en el monasterio «Mater Ecclesiae», donde mi misión es justamente esta: «ser una plegaria constante que ora en el silencio y en la soledad, apoyando al Santo Padre en su solicitud cotidiana por toda la Iglesia».

¡Bendito sea Dios, que nos ha dado el gran don de este Papa, el Papa de los jóvenes!

 

2.

Oro por los jóvenes desde la cárcel

SANDRO
Recluso de la cárcel romana «Regina Coeli»

Me llamo Sandro y soy uno de tantos jóvenes que el 9 de julio pasado participaron en la santa misa celebrada por el Papa Juan Pablo II en la rotonda de la cárcel romana «Regina Coeli».

Ya desde hace mucho tiempo oí hablar de la próxima Jornada mundial de la juventud, que se va a celebrar precisamente en Roma.

He leído numerosos artículos referentes a esta Jornada mundial, pero sólo puedo participar espiritualmente en el acontecimiento.

Siento nostalgia de estas Jornadas, porque también yo participé en 1991 en la que se celebró en Czestochowa (Polonia).

Ahora tengo aún más la impresión de estar encadenado y sufro inmensamente por hallarme «dentro».

Me gustaría estar «fuera» y unirme al coro de voces de tantos jóvenes que vienen de todas las partes del mundo para orar con el Papa y recibir de él un mensaje de paz, de esperanza y de fe cristiana.

Sin embargo me considero afortunado con respecto a muchos otros porque, después de haber celebrado el jubileo en la cárcel, ahora puedo revivir la Jornada mundial que se celebra muy cerca de «Regina Coeli». Llevaré en el corazón tanto la plaza de San Pedro, como San Juan de Letrán y Tor Vergata, lugares del gran Encuentro mundial.

Rezaré por estos jóvenes como yo y al mismo tiempo les pido que se acuerden de mí, para que triunfe en el mundo la justicia, el amor y el perdón.

 

3.

No olvidaré nunca la Jornada de la juventud de Buenos Aires

Testimonio de un futbolista del equipo italiano «Roma» y de la selección nacional argentina

Abel BALBO

Guardo un recuerdo imborrable de la Jornada mundial de la juventud que se realizó, el año 1987, en Buenos Aires, en «mi» Argentina.

Con mi mamá y con mí novia Lucila -que hoy es mi esposa y con la que cumplo la misión de educar cristianamente a los dos hijos que el Señor nos ha concedido- me levanté en plena noche para poder llegar al lugar del encuentro con el Papa y verlo desde lo más cerca posible.

No olvidaré nunca esa Jornada.

Para mí, personalmente, pero creo que lo puedo decir de toda la Argentina y de toda América Latina, Juan Pablo II es un testigo de esperanza concreta.

Luego, con mi familia, vine a Italia, a Roma.

A los jóvenes que, procedentes de todo el mundo, se han reunido en Roma para la Jornada mundial de la juventud quiero decirles que son «privilegiados».

En Roma se palpa la fe de los mártires. Aquí se encuentra y se respira la universalidad de la Iglesia católica.

Y, en este contexto espiritual e histórico impregnado de cristianismo, cada joven podrá encontrar la fuerza para cumplir el proyecto que el Señor tiene para él.

Eso es lo que cuenta y es lo único que a mí me interesa.

Quiero realizar en mi familia, con mi esposa y mis hijos, el proyecto que Dios tiene sobre mí.

Soy un futbolista, pero el deporte viene después. No es un valor fundamental.

El «partido» que cuenta realmente es el «partido de la vida», el que se juega en el equipo de Dios.

Lo digo como católico que reconoce a la Iglesia como su Madre.

Lo digo como católico que cree que la Eucaristía y la reconciliación son dos sacramentos decisivos, que nos ayudan a ganar nuestro «partido de la vida».