Crear una cultura de la paz

Mensaje de los obispos de Colombia con ocasión de la Pascua de resurrección

Cuando ha llegado la Pascua del Año santo no hay mejor saludo para el pueblo colombiano que la palabra del Señor resucitado «la paz esté con vosotros». En ambiente de alegría y esperanza, sentimos la necesidad de compartir con todos nuestros compatriotas y, desde luego, principalmente con nuestros hermanos en la fe, algunas reflexiones que iluminen la vida nacional. En el año del jubileo, cuando nuestra atención está fija en el Resucitado, Señor de la historia, invitamos a todos los miembros de nuestras comunidades a que encontremos la paz que solo él nos puede dar (cf. Jn 14, 27). No sólo nos indica el camino, sino que nos da la fuerza para alcanzar la meta: con la fuerza del Espíritu Santo, caminamos desde nuestra conversión personal y comunitaria hasta la cultura de la paz.

El punto de partida de nuestras reflexiones son las palabras del Santo Padre, quien nuevamente se ha referido a la paz del país. A partir de su enseñanza y la ya rica experiencia de la doctrina de la Iglesia católica, presentamos la propuesta de paz que surge del Evangelio de Jesucristo. Avanzar hacia la paz es caminar hacia el Señor Jesucristo.

El Santo Padre y la paz de Colombia

Con ocasión de la beatificación del padre Mariano de Jesús Euse Hoyos, el Santo Padre Juan Pablo II habló muy claramente sobre la paz en Colombia. Destaquemos sus palabras en las intervenciones del 9 y 10 de abril.

En la homilía de la santa misa de la ceremonia de beatificación dijo: «Que su luminoso testimonio de caridad, comprensión, servicio, solidaridad y perdón sean ejemplo en Colombia y también una valiosa ayuda para seguir trabajando por la paz y la reconciliación total en ese amado país. Si el 9 de abril de hace cincuenta y dos años marcó el inicio de violencias y conflictos, que por desgracia duran aún, que este día del año del gran jubileo señale el comienzo de una etapa en la que todos los colombianos construyan juntos la nueva Colombia, fundamentada en la paz, la justicia social, el respeto de todos los derechos humanos y el amor fraterno entre los hijos de una misma patria».

En el Ángelus después de la beatificación afirmó: «Que por la intercesión del padre Marianito los colombianos vean respetado su derecho a la paz, base para el desarrollo de los demás derechos. ¡Que Dios bendiga a Colombia con la paz!».

En su audiencia del lunes 10 de abril el Santo Padre recordó la figura del sacerdote «profundamente dedicado a su misión», quien «fue siempre guiado por una fe sólida, arraigada en la vida y comprometida en favor de los demás. (...) Su fama perdura entre vosotros y es un ejemplo a imitar especialmente en este momento crucial de la historia de vuestra querida patria. Quisiera que la figura radiante del beato Mariano Euse apareciera a los ojos de la sociedad colombiana como un don de paz en el marco de este Año jubilar. Colombia alcanzará la paz si respeta siempre y en todas partes el sagrado e inviolable derecho a la vida. La paz, don de Dios, es también tarea del hombre. Por eso, todos los colombianos, sin excepción alguna, han de colaborar en construirla, rechazando toda forma de violencia, luchando contra la pobreza, el hambre, el desempleo, los conflictos armados, los secuestros de personas, el narcotráfico y la degradación de la naturaleza. Que el ejemplo del padre Marianito os ayude a ser cada vez más conscientes de que la paz y el desarrollo integral y solidario deben marchar permanentemente unidos».

Esperanza en medio de la confusión

En los últimos meses hemos vivido momentos especialmente difíciles en relación con la paz. Parece como si la realidad de la muerte se hubiera adueñado de toda nuestra patria. Las masacres, los asesinatos, la violencia han aumentado. Los secuestros no cesan, se han incrementado en lo que va corrido de este año con modalidades especialmente graves, como el reciente secuestro de un niño en Cali; por otra parte, lo que es todavía más grave, se buscan nuevas razones para presentar el secuestro como una exigencia normal de la guerra. Hay situaciones que ya llevan tanto tiempo que pueden dar la impresión que las hubiéramos olvidado o nos hubiéramos acostumbrado a ellas; pensamos sobre todo en las personas de los soldados y policías que siguen en poder de la subversión. El fenómeno del desplazamiento sigue sin encontrar solución adecuada. Los hermanos indígenas están viviendo momentos difíciles y necesitan apoyo. El comercio de armas ha permitido que en este año hayan llegado al país medios de combate abundantes. Algunos pueden preguntarse cómo puede lograrse la paz si no hay coherencia entre los incipientes diálogos y las numerosas manifestaciones de crueldad y violencia de las cuales somos testigos.

Sin embargo, es necesario reconocer que hay luces de esperanza que brillan ahora para los colombianos. Queremos interpretar con un sentido positivo la invitación para que la Conferencia episcopal tenga una presencia muy definida en el proceso de negociaciones entre el Gobierno y las FARC. Además, hemos escogido a quienes, en nombre del Episcopado, acompañarán la marcha que ahora se inicia hacia la convención nacional que prepara el ELN. El país ha recibido bien el anuncio de que el tema del cese el fuego estará en la mesa de negociaciones entre el Gobierno y las FARC. Estamos en la mejor disposición de estudiar cuáles son los aportes nuestros que mejor pueden contribuir a un avance en estos procesos, respetando los derechos de todos, de manera que sean siempre caminos de paz los que nos permitan seguir. avanzando.

Es luz de esperanza la movilización que se ha logrado con las «cartas por la paz», que ya han llegado muy numerosas a los diversos puntos de recolección. Es importante que quienes hayan sido víctimas del conflicto tengan la oportunidad de expresar su pensamiento y pedir, a quienes pueden hacerlo, algunas acciones de paz, coherentes con las necesidades del país.

Es luz de esperanza el vía crucis por la paz que se cumplió en los departamentos del Tolima, Huila, Cauca y Caquetá, con el lema: «Reconciliémonos, para que en Colombia crezca el árbol de la vida». Como en los años anteriores, el vía crucis ha servido para testimoniar el valor redentor de la cruz de Cristo aun en medio de las situaciones más conflictivas que se viven en nuestras regiones.

Subrayemos, sin embargo, que la mejor palabra de esperanza en este momento viene del mismo Santo Padre en los textos que hemos citado. Cuando lo hemos escuchado, recordamos una verdad fundamental: «La paz es posible» (Mensaje para la Jornada de la paz de 1973).

Unas tareas muy concretas

Lo dijo el Santo Padre: esta paz, don de Dios, es también tarea de todos. Si el beato Mariano es presentado como «un don de paz» para el país, no se trata solamente de una frase hermosa, es un quehacer muy concreto, que bien podemos deducir de estas palabras del Papa y también de toda la enseñanza social de la Iglesia.

Ante todo es necesario reconocer, en una perspectiva de Evangelio, que el gran obstáculo para la paz se llama «pecado». Como afirmó la exhortación «Iglesia en América», hay unos pecados sociales que claman al cielo «porque generan violencia, rompen la paz y la armonía de las comunidades de una misma nación y entre las diversas partes del continente. Entre esos pecados se deben recordar el comercio de drogas, el lavado de las ganancias ilícitas, la corrupción en cualquier ambiente, el terror de la violencia, el armamentismo, la discriminación racial, las desigualdades sociales, la irrazonable destrucción de la naturaleza. Estos pecados manifiestan una profunda crisis debido a la pérdida del sentido de Dios y a la ausencia de principios morales que deben regir la vida de todo hombre» (Ecclesia in America, 56).

Si no volvemos a Jesucristo ¿cómo superamos el pecado?, ¿cómo logramos la paz? El tiempo de la Pascua es la ocasión propicia para hacer el anuncio claro de Jesucristo único Señor, Redentor, Salvador. La Semana santa fue la oportunidad para recibir el perdón que sanó nuestras heridas internas, nos purificó de nuestros recuerdos y nos hizo capaces de perdonar también a nuestros hermanos. En este tiempo de gracia Colombia debe experimentar la reconciliación que viene de la cruz de Cristo.

El derecho a la paz está en la base de todos los demás derechos. El desarrollo integral y solidario, el respeto al sagrado e inviolable derecho a la vida, son las tareas concretas que hemos de emprender, al mismo tiempo que, en un clima de cese de operaciones bélicas, se van realizando los comienzos de acercamiento, diálogo y negociaciones con los diversos grupos armados.

Por otra parte, con los planteamientos que nos hace el Santo Padre, es claro que la construcción de la paz no es igual a la negociación de los conflictos existentes. Una «cultura de paz» es el resultado de una plenitud personal y un clima general de renovación y reconciliación, de justicia social y cultura de la solidaridad, de espíritu de trabajo y servicio a los más necesitados.

En este contexto situamos la invitación que se hace al país para participar en el referendo orientado a promover una reforma política profunda. Por primera vez vamos a utilizar este instrumento, consagrado en el artículo 378 de la Constitución.

Es necesario que todos estemos bien informados del contenido de las propuestas, para que podamos votar con libertad y responsabilidad. El referendo es una forma de colaboración para edificar la «cultura de paz» en Colombia.

Queda un interrogante importante para este querido pueblo colombiano, que ha celebrado la Semana mayor: ¿hay otro camino para la paz integral y plena, diferente a un camino de búsqueda de la plenitud cristiana, es decir, el camino de la santidad? El santo párroco Mariano Euse es «don de paz» para Colombia.

En vísperas del mes de mayo, colocamos en manos de Nuestra Señora, reina de la paz, nuestros anhelos y propósitos de paz. Al beato Mariano Euse encomendamos nuestros trabajos por una paz integral para los colombianos.

Santafé de Bogotá, D.C., 28 de abril de 2000

Los obispos de Colombia