El jubileo de la Iglesia católica maronita

La Iglesia maronita, denominada así por san Marón, eremita que vivió en Siria entre los siglos IV y V, celebró en la basílica de Santa María la Mayor una divina liturgia en rito siro-antioqueno maronita, que es el más antiguo de la Iglesia. En efecto, esta liturgia es la que utilizaron los primeros cristianos de oriente, antes de que se diversificase en las diferentes tradiciones: alejandrina, armenia, caldea y constantinopolitana. Las lenguas que se utilizan en ella son el arameo-siriaco y el árabe. El arameo fue la lengua de Jesús, de la Virgen y de los Apóstoles.

Esta liturgia, que nació en las comunidades monásticas que florecieron de la experiencia espiritual del eremita san Marón y se conservó gracias a ellos, tiene una sugestiva dimensión penitencial y escatológica, pero al mismo tiempo comunitaria y popular. Las persecuciones religiosas obligaron a la mayoría a refugiarse en el Líbano, donde todavía hoy tiene su sede el patriarcado. A lo largo de los siglos ha florecido extraordinariamente la vida monástica, tanto masculina como femenina. En ella han hallado fortaleza y firmeza los mártires libaneses, comenzando por los 350 discípulos de san Marón asesinados en el año 517.

El 9 de febrero, a las cinco de la tarde, la Iglesia maronita se congregó en la basílica de Santa María la Mayor para celebrar el jubileo. Con este acto se inauguró solemnemente el ciclo de celebraciones en rito oriental que tendrán lugar a lo largo de todo el Año santo. La presidió S.B. Nasrallah Pierre Sfeir, cardenal patriarca de Antioquía de los maronitas, primera sede apostólica de san Pedro; concelebraron mons. Emilio Eid, obispo titular de Sarepta de los maronitas, procurador en Roma del patriarcado, y el obispo de Jounieh de los maronitas, mons. Chucrallah Harb. En primera fila se hallaban los cardenales: Roger Etchegaray, presidente del Comité para el gran jubileo del año 2000; Achille Silvestrini, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales; Carlo Furno, arcipreste de la basílica; el patriarca emérito de Cilicia de los armenios, S.B. Jean Pierre XVIII Kasparian; los arzobispos Giovanni Battista Re, sustituto de la Secretaría de Estado; Crescenzio Sepe, secretario general del Comité para el gran jubileo; mons. Francesco Pio Tamburrino, o.s.b., secretario de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, y otros arzobispos y obispos.

Tomaron parte también la mayoría de los obispos de las diócesis maronitas y muchísimos sacerdotes procedentes del Líbano, de otras partes de Oriente y de diversas naciones de Europa, América, África y Australia. Diversas personalidades vinieron del Líbano y de otros países de la diáspora, entre ellas el ex presidente libanés Amin Gemayel. Participaron asimismo en la liturgia los embajadores del Líbano ante la Santa Sede y ante Italia, así como el cabildo de la basílica liberiana, encabezado por mons. Domenico Caloyera, arzobispo emérito de Esmirna, y una gran asamblea de religiosos, religiosas y fieles.

Al comienzo de la celebración, el cardenal Furno dirigió a los presentes unas palabras de bienvenida y agradecimiento, en las que aludió a los sufrimientos y sacrificios que la comunidad maronita ha afrontado, así como a su gran devoción mariana.

El cardenal Sfeir recordó en la homilía la intensa vida de oración y penitencia de san Marón, las raíces históricas y los profundos vínculos de la Iglesia maronita con la sede de Pedro y su constante fidelidad a sus Sucesores, y evocó la cercanía de Juan Pablo II al pueblo libanés durante los años del conflicto, la convocación del Sínodo, la exhortación apostólica postsinodal, etc.

Al final de la divina liturgia, antes de la bendición solemne, impartida por el patriarca Sfeir con una reliquia de san Marón, el cardenal Silvestrini pronunció unas palabras.

La jornada se concluyó con la ceremonia de inauguración del Colegio pontificio maronita; en la vía de Porta Pinciana, cuya historia se remonta al año 1584, cuando el Papa Gregorio XIII quiso que existiera en Roma un lugar para la formación del clero maronita, en plena comunión con la Iglesia de Roma. Desde entonces, se han sucedido repetidamente las clausuras y las reaperturas del Colegio. El acto comenzó con unas palabras de mons. Eid, que recordó que san Marón es «el único que ha dado su nombre a la Iglesia sin separarla de la plena comunión con la Santa Sede». Seguidamente el patriarca Sfeir bendijo el edificio y dio las gracias por la colaboración de la Congregación para las Iglesias orientales, a través del cardenal Silvestrini, para lograr la reapertura del Colegio.