Mensaje de los obispos italianos con motivo de la XXI Jornada por la vida

El domingo 6 de febrero se celebró en Italia la XXII Jornada en favor de la vida. A este tema dedicó el Santo Padre Juan Pablo II la alocución a la hora del Ángelus, que publicamos en la página primera. Después del rezo de la plegaria mariana, el Papa saludó al grupo romano del Movimiento en favor de la vida, que había acudido a la plaza con ocasión de la Jornada, encabezado por el arzobispo mons. Cesare Nosiglia, vicegerente de Roma, en representación del cardenal vicario Camino Ruin¡, que estaba recuperándose de la operación de corazón a que había sido sometido días antes.

Los obispos italianos, en su tradicional mensaje con ocasión de esta Jornada, que tenía por tema: «Se nos ha dado un hijo», eco del oráculo del profeta Isaías que resuena en la liturgia de Navidad, atraen la atención especialmente sobre la triste situación de la familia en Italia, uno de los países de Europa y del mundo con mayor descenso de nacimientos. El mensaje se expresa con una claridad encomiable y rara. He aquí algunos párrafos:

«El obscurecimiento del valor de ser padres es decadencia de la civilización del amor: la disminución del amor que engendra la vida disuelve también el amor que construye la democracia y la paz.

»No podemos ignorar las dificultades objetivas del marco socioeconómico, cultural y legislativo, que impiden o retrasan la formación de las familias y hacen problemática la procreación.

»Las instituciones públicas tienen la obligación de dar prioridad a las intervenciones encaminadas a eliminar esas dificultades.

»Un pueblo civil como el italiano no puede resignarse al triste primado de una natalidad tan baja, conquistado impidiendo o suprimiendo nuevas vidas; por otra parte, tampoco puede ni debe aceptar que se produzcan los hijos mediante la técnica, como si fuesen bienes de consumo, o que se elimine a los ancianos enfermos, aunque sea dulcemente, como si fuesen productos ya caducados.

»Hay que reavivar especialmente la mentalidad y la cultura del amor de los esposos, los cuales, haciéndose mutuamente don de la vida de los hijos, logran que su amor sea más verdadero, más sagrado, más fuerte, es decir, más humano».