PALABRAS DEL CARDENAL MARTÍNEZ SOMALO EN LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA LA MAYOR

La Eucaristía, centro de vuestra vida

Uno de los momentos más intensos de la preparación espiritual de los religiosos para el jubileo de la vida consagrada fue la adoración eucarística, por grupos lingüísticos, en la basílica de Santa María la Mayor, el martes 1 de febrero, desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde.

Al final de la jornada, el cardenal Eduardo Martínez Somalo, prefecto de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, dirigió a los religiosos y religiosas presentes una meditación, de la que ofrecemos a continuación algunos párrafos:

Como los Apóstoles, también vosotros habéis querido convertiros en cenáculo, junto a María, para demostrar una vez más que la fuente principal de cualquier espiritualidad sólida es la Eucaristía, corazón de la vida consagrada, fuente de la espiritualidad de la persona y garantía de caridad, de amor y de unidad...

La Eucaristía es inmolación. Tú, consagrado, eres parte de esta gran Eucaristía, que se llama altar de Cristo. Desde la totalidad de su ofrenda se puede entender la identidad del consagrado. Eres altar, eres cáliz, eres sangre de Cristo, eres ofrenda, eres amor, eres holocausto. La persona consagrada sólo podrá experimentar al Dios Amor cuando abraza la cruz de Cristo...

La Trinidad es el primer círculo de amor. Nunca podremos tener auténtica caridad, nunca podremos hacer una entrega total, si no demostramos ese amor y esa entrega al Señor alimentándolo en la oración. De esta oración prioritaria elevada a Dios depende la eficacia de cualquier acción apostólica que realicéis...

Debéis tender siempre a esa cima de amor; debéis tender siempre a ese Cristo que se entrega por vosotros...

Por la mañana de ese mismo día, monseñor Piergiorgio Silvano Nesti, c.p., secretario de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, había presidido la ceremonia de exposición del Santísimo Sacramento, al final de la cual dirigió a los religiosos y religiosas presentes una breve meditación, de la que extractamos algunos párrafos:

Comenzamos la jornada por Jesús con nosotros, por Jesús en la Eucaristía. La vida consagrada es este aspecto escondido de la Eucaristía que se ofrece, pero que construye de forma oculta la verdadera civilización del amor...

Hoy nos encontramos aquí reunidos para testimoniar que sólo con Jesús Eucaristía se construye un mundo de verdadera paz y fraternidad. Debemos decir a la gente: acercaos al Tabernáculo. Entrad en las iglesias cuando paséis delante de ellas...

Nosotros, los religiosos del mundo, nos hallamos aquí para exhortar a los hombres a orar ante la Eucaristía, a aprender lo que significa amar, lo que significa entregarse...


 

La vida consagrada en la Iglesia, testimonio de Cristo ayer, hoy y siempre

El día 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, tuvo lugar el jubileo de la vida consagrada. El tema fue: «La vída consagrada en la Iglesia, testimonio de Cristo ayer, hoy y siempre». En Roma, las miembros de las órdenes e institutos religiosos y las sociedades de vida apostólica se prepararon para el jubileo con un triduo, que comenzó el domingo 30 de enero con el rezo de las segundas Vísperas, para agradecer al Señor el don de la vocación.

El día 31 fue la jornada dedicada a la comunión: se celebró una liturgia penitencial de renovación personal y comunitaria; en la sala Pablo VI, a las cuatro de la tarde, la Congregación para los institutos de vída consagrada y las sociedades de vída apostólica, en colaboración con la Unión de superiores generales, la unión internacional de superioras generales y la Conferencia mundial de los institutos seculares, promovió un gran momento de oración y testimonio, con el título: «Vía crucis, vía lucis». Al final del acto el cardenal Eduardo Martínez Somalo, prefecto del dicasterio, pronunció unas palabras.

El martes 1 de febrero, jornada centrada en el tema de la misión y el testimonio, fue el día eucarístico: estuco dedicado todo él a la adoración del Santísimo Sacramento, como agradecimiento por el gran don que el Padre hizo a la Iglesia y al mundo con la encarnación del Verbo. El hijo de Dios, «encarnado en el seno de María hace veinte siglos, continúa ofreciéndose a la humanidad como fuente de vída divina» (Tertio millennio adveniente, 55), es el modelo de la consagración, signo de la comunión y de la fraternidad, fuente del servicio y de la misión. En la basílica de Santa María la Mayor mons. Piergiorgio Silvano Nesti, c:p:, secretario de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, expuso el Santísimo a las 9 de la mañana y se organizó la adoración por grupos lingüísticos durante todo el día. Comenzó el grupo italiano; que centró su oración en el tema: «Eucaristía y vida consagrada»; a las 10.30 le siguió el grupo francés, al que tocó el tema «Comunión y vida consagrada»; el grupo inglés inició, la adoración a las 12.00, con el tema «Misión y vida consagrada»; a las 13.30 correspondió al grupo español, que se centró en el tema: «Santísima Trinidad y vida consagrada». Durante las últimas tres horas hicieron adoración los jóvenes consagrados «Vidimus Dominum», con el tema «Llamados, consagrados y enviados». Presidió la conclusión el cardenal Eduardo Martínez Somalo, que habló a las personas consagradas, exhortándolas a ser altar, cáliz, sangre de Cristo, ofrenda, amor y holocausto.

El día 2 de febrero cerca de cuarenta mil consagrados asistieron a la misa celebrada por el Santo Padre a las diez de la mañana en la plaza de San Pedro. Junto al altar se hallaban los cardenales Andrzej María Deskur y Luigi Poggi, así como varios arzobispos y obispos. La celebración comenzó con el sugestivo rito de la liturgia de la luz: miles de velas se encendieron como símbolo de la fe en Cristo, que ilumina la vida del hombre. El Santo Padre bendijo las candelas y se inició la procesión hasta el altar; la encabezaban representantes de treinta órdenes y congregaciones, masculinas y femeninas, institutos seculares, y otras personas consagradas.

Concelebraron con el Santo Padre el cardenal Eduardo Martínez Somalo; mons. Piergiorgio Silvano Nesti, c.p.; el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité para el gran jubileo del año 2000, con el secretario de dicho organismo, mons. Crescenzio Sepe; los dos subsecretarios de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica: p. Jesús Torres Llorente, c.m.f., y mons. Juan José Dorronsoro Allo; los tres jefes de sección: p. Diego Di Odoardo, c.p.; p. Patrick Mallia, o.s.a.; y p. Eusebio Hernández, o. a. r.; junto con el p. Arturo Reynoso, m.sp.s., oficial del dicasterio, once superiores generales y un representante de la Conferencia mundial de institutos seculares.

La liturgia de la Palabra fue el segundo momento de la celebración: las dos primeras lecturas se hicieron en español e inglés, mientras que el salmo responsorial (salmo 23) lo cantó una religiosa en italiano; el evangelio, tomado del capítulo segundo de san Lucas, versículos 22-40, lo cantó en italiano el franciscano conventual p. Paolo Contini. Juan Pablo II pronunció la homilía que publicamos. Sucesivamente los religiosos presentes alabaron al Señor, le dieron gracias por el don de la vida consagrada y renovaron el compromiso de seguir fielmente a Cristo y permanecer obedientes a la Iglesia. Durante el ofertorio, cinco religiosas, un religioso y un representante de los institutos seculares presentaron a Su Santidad las ofrendas para el sacrificio y un cheque con el dinero recaudado en las comunidades de todo el mundo para los pobres. En el momento de la comunión, un grupo de sacerdotes distribuyó la eucaristía. La celebración se concluyó con el canto «Alma Redemptoris Mater».

Al final, el Papa recorrió en coche descubierto la plaza de San Pedro saludando y bendiciendo a todos los presentes.