DISCURSO

Durante la celebración del jubileo de los niños en la plaza de San Pedro,
el domingo 2 de enero

Seguid a Cristo con entusiasmo
y ayudad a todos para que se acerquen a él

 

Amadísimos niños, amadísirnos muchachos y muchachas:

1. Me da mucha alegría encontrarme entre vosotros, que hoy celebráis vuestro jubileo. Gracias por el entusiasmo con que llenáis de alegria esta plaza, y también gracias por el mensaje que habéis querido dirigirme. Os saludo a todos con gran afecto. Saludo al asistente general de la Acción católica, monseñor Agostino Superbo, que con sus palabras me ha manifestado vuestros sentimientos. Saludo al cardenal Camillo Ruini, a los obispos y a los sacerdotes, así como a vuestros padres y educadores, que han querido estar hoy con vosotros. Somos muchos. Y desde aquí no se ve hasta dónde llegáis: probablemente hasta el Tíber...

Vuestra presencia recuerda que el jubileo es tiempo de alegría. Dios es Padre bueno, siempre dispuesto a perdonar y a ofrecer a sus hijos ocasiones para recomenzar a vivir y esperar. Nos abre una vez más su corazón para que cada uno, arrepintiéndose de sus pecados, haciendo buenos propósitos y realizando gestos de fe y amor, reanude el camino que lo lleva a él.

Queridos niños y muchachos, habéis venido a Roma de Italia y del mundo para sellar con Jesús una alianza de amistad, a imitación de jóvenes santos como Pancracio y Tarsicio, que aquí dieron su vida para permanecer fieles a Cristo.. El cansancio y las incomodidades que habéis tenido que afrontar os han hecho comprender que seguir el Evangelio requiere sacrificio, pero también colma de alegría. ¡Feliz jubileo!

(En francés)

2. Queridos niños; queridos muchachos, esta mañana muchos de vosotros, con vuestros padres y acompañantes habéis participado en la misa jubilar en la basílica de San Pedro. Al entregarse a vosotros en la Eucaristía, Jesús os ha revelado que la vida cobra todo su valor cuando se convierte en don para los demás. El testimonio de los santos y de los mártires que se veneran en la ciudad eterna, os ha ayudado a comprender que sólo con Cristo es posible ser felices y hacer felices a los demás.

Queréis gritar a todos vuestra alegría por el don que el Padre nos ha hecho enviándonos a su Hijo Jesús para que fuera nuestro hermano. Testimoniad al mundo que, acogiendo a Jesús en medio de nosotros, es posible hacer que la humanidad se convierta en una gran familia

Muchos de vosotros habláis francés; probablemente todos hablan francés, sin excepción.

(En inglés)

3. Al inicio de un nuevo año, queridos niños y muchachos, no podemos olvidar a todos vuestros coetáneos que sufren a causa del hambre y la violencia, y a los que son víctimas de formas horribles de explotación. No podernos olvidar a los numerosos niños a los que se niega incluso el derecho a nacer.

Cuando las personas quieren construir un mundo ignorando a Dios y su ley, de hecho crean una situación de injusticia y sufrimiento cada vez mayores.

Con el jubileo, el Señor nos invita a corregir estos errores, cooperando en el gran plan que tiene preparado para cada persona y para toda la raza humana. Jesús también os necesita para esta misión. Os encomienda a vosotros sus planes y os pregunta: ¿Queréis ser mis amigos? ¿Queréis ayudarme a hacer un mundo más hermoso y acogedor? ¿Queréis ser testigos de mi amor en la Iglesia y en el mundo?

Decidle «sí» con entusiasmo y llevad la alegría del Evangelio al nuevo milenio. Pertenecemos más al nuevo milenio, al tercer milenio, que al segundo.

 

(En español)

4. Mis queridos muchachos, vosotros seguramente recordáis lo que sucedió cuando Jesús, a los doce años, durante la peregrinación a Jerusalén, se quedó en el, templo. María y José lo encontraron hablando con los doctores, sorprendidos por su inteligencia y sus respuestas (cf. Lc 2, 47-48). Recordaréis también cómo él mismo, siendo ya un incansable predicador del amor de Dios a los hombres, propuso ante los discípulos a los niños como modelo de los que acogen el reino de Dios (cf. Mc 10,14-15).

Comenzando por vosotros, niños y adolescentes, la serie de las solemnes celebraciones jubilares, la Iglesia os pone en el centro de atención de los creyentes. Recibid el don del jubileo y volved a casa transformados por el amor de Jesús, que os ha dado su amistad. Seguidlo con entusiasmo y ayudad a todos para que se acerquen a él con toda confianza. Jesús es la Puerta santa que nos permite entrar en el reino de Dios.

Se ve, se siente: los españoles están presentes; se ve que son muchos.

 

(En polaco)

5. Saludo a los niños que han venido de Polonia para este encuentro con ocasión del gran jubileo del año 2000. Me alegra vuestra presencia aquí, en la plaza de San Pedro, porque de este modo dais testimonio de que amáis a Jesús y deseáis caminar junto con él durante la vida.

También él os ama y quiere ayudaros.

Queridos muchachos y muchachas, vosotros sois la esperanza de la humanidad. Que el amor de Cristo, gracias a vosotros, se extienda en vuestro ambiente, en vuestras familias y en todo vuestro mundo. Os encomiendo a la protección de la Virgen. Transmitid mi saludo también a vuestros coetáneos, a vuestros padres, a vuestros hermanos y hermanas, y a todos los niños de Polonia.

 

(En italiano)

6. ¡Feliz jubileo a todos vosotros, queridos niños y queridos muchachosl Os bendigo con afecto a vosotros, a vuestras familias y a vuestros educadores, y pido a Dios que vuestro gran y fiel amigo, Jesús, haga de vosotros la esperanza y la alegría del mundo.

¡Feliz Año!

 

Después de la oración mariana del Ángelus, Su Santidad añadió:

Antes de despedirme, quisiera dar una vez más gracias al Señor por el buen tiempo. Es un día frío, pero luminoso: brilla el sol y no hay lluvia. Demos gracias a Dios. Os deseo una feliz jornada y un buen regreso a vuestros hogares. ¡Feliz año a todos! ¡Alabado sea Jesucristo!

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