La apertura de la Puerta santa

Juan Pablo II presidió la ceremonia en la basílica de San Pedro el día 24 de diciembre

En la bula Incarnationis mysterium, con la que convocó el gran jubileo del año 2000, el Santo Padre recuerda algunos signos con los que se fue enriqueciendo la institución del jubileo en su historia. Entre ellos destaca la Puerta santa (n. 8).

En la carta apostólica Tertio millennio adveniente ya había subrayado la particular importancia de la Puerta santa en el jubileo del año 2000: "La Puerta santa del Jubileo del año 2000 deberá ser simbólicamente más grande que las precedentes, porque la humanidad, alcanzando esta meta, concluirá no sólo un siglo, sino también un milenio" (n. 33).

Es de destacar que por primera vez en la historia de los años santos el Papa abrirá personalmente las cuatro puertas de las basílicas romanas mayores.

La tradición

Según la descripción hecha en el año 1450 por Giovanni Rucellai de Viterbo, fue el Papa Martin V, en 1423, quien abrió, por primera vez en la historia de los años jubilares, la Puerta santa en la basílica de San Juan de Letrán. En ese tiempo los jubileos se celebraban cada 33 años. En la basílica vaticana la apertura de la Puerta santa está atestiguada por primera vez en la Navidad de 1499. En esa ocasión, el Papa Alejandro Vl quiso que la Puerta santa fuera abierta no solamente en San Juan de Letrán, sino también en las demás basílicas mayores de Roma: San Pedro, Santa Maria la Mayor y San Pablo extramuros.

Una puerta pequeña, probablemente de servicio, que se encontraba en la parte izquierda de la fachada de la basílica de San Pedro, fue ensanchada y transformada entonces en Puerta santa, precisamente en el lugar en que se encuentra aún hoy. Eso implicó la destrucción de una capilla adornada con mosaicos, que se encontraba dentro de la basílica y había sido dedicada por el Papa Juan Vll a la Madre de Dios.

Alejandro Vl, además, quiso que quedaran bien definidas las normas del ceremonial del Año santo, aún no precisadas por sus predecesores, y en particular los ritos de apertura y clausura de la Puerta santa. Ese Papa encargó la elaboración de los ritos al famoso Johannes Burckard, maestro de las ceremonias pontificias, originario de Estrasburgo y obispo de las diócesis reunidas de Civita Castellana y Orle. La Puerta santa del año jubilar de 1500 fue abierta la noche de Navidad de 1499 y fue cerrada en la solemnidad de la Epifania de 1501. El Ritual preparado por Burckard y aprobado por el Papa, salvo algunos retoques introducidos en 1525 por el maestro Biagio de Cesena, fue seguido sustancialmente en todos los jubileos posteriores.

Elementos característicos

Desde el jubileo de 1500 hasta el de 1950 los ritos relativos a la Puerta santa permanecieron casi idénticos. Esos ritos se caracterizaban por algunos elementos particulares.

El muro

Desde 1500 hasta 1975 la Puerta santa de las cuatro basílicas romanas estaba cerrada en el exterior por un muro y no por una puerta. Por tanto, en el momento de la apertura no se abrían las hojas de una puerta, sino que se derribaba un muro: el Papa tiraba una parte y los albañiles completaban el trabajo de demolición. Sigue vivo aún el recuerdo y la aprensión causada por los escombros que cayeron a pocos centimetros del Papa Pablo VI cuando abrió la Puerta santa en la noche de Navidad de 1974.

El martillo

El Papa, ya en la Navidad de 1499, usó el martillo para golpear tres veces contra el muro que cerraba la Puerta santa. Al inicio se usaba el martillo de los albañiles y los golpes que daba el Papa no eran simbólicos. Pero casi inmediatamente el martillo se convirtió en un objeto artístico y precioso. En 1525 el martillo usado era de oro; en 1575, de plata dorada con mango de ébano.

La paleta

El Papa usaba la paleta en el rito de clausura. Este uso está atestiguado desde la Navidad de 1525. El último Papa que la utilizó fue Pio Xll en el rito de clausura del Año santo de 1950.

Los ladrillos

Hay testimonios del uso de los ladrillos en el rito de clausura de la Puerta santa ya desde el siglo XV. El cronista del jubileo de 1423 escribe que "es tan grande la devoción de las personas por los ladrillos y escombros, que apenas es derribada la puerta, se lanzan con ímpetu a recogerlos y llevárselos como si fueran reliquias sagradas» (L. Bargellini, L'Anno Santo, 66). El rito de clausura de la puerta redactado por Burckard para la Epifania de 1501 prevé que dos cardenales pongan en el muro dos ladrillitos: uno de oro y uno de plata.

Las monedas

También el uso de incluir algunas monedas en el muro de la Puerta santa se halla atestiguado desde el jubileo de 1500. Al inicio, las monedas simplemente se insertaban en la mezcla. A partir de 1575 se ponían dentro de un cofre metálico. Esta costumbre sigue vigente aún.

El agua bendita

El uso del agua bendita ya estaba previsto en el Ritual de 1525 para bendecir las piedras y los ladrillos que sirven para la clausura de la Puerta santa.

Sucesivamente se introdujo su uso también para la apertura de la Puerta: los penitenciarios, después de derribar el muro, pasan paños mojados con agua bendita tanto por el dintel como por el umbral. Ese rito estuvo en vigor hasta el anterior Año santo.

La puerta de madera

En el exterior de la basílica la Puerta santa se hallaba clausurada por un muro, mientras que en su interior el muro estaba cubierto por una sencilla puerta de madera. Esa puerta se quitaba antes de derribar el muro y se volvía a poner inmediatamente después, puesto que servia como protección por la noche, cuando no se permitía la visita de peregrinos. Las puertas de madera, sencillas, sin adornos, que hoy cierran las Puertas santas de las basílicas de San Juan de Letrán, Santa Maria la Mayor y San Pablo extramuros, eran las antiguas puertas que hasta el jubileo de 1975 se encontraban ante la Puerta santa dentro de la basílica.

En cambio, en la basílica de San Pedro la última puerta de madera, inaugurada por el Sumo Pontífice Benedicto XIV en 1748, fue sustituida, el 24 de diciembre de 1949, por una puerta de bronce bendecida por el Papa Pio Xll inmediatamente después de la apertura de la Puerta santa.

La "Recognitio"

Según la tradición, la apertura de la Puerta santa se prepara mediante el rito de la "Recognitio", que tiene como finalidad hacer que resulte fácil al Papa abrir la Puerta santa. En ese rito, en medio de varios momentos de oración, se quita el muro de ladrillos que cierra la Puerta santa en el interior de la basílica, sacando el cofre que se halla allí encerrado desde el anterior jubileo. Ese rito, presidido por el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, se celebró el miércoles 15 de diciembre en la basílica de San Pedro; el jueves 16, en la de San Juan de Letrán; el viernes 17, en la de Santa Maria la Mayor; y el martes 21 en la de San Pablo extramuros. Después de la "Recognitio" el maestro de las ceremonias litúrgicas pontificias presentó al Santo Padre el contenido de los cofres.

El cambio de 1975

En la Navidad de 1975 se modificó el rito de clausura de la Puerta santa. El Papa no usó ya la paleta ni los ladrillos, sino que simplemente cerró las hojas de la puerta de bronce de 1950. Y, el pasado 24 de diciembre, Juan Pablo II ya no usó el martillo, pues no habia que derribar un muro: solamente empujó la puerta para que se abriera.

Con estos cambios, la atención, que antes se centraba en el muro, se desvió hacia la Puerta santa, la cual se enriqueció con el profundo sentido bíblico, teológico, litúrgico y pastoral que tiene la puerta en la historia de la salvación y en la historia de la Iglesia convirtiéndose así en uno de los signos fuertes del jubileo, como destacó el Papa en la carta apostólica Tertio millennio adveniente (n. 33).

Los aspectos peculiares del rito

Los elementos del antiguo ritual que han caido en desuso han sido sustituidos por otros que expresan mejor el significado bíblico y litúrgico de la Puerta santa. Esos elementos, además, ponen de relieve algunos aspectos peculiares que, como señala la carta apostólica, han caracterizado estos últimos años la preparación de toda la Iglesia para el jubileo:

—La procesión y la «statio» ante la puerta, con la proclamación del evangelio de san Lucas (4, 14-25). El anuncio de Jesús: "El Espiritu del Señor está sobre mi, por esto me ha enviado (...) a proclamar un año de gracia del Señor", vincula el año jubilar al misterio de Cristo que se hace presente en el tiempo de la Iglesia. Con la venida de Cristo el tiempo de la Iglesia es siempre tiempo de jubileo. El primer objetivo de todo jubileo es precisamente reavivar este misterio en la Iglesia.

—La aclamación: "Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega; a él gloria por los siglos", ante la Puerta santa. El Romano Pontífice ha propuesto estas palabras como síntesis del jubileo, pues indican que la puerta abierta es signo de Cristo, Señor de la historia y presente en su Iglesia hasta el fin de los tiempos (cf. Hb 13, 8).

—La presencia de un grupo peculiar de fieles procedentes de los diversos continentes y de expresiones culturales de los diferentes pueblos puso de relieve la universalidad de la salvación y de la misión de la Iglesia, que en la Urbe y en todo el orbe celebra el jubileo. Asimismo, con ella se quiso recordar de modo visible también los Sínodos continentales celebrados como preparación para este gran jubileo del año 2000.

—La ornamentación de la puerta con flores y perfumes, por parte de fieles de Asia y Oceanía, además de ser un homenaje al signo de Cristo, puerta universal de la salvación, manifestó el aspecto característico del gozo propio del Año jubilar. La alegría expresada por las flores y los perfumes sustituyó el aspecto penitencial del agua lustral con la que en otro tiempo los penitenciarios de la basílica asperjaban los dinteles.

—La ostensión del Libro de los evangelios por parte del Santo Padre en el centro de la Puerta santa subrayó también la centralidad de Cristo, Palabra viva de Dios, Evangelio del Padre. El anuncio de la buena nueva seguirá siendo parte esencial de la nueva evangelización en el milenio que viene.

—El sonido del cuerno emitido con instrumentos musicales típicos de la cultura africana recordó la convocación del jubileo bíblico, pero marcó también el inicio gozoso del Año jubilar para todo el pueblo cristiano y en particular para las Iglesias jóvenes, más implicadas ahora que en el pasado en la celebración de un jubileo. El sonido no sólo expresó la alegría por la apertura de la puerta, sino que fue también una invitación a todos los cristianos a cruzar en el Año jubilar el umbral de la esperanza.

—En la procesión hacia el altar de la basílica acompañaron al Libro de los evangelios también algunos laicos de América y Europa, como representantes de esos dos continentes.

—El texto de Proclamación del gran jubileo fue preparado expresamente para esta ocasión. Este texto, con un tono lírico y gozoso, lleno de referencias biblicas, litúrgicas y patrísticas, fue proclamado por un diácono y acompañado por intervenciones del coro.

Asi pues, el Papa Juan Pablo II ha cruzado el primero la Puerta santa para guiar a la multitud de los fieles a entrar más profundamente en el misterio de la salvación presente en la Iglesia, que celebra con alegria el bimilenario del nacimiento de su Esposo y Señor Jesucristo.