UNIVERSALES
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Universal significa lo que se extiende a todos, es decir, lo que es común a todos o a muchos (todos los individuos de una determinada clase o multitud).

1. Que hay u., que haya algo universal, general, común, es cosa indiscutible (y ni siquiera se niega en la disputa sobre los u.). En efecto, en el lenguaje se emplea la misma palabra (que recurre como algo general en numerosos enunciados particulares) en diferentes situaciones o para designar muchas individualidades, y sólo así puede servir para que se entiendan las personas. Cabe, sin embargo, preguntar si fuera de las palabras y los signos del lenguaje existe algo común. Esta cuestión se plantea constantemente en el transcurso de la historia de la filosofía, y en la edad media, bajo el nombre de disputa de los u., domina la discusión tocante a la teoría del -> conocimiento.

Según la respuesta que se dé a esta pregunta, se distinguen cuatro corrientes principales en la disputa sobre los u.: 1ª, el nominalismo extremo, según el cual lo único común es el nombre, la palabra; 2ª, el conceptualismo, llamado también con frecuencia «nominalismo moderado» que admite la existencia de u. también en la conciencia, a saber, los conceptos u. o generales, a los cuales, sin embargo, no corresponde nada en la realidad; 3ª, el realismo moderado, según el cual existe en la realidad lo que expresan los conceptos u., aunque no como algo abstracto y universal, sino en forma de individuos concretos; 4ª, el realismo extremo o ultrarrealismo, que sostiene que existe una estructura de la realidad correspondiente exactamente a los conceptos, en la que por consiguiente existe lo universal como parte integrante y separable, o incluso separada, de los individuos particulares (cf.  ->  platonismo).

Con esto no se entiende, sin embargo, la entera filosofía de Platón o de su escuela, sino únicamente el aspecto bajo el que se consideró a Platón en la disputa de los u., incluyéndolo entre los realistas extremos por haber atribuido a sus ideas ( -> idea) una realización de lo universal anteriormente a nuestro pensar y fuera de las cosas individuales concretas. Pero, si bien se mira, en estas ideas no se trata de u. existentes, sino de entes singulares de un kosmos noetós, supratemporal y supramaterial, único que es plenamente real, mientras que las cosas perecederas del mundo sensible sólo tienen una  ->  participación, a manera de sombras, en estos entes auténticamente dotados de ser; y eso es lo único que explica las semejanzas y estructuras generales que se pueden observar en tales cosas perecederas. Sólo en Aristóteles se obtiene lo universal como «-> substancia segunda» por abstracción del individuo concreto o «substancia primera», que es el verdadero existente. Lo universal mismo no es la entidad del individuo, ni, como la idea platónica, algo individual separado de éste (Metaf. Z 13 1038b 35s), sino lo reunido en un concepto, pero predicable de cosas múltiples.

Las opiniones se dividieron luego acerca de lo que debe corresponder en la realidad a lo así predicado. Si no evitan, como Porfirio y Boecio, decidirse acerca de esta cuestión por juzgarla demasiado difícil, tienden a una de las cuatro direcciones antes indicadas, aunque no siempre se pueden incluir en categorías claras y definidas. A comienzos de la discusión en la edad media se enfrentaban las dos posiciones extremas, pero más tarde dieron el tono en la disputa las dos concepciones más moderadas.

El realismo de los conceptos estuvo influido en la edad media — a través de Anselmo de Cantórbery (1033-1109) — por Agustín y su doctrina neoplatónica, según la cual las esencias de las cosas creadas se hallan arquetípicamente como rationes aeternae en la mente divina, son introducidas por creación en las cosas como rationes seminales, y así determinan su desarrollo. Ahora bien, el hombre las conoce en virtud de una iluminación en una visión de las rationes aeternae. Con esto se prepara el camino para la distinción medieval entre universal ante rem, in re y post rem, y al mismo tiempo se insinúa la tendencia a explicarlo mediante un realismo extremo.

Completamente en esta tradición, Juan Escoto Erígena (s. Ix) concibe la esencia universal como una substancia que subsiste en las cosas particulares tal como nosotros la conocemos. Pero la formulación más radical se halla en la concepción de Guillermo de Champeaux (f 1122), que en un principio enseñó que sólo existe una esencia idéntica, digamos «hombre», en todos los individuos de una misma especie, los cuales sólo se distinguen entre sí accidentalmente. Cuando luego le objetaron (p. ej., Abelardo) que tal doctrina — al igual que la del Erígena — conducía al panteísmo, Guillermo cesó de sostener una única esencia idéntica y admitió una esencia diferente en los diversos individuos.

Una extrema posición contraria fue la sostenida — según referencias de sus adversarios, como, p. ej., Anselmo — por Roscelin de Compiégne, que habría llamado a la esencia universal mero f latus vocis. Se le considera por tanto como fundador del nominalismo en la edad media. Abelardo (1079-1142), discípulo de Roscelin, como de Guillermo de Champeaux, preparó una posición intermedia, dominante luego en la alta escolástica, cuya doctrina del realismo moderado fue estructurada y redondeada por Tomás de Aquino. Éste afirma, siguiendo a Aristóteles, que lo universal es lo que se puede predicar de muchos. Lo universal tiene ser ante rem en la mente divina, pero in re no puede tener otro ser que el de los individuos, y, debido a la abstracción de lo individual por obra del intellectus agens, viene a ser lo universal in mente y post rem.

Así quedó zanjada por largo tiempo la disputa de los u. mediante un compromiso normativo, aunque este esclarecimiento no fue en modo alguno definitivo. Eso se echa de ver en la discusión que volvió a surgir poco después y que todavía sale a flote en nuestros días. Así Duns Escoto (+ 1308) sostuvo una distinctio formalis ex natura rei en las cosas mismas, correspondiente a la distinción conceptual, posición que tiene cierta afinidad con el realismo de los conceptos o realismo extremo. A Guillermo de Ockham (± 1349), por el contrario, hay que atribuirle un conceptualismo moderado. También en la filosofía moderna perviven estas dos corrientes. En efecto, los empiristas y positivistas — que se atienen absolutamente al individuo concreto —, desde Hobbes y el -> empirismo inglés y desde el neopositivismo (cf. -> positivismo) del círculo de Viena y de la filosofía analítica (cf. teoría de la -> ciencia), tienden casi siempre al nominalismo. En cambio, el -> racionalismo y el idealismo tienden más bien a ver en lo universal la realidad propiamente dicha, aunque en la medida en que — como lo hace Kant — se explica lo universal por la estructura de la mente, se abandona ya este esquema. En cambio, aquellos fenomenólogos que atribuyen a las esencias un «ser ideal» independiente del pensar, o aquellos matemáticos y lógicos modernos que atribuyen tal existencia a entidades abstractas (p. ej., conjuntos, clases o proposiciones), se incluyen fácilmente entre los realistas conceptuales; mientras que, por el contrario, los actuales filósofos del lenguaje que quieren explicar exclusivamente por el uso el significado de las voces o de las frases, deberán más bien catalogarse entre los nominalistas.

Esta historia del problema nos enseña que constantemente se nos plantea el quehacer de hallar el debido equilibrio entre las dos direcciones mencionadas, ya que quien tiene una mentalidad empírica y cultiva ciencia particular se ve más bien tentado por el nominalismo, mientras que el realismo conceptual constituye el peligro más próximo para quien trabaja en el campo apriorístico de una ciencia universal.

2. Tanto a la dirección del realismo conceptual como a la del nominalismo se le escapa la peculiaridad de lo universal, por el hecho de fijarse únicamente en lo individual a manera de cosa. Así los unos ven el concepto como una cosa realizada en muchos, mientras que los otros contraponen sin relación alguna la palabra particular a muchas cosas particulares. Sin embargo, como ya lo pensaba Aristóteles, en lo universal se refiere algo uno a algo múltiple, como, p. ej., cuando con una palabra designamos a varios individuos: así, con la palabra «hombre» a todos los hombres particulares. Si para designar a cada individuo en cada situación diferente empleáramos una palabra especial, sería tan imposible un lenguaje con que entenderse como si la aplicación de las expresiones lingüísticas a las cosas o realidades fuera siempre puramente arbitraria, es decir, se hiciera sin que en dichos objetos pudiéramos hallar un punto de apoyo que justificara esa aplicación.

Por tanto, para la validez de un concepto universal, es decir, para su empleo con sentido, es necesario y suficiente esto: en todo individuo al que se refiere el concepto debe existir un punto de apoyo individual (lo no individual no existe) que permita aplicarle este concepto a base de un acuerdo humano.

BIBLIOGRAFÍA: I. M. Bocheríski - A. Church - N. Goodman, The Problem of Universals. A Symposium (Notre Dame [Indiana] 1956); W. Stegmüller, Das Universalienproblem einst und jetzt: APh 6 (1956) 192-225, 7 (1957) 45-81; J. P. Schobinger, Vom Sein der Universalien (Winterthur 1958; R. Hönigswald, Abstraktion und Analysis. Zur Problemgeschichte des Universalienstreits in der Philosophie des MA (St 1961); J. Klein, Universalienstreit des MA: RGG' VI 1151-1157; G. Küng, Ontologie und logistische Analyse der Sprache. Eine Untersuchung zur zeitgenössischen Universaliendiskussion (W 1963); J. E. Heyde, Die Objektivität des Allgemeinen (Kö 1965); J. Möller, The Problem of Universals: Its Scope and Meaning: International Philosophical Quarterly 6 (NY 1966) 557-573; R. I. Aaron, The Theory of Universals (Lo - 0 21967).

Albert Keller