SALUD
SaMun


1. No hay una definición sencilla y general de s. y enfermedad. «Salud» como norma ideal puede describirse según la definición de la Organización mundial de la s. como «perfecto estado de bienestar corporal, espiritual y social». Pero esta definición no es prácticamente aplicable ni teóricamente sostenible de todo punto. La s. sólo puede definirse en relación con la -> enfermedad, y aun aquí sólo de modo que ambos conceptos se excluyan, desde luego, aplicados a un único y mismo individuo (se está sano o enfermo, y no las dos cosas a la vez), pero quedando entre ambos extremos un amplio espacio indiferente en que el individuo no se siente ni enteramente sano ni enfermo todavía. Por qué sea esto así, lo enseña el análisis de los hechos.

2. Hay sinónimos aparentes de los conceptos «sano» y «enfermo», p. ej., las dos nociones de normal y anormal. También en biología y medicina hay normas. Se dividen en tres grupos. a) Las cualidades necesarias de las especies y razas son su «norma»; desviaciones de las mismas (seis dedos, albino, p. ej.,) son anormalidades. Pero tales anormalidades no significan necesariamente enfermedad. b) Los valores medios de una población previamente clasificada como sana con relación a cualidades muy esparcidas individualmente, pueden ser definidos como normas (presión de la sangre, metabolismo fundamental, etc.). Sin embargo, las desviaciones respecto de valores medios no siempre son patológicas (p. ej., en tamaños extremos del cuerpo). Sólo lo son cuando los valores medios se refieren a valores funcionales vitales, como, p. ej., la presión de la sangre. Tales valores son, por tanto, valores obligados de una constitución regular, cuya modificación considerable es, consiguientemente, patológica. c) En la vida de los hombres se hallan normas de conducta que proceden de convenciones sociales, y desempeñan papel importante en el concepto de -> enfermedad mental.

El concepto de insano (morboso, patológico) define un estado o proceso que daña la salud de individuos y, por ende, pone enfermo. Las nociones de lesionado y herido significan enfermedad por una herida; mutilado designa el estado permanente que es efecto de la herida. Tampoco ese estado debe identificarse con la enfermedad.

3. La problemática de las nociones de s. y enfermedad aparece clara por el hecho de que, en los últimos cien años, la medicina moderna, en su lucha contra la enfermedad, ha duplicado la vida media (que ahora es de 70 años); pero en el mismo tiempo, el número de días de enfermedad ha subido al triple en los asegurados.

4. S. y enfermedad son nociones que se derivan de la experiencia de la vida diaria, particularmente de la vida médica. Deben, por tanto, orientarse primeramente a los fenómenos. El fenómeno fundamental es el estado general del hombre: si se pone malo, pasa a ser paciente (pati = padecer). El dolor lo empuja al médico. Sin embargo, la indisposición subjetiva es fenómeno que acompaña a muchos procesos «fisiológicos» y se presenta en muchos casos de adaptación: en el trabajo muscular como agujetas, en la adaptación al calor como sentimiento de desgana e incapacidad para el trabajo pesado, etc. El estado general — cómo «se encuentra» uno — sólo puede ser estimado como signo de enfermedad cuando es indicio de perturbaciones que en el sentido más amplio son una amenaza para la vida. Toda enfermedad «significa la muerte» (Jores). Por eso una perturbación del estado general ha de tomarse tanto más en serio cuanto más fundado aparezca en el cuerpo por las mediciones (resultados) que se apartan de la norma. Los «resultados» del examen médico apoyan los diagnósticos, que han de sacarse del estado del paciente (p. ej., fatiga por falta de hemoglobina), y son por lo general suficientes, pero no siempre, para atestiguar una «enfermedad». Pueden faltar en considerables perturbaciones subjetivas (p. ej., dolores de cabeza) y pueden amenazar la vida sin perturbación subjetiva (cáncer).

5. El paciente está enfermo cuando él mismo cree que ya no puede trabajar. Sólo él toma esa decisión (Jaspers), «se declara enfermo»; sin embargo, su decisión necesita la confirmación del médico, que emite «atestado». Síguese que s. es ante todo capacidad de trabajar, tal como la juzga el individuo mismo. Claro que también una amenaza futura a la capacidad de trabajo (p. ej., cáncer o arteriosclerosis) puede ser enfermedad. Un juicio sobre la razón con que el paciente se declara enfermo, no siempre puede darse objetivamente. Incluso las manifestaciones del médico pueden de tal forma modificar el estado del paciente que (sin motivo objetivo) éste se sienta enfermo: «enfermedad iatrógena».

6. La facticidad del estar enfermo se complica por el hecho de que lo psíquico corre paralelo con lo corporal y a la inversa, y, por tanto, el hombre sólo puede entenderse como unidad de cuerpo y alma («aspecto psicoanalítico»; Mitscherlich; v. Uexküll; v. Weizsäcker; v. Wyss). Esta acción recíproca se ha comprobado recientemente también por experiencias en animales; también el animal puede enfermar psicosomáticamente (cf. la bibliografía más reciente en Baust, Golenhofen, Zanchetti). Pero la constitución psíquica del hombre depende también fuertemente de su posición y ambiente sociales; el éxito y la esperanza le dan alas; la falta de perspectiva, la monotonía del trabajo, la soledad y el aislamiento lo deprimen, y modifican de tal forma su estado general; que él no sólo soporta peor las molestias, sino que, por la variación del sistema simpático, las recibe más fácilmente. Hablamos de fenómenos y enfermedades sociosomáticas y de s. social (v. Weizsäcker). Las neurosis y psicosis ostentan un fuerte cuño social (Mitscherlich). Aquí entra también lo religioso, cuya pérdida, con los rápidos cambios de estructuras del mundo laboral y social, contribuye mucho a la aparición de desviaciones sociosomáticas. La facultad de «tolerar» disminuye de manera creciente.

7. Aquí aparece claro un aspecto moral de la s. y del fenómeno social de la enfermedad. La mayoría de las «enfermedades» de la praxis médica son casos sin importancia, que no llevan nunca a la muerte. Muchas de ellas se podrían soportar sin necesidad de suspender el trabajo. En tal caso se estimarían como perturbación objetivo-subjetiva, pero no corno enfermedad. Así, pues, lo que aparece como enfermedad, es resultado de un juicio múltiple. En las perturbaciones de su estado general, el hombre puede situarse en un punto de la escala entre la salud absoluta y la enfermedad sentida como mortal; y se situará tanto más próximo a la enfermedad cuanto más amenazado se sienta subjetivamente, cuanto más grave sea o por lo menos aparezca su estado objetivo y cuanto, por disposición de espíritu, más propenso sea a tomar en serio sus molestias. Aquí aparece clara la importancia de normas sociales. La sociedad por sus normas éticas había antes establecido dentro de ciertos límites lo que se debía soportar. Las convenciones fallan hoy día en gran parte o se aflojan: se permite uno a sí mismo y permite a los demás declararse enfermo al primer estornudo. Los estados de enfermedad de los asegurados (el número de enfermos en el tanto por ciento de todos los trabajadores) suben así, y determinan la proporción estadística de la sanidad pública.

8. Los problemas morales de la s. se dilatan por el hecho de que estos fenómenos tienen fuerte significación económica. El individuo tiene el deber de estar sano, particularmente el deber de conservar su salud, pues la sociedad paga a causa de su enfermedad. A la verdad, a este deber ha de unirse el derecho a la s.: la sociedad ha de hacer todo lo posible para proteger la s. del individuo, y para ayudarle en caso de enfermedad. Pero es difícil fundamentar positivamente una y otra cosa, el derecho y deber en materia de s. El que hoy día éstos se recalquen tan fuertemente, depende sobre todo de la fuerte mentalidad social del hombre moderno; pero, en parte también, seguramente de la raíz cristiana de dicha mentalidad (idea de la beneficencia como obligación).

9. Sin embargo, la enfermedad no es un fenómeno primariamente moral, por más que así se entendió a menudo en la edad media y a ello alude la etimología de algunas lenguas (ill de evil, malade de mal). En las enfermedades mentales, no se ha superado aún del todo ese prejuicio (cf. Müller-Suur). En éstas precisamente es claro el papel de la convención como base del juicio: lo extraordinario se declara a menudo enfermedad en el terreno espiritual (genio y locura según Lombroso). Mirar la enfermedad como efecto del pecado parece absurdo (cf. O.J. Hartmann y v. Siebenthal). Cierto que la enfermedad puede ser efecto de la fuerte conciencia de pecado (p. ej., en una conciencia escrupulosa), y entonces estaría caracterizada como psicosomática. También puede ser consecuencia natural de un comportamiento pecaminoso (abusos, enfermedades sexuales). Pero, por lo general, el teólogo subestima los considerables efectos de factores emocionales y sugestivos sobre el cuerpo humano y el carácter compulsivo de los fenómenos biológicos.

10. La s. es -> garantía de la libertad, toda enfermedad es pérdida de ella, es decir, una pérdida de posibilidades (Jores; Mitscherlich). El enfermo no es libre, porque la enfermedad le impone merma de prestación o trabajo, convalecencia o (en enfermedades psicosomáticas o mentales) una conducta anormal y contraproducente. Pero la s. puede ser también causa de mediocridad espiritual y moral; mientras que la enfermedad puede ser fuente de un desarrollo espiritual debido al sufrimiento. Todo sufrimiento enriquece la experiencia psicosomática, y lleva a reacciones espirituales y morales de la más alta importancia social. Una razón más de que sea abiológica la definición de la s., antes citada, dada por la organización mundial de la s. Pues, en efecto, el «hombre sin dolor» es un hombre sin adaptación a un mundo en que el dolor de toda especie tiene una gran importancia social, política y religiosa. Particularmente una enfermedad larga y grave remite al paciente a sus fuerzas espirituales y morales y puede conducir a un refuerzo considerable de las mismas.

11. Se habla también a menudo de la s. o enfermedad de unidades superiores: de la familia, del Estado, de la humanidad, o de determinadas estructuras sociales y políticas (Kütemeyer). Si ya en los individuos es difícil de definir el concepto de s., aquí lo es de manera especial. De hecho tal concepto, representa sólo un juicio sobre el grado en que la estructura social juzgada coincide con el prejuicio del que la contempla, es decir, sobre la medida en que responde a determinadas ideas acerca de lo que debe ser y sus normas. De ahí que todo juicio sobre la s. de estructuras sociales sea un juicio político, que sólo puede darse partiendo de una idea previa de orden.

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Háns Schaefer