RESISTENCIA,
DERECHO DE
SaMun
 

Puede preverse que la problemática del d. de r. en el futuro se hará cada vez más urgente. La esperanza utópica de los pacifistas radicales, según la cual es suficiente suprimir lo militar y las -> guerras oficiales para asegurar una -> paz definitiva y duradera, fracasa ante la constitución ontológica de la naturaleza humana, por la que cada hombre queda unido a un punto del tiempo y del espacio, está abandonado a la intervención de la violencia física, y depende de una protección efectiva y adecuada de algún poder. Así como en la época de dominio seguro del antiguo imperio romano todas las crisis se desplazaron hacia el centro del poder, hay que esperar fenómenos análogos en el dominio de una única cumbre de poder sobre la tierra. Entonces formas insoportables de degradación del poder y de corrupción encontrarán su justificación ideológica (culto al emperador), e igualmente acciones violentas de resistencia se buscarán sus fundamentaciones. De antemano el esclarecimiento conceptual puede mitigar las tensiones desenmascarando extremos absurdos y ajenos a la cosa.

I. Crítica delimitadora de la ideología

1. Frente al número cada vez mayor de psicópatas intrigantes y afanosos de poderío, continúan siendo peligrosos los fanáticos (gnósticos, etc.) que (como informa ya Aristóteles) ven cualquier participación productiva en la política «como algo indigno de un hombre libre». Con ello se une normalmente lo que decimos en el párrafo que sigue.

2. Un radicalismo en la actitud ética. Éste desconoce la posición alcanzada ya por Kant mediante la distinción entre la idea regulativa (validez interna) y el uso constitutivo de la idea de paz: medidas tomadas en el espacio de lo que es posible y tiene sentido en cada caso.

3. El -> nihilismo como consecuencia del ateísmo práctico compensa el vacío interno por la formación de ídolos: como tendencia permanente a conceder un valor absoluto a complejos de intereses («religiones enmascaradas»), poniendo medios de violencia coactiva en manos de tales ideas y fines «supravalorados».

4. Aspectos histórico-sociológicos. Según la situación, o bien se desea la estabilidad y la seguridad del estado jurídicamente vigente, con una eliminación de todo tipo de d. de r., o bien reina una tendencia a la crítica, al cambio, al derrocamiento, hasta la fe: con tal haya cambios, las cosas irán mejor. La historia de todos los tiempos enseña que el terror suscita el contraterror, en un proceso constante de elevación de la tensión por la cadena de nuevas reacciones. Mucho mejor es la distensión inmanente por la mecánica de la vida social (sólo capaz de funcionar en la democracia). Si en una manifestación libre de la opinión, todas las tesis, incluso las falsas, se someten a una discusión abierta, y si los formadores de la opinión (prensa, radio: medios de -> comunicación social) son protegidos mediante controles públicos contra la corrupción en el marco de sus estatutos, las tendencias extremas tienen pocas posibilidades.

5. Al d. de r. (como ayuda transitoria desde abajo) corresponde la razón de Estado (desconocimiento de lo justo como criterio de derecho) en la superioridad. Igualmente peligrosa es una conducta blanda a manera de una «moral marginal», donde con desprecio de la «decencia» elemental y con candor se destruye el clima de confianza y se abre el camino a la violencia abierta. Elites efectivas se vinculan siempre a una alta postura ética, superior a la del ciudadano medio.

II. La historia del derecho de resistencia

1. Todo intento de presentar en un breve esquema las formas históricas, extraordinariamente variadas, del d. de r., encubriría las ideas altamente complicadas en que éste se apoya. Los reformadores, p. ej., se manifestaron cada uno en forma significativamente distinta. El derecho medieval de resistencia está estrechamente unido con la estructura gremial de la vida jurídica gel mánica, mientras que los teólogos se contentan con subrayar la distinción entre tyrannus regiminis y tyrannus usurpationis. Toda tiranía se tiene como contraria al orden, y el usurpator es considerado todavía más como degeneración de la dominación, en sí legítima.

2. Un tipo totalmente nuevo de d. de r. aparece con la doctrina de la soberania del pueblo, la cual culmina en Rousseau y en la -> revolución francesa, y después con la tesis marxista de que en el Estado capitalista todo derecho es derecho de clases y sirve sólo para la explotación, así todavía ahora E. Bloch. Aquí es desconocida totalmente la naturaleza de lo institucional y del derecho, que quedan degradados a mero medio de poder. Ante todo el leninismo legitima todas las formas de resistencia activa.

III. El derecho de resistencia como expresión de la tensión entre derecho natural e historia

1. La doctrina católica del derecho natural conoce un d. de r. sólo como caso limite frente a la acción política, según el axioma. Abusus non tollit usum (el abuso no suprime el uso ordenado). Vincula la autoridad -> al bien común, fundamenta su función en el derecho divino (Rom 13, 1-7) y en el derecho natural. La -> antropología fisiológica ofrece nuevos argumentos para este punto de vista. Entre la bestia, que se asegura y mantiene por sus formas de vida hereditarias e instintivas, y el hombre, que por la herencia recibe sólo disposiciones esencialmente plásticas (p. ej., el -> lenguaje), la investigación de la conducta ha encontrado la distinción decisiva de que el hombre (como ser histórico) debe proporcionarse a sí las formas correspondientes mediante instituciones. Por consiguiente, un d. de r. por principió (inconformismo total) es absurdo, porque va contra la constitución esencial del hombre; a la inversa, un d. concreto de r. debe exigirse (como legítimo) si la política degenera y lesiona los derechos humanos fundamentales; en lo cual, evidentemente, deben tenerse en cuenta las reglas del mal menor o de las acciones con varios efectos (principium duplicis effectus). Puesto que la humanidad primitiva estableció sus experiencias mediante tabúes y a las instituciones modernas les corresponde la misma función, la discriminación psicoanalítica de todos los tabúes debería dejar paso a la interpretación positiva de la sociología de la cultura. Ciertos avanguardistas radicales se descubren como retrasados porque no pueden ir más allá de la glorificación romántica del hombre «natural» (Rousseau).

2. Especiales dificultades para una teoría del d. de r. se presentan por el carácter histórico de todas las formas de desarrollo de los estilos humanos de vida, de las culturas, de los Estados, del arte, de los usos y costumbres. Quien deja de lado esta variedad, encerrándose en un monismo cultural y sociológico, y a base de una «moral interna» ensalza las propias exigencias, mientras que califica de extraña (bárbara) la moral de los otros; llega a unos presupuestos relativamente simples del d. de r. Pero, como la voluntad redentora de Dios se dirigea todos los hombres, y desde Pablo el método misionero cristiano (-> acomodación) exige que se atienda al derecho propio de culturas extrañas, la ética cristiana debe desarrollar también fórmulas para aquellos conflictos que se ponen de manifiesto en el pluralismo sociológico-cultural, con frecuencia fácilmente cognoscibles como invasiones del espíritu pagano (Aristóteles). La coordinación cultural de minoría es también una provocación para las ciencias. Debido a la interdependencia de todos los ámbitos de la vida en ciertas circunstancias se pueden desarrollar amalgamaciones éticamente problemáticas, que, de todos modos, luego deben enjuiciarse desde el terreno de Ios principios (poligamia, etc.).

3. La técnica de la resistencia. La justificación de la resistencia en el marco de la legalidad no debería discutirse con tal que los motivos tengan peso. La resistencia propiamente dicha se escalona desde la resistencia pasiva (recusación no sólo de la cooperatio formalis, sino también de la cooperatio materialis) hasta la revuelta y la lucha clandestina. No debería hacerse de esto asunto de «moda» (consignas de intelectuales). Puesto que (por el uso sin escrúpulos de todas las técnicas de tortura) todo hombre puede derrumbarse, el -> martirio voluntario por la muerte realizada a tiempo pertenece al arsenal de los métodos modernos de resistencia (así como, en caso límite, a los deberes de los poseedores de secretos). Las armas más débiles son las marchas de protesta y de propaganda. Las marchas de paz olvidan el hecho de que hay un auténtico trabajo a realizar en favor de la paz, el cual, sin embargo, implica un procedimiento oscuro y fatigoso, pues ha de adecuarse a las exigencias del objeto.

4. La escalada de la resistencia hasta el anarquismo de la «gran negación» (H. Marcuse), contesta al carácter impersonal de la llamada «represión tecnológica». No son personas singulares ni clases dominantes las que exigen a la juventud en vez del «principio del disfrute» el de la «producción», sino la fundamental artificiosidad congénita del moderno mundo técnico como condición de nuestra supervivencia. Como alternativa queda sólo la emigración hacia la asocialidad de trotamundos y hippies; cambios para la reforma conformes con el sistema son obstruidos. La violencia contra las cosas se convierte en violencia contra las personas.

BIBLIOGRAFIA: C. Schmitt, Der Nomos der Erde im Völkerrecht des Jus Publicum Europaeum (Kö 1950); W. Schöllgen, Ohne mich! Ohne uns? Recht und Grenzen des Pazifismus (Graz 1951); idem, Die soziologischen Grundlagen der katholischen Sittenlehre (D 1953); E. Bloch, Naturrecht und menschliche Würde (F 1961); idem, Thomas Münzer (F 1962); E. Wolf, Widerstandsrecht: RGG VI 1681-1692 (bibliograf. espec. sobre la historia de la oposición); W. Geiger, Gewissen, Ideologie, Widerstand, Nonkonformismus. Grundfragen des Rechts (Mn 1963); W. Schöllgen, Das Prinzip Gegenwart. Naturrecht und Geschichte im Widerstreit menschlicher Grundhaltungen: Wort und Wahrheit 18 (1963) 176-186; StL' VIII 670-683 (bibl.); R. Schneider, Das Widerstandsrecht ... in der Gegenwart (Z 1964); H. Marcuse, El hombre unidimensional (J. Moritz Méx 1968); ídem, Triebstruktur und Gesellschaft (F 21967); J. Habermas (dir.), Respuestas a Marcuse (Anagrama Ba 1970); E. Scheuch, Die Wiedertäufer der Wohlstandsgesellschaft (1968); W. Schöllgen, Werttheoretische Aspekte zur «ewigen Wiederkehr» des Chiliasmus: Soziale Verantwortung (homenaje a G. Briefs) (1968) 87-110; D. Bonhoeff er, Resistencia y sumisión (Ariel Ba 1968).

Werner Schöllgen