PROGRESO
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1. Introducción

De la tensión existente entre el orden transmitido por tradición y las actuales circunstancias transformadas surge la alternativa de conservación de la -> tradición o negativa a ella en la «-> revolución», empezando por la esfera individual-privada («problema de generaciones») hasta llegar a la social-política. En esta cuestión la alternativa ha de verse con cierta matización en todas las escalas: a) más que globalmente se plantea en cuestiones aisladas, que, con relativa independencia entre ellas, pueden recibir respuestas opuestas; b) la aceptación, en cuanto apropiación, contiene siempre un elemento «revolucionario», así como, al revés, la revolución (en particular, cf. -> arrepentimiento) se entiende como conservación, es decir, como recuperación de lo válido (reforma), de manera que en ambas respuestas ruptura y continuidad constituyen un todo dialéctico.

La «actualidad» y la conciencia de esta situación vital varía en dependencia de la dinámica de la sociedad correspondiente; y su teorización en un plano universal (como concepción que envuelve la historia entera) va ligada al desarrollo de una conciencia de la historia, en la que, por encima del estrato de la familia y de la sociedad, se concibe al pueblo y finalmente a la humanidad como una unidad.

2. Historia

Después de ciertos gérmenes en el -> mito y en los -> presocráticos, esta conciencia se alcanza por vez primera en el helenismo (-> estoicismo). Y como respuesta a la cuestión planteada con esto, aparece aquí (además de la apoxox , de carácter individual-ético) también el concepto envolvente de p., que está yuxtapuesto a la idea de decadencia (desde la «edad de oro»: Hesíodo) y al esquema de ciclos (la ékpírosis pitagórica), y que, como estas últimas ideas, hace referencia a lo anterior (JENÓFANES, Fragm. 18: «Los dioses no han descubierto desde el comienzo todo a los mortales, sino que paulatinamente encuentran éstos lo mejor buscándolo»; cf. ARISTÓTELES, Met. A, donde se ordenan los precursores de una serie de progresos en el pensamiento sobre la árjé).

El p. es entendido aquí, sobre todo en el epicureísmo, como la liberación del temor y de la inhumanidad por medio de un conocimiento mejor de la naturaleza; pero a la vez, ante las catástrofes político-sociales, se pone en duda una y otra vez. En cambio, el pensamiento judeo-cristiano presenta el concepto de esperanza escatológica, partiendo de las promesas proféticas del futuro y pasando por la esperanza del Mesías desde la cautividad de Babilonia hasta la expectación de la -> parusía de Jesucristo.

Tras el desengaño de la expectación de una próxima parusía, esta esperanza, por una parte, se retrae hacia la interioridad de la civitas Dei todavía invisible (que se descubrirá sólo al final), sobre todo por la poderosa influencia de Agustín; y, por otra parte, se transforma en el orden visible de la actualidad (del tiempo intermedio): en la teología como ciencia, en la jerarquía eclesiástica, en el «reino» cristiano, renunciando a todo esbozo de un futuro realizable aquí, a diferencia de lo que sucede en el -> milenarismo y en Joaquín de Fiore (cf. teología de la -> historia).

La transformación de la relación con el mundo por la eliminación del concepto de -> esencia en el -> nominalismo y la nueva conciencia de renacimiento, en conexión con los incipientes descubrimientos de las ciencias de la naturaleza y de la geografía, proporcionan a la idea de p. nuevas posibilidades terrenas de expresión. Junto a la civitas Dei (o en su lugar) se presentan la -> utopía política (Moro, Campanella) y la teoría política y científica (Bodin, Roger y Francis Bacon).

Al principio el p. era todavía sinónimo de «providencia», pero con la -> Ilustración del siglo xviii se utiliza de manera creciente en sustitución de ese concepto (Herder, Kant, Condorcet) y, de acuerdo con los grandes esbozos del -> idealismo alemán sobre la historia de la razón que se realiza, pasa a ser el «lema del siglo xix» (Comte, Darwin-Haeckel; y hasta nuestros días es un concepto determinante de la historia con la traslación de la idea de p. al campo de la lucha activa: K. Marx).

Voces como las de J: J. Rousseau quedan aisladas, hasta que (tras los «síntomas» en el arte y en la literatura de fin de siécle) la catástrofe de la primera guerra mundial ofrece un terreno propicio para las ideas de O. Spengler, y también la segunda guerra mundial parece dar la razón a los adversarios de la idea del p. Pero, simultáneamente, también los defensores de esa idea se ven confirmados en su persuasión gracias a los logros técnicos y las transformaciones sociales (de cara al one world) de estas guerras.

Después de las concepciones del -> vitalismo de finales de siglo, hoy día son sobre todo los representantes de un -> marxismo elaborado ulteriormente bajo diversas modalidades (desde la «segunda ilustración» de Horkheimer-Adorno hasta la filosofía del «todavía-no» de E. Bloch) los que se oponen a una idea de decadencia y a una renuncia resignada o desinteresada al estudio de esta problemática (p. ej., en un -> estructuralismo «cansado de la historia» o en cierto retorno a la concepción griega del mundo y a la mitología: K. Löwith, W. Bröcker).

En la teología se encuentran elementos relacionados con el p. histórico en Newmann y más tarde en el -> modernismo, que hoy han sido relegados a segundo plano por la acción constantemente creciente de la idea de evolución de Teilhard de Chardin.

Si la Iglesia antes se mantuvo más bien reservada frente al concepto de p., a causa de su origen anticlerical y de su afán de -> secularización antieclesiástica, ahora en los documentos del Vaticano n, guardando toda la distancia crítica (p. ej., en Gaudium et Spes, n.° 37), aparece una nueva valoración del p. (desde el p. técnico hasta la humanización del mundo), que es puesto en relación con el desarrollo del -> reino de Dios (n° 53ss 39).

3. Problemática

La discusión fundamental y la situación adecuada del concepto de p. (sobre todo con vistas a la «inmediatez de toda época respecto de Dios»: Ranke) han de buscarse en el marco de la -> historia e historicidad. La idea de p. o de decadencia muestra entonces su relatividad y transitoriedad. Ciertamente se puede hablar de p. técnico (desde la -> técnica en sentido corriente hasta la «técnica» de las ciencias, del arte, del instrumental filosófico, etc.) y, en este sentido, de un p. no sólo en la economía, en la ciencia, en el derecho, en la política, sino también en el terreno espiritual (religioso, etc.); pero tanto en el arte como en los esbozos fundamentales de la filosofía la cuestión acerca de un p. es inadecuada (el arte actual o el filosofar actual no es «más avanzado» que el anterior o está «más allá» o «por encima» de él).

Pero, de todos modos, con esto no afirmamos una equiparación indiferente de los «estilos» y «soluciones», en primer lugar porque el p. «técnico» entra inseparablemente en el fenómeno integral de la historia del arte y del pensamiento (y así los posteriores quizá no sean «más grandes», pero sí podrán ser más «ricos»); y sobre todo porque, independientemente del antes y después, la «magnitud» se determina aquí por la medida de la verdad que se abre y por la medida de la aceptación (o negación [el -> mal]) de esta apertura, y ambas medidas (en su identidad-diferencia, que aquí no se puede analizar [cf. -> bien, -> idea, -> principio]) están sometidas a la transformación histórica.

Sobre la discusión teórica y formal de la idea de p., cf. asimismo: -> principio y fin, filosofía de la -> historia. Por lo que se refiere a la problemática práctica, la critica de la cultura se ha referido sobre todo al «menos» que, como en todo «más», se da también en el p., cosa que se deja sentir tanto más, cuanto más se acelera el ritmo de la transformación. Las amenazadoras formas defectuosas son: comodidad, conservadurismo, ideologización de una determinada forma de cultura y sociedad tradicional; o bien: impaciencia, falta de tradición, progresismo y, finalmente, resignación y cinismo. Lo que se exige es: objetividad, tolerancia, valentía, responsabilidad y aceptación creadora de la «hora». Ambos lados pueden aplicarse a aquella situación permanente del hombre (como ser social de libertad temporal) a partir de la cual se ha elegido aquí el acceso a la discusión del p. (cf. filosofía social [-> sociedad], -> comunidad, -> ética, -> acto moral). Pero en su forma actual determinan y caracterizan con singular intensidad esta situación humana universal (cf. también -> evolución, -> ciencia).

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Jörg Splett