MONISMO
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El concepto de m. se remonta a Christian Wolff (Psychologia rationalis § 32), pero se encuentra ya de modo semejante en Aristóteles (Metafísica, 986b 21). En cuanto a su contenido, el m. es una doctrina que, a pesar de toda la evidente multiplicidad y variedad de cosas, quiere explicar la realidad (en su totalidad o en un terreno parcial) por un fundamento único, interior a la misma. Esto puede hacerse reduciendo todas las especies del ser a una especie única (m. de la especie; m. relativo), o negando la variedad de entes independientes (-> substancia), que son vistos en su referencia mutua y no en una relación de dependencia, de modo que sólo se reconoce como substancia este todo formado por la referencia mutua, o sea, el mundo, cuyos momentos particulares y formas de manifestación son los entes particulares (m. de la substancia, m. absoluto).

Estas dos formas de m. no se exduyen necesariamente: el m. de la especie puede admitir también diversos entes, aunque iguales en su esencia (p. ej., el espíritu infinito y los espíritus finitos: Berkeley), así como el m. de la substancia puede reconocer una pluralidad de modos de ser, no reductibles unos a otros (cf., p. ej., la substancia divina del mundo en Espinosa, determinada en forma igualmente originaria por la extensión y el pensamiento).

Las principales antítesis que se propone superar el m. de ambos tipos son las que se dan entre -> Dios y el mundo, y entre el espíritu y la materia (y aquí de nuevo entre alma y cuerpo). Desde el punto de vista formal, se ofrecen como soluciones posibles, aunque mutiladoras: la desaparición de un miembro de la antítesis en el otro o de los dos en un tercero, desconocido, del que son aspectos. Así, p. ej., el contraste de materia y espíritu puede resolverse en tres direcciones: a) Únicamente lo material es real; el espíritu es sólo su «producto» o «epifenómeno» (-> materialismo). b) Sólo el espíritu es real: lo material es una mera representación del mismo (espiritualismo). c) Ni la materia ni el espíritu son reales; se comportan más bien como anverso y reverso de una realidad que en sí misma es desconocida (sistema de -> identidad).

La forma particular de m. que identifica a Dios y al mundo se llama -> panteísmo. En cuanto el panteísmo no admite la contraposición personal entre Dios y el hombre, y puesto que el vocablo «Dios» como designación de la esencia del mundo se vacía muy pronto de sentido, de modo que puede prescindirse de él, está emparentado con el ateísmo (¡aquí también los extremos se tocan!).

El m. absoluto fue defendido sobre todo por los antiguos filósofos indios, por la escuela de Elea (Parménides, Zenón), por Espinosa y (con algunas limitaciones) por los idealistas alemanes. Entre los monistas relativos hay que contar particularmente a materialistas y espiritualistas de matices muy diversos.

Hacia fines del siglo pasado el m. pareció gozar de actualidad, que llegó a concretarse en la fundación de una «liga monista», de carácter liberal y antieclesiástico, bajo la dirección de Haekel y Ostwald. Hoy día, en cambio, el m. más obvio parece ser un m. de método. Así muchos sólo quieren reconocer como válidas las conclusiones logradas por los métodos de la ciencia «exacta» y niegan a las formas filosóficas y teológicas de reflexión todo valor cognoscitivo (fisicalismo, biologismo, psicologismo, sociologismo, etc.).

Las formas y los grados de doctrinas monistas defendidas en la historia son tan múltiples, que debería procederse con gran cautela al calificar una teoría de m. y al emitir el consecuente enjuiciamiento, que varía según el punto de vista del que lo emite. Sin embargo, para una orientación general puede decirse lo siguiente: El derecho (relativo) y la fuerza del m. se fundan en la tendencia del espíritu humano a reducir racionalmente todo lo múltiple a lo sencillo; a ello corresponde como base ontológica que el ser en cuanto tal es uno. Pero concluir de ahí que sólo hay una especie de ser (lo cual significaría que sólo hay una especie de acceso a él) e incluso que no existe más que un ente en sentido pleno, sería desconocer el esencial carácter analógico del ser (-> analogía del ser).

El m. absoluto en particular se hace insostenible por la evidente multiplicidad de personas libres e independientes, según se pone de manifiesto en el encuentro personal. Todo m. de método adolece de que, sin acudir a métodos filosóficos extraños, no puede justificarse a sí mismo, con lo cual refuta su propia posibilidad. A la postre, el reconocimiento de la manifiesta multiplicidad en este mundo y en nuestra vida, la cual sólo queda superada en el Dios transcendente al mundo, es una tarea de aceptación de nosotros mismos como seres finitos y creados.

BIBLIOGRAFÍA: W. Brugger, LThK2 VII 553 ss; A. Drews (dir.), Der M., dargestellt in Beiträgen seiner Vertreter, 2 vols. (Je 1908); R. Etsler, Geschichte des M. (L 1910); L. Klimke, Der M. und seine philosophischen Grundlagen (Fr 41919) (hihi.); A. M. Quinton, Pluralism and Monism: EBrit XVIII (1966) 66 as.

Gerd Haeffner