MISTERIOS, TEOLOGÍA DE LOS
SaMun

 

La t. de los m. es el intento de una síntesis de todas las verdades de fe desde la perspectiva del misterio, es decir, de la acción de Dios por la que él ha obrado nuestra salvación eterna en Cristo, que se nos comunica en la Iglesia, particularmente en los sacramentos y en la celebración litúrgica. El iniciador de esta síntesis en la teología actual fue Odo Casel (monje de Maria Laach, + 1948). Sin duda encontró por de pronto múltiple contradicción; pero la controversia sirvió a la postre para dar forma completa y fundada a la teoría. Núcleo de la t. de los m. es la nueva estimación (o la recuperación de la estimación tradicional) de la celebración litúrgica como realidad concreta en que se nos hace presente la acción salvadora de Cristo en su muerte y resurrección. Punto de partida para Casel y otros fue el esfuerzo de la filología y de la historia de las religiones por esclarecer el sentido y concepto de la palabra mysterion (o sacramentum). Partiendo de ahí halló la posibilidad de utilizar para una más profunda inteligencia de los sacramentos de la Iglesia el paralelismo entre los misterios helenísticos y los cristianos, el cual había sido interpretado hasta entonces por la teología liberal del protestantismo como una refutación de la originalidad del cristianismo en la historia de las religiones. Aquí precisamente surgió la contradicción, que no ha enmudecido hasta hoy; y aquí está ciertamente el punto más flaco de su base teológica.

Sin embargo, ciertos estudios (como los de C. v. Korvin-Krasinski) han vuelto a confirmar recientemente el punto de partida de Casel como justificado y, en todo caso, como posible. Pero, comoquiera que haya de juzgarse el paralelismo, Casel puso al comienzo de su teología la definición de misterio ritual que anteriormente había sido elaborada: «El misterio es una acción ritual sagrada, en la que un hecho salvífico se hace presente por el rito; al ejecutar la comunidad de culto este rito, toma parte en la acción salvadora y adquiere para sí la gracia divina» (Das christliche Kultmysterium 79). Aun cuando inicialmente fue sólo una «hipótesis de trabajo», esa definición ha demostrado sorprendente fecundidad para una visión profunda de los datos de la -> liturgia, del testimonio de los padres, de la doctrina de Tomás de Aquino, de la posición central de la celebración pascual; e igualmente para la configuración de un cuadro total y universal de la realidad cristiana. Pero el apoyo en la historia de las religiones apenas desempeña ya papel alguno. No menos valiosas son las síntesis parciales; así, las interpretaciones del -> año litúrgico, la estimación del misterio festivo en general y de ciclos festivos en particular, p. ej., del ciclo de navidad como misterio del que viene, de la celebración eucarística pascual como misterio de la cruz, de la realidad de la existencia cristiana como misterio de la Iglesia. En esta visión la liturgia es simplemente el misterio cultual de Cristo y de la Iglesia. Junto a la realidad cultual, y brotando de ella, está el empeño por realizar la verdadera imagen del hombre cristiano.

Dentro de la importancia de la base puesta por Casel, la t. de los m. ha ido más allá de él. La intención y el contenido esencial, no sin correcciones de pormenor, han demostrado su fecundidad en diversos campos de la teología. Junto al abad I. Herwegen (+ 1946) y a los monjes de su abadía de Maria Laach, mencionemos sobre todo a algunos teólogos que, en forma independiente y critica e incluso a veces polémica, han recogido y desarrollado el impulso de Casel, p. ej.: G. Söhngen, H. Kuhaupt, J. Betz; en los Paises Bajos, E. Dekkers, H. Schillebeeckx, L. Monden; en el campo anglo-americano, A. Vonier, H.A. Reinhold; en Francia, E. Masure, Ch. Journet y sobre todo el Centre de Pastorale Liturgique (París), particularmente en su interpretación del mysterium paschale.

Pero también en la obra de teólogos que han construido su obra científica partiendo de otro contexto, es a menudo claramente reconocible como factor incitante el influjo de la t. de los m. Bien común es en particular el núcleo intimo de la síntesis total, tal como está expresada precisamente en el capitulo fundamental de la Constitución sobre la liturgia del concilio Vaticano II (sobre todo, n.0 2, 5-12). El misterio simplemente, en sentido paulino, es el designio salvífico de Dios (Ef 1, 9) en orden a recapitular en Cristo como cabeza todas las cosas en la economía de gracia de la plenitud de los tiempos (1, 10). Oculto en Dios Padre desde toda la eternidad, el misterio de Dios se ha hecho ahora manifiesto en Cristo. Él es el misterio de Dios Padre (Col 2, 2); él nos ha traído noticias del Padre (Jn 1, 18), de su amor, de su amor misericordioso para con nosotros pecadores, por quienes el Padre entregó a su Hijo en la encarnación, la muerte de cruz y la glorificación por su resurrección y su señorío a la diestra de Dios.

La prolongación de este misterio de Cristo se realiza por la Iglesia (cf. Ef 3, 9s), por la unión de todos en ella como cuerpo de Cristo (cf. Ef 1, 23) y por sus misterios cultuales, sobre todo el -> bautismo (-> confirmación) y la -> eucaristía. Éste es el contenido de la predicación apostólica: «Dar a conocer entre los gentiles cuál sea la riqueza de la gloria de este misterio, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria» (Col 1, 27). Este dar a conocer es ante todo una transmisión como oferta actual de lo que una vez sucedió históricamente en la plenitud de los tiempos; pero apunta con necesidad interna al futuro, a la revelación de la gloria de nuestra participación en la acción salvadora de Cristo el día de su segunda venida (cf. Col 3, 4). Y todo esto es visto en la unidad envolvente del único misterio de la salvación: Dios mismo en la riqueza de su vida divina ad intra, el plan divino de salvación, Cristo, la Iglesia, los misterios cultuales de la Iglesia, la consumación en la gloria de Dios. En cierto modo cada fase particular lleva en sí la precedente, la hace presente, la comunica. Dios obra preparando y fundamentando el futuro, pues se revela actuando en la historia del Antiguo Testamento. Lo que precedió en el Antiguo Testamento se consuma, llega a su plenitud en Cristo. Su acción salvadora culmina y se resume en el acontecimiento pascual (-> pascua), que se hace a su vez presente en la celebración de la liturgia eclesiástica, hasta que la participación (Ef 3, 19) dada para su confirmación en la plenitud de toda una vida cristiana se consume en la segunda venida de Cristo, cuando Dios será todo en todos (1 Cor 15, 28).

De acuerdo con la situación presente de la Iglesia, que es por completo situación de peregrina, esta visión conjunta hace hincapié en la presencia de la acción salvífica de Cristo, que nos es dada aquí y ahora, cada vez de manera diferente, en los sacramentos, sobre todo en la celebración eucarística, en la fiesta del -> domingo, en la celebración del -> año litúrgico y de sus fiestas, en las horas canónicas (-> breviario), en los sacramentales y, finalmente, en la plenitud de la vida cristiana (cf. Ef 3, 17). Aquí podemos remitir a la doctrina del concilio Vaticano rs sobre la presencia del Señor en toda acción litúrgica (Constitución sobre la liturgia, n.° 7); cf. también el resumen y la confirmación de la misma idea en la Instructio de cultu Mysterii Eucharistici (n.° 9). La t. de los m. da así una profunda interpretación del culto de la Iglesia como realidad misteriosa, en que nos sale al paso toda la obra salvadora de Cristo, concebida desde la eternidad, preparada en la historia del Antiguo Testamento, cumplida en la vida, muerte y resurrección de Cristo, que se nos da actualmente a nosotros, para penetrar nuestra vida entera, a fin de que estemos verdaderamente «en Cristo Jesús», muertos y resucitados con él, buscando las cosas de arriba y esperando la consumación escatológica.

En gran parte sigue siendo todavía una tarea sobre todo la respuesta a la cuestión de cómo haya de entenderse más detalladamente esta presencia. Se trata de la cuestión sobre la relación del kairos de Cristo (de su única aparición histórica en la historia de la salvación) con nuestro tiempo terreno; se trata además de lograr las categorías necesarias para esta respuesta, y de interpretar las ideas de participación, presencia, encuentro personal, conmemoración (anamnesis), así como la contraposición y unidad entre Cristo y la Iglesia; y se trata finalmente de mantener la unicidad de Cristo (como mediador) y la peculiaridad (relativa) de la Iglesia y de los cristianos que obran en ella. Hallar aquí las respuestas adecuadas significa un enriquecimiento auténtico y vivo de la teología de nuestros días dentro del catolicismo y, a la vez, una importante contribución al diálogo con las comunidades cristianas separadas de nosotros.

BIBLIOGRAFIA: 1. Para una bibliografía detallada de las obras de O. Casel cf.: A. Mayer y otros, Vom christlichen Mysterium (D 1951) 363-375; ALW 10/1 (1967) 7-77. — Después de 195 aparecieron: Misterio de la cruz (Guad Ma); Misterio de lo venidero (Guad Ma); El hombre auténtico (Guad Ma); El misterio de la Ecciesia (Guad Ma); Das christliche Kultmysterium (Rb 41960).

2. MoNOGRAFÍAS: 771. Filthaut, Die Kontroverse über die Mysterienlehre (Warendorf 1947), que queda completado con: B. Neunheuser: ALW 3/1 (1953) 104-122, 4/2 (1956) 316-324, 5/2 (1958) 333-353.

a) SOBRE LA HISTORIA DB LA RELIGIÓN: O. Casel, Christliches Kultmysterium (Rb 41960) 240 243 ; C. v. Korvin-Krasinski, Die rituelle Begehung des Urzeitgeschehens im Kultus der Primitiven: Mikrokosmos und Makrokosmos (D 1960) 87-198; ídem, Die kosmische Urbs als Kult und Zeitmitte: Perennitas, bajo la dir. de H. Rahner - E. v. Severos (Mr 1963); A. Álvarez de Miranda, Las religiones mistéricas (R de Occ Ma).

b) SOBRE LA PROBLEMÁTICA: I. Herwegen, Das Mysterium als die Seele katholischen Wesens: Lumen Christi (Mn 1924) 107-138; idem, Kirche und Seele (Mr 1928); idem, Christliche Kunst und Mysterium (Mr 1929); Ae. Löhr, El año del Señor, 2 vols. (Guad Ma); D. Winzen, Taufe und Firmung: DThA XXIX (Sa 1935); G. Söhngen, Symbol und Wirklichkeit im Kultmysterium (1937, Bo 21940); D. Witwen, Eucharistie: DThA XXX (1938); J. Pinsk, Die sakramentale Welt (Fr 1938); G. Söhngen, Der Wesensaufbau des Mysteriums (Bo 1938); H. Kuhaupt, Eucharistia I (Mr 1950); V. Warnach, Agape (D 1951); ídem, Taufe und Christusgeschehen: ALW 3/2 (1954) 284-366; D. Barsottt, Misterio cristiano y palabra de Dios (Sig Sal 1965); P. Wegeier, Heilsgegenwart (Mr 1958); V. Warnach, Die Tauflehre: ALW 5/2 (1958) 274-332; E. H. Schillebeeckx, Sakrament der Gottesbegegnung (Mz 1960); B. Neunheuser (dir.), Opfer Christi und Opfer der Kirche (D 1960); V. Warnach: LThK2 VII 724-727 (bibl.).

Burkhard Neunheuser