MILENARISMO
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M. es la expectación de un reino milenario de Cristo en la tierra, el cual ha de preceder al juicio final. Las concepciones que sirven de base a esa expectación han adoptado diversas formas en el curso de la historia.

1. El origen bíblico del milenarismo

La base inmediata para el m. es Ap 20, 1-15. Una vez que el vidente ha descrito la caída de Babilonia, narra cómo un ángel encadena a Satanás y lo arroja al abismo para mil años. Después resucitan los muertos; ésta es la primera resurrección. Los justos reinarán con Cristo mil años en la tierra; y en ese tiempo el mal estará encadenado. Después Satanás quedará libre por breve tiempo para hacer la última embestida contra el reino de Dios, pero entonces experimentará su derrota definitiva. Luego ha de seguir la resurrección general: la «segunda resurrección» junto con el juicio final.

En el primer siglo cristiano este relato fue interpretado en el sentido de las representaciones judeo-apocalípticas. La literatura apócrifa judía presenta la venida del Mesías como principio de un tiempo perenne de abundancia y felicidad materiales para Israel. Desde final del siglo i d.C. algunos escritores defienden que a un reinado intermedio — temporalmente limitado — del Mesías seguirán el juicio final y el perfeccionamiento de todas las cosas. Según testimonios rabínicos más antiguos la duración de este reino será de 1000 años, que han de seguir a los 6000 años de esperanza del Mesías, en correspondencia con los seis días de la creación (pues, según el Sal 90 [89], 4, ante Dios mil años son como un día). Según esa concepción el séptimo milenio es el tiempo de descanso para los justos, prefigurado en el descanso de Dios después de la creación.

II. La evolución histórica

Si resumimos los diversos elementos relativos al m., que se hallan dispersos sobre todo en la primitiva literatura cristiana, llegamos al siguiente esquema: a) segunda venida de Cristo en la gloria. b) primera resurrección (sólo de los justos); c) juicio universal (para los pueblos en su totalidad, no para los individuos); d) reino mesiánico de mil años; e) segunda resurrección (para todos los demás hombres); f) juicio final (para cada uno personalmente); g) destino eterno (premio o castigo).

1. Antigüedad

Hasta la segunda mitad del siglo Iv en la Iglesia occidental se defendió un m. de manera casi general, y a veces también en la oriental. Jerónimo y Agustín prepararon el final del m.; contribuyó también a ello el hecho de que, en lugar de las tribulaciones y persecuciones iniciales de la Iglesia, desde Constantino se introdujeron el reconocimiento y la seguridad, lo cual hizo que se atenuaran las esperanzas escatológicas. También la filosofía griega (cf. Clemente de Alejandría, Orígenes) rechazó las representaciones excesivamente concretas del m., tal como se hallan, p. ej., durante el siglo u en los representantes de un m. craso, sobre todo en Cerinto y, en parte, también en Papías (cf. IRENEO, Adv. haer. v 33, 3). Este m., que bajo el influjo directo del judaísmo hacía consistir la felicidad en los goces sensibles, desde el siglo iv perdió su poder en la Iglesia.

Pero no sucedió lo mismo con el m. moderado, según el cual los justos después de la primera resurrección ni se casarán ni estarán sometidos al hambre y al dolor, y la felicidad misma será de índole espiritual (p. ej., TERTULIANO, Adv. Marc. Hi 24). Agustín (f 430) identificó el reino milenario con el tiempo entre la resurrección de Cristo y su parusía (cf. De civ. Dei xx 7ss). La primera resurrección del Ap es, según él, el nuevo nacimiento en el bautismo y la operación de la gracia. La prisión de Satanás significa la derrota que el príncipe de este mundo sufre con la redención del género humano por Cristo. El reino de Cristo es la Iglesia que existe en el mundo; sus miembros reinan con el Señor, pues poseen ya en la tierra el esplendor de la gloria celeste (cf. Ef 1, 14). Este reino tiene la duración simbólica de 1000 años, un período de tiempo perfectamente cerrado en sí mismo. La liberación del enemigo infernal en los últimos días simboliza las últimas persecuciones de la Iglesia provocados por Satanás. La «segunda resurrección» es la revivificación de los cuerpos al final del mundo (por tanto, la primera resurrección es espiritual y la segunda corporal).

2. Edad media

Aunque esencialmente se impuso en la Iglesia la interpretación simbólica del Ap en virtud de la autoridad de Agustín, no obstante después de él se produjeron nuevamente interpretaciones que entendían el texto como una predicción de acontecimientos concretos. La más influyente fue la de Joaquín de Fiore (t 1202) que defendía un reino milenario del Espíritu Santo y predecía para el año 1260 la venida del reino de Dios. Su comentario del Ap influyó sobre todo en los espirituales franciscanos y, más tarde, también en el - husismo y en el movimiento de los anabaptistas.

3. Edad moderna

Desde el siglo xvi el m. perdura sobre todo en sectas que anuncian una súbita irrupción del reino de Cristo. Son dignos de mención: los anabaptistas (s. xvi); los hermanos bohemos (s. xvi), una determinada dirección del -~ pietismo, los adventistas y mormones (s. xix), los testigos de Jehová y los «amigos del Eterno» (s. xx).

Sobre la legitimidad de un m. moderado en la Iglesia, que es la forma más corriente y, normalmente, cuenta con un reino de Cristo y sus santos en la tierra, la Santa Sede decidió en 1944: «El sistema del m. moderado no puede enseñarse sin peligro para la fe» (AAS 36 [1944] 212; Dz 2296). Esta toma de posición concuerda con la doctrina general de la tradición atestiguada, p. ej., en Tomás de Aquino (ST In suppl. q. 77 a. 1 y 4) y después en Roberto Belarmino (De Romano Pontifice 117).

III. Enjuiciamiento

La dificultad en ofrecer una interpretación clara y general de Ap 20 (cf. p. ej., Scheel, Schmaus y Althaus), favorece una y otra vez las especulaciones milenarias de toda clase. Por diferentes que éstas sean, es común a ellas el intento de dividir la historia de la salvación y la condenación en períodos basándose en una concepción preestablecida, e igualmente de calcular el posible punto final de esa historia, el cual daría unidad y sentido a la totalidad del proceso histórico. Esta tendencia aparece todavía en formas secularizadas del milenarismo.

BIBLIOGRAFIA: además de los comentarios al Apocalipsis, cf.: DThC X 1760-1763; A. Wikenhauser, Die Herkunft der Idee des Tausendjährigen Reiches in der Joh.-Apk: RQ 45 (1937) 1-24; ECatt VIII 1009 ss; RAC II 1073-1078; H. Bietenhard, Das tausendjährige Reich. Eine biblisch-theologische Studie (Z 21955); P. Althaus, Die letzten Dinge (Gii 61956); RGG3 I 1651 ss; Schmaus D IV/2; N. Cohn, The Pursuit of the Millennium (Lo 1957); W. E. Mahlmann, Chiliasmus und Nativismus (B 1961); H. Schumacher, Das tausendjährige Königreich Christi auf Erden (St 1964); B. Töpfer, Das kommende Reich des Friedens. Zur Entwicklung chiliastischer Zukunftshoffnungen im Hoch-MA (B 1964).

Estévao Bettencourt