MASONERÍA
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1. Historia

a) Período de los albañiles medievales. Se han atribuido muchos orígenes fantásticos a la m. (Egipto, templo de Salomón, misterios antiguos, templarios, rosicrucianos, etc.). En realidad la m. se remonta a los albañiles medievales. Su nombre viene de Inglaterra, donde free mason designaba al obrero que pule la piedra, por oposición al que trabaja la piedra tosca (rough mason). Los albañiles libres estaban organizados suprarregionalmente y no se hallaban atados al gremio de un lugar fijo. Los free masons guardaban secretos técnicos y profesionales: el así llamado «secreto de los albañiles» protegido por un juramento (palabras, signos, manejo de instrumentos), que debía asegurar un monopolio para los trabajadores cualificados. La hipótesis de que a este respecto deban buscarse influjos de ciertas doctrinas secretas, p. ej., de la alquimia, es una conjetura moderna que no se ha demostrado. El espíritu de las «logias» de trabajadores es católico (sus patronos son: san Juan Bautista y los cuatro Mártires coronados). Se les debe la construcción de las catedrales de la edad media. Pero esta m. no debe confundirse con los gremios en general.

b) Período de la transformación (siglos xvI-xvzz). El final del arte gótico acarreó también el fin de dicha organización de albañiles, que, sin embargo, logró sobrevivir en Inglaterra y en Escocia (en parte también en Alemania) hasta el siglo xix. Se aseguraba la subsistencia aceptando miembros honorarios (accepted masons). Se siguió prestando el juramento arcaico de mantener el «secreto», fórmula vacía de sentido, ya que el secreto había desaparecido.

c) Período «especulativo» (desde 1717). El año 1717 se unieron cuatro logias, de donde resultó la gran logia de Londres, que adoptó en 1723 las Constituciones del sacerdote J. Anderson. Desde entonces la institución cambió totalmente de espíritu. La «arquitectura» asume un sentido alegórico. La construcción de las catedrales de piedra es sustituida por el ideal de edificar la catedral humana, el hombre ideal, «para gloria del gran Arquitecto del universo» (Dios). Las herramientas (compás, escuadra, etc.) reciben su sentido simbólico. Se conservan: el uso del delantal en la logia, símbolo del trabajo; la exclusión de las mujeres, ya que la m. obrera no había tenido miembros femeninos; y la jerarquía tradicional (aprendices, compañeros, maestros). En el siglo xviii la m. se esparció por Europa y América, pero contrariamente a una opinión propagada, no desempeñó el papel que se le ha atribuido ni en el movimiento enciclopedista, ni en la filosofía de las luces, ni en la preparación de la revolución francesa.

Después de 1815 los adversarios del orden religioso y monárquico nacido del Congreso de Viena hallaron en las logias de Francia y de algunos países latinos un asilo cómodo para conspirar. Así desde esta época existe la escisión entre la «m. regular», vinculada a la tradición y la «m. irregular», que en contraste con la primera asumió un compromiso laicista y político sobre todo en Francia e Italia. Según la opinión de esta segunda, la realización de la unidad italiana postulaba el fin no sólo del papado, sino también de la Iglesia. En Francia fue la m. la que hizo votar las leyes anticlericales de la tercera república. En España la m. contribuyó a la efímera república de 1931-1936. La m. regular ha condenado siempre estas desviaciones. Cuando en 1877 la logia el «Gran Oriente de Francia» suprimió la mención del «gran Arquitecto del universo», se produjo la ruptura oficial. En 1929 la gran logia de Inglaterra, gracias a su situación preeminente, impuso a todas las grandes logias del mundo un documento fundamental, los ocho «principios básicos para el reconocimiento de una gran logia», el principal de los cuales es «la fe en la gran voluntad revelada».

La m. fue prohibida en la Italia fascista y en la Alemania nazi. Y lo sigue estando en España y Portugal, y en los países comunistas por reaccionaria y burguesa.

2. Fin

La distinción entre m. regular e irregular adquiere aquí toda su importancia, pues contrariamente a un error frecuente, la m. no es en modo alguno un bloque homogéneo, sino que está profundamente dividida. No es ni una religión ni un sistema filosófico, y seria un error aplicarle nociones eclesiológicas, tales como las de ortodoxia y de magisterio. La m. no inculca ninguna doctrina, pero propone símbolos que implican un cierto ideal del trabajo; el «trabajo sobre la piedra bruta» significa el perfeccionamiento moral. Se trata de una especie de «ascesis», que debe conducir a una «fundamental postura moral», la cual no puede fijarse en conceptos. Por eso el secreto de la m. en un cierto sentido no es comunicable, aunque hay numerosas publicaciones que se han esforzado por descubrirlo. En realidad éstas sólo han logrado decir lo que puede advertirse desde fuera, pero no la esencia esotérica de la masonería. La m. tradicional conoce tres «grandes símbolos luminosos» que son obligatorios en toda logia: el libro de la ley sagrada (la Biblia), el compás y la escuadra. Para los no cristianos, la Biblia puede ser substituida por el libro sagrado de algún otro culto (p. ej., el Corán). Sólo están excluidos de la m. los ateos. Ésta prohíbe toda política. Todos los masones son hermanos y deben socorrerse. La m. regular respeta las religiones y las Iglesias, y hasta recomienda a sus adeptos la fidelidad a sus respectivos cultos, considerando tal actitud como la auténticamente masónica. Esa m. es leal para con las legítimas instituciones públicas.

La m. irregular rechaza rotundamente estas máximas, está comprometida políticamente, y ha llegado a veces a entenderse como «anti-Iglesia». No obstante, es absurdo imputarle ritos satánicos o ceremonias sacrílegas y obscenas, como lo hace toda una serie de literatura especial siguiendo el ejemplo del difamador escrito polémico Les Fréres Trois-Points (P 1885) de L. Taxil.

3. Organización. Ritos. Jerarquía

a) Organización. Una agrupación de masones se denomina una logia. Una federación de logias constituye una obediencia o una gran logia. La logia está presidida por un maestro, y la gran logia lo está por un gran maestro. Las obediencias son nacionales. No existen jefes supremos ni directorio internacional. Para ser masón hay que tener 21 años y ser «libre de nacimiento y hombre de buenas costumbres». Las mujeres sólo son admitidas en ciertos grupos irregulares, como la Co-Masonry inglesa o el Droit Humain, fundado en París el año 1893. El derecho a desertar es absolutamente libre. De todos modos la logia se reserva el derecho de excluir a los indignos.

b) Ritos. Los ritos difieren de una obediencia a otra. Merecen destacarse el rito escocés antiguo y el revisado. A fines del siglo xix, las m. irregulares mostraron tendencia a «racionalizar los rituales expurgándolos de todas las analogías religiosas». Luego se produjo una reacción contraria bajo, el influjo del gran simbolista Oswald Wirth. El ritual masónico puede compararse, aunque sólo en cierta medida, con lo que la liturgia es para la Iglesia (cf. la Flauta mágica de Mozart, que puede considerarse como una traslación del ritual masónico al escenario).

c) Jerarquía. La «pura y auténtica m. de san Juan» se compone de tres grados «simbólicos» o «azules» (color de su distintivo): aprendiz, compañero y maestro, y con la maestría se vincula el «complemento» del arco real (Royal Arch), ceremonia de inspiración bíblica. Pero, además de este sistema de tres grados, la m. anglosajona conoce grados «laterales» (Side Degrees), y los otros ritos tienen los «altos grados» (seis en el rito escocés revisado, treinta y tres en el antiguo rito escocés). El anticlericalismo veía en los altos grados un símbolo de la lucha contra el «despotismo espiritual» y la «tiranía». El sistema de altos grados es rechazado por muchos masones; en EE.UU. se ha conservado. En el sistema sueco se suceden tres órdenes cuyos patronos son: san Juan Bautista para la primera, san Andrés para la segunda, y san Juan Evangelista para la tercera (llamada capítulo de la orden).

4. Masonería e Iglesia católica

La m. medieval no preocupó nunca a la Iglesia, ni siquiera por razón de sus «secretos», ya que la Iglesia había admitido siempre la legitimidad del secreto profesional. La cosa cambió en el tiempo de la ilustración. Como bajo el antiguo régimen las bulas papales no eran jurídicamente obligatorias sino a condición de haber sido registradas por los poderes civiles, las bulas del siglo xvin que condenaban la m. no pudieron publicarse. Por esta razón hubo numerosos masones en el clero, tanto en el secular como en el reguiar, incluso entre los obispos.

La primera condenación fue la de la bula In Eminenti de Clemente xii, confirmada por Benedicto xiv en la bula Providas (1751). La m. no era condenada como herética ni por razón de alguna doctrina errónea, sino por razón de su secreto. Una frase enigmática de la bula («...y por otras causas justas y razonables que Nos conocemos») ha hecho pensar que a este primer motivo podía haberse unido otro más oculto, relacionado sin duda con la causa de la dinastía destronada de los Estuardos (cf. A. MELLOR, Nos Frères... ).

Desde entonces la m. ha sido condenada en diferentes documentos pontificios, por última vez en la encíclica Humanum genus (1884) de León XIII, que mostró cómo la m. había caído en todos los errores (naturalismo, latitudinarismo, etc.) catalogados en el Syllabus.

La actual legislación de la Iglesia relativa a la m. se halla en los cánones 684 y 2335-2336 del CIC. Ha desaparecido la antigua obligación de denunciar a los jefes; pero el canon 2335 (precisado por una instrucción del Santo Oficio, de 10 de mayo de 1884) afecta a «los que se adhieren a alguna secta masónica o a otra que se entregue a maquinaciones contra la Iglesia o los legítimos poderes civiles». De donde se sigue que allí donde no se da el delito así definido, y con mayor razón donde éste es excluido positivamente, no se incurre en la censura. Pues según el canon 2228: «No se incurre en la pena establecida por la ley sino cuando el delito es perfecto en su género, según los términos propios de la ley.» De donde resulta que allí donde las declaraciones públicas de una obediencia masónica aseguran expresamente que en la obediencia se veda todo lo que pueda ser considerado como «maquinaciones contra la Iglesia o los legítimos poderes civiles», es por lo menos dudoso que se incurra en la pena prevista por los cánones 2335-2336 (es decir, en la excomunión latae sententiae). Por lo demás, el derecho canónico advierte que, cuando hay duda sobre la ley, ésta no obliga (Non urget). Podemos por tanto preguntarnos hasta qué punto están excomulgadas las obediencias que, como la Grande Loge nationale /rancaise, la Vereinigte Grossloge de Alemania o el Grand Orient de Haiti (este último ha dirigido incluso una petición al concilio Vaticano II), se han pronunciado públicamente para no caer bajo las sanciones canónicas. Esto mismo puede preguntarse con relación a la gran logia de Inglaterra, que ha condenado repetidamente la m. irregular. Igualmente la m. alemana, por lo menos la que tiene un amplio fundamento cristiano, ha rechazado todo anticlericalismo. La Comisión posconciliar creada por Pablo vl para la revisión del CIC no podrá menos de abordar este problema.

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Alec Mello