LUGARES TEOLÓGICOS
SaMun

1. Con apoyo en los Tópicos de Aristóteles se llaman l. t. los puntos de vista o criterios más generales en la epistemología y metodología teológicas. En Aristóteles se trata de la fundamentación dialéctica en contraste con la científica. Aquélla se basa en enunciados universalmente reconocidos, que se llamaron más tarde loci communes. Según A. Gardeil, estos tópoi vuelven a aparecer en el español Melchor Cano OP (1509-1560), el clásico de la demostración teológica, como loci que no se apoyan en razones objetivas, sino en una autoridad. Desde el punto de vista histórico, según A. Lang, Cano sigue más bien a Cicerón, cuyos Topica son una ayuda para el orador como arsenal de pruebas. A él se refiere también la obra influyente De dialectica inventione de Rudolfo Agrícola (+ 1485). Con él se relacionan tanto los tópicos materiales de Felipe Melanchthon, como los formales del M. Cano. Apoyándose en la división tradicional de la teología, Melanchthon buscó para sus loci communes criterios materiales, en los que pueden resumirse las doctrinas contenidas en la Escritura. En el campo católico escribió loci de este tipo, entre otros, Juan Eck. Cano, en cambio, parte de la autoridad y de la razón como fuentes principales de la teología y, sobre esa base, busca los lugares en que hay que encontrar la verdad teológica.

2. Los «loci» de M. Cano: a) La sagrada -> Escritura. En la prueba de Escritura Cano se atiene al concilio de Trento. Su texto es la Vulgata, su canon el del concilio, su exégesis sigue el consentimiento de los padres. La inspiración es además para él garantía segura de la inerrancia de la Escritura aun en sus partes y doctrinas particulares.

b) Cano funda la tradición en que muchas verdades sólo están contenidas en la Escritura de una manera obscura, y otras no están contenidas en ella de ninguna manera. Además, según él, la palabra viva es superior a la fijada por escrito. A su juicio es doctrina de la tradición lo que puede seguirse retrospectivamente hasta los tiempos apostólicos, sin que tenga su origen en un concilio o en un papa. Lo mismo prueba una cadena ininterrumpida de testigos desde los tiempos más antiguos. Y lo que hoy día enseña la Iglesia de manera general o lo que es creído en ella por todas partes, sólo puede proceder de la ->tradición apostólica.

c) La autoridad de la Iglesia católica estriba en su infalibilidad en materias de fe, la cual puede comprobarse por la universalidad de un -> dogma.

d) La autoridad de los -> concilios depende de su confirmación papal; sólo así confirmados enseñan infaliblemente los concilios universales.

e) La autoridad de la -> Iglesia romana. Cano prueba el primado del papa, su infalibilidad y la de -sus sucesores; y muestra cómo tal prerrogativa corresponde al obispo de Roma. Como persona privada el papa es capaz de error. En virtud de una asistencia divina, sus decisiones definitivas en materia de doctrina y costumbres son infalibles cuando las impone a toda la Iglesia. Aquí parece anticiparse la posterior definición del concilio Vaticano I.

f) Los padres particulares pueden fundamentar una probabilidad en materias de fe. La mayoría de los padres no cuenta cuando hay otros que hablan en contra. La interpretación unánime de la Escritura y la doctrina unánime en materias de fe hace conduyente el argumento patrístico.

g) Los teólogos. Cano se ve obligado a defender a los teólogos escolásticos contra los ataques de humanistas y reformadores protestantes. La defensa de una verdad por parte de muchos escolásticos no tiene autoridad contra la opinión contraria de otros. Su consentimiento general en una materia importante de fe harfa sospechosa la doctrina contraria. Una opinión unánime en doctrinas de fe y costumbres es criterio de verdad.

h) A estos loci proprii se añaden los loci alieni, que corresponden a la razón: ante todo la intuición natural. En este punto Cano sólo quiere admitir conocimientos seguros, universalmente reconocidos.

i) La opinión unánime de todos los filósofos tiene validez en cuanto tal. La cuestión sobre si debe darse la preferencia a Platón con Agustín, o bien a Aristóteles con Tomás, la resuelve el dominico en favor de Aristóteles.

j) Nueva es en Cano la propia estimación de la prueba histórica. Cano quiere conceder validez a lo que está confirmado por testigos fidedignos y, según el criterio de la prudencia, debe considerarse como verdadero; sobre todo si los testigos están de acuerdo entre sí y son reconocidos por la Iglesia.

Estos loci estimularon un giro hacia la teología positiva. Su inconveniente es la yuxtaposición exterior, que Cano trata de atenuar a base de numerosos enlaces intermedios. Pero, efectivamente, este teólogo tiende a una independización demasiado grande de los factores particulares de la prueba teológica.

Además de la inventio, o el hallazgo de la verdad teológica, Cano estudia también el iudicium: el juicio en las distintas notas y censuras teológicas que él atribuye a las verdades particulares de acuerdo con su origen (cf. -> calificaciones teológicas). Siguiendo un uso general, se atiene sobre todo a la caracterización de la doctrina contraria condenada por la Iglesia. Sin duda es demasiado amplio su concepto de herejía. Incluye bajo tal censura no sólo la contradicción a la doctrina de la Iglesia, sino también la repulsa a las consecuencias que se derivan de ella. Cano ve una doctrina errónea en la contradicción a verdades cristianas que no pertenecen a la fe, cuyo carácter dogmático sólo admiten algunos teólogos, o bien cuando la oposición a la doctrina de fe no está clara. Sospechosa de herejía es toda doctrina que de algún modo la favorece. Malsonante u ofensiva a los oídos piadosos es para él una doctrina que no contradice a la teología, sino a la piedad. Rechaza como temeraria una opinión que no está suficientemente fundada y como escandalosa la que es contraria a las buenas costumbres. Con estas censuras Cano vinoa ser hasta hoy modelo de la teología, sin que ésta se atuviera en todo a su división.

3. Los loci actuales. La teología contemporánea normalmente resume la demostración teológica en cuatro etapas: la prueba de Escritura, la prueba de tradición, la doctrina de la Iglesia y las razones teológicas. En este proceso la prueba del magisterio eclesiástico sirve sobre todo para fundamentar la doctrina misma. La teología es parte de la Iglesia, parte de su encargo doctrinal y, consecuentemente, sólo puede exponer la doctrina de la Iglesia. Pero esta doctrina no sólo debe demostrarse partiendo de la Escritura y tradición, sino que debe también profundizarse y adaptarse al pensamiento actual.

El lugar propio y primero en que ha de buscarse la prueba teológica es la sagrada Escritura. Todavía hoy es en muchos casos incierto el texto del AT. No obstante, también en la prueba teológica, su texto original es superior a toda traducción. El texto del NT está hasta tal punto asegurado que la Iglesia puede apoyarse hoy en él lo mismo que antaño en la Vulgata. Igualmente debatida que entonces es la cuestión del canon. Para la Iglesia católica lo fijó el concilio de Trento. En orden a la valoración de este hecho desde el punto de vista ecuménico hay que remitir al carácter cristiano del contenido como verdadera norma. El que concede al católico el nombre de cristiano, contará también entre los verdaderos libros cristianos obras del catolicismo temprano, como la carta de Santiago, las epístolas pastorales o los Hechos de los apóstoles.

También es necesario hoy día volver a reflexionar sobre la cuestión de la inspiración. A. Bea y otros la explican como una acción por la que Dios, el auténtico autor de la Escritura, toma a su servicio al autor humano. K. Rahner piensa de modo más general en la primitiva Iglesia, cuya constitución gozó de particular providencia de Dios. Uno de sus elementos es también el Nuevo Testamento. Para el AT N. Lohfink propone una inteligencia que cifra toda la inspiración en la orientación previa a Cristo. También para el NT habría que pensar en una interpretación por la que se pueda oír toda palabra de la Escritura como palabra de Dios. De este modo la inteligencia de la inspiración apunta a la recta exposición. La ->hermenéutica necesaria para ello se refiere primariamente: bajo la perspectiva protestante, a la doctrina de la salvación; en la concepción ortodoxa, a la inteligencia tradicional de la Escritura; y en la visión católica, a la inteligencia oficial de la Escritura. Estos tres puntos de vista no deben excluirse, puesto que la Iglesia y en ella los padres proponen e interpretan siempre la palabra de la Escritura como palabra sobre la salvación.

La prueba dogmática de Escritura no puede contentarse, como la exposición exegética, con el sentido de los pasajes particulares, por más que ésta haya de hacerse (teniendo en cuenta el género literario) por el contexto de cada obra, de su tiempo y de la escritura en su conjunto. Más bien, sólo se expone plenamente el dogma en su forma histórica, cuando, en su fundamentación en la Escritura, se parte de las bases de los dos testamentos, el AT queda fundamentado en el NT, y se esclarece la línea histórica de la predicación de la salvación. Por eso debe estudiarse por separado la doctrina de cada escrito y la de los grupos de escritos. En el AT hay que partir del anuncio de la salvación a Israel, de la salida de Egipto, de la alianza con Dios en el Sinai y de los múltiples testigos de los hechos y palabras de Dios. Todo eso debe esclarecerse a la luz de su cumplimiento en el NT y del tránsito hacia él. El punto de partida para la interpretación del NT es el acontecimiento salvífico en Jesucristo, primeramente su muerte y resurrección, pero también la encarnación del Hijo de Dios y su vida santa juntamente con su palabra.

Geiselmann, entre otros, ya no entiende la -> tradición simplemente como custodia del depósito confiado, sino más bien como desarrollo vivo del mismo en la historia. Aun en el caso de que junto a la Escritura naciera al principio una tradición autónoma, desde muy pronto ésta se unificó con ladoctrina de la Escritura en un proceso vivo de fe y de enseñanza. El concilio Vaticano II ha dejado abierta la cuestión de si la tradición complementa la Escritura o solamente la expone (-> Escritura y tradición). En la demostración teológica se presentará lá tradición como desarrollo del depósito doctrinal consignado en la Escritura. Tal desarrollo se realiza por el camino de la piedad y de la doctrina, y sobre todo por el diálogo con otras concepciones. El destacar frente al despliegue histórico la verdad de la salvación, es la tarea propia de la tradición viva y de la prueba de tradición. La razón teológica en sentido estricto (ratio theologica) tiene el cometido de señalar a cada doctrina especial el lugar que ocupa en el conjunto doctrinal del dogma cristiano. Esta razón debe regularse por los grandes temas de la predicación cristiana de la salvación. De donde se sigue que la doctrina sobre la salvación se convierte en centro de toda la -> teología. Con lo cual asumimos también la idea de los loci communes de Melanchthon, que entendió ya por tales las doctrinas particulares más importantes de la teología.

BIBLIOGRAFIA: Cf. las palabras de referencia en el cuerpo del artículo. — Ph. Melanchthon, Loci communes reram theologicarum seu hypotyposes theologicae (Wittenberg 1521); WW in Auswahl, bajo la dir. de R. Stupperich, II/1 (Gü 1952-1953); M. Cano, De locis theologicis Iibri duodecim (Sal 1563), bajo la dir. de M. Cueechi (R 1890); A. Gardeil, La notion du Heu théologique: RSPhTh 2 (1908) 51-73 245-276 484-505; A. Lang, Die L. th. des M. Cano und die Methode des dogmatischen Beweises (Mn 1925) (bibl.); A. Gardeil, Lieux Théologiques: DThC IX 712-747; A. Lang: LThK2 VI 1110 ss; H. Fries - J. Ratzinger (din.), Einsicht und Glaube (homenaje a G. Söhngen) (Fr 21963); M.-D. Chenu, La fe en la inteligencia (Estela Ba 1966); MySal I (espec. cap. 3: Die bleibende Gegenwart der Offenbarung in Schrift und Tradition, Kap. 4: Die Vergegenwärtigung der Offenbarung durch die Kirche); H: G. Gadamer, Wahrheit und Methode (T 21965); W. Kasper, Die Methoden der Dogmatik (Mn 1967); U. Valeske, Hierarchia veritatum (Mn 1968).

Eberhard Haible