JUDAS, CARTA DE
SaMun

1. Autor. «Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago» (v. 1). Para los primeros lectores bastaban estos datos para recomendar el escrito. La exégesis actual no es unitaria ni en lo relativo a la identificación del autor ni en lo que se refiere al carácter literario del título. Los críticos independientes, como también algunos comentaristas católicos, opinan en su mayor parte que aquí (lo mismo que en 2 Pe, que de-pende literariamente de la carta de Judas) se trata de un pseudónimo, pues en realidad el autor de la carta es un judeocristiano desconocido de finales del siglo I o principios del Ir. Sin embargo la exégesis católica sostiene en general que la carta procede de Judas, el hermano o pariente del Señor (Mc 6, 3; Mt 13, 55). Muchos lo identifican también con el apóstol Judas, que en Jn 14, 22 es mencionado como distinto del llamado Iscariote y del que lleva el sobrenombre «Judas el de Santiago» (Le 6, 16; Act 1, 13) y Tadeo o Lebeo (Mc 3, 18; Mt 10, 3).

2. Tiempo de composición. A base de lo dicho sobre el autor y por el contenido de la carta, se puede concluir con cierta probabilidad que ésta fue redactada después del año 62 y antes del 70, si bien muchos defienden una época mucho más tardía.

3. Destinatarios. Con su llamada a la vigilancia frente a elementos que destruyen la fe y las costumbres, la carta se dirige a comunidades judeocristianas, que estaban familiarizadas con la literatura bíblica y la apócrifa, y reconocían la autoridad de Santiago.

4. Peculiaridad literaria. Los auténticos elementos epistolares se reducen a la fórmula introductoria y a una indicación vaga de los destinatarios. La parte principal de la carta es una exhortación pastoral, presentada en parte con fórmulas fuertes. El len-guaje y el estilo son índices de un autor que, a pesar de su forma semítica de pensar, posee una considerable formación helenística.

5. Canonicidad. Los testimonios de la tradición en general le son favorables. Sólo en los territorios de Siria, parece que la carta no fue reconocida por todos como canónica. Jerónimo ve la razón de esto en que se cita en ella un lugar del libro apócrifo de Henok. Eusebio incluye igualmente la carta entre los libros inauténticos y disputados. El concilio de Trento, con su fijación del canon en el año 1546, puso fin a la discusión entre los católicos (Dz 784).

6. Resumen del contenido doctrinal. La carta presenta un núcleo de doctrinas teológicas que tiene su puesto fijo en la vida de la Iglesia. La unicidad de Dios aparece claramente en la doxología final. Sólo a Dios corresponde aquella bondad omnipotente que puede preservar a los creyentes de la culpa y conducirlos a la salvación eterna (v. 24). Y sólo a él corresponden también la gloria, la magnificencia, la fuerza y el poder por toda la eternidad (v. 25).

Muchos autores ven en el versículo 20s una mención implícita de la Trinidad. Dios Padre nos llama (1), nos ama (1.21), nos salva (25); el Espíritu Santo asiste a los creyentes en sus oraciones (20); Jesucristo es nuestro único Soberano y Señor (4), él es el punto central de la economía salvífica (25). Como Señor nuestro (4.17.2025) protege a sus creyentes (1), es su juez misericordioso (21), y de su sentencia depende el premio o el castigo eterno (4.6.15.21.24). A través de él Dios ha operado nuestra salvación, y así él es el redentor de la humanidad, al que el Padre da la gloria merecida (25). Los cristianos que no pueden separarse de Cristo participan de la salvación común (3) a través de la «fe santa» (20), a través de la herencia santa de la revelación, la cual, partiendo de Dios, está destinada a la santificación de los creyentes, de los «santos», a los que ha sido transmitido el mensaje por los apóstoles 3,17s). Los creyentes han sido llamados a la fe por el Dios Padre y son amados por él (1,21); oran en el Espíritu Santo, que no poseen los maestros del error (19); tienen la obligación de defender la fe (3). Pero sólo por el poder y la gracia de Dios se mantienen sin pecado y pueden presentarse con alegría y sin mancha ante la gloria divina.

Aquí está contenida en germen una teología de la Iglesia, de la gracia, de la economía salvífica. Se presupone la existencia de ángeles. Entre los buenos es destacado especialmente el arcángel Miguel (9). Acerca de los malos la carta dice que se rebelaron contra Dios, y que serán sometidos al juicio del gran día y están destinados al fuego eterno (6). El ataque a los «seres gloriosos» (que por su naturaleza superior son un resplandor de la gloria de Dios) mediante especulaciones o insultos es uno de los delitos más detestables que cometen los maestros del error impugnados en la carta de Judas (8).

También hallamos aquí cierta doctrina escatológica, pues se hace referencia al juicio final (4.6.15.24), al castigo de los demonios y los impíos mediante el fuego eterno (6s. 13.22), y a la felicidad y vida eterna de los buenos (21.24).

El mensaje de esta carta termina con una doxología (¿tomada de una liturgia?) en la que el autor resume en frases de alabanza a Dios los pensamientos que ha expuesto a los destinatarios de su carta.

BIBLIOGRAFIA: A. Charue, L'Épltre de Saint Jude (P 1938, 21961) ; J. Chaine, La seconde Épltre de saint Pierre — 1'Épltre de saint Jude (P 21939); A.-M. Dubarle, Le péché des anges daos I'Épltre de Jude: Memorial J. Chaine (P 1950) 145-148; J. Michl, J. (Rb 1953); H. Willmering, The Epistle of St. Jude (Lo 1953); E. Massaux, Le texte de l'Épftre de Jude du Papyrus Bodmer VII P72: Scrinium Lovaniense (miscelánea histórica E. van Cauwenberg) (Lv 1961) 108-125; J. Alonso, Carta de San Judas (Sagrada Escritura NT III) (Ma 1962); K. H. Sckelkle, Die Petrusbriefe, der Judasbrief (Fr 21964); B. Reicke, The Epistles of James, Peter and Jude (NY 1964); J. Salguero, Ep. de S. Judas (Ma 1965); A. Stager, Carta de san Judas. Segunda carta de san Pedro (Herder Ba 1967).

Juan Prado