INFIERNOS,
DESCENSO DE CRISTO A LOS
SaMun

En el artículo de fe: «descendió a los i.», deben distinguirse exactamente el modo de expresión y su contenido. En el modo de expresión existe una relación con los relatos de viajes a los i. que hallamos en la historia de las religiones; pero el contenido de la afirmación es genuinamente cristiano.

1. Descenso a los infiernos como muerte

«Descendió a los i.» (Símbolo apostólico: Dz 6) o «descendió a los espacios inferiores de la tierra» (Lateranense Iv, Dz 429; segundo concilio de Lyón, Dz 462) significa en primer lugar que Jesús murió verdaderamente y estuvo muerto. Este artículo de fe, más allá del acto de morir, se refiere al estado de muerto. Para Cristo mismo esto significa que él estuvo en conexión real con el mundo; pero que esa conexión le fue sustraída. En este estado de muerte (se trata de un estado y no de un lugar geográfico) su espiritualidad creada no estuvo unida de manera plenamente humana con su corporalidad. Jesús ya no se hallaba en su situación terrena, pero todavía no había llegado a la existencia celeste. En cuanto hombre ya no poseía su humanidad como peregrino; pero tampoco tenía una humanidad glorificada (aun cuando conservara la misma visión de Dios que durante su vida mortal). Aún no se había consumado la -> redención, pues Jesús todavía no había sido glorificado. En el Símbolo de la fe el descenso de Cristo a los i. se menciona entre los misterios cristológicos. Sigue a su muerte y entierro y va seguido de su » resurrección y -> ascensión al cielo. «Infierno» y «cielo» destacan los extremos más opuestos: ese no ser plenamente hombre en el estado de muerte era para Cristo la alienación más radical; y la ascensión al cielo con su humanidad glorificada fue su consumación. El descenso a los i. entendido como un estado de muerte, dentro del afio litúrgico, que desarrolla el misterio de Cristo, se celebra el sábado santo.

II. El descenso a los infiernos como acontecimiento salvífico

El descenso a los i. no constituye un nuevo acto redentor de Cristo más allá de su muerte. No obstante, en su peculiaridad como estado de muerte tiene importancia salvífica. 1) Antropológicamente: mediante su defunción Cristo llegó al estado de muerte y así experimentó este aspecto de nuestro destino, el cual es natural para nosotros por nuestra condición de criaturas, pero no hubiera debido existir en virtud del orden concreto (estados del -> hombre, -> pecado original). Así pues, se equiparó a nosotros, los hombres, hasta perder el don sobrenatural de la -> inmortalidad, para unirnos con él mediante una solidaridad tan amplia (incluso en el morir y en el estado de muerte). Con ello «redimió» nuestra muerte y nuestro estar muertos, que es consecuencia del pecado, de manera que en tal estado pueda experimentarse la visión de Dios, aun cuando en forma perfecta ésta sólo se dé con la -> resurrección de la carne. 2) Cósmicamente: por su participación en el estado de muerte, por el hecho de que el ser humano de Cristo (como el de todos los muertos) fuera destruido, él se entregó de la manera más definitiva posible a la nada de la creación entera, para sacarla de esta nada (en el estado de caída y de mera criatura). 3) Desde el punto de vista histórico-salvifico: el descenso de Cristo a los i. fue un acontecimiento especial de la historia de la -> salvación, pues a los muertos en gracia les proporcionó la visión de Dios. Aun cuando los hombres anteriores a Cristo pudieron tener gracia (y gracia de Cristo) que los justificara, de manera que viviesen y muriesen como justos y salvados antes (bajo nuestra perspectiva puramente temporal de este mundo) del acontecimiento históricamente consumado de Cristo (desde la encarnación hasta la glorificación) no hubo acceso alguno a la gloria del Padre. La visión de Dios es posible para nosotros los hombres sólo «en el Señor glorificado» (-> visión de Dios).

En su descenso a los i. Cristo se hizo solidario con los muertos, y se hizo solidario gozando de la visión de Dios (a diferencia de ellos), como vencedor de la muerte, como aquél que estaba a punto de entrar en su gloria y de llevar consigo a los que se hallaban dispuestos (a los salvados que aguardaban la visión de Dios en el estado de muerte). Pero su propia entrada en la gloria, y con ella la entrada de los salvados en la beatificante visión inmediata de Dios, tuvo lugar por vez primera con su resurrección y ascensión a los cielos. Así este aspecto del descenso de Cristo a los i. apunta de por sí a la glorificación. De acuerdo con esto la importancia salvífica del descenso a los i. es la de todo el misterio pascual.

En la doctrina de los padres este aspecto del descenso a los i. se encuentra sobre todo bajo un triple motivo. El «motivo de predicación»: Cristo anunció en el mundo inferior la consumación de su obra salvífica; el «motivo bautismal»: él comunicó a los moradores del mundo subterráneo la salvación con un «bautismo»; el «motivo de lucha»: Jesús venció a los poderes que se oponen a la salvación. En la liturgia se celebra el descenso de Cristo como un acontecimiento salvífico siempre que se actualiza el mysterium paschale como unidad. Por consiguiente, en el curso del año litúrgico durante el triduum crucifixi, sepulti et resuscitati; además en la celebración de la -> eucaristía y, sobre todo, en el -> bautismo, en el que morimos, somos sepultados y resucitamos con Cristo (cf. Rom 6, 311). La doctrina eclesiástica del descenso a los i. es la respuesta de la revelación a las preguntas de la humanidad que laten en los diversos relatos de la historia de las religiones sobre viajesa los i. No es una adición ilegítima al kerygma de la muerte y resurrección de Cristo, sino que está contenida siempre en él. En efecto, el descenso de Cristo a los i. es una parte del misterio pascual, pues pertenece al «tránsito de la vida mortal a la gloria del Padre» para nuestra salvación.

BIBLIOGRAFÍA: O. Rousseau, La descante aux enfers, fondement sotériologique du baptéme chrétien: RSR 40 (1952) 273-297; O. Simmel, Abgestiegen zu der H811e: StdZ 156 (195-455) 16; O. Rousseau, La descente aux enfers dans le cadre des liturgies chrétiennes: MD 43 (1955) 104-123; K. Rahner, Karsamstag: GuL 30 (1957) 81-84; ídem, Zur Theologie des Todes (Fr 1985, 41963); A. Grillmeter: LThK2 V 450-455 (bibl.); J. Galot, La descente du Christ aux enfers: NRTh 83 (1961) 471-491; W. J. Dalton, Christ's Proclamation to the Spirits. A Study of 1 Peter 3, 18  4, 6 (Analecta Biblica 23) (R 1965); H. Vorgrimler, Cuestiones en torno al descenso de Cristo a los infiernos: Concilium n.° 11 (1966) 140-151; R. Schnackenburg, Konkrete Fragen an den Dogmatiker aus der heutigen exegetichen Dikussion: Catholica 21 (1967) 1227.

Roben Lachenschmid