INDUSTRIALISMO
SaMun

El i. es un cambio tan radical de la vida y cultura humana, que modernos antropólogos (A. Gehlen y otros) lo comparan con el que se produjo en tiempos prehistóricos al pasar de la era de cazadores a la cultura sedentaria de los agricultores. Con el i. la humanidad ha ascendido a un «segundo nivel cultural absoluto».

Esta transición abarca — por primera vez en la historia de la humanidad — no sólo sectores culturales aislados, sino la tierra entera, hasta los llamados «países en vías de desarrollo» o subdesarrollados; es, por tanto global y universal (H. Freyer).

Esta mudanza de la vida terrena no ha de atribuirse simplemente a la -> «técnica». Se prepara más bien ya desde fines de la edad media por la desvinculación del pensamiento respecto de las bases puramente religiosas (-> secularización, -> humanismo), movimiento en el que la tradición es sustituida por la aplicación de la razón crítica (ratio) y la experimentación (ciencias naturales) como fuentes «naturales» de conocimiento. Consecuentemente nacieron también ideas relativas a una a sociedad «natural», por ejemplo, la del liberalismo. También la ratio comercial es anterior a la técnica.

Desde un punto de vista externo, la «sociedad industrial» se caracteriza por una determinada técnica de «producir mercancías y organizar trabajo». Su instrumento más importante es la máquina (mecanización de la producción); y el escenario de la producción es la «fábrica».

La era de la fábrica empezó primeramente en Inglaterra con la evolución de la máquina de vapor (1765-85) y con la casi simultánea mecanización de la fabricación textil (máquina de hilar desde 1768, telar mecánico desde 1785). Ya a fines del siglo xviii ese hecho fue designado como «revolución industrial», expresión con la que habían de caracterizarse los fenómenos sociales concomitantes (proletarización).

Luego la industria se introdujo rápidamente en los países del noroeste y centro de Europa y en Norteamérica, y en la primera época del capitalismo estuvo por doquiera bajo la égida del liberalismo. Hoy día, junto a Rusia y algunos de sus Estados satélites, pueden considerarse también como Estados industriales Japón, Canadá e Italia. Sin embargo, no hay actualmente ningún continente o país en vías de desarrollo donde no se hagan grandes esfuerzos por la industrialización. Aun en los países feudales y agrarios se la mira como camino para salir de la miseria y del hambre (p. ej., China, India, Sudamérica y amplias partes de África, etc.).

La «revolución industrial» prosigue hacia el futuro partiendo de tres razones decisivas: la constante ampliación de la producción en todo el mundo (1); el crecimiento de la productividad (2); y finalmente la posibilidad de un crecimiento demográfico sin par en la historia de la humanidad (3). Fuerzas eficaces opuestas no existen. Se trata, pues, de una característica decisiva de la «era presente» (Hans Freyer).

1. La primera ola de industrialización se limitó a pocos ámbitos, sobre todo a la industria textil, a la industria de la maquinaria y a la minería. La enorme multiplicación delrendimiento del trabajo humano por efecto de la mecanización condujo a un paro estructural (tecnológico), que había de durar siglo y medio (terminando en la crisis económica mundial hacia 1930). Sólo lentamente se fue absorbiendo el exceso de oferta de brazos por el constante aumento de la producción en los países industriales. La técnica aportaba sin cesar nuevos inventos, nuevos procedimientos, nuevos productos, nuevas materias y energías. Una nueva gran ola se dio con la aplicación práctica de la electricidad (desde el último cuarto del siglo xix) en el doble empleo como técnica de comunicación y de fuerza. El motor (desde 1876) sólo en la primera guerra europea desarrolló todas sus posibilidades (actualmente hay en el mundo más 100 millones de vehículos de motor). Juntamente se desarrolló la gran industria química (colores, abonos artificiales, etc.), luego la radio y televisión y las industrias de utensilios domésticos (cocinas, neveras, lavadoras, etc); últimamente se ha desarrollado la industria de las materias artificiales y de la electrotécnica. Un desarrollo constantemente en auge de la energía cubre las necesidades de energía primaria (carbón, petróleo, gas y fuerza hidráulica) y de energía secundaria (sobre todo corriente para fuerza y luz). Aquí aparece un desnivel característico que también en otros órdenes se da en el mundo. La mitad del consumo mundial de energía corresponde a Norteamérica, una cuarta parte a Europa, una sexta parte a la Unión Soviética, y sólo una décima parte a todo el resto del mundo (Asia, África, Sudamérica y Australia). La ampliación de toda la producción industrial en los principales países industriales ha tomado tal celeridad, que aquí el problema del paro ha desembocado desde la segunda guerra mundial en escasez de brazos, sobre todo en los países del Mercado Común europeo.

2. Desde 1870 aproximadamente, la producción de un agricultor en los EE.UU. ha subido al doble o al triple; y la de un trabajador industrial ha subido al quíntuplo o séxtuplo (por término medio). Este «aumento de la productividad» es sólo una cifra media. En ramas particulares es mucho más alta. Para la fabricación de un automóvil hacia 1910 se necesitaban todavía 15 000 horas directas de trabajo; y en 1950 se empleaban menos de 1000 horas.

El aumento de la productividad es la base principal del creciente nivel de vida, pues ha hecho posible un aumento de salarios, reduciéndose a la mitad el tiempo de trabajo. Realmente ha traído a las clases trabajadoras la verdadera liberación de la pobreza y miseria. Hoy día debe estar por encima del límite ínfimo del 3 ó 3,5 por ciento anual, como base necesaria para colmar los deseos de los trabajadores de una nueva elevación del nivel de vida. De ahí la necesidad actual (a pesar de los peligros de exageración) de la «automatización», que en realidad sólo representa una última etapa de la mecanización. Ella posibilita también un fuerte aumento en los puestos de empleados y funcionarios y el desarrollo de una «segunda industria» de servicios (servicio a los clientes, bancos, seguros y tráfico), así como la creación de profesiones orientadas hacia la diversión y el tiempo libre en general. Estas profesiones dan ocupación, por ejemplo, en los EE. UU., a tantos trabajadores como las industrias propiamente «productoras». También esta evolución se impondrá (aun en el bloque oriental).

3. El efecto más visible de la industrialización y de sus concomitancias (p. ej., la moderna medicina e higiene) es el aumento de la población de la tierra, que esencialmente se debe a ella. En sólo dos siglos — desde 1770 — la población se ha cuadruplicado y, de no pararse la evolución, en el año 2000 ascenderá a más de seis mil millones. El aumento de la población preocupa actualmente de modo especial en los países «en vías de desarrollo», de suerte que aquí se puede hablar con razón de una «explosión de natalidad». También en este problema se ponen todas las esperanzas en la «industrialización». En los países de alta industrialización se da pronto — en la llamada segunda fase de la industrialización — un fuerte retroceso en las cifras de nacimientos. La raza blanca se ha septuplicado en 300 años, pero en el futuro aumentará poco. La «explosión de natalidad» del próximo futuro aumentará sobre todo las razas «de color».

A la situación del primer período capitalista liberal de la industrialización (proletariado) sucedió un fuerte contramovimiento social: partidos socialistas (generalmente marxistas) y sindicatos. Sin embargo, también la ciencia (asociación para la ciencia social desde 1872) y las Iglesias entraron en escena para remediar la miseria de las clases trabajadoras. El papa León xiu publicó (1891) su encíclica Rerum novarum sobre la cuestión obrera. Pero sólo en tiempo recientes se ha ido estructurando una doctrina social católica que merezca atención aun fuera de la Iglesia. A ello han contribuido esencialmente las encíclicas Quadragesimo anno (Pío xr, 1931) y Mater et Magistra (Juan xxiii, 1961). Cf. -> movimiento social cristiano, -> doctrina social cristiana (en -> sociedad).

El Estado (primeramente en Inglaterra), desde mediados del siglo xix, dictó leyes de protección en favor de los trabajadores contra dolorosos abusos (p. ej., el trabajo de los niños desde los 5 años, pago de la mano de obra en especie, etc.).

Los escandalosos salarios de hambre duraron hasta 1850. El paro estructural también siguió siendo hasta la segunda guerra mundial — sobre todo en la crisis económica hacia 1930 — una nota característica del industrialismo.

También la política social del Estado ha ayudado al proletariado a salir de su miseria. A este respecto Alemania fue a la cabeza. Después del mensaje imperial del 1711-1881, fueron introducidos en rápida sucesión los seguros de enfermedad, de accidente, de invalidez, de vejez, y posteriormente (1927) el de paro. Actualmente, el aumento de ingresos para ese fin alcanza en Alemania el 13 por ciento del producto social (en Francia, Austria e Inglaterra aún más). Sobre todo las inflaciones de las cuatro últimas décadas han llevado forzosamente a la actual organización de los servicios y la seguridad sociales. El derecho social cada vez más desarrollado (sobre todo derecho al trabajo, derecho constitucional industrial, derecho de contrato de tarifas y de contrato colectivo) ha contribuido también a frenar o suprimir la inicial disolución de todos los vínculos sociales. En algunos países se tomaron también amplias medidas en favor de la familia. Desde hace unos 15 años (en la República Federal Alemana desde la reforma de la moneda), el nivel de vida de los principales países industriales (particularmente el de las clases trabajadoras) se ha elevado de una manera no prevista por nadie. Los ingresos medios de un trabajador de la República Federal Alemana han subido en su valor adquisitivo al triple desde el año 1890 (lo mismo en EE.UU. entre 1901 y 1956).

Sin embargo, todo esto no debe ilusionarnos y hacernos desconocer el hecho de que la moderna sociedad de masas no ha encontrado aún su equilibrio interno. Con demasiada rapidez — prácticamente en tres o cuatro generaciones — la revolución industrial ha modificado no sólo la técnica y la economía, sino también toda la estructura externa e interna de la sociedad humana, su concepción de sí misma y sus normas de moralidad. En todo caso, es hoy día un hecho que la sociedad industrial, lo mismo en sus costumbres de consumo que en la configuración del tiempo libre, profesa por término medio un -> materialismo práctico que no va a la zaga del materialismo teórico proclamado en el Este.

BIBLIOGRAFÍA: H. Herkner, Die Arbeiterfrage (B  L 71927); W. Sombart, Der moderne Kapitalismus, espec. vol. III: Das Wirtschaftsleben im Zeitalter des Hochkapitalismus (Mn  L 1928); G. Briefs, Betriebsführung und Betriebsleben in der Industrie (St 1934); E. Michel, Sozialgeschichte der industriellen Arbeitswelt (F 31953); J. Diebold, Die automatische Fabrik (Nú 1954); J. Bodamer, Gesundheit und technische Welt (St 1955); C. Jantke, Der vierte Stand (Fr 1955); F. Baade, Welternáhrungswirtschaft (vol. 29) (H 1956) (con ref. bibliográficas); K. Bednarik, An der Konsumfront (St 1957); H. Schelsky, Die sozialen Folgen der Automatisierung (D 1957); H. Freyer, Theorie des gegenwártigen Zeitalters (St 1958 y free.); F. Baade, Weltenergiewirtschaft (vol. 75) (H 1958) (con ref. bibliográficas); H. Achinger, Sozialpolitik als Gesellschaftspolitik (vol. 47) (H 1958); A. Gehlen, Die Seele im technischen Zeitalter (vol. 53) (H 1959); H. Freyer, Schwelle der Zeiten (St 1965); M. Pietsch, La revolución industrial (Herder, Ba 1965).

Max Pietsch