FAMILIA
SaMun

 

En la actual predicación sobre la f. hay que unir un realismo moderno con una profunda visión teológica. No pueden convencer ya unos rasgos demasiado románticos, patriarcales, sentimentales de la imagen de la f. La predicación tampoco debe proyectar una imagen de la f. abstracta y separada de los datos actuales, sino que debe penetrar con inteligencia en la peculiaridad, las dificultades y las posibilidades de la f. de hoy.

I. Aspectos naturales de la institución 1. Familia y matrimonio

La f. procede del -> matrimonio, el matrimonio está ordenado a la f. Si en los tiempos poco desarrollados, como en el Antiguo Testamento, se cargó el acento sobre la comunidad familiar con vistas a la descendencia y a la gran asociación (estirpe, tribu) y el matrimonio individual quedó casi absorbido por la f. (como en la antigua China), hoy día, en cambio, el matrimonio va siendo considerado cada vez más como el núcleo decisivo de la f. De la relación personal entre los esposos, que más tarde es fundamento de la f., procede la descendencia. Este conocimiento, básico ya en Gén 2 y en Ef 5, determina asimismo las explicaciones del Vaticano u (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy, n .o 47-52). Aquí se habla del amor matrimonial en lugar preeminente y de la manera más prolija; pero más tarde se subraya, evidentemente, con la misma intensidad que este amor se desarrolla en la descendencia y en la f. de acuerdo con el orden de la naturaleza. «Sin descuidar los restantes fines del matrimonio, hay que decir que la auténtica configuración del amor matrimonial y la manera toda de la vida familiar que resulta de ahí tienden a que los casados colaboren firmemente y con disposición con el amor del creador y redentor, quien mediante ellos multiplica y enriquece su familia de día en día. El matrimonio no sólo ha sido instituido para la procreación de los hijos, sino que la peculiaridad de la indisoluble comunidad personal y el bien de los hijos exigen que el mutuo amor de los esposos se manifieste de manera recta, que crezca y madure. Si por esto el hijo tantas veces deseado no llega, el matrimonio subsiste no obstante como indivisa comunidad de vida y conserva su valor así como su indisolubilidad» (IM, n .o 48-50).

2. Familia y nación

Esta f. (no el matrimonio) es la célula original de la vida nacional. Ella une los sexos así como las generaciones, introduce la joven generación en la vida y en la nación. Realiza en el ámbito más pequeño una variedad magnífica de relaciones, porque abarca completamente a las personas partícipes y las vincula en el amor. La sociología de la familia ha de investigar esas múltiples relaciones y determinarlas en sus diferencias, teniendo en cuenta el sexo, la posición y la edad de los miembros de la f. Esto último insinúa el hecho de que dichas relaciones deben ser consideradas, no sólo desde el punto de vista de lo estático en la institución, sino también bajo el prisma de su evolución temporal.

Para desarrollar esta multiplicidad, se requiere un adecuado espacio vital (vivienda) y tiempo, pero, además de esto, una vigilancia sensible y afinada en todo. La pastoral debe ayudar a desarrollar esta riqueza y hacerla palpable, y no ha de limitarse unilateralmente a moralizar o sacralizar, pues, de lo contrario, las mismas leyes de la unidad e indisolubilidad del matrimonio, de la piedad entre padres e hijos no parecen dignas de crédito.

3. Familia como comunidad

a) La comunidad de sexo y sangre. Las relaciones íntimas entre varón y mujer marcan a ambos ya en el plano puramente fisiológico y biológico, especialmente a la mujer, por el intercambio de semen y hormonas, ya, además, en el plano de los sentimientos. Por otra parte, la doctrina de la herencia ha confirmado experimentalmente que ambos progenitores imprimen sus características corporales y, con ello, transmiten sus disposiciones originales. Los -+ padres transmiten la vida, su vida, y ven así en los hijos el fruto y a la vez la continuación de ella.

La procedencia según la sangre desempeña en el Antiguo Testamento un papel decisivo desde el punto de vista histórico salvífico (semen Abrahae). Incluso tratándose de Cristo, en el Nuevo Testamento se enumera dos veces el árbol genealógico. Es cierto que en el NT el parentesco de sangre ha perdido esa importancia veterotestamentaria, introduciéndose en su lugar otras formas de unidad (cf. Rom 4-5; 9). Pero, como estructura procedente de la creación, dicho parentesco no ha perdido aquí su importancia.

b) La comunidad material económica. Aquí tiene lugar un intenso intercambio de bienes y de servicios sobre una base determinada, no por el comercio, sino por el amor; se da un comunismo perfecto, de acuerdo con la fórmula clásica: todos dan según sus posibilidades, todos reciben según su necesidad. Un comunismo tan perfecto sólo aquí es posible, pues en ninguna otra parte fuera de aquí rigen unas relaciones personales tan profundas y completas. Pero este «comunismo de amor» es a la vez llamada e incitación a la generosidad, a la entrega, al espíritu de sacrificio, al propio vencimiento.

c) Comunidad de almas y de espíritus. En el trato diario, fundado en el amor, la confianza, el aprecio y el respeto, tiene lugar asimismo el intercambio de ideas, convicciones y sentimientos, se realiza una comunidad incomparable donde se comparten la alegría y el dolor, los éxitos y las pruebas. Los misterios de la vida bien pronto hicieron de la familia un lugar común de culto (el sagrado fuego del hogar). Aun cuando el sacrificio esencial de la cristiandad no se ofrece en la familia, sino en un lugar oficial y especialmente consagrado de la comunidad, por proceder del unigénito hijo de Dios y no de los hombres, sin embargo, la familia sigue siendo un lugar sagrado, donde se guarda en común sentimientos y convicciones religiosas, los cuales son transmitidos a la siguiente generación y, sobre todo, traducidos a la realidad de la vida diaria. La f. es la que lleva al niño a bautizar y lo introduce por primera vez en las verdades y realidades de la fe.

d) Comunidad de educación. La moderna psicología y pedagogía ha confirmado un conocimiento latente en la primitiva experiencia de la humanidad, a saber, el hecho de que el hombre queda sellado definitivamente en los primeros años de la vida, mucho antes de que su entendimiento pueda distinguir con sentido crítico, pues, por una parte, a esa edad él es sumamente susceptible y maleable, y, por otra parte, entonces los conocimientos y las percepciones le son ofrecidos con el amor más personal e intenso. Y lo que más profundamente penetra en el hombre es lo que entra a través del corazón. De ahí que para la pastoral revista una importancia decisiva el hecho de que la f. y la vida familiar estén. configuradas por una religiosidad sana, personal, madura y vital. La comunidad de educación puede tener un sentido inverso: «Los hijos - como miembros vivos de la f. contribuyen a su manera a la santificación de los padres» (IM, n .o 48d).

e) Comunidad de generaciones. En la f. se realiza la más original e intensa convivencia de generaciones por la descendencia y la comunidad de vida. Pero, de todos modos, en la -> sociedad dinámica presente ya no desempeña aquel papel fundamental de tiempos anteriores. Los conocimientos y las experiencias de generaciones pretéritas ya no se transmiten sola o principalmente en la f., sino, además, a través de escuelas y asociaciones, libros, bibliotecas y museos, a través de la prensa y la radio. Por su parte los ancianos se han hecho independientes en el aspecto material de la ayuda de la generación más joven. Los ahorros, los seguros de vejez, las instituciones públicas, los hospitales y asilos de ancianos han asumido los servicios antiguamente prestados por los hijos. A pesar de esto, la convivencia de generaciones mantiene su importancia, sobre todo en el ámbito espiritual moral.

4. La transformación de la vida familiar en la sociedad industrial

La sociedad industrial (-> industrialismo) ha transformado poderosamente el tipo de vida familiar. Ni siquiera la estructura íntima de la f. ha escapado a sus efectos. Los elementos esenciales se mantienen en pie, pero desde muchos puntos de vista reciben nueva forma y nuevas acentuaciones. Es muy importante para la predicación y la formación religiosa el percibir estas transformaciones y no abandonarse a prototipos ya superados. Se debe discernir cuidadosamente cuándo en estas transformaciones se trata de una descomposición, o de una modificación de una forma históricamente condicionada, o de algo que quizá constituye un progreso con relación a las exigencias auténticas cristianas.

a) Supresión de la autarquía económica de la antigua f . En la casa de campo se producía casi todo lo que se necesitaba. Lo producido iba destinado en su mayor parte al consumo personal. Esto creaba una cierta simplicidad y estrechez del círculo de vida, pero también creaba una amplia independencia respecto al mercado, al comercio con otros hombres, a la coyuntura y las corrientes de la moda. Pero, sobre todo, esa casa significaba trabajo común y destino común. Y era a la vez una oferta de trabajo y una organización laboral, un hospital y un seguro de enfermedad, un seguro de vejez y un asilo de ancianos, un lugar de asesoramiento profesional (si es que esta cuestión se planteaba) y un lugar de enseñanza, un centro de asesoramiento matrimonial y una agencia matrimonial, etc.

Pero, junto con esto, había también una gran necesidad de mano de obra propia de la f. Por eso, todo hijo significa ya en sus primeros años una ayuda económica, la abundancia de hijos implicaba riqueza económica (y social); de ahí que en todas las culturas agrícolas del mundo, en China como en África, en Rusia como en la tierra de Fuego, hubiera un gran número de hijos. Dicha abundancia se daba además a causa de la gran mortalidad infantil y porque era necesaria para el crecimiento de la humanidad. Se trataba menos de un problema moral que de una cuestión de tipo económico y social. La actual f, de la sociedad industrial ha sufrido una atrofia funcional muy fuerte desde el punto de vista económico y social; y en todo sigue una corriente contraria a la descrita. En lugar de esto se subrayan las funciones espirituales morales.

b) También desde el punto de vista espiritual la autarquía de la antigua f. era muy grande. En un tiempo en el que no había escuelas, asociaciones, prensa, radio y televisión, los niños lo aprendían casi todo de sus padres. Allí era relativamente fácil el transmitir a los hijos como herencia las ideas y convicciones vitales de los padres. Actualmente hay innumerables influencias espirituales procedentes de fuera que actúan sobre los miembros de la f. y sobre la f. misma. Las invitaciones a la polémica espiritual, a la asimilación personal, a la propia convicción se han hecho incomparablemente mayores. La tradición ha perdido fuerza e importancia.

c) El número de los miembros de la f. era mayor en el mundo rural bajo dos aspectos. El número de los hijos y de los parientes que vivían bajo un techo o por lo menos muy cerca era mayor. Igualmente la vinculación entre generaciones (padres, abuelos, bisabuelos e hijos) era considerada como algo natural y fortalecía la fuerza de la tradición. Por eso, el parentesco desempeñaba una función más importante desde el punto de vista social y político. Hoy día el parentesco desempeña un papel muy inferior bajo estos dos aspectos: la presión social de la f. es considerablemente menor, y la libertad e independencia de los individuos se ha hecho mayor y más exigente.

d) Con la gran autarquía económico-social y espiritual de la f. se relacionaba asimismo la posición extraordinariamente fuerte del padre de f., tanto frente a la mujer como frente a los hijos. Se trataba de la época patriarcal, la cual estaba fundamentada, no tanto en convicciones morales y religiosas (el valor fundamentante de éstas era sólo secundario, derivado), cuanto en los hechos sociales y culturales. El padre era a la vez el que dirigía la explotación de la empresa familiar, el patrono de sus «allegados», el maestro, administrador y señor de los bienes de la familia, etc. En la actualidad la autoridad paterna descansa menos en sus funciones económicas (las cuales están reguladas -incluso legalmente-, limitadas y sometidas a la coacción) que en sus cualidades personales y espirituales, en su carácter.

e) Para completar esto hemos de referirnos a la inmovilidad local, social y espiritual de la antigua f., en contraposición a la movilidad de la sociedad industrial. Ella debilita una vez más la tradición y la hace parcialmente imposible (en la ciudad no se puede llevar en absoluto la misma vida que en el campo, ni desde el punto de vista profesional y económico, ni desde el cultural y religioso).

f) En el ámbito espiritual hay que añadir a esto que actualmente, en parte como consecuencia de las transformaciones antes descritas, la conciencia de la individualidad y la necesidad de libertad se han fortalecido en el individuo y hacen valer sus derechos. Esto puede presionar nuevamente a la f. e incluso hacerla estallar, pues en todos los terrenos reina una tónica de «emancipación» y a la vez de exposición más intensa a toda clase de influencias de la gran sociedad. Pero esta situación puede conducir a una profundización espiritual del individuo y de las relaciones con los demás hombres.

5. Algunos rasgos fundamentales de la f. moderna

De todo esto se deduce con claridad que la antigua f. estaba asegurada mucho más intensamente por las funciones económicas, sociales, culturales y tradicionales y que, por el contrario, la f. de la sociedad moderna depende mucho más de sus fuerzas espirituales, sociales, morales y religiosas. Esto significa una mayor vulnerabilidad y labilidad, pero también una grarr oportunidad y un quehacer personal así como pastoral.

a) Tanto la cohesión de la f. como su ordenación ético-religiosa y autoritativa exigen un mayor compromiso personal. La cohesión de la f. no está asegurada suficientemente ni desde el punto de vista económico-social ni desde el jurídico (posibilidad del divorcio). Esa situación reclama un más intenso desarrollo de las fuerzas espirituales que contribuyen a la unión y cohesión de la f. La pastoral tiene que hacer hincapié, menos en los mandamientos y las prohibiciones y más en el desarrollo de las fuerzas internas de la entrega y de disponibilidad al sacrificio, de responsabilidad y fidelidad aceptada libremente.

b) Aquí corresponde a la mujer y a la formación de la mujer una importancia especial. Es don y tarea de la mujer sobre todo el contribuir al desarrollo de todo lo espiritual. Se plantea aquí justamente y con urgencia la cuestión de si nuestra formación de las jóvenes y su educación tiene suficientemente en cuenta esta tarea; de si, centrándose unilateralmente en la formación científica, profesional y deportiva, no se descuidan en exceso las fuerzas afectivas, el sentimiento y el amor. Hemos de aceptar con satisfacción una más amplia formación de la mujer, así como su mayor equiparación al hombre y a su mayor autonomía. Pero, más allá de esto, no se puede relegar excesivamente a segundo término, en oposición al orden primitivo de la sociedad patriarcal, la profesión original de la mujer, consistente en ser compañera del hombre y madre; junto a la igualdad no se puede eliminar o dejar a un lado de desigualdad (que no es lo mismo que inferioridad y menosprecio). Con esto quedaría falseada la peculiaridad y misión típica de la mujer, en perjuicio propio.

c) La posición y misión del hombre, del esposo y padre presenta específicas exigencias caracteriológicas y espirituales. Quizá la afirmación paulina según la cual el hombre es cabeza de la mujer deba interpretarse de manera nueva, a saber, en el sentido de que el hombre es la cabeza nata de la comunidad matrimonial y familiar. Aquí se hallarían contenidos la fundamentación, la limitación y el sentido de su posición. fastos no le confieren un puesto preeminente, sino una misión de servicio. El hombre tiene tanta potestad, cuanta autoridad y dirección necesiten el matrimonio y la familia, la mujer y los hijos. Esto variará según la peculiaridad y la edad de cada uno.

d) Gracias a la escuela, a las circunstancias sociales, a la legislación y al cuidado del Estado, los hijos han llegado a ser menos dependientes de los padres, más autónomos. Esto hace más difícil la educación, pero también más espiritual. Base de la educación no son tanto la autoridad y la obediencia cuanto la confianza y el servicio.

e) En la sociedad actual, las relaciones de parentesco se han debilitado y sobre todo se han hecho menos evidentes. Pero esas relaciones no deberían menospreciarse, sobre todo como protección contra el aislamiento y en orden al enriquecimiento vital de los niños, sino que deberían fomentarse sobre una nueva base y con mayor libertad e independencia.

f) Esto mismo puede decirse de la edad. Las personas de edad se han hecho más independientes, desde el punto de vista material, de sus hijos y parientes. Las familias jóvenes tienen derecho e incluso obligación de configurar su vida en forma más libre y autónoma. Una relación buena, cordial, entre las diversas generaciones con respeto de la libertad mutua, puede ser para ambas partes una gran adquisición espiritual. Hay que formular de manera nueva las obligaciones para con los ancianos.

6. La f. en la sociedad industrial

Como la sociedad industrial está amenazada por la masificación, la mecanización y la pérdida del alma por el anonimato y aislamiento, por la burocratización y omnipotencia del Estado, la f. en su nueva forma tiene una función específica en orden a la protección de la personalidad, de la singularidad, de la libertad, de la moralidad, de la inmediata responsabilidad para con los otros y, no en último término, de la religión.

II. Teología de la familia

Una teología propia de la f. sigue siendo un desiderátum. Pero resulta posible apuntar algunos rasgos esenciales.

1. Como el matrimonio y la f. están claramente fundados en el orden de la creación gozan de una especial dignidad y consagración. Se relacionan de una manera mucho más inmediata con la naturaleza y la existencia del -->hombre que, p. ej., el Estado. Por esto están determinados y regulados de modo más inmediato por la naturaleza y su Creador.

2. Es insostenible desde el punto de vista bíblico y teológico la unilateral acentuación del papel del padre con detrimento de ambos cónyuges. Tanto Gén 2 como Ef 5 lo atestiguan. El sacramento es un rito para consagrar, no a los padres, sino a los esposos; sirve en primer término e inmediatamente al matrimonio y al amor matrimonial, y sólo de manera derivada a la paternidad y maternidad. Como el matrimonio es un sacramento duradero y el amor matrimonial se desarrolla naturalmente en la paternidad, también ésta participa de la dignidad y gracia del sacramento. La fecundidad pertenece sin duda, desde el punto de vista bíblico y teológico, a la función esencial del matrimonio.

3. Las tentativas teológicas de derivar la f. inmediatamente de la Trinidad divina deben considerarse fracasadas. Ciertamente la vida, el amor, la fecundidad y comunidad en su forma más general tienen su fuente original en la vida, el amor, la fecundidad y la tripersonalidad de Dios. Pero la detallada fundamentación de esto constituye una especulación teológica, que podrá ser muy espiritual y hasta sugestiva y valiosa, pero se aleja excesivamente de la base bíblica para que merezca calificarse de demostración teológica.

4. El orden del matrimonio y de la familia. La exégesis ha ido descubriendo que algunas indicaciones de la sagrada Escritura sobre la autoridad y la obediencia, el orden y los fines del matrimonio, la posición de la mujer, etc., están condicionadas por el tiempo en que se hicieron. Como es lógico, se ha procurado extraer de tales formulaciones lo que esencialmente mantienen en plena vigencia. Algo de esto se ha dicho en i.

5. Lo mismo en el Decreto sobre los laicos (n .o 11) que en la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo (n° 47-52), el Vaticano II subraya la singular importancia y misión del matrimonio y de la f. tanto con relación a los individuos como con relación a la sociedad y la Iglesia. «La salvación de la persona así como de la sociedad humana y cristiana está íntimamente ligada con el bienestar de la comunidad matrimonial y familiar» (IM, n .o 47, 50-52). El Decreto sobre los laicos, n° 11, dice: «Como el creador de todas las cosas ha determinado la comunidad matrimonial como origen y fundamento de la sociedad humana y por medio de su gracia la ha convertido en un gran misterio en Cristo y en su Iglesia, el apostolado de los esposos y de la f. tiene una peculiar significación para la Iglesia así como para la sociedad civil... La f. ha recibido de Dios la misión de ser la célula fundamental y vital de la sociedad.» «Por esta razón la f. no debe cerrarse en sí misma de una forma egoísta o temerosa, sino que tiene que influir dentro de la Iglesia y de la sociedad» (ibid.). Los pastores de almas deben atender por su parte de manera muy especial a la f. (IM, n° 52; Decreto sobre los laicos, n° 11) y ayudarla en sus necesidades. «Los sacerdotes deben recibir una formación conveniente sobre la cuestión de la f., y, mediante una apropiada actividad pastoral, mediante la predicación de la palabra de Dios, por medio de la celebración de la liturgia y otros auxilios espirituales, deben fomentar la vocación de los consortes en su vida matrimonial y familiar, fortalecerlos humana y pacientemente en las dificultades, consolidarlos en el amor, para que surjan familias que influyan más allá de su propio ámbito.»

La pastoral ha caído muchas veces en dos extremos unilaterales. Algunas veces ha pagado su tributo al individualismo religioso y se ha dedicado aisladamente a los «estados de vida» individuales (niños, hombres, mujeres, jóvenes, señoritas), pero raras veces ha tomado en consideración la f. como comunidad; basta sólo con pensar en la ordenación del culto divino y de la administración de los sacramentos, en las asociaciones y sus repercusiones en la vida familiar, en la dificultad y tardía acogida de las visitas domiciliarias. Por otra parte, en lo relativo a la misma vida familiar, la pastoral se ha fijado demasiado unilateralmente en la moralidad (moral sexual y regulación de nacimientos), en la sacramentalidad y autoridad, y ha considerado demasiado poco la realidad total humana, especialmente el valor, la plenitud y lo polifacético del amor matrimonial. En este punto hay que llenar grandes lagunas en la predicación y la pastoral, apoyándose de manera decisiva en la citada Constitución.

6. Si en cierto sentido el hombre constituye un compendio de la multiplicidad de lo existente, la f. es de manera especial la síntesis y la armonía viviente de la multipolaridad y de las tensiones. Materia y espíritu, inclinación y libertad, sexo y amor, personalidad y comunidad, pasado (en los antepasados) y futuro (en los hijos), tradición e individualidad, autoafirmación y entrega, naturaleza y gracia están entrelazadas en la f. de una forma única, personal y a la vez relacionada con la humanidad, constituyendo así una unidad fructífera que engendra y configura la vida. Los detalles aparentemente más irrelevantes, como signo y expresión del amor y de la fidelidad, alcanzan en ella la más elevada significación humana y toda una plenitud de gracia. La diversidad y las tensiones son aquí no tanto origen de conflictos, cuanto fuente de fecundidad. Como en el fundamento de la f. se encuentra la consagración sacramental del amor matrimonial y éste alcanza en ella su pleno desarrollo, toda la amplitud de la creación se convierte aquí de algún modo en gracia sacramental y en medio para la salvación.

BIBLIOGRAFÍA: F. Engels, Der Ursprung der F., des Privateigentums and des Staates (Z 1884, reimpr. St 1948); idem, Urgeschichte der F. (St 1890); L. H. Morgan, Die Urgesellschaft. Untersuchungen über den Fortschritt der Menschheit... (St - B 1891, 21921); F. Müller-Lyer, Die Entwicklungsstufen der Menschheit, III: Formen der Ehe, der F. and der Verwandtschaft (Mn 1911), IV: Die F. (Mn 1924); Pío XI, Casti connubii: AAS 22 (1930) 539-592; W. Koppers, La famille chez les peuples primitifs (P 1931); R. Thurnwald, Die menschliche Gesellschaft in ihren ethno-soziologischen Grundlagen, II: Werden, Wandel and Gestaltung von F., Verwandtschaft and Blinden (B 1932); H. Dams, Vom Sinn and Zweck der Ehe (Br 1935); A. Vierkandt, F., Volk and Staat in ihren gesellschaftlichen Lebensvorgangen (St 1936); H. Mukkermann, Der Sinn der Ehe (Bo 1938); E. Burgess-H. J. Locke, The Family. From Institution to Companionship (NY 1945, 21953); W. Schmidt, Amor, Matrimonio, Familia (Subirana, Ba 1933); R. Kónig, Materialien zur Soziologie der F. (Berna 1946); C. B. Zimmermann, Family and Civilisation (NY 1947); G. Ermecke, Der Familiarismus als Ordnungsidee and Ordnungsideal des sozialen Lebens (Pa 1947); M. Mead, The Contemporary American Family as an Anthropologist sees it: HIS 53 (1948) 543 ss; J. Sirjamaki, Culture Configurations in the American Family: ibid. 464 ss; R. Anshen (dir), The Family. Its Function and Destiny (Ny 1949); S. Schlesinger, The Family in Soviet Russia (Lo 1949); S. de Lestapis, La pareja humana (Ba 1971); Chronique Sociale de France, 50 Ans d'$volution familiale (P 1950); R. Foster, Marriage and Family Relationship (NY 1950); H. Günther, Formen and Urgeschichte der Ehe (GS 21951); G. Wurzbacher, Leitbilder des gegenwartigen deutschen F.lebens (Dortmund 1951, St 21954); J. Lacroix, Hat die F. versagt? (Offenburg 1952); H. Mukkermann, Die F. im Lichte der Lebensgesetze (Bo 1952); H. Schelsky, Wandlungen der deutschen F. in der Gegenwart (Dortmund 1953, 21954); J. Hdffner, Matrimonio y familia (Rialp. Ma); C. Zimmermann, El matrimonio y la familia (I E Pol Ma 1964); J. Violett, Vom Wesen and Geheimnis der F. (Sa 1953); J. Sirjamaki, The American Family in the Twentieth Century (C [Mass.] 1953); E. R. Groves, The Family and its Relationship (NY 1953); A. G. Truxal - F. F. Merill, The Family in American Culture (NY 1953); B. Haring, Soziologie der F. (Sa 1954); E. Pfeil, Soziologie der GroBstadt-F.: Soziologie, ein Lehr- and Handbuch zur modernen Gesellschaftskunde, bajo la dir. de A. Gehlen and H. Schelsky (D - Ko 1955); R. Kónig, Soziologie der F.: ibid.; W. F. Ogburn - M. F. Nimkoff, Technology and the Changing Family (C [Mass.] 1955); A. Frank-Duquesne, Schópfung and Zeugung. Philosophic and Mystik der Ehe (D 1955); A. and R. Scherer - J. Dorneich (dir.), Ehe and F.: WB der Politik H. 7 (Fr 1956); J. Fischer, Ehe and Elternschaft, 2 vols. (H 1956); J. Leipoldt, Die Frau in der antiken Welt and im Urchristentum (L 21956); StL6 11 972-1046 (bibl.); Semaines Sociales de France 1957 (Bordeaux), 18 Themen über «Famille 1957» (Ly 1958); F. Heer, Ehe in der Welt (Nil 21958); B. Haring, El matrimonio en nuestro tiempo (Herder Ba 1968); H. Begemann, Strukturwandel der F. (H 1960); A. Auer, Cristiano cara al mundo (V. Divino Estella 1964); J. Delcourt, Famille et civilisation urbaine (Bru 1960); Th. Bovet, Ehekunde. Die jüngste Wissenschaft von der altesten Lebensordnung I-11 (T 1961); S. Gebauer, F. and Staat. Handbuch zur F.politik in Europa (Hei - B 1961); G. Wüst (dir.), Ehe and F. heute and morgen (Au 1962); L. Rosenmayr, F.beziehungen and Freizeitgewohnheiten jugendlicher Arbeiter (W - Mn 1963); H. Ringeling, Die Frau in der heutigen F.: ZEvE 8 (1964) 129-143; Jahrbuch des Instituts fur christliche Sozialwissenschaft der Westf8lischen Wilhelms-Universitat Münster V (Mr 1964); E. GSssmann, Mann and Frau in F. and Offentlichkeit (Mn 1964) ; R. Mehl, Die F. lebt. Eine Ehe- and F.ethik der Gegenwart (Gü 1964); E. de Lestapis, Amor e institución familiar (Desclée Bil 1964); M. Wingen, F.politik (Pa 1964); P. Grelot, Mann and Frau nach der hl. Schrift (Mz 1964); W. Heinen, Wenden and Reifen des Menschen in Ehe and F. (Mr 1965); J. Leclercq, La familia (Herder Ba 51967); G. Truffer, Das prophetische Zeichen. Die F. in der Sicht der Bibel (Z 1965); J. Leclercq, Matrimonio natural y matrimonio cristiano (Herder Ba 1967); P. Adnés, El Matrimonio (Herder Ba 1969); Constitutio pastoralis: De ecclesia in mundo huius temporis (R 1965) nn. 47-52; F. E. von Gagern, Eheliche Partnerschaft (Mn 71966); E. Schillebeeckx, Le mariage I (P 1967); E. J. de Smedt, Las relaciones entre padre e hijos (Herder Ba 1967); P. E. Charbonneau, Sentido cristiano del matrimonio (Herder Ba 1967); G. Clauser, El ABC de los padres (Herder Ba 1972); A. M. Henry, Los dificultades de amar (Herder Ba 1971).

Jakob David