EXPERIENCIA RELIGIOSA
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I. El problema

1. Hay e.r. dondequiera se da un contacto vivido con Dios. En este sentido, en toda -> religión hay cierta e.r., pues el movimiento personal hacia Dios, esencial a toda religión, implica la búsqueda misma de este contacto. Pablo formula este principio general: El hombre ha sido creado para buscar a Dios, para que aspire a unirse con él y lo halle (Act 17, 27). Por tanto la e.r. en sus distintas formas es un hecho normal de la vida religiosa. 

2. Pero esta e. tiene muy diversos grados de valor. Contra todas las apariencias, no existe e.r. pura. La e.r. implica siempre elementos morales, metafísicos y místicos, insertos en una historia y en ciertas intuiciones. Normalmente, se realiza dentro de un horizonte de pensamiento, de culto, de vida, y a través de toda una serie de mediaciones: el hombre religioso depende siempre de una tradición (étnica, cultural, religiosa), aunque sólo sea para negarla. En forma somera podemos distinguir estos tipos: a) Las experiencias religiosas primitivas, que se centran en la afectividad psico-orgánica, en el sentimiento y la emoción, en afecciones más bien pasivas (así en las religiones naturales y en muchas sectas no cristianas); b) las e.r. de tipo técnico-experimental, que disponen de ciertas prácticas y de medios y métodos extremamente sutiles, los cuales conducen a un estado de éxtasis o éntasis superior a toda psicología normal (indios, misterios griegos, montanismo, hesicasmo y mesalianismo); c) las e.r. que incluyen la persona entera. Constituyen en cierto modo una síntesis de a) y b) e implican estructuras muy complejas. Con una gradación jerárquica abarcan todos los niveles de la existencia humana, y así han creado una amplia red de relaciones, por las que el hombre logra el contacto con Dios. La auténtica experiencia cristiana pertenece a este grupo, el único conforme con la tradición cristiana.

II. La experiencia religiosa en el cristianismo

1. Lo primero en el cristianismo no es la experiencia, sino la --> existencia cristiana: las actividades de -> fe, -> esperanza y -> amor, por las que, en virtud de un «don inefable», alcanzamos a Dios mismo como principio, objeto y fin de todo nuestro ser. Ahí está la vida eterna que el Señor vino a comunicarnos. Por tanto la experiencia sólo puede ser un aspecto o dimensión de la existencia cristiana; con ello su importancia queda relativada.

2. Pero esa experiencia es un dato esencial de la revelación, pues está implicada en la existencia cristiana, que puede resumirse en el agape, entendido en su plenitud: el Padre nos ama y nos da a su Hijo para salvarnos; el Hijo nos ama y se entrega por nosotros; ambos nos dan su Espíritu, y éste hace de nosotros, en Cristo, hijos que dan gloria a su Padre. El cristiano experimenta el misterio del agape vivido en la fe. Pablo muestra que hay una experiencia en Cristo (morir y resucitar con, por y en Cristo), y una experiencia en el Espíritu, por el que realizamos nuestra filiación y entramos en las profundidades de Dios. Juan insiste en la presencia de la vida eterna por la -->fe, en la inhabitación de Dios en el alma y del alma en Dios por el amor; lo cual da lugar a una cercanía de la transcendencia de Dios que el hombre por sí mismo no puede pensar. 

3. Esta experiencia oscura tiene sus criterios, que constituyen una unidad con ella. Se realiza en la comunidad eclesiástica, que es su medio vital y su medida interna. Implica la observancia de sus indicaciones, el juicio humilde sobre sí misma y el amor fraterno. Lejos de excluir la razón (elevada por la fe), exige su uso. Pablo nos ofrece una crítica de la inspiración carismática, con primacía de lo espiritual (1 Cor 12-14); y exige de los creyentes una inteligencia concreta - la epignosis (Cerfaux) - del misterio de Cristo. Los temas principales de Juan «presuponen como condición fundamental una conciencia despierta de la vida, de la luz y del amor que han sido infundidos en el creyente» (A. Leonard). 1 Jn sólo conoce una auténtica e.r. cuando se dan los criterios del orden eclesial, dogmático, moral y místico (-> espiritualidad). 

4. Pero esta experiencia es siempre escatológica, pues tiene por objeto un misterio poseído en esperanza, revelado, pero no desvelado (y ello aunque se eleve a la experiencia propiamente mística). Siempre es, por tanto, el desarrollo, no de un saber, sino de una fe: hay un conocimiento del amor por sus signos, pero no hay una ciencia del amor, pues no podemos saber el objeto, ni el fin, ni la esencia, ni la existencia en nosotros del amor (ToMAs DE AQUINO, De ver. q. 10 a. 10c). La auténtica e.r. es signo de verdad, fuente de gozo y fuerza de vida; pero, aun en el foco mismo de la luz, en lo más profundo del contacto, Dios sigue siendo el desconocido. «Por la revelación que se nos da con la gracia no conocemos la esencia de Dios; y así nos unimos a él como a un desconocido» (ST i q. 12 a. 13).

BIBLIOGRAFÍA: Cf. ]-> gracia -> revelación ->religión. - W. James, The Varieties of Religious Experience (NY 1902); K. Oesterreich, Die religióse Erfahrung als philosophisches Problem (B 1915); H. Pinard: DThC V 1786-1868; R. Jelke, Grundzüge der Religionspsychologie (Hei 1948); G. W. Allport, The Individual and his Religion (NY 1950); J. Mouroux, Yo creo en ti (C Médica Ba 1963); W. Helipach, GrundriB der Religionspsychologie (St 1951); J. Wach, Types of Religious Experience, Christian and Non-Christian (Lo 1951); J. Mouroux, L'Expérience chrétienne (P 1952); Besondere Gnadengaben and die zwei Wege menschlichen Lebens. Kommentar von H. U. v. Balthasar (Comentario a la S. th. 2 11 q. 171-182): DThA 23; R. Potempa, PersSnlichkeit and Religiositat. Versuch einer psychologischen Schau (Gó 1958) 31-116; A. Léonard, Expérience spirituelle: DSAM IV 2004-2026; M. T. Antonelli, Il Problema dell'esperienza religiosa (Brescia 1961); F. Heiler, Erscheinungsformen and Wesen der Religion (St 1961); Rahner III 103-108 (Sobre la experiencia de la gracia); H. Oglermann, Die Problematik der religiose Erfahrung: Scholastik 37 (1962) 481-513; W. Bitter, Psychotherapie and religiose Erfahrung. Ein Tagungsbericht (St 1964); W. Poll, Psicología de la religión (Herder Ba 1969).

Jean Mouroux