DIALÉCTICA

MÉTODO COGNOSCITIVO

El origen de la palabra, que viene de dialegueszai (conversar, contradecir), alude al ámbito fundamental del logos (- espíritu).

1. La historia del pensamiento acerca de la d, empieza con la cuestión de Heráclito «acerca de cómo lo que difiere puede estar en concordancia ...>> (fragmento 51). El espíritu lleva en sí su ley fundamental de la unidad en medio de la tensión dentro de toda realidad empírica con polos opuestos. Las paradojas de Zenón hacen hincapié, como Parménides, en la oposición intelectual, sin mediación posible, entre el ser y el no ser: prototipo de una dialéctica de mera negación. A su vez los sofistas ponen en juego la contradicción de nuestra experiencia inmediata con la validez universal de las normas espirituales. Tiende a salvarlas Sócrates, con su refutación dialogística . de opiniones evidentes en los diálogos de Platón. Para Platón (Rep. vi 511) la d. es la capacidad de comprender el mundo suprasensible de las ideas puramente por sí mismo en el ascenso y descenso de sus grados de mediación. Aunque Aristóteles caracterizó la d. como la argumentación por meras razones de probabilidad (y también como la facultad para investigar lo opuesto: 1004 b 25, 1078 b 25 ss), sin embargo, él puso una d. real como base de su doctrina sobre el -> acto y la potencia, donde se reflexiona acerca de la movilidad de lo empírico mismo. Para el estoicismo la d. es el arte de la dicción y .de la réplica; para el neoplatonismo, por lo contrario, es la contemplación del cosmos en su proceso de devenir. Tampoco en la tradición posterior (escolástica, mística, Nicolás de Cusa) reviste importancia alguna el uso del término en el ámbito de la lógica; ofrece allí mayor interés la confirmación especulativa de estructuras dialécticas de pensamiento, de origen platónico y aristotélico, a las cuales abrió nuevas posibilidades de aplicación la doctrina cristiana de la Trinidad y de la encarnación. En Kant la d. es otra vez la lógica de la apariencia, en la cual cae la razón humana cuando abandona el terreno de la experiencia. En Fichte y Hegel, la d. es la lógica del ser, el logos interno de toda realidad.

2. Hegel esquematiza ocasionalmente (Enciclopedia §§ 79-82) el movimiento dialéctico del pensamiento según estos tres momentos: a) el abstracto o racional, el cual delimita entre sí conceptos fijos; b) el intelectivo con matiz negativo, que suprime estos conceptos y los hace pasar a su contrario; c) el intelectivo con matiz positivo, que comprende «la unidad de las determinaciones en medio de su oposición». Hegel no habla de tesis-antítesis-síntesis, sino del en sí en su universalidad e inmediatez, el cual se hace por sí, se m ifiesta, se aísla en cuanto se contrapone al otro, y de esa manera conduce al en y para sí, que se concilia consigo mismo en el otro como singularidad (individualidad) perfecta e «inmediatez mediada». La dialéctica transforma (hebt auf) la posición inicial en la (transitoria) posición final según el triple sentido del término aufbeben: suprimir, conservar, elevar. El poder antitético de la negación conduce, como negación de la negación, a la síntesis con el principio. El resultado es el proceso mismo. «Lo verdadero es el todo» (Obras vi [1839] 16). La d. es el camino del espíritu, cuya salida hacia el mundo es la entrada en su propia profundidad y plenitud: «salida inmanente> (Obras vi [1839] 152). Este movimiento es al mismo tiempo la acción del devenir y la ley óntica del todo. Ese devenir se extiende desde el ser general e inmediato, como principio de la lógica, hasta el espíritu absoluto, que se conoce como espíritu en todas las cosas, el cual «suprime y asume» incluso los misterios de la fe cristiana. La dinámica del movimiento es la discrepancia entre esta meta y las formas todavía inadecuadas del mundo, que como tales son impulsadas a superarse, hasta que el espíritu sea plenamente él mismo en el todo del saber, en el «círculo de los círculos» (Obras v [1834] 351).

3. Entre las críticas, la marxista pretende la mala inversión de la d. que de la cabeza -las ideas o el espíritu- debe pasar a los pies, las circunstancias materiales de la producción. El círculo de la universal identidad del espíritu, la cual tiende a la adaptación a los hechos, debe estallar en virtud de la nueva negación revolucionaria, sobre la base de la inalienable no identidad de la materia (cf. TH. W. ADoRNo, Negative Dialektik, F 1966). Kierkegaard (Migajas filosóficas, 1844), frente al entrelazamiento de Dios y el hombre por el conocimiento dialéctico, proclamó el carácter singular de la -apersona, la -> decisión del momento, el escándalo de lo histórico, el salto de la fe. La «teología dialéctica» se obstinó en la más ruda oposición entre Dios y el mundo; toda mediación es lo anticristiano. La dialogística (F. Ebner, M. Buber) quiere disolver el apriorístico pensamiento sistemático en el campo abierto de la experiencia interpersonal.

4. Ninguna crítica puede rechazar desde fuera la d. de Hegel; tampoco se puede separar superficialmente la d. como método válido de la d. como sistema recu . En cambio es posible mostrar algunas líneas acerca de cómo la d. cognoscitiva de Hegel, traspuesta y a la vez modificada, debe recibirse en una abierta d. de la -> libertad. No la materia, sino la realidad del querer libre es lo otro frente al espíritu que conoce y el presupuesto del movimiento dialéctico. También según Hegel, al principio del verdadero saber está la decisión de alcanzarlo. Pero la libertad, en su inmediatez, jamás es «devorada» por la mediación; más bien la libertad perdura allí como su soporte. En virtud de la ley específica del querer, que realiza «en» el objeto la identidad entre sujeto y objeto, propia del espíritu, se hace posible como un movimiento inalienable la afirmación del otro en cuanto tal y con ello, en oposición a la necesidad ideal o esencial y a la unidad de todo en un sistema meramente cognoscitivo, se hacen también posibles: la realidad consistente en sí de lo finito, en medio de su multiplicidad y distinción; el sentido permanente de lo individual; la historicidad libre; la esperanza de lo nuevo y la acción esperanzada en una comunidad creadora. Aquí se pueden acreditar en todo su poder los rasgos constructivos del pensamiento hegeliano: la densidad empírica, la inquieta tendencia a lo concreto, la fluidez entre las aparentes contradicciones, el descubrimiento de las estructuras espirituales de todo ente, el sentido esclarecedor con que contradice al carácter contradictorio de las cosas. La realidad de la libertad humana presupuesta por la d. se experimenta a sí misma en su posibilidad de degeneración como puesta por una libertad originaria, como afirmada en el sí a sí misma, como una libertad «liberada».

5. Esto posibilita una mirada a la importancia teológica de una d. abierta. La metafísica de la --> creación señala esta ley estructural: «Cuanto un ser está más cerca de Dios... tanto más determinado se halla naturalmente a la propia realización» (TOMÁS DE AQuiNo, De ver. 22, 4). Dependencia y libertad no están aquí en proporción inversa, sino en una armónica correspondencia dialéctica. La instauración insuperable del ser humano en su perfección esencial se produce en la unión personal del Logos divino con la naturaleza humana en jesucristo. De ahí brota una comunidad terrena y eterna del Christus totus caput et membra (Agustín) en el espíritu de unidad del Padre y del Hijo, la cual se llama gracia (ad intra) e Iglesia (ad extra). También en esta extensión de la unión de Dios y hombre en Cristo por encima del espacio y del tiempo, «la gracia presupone la naturaleza» (en el sentido de que la «pone antes») «y la perfecciona». En el acto creador y encarnador de la unión, que da la gracia y funda la Iglesia, libera al hombre y lo hace cada vez más libre, se muestra y opera la Trinidad «inmanente» de Padre, Hijo y Espíritu Santo, la cual es el modelo originario de la relación personal del espíritu, de la estructura alterna y, con ello, de la d. Asimismo el acontecer originario de Cristo es la fuente de todos los ulteriores y necesarios rasgos dialécticos de la - fe y la vida cristiana (--> fe y ciencia, -> filosofía y teología, historia y revelación, religión y evangelio, sacramento y palabra, amor a Dios y amor al prójimo... ). Todo esto se halla infinitamente profundizado en la relación entre pecado y redención (cf. Rom 5, 20s) en la cruz de jesucristo: el viernes santo más real y de ningún modo meramente «especulativo» (cf. HEGEL) Obras r [1832] 157 ).

Walter Kern