CRISTIANISMO

D) CARÁCTER ABSOLUTO DEL CRISTIANISMO

I. Concepto y problema

El concepto de c.a. del c. procede de la filosofía del ->idealismo alemán, y no de la teología misma. La teología debe, por tanto, vigilar para que no se le imponga aquí, desde fuera, un problema que no le atañe. El cristianismo se basa en una revelación histórica e implica, por tanto, la afirmación de la historia y de la historicidad, que no pueden superarse, sin más, especulativamente en lo absoluto. Por otra parte, tenía también que fracasar el intento de E. Troeltsch, que quiso demostrar el valor. absoluto del c. por el camino de la historia de las religiones. Por este camino sólo pudo demostrarse una convergencia relativa de la historia de la religión hacia el cristianismo. Éste quedó así inserto en la relatividad general de lo histórico, lo que, en última consecuencia, llevó a minar el c.a. del c. De ahí que la teología dialéctica emprendiera otro camino, y, partiendo de que Dios es totalmente distinto de la historia, afirmó que el cristianismo no es culminación, sino juicio y final de las religiones y de la cultura humana. En teología católica se entiende ordinariamente por c.a. del c. la tesis de que éste no sólo es de hecho la más alta de las religiones existentes, sino que constituye además la definitiva manifestación de Dios a todos los hombres de todos los tiempos, manifestación que por esencia es insuperable, exclusiva y universalmente válida. Esta pretensión le parece al hombre actual, no sólo un escándalo intolerable, sino también incompatible con datos o hechos indiscutibles de la historia de las religiones y con la fundamental historicidad de todo ser humano. Semejante tesis se le presenta como desamor, intolerancia, rotura de toda comunicación y fuente de fanatismo. Dicha tesis parece contradecirse también con la existencia históricamente pecadora del cristianismo. Finalmente da la impresión de que desvirtúa todos los esfuerzos humanos por el progreso y hace imposible una teología de las realidades terrenas.

Ante estos hechos, una actitud puramente apologética y dogmática es estéril; se impone una reflexión más profunda sobre lo que realmente dice la tesis; esa reflexión ha de hacer ver que en el c.a. del c. no se trata de las pretensiones absolutas de una comunidad religiosa particular, sino del valor absoluto del evangelio de la gracia para todos los hombres.

II. Punto de partida teológico

Para llegar a una solución objetiva hay que partir de que, en la tesis del c.a. del c., nos las habemos con un enunciado estrictamente teológico que, esencialmente, no es demostrable por la historia ni por la filosofía de la religión. La fe, a la inversa, tampoco puede contradecir sin más a hechos y verdades naturalmente cognoscibles. Más bien reconocerá tales hechos, pero los entenderá en forma nueva bajo su propia luz (--> fe y ciencia).

La tesis del c.a. del c. se refiere teológicamente a la índole escatológica de éste. El c.a. del c. va anejo al mensaje bíblico de que, con el advenimiento de Cristo, se ha hecho evento la plenitud del tiempo (Mc 1, 15; Gál 4, 4; Ef 1, 10, etc.); se identifica con la fe en que jesús es el xpLa'róS (Mesías), el Hijo de Dios, el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5). En él se han cumplido las promesas de salvación hechas en el Antiguo Testamento a toda la humanidad (Gén 3, 15; 8, 21s; 9, lss; 12, 3; cf. 2 Cor 1, 19s). Por el hecho de asumir hipostáticamente en Cristo una concreta naturaleza humana, Dios se ha manifestado en una forma definitiva y en principio insuperable, y se ha entregado a su creación. Y con ello también el hombre ha hallado su singular y racionalmente insospechable plenitud suprema. Con todo puede demostrarse antropológicamente que el hombre no halla su consumación en una abertura indiferente, sino en una libre vinculación al -->misterio absoluto de su existencia. Por eso, el advenimiento de Cristo y la fe en él constituyen la más profunda consumación y no una subyugación del hombre (->cristología).

Como quiera que Dios asumió en Cristo, de forma absoluta y definitiva, una concreta naturaleza humana y la dejó, no obstante, en su peculiaridad natural, sin mezcla ni cambio (Dz 302 [148]), la tesis del c.a. del c. implica una aceptación y afirmación incondicionales del hombre y del mundo. Por consiguiente, el c.a. del c. más que como exigencia ha de ser anunciado como buena nueva, en la cual se proclama que Dios ama al mundo (Jn 3, 16) y lo ha aceptado en forma absoluta y divina, y que, por tanto, él no puede hallarse abandonado en el abismo del vacío y de la nada, del absurdo y de la esquizofrenia.

III. Desarrollo del contenido teológico

De la determinación más concreta del carácter escatológico del cristianismo se deduce lo siguiente para nuestro problema:

1. Plenitud y cumplimiento son conceptos teológicos de índole dialéctica. El cumplimiento es, de una parte, realización y confirmación de la promesa. En este sentido el cristianismo no excluye sino que incluye las otras religiones y los demás esfuerzos en torno. a la verdad; más que exclusivo es inclusivo. Por eso el cristianismo está dispuesto al diálogo con las religiones y la filosofía. Por otra parte, Cristo, como cumplimiento, es también el final de la ley (Rom 10, 4); él cumple la ley en cuanto la suprime (Ef 2, 15; Col 2, 14); el cumplimiento, por ser una acción prodigiosa de Dios, crea una realidad nueva que no puede deducirse de otra anterior. Por eso el cristianismo dentro del mundo necesariamente tiene que tener un aspecto paradójico; él nunca puede ocultar su matiz escandaloso. Con relación a las religiones y a la cultura humana el cristianismo guarde siempre la relación del sí y del no, de la plenitud y del juicio.

2. Según la concepción bíblica la plenitud del tiempo se hace evento concreto allí donde ella, por la predicación, es proclamada, se hace presente y es aplicada. Por la --> palabra y los -> sacramentos, lo que fue una vez se convierte en una vez para todas. Así, pues, para el hombre concreto y para una concreta religión y cultura la plenitud del tiempo sólo se hace evento cuando es oída la predicación cristiana, lo cual por esencia es más que un fenómeno acústico, pues presupone que la exigencia en ella contenida es percibida en cuanto tal y que la predicación no está tergiversada (como colonialismo, imperialismo cultural, capa de intereses de grupos, mero residuo histórico). Desde este punto de vista, aun hoy día muchos hombres se hallan en un estadio precristiano (teología de la -> religión).

3. La plenitud escatológica está en tensión entre el « ya» y el «aún no». Para nuestra actual situación salvífica es constitutiva una dualidad entre historia de la -> salvación e -> historia universal, entre - Iglesia y -> mundo, entre --> naturaleza y gracia, entre --> creación y -> alianza, entre -> ley y evangelio. Sólo al final será Dios «todo en todos» (1 Cor 15, 28). Por tanto, el c.a. del c. no equivale a un valor absoluto de la cristiandad y de la Iglesia. También la Iglesia está bajo el juicio escatológico (Mt 19, 28). Un -> integrismo que quiera suprimir esa tensión y niegue de hecho la relativa autonomía del mundo y de sus órdenes, contradice a esta situación salvífica de la Iglesia, que nunca puede ser ecclesia gloriae. Es cierto que el error no tiene objetivamente el mismo derecho que la verdad; pero, por razón de la perduración de este eón en la historia de la salvación, todavía se le concede tiempo hasta la cosecha escatológica (Mt 13, 30). Así, la tesis bien entendida del c.a. del c. precisamente hace posible la libertad de conciencia y de religión, y prohíbe el empleo de todo medio de coacción al servicio del evangelio (-> tolerancia).

4. Jesucristo ha asumido en representación nuestra y así redimido de una vez para siempre la naturaleza del hombre configurada por el pecado, hasta el extremo de la muerte en la cruz. Por su obediencia representativa él unió en su persona la unicidad y la universalidad. Ser cristiano es imitación y participación de esa obediencia representativa. Por eso el c.a. del c., visto desde esta representación que junta la unicidad y la universalidad, se manifiesta en la fe, la esperanza y el amor. De ahí que la función de la --> misión de la Iglesia, que radica efectivamente en la tesis de c.a. del c., no consista tanto en la solicitud por la salvación eterna del individuo, la cual en principio también es posible fuera de la Iglesia visible, cuanto en predicar representativamente el amor de Dios, en atestiguar la esperanza y en ser así signo entre las naciones (Dz 3014 [ 1794]). Síguese que el c.a. del c. no implica ninguna pretensión de dominio, sino que constituye un servicio representativo a la humanidad entera.

5. La índole escatológica y el c.a. del c. no excluyen, sino que incluyen, la auténtica historicidad de la Iglesia. Esto se desprende de que el c.a. del c. no equivale a un valor absoluto de la Iglesia. Lo mismo que para el cristiano particular, también para la Iglesia hay un crecimiento hasta llegar a la « plenitud de Cristo» (Ef 4, 13; cf. Col 2, 2,). Para la Iglesia concreta la plenitud de Cristo es siempre, a par, don y deber. Entretanto la Iglesia tiene que ser introducida en toda verdad por el espíritu de Cristo (Jn 14, 26; 16, 13 ). De ahí que, si bien el evangelio no puede alcanzar mayor perfección, sea posible sin embargo un perfeccionamiento de la inteligencia de la fe y del amor en la Iglesia. Esto hace posible una auténtica historia de la teología y de los dogmas. La historicidad de la Iglesia se pone también de manifiesto en que, en este eón, su ciencia de la fe y de los dogmas permanecerá siempre «parcial» (1 Cor 13, 9), y en que la Iglesia concreta es siempre pecadora y peregrina.

6. Por las mismas razones, el carácter escatológico y absoluto del c. no excluye, sino que incluye, la importancia teológica del progreso humano. Ciertamente las últimas cosas se deben solamente a la obra del Padre (Mc 13, 32), mas no por esto el acontecer escatológico ha de entenderse como acción de un deus ex machina. La revelación divina toma siempre a su servicio la palabra y los medios de expresión humanos. Por eso no se excluye teológicamente que, así como toda la cultura grecorromana del tiempo de Cristo («tiempo axial» de Jaspers) fue praeparatio evangelica, también el actual desenvolvimiento de la humanidad hacia una creciente unidad en el terreno técnico, económico y científico constituya el presupuesto querido por Dios para una posible respuesta de toda la humanidad a la creciente universalidad efectiva del cristianismo, hecha igualmente posible por los progresos técnicos. No hay por qué entender esto en el sentido de un ingenuo optimismo progresista, como si todo progreso inmanente fuera a par un adelanto en la historia de la salvación eterna.

Más bien es menester ver la ambivalencia de todo progreso humano, que abre la posibilidad de un «sí» y de un «no» colectivo al evangelio.

Así el c.a. del c. significa estas dos cosas: el carácter absoluto de la oferta de la gracia a todos y el carácter absoluto de la decisión exigida.

Walter Kasper