COMUNIDAD
SaMun


1) El hombre se experimenta desde su nacimiento como incorporado a una c. Pero esta relación con la c. no constituye solamente una disposición fáctica, sino que el hombre mismo quiere vivir en c. (aun cuando esta voluntad de relacionarse, tanto desde la perspectiva del individuo como desde el punto de vista de la c., esté sometida a una dialéctica histórica, condicionada por la culpa, es decir, por la voluntad defectuosa), pues para su propio desarrollo necesita, no sólo - y ni siquiera primariamente- lo otro, en el sentido de lo meramente objetivo, sino al otro como ser personal. El devenir del hombre en cuanto un «yo», proceso que no se identifica con el desarrollo orgánico del cuerpo, sólo puede y quiere realizarse como un hacerse uno mismo a través de un tú personal. En efecto, sólo en medio de la convivencia personal puede producirse connaturalmente el devenir de la propia mismidad. Esta mediación del tú - voluntariamente aceptada - para la constitución de la --> persona, por su parte no sólo debe realizarse de cara al individuo, sino también de cara a la c., que quiere al individuo como miembro suyo. Mas tal condicionamiento mutuo y voluntario significaría solamente una necesaria pero unilateral c. utilitaria, si descansara solamente en la mera reciprocidad de la mediación personal. Ni el individuo existe solamente por la c., ni la c. tan sólo por el individuo; más bien, uno y otro polo tienen su centro y su significado en la exigencia de la verdad que se manifiesta en ellos como fundamento que da sentido a la vida personal. La exigencia de la vida de la verdad o, dicho teológicamente, de la palabra de Dios, es tanto el medio como el fundamento en el que y por el que puede y debe haber relación personal como c.

Porque esta relación dialogística que abarca al individuo y a la c. no siempre está fácticamente ahí, sino que debe crearse intencionadamente en el curso de la historia, a causa de la voluntad del individuo que yerra en la verdad o la rechaza, o bien a causa de una oferta falsa o de una falsa estructura en la c., ella cae en una pugna interna y conduce a actitudes unilaterales en las que la c. avasalla al individuo y lo degrada convirtiéndolo en mero momento de sí misma, o, viceversa, el individuo ya no está integrado en la c. de forma fructífera, sino frecuentemente de forma destructora; y, en consecuencia, finalmente el todo de la c. ya no puede ser lugar y medio de la creciente verdad de la vida misma. La relación dialogística en que cada persona y la c. reciben y realizan en cada caso el ser y el derecho que les corresponde, se transforma así en una relación dialéctica que, en el mejor de los casos, sólo puede establecer en la historia del mundo un relativo equilibrio social mediante compromisos externos. Precisamente en cuanto esta dialéctica determina la historia universal, toda c. concreta e histórica, por mucho que se distinga de la -> sociedad en general, por su propio sentido interno está en camino de su disolución o(y) consumación.

2) Las distintas dimensiones históricas de la corporal y concreta existencia humana, así como las decisiones opuestas con su consecuente dualismo histórico, engendran las distintas formas de c., a saber: en la dimensión de la relación sexual y personal: --> matrimonio y --> familia; en la dimensión cohumana: amistad y fraternidad; en el campo político y cultural: nación, pueblo, --> Estado, hasta llegar a la única c. de los hombres, cada vez más intensa en la actualidad; y finalmente, en el ámbito religioso: la c. de fe y de culto (-->Iglesia).

3) Las contradicciones históricas o fácticas de la vida social y con ello, de la comunitaria, en la que el individuo ha sido puesto sin su consentimiento previo, exige que no se acepten simplemente las díferentes c., sino que se las transforme constantemente de manera crítica y creadora, de modo que correspondan a la naturaleza de la c. y al carácter dialogístico del individuo o, por lo menos, se mantenga un relativo equilibrio personal. Pero la vida de la c. no puede convertirse en hechura del hombre, pues está constantemente condicionada por el evento liberador y creador de la llegada de la palabra viva de la verdad como realidad que fundamenta la c. Esta situación oscilante de posibilidad e imposibilidad de disponer sobre la c., está tanto más insegura por el hecho de que el hombre tiene poder para cambiar el ser humano y, dándose por otro lado la necesidad de superar la contradictoria situación histórica, se halla constantemente ante el peligro de conceder un carácter absoluto a ese poder, y en parte no sabe cuándo lo hace de hecho. El --> colectivismo, el totalitarismo, el fenómeno de las masas y, por otro lado, el aislamiento radical, son formas ideológicamente pervertidas de la actuación destinada a transformar la c.

Aun cuando el hombre es y en cierto modo debe ser señor de procesos sociales e históricos, sin embargo, con frecuencia él no puede reducir a unidad armónica sus efectos sociales ya existentes, ni prever las consecuencias de las acciones presentes. Por eso está abocado, o bien al vacío optimismo de una -->utopía del futuro, o bien a la --> esperanza de que, a pesar de la obligación que se le ha impuesto de configurar la c. y la sociedad, no obstante, será la palabra transcendente de la verdad misma la que vuelva siempre a traer la renovación y la continuación; una esperanza que para los cristianos en último término sólo es posible en virtud de aquella promesa que ofrece al conjunto de la c. humana el -> reino de Dios como consumación. Pero tampoco esta promesa, que no prevé simplemente un perfeccionamiento rectilíneo, sino amplias crisis individuales y colectivas como una de sus fases, elimina de antemano plena y necesariamente la dialéctica intramundana. En efecto, esa promesa de consumación no puede traducirse sin más a cada situación presente y, por tanto, no sabemos en forma fija qué modalidad concreta de c. o qué acciones encaminadas a cambiar la sociedad (reforma o no reforma) se exigen en virtud de la promesa. Por más que para el cristiano el anticipo que se le abre en cada situación histórica, con su orientación hacia el futuro transcendente, no sea el objeto de una mera utopía intramundana, sino el lugar donde se cumple la promesa divina, que por otra parte ya se ha realizado inicialmente; sin embargo, tampoco para el cristiano está tan claro el fin futuro como consumación de la c. humana, que él sepa en qué manera críticamente liberadora y creadora debe configurarse la vida de la c. en medio de la contradictoria situación histórica y partiendo de ella.

A pesar de todo esfuerzo honrado, a pesar de la obligación de configurar que tiene el hombre, es más, a pesar de las acciones destructoras del hombre que configura, sólo queda la esperanza de que aquel de quien no se puede disponer se haga evento como el que verdadera y profundamente fundamenta la c., a fin de que así, la mala dialéctica histórica de la vida finita de la c. que el hombre ya no es capaz de abarcar con su mirada ni de dominar con su poder, pueda transformarse en la verdadera dialogística de la consumación.

Eberhard Simons