SAN FRUCTUOSO DE BRAGA


SAN FRUCTUOSO DE BRAGA murió hacia el 665. Su padre era hombre importante en la corte, con grandes posesiones en la comarca del Bierzo; fue allí donde Fructuoso se dedicó a la vida monástica y fundó diversos monasterios, hasta que fue elegido por el rey para regir primero el monasterio de Dumio y luego la sede de Braga. Sus obras fundamentales son la Regla de los monjes y la Regla común, que completa la anterior; se le atribuye también el Pacto, fórmula de profesión religiosa que suele acompañar los manuscritos de la Regla común y según la cual el monje se compromete a obedecer al abad y a sus reglas, pero retiene el derecho de protestar contra los posibles abusos. Sólo se conserva una de sus cartas.

 

Regla de San Fructuoso

El trabajo de los monjes:

Para el trabajo debe mantenerse en primavera y verano el siguiente plan: una vez rezada prima, el prepósito avisará a los decanos qué clase de trabajo debe practicarse, y éstos lo advertirán a los demás monjes. Después, dada al fin la señal y tomando las herramientas, se reúnen todos, y, hecha oración, se dirigen rezando a su trabajo hasta la hora de tercia. Y, celebrada tercia, de vuelta a la iglesia, quedándose en sus celdas, se entregan a la oración o a la lectura. Sin embargo, si el trabajo es de tal naturaleza que no deba interrumpirse, se reza tercia en la misma obra, y después, rezando, se vuelven a la celda. Terminada la oración, y después de lavarse las manos, se reúnen a continuación en la iglesia. Y, si se ha de comer a la hora de sexta, cumplido el oficio de sexta, se dirigen de la oración a la mesa. Terminada convenientemente la comida, reiterando la oración, pueden descansar, guardando silencio hasta nona. Celebrada después nona, si es preciso debe volverse al trabajo hasta que se reúnan para recitar el oficio de la hora duodécima. En otro caso, quedándose en silencio en sus celdas, los que tienen edad madura y conciencia pura han de meditar las palabras del Señor o han de practicar algún trabajo mandado dentro de la celda. Desde luego, no pretendan ir a ninguna parte, fuera del caso de necesidad, de no haber orden del superior. Los jóvenes, por su parte, estando en presencia de sus decanos, deberán dedicarse a la lectura o al rezo; y ningún joven se retire de la reunión o vaya a la estancia de otro decano sin autorización de su decano. Pero tanto en la reunión como en el trabajo, cada decanía debe estar separada de otra decanía. El decano debe amonestar continuamente a sus jóvenes que no caigan en descuido alguno; y para eso les propondrá siempre como ejemplo a los espirituales y santos, a fin de que con la contemplación de éstos avancen asiduamente hacia la perfección.

Por su parte, en tiempo de otoño o de invierno, hasta tercia han de entregarse a la lectura. Desde tercia hasta nona se debe trabajar, si es que hay algún trabajo que hacer. Después de nona hasta la hora duodécima deben leer. De la duodécima hasta la caída de la tarde han de meditar. Cuando han de salir para el trabajo, deben reunirse todos para hacer oración, concluida la cual el prepósito ha de comenzar el salmo, y rezándolo diríjanse a su trabajo.

Cuando están trabajando no han de trabar entre sí o entretenerse con charlas o risotadas, sino que mientras trabajan procuren rezar en silencio en su interior.

Mas los que descansan, o canten algo o recen a la vez, o por lo menos guarden silencio.

Está establecido que ningún monje pueda ejercer un trabajo de su propiedad con intención de adjudicárselo para sí o para cualquiera otro, queriendo que se distribuya a su talante. Ni ha de admitir empezar o ejecutar cualquier trabajo sin mandato o permiso del superior. Pero en toda cuestión se ha de cumplir lo que ordenare el abad o el prepósito.

(4; BAC 321, 143-145)

MOLINÉ