ARNOBIO DE SICCA

 

ARNOBIO DE SICCA, natural de esta ciudad, en Numidia, escribió durante la persecución de Diocleciano. Era profesor de retórica y detractor del cristianismo, al que se convirtió luego por una visión que tuvo. Es conocido por su obra Adversus nationes, en que defiende el cristianismo, con un esquema no muy distinto al usual en las apologías, pero con pruebas de poco valor; si su conocimiento de los muchos filósofos que cita provenía únicamente de los manuales entonces en uso, el que tenía de la doctrina cristiana era aún rudimentario, pues consideraba que los dioses paganos tal vez existían, aunque en este caso serían dependientes absolutamente de Dios Padre, y pensaba que Cristo era un Dios de segundo orden; el alma podía hacerse inmortal mediante la ayuda del Dios de los cristianos.

 

TEXTOS


Contra las naciones

Los hechos son la mejor apología:

¿Qué motivos más poderosos tenéis vosotros para prestar fe a vuestros sabios, que nosotros para creer en Jesucristo? Nombradme uno solo, que con una sola palabra haya podido apaciguar las tempestades, mandar a las olas de un mar irritado, dar la vista a los ciegos de nacimiento, arrancar los muertos del sepulcro, aun menos que esto, curar por su propia voluntad la más ligera herida. Por más que se alabe y envanezca la sutileza intelectual de vuestros sabios, y la extensión de su ciencia, jamás podrán llegar al conocimiento de la verdad, ni conducir a nadie a ella con semejantes silogismos y argumentos.

Apreciemos a nuestros maestros, no por la elocuencia, sino por las obras. El verdadero mérito consiste aquí, no en hablar con sutilezas, sino en justificar sus promesas con acciones verdaderamente divinas. Comparemos las obras de vuestros filósofos con las de Jesucristo. Ved lo que ha obrado su Evangelio entre los judíos, los persas, los medos, los árabes, los egipcios, los sirios, los gálatas y los partos; en la Acaya, en la Macedonia, en el Epiro y en todas las regiones que ilumina el sol; en fin, en la misma Roma, donde, a pesar de las supersticiones introducidas por Numa, millares de hombres han renunciado a todas sus antiguas preocupaciones por adorar a Jesucristo.

(1, 31; Huber 1, 335)