Carlos Mesters oc
La
lectura fiel de la Biblia
De
acuerdo con la Tradición
y
el Magisterio de la Iglesia
Contenido:
Introducción:
Interpretación y fidelidad
1.
Creer que la Biblia es Palabra de Dios
2.
Es palabra de Dios en lenguaje humano
3.
Dios se revela a sí mismo en su Palabra
4.
Jesús es la clave principal de la Sagrada Escritura
5.
Aceptar la lista completa de los libros inspirados
6.
La Biblia es el libro de la Iglesia
7.
Tener en cuenta los criterios de la Fe
8.
Tener en cuenta los criterios de la realidad
9.
Lectura orante de la Biblia
10.
Toda la exégesis debe estar al servicio de la evangelización
Introducción:
Interpretación y fidelidad
Interpretar
es posibilitar la comunión entre dos personas que quieren dialogar. Es lograr
que la palabra de una persona, sea traducida
a la lengua de la otra. Por eso, el intérprete debe ser fiel a las dos personas
que quieren dialogar: a la Palabra de la Biblia a través de la cual Dios nos
habla y al pueblo que escucha hoy la palabra de Dios con la ayuda de la Biblia.
"Entre estas dos fidelidades, la fidelidad al Verbo Encarnado y la
fidelidad al hombre de hoy, no puede y no debe existir ninguna contradicción"
(Pablo VI, Alocución a los profesores de Sagrada Escritura, sobre la Obra de la
Iglesia para la interpretación de
la Palabra de Dios, Septiembre 25 de 1970).
La
fidelidad a la Iglesia, a la Tradición y al Magisterio es tan importante para
la interpretación de la Biblia como la raíz para el árbol. Sin ella, el árbol
muere. Pero la raíz debe estar debajo de la tierra. No aparece,
¡y no debe aparecer! Es
como la respiración. Sin ella, la persona muere. Sin embargo, no es bueno ni
recomendable, en cada respiración decir "estoy respirando". No es
por el hecho de que el intérprete cite o no cite la tradición o el
Magisterio, por lo que su interpretación es fiel o infiel. Lo importante no es
citar, sino obedecer (ver Mt 21,28-32).
Lo
que aquí vamos a exponer son cosas muy sencillas. Son normas hermenéuticas de
la lectura cristiana de la Biblia, que vienen de la Tradición y del Magisterio
y que, convergen en la Constitución Dei Verbum. El hecho de que sean
exactamente diez normas, tiene solamente una finalidad didáctica: Facilita la
memorización y ayuda a la
asimilación.
1.
Creer que la Biblia es Palabra de Dios
Esta
fe es el punto de partida para todo. Es la puerta de entrada. Sin ella, el
pueblo ya no tendría ningún interés por la Biblia. La Biblia es Palabra de
Dios porque fue inspirada por Dios (ver 2Tim 3,16). Dios es su autor, como nos
lo afirma el Concilio
Vaticano II, en su Constitución Dei Verbum (n° 11).
Por
ser Palabra de Dios, la Biblia tiene autoridad. Junto con la Tradición, ella es
para la Iglesia, la suprema regla de su fe (Dei Verbum, 21). La Palabra de Dios
está en la raíz de la Iglesia. La Iglesia, la comunidad, depende de ella, como
el agua de su fuente. "El oficio de interpretar auténticamente la Palabra
de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la
Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está
por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio" (Dei Verbum, 10);
debe escucharla y guardarla para poder exponerla fielmente.
Por
ser Palabra de Dios, la Biblia nos transmite "fielmente y sin error la
verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para nuestra salvación" (Dei
Verbum, 11). Por eso, la Iglesia, la comunidad, busca en ella una luz para
iluminar los pasos del Pueblo de Dios en el camino de la salvación y de la
liberación, pues la Palabra de Dios no está solamente en la Biblia. Dios habla
también a través de la vida, de la naturaleza, de la historia. "Dios,
creando y conservando el universo por su palabra (ver Jn 1,3), ofrece a los
hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo (ver Rom 11,14-20);
queriendo además abrir el camino de la salvación sobrenatural, se reveló
desde el principio a nuestros primeros padres. Después de su caída, los levantó
a la esperanza de la salvación (ver Gén 3,15) con la promesa de la redención;
después cuidó continuamente del género humano, para dar vida eterna a todos
los que buscan la Salvación con la perseverancia en las buenas obras (ver Rom
2, 6-7)" (Dei Verbum, 3).
Por
ser Palabra de Dios, la Biblia tiene una fuerza poderosa para realizar lo que
transmite. "Y es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que
constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos,
alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual" (Dei
Verbum, 21). Y esto está sucediendo hoy, sobre todo en las comunidades
cristianas de los pobres. Por ser Palabra de Dios, inspirada
por Dios, la Biblia cuando "es leída e interpretada en aquel mismo
Espíritu en que fue escrita" (Dei Verbum, 12), comunica el Espíritu a los
que la leen con fe.
Por
ser Palabra de Dios, inspirada por Dios, en cuanto es "leída e
interpretada en el mismo Espíritu en que fue escrita" (Dei Verbum, 12),
comunica este Espíritu a los que la leen con fe. La Lectio Divina va haciendo
que el modo de pensar de Dios se convierta en nuestro modo de pensar. Ayuda a
romper en nosotros la falsas ideologías que mantienen prisionera la Palabra de
Dios, pues ella nos "comunica el conocimiento de Dios y del hombre. Y el
modo como Dios, justo y misericordioso, trata con los hombres" (Dei Verbum,
15). La Lectio Divina debe realizar todo
lo que dice San Pablo en sus cartas: "Comunica la sabiduría que lleva a la
salvación por la fe en Jesucristo" (2Tim 3,15). "Es útil para
instruir, refutar, corregir y formar en la justicia" (2Tm 3,16). Comunica
"perseverancia y consuelo" (Rom 15,4) y sirve como "ejemplo e
instrucción para nosotros, que vivimos el fin de los tiempos" (1Cor
10,6-11).
2.
Es palabra de Dios en lenguaje humano
Por
el misterio de la Encarnación, la Palabra de Dios asume las características y
las formas del lenguaje humano. Jesús es igual a
nosotros en todo, menos en el pecado. Así también el lenguaje usado por
Dios para comunicarse con nosotros en la Biblia es igual a nuestro lenguaje en
todo, menos en el error y la mentira. La Palabra de Dios no es una Palabra
distante, alienada, apartada del curso de la historia. "En la Sagrada
Escritura Dios habló a través de los hombres y de modo humano" (Dei
Verbum, 12).
Por
ser Palabra de Dios, la Biblia debe ser interpretada con la ayuda de los
criterios propios de la fe. Pero por ser Palabra de Dios en lenguaje humano,
debe ser interpretada también con la ayuda de los criterios que se usan para
interpretar el lenguaje humano (Dei Verbum, 12). Las encíclicas
Providentissimus Deus (León XIII, 1893) y Divino Afflante Spiritu (Pío XII,
1943), fueron las que más animaron a los exegetas católicos en esta dirección.
Desde
el comienzo de este siglo los intérpretes usan, con mucho provecho, los métodos
de la crítica literaria, de la investigación histórica, de la etnología, de
la arqueología, de la paleontología y de otras ciencias (ver Pío XII, Divino
Afflannte Spiritu, 20). Más recientemente, bajo la presión de los problemas que cuestionan la fe del pueblo
sobre todo aquí, en América Latina, ellos aplican también los métodos de análisis
de las ciencias sociales. Algunos de estos métodos tienen presupuestos filosóficos
contrarios a la fe cristiana. Su uso sin embargo, en el decir de Juan Pablo II,
no implica la aceptación de estos
presupuestos. Por el contrario, tales métodos pueden ser muy útiles en el
descubrimiento del sentido de la Biblia. "El exegeta esclarecido por la fe
no puede, evidentemente, aceptar tales presupuestos,
pero no por eso dejará de sacar provecho del método. Desde el Antiguo
Testamento, el Pueblo de Dios fue siempre animado a enriquecerse de los despojos
de los Egipcios" (Alocución a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica,
Sobre los métodos usados en la interpretación de la Biblia, 7 de abril de
1989, Osservatore Romano, 8-4-1989).
"La
gran variedad de métodos puede, a veces, dar la impresión de una cierta
confusión. Pero tiene también la ventaja de hacernos percibir la riqueza
inagotable de la Palabra de Dios" (Juan Pablo II, Ibid). "Todo método
tiene sus límites". Reconocer estos límites es
parte del espíritu científico. El exegeta creyente debe tener
conciencia de la relatividad de sus investigaciones científicas. Esta modestia
garantiza la autenticidad de su interpretación y mantiene su exégesis al
servicio de la Evangelización" (Juan Pablo II, Ibid).
3.
Dios se revela a sí mismo en su Palabra
"Por
medio de la revelación, Dios quiso manifestarse a sí mismo y sus planes de
salvar al hombre, para que el hombre se haga partícipe de los bienes Divinos,
que superan totalmente la inteligencia humana" (Dei Verbum N°. 6). Así,
antes que un catálogo de verdades, la Biblia es la manifestación de la gracia,
del amor y de la misericordia de Dios para
con nosotros (ver Dei Verbum N°. 2). ¡El nos amó primero! ( I Jn. 4,
19). El objetivo principal de la Biblia y su interpretación, es ayudar al
pueblo a descubrir la presencia amiga y gratuita de este Dios y experimentar su
amor liberador.
Para
los pobres y oprimidos, esta revelación divina significó, desde el principio,
que Dios se inclinó y se acercó para escuchar su clamor, caminar con ellos,
estar con ellos en su aflicción y liberarlos del cautiverio (ver Ex. 3, 7-8; Sal. 91, 14 ss). En la sinagoga de Nazaret, Jesús
actualiza en El, que Dios escucha, se compadece y libera al pobre (ver Lc. 4, 16ó21).
Por eso, podemos decir que esta es la mayor certeza que la Biblia nos comunica.
Dios escuchó el clamor de Jesús, resucitándolo de la muerte (Heb. 5, 7). Esta
es la médula de toda revelación expresada en el nombre de YAVÉ, Dios con
nosotros.
La
revelación que Dios hace de sí mismo al pueblo
sufriente, se realiza progresivamente a través de la historia (ver Dei Verbum N°.
2 y 14 ). De todos los períodos de la historia, el Exodo fue el que más marcó
la conciencia y la memoria del pueblo de Dios. Marcó tanto, que el Nuevo
Testamento llegó a usar imágenes y temas del Exodo para expresar el
significado de Jesús para la vida. Esta misma importancia del Exodo se refleja
hasta nuestros días cuando en la liturgia de la Vigilia Pascual, la Iglesia nos
pide que no se suprima por ningún
motivo la lectura del Exodo.
La
lectura de la Biblia funciona como si fuera un colirio. Va limpiando los ojos,
devuelve la mirada de contemplación que nos fue robada por el pecado. En su
libro sobre la exégesis de los Santos Padres, citando frases de San Agustín y
de otros Padres de la Iglesia, H. de Lumbac formula así el objetivo de la
Biblia: "El Espíritu Santo, dedo de Dios, que ya había
modelado las cartas de la creación, recomenzó a trabajar para componer
este nuevo libro: El extendió sobre nosotros el cielo de las Escrituras;
desarrolló este segundo firmamento que, como el primero, narra el poder de Dios
y mejor que el primero, canta su misericordia. Gracias a él nos es restituido
el mirar de contemplación y así cada criatura se vuelve para nosotros una
teofanía " (ver H. de Lubac,
Esegesi Medievale, I quattro senssi della Scrritta, Ed. Paolline, Roma 1962, pp.
220-221). Colirio que nos hace capaces de quitar el velo de los hechos para
experimentar en ellos la presencia liberadora de Dios: "Ustedes pueden,
hoy, oír su voz" (Sal. 95,7). Es esto lo que está sucediendo en la
Comunidades Eclesiales de Base: Una verdadera experiencia de Dios vivo, que
surgió desde el criterio de caminar del pueblo, en la medida que éste siendo
iluminado por la lectura fiel de la Biblia.
Esta
revelación y experiencia de Dios son fruto, al mismo tiempo de la gracia de
Dios y del esfuerzo del pueblo que camina y lucha. De un lado, la Revelación
Divina provoca colaboración y participación y exige la observancia de la
alianza, de otro lado, ella "hace partícipe de los bienes Divinos que
superan totalmente la inteligencia humana" (Dei Verbum N°. 6). Eficiencia
y gratitud, lucha y fiesta; que gracias a ambos se mezclan en la unidad
conflictiva del caminar del pueblo de Dios.
Revelación
pública, fuera de la que hubo en el pueblo de Israel y en Jesús no habrá más,
antes de la venida de Jesús (ver Dei Verbum N°. 4). Pero esta revelación
realizada en el pueblo de Israel y descrita en el Antiguo Testamento, se
convirtió en una experiencia modelo, canon o norma. Ella permite saber cómo
está Dios presente y cómo se revela en las historias de todos los pueblos.
Ella nos revela "la economía de la Salvación" (ver Dei Verbum N° 14
), el proyecto de Dios, "los decretos eternos de su voluntad acerca de la
Salvación de los hombres" (ver Dei Verbum N° 6). En la historia de la
Iglesia, el Magisterio condenó, varias veces, a los que afirmaban que existía
una diferencia entre el Dios del Antiguo Testamento y el Dios del Nuevo
Testamento (ver Eb. Enchiridion Biblicum 28 y 30. Documenta Ecclesiastica Sacram
Sripturam Spectancia, Editio Tercia Aucta et Recognita, Romae, 1954). ¡Es el
mismo Dios que se revela en ambos! Sin Embargo, la plenitud de la Revelación de
Dios se hizo en Jesucristo (ver Dei Verbum N° 4).
4.
Jesús es la clave principal de la Sagrada Escritura
Es
una verdad siempre repetida por toda la Tradición y constantemente enseñada
por el Magisterio. Jesús es el centro, la plenitud y el objetivo de la Revelación
que Dios venía haciendo de sí mismo desde Abraham y desde la creación (ver
Dei Verbum N°. 2, 3, 4, 15, 16, 17). Esto no quiere decir que el antiguo
Testamento fue superado, ¡por el contrario! el Antiguo Testamento revela las
intenciones de Dios (Dei Verbum N° 14), ayuda a conocer al Padre de Jesucristo
(ver dei Verbum N°. 2, 3, 4, 15) y
enseña cómo prepararse para la
venida de Jesús. "Los libros íntegros del Antiguo Testamento incorporados
a la predicación evangélica, alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el
Nuevo Testamento (ver Mt 5, 17; Lc
24, 27; Rom 16, 25-26; I Cor 3, 14-16) y a su vez lo iluminan y lo
explican" (Dei Verbum N° 16)
Sin
el Antiguo testamento, no podríamos entender todo el significado de Jesús para
la vida. Los principales títulos, dados a El en el Nuevo Testamento, vienen
todos del Antiguo Testamento: Señor, Cristo, Siervo, Hijo del Hombre, Profeta,
Sumo Sacerdote, Hijo de Dios. El propio Jesús usaba frases, expresiones y temas
del antiguo Testamento para revelar
el significado de su misión y enseñanza. Por ejemplo: "Antiguamente fue
dicho... pero yo les digo..." (Mt 5, 21-48); "El tiempo se ha cumplido
y el reino de Dios ha llegado" (Mc 1, 16); "El Espíritu del señor
está sobre mí y el me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los
Pobres" (Lc 4, 18).
Los
primeros cristianos llegaban a decir que Jesús ya estaba escondido en el
Antiguo Testamento: "La piedra era
Cristo" (I Cor 10, 3-4). Decían que Jesús era el sí del Padre a todas
las promesas del antiguo Testamento (ver I Cor 1, 20). resumiendo, era en el
Antiguo Testamento donde ellos buscaban la tarjeta de Identidad de Jesús. De
este modo más o menos, la mitad del Nuevo Testamento es citación, evocación,
referencia o interpretación del Antiguo Testamento. El Nuevo testamento es el
fruto que nació de la interpretación del antiguo, realizada a la luz de la
experiencia que tenían los cristianos de Jesucristo, vivo en medio de la
comunidad.
Esta
presencia escondida de Cristo en el Antiguo Testamento, solamente la entrevé el
que se convierte a Cristo (II Cor 3, 16). La experiencia viva de Jesús en la
comunidad, es la luz nueva en los ojos de los cristianos para poder entender
todo el sentido del Antiguo Testamento y de su propia historia (ver Dei Verbum N°
16). Todo esto tiene una actualidad muy grande para nosotros: En primer lugar
Jesús, a la luz de quien debemos leer el Antiguo Testamento, no es teoría, una
idea, ni sólo alguien del pasado que ya no existe. Es el Cristo vivo hoy, en la
Iglesia, en las comunidades, aquí en América Latina, animando la fe del
pueblo. Leer el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo, no quiere decir que se
deba hablar constantemente sobre Jesús. Más bien quiere decir, en primer
lugar, que se debe hablar a partir de Jesús, partir de la fe iluminadora de que
El está vivo hoy, en medio de nosotros. Cristo
como que está de nuestro lado, mirando con nosotros el Antiguo Testamento,
clarificando con su luz y ayudándonos a entenderlo. Esta actitud interpretativa
que coloca a Cristo en el centro de todo, está bien clara en la introducción
al Proyecto "Palabra Vida"
como lo desarrollaremos más adelante (ver "Palabra-Vida" primer año,
páginas 20 y 10-12, 22-24).
En
segundo lugar, no se trata solamente de saber cómo los primeros cristianos
supieron descubrir las figuras de Jesús en el Antiguo Testamento (ver Dei
Verbum N° 15). Se trata en primer lugar, de ser alumnos de los primeros
cristianos y de hacer hoy lo que ellos hicieron, a saber: Descubrir cómo el
Antiguo Testamento nuestro, esto es nuestra historia, está siendo impulsada
ocultamente, por el Espíritu de Jesús, hacia la plenitud de la resurrección;
descubrir cómo "el significado de la Sagrada Escritura puede relacionarse
con el con el momento salvífico" (Ver Paulo VI, a los profesores de
Sagrada Escritura de Italia, Noviembre de 1970). De manera pues, que el Nuevo
está latente en el Antiguo y el Antiguo se aclara en el Nuevo (Ver Dei Verbum N°
16).
Existe
un dinamismo dentro de la historia humana, venido del propio creador, que creó todo para Cristo (Efes 1, 4; Col 1,
16). Por eso "Palabra Vida" insiste en la historia de los pueblos de
América Latina.
En
tercer lugar, aparece aquí la importancia de la exégesis de los Padres de la
Iglesia. Ellos procuraban descubrir el fruto del Espíritu bajo las hojas de la
letra (S. Jerónimo). Esto es, ellos buscaban descubrir cómo los textos
antiguos de la Biblia iluminaban la presencia viva de Cristo, la situación de
la comunidad y la vida de cada cristiano. Hacían una interpretación simbólica
(Sumballo), esto es, sabían unir (sumbolon), vida y fe, antiguo testamento y
Nuevo Testamento, ayer y hoy, la historia de la Biblia y la propia historia.
5.
Aceptar la lista completa de los libros inspirados
Existen
dos listas de libros inspirados: la judaica que comprende solamente los libros
del Antiguo Testamento y la lista cristiana que comprende los libros del Antiguo
y del Nuevo Testamento (Existe todavía una divergencia menor entre la lista de
los católicos y los protestantes). Aceptar la lista completa es aceptar la
unidad de los dos testamentos (ver Dei Verbum N° 16) y leer el Antiguo
Testamento a partir del Nuevo.
La
lista completa de la Iglesia Católica fue definida en el Concilio de Florencia,
en 1441 (Ver Enchiridion Biblicum 47) y más tarde, en el Concilio de Trento,
1546 (Ver Enchiridion 57ó59). En la formulación de la definición, el Concilio
dice que se deben aceptar como inspirados "Todos los libros tanto del
Antiguo como del Nuevo Testamento, con todas sus partes" (Ver Enchiridion
Biblicum 60 y Dei Verbum N° 11). Esto significa que no se puede excluir ningún
texto, libro o testamento . Sólo a los Evangelios les cabe una cierta primacía
(Ver Dei Verbum N°18).
En
esta quinta norma no se trata apenas de una cuestión teórica del pasado.
Aceptar la lista completa de los libros inspirados, significa aceptar que una
misma economía divina, une a los dos Testamentos en un único Proyecto de
salvación y de liberación. Proyecto que sólo se revela plenamente en la
medida en que el antiguo pasa a ser Nuevo. El paso del Antiguo al Nuevo, comenzó
en el momento de la Resurrección de Jesús y todavía no ha terminado. En cada
momento, nuevos pueblos y nuevas personas van entrando en el "camino"
(Ver Hech 9, 2). Este paso (Pascua) del Antiguo al Nuevo, envuelve a todo y a
todos, pues todo fue creado por
Dios para Cristo. Así cada
persona, grupo, comunidad, pueblo o nación, tiene su Antiguo Testamento y debe
realizar su paso hacia el Nuevo, esto es, debe profundizar su vida, hasta
descubrir en su raíz la presencia amiga y gratuita de Dios, impulsando todo
hacia Cristo y su resurrección. La Biblia con sus dos Testamentos es la norma,
el Canon, dado por Dios, para ayudarnos en el discernimiento y en la realización
de este nuevo paso (Pascua) de salvación y de liberación.
6.
La Biblia es el libro de la Iglesia
En
la Iglesia existe la Palabra de Dios y el Cuerpo de Cristo (Ver Dei Verbum N°
21). Cuando el pueblo se reúne en torno a la palabra de Dios, forma algo así
como un pequeño santuario. Es el templo vivo del que habla San Pablo (Ver Efes
2, 21; Pe 2,5). Hoy, los innumerables santuarios que así se esparcen por América
Latina sobre todo entre los pobres, son las puntas finas y frágiles de la raíz,
que dan fuerza y vigor al árbol de la Iglesia. En estos pequeños santuarios,
el pueblo lee e interpreta la Biblia como el libro de al comunidad, de la
Iglesia, En "Palabra-Vida" con cierta frecuencia se usa el término
comunidad para significar Iglesia. Por ejemplo, cuando dice: "La lectura de
la Biblia debe hacerse en comunidad" (Ver pág 10). Esto no quiere decir
que el Proyecto reduce la Iglesia universal al tamaño de la pequeña comunidad
particular o local, al contrario, es la fe de la Iglesia universal la que vive y
expresa concretamente en sus comunidades particulares. Una comunidad particular,
en comunión con sus pastores concretiza en sí misma la fe de la Iglesia
universal y deja de ser comunidad privada o aislada; supera se propia
particularidad en al fe de la
Iglesia total (Ver Documentos de Puebla 373)
Interpretar
la Palabra de Dios no es la actividad individual de una sola persona que estudió
un poco más que las otras, sino que es una actividad comunitaria en la que
todas participan, cada uno a su modo. Juntos descubren la voluntad de Dios, a
través de la lectura y la meditación de la Palabra de Dios . El exégeta, como
todo el mundo, participa con su parte y se coloca al servicio de la comunidad.
"A los exégetas toca aplicar estas normas a su trabajo para ir penetrando
y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio
pueda madurar el juicio de la Iglesia" (Dei Verbum N° 12).
De
este modo, poco a poco surge y crece un sentido común, aceptado y compartido
por todos. Es el "sensus ecclesiae" o "sensus fidelium" o
sentido de fe de la Iglesia", con el cual la comunidad se compromete como
si fuera con el mismo Dios.
El
"sentido de fe de la Iglesia" es el grato descubrimiento de la
presencia amiga de Dios Vivo, pues "movido de amor, habla a los hombres
como amigos (Ver Ex 33, 11; Jn 15, 14-15), trata con ellos (Ver Bar 3, 38) para
invitarlos y recibirlos en su compañía" (Dei Verbum N° 2). El sentido de
la fe que la Iglesia va descubriendo en la Escritura es como un río inmenso.
Nace bien pequeño en aquellos humildes "santuarios", esparcidos por
la periferia del mundo. Los afluentes se juntan formando los riachuelos. Las
comunidades, coordinadas por sus Pastores, se encuentran y comparten entre sí
su fe, su manera de leer y entender la Palabra de Dios. Las comunidades de América
Latina, representadas por sus Pastores, se reunieron en Medellín y Puebla y allí
expresaron cuál era la voluntad de Dios para nosotros, hoy, aquí en este
Continente, lo mismo hicieron las comunidades del mundo entero. Convocadas por
el papa Juan XXII y representadas por sus legítimos Pastores, se reunieron en
Roma para el Concilio Vaticano II. En los 16 Documentos Conciliares expresaron
cuál era la Voluntad de Dios descubierta a la luz de su Palabra.
Así
para los cristianos del mundo entero va creciendo el "sentido de fe de la
Iglesia". Este "sensus ecclesiae" fielmente guardado y
transmitido, bajo la mirada vigilante del Magisterio, es el espacio dentro del
cual se debe leer e interpretar la Biblia. Es el marco de referencia, nacido de
la propia meditación comunitaria de la Palabra de Dios, que nos permite
entender el sentido de la Biblia para nosotros hoy.
Interpretar
la Biblia de acuerdo con la Tradición y el Magisterio exige no sólo una
identificación teórica con la Doctrina de la Iglesia, sino también y sobre
todo, una identificación práctica con la vida de la Iglesia. Exige que el intérprete
se ligue muy concretamente, a una comunidad. Normalmente es a través de la
vivencia en la comunidad como se entra en contacto con la acción del Espíritu
Santo, vivo y presente en la Iglesia. Sin este Espíritu es imposible
interpretar correctamente la Sagrada Escritura (Ver Dei Verbum N° 12).
"La
Tradición, la Escritura y el Magisterio están de tal manera entrelazados y
unidos, que uno pierde su consistencia sin los otros y que juntos cada cual a su
modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación
de las almas" (Dei Verbum N° 10) . Esta unión entre los tres, no es automática
ni mágica; como la unión de Jesús con el padre, ella se realiza a través de
la obediencia a veces dolorosa (Ver Heb 5, 8 ; Flp 2, 8 ; Jn 4, 34 ; 8, 28-29).
El Magisterio, debe él mismo obedecer y estar muy unido a la Tradición y a la
Escritura pues "ejerce su autoridad en nombre de Jesucristo" (Ver Dei
Verbum N° 10) . " El oficio de declarar auténticamente la Palabra de
Dios, escrita o transmitida, fue únicamente confiado al Magisterio vivo de la
Iglesia" (Dei Verbum N°10).
Este
oficio ha sido ejercido muy pocas veces. No son muchos los textos cuyo sentido
fue declarado auténtico por el Magisterio. Esto no quiere decir que, en la
interpretación de los otros textos, el intérprete no deba tener en cuenta la
fe de la Iglesia. El papel de la Iglesia y del Magisterio en la interpretación
de la Biblia no consiste sólo en declarar auténtico el sentido de uno u otro
texto controvertido de la Biblia. Su papel es más amplio: estimular y animar la
lectura de la Sagrada Escritura, defenderla de posibles desvíos, mantenerla
dentro de los rumbos de la Tradición y del objetivo de la propia Palabra de
Dios, difundirla entre el pueblo de Dios, hasta el punto que se convierta en el
alimento diario de todos los fieles (Ver Dei Verbum N° 21-25). (3) El Capítulo
VI de Dei Verbum: "La sagrada Escritura en la vida de Iglesia"
describe en los números 21-25, el objetivo de toda la Iglesia con relación a
la Biblia . Es donde la flor se abre y revela su perfume y su belleza.
Por
ello, el Magisterio debe motivar y discernir la profecía y la novedad del Espíritu
y mirar con agradecimiento, el fenómeno más destacado de la historia de la
Iglesia en América Latina: Los pobres están leyendo la Biblia en comunidad, a
partir de su fe y su realidad; encuentran en ella luz y fuerza para su caminar y
su historia.
7.
Tener en cuenta los criterios de la Fe
No
basta la razón para descubrir todo el sentido de la Biblia. La sagrada
Escritura debe ser leída e interpretada con aquel mismo Espíritu con que fue
escrita (Ver Dei Verbum N° 12) Para que el Espíritu Santo pueda actuar es
necesario tener en cuenta los criterios propios de la Fe. Atender con diligencia
el contenido y unidad de toda la Escritura. Tener en cuenta la Tradición viva
de toda la Iglesia y la analogía de la Fe (Ver Dei Verbum N° 12). Los tres
tienen el mismo objetivo: descubrir el sentido pleno de la Biblia, impedir que
su sentido sea manipulado y evitar que el texto sea aislado de su contexto y de
la tradición que lo generó y que lo transmite.
Veamos
los tres:
1.
"Atender al contenido y a la unidad de toda la Escritura". Este
criterio muestra la importancia de tener una visión global de toda la Biblia,
pues la visión de conjunto amplía el sentido de un texto, ayuda a situarlo
dentro de su contexto (literario, histórico y teológico) da luz para iluminar
las diferentes partes y detalles e impide que se absoluticen ciertos textos en
detrimento de otros. Se trata de un criterio muy elemental, muy antiguo, que
viene de los Rabinos y de los Padres de la Iglesia, según el cual, la Biblia se
explica por la Biblia. "Palabra-Vida", en su primer año, atendiendo a
este criterio, ofrece una visión global de la historia del Pueblo de Dios.
2.
"Tener en cuenta la tradición viva de toda la Iglesia". La Tradición
envuelve a la Biblia antes, durante y después. Antes de se escrita, la Biblia
era narrada. Después, se fue escribiendo, poco a poco, dentro de un proceso de
transmisión de las historias y doctrinas, costumbres y tradiciones del pueblo.
Finalmente, una vez escrita, siguió siendo transmitida de generación en
generación, hasta hoy, dentro de una tradición viva. Hay aquí varios aspectos
a considerar:
a)
Es importante mostrar cómo un texto no cayó del cielo, sino que nació dentro
de la tradición viva de la fe del Pueblo de Dios, tomando posición en medio de
los conflictos del caminar. Leído y releído por las generaciones posteriores,
el texto es cargado por la Tradición como un barco por el río. Este proceso de
lectura y relectura se encuentra en el origen de la Biblia. Veamos algunos
ejemplos de este proceso en la propia Biblia: En el libro del Génesis tenemos
dos relatos de la creación; dos veces se relata la vocación de Abraham; hay
varios Salmos que meditan la historia, pero cada uno la medita a su modo. El
libro de la Crónicas hace una relectura que no siempre respeta la fuente; en el
Pentateuco existen indicios de cuatro tradiciones diferentes que, cada una a su
modo hace una lectura de la historia del pueblo: Yavista, Eloísta, Sacerdotal y
Deuteronomista.
b)
La Biblia, dentro de la Tradición viva de la Iglesia, es la continuación de
este proceso; es el mismo río corriendo en dirección al mar, cargando el mismo
barco. No se puede dejar de lado la Tradición de la Iglesia para quedarse sólo
con el texto. Las interpretación de la Biblia, a lo largo de los siglos, fue
explicando el sentido. fue haciendo nacer el fruto, cuya simiente estaba en la
Biblia. Además de eso, la vivencia de la fe en situaciones diferentes, generó
tradiciones diferentes que ya aparecen en la propia Biblia y marcan toda la
historia de la Iglesia. El estudio de la Tradición ayuda a descubrir cómo la
misma fe puede ser encarnada y vivida en situaciones tan diferentes como las que
viven nuestras comunidades.
c)
Todo esto muestra la importancia del estudio de la exégesis de los Santos
Padres (Ver Dei Verbum N° 23). La exégesis de los Santos Padres es importante
sobre todo, por la visión siempre actual con que se mira, lee e interpreta la
Biblia.
3.
"Tener en cuenta la Analogía de la Fe". El texto debe ser leído no sólo
dentro del conjunto de la Biblia, ni sólo dentro del conjunto de la Tradición,
sino también dentro del conjunto de la vida actual de la Iglesia. Debe
obedecer, no sólo a las exigencias de la fe de antes, sino también a las
exigencias de la fe de hoy. Es esto lo que se llama analogía de la fe. La
fidelidad a la Palabra Encarnada exige también, en virtud de la dinámica de la
encarnación, que el mensaje se haga presente en toda su integridad, no sólo al
hombre en general sino al hombre de hoy, aquel a quien se anuncia ahora el
mensaje. Cristo se ha hecho contemporáneo de algunos hombres y ha hablado en su
lenguaje. La fidelidad a El exige que esta contemporaneidad siga existiendo. En
esto consiste toda la obra de la Iglesia, con su Tradición, el Magisterio y su
predicación" (Paulo VI Alocución a los profesores de Sagrada Escritura.
Osservatore Romano, Noviembre 1° de 1970). De este modo, la Biblia es colocada
en su lugar dentro del plan de Dios y se evitan exageraciones y disminuciones
indebidas.
8.
Tener en cuenta los criterios de la realidad
Los
criterios de la realidad se sitúan en dos niveles diferentes: la realidad del
pueblo del tiempo en que fue escrita la Biblia y la realidad del pueblo que hoy
lee la Biblia. Ambos tienen sus exigencias para tener en cuenta en la
interpretación. Se trata de descubrir el suelo común humano que une el pueblo
de la Biblia y el pueblo de América Latina en una misma situación delante de
Dios y sí crear la apertura, para percibir el alcance del texto para nuestra
realidad.
En
este punto, sin embargo, no hay consenso. según algunos, la exagerada
insistencia en la realidad, tanto de antes como de ahora, llevaría un
concordismo fácil y sería una forma disimulada de manipular el texto. Aquí
también estaría la causa de una lectura reduccionista que sólo busca una
transformación, socio-económica-política. Veamos:
a)
Tener en cuenta la realidad del pueblo del tiempo en que fue escrito
el texto. En este punto, el Magisterio de la Iglesia, no deja ninguna
duda. "El intérprete debe transportarse con el pensamiento a aquellos
tiempos antiguos de oriente" (Pío XII, "Divino Afflante Spiritu"
20). Debe investigar la situación y la cultura del tiempo del escritor del
texto bíblico y descubrir las circunstancias que lo llevaron a escribir, para
que pueda llegar a descubrir el sentido exacto del texto (Ver Dei Verbum N°
12). Par alcanzar el objetivo, el intérprete debe usar las ciencias con sus
respectivos métodos. (5)
Los
métodos de análisis de las ciencias sociales ayudan a percibir mejor el
aspecto económico, social, político e ideológico de la situación del pueblo
de aquel tiempo; de ese modo, con la ayuda de las ciencias, el intérprete
establece el sentido en sí del texto y lo prepara para que el lector pueda
descubrir en él el sentido que allí existe para nosotros. O sea, él establece
"una cierta connaturalidad entre los intereses actuales y el asunto del
texto, para que pueda estar dispuesto a oírlo" (Paulo VI Alocución antes
citada). La necesidad de tener en cuenta la realidad del pueblo del tiempo en
que fue escrito el texto, es consecuencia natural de nuestra fe en la encarnación
de la Palabra de Dios en la historia humana. Es también una forma de ser fiel a
la Tradición de los Padres de la Iglesia. Antes de buscar los frutos del Espíritu,
ellos mandaban investigar la letra y la historia. Además de eso, situando el
texto en el contexto concreto y conflictivo de su origen, se ayuda al lector a
superar el fundamentalismo que causa tantos problemas y estragos en la fe del
pueblo.
b)
Tener en cuenta la realidad del pueblo que hoy lee el texto. La Biblia nació de
la preocupación de reencontrar, en la realidad conflictiva de cada época, el
llamado de Dios de siempre. El propio Jesús explicó la Biblia, partiendo de
los problemas que los dos discípulos de Emaús estaban viviendo (Ver Lc 24, 13ó35).
Paulo VI dice que no basta con que el intérprete explore el sentido histórico
del texto. Debe explotarlo también "en relación con el hombre contemporáneo"
(Ver Paulo VI Alocución a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica,
sobre la importancia de los estudios bíblicos, el 14 de Marzo de 1974). Y en
otro discurso agrega: "La fidelidad al hombre moderno, aunque ardua y difícil,
si queremos permanecer enteramente fieles al mensaje, ¡es necesaria!"
((Ver Paulo VI Alocución a los profesores de la Sagrada Escritura de Italia,
Osservatore Romano, Noviembre 1° de 1970). Aquí en América Latina, esto
significa Fidelidad a los pobres. Por eso, la opción preferencial por los
pobres, definida en Puebla, es uno de los puntos de partida desde donde
"Palabra-Vida," lee e interpreta la Biblia (Ver Folleto primer año, págs.
9-11)
Leer
la Biblia a partir de los pobres exige que se descubran y analicen las causas
que generan la pobreza, causas económicas, sociales, políticas e ideológicas.
No se trata de lectura reduccionista de la Palabra de Dios. Por el contrario, se
amplía el ángulo de visión. Así la interpretación deja de ser
espiritualista y alienada, pasa a iluminar las situaciones más concretas de la
vida del pueblo y vuelve a ser Buena Noticia para los pobres.
9.
Lectura orante de la Biblia
La
Biblia debe ser leída e interpretada con el mismo espíritu en que fue escrita
(Ver Dei Verbum N° 12). Como vimos, esto exige que el intérprete use los
criterio de la fe y la realidad. Pero no basta. El descubrimiento del sentido
depende no sólo del estudio, ya que también tiene que ver con la vivencia,
tanto de la fe como de la vida del pueblo. Exige crear un ambiente en donde el
espíritu pueda actuar, obrar libremente y revelar el sentido que el texto
antiguo tiene para nosotros hoy, aquí en América Latina. Se llama
"Sentido Espiritual".
Concretamente,
esto significa que se debe:
1.
Crear ambiente de escucha y de silencio.
2.
Tener una preocupación constante por la vida del pueblo con sus problemas y
dejar que las alegrías y tristezas del pueblo, estén en nuestra mente, en
nuestro corazón, en las manos y en los pies.
3.
Envolver todo en oración.
4.
Dedicar un tiempo para la celebración de la Palabra y no sólo al estudio.
5.
Hacer que el estudio termine en la participación, en la oración y en el
compromiso concreto.
6.
Dar debida importancia a la liturgia, a los sacramentos, al Oficio Divino y
también a las formas de piedad que el pueblo creó para celebrar y animar su
fe.
7.
Saber celebrar la Palabra como Sacramento de Cristo vivo en medio de la
comunidad.
Ahora
bien, esto es exactamente lo mismo que el pueblo de las Comunidades Eclesiales
de Base, nos enseña por medio de su práctica: él nunca se reúne en torno a
la Palabra de Dios sin rezar y sin cantar. Y es esto lo que
"Palabra-Vida" procura articular a través de la dinámica de sus
reuniones (Ver proyecto "Palabra-Vida", págs. 31-33).
Una
palabra vale no sólo por la idea que transmite, sino también por la fuerza que
comunica. No sólo dice, también hace; no es sólo un medio para concientizar,
sino también para transmitir el calor y la fuerza de la amistad y el amor ¡Luz
y Fuerza! Estos dos aspectos de la Palabra de Dios, deben se activados por la
lectura de la Biblia. El término hebreo Dabar, significa al mismo tiempo
Palabra y Cosa: Dice y hace, anuncia y señala, enseña y anima, ilumina y
fortalece, luz y fuerza. Palabra y Espíritu. En la historia de la Iglesia este
tipo de lectura recibió el nombre de Lectio Divina, muy recomendada por el
Concilio (Ver Dei Verbum N° 25). Y retomada por "Palabra-Vida" (Ver
"Palabra-Vida", pág. 11).
El
intérprete debe, ser él mismo, colocarse bajo el juicio de la Palabra de Dios
y dejar que ella se encarne en su vida: "Quien indaga la Sagrada Escritura,
es primero indagado por ella y por ello, debe aproximarse a ella con espíritu
de humilde disponibilidad, necesario para la plena comprensión de su
mensaje" (Ver Paulo VI Alocución a los profesores de Sagrada Escritura de
Italia, Noviembre 1° de 1970, Osservatore Romano)
En
otro discurso, citando a San Agustín, el papa dice: "Aquellos que se
consagran al estudio de las Sagradas Escrituras, no basta recomendar que sean
versados en el conocimiento de los
pormenores del lenguaje sino que, además de eso, lo que es primordial y al
mismo tiempo necesario, conviene que ello recen para comprender (orent ut
intelligant)" (Ver Paulo VI. Alocución a los miembros de la Pontificia
Comisión Bíblica, Marzo 14 de 1974.
10.
Toda la exégesis debe estar al servicio de la evangelización
La
exégesis no tiene una finalidad en sí misma, sino que está al servicio de la
vida y de la misión de la Iglesia. La misión principal es la evangelización,
que busca la transformación de las personas y de la sociedad. Hablando de los métodos
de la interpretación, el papa Juan Pablo II, dice a los miembros de la
Pontificia Comisión Bíblica: "En la Iglesia todos los métodos deben
estar, directa o indirectamente, al servicio de la Evangelización" (Juan
Pablo II, Abril 7 de 1989). En efecto, en virtud d la naturaleza de su trabajo,
el exegeta siempre corre el riesgo de encerrarse en sus preocupaciones científicas
y de olvidarse del objetivo de la Palabra de Dios. Sin embargo, "la
fidelidad a su tarea de interpretación, exige del exegeta que no se contente
con estudiar aspectos secundario de los textos bíblicos, sino que ponga en
evidencia su mensaje principal que es un mensaje religioso, un llamado a la
conversión y una Buena Noticia de Salvación, capaz de transformar a la persona
y a la sociedad humana toda entera, introduciéndola en la comunión
divina" (Juan Pablo II, Ibid.)
Esto
exige sobre todo dos cosas:
1.
Durante todo el tiempo del estudio de la Biblia, el exegeta debe tener presente
la realidad del pueblo que se va evangelizar.
2.
Para que en la Iglesia cada comunidad sea realmente evangelizadora, no sólo
mediante palabras, sino sobre todo, por el testimonio de su vida, ella misma
debe permitir que la Palabra la transforme en signo y en anticipo gratuito de
aquello que ella anuncia para todos. Para esto, es necesario que toda su vida
sea alimentada y permeada por la Palabra de Dios, hasta el punto de
"iluminar la mente, fortalecer la voluntad e inflamar el corazón" (Dei
Verbum N° 23).