CATEQUESIS BÍBLICA

 

UN PROYECTO DE DIOS
La práctica liberadora
para una convivencia humana igualitaria


Carlos Mesters oc



Contenido: Biblia y Vida

1. Situación del pueblo cuando Dios lo llamo para salir de Egipto
a. La invasión de los extranjeros
b. El sistema de dominación
c. La situación del pueblo oprimido
d. La religión como instrumento de dominación

2. Dios oye el clamor del pueblo
a. Las dos caras de la misma moneda
b. Un recuerdo antiguo se despierta en la memoria del pueblo oprimido
c. La vocación de Moisés 
d. El nombre de Dios es Yavé 
e. En el desierto comienza la formación del Pueblo de Dios 

3. Las características del Proyecto de Dios 
Primera característica: Organización al servicio de la igualdad 
Segunda característica: Tierra al servicio de la producción autónoma 
Tercera característica: Poder al servicio de la Comunidad 
Cuarta característica: Leyes que defienden el Sistema Igualitario 
Quinta característica: el bien de todos es defendido 
Sexta característica: Saber al servicio del pueblo 
Séptima característica: Dios al servicio del pueblo
Octava característica: culto al servicio del dios 
Novena característica: Sacerdotes al servicio del pueblo 

4. Jesús viene a realizar el Proyecto de Dios
a. Los profetas mantienen la esperanza 
b. La esperanza de los pobres se realiza en Jesús y en las comunidades 

5. Contestando algunas dificultades 


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Biblia y Vida

Interpretar la Biblia sin mirar la realidad de la vida del pueblo de ayer y de hoy es lo  mismo que mantener la sal fuera de la comida, la semilla fuera de la tierra, la luz debajo de  la mesa.

¿Por qué la realidad de la vida es tan importante para que la gente pueda entender la  Biblia? Es porque la Biblia no es el primer libro que Dios escribió para nosotros, ni el más  importante. El primer libro es la naturaleza, creada por la Palabra de Dios; son los hechos,  los acontecimientos, la historia, todo lo que existe y sucede en la vida del pueblo; es la  realidad que nos envuelve; es la vida que vivimos. Dios quiere comunicarse con nosotros a  través del libro de la vida. Por medio de ella Dios nos transmite su mensaje de amor y de  justicia.

Pero nosotros, hombres y mujeres, con nuestros pecados organizamos el mundo de tal  manera y creamos una sociedad tan torcida que ya no es posible darnos cuenta del  llamado de Dios encerrado dentro de la vida que vivimos. Por eso Dios escribió un segundo  libro: la Biblia.

Sí, este segundo libro no vino a sustituir al primero. La Biblia no vino a quitarle su lugar a  la vida. ¡Todo lo contrario! La Biblia fue escrita para ayudarnos a entender mejor el sentido  de la vida y a percibir más claramente la presencia de la Palabra de Dios dentro de nuestra  realidad.

San Agustín resumió todo esto de la siguiente manera: La Biblia, el segundo libro de  Dios, fue escrita para ayudarnos a "descifrar el mundo", para devolvernos la "mirada de la  fe y de la contemplación", y para "transformar toda la realidad en una gran revelación de  Dios".

Por eso, quien lee y estudia la Biblia, pero no mira la realidad del pueblo de ayer y de  hoy, es infiel a la Palabra de Dios y no imita a Jesucristo.

En este librito vamos a ver de cerca el Proyecto de Dios tal como aparece en la Biblia.  Para que este estudio pueda traer el resultado que de él esperamos, es necesario tener  presente la situación en que vive nuestro pueblo de hoy, y es necesario ver de cerca  también cuál era la situación en que vivía el pueblo de la Biblia cuando Dios lo llamó para  realizar su "Proyecto".

1. Situación del pueblo cuando Dios lo llamó para salir de Egipto

¿Cuáles eran las condiciones de vida del pueblo cuando Dios comenzó a preocuparse  de él? La gente sabe que el comienzo de la historia narrada en la Biblia sucedió entre el  año 1800 y 1200 antes de Cristo, allá en Canaán. Fue con Abrahán, y después con Moisés,  cuando nació una nueva conciencia y una nueva manera de vivir la vida humana. Ello  constituyó la semilla de un largo caminar.

Esta semilla fue creciendo poco a poco. El resultado de ello es la Biblia que hoy  tenemos, que se escribió a lo largo de más de mil años. ¿Cuál era la situación del pueblo a  los comienzos de esta caminata, y cómo esta situación del pueblo influyó en el llamado que  Dios dirigía a su pueblo?

Cuando Abrahán y sus descendientes caminaban por Canaán en busca de un pedazo  de tierra, intentando formar un nuevo pueblo y anhelando una vida un poco más bendecida  (ver Gén 12,1-4), y al mismo tiempo sus descendientes gemían en la esclavitud de Egipto,  la situación económica, social, política y religiosa de entonces era la siguiente:

a. La invasión de los extranjeros

En Canaán, unas pocas familias, llegadas del exterior, llamadas hiksos, consiguieron  establecer sus dominios sobre los moradores de aquella tierra. Hiksos quiere decir  dominadores de tierras extranjeras. Los hiksos poseían una tecnología más avanzada y  usaban armas más modernas, como por ejemplo carros de hierro tirados por caballos. Los  antiguos moradores de Canaán estaban obligados a continuar trabajando la tierra y a  entregar el excedente de su producción a los hiksos. Estos crecieron así en poder  económico e intentaron fortalecer su posición a través de una nueva organización política.  El resultado fue que desde el año 1800 a.C. Canaán quedó dividida en pequeñas  Ciudades-Estados, independientes entre sí y gobernadas por familias más ricas, asociadas  a los hiksos.

Los hiksos continuaron su marcha para el sur y consiguieron ocupar el norte de Egipto.  De ahí continuaban ejerciendo su dominio sobre Canaán a través de la estructura política  por ellos mismos establecida. Aun después que los hiksos fueron expulsados de Egipto,  esta misma estructura de dominación continuó existiendo por largo tiempo. Los faraones  seguían manteniendo su influencia en la región de Canaán.

b. El sistema de dominación

Las Ciudades-Estados de Canaán se fortalecían. Rivales entre sí, tuvieron que  defenderse la una de la otra con la construcción de mura llas enormes, encontradas hoy  por los arqueólogos. Para poder mantener su dominio por la fuerza, cada Ciudad-Estado  fue creando su pequeño ejército estable de mercenarios, un grupo de recaudadores para  cobrar los impuestos, una administración para poder gobernar, un grupo de artesanos para  el arreglo de los arreos de los caballos. Se creó así un sistema que, por su propia  naturaleza, exigía gastos cada vez mayores: pagar la construcción de las murallas, de los  palacios, de los almacenes; pagar a los soldados merce narios; pagar las guerras y las  consecuencias de la guerra... Las familias se declaraban propietarias y daban a sus jefes el  título de rey: Los Reyes de Canaán.

Otro factor que influía sobre la vida del pueblo era el imperialismo de Egipto. Egipto era  gobernado por los faraones, los cuales tenían intereses comerciales en Canaán. Canaán  era el corredor comercial entre Europa, Asia y Africa. A través de incursiones militares los  faraones mantenían el dominio sobre los "Reyes de Canaán" y los obligaban a pagar  impuestos. En las luchas entre los reyes, los faraones hacían el juego político de apoyar a  uno contra el otro y garantizar así su dominio. Y, al fin y al cabo, quienes tenían que pagar  las consecuencias de todo eran los campesinos, explotados, oprimidos y fuertemente  reprimidos.

Cuando, allá por el año 1500 a.C., el poder central de Egipto comenzó a debilitarse, ello  no trajo ningún alivio para los campesinos de Canaán. Al contrario, fue motivo de mayores  luchas entre los reyes de Canaán y de mayor inseguridad para el pueblo, que era obligado  a buscar protección dentro de las ciudades de los reyes.

c. La situación del pueblo oprimido 

El pueblo oprimido del campo se dividía básicamente en tres grupos:

a) Los campesinos, que vivían atados a sus tierras, víctimas de la situación en que  nacieron. No era posible para ellos ningún tipo de revuelta en contra de la opresión que  soportaban, pues dependían de la tierra para poder vivir.

b) Los criadores de ganado menudo (ovejas y cabras), llamados seminómadas. Ellos no  permanecían en ningún sitio fijo. Llevaban consigo el ganado y buscar pasto en cualquier  lugar. El deseo de libertad era más vivo entre ellos, pues tenían un pequeño espacio de  independencia.

c) Los llamados hapirus. Era gente que se había rebelado, y se habían organizado en  grupos armados. Para poder vivir atacaban a los campesinos y seminómadas, o se ponían  al servicio de un rey para apoyarlo en la lucha contra otro rey.  Abrahán y su descendientes, por lo que todo indica, pertenecían al segundo grupo.  Algunos de ellos pertenecían al tercer grupo.

Entre aquel pueblo oprimido iba surgiendo un sentimiento generalizado de revuelta.  Había explosiones violentas, seguidas de represiones más violentas aún. Pero no había  alternativas. Ni siquiera los hapirus (3° grupo) tenían un proyecto alternativo. Ellos  buscaban una salida, pero sin creer que fuera posible cambiar el sistema general de  opresión que, desde 1800, esclavizaba al pueblo. La salida que los del tercer grupo  encontraban estaba dentro de las posibilidades que el propio sistema ofrecía. Todos  estaban presos dentro de la ideología del sistema dominante. 

¿Qué significaba esa ideología del sistema dominante? Era la siguiente: todo el sistema  era legitimado y justificado por la religión.

d. La religión como instrumento de dominación

Creían en varios dioses: El dios supremo era el dios del faraón de Egipto. Los dioses  inferiores eran los dioses de la tierra de Canaán. Así, el cielo no era nada más que un  espejo de lo que pasaba en la tierra. La jerarquía entre los dioses legitimaba la sociedad  dividida en clases.

La aristocracia dominaba y explotaba a los campesinos. En esa religión, los intérpretes  de los dioses, los sacerdotes, eran latifundistas. A ellos les convenía que el sistema no  cambiara. El culto era monopolizado por los sacerdotes: el pueblo no tenía acceso a él. El  saber era el monopolio de la aristocracia, que mantenía al pueblo en la ignorancia, pues  saber leer y escribir en Egipto solo era posible después de largos años de estudio en la  "escuela del faraón". La escritura de Egipto era extremadamente complicada.

En el culto eran recitados los "mitos de la creación", que confirmaban la situación: así  como el mundo todo fue creado, así siempre tendrá que ser siempre. Todo tiene que  mantenerse tal como fue creado. Querer cambiar alguna cosa era lo mismo que rebelarse  contra los dioses.

Esta era la situación económica, social, política y religiosa del pueblo en el tiempo en  que Abrahán caminaba por Canaán y en que Moisés actuaba en Egipto. No había mucha  diferencia entre Canaán y Egipto. En los dos países vivía un pueblo oprimido, despedazado  por siglos de explotación. No era una raza. Era gente marginada, perdida, desligada de sus  tradiciones, venida de diversas razas, pueblos y tribus. Lo que unía al pueblo no era la  raza, ni la sangre, sino más bien la opresión, el deseo de tener una tierra que fuese suya y  la voluntad de tener una vida más digna.

De esa mezcla de gente pisada y marginada nace un pueblo, el Pueblo de Dios, cuya  historia es narrada en la Biblia. ¿Cómo sucedió esto?

2. Dios oye el clamor del pueblo

La Biblia cuenta que Dios oyó el clamor del pueblo (Ex 2,23-25). Esta afirmación es  revolucionaria, pues, para el sistema existente entonces, Dios no oía el clamor del pueblo.  El dios supremo de Egipto sólo oía los pedidos de su protegido, el faraón. Decir que Dios  escuchaba el clamor del pueblo era invertir la situación. Este descubrimiento lleva al pueblo  a rechazar a los dioses del faraón y de los reyes y a comprometerse exclusivamente con  ese Dios, llamado Yavé, que escucha el clamor de los pobres.

Por eso, la fe comprometida en el Dios Yavé y el rechazo total de los dioses opresores  son las semillas subversivas sembradas en la tierra de la vida de aquel pueblo oprimido, las  que al poco tiempo produjeron una nueva organización fraterna. La práctica revolucionaria  en busca de una nueva organización más igualitaria va a crear la posibilidad de una fe  comprometida en el único Dios liberador. Son éstas las dos caras de la misma moneda que  vamos a ver de cerca.

a. Las dos caras de la misma moneda

En medio de aquel mundo de Canaán y de Egipto, varios grupos se rebelan en contra de  la situación de opresión en que viven. Uno de estos grupos, liderado por Moisés, consigue  engañar las fuerzas de vigilancia del faraón y huye hacia el desierto. En este grupo sucede  algo totalmente nuevo. Para este grupo, el "clamor del pueblo" es el "llamado de Dios". Dos  cosas caracterizan a este grupo:

1. La fe en un único Dios: El se presenta como el grupo que no admite en su interior el  culto a ningún otro dios que no sea Yavé. Entre el grupo y su Dios se establece una Alianza  de fidelidad mutua. ¡Para este grupo solo Yavé es su Dios y ningún otro! ¡Y para Yavé, su  pueblo es sólo este pueblo! ¿Por qué? ¿Será que Yavé hace discriminación entre los  pueblos? ¡No! La razón de la elección divina y de la Alianza solo con este pueblo se explica  por la característica siguiente:

2. La organización interna de este grupo es igualitaria: Ellos comenzaron una nueva  práctica en la que buscaban que no hubiera más lugar para la dominación y la explotación,  sino igualdad para todos. El pueblo elegido por Dios intenta una nueva organización  fraterna. Todo el que acepta a Yavé como Dios y que, por consiguiente, lucha por una  sociedad más fraterna, puede formar parte de este pueblo.

b. Un recuerdo antiguo se despierta en la memoria del pueblo oprimido

¿Cómo es que ese pueblo comenzó a despertar? ¿Cómo empezó a darse cuenta que  Dios les llamaba a través del clamor del pueblo?

En primer lugar, debemos darnos cuenta de que Dios, cuando se hace presente, trae  consigo su propia evidencia. No hay esquema fijo al que El tendría que obedecer. Dios es  libre y actúa con total libertad.

Pero la Biblia deja entrever los canales que Dios escogió para comunicarse y hacerse  presente en medio de aquel pueblo. El grupo que estaba en Egipto conservaba unas  tradiciones antiguas, medio olvidadas, que venían del tiempo de los patriarcas Abrahán,  Isaac y Jacob. Bajo la presión de la explotación cada vez más creciente, legitimada por la  religión del faraón y de los reyes de Canaán, el clamor del pueblo iba aumentando. En lugar  de aceptar esta opresión como querida por Dios, las tradiciones antiguas y su propio  sentido común llevan a este pueblo a decir: "Dios no quiere esto". Comenzaban a acordarse  de las promesas antiguas de Dios a Abrahán: "¡Yo haré de ti una gran nación! En ti serán  benditos todos los pueblos" (Gén 12,1-4). ¡Este Dios no podía estar de acuerdo con la  situación de opresión en que vivía su pueblo!

Este descubrimiento fue la pequeña semilla de la que, al poco tiempo, fue naciendo el  árbol de la libertad. Por algún tiempo el pueblo parecía haber olvidado las promesas del  pasado. Pero, bajo el peso del sufrimiento, ellos se acordaron de Dios (ver Ex 1 al 3). Y  Dios escuchó el clamor de su pueblo. La fe en Yavé, Dios vivo y liberador, fue creciendo  hasta estallar de manera bien clara en el corazón de Moisés.

c. La vocación de Moisés

MOISES/VOCACION: Moisés era hebreo; pero fue educado en la escuela del faraón  (Hch. 7,22; Ex 2,10) para servirle y defender sus intereses frente al pueblo oprimido. Pero  en Moisés la sangre fue más fuerte que la educación recibida. Cuando vio que un hebreo  estaba siendo castigado por un egipcio, él fue a defender al hebreo y acabó matando al  soldado egipcio (Ex 2,11-12). Al día siguiente vio a dos de su propio pueblo peleando entre  sí. Moisés intervino: "¿Por qué pega usted a su hermano?". Pero los dos reaccionaron y lo  acusaron de haber matado al egipcio. Moisés tuvo miedo y huyó a una región distante,  donde obtuvo empleo como pastor de ovejas, y allí se casó con Séfora (Ex 2,13-22). Ya lejos, Moisés llevaba en la memoria y en el recuerdo a su pueblo. Un día estaba  cuidando las ovejas de Jetró, su suegro. Era cerca del cerro Sinaí. Allí Dios se hizo  presente en su vida de una forma clara a partir de la situación de opresión en que vivía su  pueblo: "¡He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando  lo maltratan sus capataces! Yo conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlo del  poder de los egipcios... Ve, pues, Yo te envío a liberar a mi pueblo" (Ex 3,7-10). El clamor  del pueblo se tornó como un llamado de Dios a Moisés. Llamado para una acción concreta:  "Ve a libertar a mi pueblo". 

El llamado de Dios, cuando se da dentro de una situación concreta del pueblo, exige  mucho y produce en el hombre una reacción de miedo. Esto fue lo que sucedió con Moisés;  él busca huir de la misión que acaba de recibir y presenta varias excusas: 

1. Se siente incapaz: "¿Quién soy yo?" (Ex 3,11). Piensa que no sirve para la misión que  le encomienda Dios. 

2. Fingió falta de conocimiento y dijo: "Ellos van a preguntar por el Nombre de Dios, y  entonces, ¿qué voy a contestar? (Ex 3,13). 

3. En tercer lugar puso como pretexto la falta de fe de parte del pueblo: "¡No me van a  creer ni querrán escuchar mi palabra, sino que dirán es mentira! (Ex 4,1). 

4. Insistió Moisés diciendo que no sabía hablar, pues era seseoso: "Yo no sé hablar  correctamente" (Ex 4,10). Todos estos motivos y pretextos, en el fondo, escondían el miedo  de Moisés y su poca voluntad en comprometerse de hecho. Cada vez, Dios le contesta. Y  la respuesta de Dios deja bien claro que no había motivo para tener miedo: "Yo estaré  contigo". 

5. Al final, Moisés habla claro y dice: "Por favor, Señor, ¿por qué no mandas a otro?" (Ex  4,13). O sea: manda a quien quieras, ¡pero no a mí! 

Dios se enoja con Moisés y también habla claro: él tiene que ir; no hay excusa que valga  (Ex 4,14-17). Este diálogo representa el camino largo y difícil por el que la persona humana  va descubriendo, poco a poco, a través de la realidad, cuál es la voluntad de Dios para con  ella. Como Moisés, muchos hemos pasado por este camino doloroso del descubrimiento de  nuestra propia vocación. 

d. El nombre de Dios es Yavé

YAHVE/NOMBRE: En este diálogo, Dios aclara a Moisés el sentido de su nombre,  Yavé. No es éste el lugar para hacer una larga exposición sobre el significado de este  nombre. Bastan algunas insinuaciones. 

En la primera respuesta a Moisés, Dios le dice: "Yo estoy contigo!" (Ex 3,12). Esta  certeza debería ser suficiente para Moisés: ¡Dios está con él en su misión liberadora! Pero  no fue suficiente. Moisés insiste en preguntar por su nombre. Y Dios le responde: "Yo soy  el que soy!" (Ex 3,14). Esta expresión, propia del hebreo, retoma la expresión anterior: "Yo  estoy contigo!", reforzándola. Diciendo "Yo soy el que soy", Dios afirma lo siguiente:  "Moisés, certísimamente estaré contigo. ¡De esto tú no puedes dudar jamás! Esta es la  gran seguridad que te doy!". 

En seguida Dios añade: "Di al pueblo Yo soy me envió hasta ustedes!" (Ex 3,14). Aquí,  Dios abrevió la expresión. Y luego en seguida repite nuevamente: "Di al pueblo El me envió  hasta ustedes!". En hebreo la expresión "El es" es muy semejante a Yavé. Así, el nombre  "Yavé" es explicado como una expresión de lo que Dios quiere ser para con su pueblo: una  presencia segura y garantizada en medio de ellos para ayudarles a liberarse. 

Dios quiere ser YAVÉ para con su pueblo. Esto es, quiere ser presencia liberadora. Y El  dice: "Bajo este nombre quiero ser invocado de generación en generación" (Ex 3,15). A  través de la historia del pueblo, tanto de ayer como de hoy, Dios fue dando pruebas  concretas de que es realmente Yavé. La primera prueba fue la liberación de Egipto. La  última prueba está siendo dada hasta hoy: la resurrección de Jesús, presente en las  resurrecciones del pueblo. 

El nombre Yavé es la palabra que más sale en la Biblia. Más de 6.000 veces. Fue  traducida por SEÑOR. Siempre que se lee SEÑOR en la Biblia, la gente debe recordar el  compromiso que Dios tomó consigo mismo de ser una presencia liberadora en medio de  nosotros. El nombre de Yavé es como el resumen de la Biblia. El es la raíz de la fe, de la  esperanza y del amor de los pobres y oprimidos. El es la fuente de la libertad y de la paz. 

e. En el desierto comienza la formación del Pueblo de Dios 

El grupo de Moisés, salido de Egipto, se fortalece en el desierto y, bajo el liderazgo de  Josué, entra en Canaán. Allá encuentra la misma situación de opresión contra la cual se  había ya rebelado al salir de Egipto. En Canaán encuentra a otros hermanos oprimidos,  deseosos también de liberarse del yugo de la esclavitud. El grupo de Moisés trae la  alternativa largamente esperada. Su fe en Yavé, Dios único y liberador, derrumba la  ideología del sistema opresor de los reyes de Canaán. Además, su nueva organización  social ofrece una salida concreta que moviliza y anima a los oprimidos de Canaán. ¿En qué  consistía esta nueva organización social? 

La lucha contra el faraón hizo que el grupo de Moisés se organizara en un sistema que  impedía el regreso a la esclavitud: bajo la sugerencia de Jetró, su suegro, Moisés  descentraliza el poder (Ex 18, 17-26); se impide la acumulación de alimentos (Ex 16, 19-21),  a no ser en caso de necesidad (Ex 16, 22-23); la organización se hace igualitaria en forma  de tribus, sin poder central (Núm 1 y 2). 

Así organizados, el grupo entra en Canaán. Allá recibe la adhesión de los oprimidos y se  inicia una larga lucha contra el sistema de los reyes de Canaán, descrita en el libro de los  Jueces. La lucha no fue contra los habitantes de la tierra de Canaán, sino más bien contra  los reyes y su sistema opresor. La destrucción de Jericó con sus murallas representa esta  lucha contra los reyes, pues lo reyes vivían en las ciudades, desde donde explotaban a los  campesinos. La Biblia habla también de las alianzas que Josué hacía con la población  local. 

Se creó así una mística de lucha que exigía cambio y conversión. Para poder formar  parte del Pueblo de Dios era necesario rechazar el sistema de opresión y comprometerse  en la lucha por una sociedad más fraterna. Era necesario rechazar a los falsos dioses y  creer en Yavé, Dios vivo y verdadero, Dios liberador. 

Con la entrada del grupo de Moisés, la situación en Canaán comienza a fermentar en la  base. Un viento nuevo empieza a soplar. Los campesinos, los seminómadas y otros se  unen al grupo de Moisés y de Josué, aceptan al Dios Yavé y se comprometen con la nueva  forma fraterna de vivir. ¡Comienza a nacer y a organizarse el Pueblo de Dios! 

Durante 200 años ellos lograron mantener con altibajos esta lucha. Fue del año 1250  hasta más o menos 1050 antes de Cristo. No llegaron a realizar del todo el ideal que tenían  en mente, pero llegaron a hacer una buena parte del camino. Ellos eran en aquella  situación la expresión de lo que Dios quería para todos los hombres. 

3. Las características del Proyecto de Dios

¿Cuáles eran las características de este "Proyecto de Dios" en oposición al sistema  anterior? Para que todo quede un poco más claro, vamos a enumerar aquí algunas  características de la sociedad que ellos intentaron organizar. 

Primera característica: Organización al servicio de la igualdad

Antes: Al servicio de la clase alta

Después: Al servicio de todos

Se suele decir que ellos se organizaron en un "sistema tribal". Formaron doce tribus, las  doce tribus de Israel. Esto es cierto. Pero conviene clarificar que el sistema tribal no era, en  un principio, un sistema basado en relaciones de sangre y de parentesco, sino, en primer  lugar, un sistema basado en un determinado relacionamiento económico, social, político y  religioso totalmente distinto al sistema vigente en Canaán y en Egipto (sistema basado en  la explotación del pueblo por disposición de la Ciudad-Estado y del imperialismo de Egipto). 

Ellos "tribalizaron" la vida. Este tipo de organización se basa en la solidaridad mutua. La  unidad menor de esta organización era la "familia patriarcal". La unidad intermediaria era el  "clan", conjunto de familias patriarcales. La unidad mayor era la "tribu". Las doce tribus  vivían unidas en una especie de confederación. Todo se organizaba de manera que la  unidad menor, la "familia patriarcal", el poblado, la comunidad local, tuvieran autonomía  productiva. 

Ellos querían una sociedad igualitaria en oposición al sistema opresor de los reyes de  Canaán. El texto de 1 Samuel 8, 1-22 revela la situación del pueblo a finales del período de  los Jueces, alrededor del año 1025 antes de Cristo. 

En este texto notamos varias cosas. El sistema igualitario estaba decayendo. Samuel ya  estaba viejo y sus hijos eran malos. La amenaza de afuera, venida de los filisteos, ponía en  peligro la propia sobrevivencia del pueblo como pueblo libre. Todo eso hizo decaer el  compromiso interno del pueblo con el proyecto igualitario y, por lo tanto, con Dios. Y en  lugar de renovarse a partir de sus propias raíces y tradiciones, comenzaron a buscar salida  imitando el modelo de los reyes de Canaán: "Queremos ser como los otros pueblos.  ¡Queremos un Rey!". ¡La propaganda funcionó y cambió la cabeza del pueblo! Entonces  Samuel describe el derecho del rey de la forma como éste era practicado por los pueblos  vecinos (ver 1 Sam 8, 11-18). 

El libro del Deuteronomio 17, 14-20 es de una época bastante posterior. Es del tiempo  del rey Josías, alrededor del año 640 antes de Cristo. Desde David hasta Amón,  predecesor de Josías, el pueblo tuvo la experiencia dolorosa y desastrosa de la monarquía  (monarquía quiere decir "gobierno de uno solo", el rey). La reforma deuteronomista  pretende retroceder a los orígenes del pueblo y realizar el proyecto de Dios dentro de las  posibilidades reales que el momento histórico ofrecía. La monarquía ya era un hecho. El  texto de Dt 17,14-20 intenta adaptar la figura del rey al ideal de la sociedad igualitaria.  Llama al rey "hermano" y dice que no debe acumular bienes. Era lo mismo que mantener el  nombre, pero no el contenido. Aparte de eso, los libros de los Reyes (redactados por la  misma persona que redactó el libro del Deuteronomio) hacen un juicio negativo de la  monarquía. Todos los reyes son criticados, menos David, Ezequías y Josías. La crítica de  la monarquía aparece también en los profetas Ezequiel 34, 1-30; Oseas 7, 1-7 y 13, 9-11;  Jeremías 22, 13-19, etc. 

David se hizo rey no para adueñarse del pueblo, sino para ser el lugarteniente de Dios,  único Señor del pueblo (ver 2 Sam 7, 8-16). Pero los reyes olvidaron cuál era su "lugar" en  medio del pueblo. Se hicieron dueños del pueblo. La monarquía contribuyó para que  regresase la sociedad opresora de los reyes de Canaán. Por eso en el pueblo se quedó la  nostalgia del gran rey David, y nació la esperanza de un nuevo rey, como David, que  restaurara la Alianza, el Reinado de Dios. ¡Jesús es el Hijo de David!. El es el nuevo Rey.  "Yo soy rey". (Jn 18,37). Pero el reino de Jesús es distinto de los reinados de este mundo  (Jn 18,36). El reino de Jesús es servicio (Mt 20,28). 

Segunda característica: Tierra al servicio de la producción autónoma

Antes: Tierra propiedad del rey

Después: Tierra propiedad del pueblo

La autonomía depende de la posesión de los medios de producción que, en aquel  tiempo, eran la tierra. La acumulación de las tierras en manos de los reyes de Canaán  produjo la explotación del trabajo del pueblo. Privado de su tierra, el pueblo era obligado a  emplearse bajo las condiciones que los poderosos les imponían.

En Israel, por el contrario, la tierra es declarada don y posesión de Dios. Ella no podía  ser vendida ni comprada. Podía ser usada. Su uso era reglamentado por leyes que  aseguraban a cada tribu tierra suficiente para sembrar y vivir dignamente. A pesar de ello, a  veces una familia aumentaba su lote y creaba así un latifundio en perjuicio de otras familias  (Is 5,8). Para evitar eso y para mantener el ideal de la sociedad igualitaria, se creó la ley del  año sabático y la del año jubilar (Lev 25, 1-38). El año jubilar ocurría cada 50 años. Era una  manera de recomenzar todo de nuevo. Todas las compras y ventas de tierras realizadas  anteriormente eran anuladas, y la tierra volvía a su primer dueño. El texto de Lev 25, 1-38  da normas bien concretas para el funcionamiento de esta ley.

El texto de Núm 36, 1-9 da normas para evitar la alienación de la tierra en caso de  matrimonio fuera de la tribu o del clan.

En Ex 16, 1-30 se habla del maná en el desierto e insiste en no acumular para el día  siguiente. Esta historia tiene un significado muy importante: en el pueblo de Israel queda  prohibida la acumulación de bienes. Debe haber confianza en la Providencia Divina (que  pasa por la mediación histórica de la organización igualitaria de la vida). La prohibición de  acumular bienes exige que el pueblo sea el dueño de sus productos. Este texto, aplicado a  la Eucaristía, enseña que ella exige el compartir de los bienes.

El sistema del Estado centralizador de los reyes estaba organizado de tal manera que el  poder central podía apropiarse del excedente de la producción de los campesinos. En el  sistema tribal la organización se hacía de tal forma que esa apropiación fuera imposible.  Las familias o comunidades menores eran dueñas de la tierra y de la producción y podían  disponer de ella para su comercialización. Este cambio fue posible porque el poder político  fue descentralizado de manera inteligente.

Tercera característica: Poder al servicio de la Comunidad

Antes: Poder centralizado en manos del rey

Después: Poder en manos de comisiones populares

El rey era dueño de todo y tenía poder absoluto, legitimado por la religión. En el sistema  tribal, el poder se ejerce a través del principio de la solidaridad. Esto es, lo que puede ser  decidido en la base no debe ser llevado a una instancia superior. Los "jefes de familias"  tenían autonomía dentro de sus respectivas familias o comunidades. La solidaridad evitaba  el acaparamiento de los grupos por encima de sus propios intereses. Las familias debían  ser solidarias con el "clan", y los "clanes" con la "tribu". Todo esto era reglamentado por  leyes.

El texto de Ex 18, 1-27 describe la visita de Jetró, suegro de Moisés. El ve cómo el  pueblo se queda en fila, todo el día, para ser atendido por Moisés y resolver sus problemas  con él. Jetró sugiere la descentralización del poder. Moisés, saliendo de Egipto, no tenía  otro modelo de organización del pueblo, a no ser el modelo del rey que lo resolvía todo él  solo. Moisés acepta la sugerencia e inicia la reorganización del pueblo. Así, la gente se da  cuenta que el proyecto de la sociedad igualitaria no cayó del cielo, sino que fue fruto de  una práctica, en la que hasta la gente de afuera del pueblo daba su opinión.  Jetró, el suegro de Moisés, no era parte de ese pueblo.

En Josué 24 se da uno cuenta como funcionaba ese poder descentralizado. El pueblo  tenía sus "jefes" o "ancianos", que participaban de las Asambleas del pueblo, donde se  decidía comunitariamente el rumbo a tomar. Esta organización del pueblo encontraba su  expresión hasta en el culto (Núm 7,1-11), en donde todo el pueblo participa, cada cual con  su propia tarea.

Cuando, más tarde, se instala la monarquía, el poder se hace, nuevamente, propiedad  privada de una familia, que empieza a dominar a las otras familias. La tentación del poder  corrompe la cabeza y el pensamiento. El poder siempre busca crear estructuras que  permitan su reproducción y ampliación. En contra de ese abuso del poder que niega el  proyecto de Dios se levantaron siempre los profeta.

Jesús expresa la más pura tradición bíblica cuando da la vuelta al sistema instalado en  el poder, diciendo que el verdadero poder debe ser servicio a los hermanos. Solo así se  elimina la plaga de la opresión y se construye la base de una sociedad igualitaria (ver Mc 9,  35 y Lc 22, 24-27).

Cuarta característica: Leyes que defienden el Sistema Igualitario

Antes: Leyes que defienden los privilegios del Rey

Después: Leyes que defienden el nuevo sistema igualitario: Los Diez Mandamientos.

Habían leyes que impedían el paso de las tierras de una familia hacia otra y leyes que  defendían la debilidad de las pequeñas comunidades contra la codicia de otros. La ley de  los Diez Mandamientos defiende la libertad que fue conquistada y el nuevo relacionamiento  social: no robar, no acumular, no matar, no mentir, no jurar en falso. Todo eso para  defender los derechos de los pequeños contra la eterna tentación del poder y de la  codicia.

El nuevo sistema igualitario tenía su base en la organización eficiente de la debilidad  contra la tentación del poder y de la codicia, tanto interna como externa. Por eso mismo, era  un sistema frágil, pues no reposaba sobre el uso de la fuerza, sino sobre el compromiso de  cada uno con el nuevo proyecto y con las exigencias de fe en Yavé. Vamos a ver de cerca  la nueva orientación de los Diez Mandamientos:

El texto de Ex 20, 1-17 describe los Diez Mandamientos. Al comienzo dice: "Yo soy Yavé,  tu Dios, que te sacó de Egipto, de la Casa de la Esclavitud". Es el título de posesión de  Dios como Señor y dueño del pueblo. La liberación de Egipto es la base de los Diez  Mandamientos. Ellos tienen como fin defender la libertad que el pueblo conquistó y  asegurar el funcionamiento de una sociedad sin opresión.

Estamos acostumbrados a interpretar los Diez Mandamientos en una perspectiva  meramente individualista: ellos prohiben los pecados graves que cada persona debe evitar.  Pero, esta no es la intención básica del Decálogo. Los Diez Mandamientos son como una  especie de Constitución de la sociedad igualitaria. Quieren promover una relación  liberadora entre los hombres para que tengan vida y vida en abundancia (ver Jn. 10,10) Los primeros tres mandamientos definen cómo debe ser la relación del pueblo con su  Dios.

1°: No usar el nombre de Dios en vano. El nombre es Yavé (Ex 3,14). Eso quiere decir:  presencia liberadora en el medio del pueblo.

En vano quiere decir "cosas vanas", eso es, cosas ligadas al sistema de los ídolos o de  los falsos dioses. Es prohibido usar el nombre de Dios para obtener cosas legitimadas por  el sistema de los ídolos. No se puede usar el nombre de Dios liberador para legitimar la  opresión. Ello es como adorar a otro tipo de dios: tener otros dioses.

2°: No adorar imágenes. No ceder a la tentación de la magia que usa imágenes con el  objeto de forzar a Dios a hacer lo que uno quiere. O sea, se prohibe intentar encerrar a  Dios dentro de los estrechos límites de las ideologías humanas. Dios no puede ser reducido  al tamaño del pensamiento humano. No se le puede manejar.

3°: Observar el sábado (o sea, el séptimo día). Sábado es una palabra hebrea que  quiere decir "séptimo". Para nosotros, el séptimo día es el domingo. Para otros, es el  sábado. Para los árabes es el viernes. Es una cuestión de tradición o costumbre. Lo  importante no es el día de la semana; lo importante es el sentido de descanso en el séptimo  día. Hoy, las empresas dan un día de descanso para que los empleados recuperen sus  fuerzas y puedan producir más; organizan el descanso con vistas a la producción. En la  Biblia es al contrario. El sentido del trabajo y de la producción es el siguiente: llegar, algún  día, a crear un mundo de paz y de alegría para todos. La observancia semanal del sábado  funciona como muestra-gratis de la futura paz que hoy estamos construyendo por nuestro  trabajo.

Los mandamientos 4° al 10° definen cómo debe ser la relación entre las personas,  familias, clanes y tribus dentro del nuevo sistema de vida, conquistado por el pueblo.

4°: Respetar a los padres. No se trata sólo de los padres de la pequeña familia, sino  también y sobre todo de los padres de la familia patriarcal, esto es, de los ancianos que  lideran la comunidad. El cuarto mandamiento defiende no sólo a la familia, sino también y  sobre todo, a la comunidad.

5°: No matar. Defiende el derecho que el hermano tiene a la vida. Esta ley de defensa de  la vida era tan fuerte que llegaban a decir que aquel que premeditadamente mataba a  alguien no merecía el don de la vida y debería ser muerto. Aparentemente eso parece una  contradicción. Pero, pensándolo bien, es la más alta expresión de respeto a la vida. Eso  explica cómo en el código de la Alianza hay tanta pena de muerte (Ex 20, 19 hasta 23, 23). Así pensaba el pueblo de aquel tiempo. Tenía una cultura distinta de la nuestra. Esto no  quiere decir que se debe volver a la pena de muerte; quiere decir, eso sí, que se debe o se  debería tener hoy el mismo alto respeto por la vida del pueblo. ¿De qué sirve abolir en la  legislación la pena de muerte cuando, en Brasil por ejemplo a cada minuto muere un niño?  ¿Cuánta gente muere por absoluta falta de condiciones mínimas para vivir? El sistema que  presume de liberalidad por haber suprimido la pena de muerte mata de mil maneras y es  condenado por el quinto mandamiento de Dios.

6°: No cometer adulterio. Este mandamiento quiere que el nuevo relacionamiento  liberador de la sociedad igualitaria penetre en el núcleo más íntimo de la vida humana, que  es el matrimonio, y elimine de su interior la discriminación. Mientras la igualdad no haya  marcado el relacionamiento hombre-mujer, no habrá sociedad igualitaria y el proyecto de  Dios todavía estará por hacerse.

7°: No robar. Pide respeto a los medios de vida del otro y favorece la confianza mutua, la  seguridad de vida, sin la cual la vida en sociedad se hace insoportable. Se trata de respetar  los bienes repartidos según el Proyecto de Dios.

8°: No mentir. La base de una relación mutua verdaderamente liberadora es el amor a la  verdad. Sin eso, el diálogo entre los hombres se destruye en su misma raíz y la convivencia  social se hace imposible. El Proyecto de Dios no mira sólo a una nueva estructura  económica y política, sino que mira también a la renovación y conversión radical de cada  miembro del pueblo.

9° y 10°: No desear lo que al otro le pertenece: no basta con no robar. Es necesario  arrancar de dentro de uno mismo el deseo de la posesión egoísta, la voluntad de acumular,  la codicia. Así se elimina una de las plagas de la opresión presente en el origen mismo del  sistema de los reyes de Canaán.

En el capítulo 5 del Evangelio de San Mateo, Jesús retoma algunos de los Diez  Mandamientos y revela nuevamente su objetivo: El no vino para suprimir el Antiguo  Testamento, sino para completarlo. Esto es, El vino para realizar el ideal del Proyecto de  Dios. Eso nos enseña que el Proyecto de Dios no es una idea ya acabada. Es algo a ser  construido por los hombres que creen en Dios y en la fraternidad.

Quinta característica: el bien de todos es defendido por la unión de todos

Antes: Ejército permanente al servicio del rey

Después: Defensa popular al servicio de la solidaridad

Los reyes tenían sus ejércitos, los cuales eran el instrumento para mantener la  dominación. Israel tenía un compromiso de solidaridad y de ayuda mutua. En épocas de  crisis, debido a amenazas externas, todas las personas de todas las tribus capaces de  manejar armas, se organizaban para la lucha contra el enemigo común, que era la fuerza  represiva de los ejércitos de los reyes y de los filisteos. El libro de los Jueces describe  estas luchas.

También en eso el nuevo sistema mostraba su flaqueza. No fue capaz de mantenerse  contra la amenaza externa y, al fin fue forzado a aceptar la monarquía de Saúl y de David y  crear un ejército estable de soldados pagados. Así, por la puerta trasera, volvió a entrar en  el pueblo la plaga destructora del sistema igualitario. Los reyes de Israel fueron  fortaleciendo su poder y el nuevo sistema se arruinó al poco tiempo. Los profetas, con su  crítica contra la desigualdad social, fueron los que no dejaron morir el ideal.

Sexta característica: Saber al servicio del pueblo

Antes: Monopolio del saber

Después: Socialización del saber

Se adoptó el nuevo sistema de alfabetización basado en el abecedario nuevo, formado  por tan solo 25 letras. Así, el saber se volvía accesible a todos y se eliminaba el monopolio  del saber, que caracterizaba a la sociedad de Egipto.

Estas son algunas características del nuevo sistema social que comienza a ser  implantado en Canaán bajo el liderazgo del grupo que vino de Egipto. Hemos presentado  las seis características que describen un lado de la medalla. El otro lado es la nueva  organización de la religión, en donde se expresa la mística que animaba todo eso. A  continuación presentamos algunas de las características de la práctica religiosa del sistema  igualitario.

Séptima característica: Dios al servicio del pueblo

Antes: Sistema de dioses al servicio del rey

Después: Dios único al servicio del Ser Pueblo

La dura lucha del pueblo de la Biblia contra los dioses es otro lado de la lucha contra el  sistema explotador que se legitimaba con este tipo de religión. La insistencia en los varios  dioses llevaba a la centralización del poder en manos del rey. La insistencia en el único  Dios llevaba de nuevo a la participación del poder en manos del pueblo. Si Dios es uno  solo, entonces todos somos iguales. Por eso la fe en el único Dios es necesariamente  liberadora de toda forma de discriminación social o racial.

Fe en el único Dios (Ex 15,1-21; 2 Sam 2,1-10; Jue 5,1-32). Estos tres textos cuentan  tres cánticos de victoria, alcanzada con la ayuda de Dios. Ellos muestran la eficacia de la fe  en el único Dios para derrumbar al sistema opresor de los reyes de Canaán y para crear  una sociedad igualitaria. Otros textos de gran profundidad son los siguientes:

1. Isaías, 40 al 55, escrito en el tiempo del cautiverio. Refleja el punto más alto del  Antiguo Testamento.

2. Deuteronomio, 1 al 11, trae una apasionada exhortación al pueblo para  comprometerse nuevamente con el único Dios y con su ley. Estamos alrededor del año 640  antes de Cristo, tiempo de reforma, anterior al cautiverio.

3. 1 Reyes, 18, 1-46, en donde se describe una lucha concreta entre el único Dios y los  falsos ídolos, conducida por el profeta Elías en el Monte Carmelo. Elías luchó contra la  vuelta del sistema opresor de los reyes de Canaán. Cuando en la Biblia se dice que Dios es uno solo, eso no debe ser entendido, en primer  lugar, como afirmación numérica, en el sentido "Dios uno", sino en el sentido de  exclusividad: "Para el pueblo, Dios es solo éste, el que se presentó como Yavé, Dios  liberador!". Este Dios Yavé (que todavía es nuestro Dios) es distinto de los otros dioses. El  se comprometió con este proyecto y lo garantiza. Quien tenga el coraje de comprometerse  con El, no tendrá vida fácil, pues habrá de luchar contra todas las formas de opresión. Amar  a Dios es lo mismo que amar al prójimo como a uno mismo, dirá Jesús más tarde,  resumiendo en pocas palabras toda la ley y los profetas. Este Dios se presenta como el  esposo del pueblo, esposo fiel. El confía que su novia, el pueblo escogido, le sea fiel y  luche por una nueva sociedad, contraria a la de los reyes de Canaán.

La fe en el único Dios es el punto central de la Biblia. Es en el pueblo que lucha por una  convivencia justa y fraterna donde Dios puede ser encontrado. Es ahí donde aparecen los  rasgos de su rostro. Su presencia en medio del pueblo es la raíz última de la alegría, de la  esperanza y de la libertad humana. A través de Jesús, El dice: "¡Sin mí nada pueden  hacer!". Su presencia fiel y amiga, percibida en la vida, devuelve al oprimido su conciencia  de gente y crea ahí, al margen de la sociedad opresora, el espacio para un nuevo  comienzo, para una nueva creación. El es la luz de la vida humana. Quien no lo conoce,  vive tranquilo sin El; quien lo conoció ya no puede imaginar la vida sin El. Y su vida será  una búsqueda continua de este Dios. La búsqueda de Dios, concretamente, tomará la  forma de una lucha por una sociedad igualitaria y fraterna. La pregunta más seria que el  cristiano se debe hacer todos los días es esta: "¿En qué Dios creo yo?".

Octava característica: culto al servicio del dios de la vida y la historia

Antes: Culto para justificar el sistema del rey 

Después: Culto al servicio de la vida y la historia

En el sistema anterior, el culto era centralizado en manos de los sacerdotes. De esta  manera el culto era un medio poderoso para mantener el sistema. En el sistema igualitario  del pueblo de Israel, el culto no es monopolio de los levitas. Los jefes de familia presiden el  culto. El papel de los levitas no es tanto el de ejercer el culto, sino el de interpretar la  voluntad de Yavé y de animar al pueblo. En este servicio ellos no consiguen acumular  poder. Más tarde, cuando la monarquía hace su entrada, el sacerdocio se apodera del culto  y lo usa al servicio de los intereses del rey. Moisés, que era de la tribu de los levitas, era  más profeta que sacerdote del culto.

El culto de los reyes de Canaán era dedicado a los ídolos. En él se narraban los mitos  de la creación del mundo y posibilitaba, así, el acceso de los clientes de los dioses a la  acción creadora, símbolo de la estabilidad del "statu quo" mantenido por los reyes, llamados  hijos de dios. El acceso al dios se hacía por el rito, ejecutado dentro del rigor casi mágico  de las normas litúrgicas. El culto en Israel, aunque seguía el mismo esquema del culto en  general (religiosidad popular), tenía un contenido radicalmente distinto. Cuando el pueblo  de la Biblia se presentaba delante de Yavé para celebrar su presencia, la gente narraba la  historia, recordaba los hechos que habían provocado el cambio de la opresión hacia la  libertad. Así se hacía posible el acceso del pueblo a la acción creadora, símbolo de la  transformación y del cambio, expresada en el nuevo proyecto de vida igualitaria. Y el rito  del pueblo no era un simple rito, sino que era la expresión del compromiso renovado con  Dios a través de la observancia de la ley y de los mandamientos. El texto del Ex 24, 1-11  describe la conclusión de la Alianza y el nuevo compromiso del pueblo en el culto. Otras  descripciones de la Alianza se pueden ver en Jos 24, 1-28; Ex 34, 1-35; Jos 8, 30-35. Se puede decir que la mayor parte de la Biblia nació de la preocupación de no olvidar la  historia, las raíces del pueblo, y de contarla en el culto. La Biblia, en su todo, era la  memoria colectiva en donde el pueblo encontraba su razón de ser, su identidad, su raíz que  era y es Yavé, Dios presente en la historia.

Novena característica: Sacerdotes al servicio del pueblo

Antes: Sacerdotes latifundistas al servicio del sistema faraónico

Después: Sacerdotes sin tierra, al servicio del pueblo

En la distribución de las tierras, la única tribu que no recibe tierra es la tribu de los  levitas, la tribu sacerdotal. Así se impide que el poder de liderazgo de los sacerdotes se  convierta en factor de acumulación de tierras y de bienes. El sacerdocio debe ser un  servicio al pueblo en nombre del único Dios y, por consiguiente, las tribus deben mantener  a los levitas a través del sistema de diezmo y a través de una parte de los sacrificios (Núm  18,20; Dt 18,1-18; Núm 35,1-8).

La legislación bíblica sobre los levitas (tribu sacerdotal de Leví) es compleja, confusa y  hasta medio contradictoria. Pero hay algunos puntos que reaparecen siempre. En primer  lugar, los levitas no reciben tierras; más tarde reciben algunos poblados o ciudades para  vivir en ellos. Su herencia no es la tierra, sino que es Yavé y el servicio a Yavé y al pueblo.  En Núm 8, 5-26 se dice que la tribu de Leví fue puesta aparte para quedar en el lugar de  los primogénitos, muertos en la salida de Egipto. Todo pertenece a Dios. Para expresar  esta pertenencia del pueblo a Dios, los levitas son consagrados a El. Ellos son el pueblo  representado delante de Dios y debían transmitir al pueblo los mandamientos de Dios.  Guardaban la ley y velaban por su observancia (Dt 33,8-11). En el sistema de los reyes de  Canaán y de Egipto, los sacerdotes eran ricos y poseían tierras. Por eso mismo estaban  interesados en mantener y en usar la religiosidad del pueblo para impedir el cambio. En  Israel, los levitas no pueden tener tierras y son pobres. Muchas veces el levita aparece en  la fila de los necesitados, junto con los huérfanos, con las viudas, con los pobres y los  extranjeros.

En el momento en que los sacerdotes se olvidan del sentido profundo de su misión,  pueden convertirse en dominadores de la conciencia del pueblo. Y eso de hecho ocurrió.  Ellos empezaron a tener el control del vaivén de la fe entre Dios y el pueblo. Aquello que  debía ser servicio se volvió dominio. Regresó así el estado de opresión contra el cual  Moisés (que era de la tribu de Leví) se había rebelado. La legislación del Deuteronomio  hizo un gran esfuerzo para renovar el sacerdocio. 

Pero no lo logró. Vino el cautiverio y lo perdieron todo. Después, con la reconstrucción  del templo, volvió la tentación de dominar; dominar a Dios y dominar al pueblo. Jesús entra  en el templo, derrumba las mesas y dice: "Mi casa es una casa de oración para todos los  pueblos. ¡Pero ustedes hicieron de ella una cueva de ladrones!".

Es peligroso ser hombre del culto, porque él maneja un poder muy grande, que puede  ser usado para "hacer el mal y hacer el bien, para matar y para salvar" (ver Mc 3, 1-6).

4. Jesús viene a realizar el Proyecto de Dios

a. Los profetas mantienen la esperanza

Todo esto era más o menos el "Proyecto de Dios", tal como intentaron realizarlo durante  200 años, desde 1250 hasta 1050 antes de Cristo. Es algo único en el mundo antiguo.  Como ya se dijo, el "Proyecto" reposaba sobre la flaqueza. Siempre fue muy grande la  intención de volver atrás, de volver al antiguo sistema. Al fin la tentación de Adán venció a  Abrahán. Abrahán siempre es amenazado, por dentro y por fuera, por el Adán que siempre  de nuevo quiere levantar la cabeza. La primera señal de que la Alianza o el "Proyecto"  estaba fallando era la aparición de gente empobrecida en el seno del pueblo. El pobre, por  el simple hecho de existir y de ser un "empobrecido", acusa a todos y se convierte para el  Pueblo de Dios en una denuncia que viene del mismo Dios.

Los profetas supieron captar la "voz de Dios" escondida en el "clamor de los pobres".  Pero todo indica que las fuerzas sociales, económicas y políticas, contrarias al Proyecto,  fueron más fuertes y llevaron a la desintegración lenta y progresiva del pueblo hasta llegar  a la destrucción de Jerusalén en el 587 antes de Cristo. Vino entonces el cautiverio.  Después del cautiverio intentaron reconstruir el ideal perdido, bajo el estímulo de Isaías 40  al 66. Con todo, la tentación del poder y del saber impidió su realización. 

Cuando Jesús vino, El se hizo portavoz de la denuncia del Padre, presente en el clamor  de los pobres, y anunció para ellos la nueva Alianza, el Reino.

b. La esperanza de los pobres se realiza en Jesús y en las comunidades.

Para realizar su Proyecto, Dios no envió a uno cualquiera, sino que envió a su propio  Hijo. Jesús, el Hijo de Dios, realizó la promesa del Padre, trajo la liberación para el pueblo y  anunció a los pobres la Buena Nueva del Reino de Dios.

La predicación de Jesús no gustó a todos. Los doctores de la ley, los fariseos, los  sacerdotes y los saduceos imaginaban la venida del Reino de Dios como una simple  inversión de la situación, sin cambio real en el relacionamiento entre los hombres y entre  los pueblos. Es decir, ellos, los judíos, dominados por los romanos, se quedarían por  encima y se harían los señores del mundo, mientras que los romanos, que estaban por  encima, quedarían por debajo.

Pero no era así como Jesús entendía el Reino del Padre. El quería un cambio radical.  Para El, el pueblo tendría que ser un pueblo de hermanos serviciales y no un pueblo  dominador, servido por los otros pueblos (ver Mt 20,28).

Jesús empezó este cambio: se puso al lado de los pobres, de los marginados por el  sistema de los judíos; denunció este sistema como contrario a la voluntad del Padre y  convocó a todos para cambiar de vida (ver Mc. 1,15). 

Los poderosos, sin embargo, no lo quisieron. Sólo los pobres y los pequeños  comprendieron y aceptaron el llamamiento de Jesús (ver Mt 11,25). Lo que era buena  noticia para los pobres, era mala noticia para los poderosos, pues el Evangelio que Jesús  trajo exigía de ellos que abandonaran sus privilegios injustos y que dejaran sus ideas de  grandeza y de poder. Por eso rechazaron el llamado de Jesús y lo mataron en la cruz con el  apoyo de los romanos.

Jesús murió como un pobre marginado. ¡Murió gritando! ¡Y Dios, que escucha el clamor  de los pobres, escuchó el grito de Jesús y lo resucitó! El Padre, creador de la vida y del  mundo, intervino y enseñó de qué lado estaba El. Usando su poder creador, sacó a Jesús  de la muerte. 

Animados por este mismo poder de Dios que vence la muerte, los seguidores de Jesús,  los primeros cristianos, organizaban su vida en pequeñas comunidades, vivían en comunión  fraterna, lo tenían todo en común y no había necesitados entre ellos (ver Hch 2,42-44). Así,  la vida nueva, prometida por los profetas del Antiguo Testamento y traída por Jesús,  apareció a los ojos de todos en la vida de los primeros cristianos.

Los primeros cristianos se convirtieron en "la carta de Cristo", reconocida y leída por los  hombres (ver 2 Cor 3,2-3). En la vida comunitaria de los primeros cristianos, sostenida por  la fe en Jesús vivo en medio de ellos, es donde apareció una muestra bien clara del  Proyecto que el Padre tenía en mente cuando llamó a Abrahán y cuando decidió liberar a  su pueblo de Egipto.

En otras palabras, Jesús trajo la clave para que el pueblo pueda comprender el  verdadero sentido de la larga jornada del Antiguo Testamento. Los primeros cristianos,  usando esta clave, lograron abrir la puerta de la Biblia y supieron entender y realizar la  voluntad del Padre.

5. Contestando algunas dificultades

¿No es este Proyecto algo demasiado lindo? Uno se queda con dudas. ¿Consiguió  aquel pueblo realizar una sociedad igualitaria sin opresión?. ¡Es que hoy ocurre  exactamente lo contrario! Cuando la gente comienza a luchar por una sociedad justa y  fraterna, lo que aparece es flaqueza, duda, sufrimiento, división, violencia. ¿Será que Dios  está realmente al lado de los oprimidos? Pues, cuanto más ellos luchan por una vida mejor,  más se les da duro, más sufren. Y, aparte de eso, ¿en dónde se encuentra todo esto en la  Biblia? Alguien dijo "Yo leo la Biblia y no encuentro nada de este Proyecto tan lindo". ¿O es  que usted forzó la cosa e interpretó el texto de acuerdo a su conveniencia? ¿Se trata de  algo real o es tan sólo un deseo suyo que no tiene base en la Biblia?. Ciertamente no es  fácil releer la Biblia en esta perspectiva.

Se podría contestar así: la Biblia debe ser leída con la "cabeza", con el "corazón" y con  los "pies". !Los pies son importantes! La Biblia apareció como fruto de un caminar: sólo  cuando ponemos nuestro pies en el mismo camino que ellos, podremos darnos cuenta de la  totalidad del mensaje que la Biblia nos da a nosotros. Y su caminar era el siguiente: un  pueblo oprimido que, en nombre de su fe en Dios, se metió en una práctica liberadora para  crear una convivencia humana igualitaria y así realizar el Proyecto de Dios, la voluntad de  Dios.

Volviendo al tema del Proyecto de Dios, pensé: "¡Qué bueno que el Proyecto sea lindo!  Pues, uno no se mueve ni entrega la vida por algo de poco valor". Además, creo que el  pueblo de la Biblia jamás logró realizar totalmente el Proyecto. Aquel pueblo hizo un largo  recorrido en dirección al objetivo, eso sí. Sintieron el gusto, experimentaron la posibilidad,  bebieron el aperitivo. Aunque no llegaron a almorzar.

Lo más sabroso de una fiesta es su preparación cuando la asumen todos. El pueblo de  la Biblia vio el fruto muy de cerca; casi lo consiguen. Se quedó la muestra gratis, realizada a  lo largo de aquellos 200 años de intensa lucha, de sufrimiento, de amenaza, de duda, de  desafío, de flaqueza, de retroceso, de división. Pero una certeza quedó: "¡El Proyecto es  posible!". Se quedó el estímulo permanente, grabado en la memoria del pueblo, como una  vela cuya luz brilla aún más intensamente cuando las tinieblas invaden la casa. Lo que la  Biblia quiere transmitir a las futuras generaciones, y también a nosotros que creemos en el  mismo Dios, es esto: la voluntad de Dios es que su pueblo se enganche en una lucha por la  justicia y por una sociedad igualitaria, en donde todos puedan vivir como hermanos. Dios  mismo se comprometió con este ideal y El pone su poder, su amor, su presencia fiel y su  justicia exigente a la disposición del hombre que cree en esto. 

Pero en una sociedad organizada a partir del egoísmo, de la codicia y del amor al lucro,  el amor y la justicia sólo pueden existir crucificados. En una sociedad como ésta, la fuerza  de la vida y del Dios de la vida no se revela en el poder de los opresores que aplastan la  vida, sino que se revela en la vida crucificada que, pese a todo, resiste a la opresión. Esta  vida aplastada, sufrida pero combativa, revela el poder, la fidelidad, la presencia y la justicia  de Dios que resucita la vida a partir de la muerte hacia una vida nueva y fraterna. Y la tierra  de los hombres, ya sin la pirámide, podrá organizarse en fraternidad. Nadie será aplastado  en la nueva ciudad. Todo se darán las manos en viva unidad. El camino para la  Resurrección pasa por el Calvario. ¿Será que me hice entender? Bueno, para entenderlo  mejor quizás hace falta mirar la vida del pueblo oprimido: la respuesta está ahí. Cuando se quiere profundizar el Proyecto de Dios en la Biblia hay que recordar otra  cosa: la Biblia no es un libro de recetas sociales, económicas, políticas o pastorales. 

Tampoco es un conjunto de doctrinas. Ella es la historia de un pueblo. Nació de la  preocupación de aquel pueblo por no perder su memoria. Lo que quería era tener siempre  presente las maravillas que Dios había realizada para él y por medio de él. Estas maravillas  eran recordadas y celebradas en el culto. El culto era el lugar en donde el pueblo  refrescaba su memoria, realimentaba su conciencia y renovaba su compromiso con el  Proyecto de Dios. Por eso en la Biblia no se narran los hechos en forma de un programa o  de un planeamiento eficiente, sino en forma de historia, de alabanza, de agradecimiento o  de compromiso. Y de acuerdo con la variedad de las situaciones en que el pueblo se  encontraba, la gente contaba las mismas historias de una forma diferente. Releía su  pasado de acuerdo con las exigencias del momento presente para que en cada época el  pueblo tomara conciencia del llamado del único Dios, vivo y verdadero, presente en medio  del pueblo.

En la Biblia, los puntos básicos del Proyecto de Dios están ahí, desparramados y  mezclados, como ladrillos viejos en una pared nueva. 

Lo que intentamos hacer en este folleto fue juntar los ladrillos y ordenarlos. 

                 Carlos Mesters


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