LAS DOS BESTIAS
(Trilogía completa en: www.mercaba.org/Manuel/Maite/0.htm)

"Constituido por Dios en la justicia, pero seducido por el abuso de la libertad, el hombre desde el comienzo
intentó su propio fin
"
; San Agustín, s. V.

 

ESCENA PRIMERA
(GOMORRA)

Escenario: Proyectar en pantalla la ciudad de Gomorra, ciudad de lujo y de calles limpias. En el escenario, esculturas de piedra negra por todas las esquinas, y gomorritas esculpiendo a primeras horas de la mañana.

Voz en off:

"Y vi una bestia con dos cuernos. Y recibió del dragón gran fuerza, para meterse en el poder de los hombres. Y obró en Gomorra grandes prodigios, en presencia de los hombres. Y marcó en el brazo con su nombre a todos sus habitantes, de modo que nadie pudiese comprar o vender, sino los que tuviesen su marca, y hacer que cuantos no le adorasen, fuesen muertos. Y dio la bestia mucha riqueza a Gomorra".

        En las calles de Gomorra se respira limpieza en cada rincón. Hay gomorritas encargados del aseo constante y permanente, y se encuentran divididos por sectores. Cuando uno transita por esas callecitas, tienen ese no sé que, tal vez el efecto que provoca es el no dejar huella, ni rastro alguno de haber pasado o pisado...

Bersa: (Caminando por la calle): -Adiós, señoritas.

Gomorritas: (Dos mujeres): -Adiós. (Se sonrojan, ríen y codean, siguen caminando, se dan la vuelta, lo miran, las dos van del brazo).

        Bersa continúa caminando, con su ritmo pausado que lo caracteriza, hasta llegar a una plaza. Allí están reunidos los gomorritas, trabajando la piedra, esculpiendo ídolos negros. Esa fue la consigna dada por Bersa.

Bersa: -Buenas tardes, señores.

Gomorritas: -Buenas tardes, rey Bersa. (Al unísono, dejando de golpear la piedra).

Bersa: -La verdad es que están haciendo un trabajo maravilloso, no tengo más palabras que felicitaros.

Gomorritas: (Mirándolo, dicen a destiempo): -Muchas gracias.

Bersa: -Desearía que los ojos tengan una profundidad... (Se acerca a una de las esculturas y con su dedo va delineando el contorno); quisiera que su cavidad esté bien marcada... ojos que sobresalgan en su expresión... ¿comprenden?

Gomorrita 1: -Sí, Bersa perfectamente. Tú quieres una mirada expresiva en sus rostros, una mirada iluminada, que preste a confusión... Uno mira, pero a su vez es mirado al mismo tiempo por otro... en nuestro caso por los ídolos negros.

Bersa: -Exactamente, veo que nos entendemos muy bien. ¿Cuándo creen ustedes que finalizarán este estupendo trabajo?

Gomorrita 1: -Mañana a primera hora las esculturas estarán listas.

Bersa: -¡Fantástico! Por la tarde convocaré a todos los habitantes y juntos colocaremos las esculturas, en cada esquina de nuestra querida Gomorra.

Gomorrita 1: -¡Qué idea! Pero… ¿cuál es el motivo de colocar una escultura en cada esquina?

Bersa: -El motivo es acompañar. Sí, acompañar a cada ciudadano. Que se sientan seguros... mirados... custodiados por estos ídolos negros, aunque sólo sea simbólicamente.

Gomorrita 2: -Bersa, disculpa mi pregunta pero... ¿por qué tendríamos que sentirnos inseguros?

Bersa: -Cada día que pasa y aunque ningún gomorrita lo sepa, estamos en un peligro inminente.

        Silencio.

Gomorrita 2: -No entiendo.

Gomorrita 3: -La verdad, yo tampoco.

Bersa: -Hay Alguien que quiere robarnos de manera despiadada el poder que tenemos y hemos logrado en nuestra ciudad. Por este motivo yo me he comprometido a ser vuestro protector por siempre, pase lo que pase.

Gomorrita 4: -Pero... ¿quién sería capaz de hacer algo semejante?

Bersa: -Alguien que sólo quiere tener el poder absoluto... Alguien que quiere que le rindamos cada acto, cada obra nuestra, a él… Alguien que quiere despojarnos de esta ciudad de lujo que construimos. Y yo no lo voy a permitir.

Gomorrita 1: -Bersa, tú tienes que informar a nuestra ciudad de lo que está ocurriendo.

Bersa: -Sí, aunque sé que si nos mantenemos alertas y preparados, seguros y confiados, nada ni nadie podrá entrometerse en nuestra ciudad. Transmitiré lo que ocurre al pueblo, con la condición unánime de que me deleguen su confianza, me otorguen el poder, para salvaros.

Gomorrita 1: -Bersa, cuentas con pleno apoyo de nuestra parte y te damos el poder para ejercer la protección a nuestro pueblo.

Bersa: -¡Pues no saben cuánto les agradezco estas palabras! Deseo que el pueblo entero piense de la misma manera que ustedes, así podremos salvarnos todos, siempre unidos en la misma fuerza. Mañana por la mañana colocaremos las estatuas. Por la noche daré una cena en vuestro honor. Invitaré a toda la ciudad de Gomorra... beberemos los más deliciosos licores y haré preparar manjares para que nos deleitemos hasta decir basta. ¿Les apetece?

        Los gomorritas sonríen, se miran.

Gomorrita 1: -Ahí estaremos, será un verdadero placer.

        Los gomorritas saludan a Bersa, que se va. Ellos continúan su tarea, entusiasmados. Sus cinceles sin pausa esculpen ojos, centros magnéticos, sin darse cuenta de un lejano y silencioso sufrimiento, de un cautiverio de sombras y anonimatos.

        Pareciera que la mirada que es dada por Bersa tiene un fin: que otros devuelvan la mirada, como un laberinto de espejos que reflejan... una y cien veces la misma imagen.

 

ESCENA SEGUNDA
(GOMORRA)

Escenario: Proyectar en pantalla la plaza de Gomorra. Por la mañana y en el escenario, toda la ciudad está reunida. Las gomorritas, gordas y pintadas, los gomorritas, altos y delgados, y de nariz pronunciada. En una tarima pequeña, los escultores y delante de ellos Bersa. Las esculturas están cubiertas por telas blancas.

Bersa: -Buenos días a todo este maravilloso pueblo. (Su tono de voz es elevado).

Pueblo: -Buenos días, soberano Bersa. (Responden todos, con voz fuerte).

Bersa: -Les he convocado en esta plaza, para que todos juntos aplaudamos a estos cuatro artistas, escultores verdaderos, que han hecho una gran labor creando ídolos protectores, que en unos minutos nada más, todos juntos iremos a colocar en cada esquina de nuestra lujosa Gomorra.

Pueblo: (Aplauden eufóricamente, gritan): -Bravo, bravo.

Bersa: -Ahora llegó el momento tan esperado. Por favor. (Señala a Gomorrita 1 para que quite la tela a una de las esculturas, y sigue indicando a los otros tres escultores para que sean ellos quienes hagan aparecer sus obras).

        A medida que aparecen las creaciones, el pueblo aplaude, silba, grita.

Bersa: -Sólo resta decir de mi parte, a estos cuatro grandes, tres palabras: ¡felicidades, sois brillantes!

        Estas palabras generan más aplausos, gritos, risas.

Gomorrita 1: -En representación de mis tres compañeros, tomo la palabra para agradecerles la presencia a cada uno de ustedes, y especialmente a Bersa, el creador intelectual de esta obra protectora, transformada hoy en escultura. ¡Gracias! ¡Muchas gracias!

Pueblo: -¡Viva Bersa! (Siguen aplaudiendo sin parar, gritan, se ríen).

Bersa: -Hoy por la noche daré una cena en honor a estos grandes escultores. Todos están invitados, pero ahora mismo quiero que brindemos juntos. Cada día será un festejo en nuestra ciudad. Señoras y señores, para ustedes: el más sabroso de los licores para esta ocasión tan especial.

        El pueblo aplaude, algunos gomorritas encargados de servir el licor, pasan por entre la gente a ofrecer. Todos toman sus copas y brindan, se ríen. Hay barriles que proveen el licor a cada instante.

Bersa: -¡Que nadie abandone sus copas! Iremos con ellas a colocar a nuestros protectores en las esquinas.

        Comienzan a caminar por las calles, y en cada esquina dos gomorritas van colocando la escultura, brindando y repitiendo este ritual hasta la última obra. La mayoría de hombres y mujeres están borrachos, y se ríen a carcajadas, sin razón alguna. Tres mujeres tropiezan y se caen. Bersa estimula a seguir derramando en cada copa más y más licor. Algunos ya no pueden ni caminar, se recuestan sobre la calle. Los demás los esquivan como pueden, otros los pisan… Todo ocurre con gran desenfreno.

 

ESCENA TERCERA
(SODOMA)

Escenario: En la pantalla, la ciudad de Sodoma, al mediodía. Las calles están todas llenas de suciedad, las casas todas destartaladas. Los sodomitas aparecen con barbas descuidadas, y las sodomitas despeinadas; todos con vestiduras pobres, sucias y rotas.

Voz en off:

"Vi después otra bestia con una diadema de plata y sobre su cabeza una cinta con lujurias escritas. Y recibió del dragón gran fuerza, para meterse en la vida de los hombres. Con lo que toda Sodoma, fascinada, fue en pos de la bestia. Y adoraron a la bestia diciendo: ¿Quién podrá estar a su altura? ¿Quién hay semejante a la bestia? Y la bestia se hizo con todo el pueblo, mediante una boca que tenía toda serie de facultades".

Bara: -El placer... Todos debemos complacernos... darnos al puro placer permanentemente.

Sodomita 1: -Sintiendo placer uno mismo.

Bara: -Sí, uno mismo, y a los que quieran compartir junto a nosotros esos momentos, que son efímeros en el tiempo...

Sodomita 3: -Mi inquietud es… ¿y si logramos placer con más de un amante, con más de dos concubinas?

Bara: -Puedes con uno, con dos, o cinco a la vez, según tu deseo... El placer que quieras recibir, el placer que desees explorar, llevando tu cuerpo a gozar.

Sodomita 2: -En Sodoma todo está permitido. No tenemos comida, nuestros hijos carecen de padre y linaje, nos inunda la enfermedad… pero Sodoma es la ciudad del placer… de nuestro placer desmesurado.

Sodomita 4: -El placer se descubre en el sexo, y nos inquieta... Pero sólo se llega al verdadero goce experimentando, degustando todo lo que se nos ocurra, cualquier barbaridad.

Bara: -Hasta llegar a la aberración extrema... y continuar al éxtasis total... hasta salirse de sí mismo... logrando en esos instantes la pequeña muerte... donde uno ya no piensa... nuestra mente se queda en blanco... y sólo hay lugar para el horror.

Sodomita 1: -Pues muy bien pero... ¿cómo se logra ese éxtasis total?

Bara: -¿De qué te sirve tener riquezas, alimentos, licores deliciosos si no sabes usar tu cuerpo hacia el placer sin fin... el cuerpo entero gozando? En realidad no hacemos más que huir, escabullirnos, esfumarnos, desaparecer. Permanecer lejos de la realidad que nos rodea, encerrados en nuestra propia piel. No hay límite para animarse a luchar.

        Silencio.

Sodomita 3: -¿Y cómo llegaremos, sin miedos, a ese goce sublime?

Bara: -¿Miedo? ¡Por favor! ¿A qué le temes tú?

Sodomita 3: (Lo mira en silencio unos segundos): -A lo desconocido.

Bara: -¿A lo desconocido que pueda producirte placer? Bien, muy bien, cuando experimentes todos los placeres, te desconocerás a ti mismo. Es el único y mejor desconocimiento que podrás obtener. (Bara ríe de forma sarcástica e irónica).

Sodomita 1: -Yo mismo puedo dar testimonio de lo dicho por Bara. El placer descubierto en el goce constante e incesante es realmente sublime, realmente te hace olvidar.

Bara: -Bueno ya tengo que partir... Les dejo frente al goce... descúbranlo. Descubran lo que se puede llegar a sentir, lo que se puede llegar a descubrir, lo que se puede llegar a olvidar. (Se para y se va caminando sonriendo).

        Silencio.

 

ESCENA CUARTA
(GOMORRA)

Escenario: De noche. La casa de Bersa proyectada en pantalla; en el escenario mesas largas repletas de manjares, copas, barriles con licor.

        Van llegando por grupos. Ingresan en la mansión de Bersa, se ríen, conversan. Bersa en la entrada los recibe, dándoles la bienvenida.

Bersa: -Quiero agradecerles su presencia tan preciada por mí en esta cena, en honor a mis artistas. Quisiera, si me permiten, decirles unas palabras.

        Lo aplauden efusivamente, gritan, se ríen.

Bersa: -Por favor, les pido unos minutos de silencio. Lo que tengo para decirles es importante; luego comenzaremos con la fiesta, que no tendrá fin.

        Silencio.

Bersa: -Hay otra razón fundamental en esta convocatoria a mi querida ciudad de Gomorra. Tengo que comunicarles que estamos cada día que pasa en un peligro constante. Hoy llega el momento de decir la verdad y prepararnos.

        El pueblo se queda como las esculturas, sus caras se van transfigurando, quedando perplejos, en silencio. Se oyen murmullos, y un gomorrita rompe el silencio.

Gomorrita: -Bersa, por favor habla claro, ¿qué sucede?

Bersa: -Hay una persona que quiere ser poseedor nuestro... de nuestros actos... de cada paso que demos. Insiste con su poder absoluto sobre cualquier criatura. Yo no lo voy a permitir de ninguna manera, seré vuestro protector en pos de nuestra libertad.

Gomorrita: -¿Y qué podría suceder en este peligro inminente?

Bersa: -Pueden venir a nuestra ciudad, escabulléndose con sus cuerpos, pasando por uno de nosotros, por ejemplo, y destruirnos poco a poco.

Gomorrita: -¿Y qué podríamos hacer nosotros?

Bersa: -A mí se me ha ocurrido una idea, para salvarnos todos. Cada habitante de esta ciudad será marcado en el brazo, y esto nos permitirá identificar a aquel que no pertenezca a Gomorra.

Gorromita: -Me parece una idea muy inteligente de tu parte. ¡Acepto!

Bersa: -Todo aquel que esté marcado con mi nombre en su brazo, me otorgará a mí el poder absoluto de la ciudad de Gomorra, para ser utilizado como protección. A cambio obtendrán el lujo pleno, manjares como los de esta mesa, licores deliciosos a toda hora, como así también tendrán acceso a mercancías dentro de la ciudad, teniendo la posibilidad de comprar o vender lo que deseen.

        Silencio.

Gorromita: -Acepto definitivamente.

Bersa: -Recuerden que en este pacto, ustedes me otorgan el poder. Yo seré el dador, el protector. Las esculturas de cada esquina serán símbolos de mi protección; sus ojos prominentes estarán observándonos. Quien desobedezca será asesinado delante de todo el pueblo.

Pueblo: (Aplaude, grita): -¡Viva Bersa, nuestro gran protector!

Bersa: -Mañana al amanecer nos reuniremos en la plaza, y seremos todos marcados. Luego lo celebraremos hasta cansarnos… Ahora sí, comienza el festín, ¡a vuestra salud!

        El pueblo brinda, come de manera insaciable, la comida cae al suelo, la pisan, se resbalan, se ríen, gritan, no paran de tomar licor. Uno a uno se van desparramando en el suelo producto de la borrachera, otros vomitan de tanto comer.

 

ESCENA QUINTA
(DESIERTO)

Escenario: En pantalla proyección de desierto, con cuevas construidas debajo de la arena y otras entre algunas montañas de arena. Por la mañana.

        Se observan tres familias numerosas que salen de sus casas. Los hombres van en busca de agua. Las mujeres asean sus cuevas, las ordenan. Los niños juegan con una pelota construida con retazos de trapos, las niñas juegan al gallito ciego. Los hombres salen caminando con vasijas, saludando a mujeres y niños.

Mujer 1: -¿Os habéis enterado? (Hablando con voz fuerte a las otras dos, saliendo de su cueva).

Mujer 2 y 3: -No. ¿Qué ha pasado? (Salen de sus cuevas y se reúnen las tres).

        Los niños juegan alrededor de ellas.

Mujer 1: -Anoche vino Fulano, a avisar a mi marido que otros hombres han encontrado dos pozos más de agua. Por esto han partido hoy en su busca, para proveernos de agua.

Mujer 3: -¡Qué buena noticia, mujer!

Mujer 2: -Realmente es una maravillosa novedad, pues nos habíamos enterado que los pozos ya estaban quedándose secos.

Niño 1: -Madre, ¿qué sucede? ¿No tendremos más agua?

Mujer 2: -No hijo, no. Tu padre fue en busca de agua, y han encontrado pozos con mucha agua. No tienes por qué preocuparte; sigue jugando, y disfruta, hijo, disfruta.

Mujer 3: -Debo confesaros que estoy muy preocupada. Escuché a mi marido hablando con otros, y decían que cada día quedan menos provisiones de alimentos.

Mujer 1: -No puedo creerlo, nos lo han ocultado para preservarnos y no preocuparnos.

Mujer 2: -Considero que debemos hablarlo con ellos, hacerles saber que nos hemos enterado. Algo se nos ocurrirá; entre todos será más fácil encontrar una solución.

 

ESCENA SEXTA
(DESIERTO)

Escenario: Proyectar en la pantalla el desierto, y en el fondo a lo lejos de la imagen un claro verde. Los hombres están caminando agotados de cansancio, llevando sus vasijas. Sonido a brisa suave. Los hombres llevan telas blancas anudadas en su cabeza. Están muy cansados y sedientos. El hombre 3 lleva en su mano derecha un grueso palo a modo de bastón.

Hombre 1: -Estoy muy cansado, no creo poder seguir. (Camina arrastrando sus pies).

Hombre 3: -¡Vamos! No podemos dejarte aquí, morirás de sed. Por favor, piensa en nuestras hermosas familias ¡Haz un esfuerzo! Ya falta poco.

Hombre 2: -Hemos caminado largas horas, no resistiremos, creo que estamos perdidos. Jerónimo dijo que a tan sólo cinco horas encontraríamos los pozos.

Hombre 3: -¡Vamos por favor! No podemos dejarnos vencer por el agotamiento, somos hombres fuertes. (Va ayudando a los dos compañeros con sus brazos, alentándolos a seguir caminando).

Hombre 2: -Creo que ya estoy alucinando… Veo algo verde a lo lejos.

Hombre 3: -¡Pues no hombre! Yo veo exactamente lo mismo. (Sonríe).

Hombre 1: -Yo no veo nada, me quedo aquí, no puedo más. Seguid, por favor, llegad vosotros, mi familia lo entenderá.

Hombre 3: (Toma el brazo de su compañero y se lo pasa por el cuello, cargándolo): -Tú sí que estás alucinando… No pienso dejarte morir, tu familia no quiere que mueras, tienes que vivir por ellos.

        Acercándose sienten una brisa fresca que acaricia sus rostros rasgados por el sol. No están bajo un efecto alucinatorio, es real, están llegando a un oasis en medio del desierto. Siguen caminando exhaustos de cansancio, ayudándose entre sí, viendo ese paraíso verde que se acrecienta más y más.

Hombre 2: -¡Esto es un sueño! (Con voz debilitada y agitada).

Escenario: Se proyecta en la pantalla un oasis, árboles, cascada, pájaros, animales.

Hombre 3: (Grita): -Es real, es un milagro, un oasis en medio del desierto.

Hombre 2: (Grita): -Agua, agua.

        Los hombres 2 y 3 recuestan sobre la hierba al hombre 1. Van en busca del agua, refrescan sus cabezas, y con sus manos toman el agua cristalina de manera desesperada, escurriéndose por sus manos, mojando sus cuerpos. Llenan sus vasijas y se dirigen a donde está el hombre 1. Le dan de beber, lo refrescan, los tres permanecen en silencio por un rato, recostados en la hierba.

Hombre 2: -Vosotros dos, ¿os habéis dado cuenta del milagro maravilloso que se ha producido al perdernos?

Hombre 3: -Esto realmente es único, increíble. Aún no sé si es un sueño, o sueño despierto.

Hombre 1: -Es tan real... que ha logrado que yo pueda hablar. Pensé que moría, sentí que moría, que mi cuerpo no podía soportar más.

Hombre 2: -No sólo encontramos agua; hemos encontramos alimentos para abastecernos en tiempo indefinido.

Hombre 3: -Pienso que lo más apropiado será trasladarnos con nuestras familias lo más cerca de este paraíso, construir nuestras casas cerca de aquí. ¿Qué opináis?

Hombre 1: -Excelente idea, así también podemos día a día enseñar a los niños a buscar los alimentos, el agua...

Hombre 2: -A mí también la propuesta me resulta conveniente para todos. Hay algo que me está rodando por la cabeza, y no puedo dejar de pensar.

Hombre 1: -Dinos, ¿qué te pasa?

Hombre 2: -¿Cómo reconoceremos ahora el camino para regresar?

Hombre 3: -Yo sí lo he pensado, pude prever esta situación. Como al salir no había viento, traje el palo todo el camino, y marqué con él la arena. Despreocupaos, podremos volver sin dificultad.

        Música. Los tres hombres ingresan a la profundidad del oasis, juntan alimentos, llenan sus vasijas. Los alimentos los ponen en las telas blancas que cubrían sus cabezas, y se las cruzan por las espaldas.

        Comienzan el camino de regreso de forma enérgica, contentos. La arena permanecía con su trazo, indicándoles el rumbo seguro.

 

ESCENA SEPTIMA
(GOMORRA)

Escenario: Al mediodía. Se proyecta en la pantalla la plaza de Gomorra. Los habitantes van llegando; sus caras y cuerpos cansados son difíciles de ocultar. Bersa está en la tarima con dos ayudantes. Hay tarros con pigmentos de origen vegetal, dos objetos punzantes y dos objetos para golpear. Dos mesas pequeñas, y cuatro sillas; en dos de ellas están los colaboradores sentados.

Bersa: -¿Quién será el primero en marcar mi protección?

Gomorrita: -¡Yo! Yo seré el primero.

        Al pasar a la tarima se sienta y en una mesa coloca su brazo. Allí el colaborador de Bersa comienza con su trabajo. Con el objeto punzante marca, golpeándolo con otro elemento, y perfora la piel que se va coloreando con la pintura que moja al introducir el instrumento punzante.

        El pueblo mira el dolor que le causa al hombre esta marca que está siendo escrita en su piel. El hombre suspira dolor en lo real, y de su brazo brota sangre.

Bersa: -Mi ciudad de Gomorra es valiente, ¿quién es el siguiente? ¡Vamos! Que hay que festejar.

        Así, uno a uno, todos van subiendo a la tarima y marcan su piel. La mayoría de las mujeres lloran, exclaman con voz fuerte su dolor. Todo transcurre en un espacio de silencio, y al terminar de escribir el nombre BERSA, los ciudadanos bajan y se sientan en el pasto, esperando a los demás.

        Música suave, mientras continúa la escena del pueblo marcándose sus brazos.

Voz en off:

"Bersa utiliza la piel de los otros como espacio de proyección de sí mismo. Esas dermis ya le pertenecen, y él está alojado en el cuerpo de cada gomorrita, trazado, cifrado en el interior. Debajo de cada trazo, hay un relato, no propio de cada gorromita, sino de uno solo, el que ya tiene el poder".

        Esta marca se volverá relato, relato que transcurrirá en la piel de cada habitante comprometiéndolo con Bersa el protector, con el tiempo que esa figura evidencia. Pues quien no tenga esta marca no será protegido, y a quien no lo adore... la muerte lo protegerá.

Bersa: -¡Queridos vecinos! ¡Gomorra está bajo mi protección! ¡Mi riqueza es vuestra! ¡Conquistaremos el mundo, someteremos la humanidad a nuestro dominio, mañana comenzaremos con esta invasión! ¡Todos a talar los bosques vecinos, seamos los dueños de los pozos de betún! ¡Vamos a conquistar todo lo que esté a nuestro alrededor! ¡Cada día acrecentaremos nuestra riqueza, nuestro poder! ¡Y ahora a brindar hasta que no nos quede una sola gota de alcohol! (Su tono de voz es muy fuerte).

Pueblo: (Aplaude, grita, brinda, exclama): -Bersa es nuestro protector. (Dando comienzo a otra nueva fiesta, derrochando por doquier, emborrachándose hasta caer).

 

ESCENA OCTAVA
(SODOMA)

Escenario: Una casa de Sodoma, con la ciudad de Sodoma de noche proyectada en pantalla. Todos recostados en camas, sudando, con almohadones que están desparramados por el escenario. Mientras hablan se acarician, mujeres/hombres, mujeres/mujeres, hombres/hombres.

Voz en off:

"Y he aquí que varias hermanas sodomitas decían entre sí: "Nuestro padre es viejo, y no tenemos varones. Emborrachémosle, durmamos con él, conservemos el linaje… Con esto la mayor se acostó y durmió con su padre. Con esto la menor se acostó y durmió con su padre. Y sucedió que las dos sodomitas concibieron de su padre".

        Silencio, entremezclado con risas, sonidos de placer, utensilios viejos de comida que caen por el suelo, frases sueltas como "¿Ah, sí?", "¿Y qué más?", etc.

 

ESCENA NOVENA
(TEMPLO)

Escenario: Todo oscuro, y en el centro Yahveh, sentado de espaldas, iluminado con una luz tenue. De pie a su derecha y de perfil, escucha Miguel.

Yahveh: -El clamor de Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y la gravedad de sus crímenes ha subido hasta lo sumo. Iré y veré para saber si así es o no. Miguel, tú tomarás el camino de Gomorra; Gabriel y Rafael tomarán el camino de Sodoma. Los tres bajaréis al caer la tarde, y examinaréis las ciudades durante toda la noche. Y al fin me daréis los resultados.

        Oscuridad. Silencio.

 

ESCENA DECIMA
(ENTRE SODOMA y GOMORRA)

Escenario: Se proyecta en pantalla, fiesta en Gomorra y orgía en Sodoma. Miguel aparece solo, en una montaña alta, divisando las dos ciudades malvadas. En el suelo, sonidos de voces, risas, gritos, con comida y licores esparcidos por el suelo, prendas interiores sucias y camisas rotas sobre mesas y sillas viejas.

Miguel: (Parado, solo, observando la ciudad de Sodoma y de Gomorra, perplejo): -¡Cómo podrán estar tan enfermos!... ¿Hasta dónde llegarán?... ¿hasta dónde el lujo los encerrará en sí mismos?… ¿hasta dónde la lujuria los animalizará, no les dejará pensar?

        Oscuridad. Silencio. Se enciende una luz tenue blanca.

Miguel: (En el centro, acompañado por Gabriel y Rafael a sus lados, los tres con túnicas blancas aireadas por el viento): -Arrasaré este lugar, porque su maldad ha llegado a lo sumo, porque para eso me ha enviado Yahveh.

        Oscuridad. Silencio.

 

ESCENA DECIMOPRIMERA
(DESIERTO)

Escenario: Al llegar a sus casas, salen sus familias, que los estaban esperando; los abrazan, los saludan. A ellos también se acerca una mujer de 14 años, de cara muy pálida, pelo largo y negro, que pertenece a la población.

Hombre 1: -¡Por favor! Necesitamos hablar con todos vosotros. Sentaos un momento.

        Se reúnen las tres familias completas, fueras de sus casas, y la mujer sola. Se sientan en la arena de manera circular.

Hombre 2: -Hemos tenido una experiencia fenomenal.

Niño 2: -¿Habéis encontrado monstruos?

        Todos se ríen.

Hombre 2: -¡No, los monstruos no existen! Sólo a veces aparecen en algunos sueños que tenemos.

Mujer 1: -Entonces, ¿cuál fue esa experiencia tan...?

Hombre 3: -Nos perdimos en el desierto.

Hombre 1: -Mis amigos me salvaron la vida.

Mujer 2: -Pero, ¿qué ha ocurrido?

Niña 3: -Si os perdisteis, ¿cómo habéis encontrado el agua y los alimentos?

Hombre 3: -Efectivamente nos perdimos, nunca llegamos a los pozos de los que habló Fulano. Pero encontramos algo que nunca sospechamos... un oasis.

Mujer 3: -Es una broma, ¿cómo puede existir un oasis en el medio de un desierto?

Hombre 1: -No es ninguna broma, es real, muy real, mujer. ¿De dónde crees que recogimos los alimentos, las frutas...?

Mujer 2: -Y... ¿qué hay allí?

Hombre 2: -Palmeras altísimas, hierba verde, sombra y aire fresco, y agua cristalina. También encontramos alimentos variados.

Niño 1: -¿Y cuándo nos vais a llevar con vosotros?

Niña 4: -Sí, queremos conocerlo.

Hombre 3: -Precisamente de conocer el oasis queríamos conversar con vosotros. Hasta el día de hoy hemos podido abastecernos de agua y alimentos. Hace un tiempo que ambos están siendo escasos para nuestra población. Hemos decidido que vamos a trasladarnos cerca del oasis; construiremos los hombres nuevamente nuestras casas; avisaremos a las demás familias y lo realizaremos todos juntos.

Niña 5: -¡Qué buena idea! Nos vamos de aquí, conoceremos otro lugar.

Hombre 2: -En principio sólo iremos los hombres para construir las casas. Luego llevaremos nuestras pertenencias, y por último las mujeres cargarán a los niños. El viaje es largo.

Niño 6: -Los niños que somos más grandes y tenemos más fuerzas ¿podríamos ir a ayudaros en la construcción?

Hombre 1: -Es posible que contemos con vuestra ayuda. Los demás colaborarán con sus madres a ordenar y preparar las pertenencias que trasladaremos.

Mujer 1: -¿Cuándo avisaréis a las demás familias?

Hombre 3: -Mañana por la mañana todos estarán enterados, y comenzaremos con los preparativos.

Niño 7: -Cuándo estemos allí, ¿podremos ir al oasis?

Hombre 2: -Sí, claro, os enseñaremos cómo recolectar los alimentos, el agua...

Hombre 1: -Sentiréis... exploraréis cada rincón de ese oasis... descubriendo y conociendo cada vegetal y animal.

Mujer 3: -Este encuentro que se ha producido hoy, es una buena noticia, es alentadora, genera ilusión... seguridad para nuestro futuro y el de los niños. Aunque siempre prevalece en nosotros el profundo amor que nos tenemos... nuestro nutritivo alimento es necesario para sobrevivir.

Hombre 1: -Has pronunciado una gran verdad, mujer. En el viaje, cuando sentí que moría, saqué fuerzas no sé bien de dónde, por amor a vosotros, con la ayuda incondicional de estos amigos.

        Todos en silencio.

Hombre 3: -Considero que todos tenemos que ir a nuestras casas a descansar. Ya es tarde, y mañana nos espera un día largo.

        Todos se levantan y van caminando a sus casas La mujer, sola, camina pensativa hasta llegar a su casa.

 

ESCENA DECIMOSEGUNDA
(BOSQUES)

Escenario: Proyectar en pantalla el bosque. Transcurren las primeras horas de la mañana.

        Música. Todos los gomorritas vienen de la ciudad, portando las hachas y machetes que Bersa les había repartido en la ciudad. Vienen caminando a cumplir la petición del protector: talar los bosques para obtener los pozos de betún, y compartir las riquezas entre todos.

        En la escena los gomorritas comienzan a cortar árboles. La música sigue sonando, y escuchándose de manera preponderante el golpe de las hachas sobre la madera.

 

ESCENA DECIMOTERCERA
(SODOMA)

Escenario: Proyectar en pantalla, la plaza de Sodoma. Bara reunido con todos los habitantes de Sodoma.

Bara: -Pueblo de Sodoma: estoy enterado que Bersa ha enviado a su ciudad entera de Gomorra para talar los bosques que nos pertenecen. Creemos que quiere apropiarse de nuestros pozos de betún, por la riqueza que ellos tienen.

Sodomita 1: -¿Qué podemos hacer? ¿Hasta dónde va a llegar su ambición?

Bara: -Esperaremos un día, y sabremos la cantidad de árboles que han arrasado. Bersa no tiene límite; Bersa y su pasión por el lujo... pueden lograr un verdadero desastre.

Sodomita 3: -Considero que en unas horas ya tendríamos que acercarnos al bosque y ver el daño ocasionado.

Sodomita 4: -Estoy de acuerdo, no podemos esperar hasta mañana.

Bara: -Muy bien; a vuestro regreso, pensaremos entre todos cómo proceder.

 

ESCENA DECIMOCUARTA
(DESIERTO)

Voz en off:

"Y he aquí que envió Yahveh a Gabriel al mundo, en busca de una mujer".

Escenario: Proyectar en pantalla, interior de cueva. Con piedras grandes que simulan ser asientos.

Gabriel: -Buenas noches, mujer. (Golpea sus manos, delante de la tela que hacía de puerta en la cueva de la mujer).

Mujer: (Corre la tela, mirando a Gabriel): -Buenas noches, buen hombre, ¿qué le trae a estas horas por estos lugares? ¿Hay algo que pueda hacer por usted?

Gabriel: -Sí usted me lo permite, mujer, pasar y conversar contigo, y transmitirte algo que es importante.

Mujer: (Duda en invitarlo a pasar): -Pero... disculpe... ¿usted vive en esta población? Hasta el día de hoy nunca antes le había visto.

Gabriel: (Con su voz segura y tranquila, trasmitiendo serenidad): -No, mujer, vivo en otro lugar; pero confíe en mí y no temas; nada malo te sucederá.

Mujer: (Casi convencida, con cierta hipnotización, corriendo la tela): -Muy bien, pase. Mi casa no es muy confortable pero, por favor siéntese.

Gabriel: -Su casa no será de lo más confortable, pero su disposición, amabilidad y confianza, afirman en mí... que no me he equivocado en la elección.

Mujer: (Lo mira desconcertada): -No entiendo.

Gabriel: -Querida niña, tú eres la más bendita entre todas las mujeres, la fuerza del Altísimo está totalmente contigo.

        La mujer guarda silencio, con una profunda mirada y sin parpadear, mirando a Gabriel, considerando qué significaría aquello.

Gabriel: -No temas, muchacha, porque has hallado gracia en los ojos de Yahveh. Y que sepas que has de concebir en tu seno, y parirás un hijo. Será grande y será Hijo del Altísimo; heredará su trono y reinará para siempre.

Mujer: -Pero, ¿qué me estás diciendo?

Gabriel: -El Espíritu descenderá sobre ti, y el que nacerá de ti será llamado Enmanuel. (Levantándose despacio, Gabriel saluda a la mujer y se va).

        La mujer en silencio, pensativa, atónita, reacciona en tan sólo segundos, y sale corriendo en busca de Gabriel, para hacerle más preguntas.

Mujer: (Con voz fuerte): -Buen hombre, espere usted.

        Gabriel alejándose, de espaldas a ella, desaparece en la oscuridad de la noche. La mujer se sienta en la arena y piensa, envuelta por el perfume de ese cielo estrellado que ha bajado a su casa, bordeando con su voz suave, imaginando, sintiendo cada palabra anunciada por Gabriel.

Voz en off:

"Por aquellos días, la mujer iba diligentemente a las montañas y visitaba los poblados de su tribu. Y el Espíritu estaba con ella. Un día entro en la casa de su prima y la saludó. Y en cuanto su prima oyó el saludo, se alegró".

        Música.

 

ESCENA DECIMOQUINTA
(BOSQUES)

Escenario: Proyectar bosque frondoso, con sonido de hachas. Árboles en el escenario y hombres cortándolos.

        Todos los gomorritas continúan talando de forma atroz el bosque, sin reparo alguno, obedeciendo, sólo con el interés que los caracteriza: la riqueza, y siendo tan sólo las sombras de su protector. Los sodomitas escondidos observan la magnitud de la destrucción.

Voz en off:

"Entonces se movieron a guerra Bara, rey de Sodoma, contra Bersa, rey de Gomorra. Todos sus ejércitos vinieron a enfrentarse en el Valle de las Selvas, que ahora es el mar salado. Y el motivo fue porque habiendo estado doce años sujetos, al decimotercero se sacudieron el yugo. Y dada la vuelta, talaron todo el país vecino. Y salieron a campaña el rey de Sodoma y el rey de Gomorra, y ordenaron batalla. El resultado fue que el rey de Sodoma y el rey de Gomorra, cayeron allí mismo. Los que escaparon huyeron al monte, apoderándose de todos los víveres restantes".

 

ESCENA DECIMOSEXTA
(SODOMA)

Escenario: Proyectar la plaza de la ciudad de Sodoma.

        Todos los ciudadanos están reunidos con Bara.

Sodomita 1: -Bara, lo que hemos visto es desgarrador; han destruido todo el bosque.

Sodomita 3: -¡No puede ser! ¿Con qué derecho se han atrevido?... ¡Hay que matarlos a todos!

Bara: (Con voz muy fuerte, enojado): -¡Sí, les daremos batalla a esos malditos! Nos prepararemos con un ejército, hoy mismo. Por la noche les atacaremos, en el mismísimo Valle de las Selvas.

Sodomita 2: -Tenemos suficientes arcos y flechas, para no dejar a un solo gomorrita vivo.

Bara: -Yo mismo seré quien me encargaré con toda mi furia de matar a Bersa. (Grita y exclama): ¡Sodoma para la batalla!

        Todos van saliendo en busca de arcos y flechas. Bara los convoca nuevamente.

Bara: -¡Esperad! Una última petición. Necesito un mensajero, que se dirija hasta Gomorra y dé aviso a Bersa. Quiero que estén enterados, no voy a jugar una sucia batalla, aunque sea la última en la que combata.

Sodomita 2: -Bara, ¿qué te pasa? ¿Te has vuelto loco? ¿A quién se le ocurre avisarles? Lo mejor es sorprenderlos; así será más fácil.

Sodomita 4: -Él tiene razón, Bara. Estás confundido, ¿qué idea se cruza por tu cabeza?

Bara: (Grita): -No les estoy pidiendo que opinen, que expongan sus ideas, ni les consulto qué es lo mejor. Esto no es una decisión tomada por todos. Es una orden que estoy dando. ¿Quién se ofrece a ir? De lo contrario iré yo mismo.

Sodomita 5: -Bara, yo me ofrezco a ser tu mensajero. (Se va caminando rumbo a Gomorra).

Bara: -Muy bien hombre, agradezco tu disposición. Los demás, continuad con los preparativos. (Gritando).

        Ahora sí, la ciudad de Sodoma se alista para la batalla. Los pobladores de Sodoma salen poco a poco de escena. Se proyecta en la pantalla la ciudad de Sodoma desierta, con un niño jugando en la calle.

 

ESCENA DECIMOSEPTIMA
(VALLE DE LAS SELVAS)

Escenario: Proyectar en pantalla el Valle de las Selvas. Por la noche. En un lateral, escondidos con sus flechas y arcos los sodomitas; por el otro lateral, vienen los gomorritas.

        Comienza la batalla, con sonidos de disparos de flechas, gemidos de dolor, gritos… Muchos van cayendo a medida que son abatidos por las flechas enemigas.

Bara: -¡Ataquen! ¡Con todas las fuerzas, Sodoma!

Sodoma sale a batalla.

Bersa: -¡Vamos Gomorra, luchad! ¡Nada nos detendrá!

        Todos luchan cuerpo a cuerpo, cargando sus flechas en las espaldas; flechas que atraviesan cuerpos, que derraman sangre por doquier. Decenas de muertos en el escenario, y junto a ellos los cadáveres de los reyes Bersa y Bara, que triunfaron... sólo al encontrar su propia muerte.

        Los pocos supervivientes corren heridos y como pueden, dirigiéndose al monte, apoderándose de los víveres restantes en esta noche oscura, que les impide ver lo que agarran de forma desesperada.

 

ESCENA DECIMOCTAVA
(SODOMA Y GOMORRA)

Escenario: Las dos ciudades proyectadas en la pantalla. En el escenario, en una mitad, mujeres y niños de Gomorra, y en la otra mitad, niñas y mujeres de Sodoma. Los niños jugando, las mujeres conversando, caminando.

        Oscuridad. Silencio.

Voz en off:

"Y al mismo tiempo Yahveh hizo llover azufre y fuego del cielo, sobre Sodoma y Gomorra, y arrasó estas ciudades y a los moradores de estas ciudades y todas las verdes campiñas de su territorio".

Escenario: Entre la oscuridad, empiezan a oírse ruidos de relámpagos, y rayos empiezan a iluminar, en fases intermitentes, el escenario. Desde arriba caen piedras amarillas (azufre) y bolas de fuego, destruyéndolo todo, y quedando todo consumido por el fuego.

        Todas las mujeres y niños corren desesperadamente, gritan, lloran, se buscan... Se desencuentran madres y niños, tratando de poder escapar de las altas llamas, muchos de ellos son consumidos por el fuego feroz, sin piedad.

        Las imágenes son desoladoras. Niños solos exclamando "¡Madre!" y envueltos por el fuego ardiente. Otros sin embargo han podido tomar ciertos víveres, y huir rumbo a las montañas, pudiendo salvarse. Pero caminando con heridas y quemaduras que exhalan dolor...

 

ESCENA DECIMONOVENA
(MONTAÑA DEL SAVE)

Escenario: Proyectar en pantalla la Montaña del Save. Niños y niñas heridos, cargando los víveres, caminan agotados, rumbo a la Montaña. Sigue la música. Todo transcurre en silencio.

Voz en off:

"En esto algunos de los que sobrevivieron, con todos los víveres y también con algunas mujeres, subieron a la montaña del Save, y allí presentaron pan y vino al Altísimo. Y Yahveh les dio su bendición, y los protegió con su mano. Ellos ofrecieron el diezmo de todo lo que traían a Yahveh, e hicieron allí mismo un altar, consagrando Yahveh allí sacerdote a Melquisedec. Llamaron a la ciudad Shalem".

        Las niñas y niños suben a la montaña agobiados de cansancio, cargando los víveres, hasta llegar a la cima. Allí van dejando sus ofrendas al Altísimo. Se van sentando, desplomándose en la paz que se respira allí. En ese mismo instante se escucha una voz fuerte que les dice:

Yahveh: -Os doy mi bendición, junto a mí encontraréis la salvación y protección. Separadme al más pequeño de vosotros, para la misión a la que lo he llamado. Será macho, sin defecto, de buen ver y religioso en su corazón. Cuando os llame me responderéis: oh Altísimo, mi defensor y protector.

        Una luz amarilla ilumina a todos las niñas y niños sentados. Se levantan uno a uno, y entre todos construyen un altar en honor a Yahveh.

Príncipe Sedec: (El más pequeño, de 7 años, y el pedido por Yahveh): -Tu trono, oh Altísimo, es firme para siempre, y cetro de rectitud será tu reinado.

Niña 2: -Porque amas lo justo y odias lo que es malo… Por ti Altísimo, una unción con perfumes de alegría.

Niña 3: -A ti Yahveh entonamos estos cantos de alabanza.

Niño 4: -Al altar del Altísimo nos acercaremos, al Protector de la alegría, y jubilosos cantaremos al Señor.

Niño 5: -La salvación de los justos viene del Altísimo; él es nuestro refugio en los tiempos de la angustia.

Niña 6: -Mi alma se llena de gloria en el Señor. Miradlo y seremos iluminados.

Niña 7: -El Altísimo está cerca de nuestros corazones deshechos, él nos librará de nuestro padecer.

Niño 8: -Esta cima será el Santuario, donde alabaremos siempre al Altísimo, aquí traeremos nuestras ofrendas a él.

Niña 9: -Alguno de nosotros tendrá que acompañar al Príncipe Sedec en el Santuario.

Príncipe Sedec: -Morarán aquí, junto a mí, los dos niños que sean de mayor edad; los demás viviréis al pie de la montaña. Fundaremos una ciudad para la paz, y la llamaremos Shalem. La protegeremos con grandes muros de piedra, formaremos calles circulares que suban y bajen por la montaña. Una vez por semana subiréis todos hasta mi Santuario, para escuchar mis mensajes de paz. Ofreceremos el diezmo de nuestro trabajo a Yahveh.

Niña 10: -Así lo haremos, el Señor nos enseñará los senderos de la verdad, hasta llegar a él.

Príncipe Sedec: -El Señor en su verdad guiará nuestros pasos, nos instruirá en el Amor y la lealtad.

        Música. Todos se encaminan entusiasmados a bajar de la cima, para comenzar a construir la Ciudad de la paz, Shalem.

 

ESCENA VIGESIMA
(DESIERTO)

Voz en off:

"Y sucedió que le llegó la hora del parto. Y parió a su hijo primogénito y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en ningún lugar".

Escenario: Se proyecta en pantalla el interior de la cueva. Allí se encuentra la mujer sola, recostada en trapos sobre el piso. Sólo una luz blanca ilumina a la mujer, que está sola en medio del escenario.

        Música. La mujer recostada, llora del dolor que le causan las contracciones. Respira profundamente. Sus piernas están abiertas, a la espera deseosa de su hijo.

        Su prima acude inmediatamente al lugar, pues había sido avisada por un hombre desconocido, diciéndole "dirígete a la casa de tu prima, pues necesita tu ayuda". Al entrar se encuentra a su prima a punto de parir, y prepara rápidamente trapos limpios para recibir al bebé.

        La mujer grita, respirando agitadamente y empujando.

Prima: -¡Vamos mujer, empuja! ¡Con todas tus fuerzas, que ya veo la cabecilla de tu hijo!

        La mujer sigue empujando, exclamando gemidos de dolor.

Prima: -¡Lo tengo! ¡Vamos! ¡Sigue haciendo fuerza, falta poco!

Mujer: -Me duele mucho. (Empujando).

Prima: - ¡Ha nacido! (Se lo muestra): ¡Has dado a luz a un niño! (Se lo da ubicándoselo en su pecho): ¡Es muy hermoso!

Mujer: (Llorando de la emoción): -Bienvenido, hijo mío... Bienvenido, Enmanuel.

        El bebé llora hasta que encuentra la fuente de satisfacción plena, el pecho de su madre. La mujer está deslumbrada, fascinada, embelesada. Lo mira, lo toca, lo besa. Su prima lo cubre con telas blancas. La mujer derrama sus lágrimas que caen sobre el niño. Oscuridad.

Voz en off:

Belial: (Gritando): -¡No puede ser verdad! ¡No puede ser real! ¡Encontraré al hijo de Yahveh! Moveré los mares, los desiertos, y el mundo, hasta encontrarlo y matarlo. ¡Esta vez Yahveh te destruiré, esta vez venceré y reinaré! ¿Hasta dónde quieres llegar?...

        Música de relámpagos atronadores. Luz intermitente de rayos, y finalmente silencio. Luz tenue.

Escenario: En la cueva de la mujer, su prima está confeccionando con pajas, sobre la arena, un pesebre, y allí está acostando al niño Enmanuel.

        En el desierto se trasmite de voz en voz la llegada de Enmanuel. Los pobladores se acercan a la casa de la Mujer y llevan consigo víveres que dejan a modo de regalo, por el nacimiento. Entran a conocer al Niño y ubican a ambos costados del pesebre sus obsequios.

        Al caer el sol, los pobladores regresan a sus casas al igual que la prima de la mujer, quedando ella a solas contemplando a su hijo.

 

ESCENA VIGESIMOPRIMERA
(DESIERTO)

Voz en off:

"Y el dragón, una vez que la mujer hubo parido a aquel varón, se precipitó al mundo y empezó a buscar a la mujer y al niño. Mas la mujer junto con el niño fueron socorridos y sacados del desierto. Y el dragón, irritado, tuvo que apostarse sobre la arena del mar".

Escenario: Belial camina desesperadamente, por todos lados, queriendo encontrar al niño. Buscando cueva por cueva en el desierto, se cruza con un poblador.

Belial: -Buen hombre, ¿podría decirme usted lo ocurrido acerca del nacimiento de un niño, por esta comarca?

Hombre: -Pues claro que sí. Un varón fuerte ha nacido hoy, en aquella casa. (Señalándole la cueva de la mujer).

Belial: -¿Dónde está ese recién nacido? (Asaltando imprevistamente la casa de la mujer).

Mujer: (Siempre atenta y moviéndose ágilmente, cubriendo al niño con su manto blanco): -Apártate, Satanás.

        Belial se precipita, echando espumarajos, sobre la mujer y el niño. Pero en ese momento desaparecen los dos: la madre y el hijo, que son sacados del mundo y llevados a la Tierra. Una luz muy fuerte ingresa en la casa, provocándole a Belial una ceguera, e impidiéndole ver qué sucede a su alrededor. Belial con sus manos se cubre los ojos.

        Cuando nuevamente puede volver a mirar, observa que la mujer ha desaparecido, y sólo encuentra algunos trapos blancos.

        Belial se ofusca, se enfurece despiadadamente, golpea con sus puños lo que tiene cerca, violentamente revolea los paños, destroza las pocas pertenencias que quedan dentro de la casa.

Belial: (Enfurecido, enojado, fuera de sí): -Maldigo cada hueco, cada grano de arena, cada mujer, hombre o criatura que habite en los desiertos. (Escupiendo atrocidades, condenando a la población a sufrir y padecer sus calamidades).

        Comienzan a brotar de la arena escorpiones, serpientes... que destruyen a cada habitante del desierto, introduciendo despiadadamente su veneno… y obteniendo la desestructuración de cada familia, dejando niños huérfanos, padres sin hijos ni mujeres, madres sin hijos ni maridos.

        La armonía en la que se encontraban los moradores, establecida gracias a la inocencia original, queda destrozada por Belial. El dominio de las facultades espirituales se quiebra, la unión entre el hombre y la mujer es sometida a la tensión, la armonía con la creación se hace ahora para el hombre, extraña y hostil.