LISIPO
b)
Lisipo
c) Apoxiomeno de Lisipo
d) Comentario sobre la obra de Lisipo
_________________________________________________
a.1)
Grecia del s. IV a.C.
Fue
la historia de la resistencia
contra los persas, y de la satisfacción helénica por sus victorias externas e
independencia sobre la zarpa oriental[1].
Es
la etapa, no obstante la euforia exterior, de la resaca y nostalgia interior, por lo que un
día se fue, en polis, apoikias, auge comercial, y que por propias rivalidades
internas se perdió[2].
Así
pues, pensadores como Sócrates y Demóstenes, artistas como Policleto… y
sobre todo la nueva escuela macedónica del norte, intentarán unir ambos polos,
exterior e interior, mediante una única, diferente y tradicional, cultura y pensamiento
panhelénico[3].
En
el campo de la
política, las circunstancias no van a ser la corriente favorable a
ese ideal supremo, ni mucho menos. Tras la derrota de la democracia, cualquier
otra opción de gobierno sólo consiguió acarrear nuevas incertidumbres[4],
y nada pudo volver a ser lo de antes. Es la época de la seriedad y la madura
reflexión, sin opción a poder volver a equivocarse.
La heroica resistencia de los griegos contra los persas, y la satisfacción
por la victoria conseguida, habían dado a la Grecia clásica un matiz de
confianza en el valor del hombre[5],
de confirmación del camino cultural emprendido[6],
de reconocimiento hacia las divinidades protectoras de las polis[7],
de supremacía de todo lo griego sobre lo demás[8].
Por otro lado, las penurias y agotamiento sufrido por propias luchas
intestinas, tras las Guerras civiles del Peloponeso, sembraban de dudas todo lo
anterior, y llenaba de sombras
el arte y la épica anterior. La filosofía tenía ahora que responder a los
desafíos, lo que hasta entonces había hecho la ferviente mitología y culto
religioso.
La
poesía empezó a mostrar escepticismo ante las nuevas oligarquías dirigentes[9],
y la escultura se llenó de aspiraciones ilusorias[10],
angustias y pasiones[11],
placeres sensuales de los dioses[12].
No
se perdió la madurez adquirida del sufrimiento y las batallas, pero esa paideia
o sentido cultural quedó ensombrecido por el agotamiento y la decepción. La niké de Maratón, y la traición espartana, quedarán reflejadas,
una y otra vez, en la mente y en las manos de los pensadores y artistas.
a.3)
Arte griego clásico
“El arte griego, -nos dice Ricardo Olmos-, fue una inagotable fuente
de estímulos, y ha configurado nuestro gusto de mil formas
diferentes...
Pero su encanto principal consiste en ofrecernos un completo ciclo
de preguntas simples y fundamentales, de forma siempre diferente, con
respuestas que fueron siempre el resultado de una reflexión[13]”.
Así, continúa el profesor Olmos, la escultura griega era capaz de
transportar a una esfera ideal, a un espacio y
tiempo sereno y sagrado, al modelo de belleza, al estímulo moral. Podía hacer
mejores y más bellos a los hombres[14].
Con esta bella introducción, nos introducimos en uno de los espacios
culturales más sobresalientes de la cultura occidental griega: su arte.
Es
verdad que la lengua griega no poseía una palabra concreta para designar el
arte, tal y como lo entendemos hoy en día, que la palabra utilizada era techné
o destreza, que las musas de la antigüedad
inspiraban a los escritores, no a los artistas[15].
Pero también es verdad que los artistas se inspiraron en los pensadores, que
los artistas ayudaron a mejorar a los pensadores.
Y
entre sus expresiones plásticas más destacables, figuraron la arquitectura, la
pintura y la escultura.
En arquitectura, la reconstrucción
de la Acrópolis de Atenas, durante el periodo de Pericles, y tras la devastación
persa del 480 a.C, fue el modelo más acabado del clasicismo[16].
También sobresalieron las construcciones del Partenón, el Erecteion, el templo
de Niké y los Propileos.
Realizados
como morada de los dioses, estos templos conjugaron la vocación racional y la
sensibilidad de cada una de sus partes[17].
La
pintura,
interesada en la figura humana y en el espacio que los rodea, representó
magistralmente en murales “la ilusión de realidad, mediante la perspectiva y
el volumen[18]”.
El ideal de la belleza, las leyes del equilibrio, los límites de la
sensibilidad y el espíritu de la razón[19],
son algunos de los fundamentos de la escultura clásica griega que se desarrolló
entre los siglos V y IV a.C.
En efecto, para los escultores clásicos, el concepto de realidad estaba
ligado al de la belleza idealizada. Y con este
principio trabajaron sus obras, a través, entre muchos otros, de los famosos
Apolos[20].
Se trata de esculturas de tamaño generalmente natural, realizadas en
piedra o bronce. Su versión femenina o koré
muestra cuerpos compactos, delicada fisonomía, y acentuada sensibilidad plástica
en el trabajo de los pliegues de la túnica o en el tocado de la cabeza.
Pero también se trabajó con cuerpos
masculinos o kurós,
representados en la fuerza del atleta, desnudos, con una pierna que avanza,
donde predomina el conocimiento del cuerpo, la proporción de sus partes, la
serenidad del movimiento. La luz solía resbalar sin sobresaltos por las figuras
esculpidas, siempre juveniles, y cuyas representaciones resultaban ser el exacto
equilibrio entre el intelecto y la sensibilidad[21].
Así se expresaron escultores
como Fidias, en sus obras para el Partenón, Mirón en su Discóbolo, Policleto en el Doríforo,
Praxiteles en su Hermes, y Lisipo en
su Apoxiomeno.
Lisipo de Sición (388-318 a.C), natural del norte del Peloponeso, último
de los clásicos y el más grande de los escultores griegos del s. IV
a.C, señaló el rumbo que la escultura griega habría de seguir en el futuro,
con la mirada puesta en la naturaleza y en el estudio de los tratados de los
maestros, en el que él se declaraba admirador del Doriforo
de Policleto[22].
Fue
uno de los escultores griegos más prolíferos, con más de 1.500[23]
obras
escultóricas en su haber, y el predilecto
de Filipo II y Alejandro III el Magno.
En su obra, Lisipo hizo prevalecer el aspecto del modelo
sobre el ser real. En propias palabras suyas, “los demás
representan al hombre como es; yo, como me parece que es”[24].
Sin embargo, sus obras son tan lineales como las de ningún otro autor[25].
Lisipo llevó a la perfección
el bronce, ahondó en lo que debía ser la naturaleza humana, y mostró una
preocupación constante por el canon, distando en este aspecto del futuro
helenismo
Su madurez debió coincidir con la Olimpiada 113, y sus discípulos
no se quedaron atrás en la perfección escultórica lisipea, siendo requeridos
para multitud de importantísimas obras maestras del mundo helénico[26].
Incluso su discípulo predilecto, Chares de Lindos, sería el creador de una de
las 7 maravillas del mundo, el Coloso de Rodas.
Fue la escultura de atleta limpiándose con
strigilis, que Lisipo esculpió en bronce, y cuya copia romana se conserva en
los museos del
Vaticano. Fue descubierto en 1849 en el barrio romano del Trastevere,
y al año siguiente el arqueólogo alemán August Braun reconoció en la estatua
una copia de un bronce de Lisipo citado por Plinio
el Viejo en Historia Natural.
Según
Plinio, la estatua fue consagrada por Agripa ante las termas que llevan
su nombre. El emperador Tiberio, gran admirador de la estatua, la hizo
transportar a su habitación. El pueblo romano reclamó la devolución de la
estatua.
Se trata de un atleta desnudo que se limpia de
aceite con el estrígil. Mide 2,05 metros de altura. El conjunto produce un
efecto de movimiento momentáneo. Se apoya en una pierna mientras la otra está
desplazada hacia un lado, recibiendo parte del peso.
Una de las manos es restauración moderna. La cabeza es pequeña y está
girada de forma parecida a la del Doríforo
de Policleto, obra que tuvo bastante influencia en su ejecución.
La
mayoría de los historiadores de arte sostienen que la copia romana en mármol
hace referencia a la estatua en bronce
perdida de la antigua Grecia, y realizada por Lisipo hacia los años 340-330 a.C.
Otros
autores, sin embargo, han cuestionado que esta copia sea similar a la estatua
realizada por Lisipo[27].
La obra de Lisipo alcanza el sobresaliente en todas sus partes,
destacando, si cabe todavía más, la esbeltez
del cuerpo y la reducción
del volumen de la cabeza.
La
posición, -nos explica el profesor Frejeiro-, es poco estable: el cuerpo parece
oscilar sobre las piernas, y la pierna derecha, un poco retrasada y dirigida a
un lado, no se hinca en el suelo con demasiada firmeza[28].
Siguiendo con la fisonomía descrita por Blanco Freijeiro, en el caso de
los brazos,
“el brazo derecho se dirige hacia el espectador que mira de frente la estatua,
rompiendo el efecto del relieve; el brazo izquierdo corta al derecho en ángulo
recto, y se interpone entre el espectador y el plano principal de la estatua[29]”.
Se puede decir que el Apoxiomeno
muestra movimiento atrapado y momentáneo.
La separación de los pies, por ejemplo, no sólo ayuda a producir esa sensación
de movimiento instantáneo, sino que sirve al mismo tiempo para equilibrar la
acción de los brazos[30].
El
Apoxiomeno fue diseñado por Lisipo
con un punto de partida radical, que vino a desembocar en una concepción
diferente de la tradición escultórica. Se puede decir que la pieza muestra una
tercera
dimensión, con un brazo levantado y dirigido hacia adelante,
mientras que el otro cruza el cuerpo un poco más abajo.
Diseño
que su autor muestra para que la escultura pudiera ser más eficaz desde diversos
puntos de vista[31].
Dentro de la más estricta obediencia a los cánones de su maestro
Policleto, Lisipo supo dar a su Apoxiomeno
una afirmación personal introduciendo un nuevo sistema de proporciones.
Haciendo la cabeza más pequeña, y el tronco
más ágil y esbelto, la pieza alcanzaba apariencia de mayor altura,
dando la impresión de que, desde distintas direcciones, la acción del atleta
podía cambiar su movimiento en cualquier momento[32].
Idea genial de un genio del arte, que pasó a los cánones escultóricos
de las futuras generaciones[33],
haciendo evolucionar
la tradición sin hacerle perder su prevalencia.
De
hecho, Lisipo supo trasladar silenciosamente a la escultura su capacidad
retratista, como lo había demostrado en Olimpia, con la estatua del
atleta Pulidamias[34]
e incluso con relieves que pintaban las proezas atléticas desarrolladas en la
capital olímpica por excelencia[35].
d.1)
Arte racional
Grecia fue un pequeño pueblo dotado de un admirable
espíritu para las más variadas manifestaciones culturales[36].
En todas las ramas que cultivó, Grecia dejó marcada una profunda huella
genial. Se puede decir que Grecia fue la cuna de la cultura occidental, y la razón,
la medida de todas sus cosas[37].
A Grecia se debe la formulación de las nociones fundamentales del saber
con una precisión inigualada[38],
la mayor parte de las tendencias que de una manera u otra impregnan la historia
de la sociedad[39],
la distinción y fijación de las partes de la ciencia, sus problemas y métodos
de investigación[40].
Y el arte de Lisipo no fue una excepción. Si la literatura, la política, la
religión, la matemática… estaban impregnadas de este sistema racional, también
lo estaría la belleza artística en Lisipo, la que debía ser el cuarto de sus conceptos
universales, tras la unidad, la verdad y el bien.
“Bello es lo justo en cada cosa.
En cambio, no me parece bello el exceso o el defecto”. Es Demócrito[41]
quien nos introduce en este mundo, el de la belleza, universal metafísico en sí
mismo conocido.
Pero vayamos a las piezas de arte de Lisipo, a ver qué nos dicen entre líneas, qué nos muestran del trasfondo, qué reluce del artista que la piensa. En líneas generales, se puede decir que se trata de una belleza serena en las formas, y delicada en el movimiento (característica de la Grecia Clásica[42]).
El
arte de Lisipo fue un arte realista, que supo comunicar de un modo inmediato, y
mediante formas estilizadas, las cualidades
esenciales del hombre[43].
Así
pues, de todos los rasgos analizados, podemos deducir un axioma en la obra
escultórica de Lisipo: el hombre estaba en el centro de su arte.
No
era “la medida de todas las cosas”,
como decían los sofistas[44],
ni tampoco ese “perro que ladra a quien
no conoce, que como asno, prefiere la paja al oro, y que se dedica a llenar su
vientre como una bestia”, como decía Heráclito[45].
Se puede decir que la escultura lisípea logró poner al hombre en el centro de todas las cosas.
En
Lisipo, el arte griego significó una revolución en la sociedad, un
lenguaje a la conquista de la figura humana, una copia exacta de lo que debía
ser la naturaleza
humana.
Esta
idealización
no debía contradecir el realismo, sino acompañarle en el camino, ajustar su
anatomía, perfeccionar su simetría, suprimir sus rasgos contingente de edad,
emoción, individualidad[46].
Se trataba de mostrar que el hombre, compuesto orgánico de cuerpo y alma,
estaba por encima de lo demás, tenía el principio regulador de todo lo demás
(la psiqué), era el centro de todo lo
demás.
ed.
Mercaba
Diócesis de Cartagena-Murcia
Indice
general: www.mercaba.org/GradodeHistoria/1.doc
[1]
Las Guerras Médicas (490-479 a.C, narradas por HERODOTO) constituyeron la
auténtica sorpresa internacional, en que por primera vez un pequeño David
(Grecia) lograba tumbar al gigante persa oriental, inundado de legiones
medas.
En
la victoria de Marathon (12 sept.
490 a.C), 10.000 atenienses, al mando de MILCIADES, y formados en rígidas
falanges atenienses, lograron tumbar a los 20.000 jinetes de Datis de
Persia, con FILIPIDES recorriendo los 42 km para gritar Niké.
Tras
la humillante venganza persa de Termópilas
(11 ago 480 a.C), en que los 8.000 griegos de LEONIDAS fueron aplastados por
los 320.000 persas de Jerjes, con la consiguiente devastación de Atenas,
DEMISTOCLES logró reunificar la resistencia, y sucesivamente en Salamina (con el hundimiento de la flota persa) y Platea,
Grecia logró expulsar a los persas del territorio helénico.
[2]
Las Guerras del Peloponeso (431-404 a.C, narradas por TUCIDIDES) supusieron
el fin de la democracia ateniense, y las consiguientes piratería, stasis, y
búsqueda de una filosofía diferente. Enzarzadas comercialmente Esparta y
su liga del Peloponeso (con Corinto y su soberanía naval, Megara y sus
decretos comerciales…) con Atenas y su liga de Delos (islas del Egeo), las
batallas fratricidas griegas supusieron el agotamiento de una guerra agonal,
llena de sacrilegios, imparcialidad y traición.
Tras
la I Guerra civil o Arquidámica
(431-421 a.C), en que ARQUIDAMO de Esparta fusiló los campos atenienses y
provocó la peste y hambruna, y las siguientes batallas de Pilos y Delión,
NICIAS de Atenas tiene que rendirse al nuevo status espartano.
Con
la II Guerra civil o Decélica-Jonia
(415-404 a.C), iniciada en una nueva ofensiva espartana en Decelia de Ática,
y las batallas de Arginusas y Egospótamos, Atenas tiene que rendirse de
forma total, entregando sus islas, permitiendo un gobierno tirano (de los
30), y destruyendo parte de su patrimonio cultural y comercial.
[3]
En el Concilio de Corinto (337 a.C), y tras el dominio obtenido por FILIPO
de Macedonia sobre toda la Grecia continental, tras la batalla de Queronea-338
a.C. y consiguiente castigo a Tebas y Esparta, surge por primera vez la idea
del panhelenismo, en su vertiente política (el rey pasaría a ser el
estratego de un estado federal, con proyección conquistadora contra Persia)
y cultural (inspirada en la paideia griega).
[4]
Antes de la llegada de FILIPO II al poder, estamos ante la decadencia de las
antiguas hegemonías: de Esparta, con la famosa revuelta de la coaligada
Argos; de Atenas, con las oligarquías sucediéndose, como la de TRASIBULO;
de Tebas, que en esta “anarquía” logró alzarse a 1ª potencia, con
PANITEBAS y sus victorias en Leuctra-371 y Mantinea-362 a.C, hasta su
derrota en Queronea-338 a.C.
[5]
No hay más que escuchar los discursos de LISIAS, ISEO y ANDOCIDES, maestros
de la elocuencia, y para algunos el origen del futuro sofismo combatido por
la filosofía socrática.
[6]
ARISTOFANES, por ejemplo, testimonia en su Comedia Antigua, con cierta sátira política y cultural, la activa
participación de todo el pueblo en la vida ciudadana.
[7]
De mención especial es la profunda religiosidad mostrada por
SOFOCLES en este final del s. V, sobre la vida y el destino de los hombres.
También ESQUILO, con su vigorosa y solemne religiosidad, refleja el ideal
moral y religioso del inicio de esta Época Clásica.
[8]
Se puede decir que fue DEMOSTENES el iniciador de la hybris helena clásica,
al animar, en su Filípicas y en
sus Olintíacas, a la resistencia
de Grecia contra todo lo extranjero o bárbaro. ESQUINES e ISOCRATES también
fueron defensores de la idea panhelénica y de la supremacía de Grecia
sobre lo demás.
[9]
PINDARO, en este sentido, criticó seriamente el ideal moral reflejado por
las nuevas aristocracias, en lo que se ha considerado el final de la lírica
griega.
[10]
Véanse las obras de CEFISODOTO, de su grupo alegórico de Irene
y de Pluto, esculpido hacia el 370 a.C.
[11]
Fue SCOPAS DE PAROS, en sus obras esculpidas en mármol, el que supo
reflejar mejor todos los avatares de este atormentado siglo.
[12]
Fue el escultor PRAXITELES, en sus Afroditas, Hermes, Apolo
y Eros, el que representó como nadie esta voluptuosidad de las
divinidades, en una clara decadencia de religiosidad.
[13]
OLMOS, R; “El arte griego”, en RAMIREZ, J. A; Historia
del Arte. Mundo antiguo, ed. Alianza, Madrid 2008, p. 239.
[14]
cf. OLMOS, R., op.cit, p. 239.
[15]
cf. BOARDMAN, J; El arte griego,
ed. Destino, Barcelona 1997, p. 16.
[16]
cf. GUEL, R; SISTI, M.E; Historia
Universal, ed. Visor, Buenos Aires 2000, p. 105.
[17]
cf. GUEL, R; SISTI, M.E; VAN DOORN, L., op.cit, p. 105.
[18]
Ibid., p. 105.
[19]
Ibid.,
p. 106.
[20]
En torno al culto de Apolo, en los oráculos de Delfos, cabe destacar, desde
tiempos antiguos, el apoyo que le mostraron los 7 sabios: TALES DE MILETO,
PITACO DE MITILENE, BIAS DE PRIENE, SOLON DE ATENAS, CLEOBULO DE CNIDOS,
MISON DE KHENAS, KILON DE ESPARTA, quienes grabaron en su templo de Delfos,
corazón indivisible de Grecia, aquella máxima de “conócete a ti
mismo” (cf. HERMIPO, Prooem. I,
40ss).
[21]
cf. GUEL, R; SISTI, M.E; VAN DOORN, L., op.cit, p. 106.
[22]
Se dice que fue en el Peloponeso donde floreció la legendaria generación
de escultores clásicos del s. IV. Entre los diversos focos escultóricos
del Peloponeso, el más importante fue la escuela de Policleto en Argos,
autora de la Hera de Argos, la Hebe
crisoelefantina, el Orfeo, un Discóbolo distinto al de MIRON… Parece ser que los espartanos
encargaron a la escuela de POLICLETO más de 38 estatuas del monumento a la
victoria de Egospótamos, colocadas en Delfos (cf. BLANCO FREIJEIRO, A; El
arte griego, ed. CSIC, Madrid 1997, p. 304).
[23]
Su recuento fue posible tras su muerte, gracias a que guardaba una moneda de
oro de cada pago que recibía.
[24]
cf. BLANCO FREIJEIRO, A; El arte
griego, ed. Anaya, Madrid 1990, p. 90.
[25]
No hay más que ver su Apoxiomeno,
el Eros tendiendo el arco, el Heracles
farnesio, la Afrodita, los
retratos de SOCRATES, ARISTOTELES y ALEJANDRO MAGNO…
[26]
Uno de sus privilegiados, EUTICHIDES DE RODAS, sería el encargado de
esculpir la famosa Fortuna tutelar
de Antioquía (cf. BLANCO FREIJEIRO, A, op.cit., p. 91).
[27]
En la copia romana, dictada bajo la censura imperial, existen algunas
modificaciones, tales como el tapamiento del desnudo sexual del atleta.
[28]
cf. BLANCO FREIJEIRO, A; El
arte griego, ed. CSIC, Madrid 1997, p. 331.
[29]
cf. BLANCO FREIJEIRO, A, op.cit.,
p. 332.
[30]
cf. ROBERTSON, M; El arte griego,
ed. Alianza, Madrid 1985, p.311.
[31]
cf. ROBERTSON, M, op. cit., p.313.
[32]
cf. RICHTER, G.M; El arte griego,
ed. Destino, Barcelona 1980, p. 153.
[33]
De aquí es desde donde debemos encontrar el origen del mayor movimiento y
dinamismo de la época helenística, desde este final espléndido del canon
clásico del s. IV.
[34]
cf. PAUSANIAS; Obras, VI, 5, I.
[35]
cf. RICHTER, G.M, op.cit., p. 153.
[36]
cf. FRAILE, G; Historia de la filosofía.
Tomo
I: Grecia y Roma,
ed. BAC, Madrid 1990, p. 119.
[37]
Para muchos, la razón griega marca la cumbre más alta a la que ha llegado
la humanidad. Véase, así, la obra de Lessing, Winckelmann, Goethe,
Schiller, Hegel, Nietzsche…
[38]
“Con el preciso análisis de la naturaleza, de Dios, y del retorno cíclico
de sucesos y cosas, se puede conocer la ley cósmica, y los efectos de esa
ley en las cosas contingentes” (cf. ANAXIMANDRO; D.
Laercio, II, 1-2)
[39]
Monismo y pluralismo, materialismo y espiritualismo, idealismo y realismo,
racionalismo y empirismo, dogmatismo y probabilismo, hedonismo y
utilitarismo, criticismo y escepticismo… Apenas hay actitud posterior en
la historia del pensamiento que no tenga sus antecedentes en la razón
griega.
[40]
“De las antítesis primarias entre el ser y no-ser, limitado e
infinito, lleno y vacío, provienen todas las figuras, los números y las
cosas: del 1 el punto, del 2 la línea, del 3 la superficie, del 4 el
volumen, y entre ellos, la geometría total del universo” (cf. THALES DE
MILETO, Timeo, 55d).
[41]
cf. DIELS, H; Doxografia griega, tomo II, Berlín 1879, p. 211.
[42]
Todavía se mantendrá, por cierto tiempo, el canon de belleza clásica
a lo largo del periodo helenístico, como es el caso de las “Venus”
desnudas de MILO.
[43]
cf. BOARDMAN, J; El arte griego,
ed. Destino, Barcelona 1997, p. 276.
[44]
Según PROTAGORAS y GORGIAS,
“las leyes son lo que a mí me parecen, pues yo soy la medida de todas las
cosas” (Protag., 317b), pues
“no existe nada sino yo, ni el ser ni el no ser ni la mezcla de ser y no
ser” (Elogio de Helena 8,
12-14). Es el concepto de hombre, está claro, del más radical nihilismo.
[45]
Se dice que HERACLITO depositó su libro en el templo de Artemisa de Éfeso,
pero lo dejó escrito en un oscuro dialecto jónico, “a fin de que después
de haber escuchado mi doctrina no la entiendan, y se queden todos sordos”
(cf. TIMON, fragm., 43D).
Posteriormente, y aburrido de los hombres, se retiró a los montes, viviendo
de hierbas y muriendo de hidropesía.
[46]
cf. BOARDMAN, op. cit., p. 23.