1.
NACIMIENTO E INFANCIA DE JESÚS
(Lc
3,23-38)
1
1
Genealogía
de Jesucristo, hijo• de David, hijo de Abrahán.
2 Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, 3 Judá engeñdró a Farés y a Zara de Tamar, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aram, 4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, 5 Salmón engendró a Booz de Rahab, Booz engendró a Obed de Rut, Obed engendró a Jesé, 6Jesé engendró al rey David.
David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías, 7Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asá, 8Asá engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, 9Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró. a Ezequías, 10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, 11Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando la deportación a Babilonia.
12Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, 13Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacim, Eliacim engendró a Azor, 14Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, 15Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, 16 Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo.
17Por lo tanto, son catorce todas las generaciones desde Abrahán hasta David, y catorce generaciones desde David hasta la deportación a Babilonia, y también catorce las generaciones desde la deportación a Babilonia hasta Cristo.
Concepción virginal y nacimiento de Jesús
(Lc 1,26-38; 2,1-7)
18La generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de que conviviesen se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.
19José, su
esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en
secreto. 20Consideraba él estas cosas, cuando un ángel del Señor
se le apareció en sueños y le dijo:
—José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. 21Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22Todo
esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta:
23Mirad,
la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre
Emmanuel,
que
significa Dios-con-nosotros.
24Al
despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado, y recibió
a su esposad 25Y, sin que la hubiera
conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.
2
1Después
de nacer Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos
llegaron de Oriente 2preguntando:
-¿Dónde
está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el
Oriente y hemos venido a adorarle.
3A1
oír esto, el rey Herodes se inquietó, y con él toda Jerusalén. 4Y, reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a
los escribas del pueblo, les interrogaba dónde había de nacer el Mesías.
5-En
Belén de Judá -le dijeron-, pues así está escrito por medio del Profeta:
6Y
tú, Belén, tierra
de Judá,
ciertamente
no eres la
menor
entre
las principales ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que apacentará a
mi pueblo, Israel.
7Entonces,
Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó cuidadosamente por ellos
del tiempo en que había aparecido la estrella; 8y les envió a Belén,
diciéndoles:
-Id
e informaos bien acerca del niño; y cuando lo encontréis, avisadme para que
también yo vaya a adorarle.
9Ellos,
después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y entonces, la estrella que habían
visto en el Oriente se colocó delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio
donde estaba el niño. 10Al ver la estrella se llenaron de inmensa
alegría.11Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su
madre, y postrándose le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron
presentes: oro, incienso y mirra. 12Y, después de recibir en sueños
aviso de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino
13Cuando
se marcharon, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo:
-Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
14Él
se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto. 15Allí
permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor
por medio del Profeta:
De
Egipto llamé a mi hijo. ‘
16Entonces
Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó mucho y mandó
matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años
para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los
Magos. 17Se cumplió
entonces lo dicho por medio del profeta Jeremías:
18Una
voz se oyó en Ramá,
llanto y lamento grande:
es
Raquel que llora por sus hijos,
y
no admite consuelo, porque ya no existen.
(Lc
2,51-52)
19Muerto
Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José en
Egipto 20y le dijo:
-Levántate,
toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel; porque han muerto ya
los que atentaban contra la vida del niño.
21Se
levantó, tomó al niño y a su madre y vino a la tierra de Israel. 22Pero
al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió
ir allá; y avisado en sueños marchó a la región de Galilea. 23Y
se fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho
por medio de los Profetas: «Será llamado nazareno».
(Mc
1,1-8; Lc 3,1-18; Jn 1,19-34)
3
1En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el
desierto de Judea 2 y diciendo:
-Convertíos,
porque está al llegar el Reino de los Cielos.
3Éste
es aquel de quien habló el profeta Isaías diciendo:
Voz
del que clama en el desierto:
«Preparad
el camino del Señor
haced rectas sus
sendas».
4Llevaba
Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y
su comida eran langostas y miel silvestre.
5Entonces acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán, 6eran
bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 7Al
ver que venían a su bautismo muchos fariseos y saduceos, les dijo:
-Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que va a venir? 8Dad, por tanto, un fruto digno de penitencia, 9Y no os justifiquéis interiormente ‘pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”. Porque os aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. 10Ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego.
11Yo
os bautizo con agua para la conversión, pero el que viene después de mí es más
poderoso que yo, a quien no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará
en el Espíritu Santo y en fuego. 12Él
tiene en su mano el bieldo y limpiará su era, y recogerá su trigo en el
granero; en cambio, quemará la paja con un fuego que no se apaga.
(Mc 1,9-11; Lc 3,21-22)
13Entonces
vino Jesús al Jordán desde
Galilea, para ser bautizado por Juan. 14Pero éste se resistía
diciendo:
-Soy
yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?
15Jesús
le respondió:
-Déjame
ahora, así es como debemos cumplir nosotros toda justicia.
Entonces
Juan se lo permitió. 16Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús
salió del agua; y entonces se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de
Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. 17Y una
voz desde los cielos dijo:
-Este
es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido.
4
(Mc
1,12-13; Lc 4,1-13)
1Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. 2 Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre. 3Y acercándose el tentador le dijo:
-Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
4Él
respondió:
-Escrito está:
No
sólo de pan vivirá el hombre,
sino
de toda palabra que procede
de
la boca de Dios.
5Luego,
el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo. 6Y
le dijo:
-Si
eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está:
Dará
órdenes a sus ángeles sobre ti,
para
que te lleven en sus manos,
no
sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.
7Y
le respondió Jesús:
-Escrito
está también: No
tentarás al Señor tu Dios.
8De nuevo lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, 9y le dijo:
-Todas
estas cosas te daré si postrándote me adoras.
10Entonces
le respondió Jesús:
-Apártate, Satanás, pues escrito está:
Al
Señor, tu Dios adorarás
y solamente
a Él darás culto.
11Entonces le dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían.
MINISTERIO
DE JESÚS EN GALILEA
(Mc
1,14-15; Lc 4,14-15)
12Cuando oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. 13Y dejando Nazaret se fue a vivir a Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí, 14para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
15Tierra de Zabulón y
tierra de Neftalí en el camino del mar
al
otro lado del Jordán,’
la
Galilea de los gentiles,
16el pueblo que yacía en tinieblas
ha
visto una gran luz;
para
los que yacían en región
y
sombra de muerte
una
luz ha amanecido.
17Desde
entonces comenzó Jesús a predicar y a decir:
-Convertíos,
porque está al llegar el Reino de los Cielos.
(Mc
1,16-20; Le 5,1-11; Jn 1,35-51)
18Mientras
caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y
Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. 19Y
les dijo:
-Seguidme
y os haré pescadores de hombres.
20Ellos,
al momento, dejaron las redes y le siguieron.
21Pasando
adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano,
que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó.
22Ellos, al momento, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron.
23Recorría
Jesús toda la
Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando
toda enfermedad y dolencia del pueblo.
24Su
fama se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que se sentían mal,
aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunáticos y
paralíticos, y los curaba. 25Y le seguían grandes multitudes de
Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.
5
(Lc
6,20-26)
1Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; 2y abriendo su boca les enseñaba diciendo:
-3Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.
-4Bienaventurados
los que lloran, porque serán consolados.
-5Bienaventurados
los mansos, porque heredarán la tierra.
-6Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados.
-7Bienaventurados
los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.
-8Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.
-9Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.
-10Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia, porque suyo es el Reino
de los Cielos.
-11Bienaventurados
cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de
maldad por mi causa. 12Alegraos y regocijaos, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo: de la misma manera persiguieron a los
profetas de antes de vosotros.
(Mc
4,21; Le 11,33; 14,34-35)
13Vosotros
sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará?
No vale más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente.
14Vosotros
sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un
monte; 15ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín,
sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. 16Alumbre
así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.
(Le 6,27-36; 12,58-59; 16,17-18)
17No
penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos
sino a darles su plenitud.18En verdad os digo que mientras no pasen
el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo
hasta que todo se cumpla. 19Así, el que quebrante uno solo de estos
mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo
mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el
que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. 20Os digo, pues, que si
vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en
el Reino de los Cielos.
21Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. 22Pero yo os digo: todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que insulte a su hermano será reo ante el Sanedrín; y el que le maldiga será reo del fuego del infierno. 23Por lo tanto, si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del altar, vete primero a reconciarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo cuanto antes con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y te metan en la cárcel. 26Te aseguro que no saldrás de allí hasta que restituyas la última moneda.
27Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio.28Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. 29Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala lejos de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo acabe en el infierno.
31 Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé el libelo de repudio. 32Pero yo os digo que todo el que repudia a su mujer -excepto en el caso de fornicación- la expone a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
33También habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en vano, sino que cumplirás los juramentos que le hayas hecho al Señor. 34Pero yo os digo: no juréis de ningún modo; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. 36Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes volver blanco o negro ni un solo cabello. 37Que vuestro modo de hablar sea: “Sí, sí”; “no, no”. Lo que exceda de esto, viene del Maligno.
38Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 39Pero yo os digo: no repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. 40Al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto. 41A quien te fuerce a andar una milla, vete con él dos. 42A quien te pida, dale; y no rehúyas al que quiera de ti algo prestado.
43Habéis
oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo. 44Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y
rezad por los que os persigan, 45para que seáis hijos de vuestro Padre que está
en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre
justos y pecadores. 46Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen
eso también los publicanos? 47Y si saludáis solamente a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los paganos? 48Por
eso, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
6
(Lc 11,1-4)
1Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
2Por lo tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de que los alaben los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. 3Tú, por el contrario, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha, 4para que tu limosna quede en lo oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
5Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. 6Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará. 7Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles, que piensan que por su locuacidad van a ser escuchados. 8Así pues, no seáis como ellos, porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis. 9Vosotros, en cambio, orad así:
Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre;
10venga tu Reino;
hágase tu voluntad,
como en el cielo, también en la tierra;
11danos hoy nuestro pan cotidiano;
12y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos
a nuestros deudores;
13 y no nos pongas en tentación,
sino líbranos del mal.
14Porque si les perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial. 15Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.
16Cuando ayunéis no os finjáis tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. 17Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, 18para que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
(Lc 12,22.34),
19No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen y donde los ladrones socavan y los roban. 20Amontonad en cambio tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. 21Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.
22La lámpara del cuerpo es el ojo. Por eso, si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. 23Pero si tu ojo es malicioso, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡qué grande será la oscuridad!
24Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión a uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas.
25Por eso os digo: no estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir. ¿Es que no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? 27¿Quién de vosotros, por mucho que cavile, puede añadir un solo codo a su estatura? 28Y sobre el vestir, ¿por qué os preocupáis? Fijaos en los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, 29y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. 30Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? 31Así pues, no andéis preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer, qué vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? 32Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso estáis necesitados.
33Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán. 34Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad.
(Mc 4,24; Lc 6,37.42)
7
1No juzguéis para no ser juzgados. 2Porque con el juicio con que juzguéis se os juzgará, y con la medida con que midáis se os medirá.
3¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo?4 O ¿cómo vas a decir a tu hermano: Deja que saque la mota de tu ojo, cuando tú tienes una viga en el tuyo? 5Hipócrita: saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la mota del ojo de tu hermano.
6No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y al revolverse os despedacen.
(Lc 11,5-13)
7Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. 8Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
9¿Quien de entre vosotros, si un hijo suyo le pide un pan, le da una piedra? 10¿0 si le pide un pez le da una serpiente? 11Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se lo pidan?
(Lc 6,31)
12Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: ésta es la Ley y los Profetas.
(Lc 13,22-30)
13Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. 14¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!
(Lc 6,43-44)
15Guardaos bien de los falsos profetas, que se os acercan disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. 16Por sus frutos los conoceréis: ¿es que se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? 17Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. 18Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. 19Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. 20Por tanto, por sus frutos los conoceréis.
(Lc 13,25-30)
21No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. 22Muchos me dirán aquel día: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y hemos expulsado los demonios en tu nombre, y hemos hecho prodigios en tu nombre?” 23Entonces yo declararé ante ellos: “Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que obráis la iniquidad”.
(Lc 6,46-49)
24Por lo tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca; 25y cayó la lluvia y llegaron las riadas y soplaron los vientos: irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
26Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena; 27y cayó la lluvia y llegaron las riadas y soplaron los vientos: se precipitaron contra aquella casa, y se derrumbó y fue tremenda su ruina.
28Cuando terminó Jesús estos discursos las multitudes quedaron admiradas de su enseñanza, 29porque les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas.
(Mc 1,40-45; Lc 5,12-16)
8
1Al bajar del monte le seguía una gran multitud. 2En esto, se le acercó un leproso, se postró ante él y dijo:
-Señor, si quieres, puedes limpiarme.
3Y extendiendo Jesús la mano, le tocó diciendo:
-Quiero, queda limpio.
Y al instante quedó limpio de la lepra.
4Entonces le dijo Jesús:
-Mira, no lo digas a nadie; pero anda, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.
(Lc 7,1-10; Jn 4,46-54)
5Al entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión que le rogó:
6-Señor, mi criado yace paralítico en casa con dolores muy fuertes.
7Jesús le dijo:
-Yo iré y le curaré.
8Pero el centurión le respondió:
-Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Pero basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. 9Pues también yo soy un hombre que se encuentra bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes. Le digo a uno: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
10Al oírlo Jesús se admiró y les dijo a los que le seguían:
-En verdad os digo que en nadie de Israel he encontrado una fe tan grande. 11Y os digo que muchos de oriente y occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, 12mientras que los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas de afuera: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
13Y le dijo Jesús al centurión:
-Vete y que se haga conforme has creído.
Y en aquel momento quedó sano el criado.
(Mc 1,29-31; Lc 4,38-39)
14Al llegar Jesús a casa de Pedro vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. 15La tomó de la mano y le desapareció la fiebre; entonces ella se levantó y se puso a servirle.
(Mc 1,32-34; Lc 4,40-41)
16Al
atardecer, le trajeron muchos endemoniados; expulsó a los espíritus con su
palabra y curó a todos los enfermos, 17para que se cumpliera lo
dicho por medio del profeta Isaías:
Él
tomó nuestras dolencias
y
cargó con nuestras enfermedades.
(Lc
9,57-62)
18Al
ver Jesús a la multitud que estaba a su alrededor, ordenó marchar a la otra
orilla. 19Y se le acercó un escriba: ¡
-Maestro,
te seguiré adonde vayas- le dijo.
20Jesús
le contestó:
-Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
21Otro
de sus discípulos le
dijo:
-Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.
22-Sígueme
y deja a los muertos enterrar a sus muertos- le respondió Jesús»
(Mc
4,35-41; Lc 8,22-25)
23Se
subió después a una
barca, y le siguieron sus discípulos. 24De repente se levantó en el mar una tempestad tan grande que las
olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Se le
acercaron para despertarle diciendo:
-¡Señor,
sálvanos, que perecemos!
26Jesús
les respondió:
-¿Por
qué os asustáis, hombres de poca fe?
Entonces,
puesto en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. 27Los
hombres se asombraron y dijeron:
-¿Quién
es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
(Mc
5,1-20; Le 8,26-39)
28Al
llegar a la orilla opuesta, a la región de los gadarenos, vinieron a su
encuentro dos endemoniados, que salían de los sepulcros, tan furiosos que nadie
podía transitar por aquel camino. 29Y
en esto, se pusieron a gritar diciendo:
-¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos?
30Había
no lejos de ellos una gran piara de cerdos paciendo. 31Los demonios
le suplicaban:
-Si nos expulsas, envíanos a la piara de cerdos.
32Les
respondió:
-Id.
Y
ellos salieron y entraron en los cerdos. Entonces toda la piara se lanzó
corriendo por la pendiente hacia el mar y pereció en el agua. 33Los
porqueros huyeron y, al llegar a la ciudad, contaron todas estas cosas, y lo
sucedido a los endemoniados. 34Así que toda la ciudad vino al
encuentro de Jesús y, cuando le vieron, le rogaron que se alejara de su región.
(Mc
2,1-12; Le 5,17-26)
9
1Subió
a una barca, cruzó de nuevo el mar y llegó a su ciudad. 2Entonces,
le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de
ellos, le dijo al paralítico:
-Ten
confianza, hijo, tus pecados te son perdonados.
3Entonces
algunos escribas dijeron para sus adentros: “Éste blasfema”.4Conociendo
Jesús sus pensamientos, dijo:
-¿Por
qué pensáis mal en vuestros corazones? 5¿Qué es más fácil decir: “Tus
pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, y anda”? 6Pues
para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar los pecados -se dirigió entonces al paralítico-, levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa.
7Él
se levantó y se fue a su casa. 8Al ver esto, la gente se atemorizó
y glorificó a Dios por haber dado tal potestad a los hombres.
(Mc
2,13-17; Lc 5,27-32)
9Al
marchar Jesús de allí, vio a un hombre sentado al telonio, que se llamaba
Mateo, y le dijo:
-Sígueme.
Él
se levantó y le siguió.
10Ya
en la casa, estando a la mesa, vinieron muchos publicanos y pecadores y se
sentaron también con Jesús y sus discípulos. 11Los fariseos, al
ver esto, empezaron a decir a sus discípulos:
-¿Por
qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
12Pero
él lo oyó y dijo:
-No
tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 13Id y
aprended qué sentido tiene: Misericordia
quiero y no sacrificio; porque no he venido a llamar a los justos sino a los
pecadores.
(Mc
2,18-22; Lc 5,33-39)
14Entonces
se le acercaron los discípulos de Juan para decirle:
¿Por
qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia y,en cambio, tus discípulos
no ayunan?
15Jesús
les respondió:
-¿Acaso
pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos?
Ya vendrá el día en que les será arrebatado el esposo; entonces, ya ayunarán.
16Nadie
pone un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo, porque lo añadido tira del
vestido y se produce un desgarrón peor. 17Ni se echa vino nuevo en
odres viejos; porque entonces los odres revientan, y el vino se derrama, y los
odres se pierden. El vino nuevo lo echan en odres nuevos y así los dos se
conservan.
(Mc
5,21-43; Lc 8,40-56)
18Mientras
les decía estas cosas, un hombre importante se acercó, se postró ante él y
le dijo:
-Mi
hija se acaba de morir, pero ven, pon la manó sobre ella y vivirá.
19Jesús se levantó y le siguió con sus discípulos.
20En esto, una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años,
acercándose por detrás, tocó el borde de su manto, 21porque se decía a sí misma: “Con sólo tocar su manto me curaré” 22Jesús
se volvió y mírándola le dijo:
-Ten
confianza, hija, tu fe te ha salvado.
Y
desde ese mismo momento quedó curada la mujer.
23Cuando
llegó Jesús a la casa de aquel hombre y vio a los músicos fúnebres y a la
gente alterada, comenzó a decir:
24-Retiraos;
la niña no ha muerto, sino que duerme.
Pero
se reían de él. 25Y, cuando echaron de allí a la gente, entró, la
tomó de la mano y la niña se levantó. 26Y esta noticia corrió por
toda aquella comarca.
(Lc
11,14-15)
27Al
marcharse Jesús de allí, le siguieron dos ciegos diciendo a gritos:
-¡Ten
piedad de nosotros, Hijo de David!
28Cuando llegó a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo:
-¿Creéis
que puedo hacer eso?
-Sí,
Señor- le respondieron.
29Entonces
les tocó los
ojos diciendo:
-Que
se haga en vosotros conforme a vuestra fe.
30Y se les abrieron los ojos. Pero Jesús las ordenó severamente:
-Mirad
que nadie lo sepa.
31Ellos,
en cambio, en cuanto salieron divulgaron la noticia por toda aquella comarca.
32Nada
más irse, le trajeron un endemoniado mudo. 33Después de expulsar al
demonio habló el mudo. Y la multitud se quedó admirada diciendo:
-Jamás
se ha visto cosa igual en Israel.
34Pero
los fariseos decían:
—Expulsa
los demonios por el príncipe de los demonios.
(Mc
6,34; Lc 10,2)
35Jesús
recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el
Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.
36Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
37Entonces
les dijo a sus discípulos:
-La
mies es mucha, pero los obreros pocos. 38Rogad, por tanto, al señor
de la mies que envíe obreros a su mies.
(Mc
3,13-19; Lc 6,12-16)
10
1Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio potestad para
expulsar a los espíritus impuros y para curar todas las enfermedades y
dolencias. 2Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón,
llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; 3Felipe
y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; 4Simón
el Cananeo y Judas Iscariote, el que le entregó.
(Mc
6,6-13; Lc 9,1-6)
5A
estos doce los envió Jesús, después de darles estas instrucciones:
-No
vayáis a tierra de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; 6sino
id primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7Id y
predicad: “El Reino de los Cielos está cerca”. 8Curad a los
enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, expulsad los demonios.
Gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente. 9No
llevéis oro, ni plata, ni dinero en vuestras bolsas, 10ni
alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el que
trabaja merece su sustento.
11En
cualquier ciudad o aldea en que entréis, informaos sobre quién hay en ella que
sea digno; y quedaos allí hasta que os vayáis. 12Al entrar en una
casa dadle vuestro saludo. 13Si la casa fuera digna, venga vuestra
paz sobre ella; pero si no fuera digna, que vuestra paz vuelva a vosotros. 14Si
alguien no os acoge ni escucha vuestras palabras, al salir de aquella casa o
ciudad, sacudíos el polvo de los pies. 15En verdad os digo que en el
día del Juicio la tierra de Sodoma y Gomorra será tratada con menos rigor que
esa ciudad.
(Mc
13,9-13; Lc 12,1.12.49-53; 21,12.17)
16Mirad
que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sed sagaces como las
serpientes y sencillos como las palomas. 17Guardaos de los hombres,
porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas, 18y
seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis
testimonio ante ellos y los gentiles. 19Pero cuando
os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué debéis decir; porque en aquel
momento se os comunicará lo que vais a decir. 20Pues no sois
vosotros los que vais a hablar, sino que será el Espíritu de vuestro Padre
quien hable en vosotros. 21Entonces el hermano entregará a la muerte
al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres
para hacerles morir. 22Y todos os odiarán a causa de mi nombre; pero
quien persevere hasta el fin, ése se salvará. 23Cuando os persigan
en una ciudad, huid a otra; en verdad os digo que no acabaréis las ciudades de
Israel antes que venga el Hijo del Hombre.
24No
está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su señor.
25A1 discípulo le basta llegar a ser como su maestro, y al siervo
como su señor. Si al amo de la casa le han llamado Beelzebul, cuánto más a
los de su misma casa. 26No les tengáis miedo, porque nada hay oculto
que no vaya a ser descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. 27Lo
que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que escuchasteis al oído,
pregonadlo desde los terrados. 28No tengáis miedo a los que matan el
cuerpo pero no pueden matar el alma; temed ante todo al que puede hacer perder
alma y cuerpo en el infierno. 29¿No se vende un par de pajarillos
por un as? Pues bien, ni uno solo de ellos caerá en tierra sin que lo permita
vuestro Padre. 30En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra
cabeza están todos contados. 31Por tanto, no tengáis miedo:
vosotros valéis más que muchos pajarillos.
32A
todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré
delante de mi Padre que está en los cielos. 33Pero al que me niegue
delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en
los cielos.
34No
penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz
sino la espada. 35Porque he venido a enfrentar
al
hombre contra
su padre,
a
la hija contra su madre
y
a la nuera
contra su suegra.
36Y
los enemigos del hombre
serán
los de su misma casa.
37Quien
ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su
hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. 38Quien no toma
su cruz y me sigue, no es digno de mí. 39Quien encuentre su vida, la
perderá; pero quien pierda por mí su vida, la encontrará.
40Quien
a vosotros os recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe al que me
ha enviado. 41Quien recibe a un profeta por ser profeta obtendrá
recompensa de profeta, y quien recibe a un justo por ser justo obtendrá
recompensa de justo. 42y cualquiera que dé de beber tan sólo un
vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por el hecho de ser discípulo, en
verdad os digo que no quedará sin recompensa.
(Lc7,18-30)
11
1Cuando terminó Jesús de dar instrucciones a
sus doce discípulos, se fue de allí para enseñar y predicar en sus
ciudades.
2Entretanto
Juan, que en la cárcel había tenido noticia de las obras de Cristo, envió a
preguntarle por mediación de sus discípulos:
3-¿Eres
tú el que va a venir, o esperamos a otro?
4Y
Jesús les respondió:
-Id
y anunciadle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: 5los
ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan y a los pobres se
les anuncia el Evangelio. 6Y bienaventurado el que no se
escandalice de mí.
7Cuando
ellos se fueron, Jesús se puso a hablar de Juan a la multitud:
-¿Qué
salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8Entonces,
¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido con finos ropajes? Daos cuenta de
que los que llevan finos ropajes se encuentran en los palacios reales. 9Entonces,
¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os lo aseguro, y más que un
profeta. 10Éste es de quien está escrito:
Mira
que yo envío a mi mensajero delante de ti, para que vaya preparándote el
camino.
11En
verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan
el Bautista; pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.
12Desde
los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos padece
violencia, y los esforzados lo conquistan. 13Porque todos los
Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. 14Y si queréis
comprenderlo, él es Elías, el que va a venir. 15El que tenga oídos,
que oiga.
(Lc
7,31-35)
16¿Con
quién voy a comparar esta generación? Se parece a unos niños que se sientan
en las plazas y les reprochan a sus compañeros:
17Hemos tocado para vosotros la flauta
y
no habéis bailado;
hemos
cantado lamentaciones
y
no habéis hecho duelo».
18Porque
ha venido Juan, que no come ni bebe, y dicen: “Tiene un demonio”. 19Ha
venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: “Mirad un hombre comilón
y bebedor, amigo de publicanos y pecadores”.
Pero
la sabiduría queda acreditada por sus propias obras.
(Lc
10,13-16)
20Entonces se puso a reprochar a las ciudades donde se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido:
21-¡Ay
de ti, Corazín, ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran
realizado los milagros que se han obrado en vosotras, hace tiempo que habrían
hecho penitencia en saco y ceniza. 22Sin embargo, os digo que en el día
del Juicio Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras.
23»Y
tú, Cafarnaún, ¿acaso serás exaltada
hasta el cielo? ¡Hasta los infiernos vas a descender! Porque si en Sodoma
hubieran sido realizados los milagros que se han obrado en ti, perduraría hasta
hoy. 24En verdad os digo que en el día del Juicio la tierra de
Sodoma será tratada con menos rigor que tú.
(Lc
10,21-24)
25En
aquella ocasión Jesús declaró:
-Yo
te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. 26Sí,
Padre, porqué así te ha parecido bien. 27Todo me lo ha entregado mi
Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el
Hijo y aquel a quien el Hijo quierá revelarlo.
28Venid
a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. 29Llevad mi
yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis descanso para vuestras almas: 30porque mi yugo es suave
y mi carga es ligera.
12
(Mc
2,23-28; Lc 6,1-5)
1En
aquel tiempo pasaba Jesús un sábado por entre unos sembrados; sus discípulos
tuvieron hambre y comenzaron a arrancar unas espigas y a comer. 2Los fariseos,
al verlo, le dijeron:
-Mira,
tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer el sábado.
3Pero
él les respondió:
-¿No
habéis leído lo que hizo David y los que le acompañaban cuando tuvieron
hambre? 4¿Cómo entró en la Casa de Dios y comió los panes de la
proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que le acompañaban,
sino sólo a los sacerdotes? 5¿Y no habéis leído en la Ley que,
los sábados, los sacerdotes en el Templo quebrantan el descanso y no pecan? 6Os
digo que aquí está el que es mayor que el Templo. 7Si
hubierais entendido qué sentido tiene: Misericordia
quiero y no sacrificio, no habríais condenado a los inocentes. 8Porque
el Hijo del Hombre es señor del sábado.
(Mc
3,1-6; Lc 6,6-11)
9Cuando salió de allí, entró en su sinagoga 10donde había un hombre que tenía una mano seca. Y le interrogaban para acusarle:
-¿Es
lícito curar en sábado?
11Él
les respondió:
-¿Quién de vosotros, si tiene una oveja, y el sábado se le cae dentro de un hoyo, no la agarra y la saca? 12Pues cuánto más vale un hombre que una oveja. Por tanto, es lícito hacer el bien en sábado.
13Entonces
le dijo al hombre:
-Extiende
tu mano.
Y
la extendió y quedó sana como la otra.
14Al
salir, los fariseos se pusieron de acuerdo contra él, para ver cómo perderle.
15Jesús,
sabiéndolo, se alejó de allí, y le siguieron muchos y los curó a todos, 16y
les ordenó que no le descubriesen, 17para que se cumpliera lo dicho
por medio del profeta Isaías:
18Aquí
está mi Siervo, a quien elegí,
mi
amado, en quien se complace mi alma.
Pondré
mi Espíritu sobre él
y
anunciará la justicia a las naciones.
19No
disputará ni gritará,
nadie
oirá su voz en las plazas.
20No
quebrará la caña cascada,
ni
apagará la mecha humeante,
hasta
que haga triunfar la justicia.
21Y
en su nombre pondrán su esperanza las naciones.
(Mc
3,22-30; Lc 6,43-45; 11,14-26)
22Entonces
le trajeron un endemoniado ciego y mudo. Y lo curó, de manera que el mudo
hablaba y veía. 23Y
toda la multitud se asombraba y decía:
-¿No
será éste el Hijo de David?
24Pero
los fariseos, al oírlo,
dijeron:
-Éste
no expulsa los demonios sino por Beelzebul, el príncipe de los demonios.
25Jesús,
que conocía sus pensamientos, les replicó:
-Todo
reino dividido contra sí mismo queda desolado, y toda ciudad o casa dividida
contra sí misma no se sostendrá. 26Si
Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo. ¿Cómo
entonces se sostendrá su reino? 27Y si yo expulso los
demonios por Beelzebul, vuestros hijos ¿por quién los expulsan? Por eso, ellos
serán vuestros jueces. 28Pero si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que el
Reino de Dios ha llegado a vosotros. 29¿Cómo puede alguien entrar
en la casa de uno que es fuerte y arrebatarle sus bienes, si antes no ata al que
es fuerte? Sólo entonces podrá arrebatarle su casa. 30El que no está
conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.
31Por
lo tanto, os digo que todo pecado y blasfemia se les perdonará a los hombres;
pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. 32A
cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre se le perdonará; pero
al que hable contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni
en el venidero.
33O
hacéis bueno el árbol y bueno su fruto, o hacéis malo el árbol y malo su
fruto; porque por el fruto se conoce el árbol. 34Raza de víboras,
¿cómo podéis decir cosas buenas, siendo malos? Pues de la abundancia del
corazón habla la boca. 35El hombre bueno saca del buen tesoro cosas
buenas, pero el hombre malo saca del tesoro malo cosas malas. 360s
digo que de toda palabra vana que hablen los hombres darán cuenta en el día
del Juicio. 37Por tus palabras, pues; serás justificado, y por tus
palabras serás condenado.
(Lc
11,24-26.29-32)
38Entonces
algunos escribas
y fariseos se dirigieron a él:
-Maestro,
queremos ver de ti una señal.
39Él
les respondió:
-Esta
generación perversa y adúltera pide una señal, pero no se le dará otra señal
que la del profeta Jonás. 40Igual que estuvo
Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el
Hijo del Hombre en las entrañas de la tierra tres días y tres noches. 41Los
hombres de Nínive se levantarán contra esta generación en el Juicio y la
condenarán: porque se convirtieron ante la predicación de Jonás, y daos
cuenta de que aquí hay algo más que Jonás. 42La reina del
Sur se levantará contra esta generación en el Juicio y la condenará: porque
vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y daos
cuenta de que aquí hay algo más que Salomón.
43Cuando
el espíritu impuro ha salido de un hombre, vaga por lugares áridos en busca de
descanso, pero no lo encuentra. 44Entonces dice: “Volveré a mi
casa, de donde salí”. Y al llegar la encuentra desocupada, bien barrida y en
orden. 45Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que
él, y entrando se instalan allí, con lo que la situación final de aquel
hombre resulta peor que la primera. Lo mismo le ocurrirá a esta generación
perversa.
(Mc
3,31-35; Lc 8,19-21)
46Aún
estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban
fuera intentando hablar con él. 47Alguien le dijo entonces:
-Mira,
tu madre y tus hermanos están ahí fuera intentando hablar contigo.
48Pero
él respondió al que se lo decía:
-¿Quién
es mi madre y quiénes son mis hermanos?
49Y
extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:
-Estos
son mi madre y mis hermanos. 50Porque
todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es
mi hermano y mi hermana y mi madre.
13
(Mc
4,1-20; Lc 8,4-15)
1Aquel
día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. 2Se
reunió en torno a él una multitud tan grande, que tuvo que subir a
sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la playa. 3Y
se puso a hablarles muchas cosas con parábolas:
-Salió
el sembrador a sembrar. 4Y al echar la semilla, parte cayó junto al
camino y vinieron los pájaros y se la comieron. 5Otra parte cayó en
terreno pedregoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo
el suelo; 6pero
al salir el sol, se agostó y se secó porque. no
tenía raíz. 7Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos
y la ahogaron. 8Otra, en cambio, cayó en buena, tierra y comenzó a
dar fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. 9El
que tenga oídos, que oiga.
10Los
discípulos se
acercaron a decirle:
-¿Por
qué les hablas con parábolas?
11El
les respondió:
-A
vosotros se os ha concedido el conocer los misterios del Reino de los Cielos,
pero a ellos no se les ha concedido. 12Porque
al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene
incluso lo que tiene se le quitará. 13Por eso les hablo con parábolas,
porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14Y se cumple en
ellos la profecía de Isaías, que dice:
Con
el oído oiréis, pero no entenderéis;
con
la vista miraréis, pero no veréis.
15Porque
se ha embotado el corazón
de
este pueblo,
han
hecho duros sus oídos,
y
han cerrado sus ojos;
no
sea que vean con los ojos,
y
oigan con los oídos,
y
entiendan con el corazón y se conviertan,
y
yo los sane.
16Bienaventurados,
en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. 17Porque
en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que estáis
viendo y no lo vieron, y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron.
18Escuchad,
pues, vosotros la parábola del sembrador. 19A todo el que oye la
palabra del Reino y no entiende, viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su
corazón: esto es lo sembrado junto al camino. 20Lo sembrado
sobre terreno pedregoso es el que oye la palabra, y al momento la recibe con
alegría; 21pero
no tiene en sí raíz, sino que es inconstante y, al venir una tribulación
o persecución por causa de la palabra, enseguida tropieza y cae. 22Lo
sembrado espinos el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y
la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda estéril. 23Y
lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y
fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el treinta.
24Les
propuso otra parábola:
-El
Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25Pero,
mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del
trigo y se fue. 26Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces
apareció también la cizaña. 27Los siervos, del amo de la casa
fueron a decirle: “Señor, ¿no sembraste, buena semilla en tu campo? ¿Cómo
es que tiene cizaña?» 28El
les dijo: “Algún enemigo lo habrá hecho”. Le respondieron los
siervos: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” 29Pero él les respondió: “No, no vaya a ser que, al arrancar la
cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30Dejad que crezcan
juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega les diré a los segadores:
“Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en
cambio, almacenadlo en mi granero.”
(Mc
4,30-34; Lc 13,18.2i)
31Les
propuso otra parábola:
-El
Reino de los Cielos es como un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró
en su campo; 32es sin duda, la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha
crecido es la mayor de las hortalizas, y llega a hacerse como un árbol, hasta
el punto de que los pájaros del cielo acuden a anidar en sus ramas.
33Les
dijo otra parábola:
—El
Reino de los Cielos es como la levadura que tomó una mujer y la mezcló con
tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.
34Todas
estas cosas habló Jesús a las multitudes con parábolas y no les solía hablar
nada sin parábolas, 35para que se cumpliese lo dicho por medio del
Profeta:
Abriré mi boca con
parábolas,
proclamaré
las cosas que estaban ocultas
desde la creación del
mundo.
Explicación de la parábola de la cizaña
36Entonces, después de despedir a las multitudes, entró en la casa. Y se acercaron sus discípulos y le dijeron:
-Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
Él les respondió:
37-El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; 38el
campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los
hijos del Maligno. 39El enemigo que la sembró es el diablo; la siega
es el fin del mundo; los segadores son los ángeles. 40Del mismo modo
que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será el fin del mundo. 41El
Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que
causan escándalo y obran la maldad, 42y los arrojarán en el horno
del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. 43Entonces los
justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que
oiga.
Parábolas
del tesoro escondido, de la perla y de la red.
44 El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en el
campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, en su alegría, va y vende
todo cuanto tiene y compra aquel campo.
45Asimismo
el Reino de los Cielos es como un comerciante que busca perlas finas 46y,
cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y le
compra.
47Asimismo
el Reino de los Cielos es como una red barredera que se echa en el mar y recoge
toda clase de cosas. 48Y cuando está llena la arrastran a la orilla,
y se sientan para echar lo bueno en cestos, y lo malo tirarlo fuera. 49Así
será el fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre
los justos 50y los arrojarán al horno del fuego. Allí habrá llanto
y rechinar de dientes.
51¿Habéis
entendido todo esto?
-Sí-
le respondieron.
52Él
les dio:
-Por
eso, todo escriba instruido en el Reino de los Cielos es como un hombre, amo de
su casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.
VII.
JESÚS SE RETIRA A LAS REGIONES CERCANAS
Nadie
es profeta en su tierra.
53Cuando
terminó Jesús estas parábolas se marchó de allí. 54Y al llegar a
su ciudad se puso a enseñarles en su sinagoga, de manera que se quedaban
admirados y decían
-¿De
dónde le viene a éste esa sabiduría y esos poderes? 55¿No es éste
el hijo del artesano? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José,
Simón y Judas? 56Y sus hermanas:¿no viven todas entre nosotros? ¡Pues
de dónde le viene todo esto?
57Y
se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:
-No hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y en su casa.
58Y
no hizo allí muchos milagros por su incredulidad.
14
(Mc
6,14-29; Lc 3,19-20)
1Enaquel entonces oyó el tetrarca Herodes la fama de Jesús, 2y
les dijo a sus cortesanos:
-Éste es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por
eso actúan en él esos poderes.
3Herodes, en efecto, había apresado a Juan, lo había
encadenado y lo había metido en la cárcel a causa de Herodías, la mujer de su
hermano Filipo, 4porque Juan le decía: “No te es lícito
tenerla”. 5Y aunque quería matarlo, tenía miedo del pueblo porque
lo consideraban un profeta.
6El día del cumpleaños de Herodes salió a bailar la hija de
Herodías y le gustó tanto a Herodes, 7que juró darle cualquier
cosa que pidiese. 8Ella, instigada por su madre, dijo:
-Dame aquí, en esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.
9El rey se entristeció, pero por el juramento y por los
comensales ordenó dársela. 10Ymandó decapitar a Juan en la cárcel.
11Trajeron su cabeza en la bandeja y se la dieron a la muchacha, que
la entregó a su madre. 12Acudieron luego sus discípulos, tomaron el
cuerpo muerto, lo enterraron y fueron a dar la noticia a Jesús.
Primera
multiplicación de los panes.
13Al oírlo Jesús se alejó de allí en una barca hacia un
lugar apartado él solo. Cuando la gente se enteró le siguió a pie desde las
ciudades. 14Al desembarcar vio una gran muchedumbre y se llenó de
compasión por ella ya curó a los enfermos. 15Al atardecer se
acercaron sus discípulos y le dijeron:
-Éste es un lugar apartado y ya ha pasado la hora; despide a la gente
para que vayan a las aldeas a comprarse alimentos.
16Pero Jesús les dijo:
-No hace falta que se vayan, dadles vosotros de comer.
17Ellos le respondieron:
-Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
18Él
les dijo:
-Traédmelos aquí.
19Entonces mandó a la gente que se acomodara enla hierba. Tomó
los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la
bendición, partió los panes y los dio a los discípulos y los discípulos a la
gente. 20Comieron todos hasta que quedaron satisfechos, y de los
trozos que sobraron recogieron dece cestos llenos. 21Los que comieron
eran nos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
22Y
enseguida Jesús mandó a los discípulos que subieran a las barcas y que se
adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. 23
Y, después de despedirla, subió al monte a orar a solas. Cuando se hizo de
noche seguía él solo allí. 24Mientras tanto, la barca ya se había
alejado de tierra muchos estadios, sacudida por las olas, porque el viento le
era contrario. 25En la cuarta vigilia de la noche vino hacia ellos
caminando en el mar. 26Cuando le vieron los discípulos andando sobre
el mar, se asustaron y dijeron:
-¡Es un fantasma!- y llenos de miedo empezaron a gritar.
27Pero al instante Jesús les habló:
-Tened
confianza, soy yo, no tengáis miedo.
28Entonces
Pedro le respondió:
-Señor,
si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
29-Ven-
le dijo él.
Y
Pedro se bajó dela barca y comenzó a andar sobre las aguas en dirección a Jesús.
30Pero al ver que el viento era muy fuerte se atemorizó y, al
empezar a hundirse, se puso a gritar:
-¡Señor,
sálvame!
31Al
instante Jesús alargó la mano, lo sujetó y le dijo:
-Hombre
de poca fe, ¿porqué has dudado?
32Y cuando subieron a la barca se calmó el viento. 33Los
que estaban en la barca le adoraron diciendo:
-Verdaderamente eres Hijo de Dios.
34Acabaron la travesía y llegaron a tierra a la altura de Genesaret. 35Al reconocerlo los hombres de aquel lugar mandaron aviso a toda la comarca y le trajeron a todos los que se sentían mal, 36y le suplicaban poder tocar aunque solo fuera el borde de su manto. Y todos los que lo tocaron quedaron sanos.
15
Las
tradiciones de los antiguos. La verdadera pureza.
1Por entonces unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a
Jesús y le dijeron:
2-¿Por
qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores? Pues, cuando
comen pan, no se lavan las manos.
3Él les
respondió:
-¿Y por qué vosotros
quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? 4Porque
Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre. Y el que maldiga a su padre
o a su madre, que sea castigado con la muerte. 5Vosotros, en
cambio, decís que si alguien le dice a su padre o a su madre: “Que sea
declarada ofrenda cualquier cosa que pudieras recibir de mí”, 6ese
ya no tiene obligación de honrar a su padre. Así habéis anulado la palabra de
Dios por vuestra tradición. 7Hipócritas, bien profetizó de
vosotros Isaías cuando dijo:
8Este pueblo me honra con los
labios,
pero su corazón está muy lejos de mí.
9Inútilmente me dan culto,
mientras
enseñan doctrinas
que
son preceptos humanos.
10Y después de
llamar a la multitud les dijo:
-Escuchad
y entendedlo bien. 11Lo que entra por la boca no hace impuro al
hombre, sino lo que sale dela boca: eso sí hace impuro al hombre.
12Entonces
se acercaron los discípulos a decirle:
-¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír tus palabras?
13Pero
él les respondió:
-Toda
palabra que no plantó mi Padre celestial será arrancada. 14Dejadlos,
son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego quía a otro ciego, los dos caerán
en el hoyo.
15Pedro
tomó la palabra y dijo:
-Explícanos
esa parábola
16Él
respondió:
-¿También
vosotros sois todavía incapaces de entender? 17¿No sabéis que todo
lo que entra por la boca pasa al vientre y luego se echa en la cloaca? 18Por
el contrario, lo que sale dela boca procede del corazón, y eso es lo que hace
impuro al hombre. 19Porque del corazón proceden los malos
pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los
falsos testimonios y las blasfemias. 20Estas cosas son las que hacen
al hombre impuro; pero el comer sin lavarse las manos no hace impuro al hombre.
21Después que Jesús salió e allí, se retiró a la región
de Tiro y Sidón. 22En esto una mujer cananea, venida de aquellos
contornos, se puso a gritar:
-¡Señor,
Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija está poseída cruelmente por el
demonio
23Pero
él no le respondió palabra. Entonces, se le acercaron sus discípulos para
rogarle:
-Atiéndela
y que se vaya, porque viene gritando detrás de nosotros.
24Él respondió:
-No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25Ella, no obstante, se acercó y se postró ante él
diciendo:
-¡Señor, ayúdame!
26Él le respondió:
-No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.
27Pero ella le dijo:
-Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que
caen de la mesa de sus amos.
28Entonces Jesús le respondió:
-¡Mujer,
qué grande es tu fe! Que sea como tú quieres.
Y
su hija quedó sana en aquel instante.
29Y
cuando Jesús se marchó de aquel lugar, vino junto al mar de Galilea, subió al
monte y se sentó allí. 30Acudió a él mucha gente que traía
consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos enfermos, y los pusieron a
sus pies, y él los curó; 31de tal modo que se maravillaba la
multitud viendo hablar a los mudos y restablecerse a los lisiados, andar a los
cojos y ver a los ciegos. Y glorificaban al Dios de Israel.
Segunda
multiplicación de los panes.
32Jesús llamó a sus discípulos y dijo:
-Me da mucha pena la muchedumbre, porque ya llevan tres días conmigo y
no tienen qué comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no vaya a ser que
desfallezcan en el camino.
33Pero le decían los discípulos:
-¿De dónde vamos a sacar en un desierto panes suficientes para
alimentar a tan gran muchedumbre?
34Jesús les dijo:
-¿Cuántos
panes tenéis?
-Siete y unos pocos pececillos– respondieron ellos.
35Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. 36Tomó los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud.
37Y comieron todos y quedaron satisfechos. Con los trozos
sobrantes recogieron siete espuertas llenas. 38Los que comieron eran
cuatro mil hombres sin contar mujeres y niños. 39Después de
despedir a la muchedumbre, subió a la barca y s fue a los confines de Magadán.
16
1Se acercaron los fariseos y saduceos y, para tentarle, le rogaron
que les hiciera ver una señal del cielo. 2Él les respondió:
-Al atardecer decís que va a hacer buen tiempo porque está el cielo
arrebolado; 3y por la mañana, que hoy habrá tormenta, porque el
cielo está rojizo y sombrío. ¿Así que sabéis descubrir el aspecto del cielo
y no podéis descubrir los signos de los tiempos? 4Esta generación
perversa y adúltera pide una señal, pero no se le dará otra señal que la de
Jonás.
Y los dejó y se marchó.
5Al pasar los discípulos a la otra orilla se olvidaron de
llevar panes. 6Jesús les dijo:
-Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos.
7Pero ellos comentaban entre sí: “No hemos traído
panes”. 8Al darse cuenta Jesús dijo:
-Hombres de poca fe. ¿Por qué vais comentando entre vosotros que no tenéis
panes? 9¿Todavía no entendéis? ¿No os acordáis de los cinco
panes para los cinco mil hombres y de cuántos cestos recogisteis? 10¿Ni
de los siete panes para los cuatro mil hombres y de cuántas espuertas
recogisteis? 11¿Cómo no entendéis que no me refería a los panes?
Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos.
12Entonces comprendieron que no se había referido a guardarse
de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos.
13Cuando
llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, comenzó a preguntar a sus discípulos:
-¿Quién
dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
14Ellos
respondieron:
-Unos
que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o alguno de los
profetas.
15Él
les dijo:
-Y
vosotros, ¡quién decís que soy yo?
16Respondió
Simón Pedro:
-Tu
eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
17Jesús
le respondió:
-Bienaventurado
eres Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la
sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18Y yo te digo que tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella. 19Te daré las llaves del
Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los
cielos.
20Entonces
ordenó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo.