SEGUNDA PARTE

MINISTERIO EN LA SUBIDA A JERUSALÉN

 

VI. INICIO DEL VIAJE

 

Los samaritanos no reciben a Jesús

   51Y cuando iba a cumplirse el tiempo de su partida, Jesús decidió firmemente marchar hacia Jerusalén. 52Y envió por delante a unos mensajeros, que entraron en una aldea de samaritanos para prepararle hospedaje, 53pero no le acogieron porque llevaba la intención de ir a Jerusalén. 54Al ver esto, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron:

-Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?

   55Pero él se volvió hacia ellos y les reprendió. 56Y se fueron a otra aldea.

Exigencias para el que sigue a Jesús.

   57Mientras iban de camino, uno le dijo:

-Te seguiré adonde vayas.

   58Jesús le dijo:

-Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.

   59A otro le dijo:

-Sígueme.

Pero éste contestó:

-Señor, permíteme primero ir a enterrar a mi padre.

60-Deja a los muertos enterrar a sus muertos -le respondió Jesús- ; tú vete a anunciar el Reino de Dios.

   61Y otro dijo:

-Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa.

   62Jesús le dijo:

-Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.

 

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Misión de los setenta y dos discípulos.

    1Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. 2Y les decía:

-La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies. 3Id: mirad que yo os envío como corderos en medio de lobos. 4No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no saludéis a nadie por el camino. 5En la casa en que entréis decid primero: Paz a esta casa. 6Ysi allí hubiera algún hijo de la paz, descansará sobre él vuestra paz; de lo contrario, retornará a vosotros. 7Permaneced en la misma casa comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el que trabaja merece su salario. No vayáis de casa en casa. 8Y en la ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan; 9curad a los enfermos que haya en ella y decidles: El Reino de Dios está cerca de vosotros. 10Pero en la ciudad donde entréis y no os acojan, salid a sus plazas y decid: 11Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos contra vosotros; pero sabed esto: el Reino de Dios está cerca. 12Os digo que en aquel día Sodoma será tratada con menos rigor que aquella ciudad.

Jesús increpa a las ciudades incrédulas.

   13¡Ay de ti, Corazín! ¡Ayde ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón hubieran sido realizados los milagros que se han obrado en vosotras, hace tiempo que hubieran hecho penitencia sentados en saco y ceniza. 14Sin embargo, en el Juicio Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras.

   15Y tú, Cafarnaún, ¿acaso serás exaltada hasta el cielo? ¡Hasta los infiernos vas a descender!

   16Quien a vosotros os oye, a mí me oye; quien a vosotros os desprecia, a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado.

Regreso de la misión.

   17Volvieron los setenta y dos llenos de alegría diciendo:

-Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.

   18Él les dijo:

-Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo. 19Mirad, os he dado potestad para aplastar serpientes y escorpiones y sobre cualquier poder del enemigo, de manera que nada podrá haceros daño. 20Pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo.

Acción de gracias de Jesús.

   21En aquel mismo momento se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo:

-Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. 22Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.

   23Y volviéndose hacia los discípulos les dijo aparte:

-Bienaventurados los ojos que ven lo que estáis viendo. 24Pues os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron; y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron.

 

VII. AMPLIACIÓN DE LAS ENSEÑANZAS.

 

Parábola del buen samaritano.

   25Entonces un doctor de la Ley se levantó y dijo para tentarle:

-Maestro, ¡qué debo hacer para conseguir la vida eterna?

   26Él le contestó:

--¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees tú?

   27Y éste le respondió:

-Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.

   28Y le dijo:

-Has respondido bien: haz esto y vivirás.

   29Pero él, queriendo justificarse, le dijo a Jesús:

-¿Y quién es mi prójimo?

   30Entonces Jesús tomando la palabra dijo:

-Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después de haberle despojado, le cubrieron de heridas y se marcharon, dejándolo medio muerto. 31Bajaba casualmente por el mismo camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. 32Igualmente, un levita llegó cerca de aquel lugar y, al verlo, también pasó de largo. 33Pero un samaritano que iba de viaje se llegó hasta él y, al verlo, se llenó de compasión. 34Se acercó y le vendó las heridas echando en ellas aceite y vino. Lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a la posada y él mismo lo cuidó. 35Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo daré a mi vuelta. 36¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los salteadores?

   37Él le dijo:

-El que tuvo misericordia con él.

-Pues anda -le dijo Jesús- , y haz tú lo mismo.

Marta y María acogen a Jesús.

   38Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. 39Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40Pero Marta andaba afanada con numerosos quehaceres y poniéndose delante dijo:

-Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile entonces que me ayude.

   41Pero el Señor le respondió:

-Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. 42Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.

 

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El Padrenuestro

   1Estaba haciendo oración en cierto lugar. Y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:

-Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.

   2Él les respondió:

-Cuando oréis, decid:

Padre,

santificado sea tu Nombre,

venga tu Reino;

3Sigue dándonos cada día nuestro  pan cotidiano;

4y perdónanos nuestros pecados,

puesto que también nosotros perdonamos

a todo el que nos debe; y no nos pongas en tentación.

Eficacia de la oración.

   5Y les dijo.

-¿Quién de vosotros que tenga un amigo y que acuda a él a media noche y le diga: Amigo, préstame tres panes, 6porque un amigo mío me ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle, 7le responderá desde dentro: No me molestes, ya está cerrada la puerta; los míos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos? 8Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su impertinencia se levantará para darle cuanto necesite.

   9Así pues, yo os digo: pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; 10porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.

   11¿Qué padre de entre vosotros, si un hijo suyo le pide un pez, en lugar de un pez le da una serpiente? 12¿O si le pide un huevo, le da un escorpión? 13Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?.

Expulsión de los demonios y Reino de Dios.

   14Estaba expulsando un demonio que era mudo. Y cuando salió el demonio, habló el mudo y la multitud se quedó admirada; 15pero algunos de ellos dijeron:

-Expulsa los demonios por Beelzebul, el príncipe de los demonios.

   16Y otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo. 17Pero él, que conocía sus pensamientos, les replicó:

-Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado y cae casa contra casa. 18Si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo se sostendrá su reino? Puesto que decís que expulso los demonios por Beelzebul. 19Si yo expulso los demonios por Beelzebul, vuestros hijos ¿por quién los expulsan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. 20Pero si yo expulso los demonios por el dedo de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros.

   21Cuando uno que es fuerte y está bien armado custodia su palacio, sus bienes están seguros; 22pero si llega otro más fuerte y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte su botín.

   23El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.

   24Cuando el espíritu impuro ha salido de un hombre, vaga por lugares áridos en busca de descanso, pero al no encontrarlo dice: Me volveré a mi casa, de donde salí. 25Y al llegar la encuentra bien barrida y en orden. 26Entonces va, toma otros siete espíritus peores que él, y entrando se instalan allí, con lo que la situación última de aquel hombre resulta peor que la primera.

Exigencia de la palabra de Dios.

   27Mientras él estaba diciendo todo esto, una mujer de en medio de la multitud, alzando la voz, le dijo:

-Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.

   28Pero él replicó:

-Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan.

La señal de Jonás.

   29Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir:

-Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra señal que la de Jonás. 30Porque, así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. 31La reina del Sur se levantará en el Juicio contra los hombres de esta generación y los condenará: porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y daos cuenta de que aquí hay algo más que Salomón. 32Los hombres de Nínive se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán: porque ellos se convirtieron ante la predicación de Jonás, y daos cuenta de que aquí hay algo más que Jonás.

Luz del cuerpo, luz del alma.

   33Nadie que ha encendido una lámpara la pone en un sitio oculto ni debajo de un celemín, sino sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. 34La lámpara del cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo también está iluminado. Pero cuando tu ojo es malicioso, también tu cuerpo queda en tinieblas. 35Mira, por tanto, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas. 36Y si todo tu cuerpo está iluminado, sin que haya en él parte alguna oscura, todo él estará iluminado como cuando la lámpara te ilumina con su resplandor.

Reproches a escribas y fariseos.

   37Cuando terminó de hablar, cierto fariseo le rogó que comiera en su casa. Entró y se puso a la mesa. 38El fariseo se quedó extrañado al ver que Jesús no se había lavado antes de la comida. 39Pero el Señor le dijo:

-Así que vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. 40¡Insensatos! ¿Acaso quien hizo lo de fuera no ha hecho también lo d dentro? 41Dad, más bien, limosna delo que guardáis dentro, y así todo será puro para vosotros. 42Pero, ¡ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, pero despreciáis la justicia y el amor de Dios! ¡Hay que hacer esto sin descuidar lo otro!

   43¡Ay de vosotros, fariseos, porque apetecéis los primeros asientos en las sinagogas y que os saluden en las plazas!

   44¡Ay de vosotros, que sois como sepulcros disimulados, sobre los que pasan los hombres sin saberlo!

   45Entonces, cierto doctor de la Ley, tomando la palabra, le replica:

-Maestro, diciendo tales cosas nos ofendes también a nosotros.

   46Pero él dijo:

-¡Ay también de vosotros, los doctores de la Ley, porque imponéis a los hombres cargas insoportables, pero vosotros ni con uno de vuestros dedos las tocáis!

   47¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas, después que vuestros padres los mataron! 48Así pues, sois testigos de las obras de vuestros padres y consentís en ellas, porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. 49Por eso dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, 50para que se pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, 51desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el Templo. Sí, os lo aseguro: se le pedirán cuentas a esta generación.

   52¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la llave de la sabiduría! Vosotros no habéis entrado y a los que querían entrar se lo habéis impedido.

   53Cuando salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a atacarle con furia y a acosarle a preguntas sobre muchas cosas, 54acechándole para cazarle en alguna palabra.

 

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VIII. ANUNCIO ESCATOLÓGICO

 

Varias enseñanzas de Jesús.

   1En esto, habiéndose reunido una muchedumbre de miles de personas, hasta atropellarse unos a otros, comenzó a decir sobre todo a sus discípulos:

-Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 2Nadahay oculto que no sea descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. 3Porque cuando hayáis dicho en la oscuridad será escuchado a la luz; cuando hayáis hablado al oído bajo techo será pregonado sobre los terrados.

   4A vosotros, amigos míos, os digo: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo y después de esto no pueden hacer nada más. 5Os enseñaré a quien tenéis que temer: temed al que después de dar muerte tiene potestad para arrojar en el infierno. Sí, os digo: temed a éste. 6¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno solo de ellos queda olvidado ante Dios. 7Aún más, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No tengáis miedo: valéis más que muchos pajarillos.

   8Os digo, pues: a todo el que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. 9Pero al que me niegue ante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios.

   10A todo el que diga una palabra contra el Hijo del Hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.

   11Cuando os lleven a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo defenderos, o qué tenéis que decir, 12porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora qué es lo que hay que decir.

La parábola del rico insensato.

   13Uno de entre la multitud le dijo:

-Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia la herencia conmigo.

   14Pero él le respondió:

-Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros?

   15Y añadió:

-Estad alerta y guardaos de toda avaricia; porque aunque alguien tenga abundancia de bienes, su vida no depende de lo que posee.

   16Y les propuso una parábola diciendo:

-Las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto. 17Y se puso a pensar para sus adentros: ¿Qué puedo hacer, ya que no tengo dónde guardar mi cosecha? 18Y se dijo: Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi tigo y mis bienes. 19Entonces le diré a mi alma: Alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien. 20Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te van a reclamar el alma; lo que has preparado, ¿para quién será? 21Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios.

Abandono en la Providencia de Dios.

   22Les dijo a sus discípulos:

-Por eso os digo: no estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir. 23Porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. 24Fijaos en los cuervos: no siembran ni siegan; no tienen despensa ni granero, pero Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que los pájaros! 25¿Quién de vosotros por mucho que cavile puede añadir un codo a su estatura? 26Si no podéis ni lo más pequeño, ¿por qué os preocupáis por las demás cosas? 27Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. 28Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! 29Así, vosotros no andéis buscando qué comer o qué beber, y no estéis inquietos. 30Por todas esas cosas se afanan las gentes del mundo. Bien sabe vuestro Padre que estáis necesitados de ellas. 31Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os añadirán.

   32No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino. 33Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no envejecen, un tesoro que no se agota e el cielo, donde el ladrón no llega ni la polilla corroe. 34Porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.

Exhortación a la vigilancia y parábola del administrador.

   35Tened ceñidas vuestras cinturas y encendidas las lámparas, 36y estad como quienes aguardan a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga y llame. 37Dichosos aquellos siervos a los que al volver su amo los encuentra vigilando. En verdad os digo que se ceñirá la cintura, les hará sentar a la mesa y acercándose les servirá. 38Y si viniese en la segunda vigilia o en la tercera, y los encontrase así, dichosos ellos. 39Sabed esto: si el dueño de la casa conociera a qué hora va a llegar el ladrón, no permitiría que se horadase su casa. 40Vosotros estad también preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre.

   41Y le preguntó Pedro:

-Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?

   42El Señor respondió:

-¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el amo pondrá al frente de la casa para dar la ración adecuada a la hora debida? 43Dichoso aquel siervo a quien su amo cuando vuelva encuentre obrando así. 44En verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. 45Pero si ese siervo dijera en sus adentros: Mi amo tarda en venir, y comenzase a pegar a los criados y criadas, a comer, a beber y a emborracharse, 46llegará el amo de aquel siervo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará duramente y le dará el pago de los que no son fieles. 47El siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no fue previsor ni actuó conforme a la voluntad de aquél, recibirá muchos azotes; 48en cambio, el que sin saberlo hizo algo digno de castigo, recibirá pocos azotes. A todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán.

Jesús como signo de contradicción.

    49Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda? 50Tengo que ser bautizado con un bautismo, y ¡qué ansias tengo hasta que se lleve a cabo! 51¿Pensáis que he venido a trae paz a la tierra? No, os digo, sino división. 52Pues desde ahora, habrá cinco en una casa divididos: tres contra dos y dos contra tres, 53Se dividirán el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Saber discernir.

   54Decía a las multitudes:

-Cuando veis que sale una nube por el poniente, enseguida decís: Va a llover, y así sucede. 55Y cuando sopla el sur, decís: Viene bochorno, y también sucede, 56¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra: entonces: ¿cómo es que no sabéis interpretar este tiempo? 57¿Por qué no sabéis descubrir por vosotros mismos lo que es justo?

   58Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura ponerte de acuerdo con él en el camino, no sea que te obligue a ir al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. 59Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.

 

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Necesidad de la conversión.

   1Estaban presentes en aquel momento unos que le contaban lo de los galileos, cuya sangre mezcló Pilato con la de sus sacrificios. 2Y en respuesta les dijo:

-¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los galileos, porque padecieron tales cosas? 3No, os lo aseguro; pero si no os convertís, todos pereceréis igualmente. 4O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que vivían en Jerusalén? 5No, os lo aseguro; pero si no os convertís, todos pereceréis igualmente.

Parábola de la higuera estéril.

   6Les decía esta parábola:

-Un hombre tenía una higuera plantada en su viña y fue a buscar en ella fruto y no lo encontró. 7Entonces le dijo al viñador: Mira, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera sin encontrarlo; córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en balde? 8Pero él le respondió: Señor, déjala también este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, 9por si produce fruto; si no, ya la cortarás.

Jesús cura a una mujer en sábado.

   10Un sábado estaba enseñando en una de las sinagogas. 11Y había allí una mujer poseída por un espíritu, enferma desde hacía dieciocho años, y estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo. 12Al verla Jesús, la llamó y le dijo:

-Mujer, quedas libre de tu enfermedad.

   13Y le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios.

   14Tomando la palabra el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús curaba en sábado, decía a la muchedumbre:

-Hay seis días para trabajar: venid, pues, en ellos a ser curados, y no un día de sábado.

   15El Señor le respondió:

-¡Hipócritas!, cualquiera de vosotros ¿no suelta del pesebre en sábado su buey o su asno y lo lleva a beber? 16Y a ésta, que es hija de Abrahán, a la que Satanás ató ya hace dieciocho años, ¿no había que soltarla de esta atadura aun un día de sábado?

   17Y cuando decía esto, quedaban avergonzados todos sus adversarios, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.

Parábolas del grano de mostaza y de la levadura.

   18Y decía:

-¿A qué se parece el Reino de Dios y con qué lo compararé? 19Es como un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo echó en su huerto, y creció y llegó a hacerse un árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.

   20Y dijo también:

-¿Con qué compararé el Reino de Dios? 21Es como la levadura que tomó una mujer y l mezcló con tres medidas de harina hasta que fermentó todo.

La puerta angosta.

   22Y recorría ciudades y aldeas enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. 23Y uno le dijo:

-Señor, ¿son pocos los que se salvan?

   Él les contestó:

24-Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán. 25Una vez que el dueño de la casa haya entrado y haya cerrado la puerta, os quedaréis fuera y empezaréis a golpear la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. Y os responderá: No sé de donde sois. 26Entonces empezaréis a decir: Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas. 27Y os dirá: No sé de dónde sois; apartaos de mi todos los servidores de la iniquidad. 28Allí habrá llanto y rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán y a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras que vosotros sois arrojados fuera. 29Y vendrán de oriente y de occidente y del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el Reino de dios. 30Pues hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.

Respuesta de Jesús a Herodes.

   31En aquel momento se acercaron algunos fariseos diciéndole:

-Sal y aléjate de aquí, porque Herodes te quiere matar.

   32Y les dijo:

-Id a decir a ese zorro: Mira: expulso demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día acabo. 33Pero es necesario que yo siga mi camino hoy y mañana y al día siguiente, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.

Queja contra Jerusalén.

   34¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y dilapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste. 35Mirad que vuestra casa se os va a quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del señor.

 

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Jesús cura a un hidrópico en sábado.

   1Un sábado, entró él a comer en casa de uno de los principales fariseos y ellos le estaban observando. 2Y resultó que delante de él había un hombre hidrópico. 3Y tomando la palabra, les dijo Jesús a los doctores de la Ley y a los fariseos:

-¿Es lícito curar en sábado o no?

   4Pero ellos callaron. Y tomándolo, lo curó y lo despidió.

   5Y les dijo:

-¿Quién de vosotros, si se le cae al pozo un hijo o un buey, no lo saca enseguida en día de sábado?

   6Y no pudieron responderle a esto.

Lección sobre la humildad.

   7Les proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos:

8-Cuando alguien te invite a una boda, no vayas a sentarte en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él 9y, al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: Cédele el sitio a éste, y entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. 10Al contrario, cuando te inviten, ve a ocupar el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. 11Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

Actitud ante los pobres.

   12Decía también al que le había invitado:

-Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. 13Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos y a ciegos; 14y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte. Se te recompensará en la resurrección de los justos.

Parábola de los invitados a las bodas.

   15Cuando oyó esto uno de los comensales, le dijo:

-Bienaventurado el que coma el pan en el Reino de Dios.

   16Pero él le dijo:

-Un hombre daba una gran cena e invitó a muchos. 17Y envió a su siervo a la hora de la cena para decir a los invitados: Venid, que ya está todo preparado. 18Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo y tengo necesidad de ir a verlo; te ruego que me des por excusado. 19Y otro dijo: Compré cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas; te ruego que me des por excusado. 20Otro dijo: Acabo de casarme, y por eso no puedo ir. 21Regresó el siervo y contó esto a su señor. Entonces, irritado el amo de la casa, le dijo a su siervo: Sal ahora mismo a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, a los tullidos, a los cojos y ciegos. 22Y el siervo dijo: Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio. 23Entonces dijo el señor a su siervo: Sal a los caminos y a los cercados y obliga a entrar, para que se llene mi casa. 24Porque os aseguro que ninguno de aquellos hombres invitados gustará mi cena.

Condiciones para seguir a Jesús.

   25Iba con él mucha gente, y se volvió hacia ellos y les dijo:

26-Si alguno viene a mí y no odia  a su padre y a su madre y a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos y a sus hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27Y el que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser mi discípulo.

   28Porque, ¿quién de vosotros, al querer edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos a ver si tiene para acabarla? 29No sea que, después de poner los cimientos y no poder acabar, todos los que lo vean empiecen a burlarse de él, 30y digan: Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar. 31¿O qué rey, que sale a luchar contra otro rey, no se sienta antes a deliberar si puede enfrentarse con diez mil hombres al que viene contra él con veinte mil? 32Y si no, cuando todavía está lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. 33Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo.

   34La sal es buena; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué se sazonará? 35No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran fuera. Quien tenga oídos para oír, que oiga.

 

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IX. PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA.

 

La oveja perdida.

   1Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. 2Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

-Éste recibe a los pecadores y come con ellos.

   3Entonces les propuso esta parábola:

4-¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y sale en busca de la que se perdió hasta encontrarla? 5Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, 6y, al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió. 7Os digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión.

La dracma perdida.

   8¿O qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y barre la casa y busca cuidadosamente hasta encontrarla? 9Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que se me perdió. 10Así, os digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

El hijo pródigo.

   11Dijo también:

-Un hombre tenía dos hijos. 12El más joven de ellos le dijo a su padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y les repartió los bienes. 13No muchos días después, el hijo más joven lo recogió todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. 14Después de gastarlo todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. 15Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; 16le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. 17Recapacitando, se dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! 18Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 19ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. 20Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre.

   Cuando aún estaba lejos, le vio su padre y se compadeció. Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y le cubrió de besos. 21Comenzó a decirle el hijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. 22Pero el padre les dijo a sus siervos: Pronto, sacad el mejor traje y vestidle; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; 24porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a celebrarlo.

   25El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los cantos 26y, llamando a uno de los siervos, le preguntó qué pasaba. 27Éste le dijo: Ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado sano. 28Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerle. 29Él replicó a su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. 30Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado. 31Pero él respondió: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32pero había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.

 

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X. ENSEÑANZAS DIVERSAS

 

El administrador infiel.

   1Decía también a los discípulos:

-Había un hombre rico que tenía un administrador, al que acusaron ante el amo de malversar la hacienda. 2Le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuentas de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando. 3Y dijo para sí el administrador: ¿Qué voy a hacer, ya que mi señor me quita la administración? Cavar no puedo; mendigar me da vergüenza. 4Ya sé lo que haré para que me reciban en sus casas cuando me despidan de la administración. 5Y, convocando uno a uno a los deudores de su amo, le dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? 6Él respondió: Cien medidas de aceite. Y le dijo: Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. 7Después le dijo a otro: ¿Y tú cuánto debes? Él respondió: Cien cargas de trigo. Y le dijo: Toma tu recibo y escribe ochenta. 8El amo alabó al administrador infiel por haber actuado sagazmente; porque los hijos de este mundo son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz.

   9Y yo os digo: haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, os reciban en las moradas eternas.

   10Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho. 11Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdad? 12Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?

   13Ningún criado puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión a uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas.

    14Oían todas estas cosas los fariseos, que eran amantes del dinero, y se burlaban de él. 15Y les dijo:

-Vosotros os hacéis pasar por justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres es abominable delante de Dios.

La Ley y el Evangelio.

   16La Ley y los profetas llegan hasta Juan; desde entonces se evangeliza el Reino de Dios y cada uno se esfuerza por él.

   17Es más fácil que pasen el cielo y la tierra que el que se anule un solo trazo de la Ley.

   18Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada por su marido, comete adulterio.

El rico Epulón y el pobre Lázaro.

   19Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y todos los días celebraba espléndidos banquetes. 20En cambio, un pobre llamado Lázaro yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, 21deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían a lamerle las llagas. 22Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió también el rico y fue sepultado. 23Estando en los infiernos, en medio de los tormentos, , levantando sus ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno; 24y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy atormentado en estas llamas. 25Contestó Abrahán: Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora aquí él es consolado y tú atormentado. 26Además de todo esto, entre vosotros y nosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieren atravesar de aquí hasta vosotros, no pueden; ni tampoco pueden pasar de ahí hasta nosotros. 27Y él dijo: Te ruego entonces, padre, que le envíes a casa de mi padre, 28porque tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan también a este lugar de tormentos. 29Pero replicó Abrahán: Tienen a Moisés y a los Profetas. ¡Que los oigan! 30Él dijo: No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va a ellos, se convertirán. 31Y le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno resucite de entre los muertos.

 

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El escándalo.

   1Les dijo a los discípulos:

-Es imposible que o vengan los escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! 2Más le valdría que le ajustaran al cuello una piedra de molino y que le arrojaran al mar, que escandalizar a uno de esos pequeños: 3andaos con cuidado.

Perdón de las ofensas.

   Si tu hermano peca, repréndele; y, si se arrepiente, perdónale. 4Y si peca siete veces al día contra ti, y siete veces vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, le perdonarás.

Fuerza de la fe.

   5Los apóstoles le dijeron al Señor:

-Auméntanos la fe.

   6Respondió el Señor:

-Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta morera: arráncate y plántate en el mar, y os obedecería.

Humildad en el servicio.

   7Si uno de vosotros tiene un siervo en la labranza o con el ganado y regresa del campo, ¿acaso le dice: Entra en seguida y siéntate a la mesa? 8Por el contrario, ¿no le diría más bien: Prepárame la cena y disponte a servirme mientras como y bebo, que después comerás y beberás tú? 9¿Es que tiene que agradecerle al siervo el que haya hecho lo que se le había mandado? 10Pues igual a vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: Somos unos siervos inútiles; no hemos hecho más que lo que teníamos que hacer.

Los diez leprosos.

   11Al ir de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaría y Galilea; 12y, cuando iba a entrar en un pueblo, le salieron al paso diez leprosos, que se detuvieron a distancia 13y le dijeron gritando.

-¡Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros!

   14Al verlos, les dijo:

-Id y presentaos a los sacerdotes.

   Y mientras iban quedaron limpios. 15Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, 16y fue a postrarse a sus pies dándole gracias. Y éste era samaritano. 17Ante lo cual dijo Jesús:

-¿No son diez los que han quedado limpios? Los otros nueve, ¿dónde están? 18¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?

   19Y le dijo:

-Levántate y vete; tu fe te ha salvado.

La venida del Reino de Dios.

   20Interrogado por los fariseos sobre cuándo llegaría el Reino de Dios, él les respondió:

-El Reino de Dios no viene con espectáculo; 21ni se podrá decir: Mirad, está aquí, o está allí; porque, daos cuenta de que el Reino de Dios está ya en medio de vosotros.

El día de la venida de Cristo.

   22Y les dijo a los discípulos:

-Vendrá un tiempo en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. 23Entonces os dirán: Mirad, está aquí, o mirad, está allí. No vayáis ni corráis detrás. 24Porque, como el relámpago fulgurante brilla de un extremo a otro del cielo, así será en su día el Hijo del Hombre. 25Pero es necesario que antes padezca mucho y sea reprobado por esta generación. 26Y como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre. 27Comían y bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día que Noé entró en el arca, y vino el diluvio e hizo perecer a todos. 28Lo mismo sucedió en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y edificaban; 29pero el día en que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los hizo perecer a todos. 30Del mismo modo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre. 31Ese día, quien esté en el terrado y tenga sus cosas en la casa, que no baje por ellas; y lo mismo quien esté en el campo, que no vuelva atrás. 32Acordaos de la mujer de Lot. 33Quien pretenda guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará viva. 34Yo os digo que esa noche estarán dos en el mismo lecho: uno será tomado y el otro será dejado. 35Estarán dos moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada.(36)

   37Y a esto le dijeron:

-¿Dónde, Señor?

   Él les respondió:

-Dondequiera que esté el cuerpo, allí se reunirán los buitres.

 

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Perseverancia en la oración. Parábola del juez injusto.

   1Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desfallecer, 2diciendo:

-Había en una ciudad un juez que no temía a dios ni respetaba a los hombres. 3También había en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo: Hazme justicia ante mi adversario. 4Y durante mucho tiempo no quiso. Sin embargo, al final se dijo a sí mismo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 5como esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme.

   6Concluyó el Señor:

-Prestad atención a lo que dice el juez injusto. 7¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar? 8Os aseguro que les hará justicia sin tardanza. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?

Parábola del fariseo y el publicano.

   9Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás:

10-Dos hombres subieron al Templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. 11El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. 12Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo. 13Pero el publicano, quedándose lejos,, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador. 14Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado.

Jesús bendice a los niños.

   15Le llevaban también niños para que los tomara en sus brazos. Al verlo los discípulos les reñían. 16Pero Jesús llamó a los niños y dijo:

-Dejad que los niños vengan conmigo y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. 17En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.

El joven rico. Pobreza y entrega cristianas.

   18Cierto personaje distinguido le preguntó:

-Maestro bueno, ¿qué puedo hacer para heredar la vida eterna?

   19Le respondió Jesús:

-Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno solo: Dios. 20Ya conoces los mandamientos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.

21-Todo esto lo he guardado desde la adolescencia -respondió él.

   22Después de oírlo le dijo Jesús:

-Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme.

   23Pero al oír estas cosas se puso triste, porque era muy rico. 24Viéndole entristecerse, dijo Jesús:

-¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas! 25Porque es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios.

   26Los que escuchaban dijeron:

-¿Entonces quién puede salvarse?

   27Él respondió:

-Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

   28Entonces dijo Pedro:

-Ya ves que nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido.

   29Y Jesús les respondió:

-Os aseguro que no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos por causa del Reino de Dios, 30que no reciba mucho más en este mundo y, en el siglo venidero, la vida eterna.

Tercer anuncio de la Pasión.

   31Tomando consigo a los doce, les dijo:

-Mirad, subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que han sido escritas por medio de los Profetas acerca del Hijo del Hombre: 32será entregado a los gentiles y se burlarán de él, será insultado y escupido, 33y, después de azotarlo, lo matarán, y al tercer día resucitará.

   34Pero ellos no comprendieron nada de esto: era éste un lenguaje que les resultaba incomprensible, y no entendían las cosas que decía.

Curación del ciego de Jericó.

   35Cuando se acercaban a Jericó, un ciego estaba sentado al lado del camino mendigando. 36Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué era aquello. 37Le contestaron:

-Es Jesús Nazareno, que pasa.

   38Y gritó diciendo:

-¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!

   39Y los que iban delante le reprendían para que se estuviera callado. Pero él gritaba mucho más:

-¡Hijo de David, ten piedad de mí!

   40Jesús, parándose, mandó que lo trajeran ante él. Y cuando se acercó, le preguntó:

41-¿Qué quieres que te haga?

-Señor, que vea -respondió él.

   42Y Jesús le dijo:

-Recobra la vista, tu fe te ha salvado.

   43Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al presenciarlo, alabó a Dios.

 

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Conversión de Zaqueo.

   1Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. 2Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. 3Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. 4Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí. 5Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo:

-Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa.

   6Bajó rápido y lo recibió con alegría. 7Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un pecador. 8Pero Zaqueo, de pie, le dijo al Señor:

-Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más.

   9Jesús le dijo:

-Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán; 10porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

Parábola de las minas.

   11Mientras estaban oyendo estas cosas, les añadió una parábola, porque él estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios se manifestaría enseguida. 12Dijo  pues:

-Un hombre noble marchó a una tierra lejana a recibir la investidura real y volverse. 13Llamó a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: Negociad hasta mi vuelta. 14Sus ciudadanos le odiaban y enviaron una embajada tras él para decir: No queremos que éste reine sobre nosotros. 15Al volver, recibida ya la investidura real, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a quienes había dado el dinero, para saber cuánto habían negociado. 16Vino el primero y dijo: Señor, tu mina ha producido diez. 17Y le dijo: Muy bien, siervo bueno, porque has sido fiel en lo poco, ten potestad sobre diez ciudades. 18Vino el segundo y dijo: Señor, tu mina ha producido cinco. 19Le dijo a éste: Tú ten también el mando de cinco ciudades. 20Vino el otro y dijo: Señor, aquí está tu mina, que he tenido guardada en un pañuelo; 21pues tuve miedo de ti porque eres hombre severo, recoges lo que no depositaste y cosechas lo que no sembraste. 22Le dice: Por tus palabras te juzgo, siervo malo; ¿sabías que yo soy hombre severo, que recojo lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado? 23¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así, al volver yo lo hubiera retirado con los intereses. 24Y les dijo a los presentes: Quitadle la mina y dádsela al que tiene diez. 25Entonces le dijeron: Señor, ya tiene diez minas. 26Os digo: A todo el que tiene se le dará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. 27En cuanto a esos enemigos míos que no han querido que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos en mi presencia.