LIGERO DE EQUIPAJE
Tony de Mello, un profeta para nuestro tiempo
Carlos G. Vallés S.J.
Esta
era la gran bomba que Tony nos tenía guardada. Desde el principio hizo alusión a
ella repetidas veces, anunció a cada paso que la respuesta final a cada una de
las cuestiones propuestas tendría que esperar hasta que quedara establecida esta
tesis esencial, se pasó un día entero explicándola a placer, y volvió a
referirse a ella en los días siguientes para recoger y atar todo lo que había
dicho en este nudo único de suprema importancia. Lo llamó "la meta de Sádhana",
el recurso definitivo para eliminar todos los apegos, falsas ilusiones y
condicionamientos, la búsqueda tradicional de todos los místicos y la última
conquista de todos los santos. Se trataba, en una palabra, del todo-o-nada, del
ahora-o-nunca de nuestro esfuerzo espiritual y de nuestra existencia sobre la
tierra. Aquí estaba Tony, el guru, revelando su sagrado mantra (fórmula de
salvación) a sus discípulos consagrados. Lo único que faltó (me permití observar
yo en broma, dada la solemnidad que revistió la ocasión) fue haber consultado al
astrólogo, como se hace siempre en la India, para fijar el momento sideral en
que la iniciación debería tener lugar para alcanzar su efecto pleno. No creo que
Tony llegara a esos extremos, pero, a parte de eso, no perdonó esfuerzo alguno
para convencemos de la importancia de lo que iba a decimos.
Lo que
nos iba a decir era, de hecho, bien sencillo de decir: el Yo no existe. El "Yo",
el "ego", la "persona" o como quiera que se llame aquello que yo soy y
represento, es pura ilusión sin realidad alguna. No que mi cuerpo y mi alma no
existan; sí que existen clara y solemnemente, fuera de toda duda; pero el
"sujeto" que se presume existe dentro o por detrás o por encima de ese
alma-cuerpo es pura imaginación, es una ficción de la mente que es del todo
gratuita, inútil y dañosa. Ese imaginario Yo es la causa de todos nuestros
problemas, y el deshacerse de él es la liberación final. Así de sencillo. Antes
de que nos armáramos más lío o nos pusiéramos a la defensiva, Tony citó las
palabras del Señor a santa Catalina de Siena: "Yo soy el que es; tú eres la que
no eres." Esa es la verdad que hemos de alcanzar. Nosotros no existimos.
Nosotros, en tanto que nosotros, no somos. Yo, como yo, no soy. Estoy tan
acostumbrado a verme a mí mismo como a mí mismo que esto no me resulta muy fácil
para empezar. El primer paso será entender con la mente el sentido exacto de esa
proposición, y luego vendrá el paso mucho más importante y mucho más difícil de
aceptarlo, asimilalo, identificarse con esa verdad íntima y llevarla a la vida
cotidiana. Vamos paso a paso.
Tony se
levantó y se puso de pie en medio del grupo, que seguía sentado en círculo en
las célebres "sillas de Sádhana" , verdaderas tumbonas de respaldo de ángulo
adaptable, cariñosas compañeras y refugio de nuestros cansados huesos en las
largas horas de las sesiones interminables, en las que resultaba duro a los
miembros entumecidos acompañar al interés siempre vivo de la mente. Cogió una de
las sillas, la enseñó a todos como un prestidigitador que va a comenzar la
sesión, la plantó en medio y dijo: "Si yo digo 'Esta silla' y luego 'Mi silla',
¿ha cambiado algo? En la silla, desde luego que no. El que yo la llame 'mía' no
causa ningún cambio en ella. Es decir que, por lo que concierne a la naturaleza
de las cosas, el 'mío' o 'mía' no tiene sentido. Si yo desaparezco, esta silla
se queda tal como está. El decir 'mía' no le añade nada a la silla; es una pura
invención de mi mente, una etiqueta en mi cabeza. Y lo mismo hay que decir de mi
comunidad, mi grupo, mi país, mi familia, mis amigos. Buda dijo estas sabias
palabras: 'Estos son mis hijos, mi casa, mi tierra...: ésas son las palabras de
un necio que no entiende que ni él mismo es suyo.' Si el 'mi' no añade nada
cuando se usa con cualquier otra cosa, tampoco añade nada cuando se usa con uno
mismo. 'Mi' persona no quiere decir nada. 'Yo mismo', sencillamente, no existo."
Tony
dejó la silla en su sitio, cogió un libro y volvió al centro del grupo. "Mirad
este libro. ¿De qué está hecho? Lo puedo expresar claramente como si fuera una
ecuación matemática: páginas + letras + cubierta + ilustraciones = libro. ¿Está
claro? Pero imaginad que ahora digo: páginas + letras + cubierta + ilustraciones
+ libro = libro. Ahí hay algo que no funciona, ¿no es así? He metido de
contrabando la palabra 'libro' en la definición de 'libro'. Eso, desde luego, no
vale. Cualquier profesor (o alumno) de lógica descubrirá el sofisma e indicará
que no se puede usar el concepto de libro para definir qué es un libro. Círculo
vicioso. Bueno, pues ahora, atención. Aquí está Kurien (uno de los del grupo, a
quien Tony cogió de la mano y lo llevó al medio.) ¿De qué está hecho Kurien?
Claro, habrá que decirlo de manera distinta según cada teoría; según una, estará
hecho de tierra, agua, aire y fuego; según otra, de moléculas, átomos,
electrones o lo que sea; según otra, de mente, alma y cuerpo, o sencillamente de
alma y cuerpo como nosotros preferimos decir. De modo que ahí tenemos nuestra
ecuación: alma + cuerpo = Kurien. Pero no es eso lo que nosotros decimos en la
práctica. Lo que nosotros pensamos y decimos es: alma + cuerpo + Kurien = Kurien.
Es decir, metemos también de contrabando la persona de Kurien en la definición
de Kurien. Ponemos un 'Yo' por encima de su cuerpo y su alma y distinto de
ambos, es decir, metemos a 'Kurien' en 'Kurien' y hacemos que Kurien posea y
controle a Kurien, con lo cual le creamos un lío de identidad que Kurien ya no
sabe quién es Kurien, si el que controla o el que es controlado, y ya no sale de
ahí en toda su vida."
Después de decir que ese ejemplo del libro y la persona era la manera más fácil que había encontrado hasta la fecha para introducir esta materia, Tony continuó: "Fijaos bien. Yo estoy hecho nada más que del conjunto de alma y cuerpo; y, sin embargo, les pego luego un 'Yo' encima y hablo de 'mi' alma y 'mi' cuerpo. ¿Quién es ese 'Yo' al que pertenecen mi alma y mi cuerpo? Como le preguntó el irlandés a su párroco: 'Cuando yo me muera, mi cuerpo se quedará en la tumba, y mi alma se irá al cielo; pero... ¿dónde estaré yo?' De hecho, no existe el tal 'Yo', pero nosotros nos imaginamos de algún modo que hay una personilla, asentada allá por la base del cráneo, que es dueña de nuestra alma y cuerpo, se siente responsable de ellos, los maneja y controla, y así se erige en el 'yo' que me controla a 'mí', que es una confrontación imposible.
Pensad
por un instante en la frase 'Yo he de salvar mi alma'. ¿Quién es ese 'yo' que ha
de salvar 'su' alma? Alguien distinto del alma, ¿no es así? Si no, ¿cómo podría
'él' salvarla a 'ella'? De modo que hemos puesto un Yo que se encargue del alma.
El Yo salvará a su alma. Parece que está claro. Pero ¿quién, si se puede saber,
salvará ahora al 'Yo'? Es evidente que tenemos que poner a otro Yo que se
encargue del primer Yo. Este segundo Yo se cuidará del primer Yo y, al fin, lo
'salvará'. Todo va bien. Pero ¿quién se encargará ahora de este segundo Yo? Nos
hemos metido en un lío infinito. Un laberinto sin salida. El salón de los mil
espejos. La cueva de las ilusiones. No hay manera de escapar de la trampa si no
es eliminar de entrada el primer Yo."
"Os lo
propongo ahora de otra manera. La mente se ha inventado el primer Yo. Eso ya
crea un dualismo que separa al Yo del alma. Ese dualismo es lo que llamamos la
oposición entre mi Yo verdadero y mi Yo sometido a las pasiones, mi Yo redimido
y mi Yo pecador, el hombre viejo y el nuevo, la Bestia y el Angel, el Yo libre y
el Yo acomplejado... según la terminología tanto en espiritualidad como en
psicología. Pero, una vez que hemos establecido ese dualismo, es decir, esa
separación y división, hay que poner a alguien por encima de ella para que
juzgue, gobierne y controle. Hay que poner otro Yo. Y luego otro y otro, en
cadena sin fin. Jerarquía interminable de 'yos' dentro del cerebro. Locura sin
remedio. El vigilante que es vigilado por el vigilante que a su vez es vigilado
por... La espiral que se pierde en las nubes. No hay manera de escapar al abrazo
asfixiante de la espiral si no es cortar por lo sano y evitar ya su primer lazo,
es decir, denunciar decididamente el sofisma del primer Yo."
"¿Habéis oído en vuestra vida una expresión más disparatada que 'el dominio de
sí mismo'? La usamos con frecuencia y con respeto como figura de la personalidad
equilibrada y del carácter ideal, sin pararnos nunca a examinarla de cerca. ¿Qué
es lo que quiere decir el dominio de sí mismo? ¿Que yo me domino a mí mismo? Es
decir, ¿que el Yo domina al Yo? ¿Que el Yo domina alguna otra cosa? ¿O que
alguna otra cosa domina al Yo? Todo es absurdo. El campeón de ajedrez que se
derrota a sí mismo. ¿Tiene eso sentido? ¿Quién ha vencido y quién ha perdido? En
psicología, eso es esquizofrenia, y es enfermedad mental. Camino del manicomio.
Otra frasecita de muestra. 'Me echo la culpa a mí mismo.' ¿Quién le echa la
culpa a quién? ¿Es que me han dividido en dos mitades para que una de mis
mitades le eche la culpa a la otra mitad? O como áquel que dijo: 'Tengo que
echarme una mano a mí mismo.' Es decir, echarse una mano a su mano. Asunto tan
difícil, en comparación de Alan Watts, como el morderse los dientes con los
dientes, ver el ojo con el mismo ojo (sin espejo) o tocar la punta del dedo
índice de la mano derecha con la punta del dedo índice de la mano derecha. Que
lo pruebe quien quiera. Y, sin embargo, eso es lo que estamos haciendo todo el
día como si fuera nuestro objetivo supremo. Dominarse a sí mismo, negarse a sí
mismo (¿no es eso alta traición?), autodeterminación, autodisciplina. Pero
¿quién disciplina a quién, quién niega a quién, quién rige a quién? Eterno
tiovivo de vueltas y vueltas que hace imposible todo progreso espiritual
mientras no nos apeemos de él."
Todos
los recursos histriónicos de Tony, que eran muchos y variados, hubieron de
ponerse en juego para mantener viva nuestra atención mientras él hablaba,
actuaba, gesticulaba, cambiaba de voz, hacía el payaso y el mimo con dejo
profesional y se dirigía, ya a uno, ya a otro, ya al grupo entero, que le seguía
perplejo, interesado, divertido. Todos le escuchábamos con intensa
determinación, aunque la intensidad del escuchar no estuviese en relación con la
claridad del entender. A mi alrededor podía ver yo lápices vacilantes
cerniéndose sobre cuadernos en blanco, imagen de las mentes en blanco, a las que
no resultaba fácil pensar rápidamente a lo largo de rutas nuevas. Tony corrigió
el objetivo y bajó de la lógica a la descripción.
"El Yo
es sólo una etiqueta pegada a este binomio alma-cuerpo. Yo soy un organismo que
se llama Tony. Eso es todo. El problema es que la etiqueta tapa a la realidad y
nosotros, como siempre hacemos, tomamos la etiqueta por lo que significa, el
mapa por el territorio, el nombre por el objeto. Le concedemos una existencia
independiente a la etiqueta, y creemos que la 'persona' de Tony es algo que
existe por sí mismo, independientemente de su alma y de su cuerpo, y que es
quien rige a ambos. Vamos a neutralizar un poco la situación y a pensar y hablar
de nosotros mismos como 'organismos' a los que, sencillamente, se ha dado un
nombre para facilitar e! trato mutuo. Nos divertiremos un poco." Entonces Tony
se dirigió a Joe Puli, Provincial de los jesuitas de Kérala, y le dijo: "Suponte
que yo ahora te señalo a ti con el dedo y te digo: 'He oído decir que este
organismo lo está haciendo muy bien de Provincial'. ¿Qué es lo que sientes? Te
gusta, desde luego; pero, si yo lo digo de ese modo, no te produce demasiada
emoción, ¿no es verdad? En cambio si te digo: 'He oído que tú lo estás haciendo
muy bien de Provincial', eso te da mucha más satisfacción, ¿a que sí? Del mismo
modo, si te digo: 'Tú eres un verdadero desastre como Provincial', seguro que lo
sientes de veras; mientras que si digo: 'Este organismo es un desastre de
Provincial', no te molesta tanto. Ya veis por dónde va la cosa. El 'yo' o el
'tú' directos son una amenaza, porque se toman muy en serio a sí mismos como
responsables en última instancia de lo que 'este organismo' hace o deja de
hacer, y les afecta seriamente tanto el éxito como e fracaso. En cambio, en
cuanto descartamos la etiqueta amenazadora del 'yo' o el 'tú', la intensidad del
sentimiento, en un sentido o en otro, se rebaja al instante. He averiguado que
puedo decirle a cualquiera impunemente: 'Tu subconsciente es un canalla', a lo
cual él asiente enseguida con una sonrisa complacida; mientras que, si le digo:
'Tú eres un canalla', se siente ofendido y puede reaccionar violentamente, con
consecuencias desagradables para mí. La devaluación del 'yo', aunque sólo sea
verbal, rebaja al punto la tensión y facilita el trato mutuo en cualquier
situación. Imaginaos qué descanso será cuando la de valuación sea no sólo
verbal, sino real; cuando yo caiga en la cuenta de que no hay Yo y, en
consecuencia, tampoco hay nada de qué gloriarse ni de qué preocuparse. Esa es,
ni más ni menos, la experiencia de los místicos. Santa Teresa de Avila recibió
la gracia de verse a sí misma como si fuera otra persona, como si fuese una
extraña a sí misma; es decir, que dejó de identificarse con su Yo, y eso la
llevó a conseguir aquella paz suprema por la que ya nada, bueno o malo, le
afectaba, pues le resultaba como si le estuviese pasando a otro. Ese es el
camino a recorrer, y ésa la dirección."
Yo
pensé entonces (aunque sin interrumpir a Tony, que estaba demasiado absorto en
su disertación como para admitir interrupciones) en Swami Ramdas, ese encantador
místico hindú que siempre hablaba de sí mismo en tercera persona como si fuese
la cosa más natural del mundo, ya que tomaba lo que le pasaba a él, fuera
agradable o desagradable, como si le pasara a otro. Si cualquier otra persona
hablara así, resultaría artificial y ridículo; pero en él resultaba
perfectamente normal, ya que encajaba con todo su pensar y vivir. No tenía
sentido del Yo en su vida, y por eso no tenía primera persona gramatical en su
lenguaje. San Pablo había dicho en el momento más sublime de todos sus escritos:
"Vivo..., bueno, no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí." La
experiencia religiosa más profunda en todos los climas y en todas las edades
parece estar ligada a esta liberación del Yo a un nivel más elevado de
autopercepción, sea cual sea la manera con que éste pueda describirse o dejar de
describirse.
Tony
seguía adelante: "Si alguien se cree en serio que es Napoleón, decimos que es un
loco y lo encerramos en el manicomio. Si yo me creo que soy un Yo independiente,
estoy tan loco como él, sólo que, como todo el mundo piensa lo mismo, el
manicomio en este caso es el mundo entero. Os tengo bien dicho que tenemos que
deshacemos de todas las falsas ilusiones, y ésta es la principal y de la que
dependen todas las demás. El Yo es una ilusión, y hay que deshacerse de ella
cuanto antes. También os tengo dicho que hemos de liberamos de todos los apegos
que tenemos, y ahora comprenderéis que, una vez que nos liberemos del Yo, todos
esos "asimientos" se caerán por sí mismos. Una vez que no hay Yo, no tienen a
dónde agarrarse. Y, por último, aquí veis también la última etapa de nuestro
viaje hacia el amor a través de las relaciones interpersonales. El obstáculo
definitivo y último para el verdadero amor es el egoísmo, el Yo. Desentiéndete
del Yo, y ese día entenderás lo que es el amor. El resumen de todo lo que he
dicho en estos días es: desentiéndete del Yo y serás libre."
Tony
hizo una pausa, y yo aproveché para formular una objeción, no con ánimo de
oponerme, sino de aclarar conceptos y profundizar en la idea fundamental, clara
y oscura al mismo tiempo: "De acuerdo en eso de considerarme a mí mismo como
'este organismo'; lo entiendo, y me ayuda la idea; pero, Tony, si este organismo
llamado Carlos tiene dolor de muelas, 'yo' siento algo que no siento cuando el
dolor de muelas lo tiene el organismo llamado Tony; de modo que parece que hay
algo allí además del organismo. ¿Me explico?" Tony tenía prevista la pregunta y
contestó con claridad: "Lo que he dicho sobre el desentenderse mentalmente del
propio Yo se aplica a todo, menos al dolor físico. El dolor físico pertenece al
organismo, y tiene derecho a hacer sentirse en él. Es el caso de cualquier
animal irracional, que no tiene conciencia psicológica de ser 'persona'. Siente
el dolor físico y reacciona ante él, y en eso nosotros somos, exactamente lo
mismo. El dolor físico deja sentirse en el organismo, y eso provoca la reacción
correspondiente. Hasta ahí todo va bien. La equivocación comienza cuando ese
mismo tipo de reacción personal se aplica a cualquier otro tipo de dolor o
sensación. Suponte, por ejemplo, que te insulta alguien. Entonces es cuando tu
organismo ha de sentirse y mostrarse totalmente indiferente, como si fuera el
organismo de Tony el que ha sido insultado. Mientras sientas el insulto, queda
algo del Yo en ti."
Me satisfizo la respuesta, pero volví a insistir en la misma línea para aclarar un punto definitivo: "¿Y qué sucede cuando yo muero, es decir, cuando este organismo se muere?" Tony contestó como un relámpago, con un tono de certeza innegable: "No hay Yo, Carlos. Nadie se muere. La muerte no existe."
Un
súbito silencio reverencial se apoderó de la sala. Todos sentimos la
trascendencia del momento. Habíamos llegado a la cumbre.
Tony
iba a por todas. Estaba convencido hasta el fondo de lo que decía, hablaba con
celo y entusiasmo, ponía énfasis en cada palabra, y era evidente que todo lo que
nos estaba explicando ahora era el resultado de una larga reflexión y una
decidida experiencia personal. Me acordé de que ya en los días de "Sádhana I",
en Poona, Tony se había referido al misterio del Yo y había llegado a formular
la pregunta expresa: "A fin de cuentas, ¿qué es el Yo?" Eso quiere decir que ya
pensaba en ello desde aquellos primeros años, aunque entonces no desarrolló la
idea. Y, por fin, ahora, diez años más tarde, con todo el estudio y la práctica
de su perseverante sinceridad por medio, la semilla había dado fruto, y aquella
breve pregunta se había convertido en el núcleo de su doctrina.
En "El
canto del pájaro" hay ya varias sugerencias que apuntan a este tema. Cito uno de
los cuentos, que se llama precisamente "Renunciar al Yo". "El discípulo: 'Vengo
a ofrecerte mis servicios.' El maestro: 'Si renuncias a tu Yo, el servicio
brotará automáticamente.' (Comentario:) Puedes entregar todos tus bienes para
ayudar a los pobres, entregar tu cuerpo a la hoguera, y no tener amor en
absoluto. Guarda tus bienes y renuncia a tu Yo. No quemes tu cuerpo; quema tu
'ego'. Y el amor brotará automáticamente."
Tony
sabía perfectamente que, al adoptar esta espiritualidad, se ponía a tono con lo
mejor que hay en toda tradición religiosa, comenzando por el misticismo
cristiano y siguiendo por el sufismo mahometano, el advaita hindú, el atomismo
del Zen y el vacío del Tao. De hecho, no se trata de un pensamiento original ni
de un descubrimiento nuevo, pero sí de una asimilación personal que daba a las
palabras de Tony un filo y un empuje de actualidad ineludible y de seriedad
inquietante. En poco tiempo llegó a comunicarnos algo de su entusiasmo y su
dedicación a lo que para él era claramente el destino supremo del hombre sobre
la tierra. Y entonces surgió la pregunta inevitable de sus fervorosos oyentes:
¿Y qué hacemos ahora, en la práctica, para conseguir eso?
Aquí
Tony se volvió seco, frío, casi desentendido de lo que hiciéramos nosotros, con
técnica evidente que quería decir: allá vosotros; yo he señalado el camino, y a
cada cual le toca recorrerlo como mejor sepa; ya me conocéis bastante a mí y a
Sádhana para saber que ni yo ni nadie puede hacer por vosotros lo que es
exclusivamente asunto vuestro: vivir vuestra vida. Habló en términos negativos,
como lo hacen todos los que tratan de este estado del alma; pero esa misma
negación tiene sentido, porque, al cerrar puertas fáciles, nos orienta con feliz
necesidad hacia las difíciles. Esto es lo que decía Tony cuando llegó a la
práctica de lo que había explicado: "No hay esfuerzo, por valiente que sea, que
pueda llevarnos a desentendernos del Yo. Al contrario, todo esfuerzo es
contraproducente, porque refuerza al Yo en vez de rebajarlo. Cualquier método
basado en la fuerza de voluntad no hace más que confirmar y robustecer al Yo,
que es lo contrario de lo que debería hacer; así es que hay que descartarlo de
raíz. ¿Con qué nos quedamos, entonces? Con la eterna paradoja que ya hemos
enunciado más de una vez: sin esfuerzo no podemos hacer nada, y el esfuerzo no
hace más que estropearlo todo. (¿Os acordáis de Buda? El deseo de la iluminación
es, a un tiempo, condición esencial... y obstáculo insuperable para
conseguirla.) El único método, si método puede llamarse, es abrir los ojos y
ver.
Sencillamente ver, caer en la cuenta, dejar que caigan las escamas de los ojos.
Es tan fácil que por eso mismo es difícil. Es espontáneo, y por eso hay que
trabajarlo. Hasta ahí llegamos juntos, y por lo demás... ¡buena suerte! Os aviso
también que esta espiritualidad no es para todos. Es decir, para todos vosotros
sí, pero para todo el mundo no. La mayor parte de la gente seguirá
necesitando muletas para andar, y tienen pleno derecho a usarlas si así lo
desean. Quien sea valiente, que se despoje de todo y se lance a la búsqueda
desnuda de Dios despojándose de sí mismo. Aun de los que lo intentan, no todos
lo consiguen. Quizá uno de cada millón llegue a la iluminación final. Aunque,
por otro lado, no dudo en decir que cada uno de vosotros aquí presentes puede
perfectamente alcanzarla. Ahora sí, otra advertencia: esta iluminación final es
o todo o nada; no va por partes ni se obtiene a trozos; o la alcanzas o no; no
puedes estar 'bastante encinta'; o lo estás o no lo estás. No nos engañemos con
medias tintas. Este no es camino para cobardes o pusilánimes. Precisamente el
fracaso en esta empresa viene de la falta de determinación. Ya os lo dije antes,
y lo vuelvo a repetir ahora: nadie quiere curarse. Nadie quiere deshacerse de su
propio Yo, por mucho que lo diga. La aventura en ese reino desconocido es
demasiado extraña y aterradora, y nadie quiere adentrarse en él. Nos gusta
llevar el timón, dirigir nuestra vida, llevar la contabilidad, controlarlo
todo... y la idea de quedarnos sin nuestro 'Yo' nos deja sin dónde agarrarnos,
cosa que no nos gusta. En el fondo, es batalla de fe. Si supiéramos confiar en
Dios, olvidarnos de nosotros mismos y dejarnos llevar por él en cada momento,
entraríamos en este camino real que lleva a la liberación de la mente en medio
mismo de la vida que vivimos. Hay que aflojar esas manos tensas con que nos
agarramos al volante de nuestras vidas, con que nos agarramos al propio Yo, y...
dejarnos llevar. Hay que soltar el carné de identidad..., cosa que nadie quiere
hacer, porque se encuentra perdido sin él. Id aflojando, id soltando. Y siempre
queda una consolación. Aun sin llegar a la meta final, el mero vivir en esta
atmósfera y practicar esta espiritualidad trae a la vida una gran paz y
serenidad. Os aseguro que merece la pena. Y eso es todo lo que os puedo decir.
¡Animo!"
No son
sólo los vectores principales de las grandes religiones del mundo los que
convergen en el noble empeño de la eliminación del Yo, sino que también la
psicología y la psicoterapia modernas (cosa que, por una parte, nos sorprende, y
por otra nos confirma en este modo de pensar) han descubierto que la raíz de
todos los problemas del hombre está precisamente en ese tozudo e ilusorio Yo, y
que, por consiguiente, la vuelta a la salud mental pasa por la misma condición
esencial de desentenderse del Yo. Un libro que circuló de mano en mano aquellos
días en Lonaula fue el breve y encantador tratado de Gerald May, "Simply Sane"
"("Nada más que cuerdo"), algunas de cuyas ideas han aparecido ya aquí en
palabras de Tony, y otras cito ahora directamente: "La creencia en el Yo es
mucho más que una elemental falta de lógica o un cómodo atajo lingüístico. Es
algo que hace verdadero daño. Una vez que establecemos un Yo que de alguna
manera posee y manipula el cuerpo, la mente y el alma, éstos se convierten en
objetos. Se hacen cosas y pierden su misterio. Aun esto podría tolerarse si nos
quedáramos allí, pero no nos quedamos. Creyendo, como ya creemos, que el Yo es
en último término el responsable de controlar a la persona, ¿qué sucede cuando
algo se escapa a su control? ¿Cuando se comete una falta? ¿Cuando uno no
consigue lo que quiere? Cuando eso sucede, nos produce la impresión de que
nuestro Yo es defectuoso, porque no lo ha hecho bien. Y entonces viene una
verdadera avalancha de sofismas. Si el Yo no funciona como Dios manda, hay que
controlarlo y mejorarlo. Un nuevo Yo, que no se sabe de dónde sale, se pone a
controlar a lo que, en el fondo, es el mismo Yo. Parece increíble, pero aún hay
más. Cuando uno tiene éxito, cuando uno consigue hacer lo que quiere, cuando
todo está controlado... ¿quién se atribuye el mérito? ¿Quién se engríe con vana
soberbia? El mismo escurridizo Yo. 'Yo he hecho un gran trabajo.' ¿Quién lo ha
hecho? 'Yo me domino a mí mismo.' ¿Quién domina a quién? Atribuirse el mérito
lleva a la soberbia, y echarse la culpa conduce a la responsabilidad, y de ambas
maneras se fomenta el sofisma. Esto es pura locura, pero no hay quien se escape
de ella. La humanidad está ya en un trance en que no puede desentenderse del Yo.
Es imposible eliminar al Yo, porque es imposible encontrarlo.
Hay que
aceptarlo como parte de la condición humana. Hay incluso que llegar a amarlo. Si
se le acepta y se le quiere, se le toma más a la ligera, y uno puede descansar
un rato. Y al descansar y relajarse, uno puede empezar a sentir confianza.
Confianza en que la conducta humana puede seguir siendo una conducta responsable
aun cuando uno afloje las manos del escurridizo volante. Confianza en que el
vivir limpio y profundo tiene lugar cuando uno desiste de intentar vivir. (...)
No es que siempre fuera así. No es que los seres humanos hayan creído siempre
que sus personas eran objetos poseídos por otro Yo. Hubo otra época en que la
gente no se preocupaba del Yo. Era la época del puro y simple vivir. Era el
tiempo en que la vida cayó en la cuenta de que vivía, pero antes de que la
voluntad del hombre se emborrachara de poder. En aquellos tiempos, a los seres
humanos no les parecía nada especial eso de ser humanos. Los recién nacidos
entraban en el mundo sin más ceremonia que el abrirse el huevo de un pájaro o el
amanecer de un capullo. Y cuando alguien moría, era como una hoja cayendo de un
árbol. (...) No hay nada que objetar al Yo como concepto. El problema comienza
cuando nos creemos que la idea del Yo es una realidad. Y a eso le sigue la
auténtica locura de que es nuestra obligación formar, arreglar, mejorar y, en
último término, controlar esa 'cosa'. Si pudiéramos pasar por .la vida
convencidos de que el Yo no es más que el nombre que se le ha dado a una
combinación concreta de cuerpo, mente y alma, no andaríamos tan chiflados; pero
metemos ese 'algo' que se esconde detrás del cuerpo, mente y alma, los controla
y se responsabiliza de sus acciones... y ¡se arma el lío!". Es notable el
paralelo entre la psicología moderna y la espiritualidad tradicional. Todos
parecen coincidir en que el Yo es el que tiene la culpa de todo. "Dios te pide
sólo una cosa, y es que te salgas de tu Yo, en cuanto eres un ser creado, y le
dejes a Dios ser Dios en ti" (Meister Eckhart).
El Yo
ha echado raíces. A la mayoría de los mortales no nos será fácil desentendernos
de él. Pero sí podemos, al menos, aligerar la carga tomándolo menos en serio,
disminuyendo su importancia y sonriendo con alegría, en vez de agobiarnos con
apuro. Si no podemos destronar al tirano, por lo menos quitémosle poderes. El
antiguo y sabio consejo de que no hay que tomarse a sí mismo en serio adquiere
súbitamente nueva dignidad e importancia al ser refrendado por la psicología y
la mística. El mismo Tony, a pesar de su actitud de todo o nada en esta materia,
llegó a admitir que también se podían conseguir victorias parciales, y que
cualquier avance en esta dirección suponía tal aumento de paz de alma y
profundidad de vida que merecía la pena el poner en marcha todos nuestros
recursos para comenzar de alguna manera a entender, aceptar y practicar la
doctrina de la no-existencia del Yo. Quedaba bien daro que ése debería ser pala
todos nosotros el sentido y la meta última de Sádhana.
Esta
concesión alentadora, sin embargo, no debe oscurecer en modo alguno la seriedad
decidida y constante con que Tony insistió, en pleno uso de sus inmensos poderes
de persuasión, sobre la importancia y gravedad de esta empresa definitiva. Citó
a san Juan de la Cruz, y dijo que éste era el sentido de su célebre "nada, nada,
nada", que es lo único que puede llevamos al "todo, todo, todo". La dimisión del
Yo es el arranque fundamental que, en fe y esperanza, nos ha de llevar a la
plenitud del "todo".
Fue
durante uno de esos elocuentes ataques contra el propio Yo, mientras parecía que
nada en absoluto podíamos ya hacer o dejar de hacer en aquella verdadera noche
oscura del alma, con Tony metiéndonos a martillazos sin piedad esa idea
fundamental en la cabeza, cortando todas las escapadas y deshaciendo todas las
excusas, urgiéndonos a la generosidad total frente a las ingentes dificultades
de la aventura que parecía dejamos colgados entre el cielo y la tierra sin apóyo
de ninguna clase, cuando le oí a Tony la que fue quizá la frase más bella y más
profunda que jamás oí de sus labios. Nos dijo: "Cuando la gente me oye hablar de
esta manera, me dicen: 'Tony, al oírte hablar así, uno se queda sin nada donde
agarrarse...'; Y entonces yo completo la frase añadiendo en el mismo tono: '...
así dijo el pájaro cuando empezó a volar.' Ya lo sabéis."
Si
alguno de mis lectores o lectoras va sacando la impresión de que me está
resultando fácil escribir este libro, estará profundamente equivocado o
equivocada. Para empezar, me acompaña, al escribir este libro, la preocupación
constante de ser fiel al pensamiento de Tony y a mi manera de entenderlo. Soy
consciente de que quienes lean este libro serán, en su mayoría, personas que
conocieron a Tony, que le oyeron hablar o han leído sus libros y, en
consecuencia, se han formado en su mente su propia imagen de Tony, esperarán
verla reflejada en este libro y quedarán desilusionados si no la encuentran o,
peor todavía, si la encuentran deformada o esencialmente distinta de la que
ellos defienden como verdadera. Este libro tendrá tantos críticos como lectores,
y esa consideración me ha frenado muchas veces la mano y me ha hecho volver a
escribir más de una página.
Y
luego, para complicar más la cosa, Tony fue el charlista más desordenado de
todos a los que he tenido el honor de escuchar a lo largo de toda mi vida. Si he
conseguido poner algún orden en los capítulos de este libro y alinear cada tema
bajo un título, ha sido sólo a base de un esfuerzo consciente y constante por
lograr cierta claridad en la exposición y gradación ascendente en el desarrollo
de las ideas. Tony no hizo nada por el estilo. El tocaba todos los temas en
todas las sesiones, los mezclaba alegremente según salían, saltaba de uno a otro
sin previo aviso, cambiaba de dirección casi a cada instante, respondiendo
siempre al aquí-y-ahora con despreocupación absoluta de seguir un orden
sistemático o de acabar o dejar de acabar lo comenzado. Nombróa uno de los
miembros del grupo (mi encantador amigo Tony Matta) para que tomara nota cada
vez que dijera: "recordadme que vuelva a tratar este punto más adelante", y para
que se ocupara de recordárselo en sesiones sucesivas, para ir atando todos los
cabos sueltos. Pero le salió todo al revés, porque precisamente el saber que
había alguien encargado de recordarle los temas dejados a medias le hizo
despreocuparse en absoluto de llevar cuenta de lo dicho y lo que quedaba por
decir, y por mucho que se lo recordasen y se lo volvieran a recordar, no había
manera de controlar sus digresiones de digresiones dentro de otras digresiones.
Las mismas notas que yo tomé dan testimonio, línea por línea, del espontáneo
desorden de su imaginación creadora.
Ante
esa situación, lo que yo he hecho ha sido escoger los temas principales de que
él trató en esos días, revisar mis notas cada vez para entresacar todas las
alusiones que hizo al tema, y ordenarlas luego de alguna manera, título por
título. Eso he venido haciendo en todos estos capítulos; y al acabarse los temas
principales, me queda todavía una serie de citas y pensamientos aislados, como
garabatos entre las líneas de una página impresa, y me propongo ahora recoger
algunos de ellos sin ningún orden concreto o relación especial entre los mismos.
No lo hago por deseo de agotar el pensamiento de Tony, sino, sencillamente,
porque sentiría dejarme algunas cosas que me agradó oírle decir.
* * * * * * * * * *
"¿Estás
nervioso porque no sabes dónde te has dejado las llaves? Solución barata:
Levántate y encuéntralas. Solución verdadera: Ponte en contacto con tus propios
sentimientos, enfréntate con tu nerviosismo, admítelo, acéptalo, abrázalo hasta
que se calme y vuelvas a sentir paz. Luego sí, levántate y busca y récobra las
llaves. A fin de cuentas, también las vas a necesitar. "
* * * * * * * * * *
"Aplicaos a vosotros mismos lo que yo digo, y no penséis en otros mientras tanto. No seáis 'trinchadores', como decía el Padre Rodríguez, que sólo piensan en lo bien que le vendría esto a fulano o a mengano, y no se les ocurre pensar en lo bien que les vendría a ellos mismos; toman notas a la desesperada para endilgarles a otros todo lo que yo digo, y ellos se quedan tan frescos. Una vez, un párroco les estaba predicando un sermón de infierno a sus feligreses con rayos y centellas: 'Todos vosotros moriréis, y cada uno de los miembros de esta parroquia habrá de presentarse un día ante el Juez Eterno a dar cuenta de todo lo que ha hecho en su vida con todos sus pecados, y someterse al castigo que el Justo Juez le imponga. ¡Atemorizaos y temblad!' Mientras los fieles temblaban al unísono, alguien se echó a reír a carcajadas desde el centro mismo de la iglesia. El párroco le increpó desde el púlpito: '¿Estás loco, que te ríes y eres el único que no te das cuenta de lo serio de la situación?' A lo cual el buen hombre contestó:'¡Es que yo no soy de 'esta parroquia!' Pues ya lo sabéis. Aquí todos somos de la misma parroquia."
* * * * * * * * * *
Una historia con segundas intenciones... muy a lo Tony. "Un señor iba todos los días a comprar el periódico a un puesto cercano a su casa, pero cuyo dueño era tan arisco que, al venderle el periódico, le insultaba y se reía de él a diario. Un amigo de aquel señor lo notó y le dijo: '¿Por qué te empeñas en comprarle todos los días el periódico a ese vendedor que te trata tan mal? A la misma distancia tienes otro puesto cuyo dueño es muy amable y tendrá sumo gusto en proporcionarte todos los días el periódico sin que tengas que someterte a los insultos de ese loco.' A lo que la víctima de los insultos contestó: 'Y ¿por qué ha de ser ese señor, que, según tú, me insulta, quien decida dónde he de comprar yo el periódico?' ¿Entendéis?"
* * * * * * * * * *
"A veces la mejor manera de decir la verdad es con una mentira. Una vez, un hombre estaba a punto de morir, y en sus últimos momentos expresó el deseo de ver a su hijo único antes de fallecer. Buscaron al hijo, lo encontraron y lo llevaron al lado del moribundo, que había perdido ya la facultad de ver y hablar, pero aún podía oír y sentir. El hijo entró y llegó a su lado, pero, al verle la cara de cerca, cayó en la cuenta de que el moribundo no era su padre. Alguien se había equivocado, y no había ya tiempo para emprender otra búsqueda. ¿Qué hacer en esas circunstancias? El supuesto hijo reaccionó rápidamente, tomó la mano del moribundo entre las suyas, se inclinó con cariño y le dijo al oído: 'Padre, he llegado. Soy tu hijo. Aquí me tienes a tu lado.' Una sonrisa de felicidad iluminó el rostro del moribundo, y en paz murió con su mano aún cogida en las de su supuesto hijo. ¿Fue eso una verdad o una mentira?" A continuación, Tony contó otra historia, aún más realista, para probar la misma tesis, pero esa historia no se puede contar por escrito.
* * * * * * * * * *
No
puedo ponerme aquí a contar todas las historias que nuestro incomparable
"cuentista" nos contó en Lonaula, pero sí voy a referir ahora mi favorita entre
todas ellas. Es de una inocencia literalmente pastoril a primera vista, pero
encubre valientes consecuencias para quien sepa interpretada. También Jesús
habló en parábolas. "Quien tenga oídos para oír, que oiga."
"Un
pastor apacentaba su rebaño en el campo cuando un forastero se acercó y comenzó
a hacerle preguntas sobre las ovejas. 'Dime', le preguntó, '¿cuánto andan tus
ovejas en un día aproximadamente?' El pastor contestó: '¿Se refiere Usted a las
blancas o a las negras?' -'Digamos, a las blancas.' -'Unos cuatro kilómetros.'
-'¿Y las negras?' -'Unos cuatro kilómetros.' El forastero volvió a preguntar: 'Y
¿como cuánto comen?' -'¿Se refiere usted a las blancas o a las negras?' -'Las
blancas.' -'Como tres kilos de hierba.' -'¿Y las negras?' -'Como tres kilos.' El
forastero comenzaba a escamarse, pero siguió preguntando: Y ¿cuánta lana dan tus
ovejas?' Al pastor no se le olvidó precisar una vez más: '¿Las blancas o las
negras?' -'Veamos las blancas primero.' -'Cinco medidas de lana al año, señor.'
-'¿Y las negras?' -'Cinco medidas.' Con eso se acabó la paciencia del forastero,
que exclamó con justificada indignación y sorpresa: '¿Es que me estás tomando el
pelo, o qué? Yo te hago preguntas bien claras y directas sobre tus ovejas, y tú
cada vez me haces decir que a ver si es de las blancas o de las negras; y cuando
te lo pregunto por separado, me das siempre exactamente la misma respuesta para
las unas que para las otras. Dime de una vez: ¿hay alguna diferencia entre las
blancas y las negras o no?' -'Claro que sí, señor', contestó el pastor con la
serena sonrisa de la sabiduría campesina en los labios, , ¡las ovejas blancas
son mías!' -'¿Y las negras?, preguntó el forastero para satisfacer una última
curiosidad. El pastor, sin perder la sonrisa, contestó: 'Las negras también son
mías, señor'."
Esa historia me hizo un buen servicio a mí el mismo día en que dejé Lonaula, y
por eso la recuerdo con especial cariño. En mi viaje de vuelta a Ahmedabad, paré
un día en Bombay, que me pillaba de paso, y di allí una conferencia como me
habían pedido y anunciado de antemano. De hecho, yo había pensado preparar esa
conferencia en Lonaula, donde esperaba tener tiempo de sobra aquellos quince
días. No sucedió así, pues me entregué en cuerpo y alma a nuestro cursillo y no
quise distraerme con otros asuntos, con lo cual mi charla de Bombay se quedó sin
preparar. Ya en Bombay, me enfrenté a mis oyentes con sólo una somerísima
preparación de última hora; pero venía yo tan lleno de la alegría engendrada en
Lonaula que mi bullicio interior me salía por todos lados, contagió desde el
primer momento a mis oyentes, y las dos horas de charla fueron un festejo de
buen entendimiento y buen humor que a mí mismo me dejó asombrado. Lo pasamos en
grande.
Al
final de la charla tenían derecho a hacerme preguntas y, como había mucha gente,
se les había rogado al principio que me hiciesen las preguntas por escrito en
papeletas que se les distribuyó allí mismo. Me llegó al estrado la primera
papeleta. La leí, y un temblor de alegría me sacudió todo el cuerpo y se me
asomó a los labios en éxtasis perplejo. La pregunta era: "Padre, al hablar usted
se le notan una felicidad y alegría irreprimibles. ¿Puede decirnos cuál es su
secreto?" Me guardé cuidadosamente aquella papeleta con la intención de
enseñársela a Tony la primera vez que nos viéramos. Su muerte no me lo permitió.
Y veamos ahora cómo me valí de la historia de las ovejas. Entre los oyentes, que eran en su mayoría jainistas (seguidores de Mahávir, contemporáneo de Buda y semejante a él en muchos aspectos), había tres monjes jainistas que se unieron a la hora de las preguntas para imponer a su manera su propia filosofía y concepción del universo, que conozco bien. Es uno de los sistemas filosóficos más minuciosos, detallados, ordenados y clasificados que existen.
Todo tiene su nombre, su definición, sus divisiones y subdivisiones, con tal perfección conceptual y gramatical que engendra en ellos un verdadero orgullo escolástico no del todo injustificado. Demostraron aquellos tres monjes sus conocimientos ante mí y ante todos los oyentes, y arremetieron con sus listas de los cinco "elementos", las cuatro "funciones", las siete "sustancias" con sus catorce "semisustancias" y toda la interminable letanía de sus categorías escolásticas. Yo estaba en plan de buen humor y, con cara seria para ocultar mis intenciones, le pregunté al monje que llevaba la voz cantante: "Eminencia, ¿qué tal resultaría si, en vez de poner siete sustancias, pusiéramos... ocho y media"? El no vio la broma, pero todos los demás la captaron al vuelo. Cuando los buenos monjes cayeron en la cuenta de que yo me estaba tomando su sagrado sistema con cierta ligereza, se pusieron a defenderlo apasionadamente sin ceder ni un ápice de sus siete sustancias y catorce semisustancias, con todo el resto de su disciplinada terminología.
Entonces, para apaciguarlos y abrir con el humor la puerta a la amplitud de miras, les conté la historia de las ovejas blancas y las ovejas negras. Todas las distinciones que inventa nuestra mente vienen a ser, a fin de cuentas, como las distinciones del pastor. A todos les hizo gracia el cuento. A los monjes no.
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"Nunca os olvidéis del consejo que U Ba Kin dio a su discípulo, el maestro Goenka (bajo cuya dirección habíamos hecho todos nosotros unos Ejercicios Espirituales budistas en Igatpuri): 'El mejor amigo del hombre es... su nariz.' La respiración consciente, el fijarse al inhalar y exhalar el aire, el ponerse a tono con los ritmos del cuerpo. Gran secreto de paz interior."
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"San Ignacio dice: Al comer, pensad en Jesús. El Zen dice: Al comer, pensad en el comer. ¿Son estos dos enfoques tan distintos? ¿No es Jesús nuestro alimento? ¿No es toda comida símbolo de la Eucaristía? ¿No está Dios presente en todo lo que comemos? ¿No es cada acto nuestro un acto de fe? Haz lo que haces, y come cuando comes. Jesús está contigo." .
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"¿Sabéis la historia de la boda de los italianos? La pareja andaba en busca de un lugar para la fiesta después de la ceremonia religiosa, y, al no conseguir ningún salón y temer un festejo a aire libre, porque podía llover, le pidieron al párroco que les dejara tener la fiesta en la iglesia misma después de la celebración de la Santa Misa y el sacramento del matrimonio. El párroco accedió al final, después de muchos ruegos, pues tenía sus dudas y miedos, y puso como condición indispensable que ni se bebiera ni se bailara en la iglesia.
Los novios se comprometieron a ello alegremente... y alegremente se olvidaron de ello. ¿Cómo puede concebirse una boda en Italia sin música y sin baile? El párroco oyó el barullo y fue a pararlo inmediatamente, pero antes llamó a su vicario para que le ayudase a echar de la iglesia a los del festejo. El vicario le hizo reflexionar: 'Piense usted en Caná de Galilea. ¿No era eso una boda con buen vino y, sin duda, buen baile, en presencia de Jesús y María?' -'Sí', contestó el reacio párroco, 'pero ahí no tenían el Santísimo Sacramento.' Hay que tener ojos para ver a Jesús."
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"Sed siempre fieles a la Iglesia; es nuestra Madre. y digo fieles no sólo a la Iglesia del presente, sino también a la Iglesia del futuro,"
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"Sé muy bien que hay gente que me odia. Un sacerdote no me ha perdonado el que le dijera que él trataba al Espíritu Santo como si fuera un juguete. Otros dicen que tengo complejo de 'prima donna'. Sí es verdad que me gusta estar en el centro del grupo en el que me encuentro y llevar yo la voz cantante. Por otro lado, yo mismo estoy sorprendido y casi no puedo creerlo, aunque es un hecho, que lo que otros dicen de mí, sean insultos o alabanzas, me tiene sencillamente sin cuidado. No me afecta en absoluto de una manera ni de otra, y también sé que antes no era así."
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"La religión es el dedo que señala a la luna. ¡No te pongas a chupar el dedo!"
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Tony contó una vez más la célebre historia de los Upánishads, aunque cambió el tigre en león, cosa que a mí no me gustó, y así se lo dije. Es verdad que aún quedan unos pocos leones en la India en la selva del Gir, precisamente en el estado en que yo vivo, que es el Gujarat; pero el símbolo de la vida animal salvaje en la India es el tigre, que ocupaba en un tiempo toda su geografía, y él es protagonista de la historia original que tiende a esclarecer la doctrina básica del verdadero Yo. Un cachorro de tigre se perdió en la selva, se encontró con un rebaño de cabras, se unió a ellas y vivió y creció como una cabra más, comiendo hierba, balando como ellas y creyendo él mismo que era una cabra. Un día, un tigre adulto se encontró con el rebaño y vio e! extraño espectáculo de un tigre como él portándose en todo como una cabra. Se acercó a él, lo llevó a un lado y trató de convencerle de que no era una cabra, sino un tigre. Pero sus argumentos no le valieron de nada. Entonces se fueron los dos tigres a un charco, donde vieron sus caras reflejadas en la superficie del agua, y eran iguales. Y por fin la prueba decisiva. El tigre de verdad mató a una cabra y le hizo probar su sangre al tigre-cabra. Con eso se despertó en sus entrañas su instinto y su naturaleza de tigre y, dando un gran rugido, se unió por fin a los suyos. Tony me explicó que había cambiado al tigre por el león, porque había usado esa historia en América, y allí el león y su rugido y su título de rey de la selva encajaban mejor que e! tigre. Sea como fuere, el cambio era puramente circunstancial, y e! sentido profundo y el reto moral de esa antigua historia continúan intactos. Tony, con frecuencia, acababa sus charlas públicas o incluso sus cursillos con esta historia.
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Presencié esta breve escena entre Tony y uno del grupo.
-"¡Qué bonito es ese pequeño tocacassettes que tienes, Tony!"
-"¿Te serviría a ti de algo?" -"Sí. Precisamente andaba buscando uno como ése."
-"Pues quédatelo. Yo siempre puedo conseguirme otro cuando lo necesite. Es la
ventaja de viajar con frecuencia al extranjero." Y allí mismo e! tocacassettes
cambió de dueño.
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Una de las Hermanas de! grupo, mujer de belleza singular, vino un día a una de las sesiones con el pelo suelto cayéndole ampliamente sobre los hombros y la espalda a la bella y típica manera de las mujeres de Kérala en e! sur de la India. Yo lo noté y, al acabar la sesión, crucé el salón, me dirigí adonde ella estaba, sentada todavía en su silla, me incliné hasta mirarla cara a cara y le dije directamente a los ojos: "Gracias por haber venido con el pelo suelto. ¡Estás bellísima!" Ella no supo más que sonreír en agradecida sorpresa, y yo me enderecé, seguí adelante y salí. Tony, que había observado e! breve encuentro desde la otra esquina del salón, me preguntó al salir: "Carlos, ¿qué le has dicho que le ha sacado esa sonrisa tan espontánea?" Se lo dije, y él comentó: "Te apuesto lo que quieras a que mañana viene otra vez con e! pelo suelto. Y ¡esperemos que no sepa el sentido que la frase tiene en inglés! "En inglés, "soltarse el pelo" quiere decir... bueno, ¡soltarse!.
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"Creer no es coleccionar certezas, sino ser capaz de dudar."
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"El patriotismo es una enfermedad tan perniciosa como e! racismo."
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El himno de Sádhana que se cantaba en las despedidas
con la música de "Ein Schneider hat'ne Maus": "Sentimos que os marchéis -
Sentimos que os marchéis - Pero ¿qué diablos estáis haciendo aquí? Sentimos que
os marchéis."
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Le
comente a Tony que me sorprendía ver de qué manera tan distinta e inesperada
reaccionaba él ante casos que a primera vista parecían ser enteramente
semejantes. Me contestó: "Mi éxito depende de eso."
Durante el segundo cursillo de renovación que hice con Tony, me hizo la
siguiente confidencia: "Leo bastante para estar al tanto de lo nuevo que sale y
repasar lo antiguo, y también, desde luego, para coleccionar historias y cuentos
con vistas a mis charlas y a mis libros. Pero para mi provecho personal sólo leo
(su expresión exacta fue 'sólo aguanto') a tres autores: Krishnamurti, Alan
Watts y Bertrand Russell." Por lo que se refiere a Krishnamurti, eso
representaba un cambio de opinión en Tony. Durante mi "Sádhana I", yo le había
preguntado una vez qué opinaba de Krishnamurti, y su respuesta había sido: "No
ha llegado a interesarme." Cuando ahora le recordé aquel juicio, me dijo: "Sería
que tropecé con alguno de sus libros menos interesantes, o que no presté
atención. Ahora me encanta, y lo encuentro de lo más sano, profundo y sincero."
Yo me había encontrado dos veces en la vida con KrishnamUftí, y las dos fueron
largas entrevistas privadas, y Tony me hizo contarle esas entrevistas en detalle
y la impresión que Krishnamurti me había causado en su trato personal. A Tony no
le impresionaba mucho su biografía, pero sí sus escritos, o más bien su charlas.
Hasta tal punto que, en Lonaula, algunos días venía a la sesión con un libro de Krishnamurti y comenzaba a leerlo en voz alta y a comentarlo frase por frase, convirtiendo así el texto en la base de toda una charla. Eso no era algo que Tony hiciera con ningún otro autor, y demuestra el grado de aprecio a que había llegado con respecto al pensamiento de Krishnamurti. También nos dijo que, si alguien quería hacer ahora Ejercicios Espirituales de ocho días bajo su dirección, le daba el primer día al ejercitante un libro de Krishnamurti (casi siempre "Think of these Things", que, al estar compuesto de charlas a estudiantes, es más asequible) y le decía que leyese un capítulo al día y viniera a comentarIo con él. Reconocía que a veces requiere bastante esfuerzo y concentración el entenderlo, pero insistía en que merecía la pena. Pasé algunos ratos deliciosos con Tony canjeando citas favoritas de Krishnamurti. Un botón de muestra: "Todo esfuerzo distrae del puro ser," Por ahí iba el juego.
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"Cada vez que te quejas de alguien estás diciendo que tú eres mejor que él."
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"Os solía yo decir, como os acordaréis bien, que siempre que alguien a vuestro alrededor hiciera algo bien hecho le dierais 'palmaditas en la espalda' psicológicas, es decir, que le alabaseis para hacerle sentirse a gusto y así reforzar su buena conducta. Ahora os digo que no hagáis tal cosa, a no ser por las expresiones oficiales de buena educación en tales casos. 'Palmaditas en la espalda' son sólo una manifestación sutil para hacer que esa persona dependa de vuestras alabanzas y ceda ante vuestros deseos."
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"Cuando hace mucho calor en Lonaula, como está pasando estos días, yo me siento culpable y pido perdón por ello a los participantes del curso como si se tratase de 'mi' clima. Fijaos a qué extremos llegamos cuando nos identificamos equivocadamente con cosas que no tienen nada que ver con nosotros y sobre las que no tenemos control alguno. Eso es exactamente lo que nos pasa con el Yo."
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"Sabido es que en la investigación médica se administran a veces medicamentos aparentes, como agua destilada o píldoras inocuas que el sujeto de la investigación cree ser verdaderas medicinas. Pues bien, médicos serios en los Estados Unidos me han dicho que tales supuestas medicinas causan el mismo efecto que las verdaderas... ¡hasta en sus efectos secundarios que el paciente ignora! Es un ejemplo impresionante, y para mí espeluznante, del poder que la mente tiene sobre el cuerpo."
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"El día en que digas, ¿Estoy loco yo... o están locos todos los demás?, ese día ha comenzado tu salvación."
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"¡Bienvenido al género humano!" era la exclamación espontánea de Tony cuando alguien del grupo mencionaba con miedo y timidez alguna debilidad personal que todos sabíamos era debilidad universal.
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Tony
tenía un gran sentido del humor y gran capacidad para explotar el ridículo, como
saben muy bien todos aquellos que hayan pasado un rato en un grupo con él. En
particular, él usaba esas dotes de humor cuando asomaba el tema del sexo, y así
descargaba el ambiente al tratar materias delicadas. Le oí decir: "El lado
cómico del sexo me ha divertido siempre. Chistes como el del músico tímido que
se casó, o el de la pareja de jóvenes en un campamento nudista, que todos
vosotros me habéis oído contar, sacan siempre a relucir al niño travieso que
llevo dentro, y así disfruto con esos chistes y veo que los demás también
disfrutan. La risa y el desahogo que engendran en el grupo sirven para aliviar
la tensión que inevitablemente se va acumulando cuando unos cuantos hombres y
mujeres pasan varios meses juntos. Yo me encargo de proporcionar ese desahogo. Y
un buen chiste verde no deja de ser un buen chiste."
Me
sobran ganas de contar aquí esos chistes, que recuerdo perfectamente, pero me
abstengo de hacerla para que no se frunzan ceños sin necesidad. Por otro lado,
no puede haber retrato completo de Tony sin el rasgo travieso de su atrevido
humor, y así me propongo contar, en el mismo tono sano y alegre en que sucedió,
un incidente que tuvo lugar en Lonaula al final de una de las sesiones y que nos
hizo reír a todos de buena gana. Tony tenía una pícara mente que le permitía
cambiar el sentido de la palabra más inocente en algo sonrojante con sólo un
ligero cambio de voz, y aquel día una cándida Hermana resultó víctima del humor
escabroso de Tony cuando menos se lo esperaba. Tony había estado enredando con
el papel y el lápiz los últimos minutos, y la buena Hermana le pidió con
sencilla curiosidad femenina: "Tony, enséñame tus garabatos." Desde aquel
momento estaba sentenciada. Tony vio al instante las posibilidades cómicas de la
situación y se metió en ella de cabeza. "¿Garabatos? ¿Mis garabatos? ¿Sabes lo
que estás diciendo? ¿Sabes lo que quiere decir 'garabatos'?" La Hermana claro
que lo sabía, y había usado la palabra en su directo y único sentido; pero para
entonces ya se había dado cuenta del sentido que Tony le había dado a la
palabra, y había comenzado a sonrojarse. Todos escuchábamos sabiendo que nos
íbamos a divertir un poquillo. Tony miró alrededor, se aseguró de que todo el
mundo le escuchaba y se dirigió al grupo con fingida indignación, como si
estuviera gravemente escandalizado: "¿Habéis oído? Quiere que le enseñe mis
garabatos. Y aquí, en público, delante de todo el mundo. ¿Habéis visto alguna
vez conducta tan desvergonzada?" Todo el grupo se reía ya, mientras la pobre
Hermana no sabía dónde esconderse. Tony prosiguió: "Te propongo un trato. Si tú
me enseñas tus garabatos, yo te enseño los míos." Con eso el salón se vino abajo
en una ola de carcajadas, y Tony mismo se rió gozosa y aparatosamente, como lo
hacía en los momentos en que se estaba divirtiendo de veras. Luego clausuró el
incidente diciendo: "Desde ahora la palabra 'garabatos' pasa a formar parte del
vocabulario de Sádhana. Ya sabéis todos lo que significa." Nadie volvió a
pronunciar la palabra.
Confío
en que alguien publique algún día una colección de todos los cuentos y chistes
que Tony contó en su vida... sin dejarse los chistes verdes.
Hacia
el final de los nueve meses de Sádhana en Poona, yo hice una sugerencia al grupo
que no le gustó a nadie. Dije: "Hemos estado aquí casi un año viviendo juntos
una intensa e íntima experiencia espiritual que ha cambiado nuestras vidas, y a
lo largo de esa experiencia hemos ido expresando nuevos principios, ideas,
enfoques, y hemos ido usando palabras y frases que encierran ahora un gran
sentido para nosotros y que, en conjunto, resumen el espíritu de lo que hemos
aprendido y queremos ahora llevar a la práctica en nuestra vida diaria. Podría
ser una buena idea el recopilar todas esas frases clave, haciendo cada uno su
lista, comparándolas y elaborando así un pequeño muestrario de ideas que refleje
nuestro modo de pensar, nos recuerde nuestro compromiso y nos ayude a
comportarnos de acuerdo con él. ¿Qué os parece la idea?"
Les pareció mal, y no se quedaron cortos en decirlo. Dijeron que una vivencia no puede reducirse a unas páginas impresas, que la letra mata y el espíritu vivifica, que una serie de frases parecería un formulario esotérico que podía caer en manos de cualquiera y ser mal entendido y peor citado. Incluso a Tony no le gustó la idea, pero, deseoso siempre de dar curso a cualquier iniciativa, dijo al fin: "Nada se pierde por probar. Vamos a intentarlo." Así lo hicimos. Cada uno escribió allí mismo una lista de las frases que más le decían a él, y luego las fuimos leyendo en voz alta. Aquello sonaba bien. Las listas convergían en ciertas expresiones vitales, y cada uno completó su lista a su manera. Hubo satisfacción general, y Tony dijo: "Después de todo, era una buena idea. Vamos a llamarlo 'El espíritu de Sádhana." No hubo ningún comunicado oficial y no se imprimió ninguna lista, pero yo he conservado aquella página, y quiero citar aquí sus dichos principales con breves comentarios, ya que es telón de fondo para todo lo que Tony pensó y dijo después, y ayudará conocerlo, en vez de darlo por sabido. Todos estos aforismos fueron, en mayor o menor grado, en un tiempo o en otro, centro de la atención y la experiencia de Tony, y marcan la dirección de su desarrollo espiritual.
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"Deja en paz a la mente y recobra los sentidos." Por ahí empezaba Tony. Hemos dado demasiada importancia al intelecto en nuestra vida, y demasiado poca a nuestros sentidos. El pensamiento se nos muestra como la suprema actividad del ser humano, exclusiva y específicamente suya, mientras que los sentidos los comparte con el resto de los animales, y así son objeto de menosprecio, abandono y falta de confianza. Los "placeres de los sentidos" se oponen a "la dignidad del pensamiento", y con eso llegamos a ser en la práctica espíritus sin cuerpo o, peor, espíritus que se consideran oprimidos por el cuerpo. Hemos dividido en dos a nuestro ser, y hemos perdido la mitad. Hemos perdido la "sabiduría animal", el instinto de los sentidos, el equilibrio del cuerpo; hemos perdido el contacto con la naturaleza, que es base y guía de todo desarrollo humano. Al quedamos sin sentidos, nos encontramos "sin sentido" en medio de la vida, somos ciegos y sordos habiendo perdido la capacidad de ver y oír y oler y sentir, la capacidad de admirar y gozar que debería caracterizar a los hijos de la naturaleza, y que hemos trocado por una vil rutina a la que llamamos "existencia", y luego nos quejamos de que la vida no merece la pena vivirse. Es hora de volver a descubrir las riquezas de nuestros sentidos, y a través de ellos la belleza caleidoscópica de la vida.
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"La gloria de Dios es el hombre en plena vida." Esa es una cita de san Ireneo en traducción libre, muy de moda en movimientos modernos de renovación espiritual y expresión bella y profunda de una verdad muy consoladora de nuestra fe. Dios me ha creado para su gloria y, por consiguiente, la única manera que tengo de darle gloria es conseguir que esta creación suya que soy yo sea, dentro de los inevitables límites, lo mejor posible, es decir, que yo viva una vida llena, que yo sea plena y generosamente yo. Los psicólogos nos dicen que todos vivimos muy por debajo de nuestras posibilidades, y que usamos sólo un porcentaje mínimo de nuestras energías. Es decir que nuestra "vida" no es, ni mucho menos, "plena". Por consiguiente, nuestra meta ha de ser levantar el nivel de nuestra existencia a perspectivas más altas de naturaleza y de gracia; vivir una vida llena para darle así a Dios una gloria llena. Aquí quiero añadir una anécdota personal mía. Con este mismo espíritu escribí en uno de mis libros la frase: "Dios me ha creado para que le ame, le sirva, le alabe... y así yo sea plenamente yo." Esa frase despertó sospechas. Me llegaron cartas de protesta de lectores serios que me acusaban de defender con esa frase el egoísmo, el "psicologismo" y el materialismo, traicionando los valores espirituales tradicionales. Esa experiencia me hizo sentir en mi propia carne lo que Tony había sentido mucho más en la suya: que Sádhana también tenía enemigos.
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"Sabed bien lo que queréis, decidlo, y dejad a la persona a quien se lo pedís en plena libertad para decir, sí o no." Frase breve que es todo un tratado. Tony afirmó que así era como él mismo había avanzado en psicología y espíritu a lo largo de muchos años. Primero tengo que saber lo que quiero, es decir, permitirme a mí mismo ver qué es lo que yo en el fondo quiero de veras; sentirlo claramente, admitírmelo a mí mismo y aceptarlo plenamente, sin reservas. Después manifestarle ingenuamente mi deseo a la persona de quien depende su cumplimiento, sin rodeos, sin rebajarme a suplicar y sin retraerme por timidez. Y al hacerlo así, dejar enteramente libre a esa persona para que haga lo que yo le pido o no; es decir, le hago saber claramente, y yo de veras así lo siento, que me agradará mucho que haga lo que le pido, pero que no habrá resentimiento alguno por mi parte ni represalia de ningún género si se niega a darme gusto. Ejercicio complejo y sano de conocimiento propio, libertad, humildad, sinceridad y valor. Todo eso se practica al emplearse una y otra vez en este delicado análisis. Y lo curioso es, insistía Tony, que la mayor parte de las veces que le pedimos algo concreto a una persona concreta, lo conseguimos. Y si no lo conseguimos, no hemos perdido nada. Mientras que sí que ganamos en todo caso en claridad de visión y firmeza de expresión. Tony adaptaba este principio al mismo discernimiento espiritual, diciendo en paralelo: "Si de veras quieres saber lo que Dios quiere de ti, antes entérate de qué es lo que tú quieres de él."
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"Sé consciente de tus sentimientos." Ese era el primer mandamiento de Sádhana. Descubre tus propios sentimientos, conócelos, acéptalos, acláralos, tenlos siempre presentes, no pierdas el contacto con ellos, permanece a su lado, vive con ellos. Decirle a alguienen el grupo: "No sabes lo que sientes" era un agravio intolerable. Perder el contacto con los propios sentimientos era andar a la deriva. Por muchas razones y argumentos que uno pudiera dar, si no se apoyaba en sus sentimientos, sus razonamientos no valían para nada. Tony iba aún más lejos. En este contexto de hacer revivir a los sentimientos no había que hacer distinción ninguna entre "buenos" y "malos" sentimientos, con la intención de fomentar unos y rechazar otros. Nada de eso. Los sentimientos, en sí mismos, no son ni buenos ni malos. En el "sentir" no hay ni virtud ni pecado; otra cosa es el obrar o no según esos sentimientos: eso habrá que verlo en cada caso. Pero los sentimientos como tales son sencillamente sentimientos, y la mejor manera de domarlos para que no hagan daño, o de aprovecharlos para que nos sean útiles, es comenzar por permitirles que se asomen a la conciencia cuando y como gusten, sin censura o represión de ninguna clase. Estoy enfadado, estoy nervioso, siento rabia, tengo miedo. Muy bien. Observo tranquilamente mi enfado, mi rabia, mi nerviosismo o mi entusiasmo, mi compasión o mi afecto o mi dolor... y luego decido libremente qué medidas quiero tomar en la práctica. Ahora se comprende cómo para hacer eso es esencial estar en contacto permanente con los propios sentimientos, y este contacto permanente es lo que realza mi vitalidad, lo que me hace vibrar, lo que me hace ser un ser humano en toda su plenitud. La razón, por sí sola, es tirana altanera que subyuga y ordena mi conducta, haciéndola rígida, monótona, aburrida. Los sentimientos son los que dan variedad a la vida, los que traen consigo el color y la armonía, la profundidad, el calor y la alegría. En Sádhana se valoraba más el "hígado" que el ' "cerebro".
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"Acepta -entiende por dentro- sé transparete." La expresión viene de Carl Rogers, quien definía con ella la actitud práctica y positiva para fomentar relaciones personales de todo tipo. "Aceptar" es adoptar la "mirada incondicionalmente amiga" que nunca juzga, nunca domina, nunca tiende a poseer o manipular a la otra persona en manera alguna. "Entender por dentro" es la capacidad de ver las cosas "desde dentro" de la otra persona, tal como ella las ve y las siente, y de hacerle saber a ella que así lo hacemos. Y "transparencia" es aquí la conciencia permanente de los propios sentimientos hacia la otra persona y la valentía de manifestárselos si fuera conveniente. Tres palabras que encarnan todo un programa de formación personal y de responsabilidad social. (Rogers sostenía que este método daría resultados infalibles no sólo entre persona y persona, sino entre grupo y grupo y aun entre nación y nación.)
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"Contacto - espontaneidad - intimidad." Otras tres palabras, esta vez de Eric Berne, que resume en ellas su programa de vida plena. El difícil arte de "estar en contacto", que todo mi ser esté siempre presente y disponible ante mí, junto con todo el mundo de circunstancias que me rodean minuto a minuto de cerca y de lejos... para que así pueda yo reaccionar con auténtica "espontaneidad" que llena el alma de fragancia y color... en busca de la aventura de la "intimidad" en que florece la vida con todo su esplendor. Todas estas palabras adquieren un gran sentido y un halo afectivo cuando las usan día a día un grupo de hombres y mujeres empeñados en la misma empresa con el mismo entusiasmo. Para nosotros eran casi palabras sagradas.
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"Rompe tu propia imagen." Todos somos esclavos de la imagen que nos hemos creado de nosotros mismos y que hemos proyectado fuera para que todos nos vean así. Si es una imagen "mala", como la de una persona perezosa, irresponsable, inútil, la gente nos considerará y seguirá considerándonos, hagamos lo que hagamos, perezosos, irresponsables e inútiles, y nosotros mismos seremos siempre, a la larga, lo que la gente espera que seamos, y nos portaremos como esperan que nos portemos. Y si es una imagen "buena", como la de una persona seria, puntual y trabajadora, seguiremos siendo serios, puntuales y trabajadores, si no por virtud, sí por la necesidad de responder a la expectaci6n que hemos creado. En cualquier caso, la imagen cohibe la espontaneidad, apaga la fantasía y ahoga la vida. Viene bien, aunque sólo sea por cambiar, romper el molde.
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"Ese es tu problema." Esta frase, de moderna popularidad, se interpreta mal con frecuencia, como si fuera un despreocuparse de los demás con una indiferencia, despego y egoísmo que son lo opuesto al espíritu cristiano. Lejos de nosotros esa interpretaci6n. Lo que para nosotros quería y quiere decir esa frase es que, hagamos lo que hagamos por los demás -que siempre lo seguiremos haciendo-, ellos son en último término los responsables de sus acciones, y no he yo de amargarme la vida porque alguien a quien quiero decida amargarse la suya. Esto trae paz y humildad al alma. Tony solía decir: "Hace tiempo que presenté la dimisión del cargo de director general del universo."
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"Los árboles vuelven a ser árboles." Este es el final de un famoso dicho de Ch'ing Yuan que le oí repetir a Tony infinidad de veces a lo largo de todas las etapas de su ministerio espiritual. Dice así: "Antes de la conversión, las montañas son montañas para el hombre, y los árboles son árboles. Durante el período de conversión, las montañas ya no son montañas y los árboles no son árboles. Después de la conversión, las montañas vuelven a ser montañas y los árboles vuelven a ser árboles." Una vez purificada el alma y los sentidos, se nos devuelve la creación entera para que disfrutemos de ella en paz y alegría como heredad de los hijos de Dios.
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"El Sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el Sábado." Respetad todas las leyes, pero recordad que, según la moral católica, el juez definitivo de la acción concreta es la conciencia personal en el momento de obrar. Hay que formar la conciencia, y. obedecerla siempre.
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"Intentar es mentir." La frase es de Fritz Perls. Si dices: "Lo intentaré", quieres decir que no tienes intención seria de hacerla. Si de veras piensas hacerla, di: "Lo haré"; y si no, di: "No lo haré"; Hay que hablar claro para pensar claro y obrar claro.
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"Deja salir al 'niño juguetón' que llevas dentro." Todos llevamos dentro a ese niño pequeño encantador, cariñoso, simpático, alegre y travieso que nos hizo felices en los años inocentes de nuestra vida y al que la disciplina, la formación y la sociedad han reducido después al silencio y al olvido. Volver a descubrir a ese pequeño pícaro y dejarle asomarse a nuestro escenario es manera segura de traer la alegría a nuestra vida... y a la de los que nos rodean.
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"Debo hacer", "debería hacer", "tengo que hacer" son frases que hay que desterrar de nuestro lenguaje y de nuestra mentalidad. Nada de "tengo que hacer", sino "quiero hacer", "decido hacer", "elijo hacer"... si es que realmente quiero, decido y elijo. La fuerza motriz de nuestra conducta ha de salir de dentro, no de fuera.
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"Tu 'sí' no tiene ningún valor si no eres libre para decir 'no'." Esto tiene serias consecuencias.
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"Uno de los derechos fundamentales del hombre es el derecho a equivocarse."
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"No empujes el río." Otra frase de Fritz Perls, que Barry Stevens tomó prestada para título de su autobiografía. No empujes el río..., ya fluye por sí mismo. y también lo hace la vida. No empujes. Y un dicho original de Barry Stevens: "El secreto de pasarlo bien es dejar que lo que pasa, pase."
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"Motivar es manipular." Una bella palabra puede esconder un proceso destructivo. Imponer nuestros valores y principios a los demás (por importantes que esos valores sean para nosotros) es opresión mental.
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"La regla del contacto." Estar siempre en contacto directo y completo consigo mismo, con la gente, con el mundo, con Dios.
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"No abrigues esperanzas ilusorias; y si alguna vez esperas algo de alguien, ¡díselo!"
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"Sensibilidad en el trato es caridad en la práctica."
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"Aceptemos el caos en vez del orden, la inseguridad en vez de la seguridad, la ignorancia en vez de la certeza." La era de las certezas ha pasado. Aprendamos a vivir en medio del riesgo... tanto físico como psicológico y mental. Sin arriesgarse no se avanza en la vida.
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"Salud es plenitud." Vuelve a descubrir y a recobrar todos los trozos de tu personalidad que te has dejado a lo largo de los años en el camino de la vida.
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"Yo doy mi viña a quien quiero." (Cantar de los cantares).
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"Creed la Buena Nueva." Y la Buena Nueva es: "He venido para que tengan vida... ¡y la tengan en abundancia!"
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"y Dios
dijo: Todo está bien hecho... muy bien hecho."
Tony
tenía el don de sanar. Sanar a las almas. Su compasión le hacía sentir al
instante la presencia del dolor en el corazón del hombre; su infalible ojo
clínico le llevaba a diagnosticar certeramente la raíz del mal; y su
profesionalidad carismática le permitía aliviar con todos los medios a su
alcance el sufrimiento de la persona que tenía ante sí. Sabía escuchar, sabía
observar, sabía aguardar el momento oportuno para el gesto decidido que alejaba
el dolor. Era un gran cirujano de almas. Yo le vi actuar innumerables veces como
terapeuta, y quiero dar aquí al menos un destello de ese aspecto de su vida que
no todos conocen y que brillaba a través de toda su personalidad, que a su vez
se reflejaba íntegra en ese trabajo excepcional.
Conocía
y apreciaba todos los métodos, y en especial el "dirigir-sin-dirigir" de Carl
Rogers, aunque le resultaba un procedimiento demasiado lento para su temple
activo. Describía su crítica del método de Rogers con la historia del paciente y
el psicoterapeuta rogeriano. El paciente: "Tengo una depresión." El terapeuta:
"De modo que tiene usted una depresión." -"De hecho estoy pensando en
suicidarme." -"Creo oírle decir que está usted pensando en suicidarse." -"Sí, en
efecto, estoy pensando en tirarme ahora mismo por esa ventana." -"Si le entiendo
bien, dice usted que está pensando en tirarse desde esa ventana." El paciente va
a la ventana y se tira. "¡Plaf!" El terapeuta se asoma a la ventana y repite, "¡Plaf!
" Acaba la entrevista.
Tony
empleaba en la práctica la terapia "Gestalt", aunque no hace falta decir que era
su propia marca de "Gestalt". Derecho al asunto. ¿Qué problema tienes?
Entendido. Ahora dime cómo te sientes. ¿A gusto? ¿A disgusto? ¿Confuso? Sigue
con la confusión. No te apartes de ella. Déjame adivinar. Estás enfadadó contigo
mismo, porque has sido demasiado lento en reaccionar mientras los demás eran
rápidos, y has quedado en ridículo. ¿Va por ahí? A ver. Repite eso tú mismo. Con
más fuerza. ¿Encaja? Veo que sí. Ahora vamos al diálogo. Pon a tu Yo "lento"
delante de ti como si estuviera sentado en esa silla, y que tu Yo "enfadado" le
hable desde donde tú estás. Así. Dile todo lo que se te ocurra, y en el tono más
fuerte que puedas. No te pares en barras. Bien. ¿Satisfecho? Ahora deja que tu
Yo "lento" conteste, es decir, habla tú mismo desde el punto de vista y desde la
silla donde está sentado el Yo "lento". También él tiene derecho a hablar, y
también él eres tú. Ese es el diálogo. ¿Entendido? Escucha con cuidado lo que
dices tú mismo. Ahora vuelve a ser tu Yo "enfadado" y vuelve a quejarte. Y
vuelve a contestar. ¿Vale ya? ¿Nada más que reprochar o que contestar? Bien.
¿Cómo te sientes ahora? Has caído en la cuenta de que tu Yo "lento" tiene
también una buena defensa, y tiene pleno derecho a ser lento cuando le da la
gana de ser lento, ¿no es eso? Veo que estás ya más calmado y en paz. Sigue
sintiéndote a gusto y ahonda en tu propio sentimiento. ¿Alguien más quiere salir
con otro problema?
Me dices que te encuentras violento con fulano en el grupo. No me lo digas a mí, díselo a él. Aquí no se murmura. No hablamos "de" los demás sino "a" los demás. Dile a él a la cara: lo que a mí me desagrada en ti es... Dale toda la lista, artículo por artículo. Y observa tus propios sentimientos según hablas. ¿Qué sientes? ¿Miedo? ¿Aprensión? ¿Timidez? ¿Satisfacción? ¿Sientes dificultad en decir lo que estás diciendo? ¿Caes en la cuenta de que, al expresar en voz alta alguna de tus quejas, suenan del todo vacías aun en tus propio oídos? Ahora déjale a esa otra persona que exprese también lo que ha sentido al oírte a ti hablarle así. Nada de discutir, nada de dar explicaciones, nada de defenderos y nada de atacar. Contentaos con expresar claramente el uno al otro lo que sentís.
Si
dices: "Estás equivocado", te has metido en una discusión; mientras que si
dices: "Me duele oírte hablar así", has abierto una puerta. Decid todo lo que
queráis, pero siempre a nivel de "hígado". Es la manera de entenderse.
Si algún miembro del grupo quería resolver alguna situación semejante de tensión personal, pero la persona con quien sentía o había sentido la tensión no estaba en el grupo, o era algún personaje de su vida pasada, incluso muerto ya quizá para entonces, siempre quedaba el remedio de atacar el problema desde la perspectiva de la fantasía. Tony defendía que la fantasía es uno de los instrumentos más eficaces de la terapia, y lo usaba con un efecto impresionante. Una de las Hermanas del grupo arrastraba el dolor de haber sido poco considerada y cariñosa en su infancia con su propia madre, a quien había hecho sufrir mucho; la dejó después para hacerse religiosa, aunque sabía perfectamente que la necesitaban en casa, y pocos años después vino a la India de misionera; y cuando su madre murió en su país de origen, ella no pudo estar a su lado en el lecho de muerte. Todo ello le había dejado una herida interior que no había cicatrizado nunca, y parecía no tener remedio una vez que su madre ya no vivía. Tony se crecía al enfrentarse con el dolor íntimo, y trató a aquella santa y dolorida mujer con mano de enfermera.
Imagínate a tu madre aquí, ahora, enfrente de ti, viva y sana como tú la conociste, que está sentada en esa silla mirándote a ti. Háblale y dile lo mucho que sientes el haberle fallado, el no haber hecho caso de sus sentimientos, el haberte perdido su última bendición desde el lecho de muerte. Hazlo despacio, poco a poco, diciéndolo todo, sintiéndolo todo. Ella te mira y te escucha. Y ahora, cuando ya le has dicho todo lo que querías decirle, cambia con ella de papel, ponte en su lugar, siéntate en su silla, y contesta en nombre de tu madre lo que ella te contestaría después de haber oído todo lo que tú le acabas de decir. (Era emocionante ver cómo la misma mujer que se había culpado a sí misma por haber sido arisca y despreocupada con su madre, al hablar ahora de parte de su madre decía tiernamente: "No te preocupes, hija mía; sé y entiendo todo lo que me dices, y lo sabía y entendía ya entonces. Tú ibas en pos de tus ideales en el servicio del Señor, y yo también había ofrecido mi sacrificio desde entonces por él... y por ti. Mi único deseo es y ha sido siempre que tú seas feliz. No llores más por mi causa, hija mía.")
Las lágrimas sí que corrían ahora por más de un rostro, una vieja herida se cerraba por fin. Momentos profundamente cicatrizantes, experiencias sacramentalmente curativas, no sólo para la persona que había vivido con la larga herida, sino para todos nosotros, que, en unidad de sentimientos, entrábamos de lleno en el proceso de dolor y reconciliación que es la vida misma. Así es como funcionaba Sádhana, a través de la terapia directa que recibía cada uno, a través de la identificación con la que recibían los demás, a través de la conversación y participación de experiencias y reacciones entre nosotros, y también a través de los descansos, interrupciones y vacaciones, tiempo en que las emociones recibidas se adentraban en nuestra conciencia para crear muy dentro de nosotros un nuevo pensar y un nuevo sentir sobre la vida.
Nueve
meses son un largo período, oportunidad llena para crecer en silencio en la
vivencia privilegiada de aquel campamento de entrenamiento para la vida.
Tony
concedía una gran importancia a la fantasía para llegar al subconsciente, tocado
y sanado con una eficacia que no poseen otros recursos psicológicos. Ya desde
entonces comenzó a inventarse una serie de ejercicios de fantasía que nos
proponía con regularidad en el grupo, y que siempre iban seguidos por nuestras
reacciones concretas, expresión de sentimientos, intercambio de experiencias y
aclaración de problemas que hubieran surgido durante el experimento. Esos
ejercicios, claro que sin la continuación personalizada de la aplicación en
vivo, se encuentran ahora en la parte titulada "Fantasía" del primer libro de
Tony, "Sádhana un camino de oración". Transcribo aquí una muestra.
-"Se ha
encargado a un escultor que haga una escultura tuya. La estatua está lista, y tú
pasas por el taller del escultor para echarle un vistazo antes de que aparezca
en público. El escultor te da la llave del lugar donde se encuentra la estatua.
Puedes, de esta manera, contemplarla sin que nadie te moleste y examinada
durante todo el tiempo que te apetezca. -Abres la puerta... El taller está
oscuro... Allí, en medio, se levanta tu escultura, cubierta con una sábana... Te
acercas hasta ella y retiras la sábana... -Te retiras unos pasos y la
contemplas. ¿Cuál es tu primera impresión?.. ¿Te sientes satisfecho o
descontento?.. Observa todos los detalles de tu estatua... Su tamaño... los
materiales de que ha sido hecha... Da vueltas alrededor de ella... mírala desde
diferentes ángulos... Obsérvala desde lejos, acércate y mira los detalles...
Toca la estatua... observa si es suave o tosca..., fría o caliente al tacto...
¿Cuál es la parte de la estatua que más te gusta?.. ¿Cuál te desagrada?.. -Di
algo a la estatua... ¿Qué te responde? ... ¿Qué le dices tú a continuación?..
Continúa hablando mientras la estatua o tú tengáis algo que decir... -Ahora
conviértete en estatua... ¿Te apetece ser tu estatua?.. ¿Qué tipo de existencia
llevas como estatua?.. -Imagina ahora que, mientras eres tu estatua, entra Jesús
en el taller... ¿Qué ve en ti?.. ¿Qué sientes mientras él te mira?.. ¿Qué te
dice?.. ¿Qué le respondes tú?.. Continúa el diálogo mientras Jesús o tú tengáis
algo que decir... Después de un rato Jesús se marcha... Ahora, vuelve a tu ser y
mira de nuevo a la estatua... ¿Se ha producido algún cambio en la estatua?.. ¿Ha
cambiado algo en ti o en tus sentimientos? ... -Ahora despídete de la
estatua..., un minuto, y después abre los ojos."
Por mucha importancia que Tony diera a la fantasía, daba mayor importancia todavía a los sueños como instrumento de acción terapéutica. No practicaba el psicoanálisis de Freud, sino el método "Gestalt" de volver a vivir el sueño y apropiarse su significado. El sueño es un mensaje que yo me envío a mí mismo, es decir, que el yo durmiente envía al yo despierto, y el mensaje es el de conocerse, descubrirse, recobrarse e integrarse en personalidad completa. A lo largo de mi vida he ido perdiendo partes de mi personalidad, debido a los condicionamientos que se me han impuesto o que yo mismo me he impuesto, restricciones, prohibiciones, presión, miedo. Jirones de mi ser han quedado perdidos por el camino de la vida, aspectos verdaderos y válidos de mi personalidad han sido rechazados por mí mismo, y yo mismo los he olvidado, pero ellos están ahí archivados todavía en mi subconsciente, y reviven en el reino de los sueños para recordarme su existencia y volver a pedir admisión en mi vida. En el sueño todos esos elementos de mi ser que yo he rechazado aparecen disfrazados de objetos y personas que no son otras que yo mismo, aunque yo a primera vista no lo reconozca. Cada imagen de mis sueños es una porción de mi ser perdida y enajenada, que he de volver a reconocer y admitir de lleno para volver a ser yo mismo en toda mi plenitud. La censura de la mente suprime durante el día emociones, reacciones, pensamientos, movimientos que así quedan condenados a no ver la luz del día; pero en la noche se vengan, y todo lo que ha sido suprimido durante el día aparece libremente en la libertad sin censura del reino de las sombras en la noche. Ese es el sueño. El yo que yo no dejo nacer. Al escuchar a mi sueño me escucho a mí mismo, y por eso he de aprender ahora a escuchar a mis propios sueños.
He de volver a vividos despierto, a identificarme con esas sombras, a ponerme en su puesto, a hablar por su boca en primera persona, a reconocer mi propia imagen en esos lienzos rotos de mi retrato, y así llegar a reconciliar al Angel y a la Bestia que llevo dentro de mí. Tony empezó por decirnos: "Al psiquiatra le dan lo que el psiquiatra quiere. Y yo ahora quiero sueños, así es que a vosotros os toca traerme sueños en abundancia cada día. Hacedlo así." Así lo hicimos. Al dormir, todos soñamos casi todo el rato, pero olvidamos los sueños que ocurren lejos del despertar. El método de cazar sueños -y muchos del grupo (iaunque no yo!) hicieron uso de él con generosidad digna de toda alabanza- consiste en poner el despertador para que suene varias veces durante la noche, tener preparados papel y lápiz debajo de la almohada, y así anotar el sueño recién salido del taller nocturno. Así llegaban los sueños al grupo, donde se les aplicaba un procedimiento fijo. Cuenta el sueño. "Soñaba que iba yo solo por una calle, y había una casa vieja con la puerta abierta, y una mano salió por detrás y me empujó para que entrara, y dentro había una escalera que, cuanto más subía yo, más bajaba, y miré arriba y la casa no tenía techo, y encima había una cara grande que me miraba y se echó a reír al verme, y yo me desperté." Vuelve a contar el sueño en tiempo presente y como si fuera realidad. "Voy andando solo por una calle y veo una casa vieja..." Ahora tú eres la calle; habla en su nombre. "Yo soy la calle. Soy una calle larga y desierta. No me gusta que la gente transite por aquí. Cuando alguien pasa, resuenan las pisadas y me molesta. No quiero que me pisen."
Ahora eres la casa. "Soy una casa vieja, pero noble. La gente que entiende sabe que mi fachada tiene estilo. Y tengo cimientos muy fuertes. Me sé las historias de todos los que han vivido en mí, y entiendo mucho de la vida de los hombres." Ahora eres la puerta abierta, la mano que te empuja, la escalera, la cara grande que se ríe, y... antes de eso y muy importante, tú eres también el techo que le falta a la casa; habla en su nombre. Ese hablar espontáneo y como al azar de boca de los personajes y objetos del sueño, va descubriendo los rincones ocultos y devolviendo a la memoria: vivencias olvidadas. Luego vienen las preguntas para que el sujeto mismo vaya sacando conclusiones que sólo él puede sacar. No se trata de "interpretar" el sueño, sino de "integrarlo" en la vida real y en el momento presente para enriquecer a la persona entera. ¿Qué te dice todo esto? ¿Qué has aprendido sobre ti mismo? ¿Se te ha hecho luz sobre algún aspecto olvidado de tu vida? ¿De qué tenías miedo? Pregunta importante (si el despertar había sido natural, no por despertador): ¿Qué significado tiene para ti el hecho de que te hayas despertado en ese momento y en esa escena precisa? Pregunta fundamental: ¿Qué es lo que estabas evitando? Esta última pregunta es la que abría la puerta a descubrimientos importantes de personalidad truncada, y llevaba a la integración y al desarrollo. Todos tuvimos ocasión de verificar en nosotros mismos y en nuestros compañeros la verdad del dicho de Freud: "Los sueños son el camino real para llegar al subconsciente."
Tony
disfrutaba manejando sueños, pero el procedimiento era siempre el mismo, el
interés fue decayendo poco a poco, y Tony, que era enemigo vital del
aburrimiento, aportó nuevos recursos al programa, siempre rico en sorpresas, de
las sesiones diarias.
El
recurso que nunca fallaba, y era capaz de animar al grupo en cualquier día y
cualquier circunstancia, eran los "ejercicios prácticos" que Tony sacaba de
algún libro o se inventaba él mismo y nos hacía hacer con humor alegre que
escondía una seriedad y profundidad con frecuencia insospechadas. "¡De pie todo
el mundo, señoras y caballeros! Ahora, que cada uno de vosotros coloque, sin
decir una palabra, su mano derecha sobre el hombro derecho de la persona del
grupo que más le gusta. ¿Entendido? ¡Adelante! "¿Puede el lector comenzar a
imaginarse el revuelo de sentimientos que esa orden armaba en el grupo? Nadie
decía una palabra, pero se podían sentir latidos de sobresalto. Empezamos a
movemos con cautela en el estrecho cuarto. ¿A quién escojo? ¿Sé yo mismo a quién
quiero escoger? ¿Me atrevo a hacerlo? ¿Quién es? ¿Hombre o mujer? ¿Me tiro a
algo seguro y fácil que no me comprometa? Lo fácil y seguro no resulta aquí.
Aquí, lo que vale es comprometerse. Arriésgate. Mójate. Ya tengo la mano derecha
sobre el hombro sobre el que quería estar. ¿Hay alguna otra mano sobre el mismo
hombro? ¿Ninguna? Menos mal, ya noto una. Gracias a Dios. Ahora me atrevo a
echar un vistazo a este racimo de hombres y mujeres de pie, callados, intensos,
crucigrama humano de sinceridad y valor. Se acabó la prueba. No, apenas ha
comenzado. "Ahora sentaos todos. Serenaos un poco y pasad revista en silencio a
vuestros sentimientos. ¿Qué es lo que habéis sentido mientras seguía el juego?
¿Aprensión? ¿Timidez? ¿Enfado contra mí por meteros en este lío? ¿Inseguridad?
¿Envidia? ¿Resentimiento contra alguno? ¿O habéis pasado un buen rato
disfrutando la broma? Venga, ¿quién quiere hablar primero?" Para entonces había
ya media docena de manos levantadas, y los diálogos subsiguientes podían ocupar
el resto del día.
¿Algo
más recio? Sí. El mismo ejercicio, pero ahora, en vez de escoger a la persona
que nos gustaba más, escoger... ¡a la que nos gustaba menos! Puede imaginarse el
lector el torbellino de sentimientos que esto levantaba. Daban pie no a una,
sino a varias sesiones después del jueguecito. Y todavía puedo contar uno peor.
Aquel día las órdenes de Tony fueron: "Poneos todos de pie y, sin decir una
palabra, formad una fila que empiece aquí, junto a la ventana, y acabe allí en
la puerta. Que cada uno escoja el lugar que él o ella quiere ocupar en la fila,
según el siguiente criterio:
¿Cuál
es mi puesto, como persona, en el conjunto de este grupo? Es decir, si tú crees
honradamente que vas en cabeza, ve y colócate delante; y si crees que tu puesto
está más abajo, ponte hacia el final. Dejad que cada uno se mueva y se sitúe
donde le parezca, y no digáis una palabra. No perdáis de vista vuestros
sentimientos ni por un instante." No fue tarea fácil. Nos costó bastante llegar
a una fila estable, después de cambiar y volver a cambiar de posición arriba y
abajo, cada uno según su punto de vista, hasta que se llegó a una unanimidad
aceptable. Pero Tony aún no había acabado. Siguió: "Ahora mirad bien toda la
fila y, si veis a alguien, hombre o mujer, que ocupa en la fila una posición más
alta de lo que, en vuestra opinión, le corresponde, hacedle bajar hasta el
puesto que os parezca justo; o, al revés, haced subir en la fila a quien, en
vuestra opinión, esté demasiado abajo. Repito: Poned al frente de la fila al
hombre o mujer que, en vuestra opinión, deba ocupar el número uno como persona,
y de allí para abajo según vuestro criterio. No ofrezcáis resistencia, y dejadle
a cada uno que opere como mejor le parezca, hasta llegar a un orden fijo."
¡Aquello pasaba de broma! Se sentía aumentar la tensión en el aire del cuarto,
mientras la fila cambiaba y volvía a cambiar, según las manos que la trabajan.
¿A quién bajo? ¿A quién, subo? ¿Qué pensará de mí después? ¿Cómo se lo explico?
Y ¿quién se atreve a bajarme a mí? ¿Ese sinvergüenza? ¡Y yo que creía que...!
Habrá que arreglar esto. A ver cuándo diablos acaba. Por fin. La fila humana
quedó lista. Tony volvía a hablar (no había dicho nada durante el juego, pero no
había apartado sus ojos de lince del grupo para ir anotando en su mente todo lo
que nos iba pasando a nosotros por dentro):
"Sentaos y estad un rato en silencio. Lúego evaluaremos el estropicio. Sé muy
bien que algunos de vosotros os habréis resentido con mayor o menor fuerza, y yo
mismo no os hubiera propuesto este juego si no tuviera nueve meses por delante
para curar las heridas que puede haber causado. Ahora contadme vuestros
sentimientos y ¡manos a la obra! ¿Quién dispara?"
No
todos los "ejercicios prácticos" eran de tanta envergadura como ésos, pero todos
contribuían, de una manera o de otra, en serio o en broma, con lágrimas o con
carcajadas, a sacar a flote nuestros sentimientos, a desarmar nuestras defensas,
a dejar al descubierto la materia prima de nuestra personalidad, enterrada bajo
tantas capas de disciplina, autocontrol, máscaras oficiales y conducta
prefabricada. Hasta entonces habíamos aprendido a ser el tipo de personas que
"debíamos" ser; ahora, sin romper con el pasado, más bien apoyándonos en él para
trascenderlo, estábamos aprendiendo a ser el tipo de personas que "queríamos"
ser. No es extraño que la aventura tuviera toda la alegría y el estremecimiento
de un nuevo nacer... con dolores de parto también.
Lo que
hay que subrayar aquí es que estos ejercicios, sueños o fantasías tenían poco
valor en sí mismos. La importancia la adquirían al convertirse en instrumentos
de trabajo en manos de Tony. El ejercicio en sí podía ser, y con frecuencia era,
trivial; pero el uso que Tony hacía de él lo convertía en algo memorable. La
pregunta certera, la confrontación desnuda, la terca insistencia, la luz súbita,
la tranquilidad, la cumbre. Todo eso nacía espontáneamente, provocado por el
ejercicio, el sueño o la fantasía, y ese trabajo intenso en la intimidad del
grupo, con todo el interés de la persona que buscaba alivio a sus males y la
cooperación cariñosa de todos, es lo que hacía resaltar las dotes incomparables
de talento, carisma, intuición y profesionalidad que era lo mas Tony en Tony.
Tales vivencias no 'pueden olvidarse nunca.
El poder casi misterioso que Tony poseía para adivinar lo que su interlocutor sentía por dentro, para expresar sus pensamientos ocultos, para intuir la situación interna de cualquier persona antes de que ella dijera una palabra, se manifestaba una y otra vez en su trato diario de persona a persona en medio del grupo, y esos incidentes crearon y dieron curso a la "leyenda de Tony" acerca de su capacidad milagrosa de leer el pensamiento de los demás. El mismo contribuyó a fomentar la leyenda. Un día nos dijo en el grupo: "Hace poco he descubierto un nuevo poder en mí mismo. Cuando me rodea un grupo de gente, no tengo más que mirarles a la cara para saber exactamente qué siente cada uno en aquel momento. Antes no podía hacer eso, pero ahora sí.
El otro
día hice el experimento con un grupo de jóvenes, y acerté con todos. "No cabe
duda de, que Tony tenía una mirada penetrante que calaba hasta dentro y parecía
adivinar los pensamientos, sentimientos y motivos de la persona con sorprendente
exactitud, y doy fe de ello no sólo con mi palabra, sino con mi conducta, pues
yo seguí yendo al encuentro de Tony, año tras año, por el bien que me hacíaa al
decirme con interés de amigo y precisión de experto cómo me veía en aquel
momento. Me daba gran luz el verme reflejado en su cándida reacción, y me
ánimaba su confianza en mí. Sin embargo, yo personalmente no creo que Tony
tuviera poderes preternaturales en esta materia, y tengo motivos para pensar que
esos aciertos, inexplicables a primera vista, eran a veces sólo la respuesta
inconscientemente obediente de personas que, impresionadas por su prepotente
personalidad y su réputación de saber leer el pensamiento, y no queriendo dejar
a Tony en mal lugar ante el grupo, decían que Tony había acertado al adivinar lo
que pensaban, aunque de hecho estaban pensando en algo completamente distinto. Y
lo sé porque... ¡me pasó a mí mismo!
Me sé
también una buena historia de Tony en este mismo sentido. El traductor de sus
libros al castellano, Jesús García-Abril, me contó la sorprendente experiencia
que había tenido con Tony. Había traducido ya varias de sus obras, y se habían
escrito el uno al otro con tal motivo, pero nunca se habían visto. Aprovechó la
oportunidad de uno de los viajes que Tony hizo a España, y fue a verlo a
Villagarcía, donde iba a dar un curso. "Había cantidad de gente allí", continuó
diciéndome, "venida de todas partes de España, y era el primer día antes de la
apertura del curso. Tony no me había visto a mí en la vida, ni siquiera una foto
mía; yo sí que lo reconocí a él, y me acerqué para presentarme. Imagínate mi
asombro cuando, al llegar yo cerca de donde estaba él, me miró y me dijo, antes
de que yo pronunciara una sola palabra: 'Tú eres García-Abril.' Me quedé de una
pieza. Nó me explico cómo pudo adivinarlo. Cuantas más vueltas le doy, más
extraño me parece. ¿Puedes expiicármelo tú?" .
Aquel
día, la verdad es que no pude; pero pocos meses después vi a Tony en Lonaula y
le conté el incidente. "Estás adquiriendo toda una reputación de tau
maturgo", le dije tomándole el pelo. El se rió con ganas y me dijo: "Me acuerdo
perfectamente del incidente, y te voy a dar ahora mi versión de lo ocurrido. Sí,
había mucha gente aquel día en Villagarcía, pero yo sabía que de Santander iban
a venir dos, y uno de ellos era Garda-Abril. Yo estaba solo en aquel momento, y
sabía que aquellos dos. que se acercaban eran los de Santander. Uno de los dos
tenía que ser García-Abril. Se trataba, pues, de acertar a cara o cruz. Yo
también sabía, por mi correspondencia con él, que García-Abril era más bien
carácter artístico, y de los dos él tenía decididamente más tipo de artista. Con
eso me lancé a la conjetura... y salió bien. Ahí tienes todos mis poderes
milagrosos." Volvió a reírse y añadió con un deje travieso: "Quizá eso fue
también lo que le pasó a Jesús con Natanael, y así es como se escribió la
historia", y subrayó con un guiño malicioso su aventurada exégesis.
Por
otro lado, y para ser justo, también tengo un recuerdo personal en esta materia,
y esta vez fui yo el sorprendido, aunque el asunto fuera de menos importancia.
Un día, en Sádhana, estábamos contando chistes. Esta vez, para variar, eran
chistes teológicos. Contar chistes no es mi especialidad, pero me acordé de uno
que había leído en algún sitio y lo conté. El grabado muestra a Moisés, tablas y
cincel en mano, esculpiendo el decálogo que le dicta Yahvé, y cuando Yahvé ha
terminado con los diez mandamientos, Moisés le mira ansioso y le dice: "Señor,
¡aún queda sitio para uno más!" Gustó el sutil humor bíblico. Cuando llegó la
segunda vuelta, me aventuré a contar un chiste que se me había ocurrido a mí sin
leerIo u oírlo en ninguna parte, y que yo nunca le había contado a nadie. Todos
los del grupo sabían que el término técnico para describir la relación
trinitaria del Espíritu Santo con respecto al Padre y al Hijo es que "procede"
de ambos, con lo cual todos captaron el chiste en seguida y se rieron como era
su deber. El cuento era que una vez el Padre y el Hijo no estaban de acuerdo en
algo, empezaron a discutir y, para zanjar la cuestión, decidieron llamar al
Espíritu Santo para que les ayudara con su "don de consejo" (que en inglés suena
a "psiquiatra"). El Espíritu Santo escuchó sus argumentos y luego declaró: "Si
vosotros dos reñís de esa manera... ¿cómo voy a proceder yo?" Antes de que el
siguiente pudiera contar otro chiste, Tony me miró y me dijo: "Carlos, ese
chiste te lo has inventado tú, ¿no es eso?" No tuve más remedio que bajar la
cabeza y decir: "Sí". Pero me dejó confundido. Es verdad que el chiste era bien
malo; pero... ¿cómo diablos averiguó que era original? Sea como fuere, Tony no
necesitaba leyendas. Tenía grandeza suficiente sin ellas.
Sigo
echando marcha atrás. Comencé por describir la experiencia de Lonaula "(Sádhana
II": Tony el guru), luego he esbozado el período que le precedió "(Sádhana I":
Tony el terapeuta), y ahora voy a completar el cuadro con la primera y básica
etapa del ministerio y la personalidad de Tony: Tony como director espiritual.
Yo estuve también muy cerca de él en aquellos años, y me pilló de lleno el
impacto de la renovación espiritual que él organizó. Ha pasado tiempo desde
entonces, y mis recuerdos son más escuetos, pero el revuelo que armó en mi vida
sigue siendo parte de mi ser tanto como las últimas "bombas" de Lonaula, y puedo
hablar de aquellos sucesos también con plena convicción, ya que no con detalle.
Ahí va un destello.
La
ofensiva espiritual de Tony (y "ofensiva" es el único término que hace justicia
a la campaña sistemática que lanzó Tony desde su cuartel general de Vinayálaya
en Bombay) fue un ataque a tres frentes contra la cómoda rutina a que casi todos
nos habíamos acostumbrado en una vida religiosa ciertamente activa y afanosa,
pero de poco fondo espiritual. (Tony decía entonces que bastaba con decir de un
jesuita que era "muy trabajador" para que se le perdonaran todos sus defectos.
¡Y ahora parece que nos hemos quedado hasta sin lo del trabajo!) Los tres
flancos por los que atacó eran: pobreza absoluta, oración intensa y experiencia
directa de Dios.
Lo que comenzó por llamar más la atención fue su cruzada por la pobreza. Dejó el
amplio cuarto que ocupaba como Rector de Vinayálaya y se fue a vivir en un
cuchitril bajo la escalera, sobrellevando alegremente las molestias evidentes
que eso le proporcionaba. Aquello fue el toque de clarín que anunció la
revolución. Los "juniores" que él dirigía (jóvenes jesuitas en formación entre
el "noviciado" y la "filosofía") se contagiaron rápidamente de su entusiasmo, y
se estableció una santa rivalidad entre ellos a ver quién dejaba más cosas,
quién podía pasar con menos, quién podía vivir más pobremente. Sus conquistas
ascéticas se pregonaron de casa en casa, y pronto comenzó la admiración... y la
crítica.
Profesamos pobreza para imitar a Jesús, para aprender desprendimento, para renunciar al poder del mundo y así hacer sitio al poder de Dios en nuestras almas y en nuestro trabajo por los demás ("cuando soy débil es cuando soy fuerte"), para identificamos con los pobres, para luchar contra el consumismo, para estar siempre disponibles y dispuestos a servir a todos. Ignacio legisló que sus seguidores habían de "comer, vestir y dormir como cosa propia de pobres", con lo que quería decir sencillamente que debían pasar hambre, llevar vestidos raídos y no dormir en cama. A ese ideal había que volver. Para explicar el principio sobrenatural que actúa en nuestra pobreza, es decir, que al vaciarnos de nosotros mismos nos llenamos de Dios, Tony citaba a su mentor, el padre Calveras, en lo que, según él, había sido la única vez en su vida que el padre Calveras se había permitido intentar un poco de humor, y con dudoso éxito. Calveras les había dicho: "Aristóteles estableció el célebre principio de que 'natura abhorret vacuum', es decir, que a la naturaleza no le gusta dejar huecos, y cuando ve algún vacío se lanza enseguida a rellenarlo.
Pues
bien, no cabe duda de que Dios habrá leído a Aristóteles (ése era el chiste), y
por eso, cuando ve algún alma que se ha despojado de todas sus posesiones,
apegos y gustos, se apresura a llenar ese alma con su presencia y su poder." Ese
era el principio teológico, y Tony lo puso en práctica con todo su celo y
entusiasmo. La campaña a favor de la pobreza desnuda estaba en marcha.
Tony
dirigió personalmente unos Ejercicios Espirituales de ocho días para su
comunidad en Vinayálaya, y el enorme éxito que tuvo en frutos espirituales le
hizo concebir la idea de anunciar unos Ejercicios de treinta días en Khandala
para quien quisiera apuntarse. Eso era algo fuera de lo normal, pues los
jesuitas hacen los Ejercicios de mes oficialmente sólo dos veces, una al
comienzo y otra al fin de su formación, y fuera de esas dos ocasiones no había
entonces costumbre ni tradición en la India de practicarlos. Tony se aventuró,
lanzó el anuncio, logró reunir un pequeño y abigarrado grupo (había allí desde
algunos de sus "juniores" hasta personas respetables, como su futuro superior
José Javier Aizpún), y el movimiento de los ejercicios de mes quedó inaugurado.
Esa fue la plataforma desde donde Tony predicó su programa de pobreza, oración y
experiencia de Dios.
Para
dar una idea del valiente llamamiento que Tony hacía en favor de la pobreza
radical, voy a contar un incidente que tuvo lugar el día en que acabaron los
Ejercicios. Estábamos todos comentando a voz en cuello las vicisitudes de
aquellos treinta días, después del largo silencio voluntario, cuando uno de los
sacerdotes del grupo, alegre y simpático (que poco después nos dejó, se volvió a
España y se casó), se dirigió a Tony y empezó a increparle en medio de todos con
gesto cómico de vehemente indignación: "Mira, Tony. Todo lo demás se te puede
perdonar, pero no lo que dijiste aquel día. ¿Te acuerdas? Venga a insistir en la
pobreza día tras día, en la ascética pura, sufrir privaciones, desprenderse de
todo, abrazar una vida dura, acabar can todas las comodidades y quedarse sólo
con la pobreza, la mortificación, la penitencia y el ayuno... Me pasé una semana
entera a pan y agua, camo tú nos dijiste y coma muchos hicieron, hasta el punto
de que el cocinero. se quejó de que se echaba a perder la comida y pidió que los
que pensaban ayunar cada día hicieran el favor de avisar a la cocina, para
calcular la cantidad que había que preparar. Pase. Todo eso puede tolerarse.
Pero no lo que dijiste después. ¿Te acuerdas? Después de tanto presionarnos y
tanto achucharnos, un día, al fin, dijiste: 'Bueno, claro, todos necesitamos un
respiro de cuando en cuando, necesitamos un descanso, incluso unas vacaciones
que interrumpan un poquillo. tanta penitencia y tanta mortificación, aunque sólo
sea para volver a la carga luego con mayor empeño. Sí, haremos bien todos
nosotros en permitirnos de vez en cuando algunas libertades, pasarlo bien, hacer
un poco el loca y, ¿por qué no?, hacer casas que nunca hemos hecho antes y
divertirnos de veras. Así es que, ¡adelante!, cuando estéis cansados y queráis
una pausa en la vida, no tengáis escrúpulos, proceded can plena libertad, dejaos
llevar y... Mientras hablabas así, Tony, se me hacía la baca agua, y estaba
esperando con ilusión creciente a ver qué era lo que nos ibas a proponer que
hiciéramos, puestos a hacer el loca; mi imaginación se desató y empecé a pensar
en, bueno, cualquier disparate, cuando tú llegaste al momento culminante de tu
perorata y dijiste: 'Sí, señor, no faltaba más, cuando queráis de veras un
descanso. en la vida y sintáis su necesidad, sed generosos con vosotros mismos,
no escatiméis nada y... ¡tomaos una buena taza de té!
¡¡¡TONY!!! ¿Eso es todo lo que se te ocurrió, puesto a pensar en un descanso en la vida, una cana al aire, una loca aventura? ¡Una taza de té! ¡Santo cielo. ¡En buena me he metido! Ya sé ahora lo que me espera. Aunque una cosa he de concederte: te has explicado perfectamente y de manera que me será imposible olvidar tu consejo: ¡me acordaré de él cada vez que tome una taza de té!"
A mí
también me había llamado la atención lo de la taza de té (aunque a otros,
sorprendentemente, les había parecido la cosa más natural del mundo), y me reí
de buena gana. Y Tony fue el que más se rió. Pero no por eso cedió ni un punto
de su tesis. Aquel era el Tony de la taza de té, tan genuino y sincero coma el
de las "fiestas" en Sádhana años más tarde.
El
segundo tema era la oración. "Cuando prescribo cinco horas de oración al día",
decía Tony, "eso es sólo un mínimo y, -desde luego-, sin contar la Eucaristía,
el breviario, el rosario, la lectura espiritual y las exámenes de conciencia. Y
no lo digo para durante los Ejercicios, sino paa cada día del año y para toda la
vida. Si hemos de ser hambres de oración, hemos de consagrar tiempo a la
oración." Así lo hicimos con plena generosidad. Y no era esto tan difícil coma
parece, parque Tony se encargaba de probar de antemano que la "consolación"
(término con que Ignacio quería decir "pasarlo bien en la oración") debería ser
nuestro estado normal al orar. Esta doctrina, firme y tradicional, ha sido
olvidada en gran parte, y se nos habla de "orar a palo seco", "dejar para los
niños la leche de las consolaciones y tomar el alimento sólido de adulas que son
las desolaciones" (que es una tergiversación intolerable de un pasaje de san
Pablo) o incluso, con Pascal, que "hay que buscar al Dios de las consolaciones,
y no las consolaciones de Dios." Falsa doctrina. Tony se valía aquí de los
estudios que había hecho en España y citaba con conocimiento y autoridad desde
los grandes clásicos castellanos hasta los modernos exegetas de los Ejercicios
ignacianos, a los que tanto debía.
No
conservo citas exactas, pero sí las ideas. Calveras: Para perseverar en la vida
espiritual es necesaria la oración, y para perseverar en la oración son
necesarias las consolaciones; .a eso viene toda la cuarta semana de los
Ejercicios, a "establecer al alma en estado de consolación" con el "oficio de
consolar" que trae el Señor resucitado. Casanovas: Los autores espirituales que
hablan de las consolaciones como algo accidental, como si fueran dulces y
golosinas para niños, no saben lo que dicen; esas consolaciones no son dulces y
golosinas; son y han de ser nuestro pan de cada día. Ribadeneira, hablando de
Ignacio (ésta es cita exacta): "De tal modo rebosaba su alma de divina
consolación, encontraba siempre tan a punto y como esperándole la gracia de la
divina visitación, que solía decir que si diez veces o más al día quisiese
hallar sobrenaturalmente a Dios, con el favor de él fácilmente lo conseguiría,
pero que solía abstenerse de esas consolaciones tan continuas y se contentaba
con aplicar los labios a esa fuente inexhausta una vez al día; porque de ese
modo el cuerpo no se debilitaba demasiado, y el espíritu se rehacía, si no tanto
como hubiese deseado, al menos en la proporción que convenía a un hombre ocupado
y enfermo como él."
Palabras para hacer pensar a cualquiera, y tradición que hemos perdido en la
rutina de nuestras oraciones y la aridez (ide la que algunos llegaban incluso a
gloriarse!) de nuestra vida espiritual. Hay que recobrar la dulzura del
espíritu, hay que "probar y ver cuán dulce es el Señor". El gran secreto de Tony
era que no sólo nos enseñaba a orar, sino a disfrutar en la oración. Todos los
que pasamos por sus manos en aquellos años de innegable carisma podemos dar
testimonio alegre y agradecido del gozo que Tony trajo a nuestra vida de
oración.
Junto
con la oración de contemplación a que acabo de referirme, Tony insistía
igualmente en la oración vocal. Citaba a santa Teresa y, más radicalmente, al
mismo evangelio: cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñase a
orar, su respuesta fue el Padre Nuestro. La misma sencillez, humildad y
facilidad de la oración hecha palabra es garantía de perseverancia en su uso y
de profundidad en la fe. "El que no sabe orar con los labios no sabe orar con el
corazón", repetía. "Por mucho que avances en la oración", decía, "lleva siempre
contigo una provisión permanente de oraciones vocales que siempre has de
necesitar en el largo camino." Una variante concreta de la oración vocal,
favorita también de Tony, era la "lectio divina" de tradición benedictina en sus
tres tiempos de lectio, meditatio y oratio. Leer primero el texto, con
preferencia un pasaje apropiado de la sagrada Escritura; después "meditar" sobre
él, pero meditar "con la boca", según el texto de la Escritura: "la boca del
justo meditará la sabiduría"; es decir, pronunciar despacio las palabras
sagradas, repetidas, rumiadas, acariciadas, decirlas en voz alta, gastarlas,
sentirlas; y finalmente, una reacción personal breve, que es la oratio, para
volver enseguida a la lectura. Método de contacto con la palabra de Dios, de
expresión corporal en los labios y en la voz, de eficacia humildemente segura y
eminentemente práctica.
Después
venía la oración de petición. Es la oración más valiente del cristiano. Ahí es
donde la fe se expone, se compromete, se vive. Es relativamente fácil recitar
salmos y contemplar misterios; pero, cuando se trata de sacar la oración a la
calle, de hacerla pública y concreta, de pedir en voz alta ante otros, con la
insistencia y claridad con que Jesús instruyó a sus discípulos que pidieran
favores al Padre en su nombre, en la seguridad de que serían concedidos, cosas
que queremos y necesitamos no sólo para el espíritu, sino también para el cuerpo
y el trabajo y los conflictos y la vida... hace falta mucha más fe y serenidad y
madurez cristiana. La oración de petición no es oración de principiante, sino de
veterano. Forma y moldea y pone a prueba. Es la oración que nos expone a un
riesgo difícil, por más que feliz: si mi petición no es oída, quedo mal ante mis
compañeros de oración; y si es oída... adquiero la tremenda responsabilidad de
saber que Dios me escucha y toma en serio lo que le digo. Tony contaba la
historia (conocida en Europa, pero menos en la India) del enfermo que, después
de haberse apuntado para una peregrinación a Lourdes, se borró diciendo: "Si no
me curo, no pasa nada; pero si, por casualidad, me curo... ¡voy a tener ya que
vivir como un santo toda la vida!" Prefería no correr riesgos sobrenaturales y
quedarse con su cómoda enfermedad. Es más fácil ser enfermo que ser objeto de un
milagro. De ahí la jaculatoria: "iVirgencita, que me quede como estoy!"
Después
de pedir hay que dar gracias; y aquí vino el gran descubrimiento, que dominó
varios años de la vida de Tony, de la oración de alabanza. Pocos meses después
del mes de Ejercicios en Khandala, Tony me escribió una carta en que me decía:
"Carlos, tengo que comunicarte mi último descubrimiento, y no puedo esperar a
que nos volvamos a ver. ¡La oración de alabanza! Pruébala enseguida, y verás
cómo cambia tu vida. Echale mano a unos libros recientes que han salido sobre
esta materia (mencionaba algunos títulos) y cuéntame tus experiencias. Me
encantaría que nos viéramos pronto par poder hablar de esto. Es cosa buena de
veras." Sí que lo es. En "Sádhana, un camino de oración" Tony escribió: "Si
tuviese que señalar la forma de oración que ha hecho la presencia de Cristo más
real en mi vida y me ha conferido el sentido más profundo de ser llevado y
rodeado por la providencia amorosa de Dios, escogería, sin dudarlo por un
momento, esta última forma de oración que propongo en el libro, la oración de
alabanza. La elegiría también por la intensa
paz y gozo que me ha dado siempre en tiempos de aflicción".
Otra
contribución importante de Tony a la vida de la iglesia india fue la
introducción entre nosotros de la llamada "oración de Jesús", es decir, la
repetición rítmica de las palabras "Señor Jesucristo, ten piedad de mí", o de
otra fórmula equivalente, o aun sólo el nombre de Dios, a tiempo con la
respiración, el paso al andar, el pulso o el latir del corazón o cualquier otro
ritmo del cuerpo o del mundo que nos rodea. Aquí se juntan tres tradiciones
religiosas: la hindú, la de los cristianos orientales y, a través de los árabes;
la ignaciana. Ignacio habla de oración "por anhélitos", que es el rasgo esencial
de esta oración, en los "Tres modos de orar" que, según Polanco, ocupaban de uno
a dos días enteros al final de los Ejercicios de mes. Los hindúes vienen
repitiendo el nombre de Rama desde tiempo inmemorial, estén donde estén y hagan
lo que hagan, como música sagrada de fondo de toda su vida, pasando el divino
nombre de los labios a la mente y al corazón, recitándolo sin cesar con el
rosario de ciento ocho cuentas, escribiéndolo con tinta roja millares de veces
en pequeños cuadernos cuadriculados (que yo a veces he recibido como regalo
íntimo de comunión espiritual), viviéndolo a través de la eterna geografía del
Himalaya, el Ganges y el cabo sagrado donde se unen tres mares en la punta de
Comorín y los antiguos monjes cristianos de Egipto practicaron también la
adoración repetida del nombre del Redentor, y las iglesias griega y rusa han
continuado la tradición hasta nuestros días. En Rusia surgió el siglo pasado ese
clásico tratado anónimo, "El camino del peregrino", que hace pocos años alcanzó
popularidad en el resto de Europa e hizo revivir la práctica de esta oración.
Este fue el libro que cayó en manos de Tony, lector asiduo de novedades
espirituales; allí aprendió él este modo de orar, y de allí nos lo enseñó a
nosotros. Hoy, esta oración es parte de la vida espiritual de la iglesia
católica india, y quede aquí consignado para la posteridad que quien la
introdujo entre nosotros fue Tony.
Tambíén
fue Tony quien introdujo entre nosotros la que ahora llamamos "oración
participada", "oración espontánea" o, simplemente, "oración de grupo". El grupo
de amigos en el Señor que se reúnen en una capilla o un cuarto en silencio
devoto, leen las Escrituras, cantan canciones religiosas, hablan en voz alta con
el Señor según los mueve su Espíritu, y escuchan reverentemente lo que los demás
dicen al Señor, y el Señor a todos. Tony comenzó por introducir, durante los
Ejercicios que daba, una hora de adoración en silencio ante el Santísimo
Sacramento expuesto por la noche, como último acto del día. Cuando todos le
dijeron que ése resultaba el mejor acto de todo el día, se animó a proponer que
en medio del silencio pudieran hablar en voz alta con el Señor los que lo
desearan. Así nació la oración de grupo, que luego se fue extendiendo a toda
clase de grupos y ocasiones, y forma ya parte de nuestra vida espiritual
comunitaria. Todos nos hemos beneficiado enormemente de ella.
Esto da
una idea de cómo Tony conocía y dominaba los mejores caminos de oración,
antiguos y modernos, orientales y occidentales, y dominaba también el arte de
comunicárselos a otros. Cuando, años más tarde, las vicisitudes de la vida y los
votos de los jesuitas de Bombay lo enviaron a Roma como delegado suyo entre
muchos otros delegados del mundo entero, Tony hizo buen uso de sus talentos y se
ofreció a iniciar a sus compañeros delegados, durante las varias semanas que
duró la reunión, en nuevos métodos de oración. Organizó sesiones en inglés y en
español que fueron un gran éxito y .le proporcionaron la admiración y la amistad
de personas espirituales, abriéndosele así las puertas del apostolado
internacional que pronto había de emprender. Tiene importancia el nombre que dio
a sus primeros cursillos en la materia: "Talleres de oración." Aunque la
maquinaria de los "talleres" cambió poco a poco y su actividad tomó otras
direcciones, la oración fue siempre, de una manera o de otra, el punto de
partida de todo lo que hizo.
Con
todo, más que la oración y la pobreza, el filo cortante y la punta de lanza de
la espiritualidad de Tony estaba en el tercero de los frentes que he enumerado
al principio del capítulo: la fe práctica de que la experiencia de Dios es
posible en esta vida, y el esfuerzo valiente para conseguirla cuanto antes con
la gracia de Dios. Eso daba un blanco a la oración de petición, hacía cobrar
sentido y urgencia a las largas horas de contemplación, ungía a la oración de
grupo con el intenso sacramento del deseo, aceleraba los ritmos de la repetición
del nombre sagrado, y hacía que toda la pobreza, privaciones y mortificaciones
resultaran fáciles y deseables ante la perspectiva real de esa meta sublime y
alcanzable. Tony, al dar Ejercicios, comenzaba por presentar una demostración
casi académica a partir de la Escritura, los Santos Padres, la tradición
cristiana y las enseñanzas de los santos, para dejar bien claro que el ver a
Dios cara a cara no es privilegio minoritario de unos pocos místicos, sino
derecho elemental de todo cristiano; y una vez asentados sus argumentos, se
lanzaba a un llamamiento apasionado para hacemos ver que, si esta suprema gracia
estaba al alcance de la mano, ¿cómo podíamos permitimos el perder la oportunidad
y contentamos con las migajas, cuando se nos ha invitado al banquete? Desde
aquel instante, la experiencia de Dios se convertía en el centro de todos
nuestros esfuerzos y la meta de todos nuestros deseos.
Tony
nos insultaba: "Sois cristianos 'de oídas', ¿no es eso? Creéis porque os han
dicho que creáis, eso es todo. ¿Cómo sabéis que sois cristianos? ¿Por el
certificado de bautismo? ¡Valiente prueba! El cristiano sabe que es cristiano
porque ha visto y oído y sentido y vivido a Cristo. El apóstol es un 'testigo de
la resurrección'; ¿lo sois vosotros? y si no lo sois, no tenéis derecho a
hablar. ¿No os da vergüenza hablar de Dios en la ¡ndia, donde sólo puede hablar
de Dios con autoridad quien lo haya visto? ¿Y sois vosotros hijos de Ignacio,
que esperaba que el alma tratase inmediata con su Creador y Señor, sin
intermediario de ninguna clase? O sacáis de estos Ejercicios la experiencia
directa, el encuentro personal con Cristo resucitado, o no sacáis nada." En plan
más sobrio, yo recuerdo haber pensado entonces en la apta definición que Fritz
Perls da del "enseñar"; según él, "enseñar es mostrar que algo es posible"; y yo
apliqué esa definición a mi caso.
Tony me
había mostrado que la experiencia directa de Dios en esta vida es posible. Ese
fue el mayor favor que podía haberme hecho.
Este ataque descaradamente místico en frentes sobrenaturales no dejó de crear
problemas y originar tensiones. A veces resultaba hasta cómico, y yo me habré
reído más de una vez en silencio durante la oración nocturna de grupo, cuando
alguien explotaba de repente en acción de gracias al Señor, que le había oído y
se le había manifestado cara a cara en su poder y su bondad... mientras otros, a
los que aún no les había tocado la lotería, expresaban su resignación y
redoblaban sus plegarias. Algo había en todo eso de comparación, emulación, casi
competencia, que llegaba a crear ansiedad y frustración y, sin duda, hizo daño a
más de uno. Conozco bien el tema, y sé sus peligros. Pero la oleada de fervor de
oración, entusiasmo religioso y experiencias acrisoladamente místicas a que dio
origen fue en verdad y profundidad un nuevo Pentecostés que cambió para siempre
la vida de muchas almas fervientes y derramó inmensas alegrías y devoción
bendita por los paisajes eternos de un continente que sabe de cumbres místicas y
de amaneceres espirituales.
Por lo
que a mí me toca, he contado ya en otro de mis libros la historia de lo que la
oleada mística me hizo a mí, y no la repito aquí. Me contento con decir que soy
testigo, en mi propia vida y en la de otros a quienes conozco de cerca, de la
verdad y profundidad que asistían a Tony en su atrevida invitación a
que"buscáramos el rostro de Dios", frase y reto bíblicos que se hicieron alegre
e imborrable realidad en nuestras vidas.
Tony
poseía un conocimiento excepcional de los Ejercicios Espirituales de san
Ignacio, tanto teórico como práctico; muchos le habían insistido que pusiera por
escrito sus conocimientos y experiencias, y él mismo había pensado y hablado más
de una vez de ello. No tenía más que ordenar su fichero, grabar sus charlas y
corregir la transcripción; pero nunca llegó a hacerlo. Para cuando empezó a
publicar, su interés había cambiado de horizonte.