Capitulo 5

Los medios pobres y los medios ricos


Jacques Maritain califica los medios temporales de que dispone la Iglesia, relativos a los propósitos espirituales, como medios ricos, «reach temporal means», y como medios pobres, < humble temporal means». Los medios ricos son aquellos que pueden ser observados y medidos por la estadística. Al ser, medios pertenecientes a este mundo, exigen, de por sí, la condición de un éxito palpable y visible. Forman parte de esos medios, por ejemplo, las organizaciones, las reuniones, las procesiones, la arquitectura y el decorado de las Iglesias; los medios audiovisuales, los medios de comunicación social, etc. Un rasgo característico de los medios ricos, es la influencia que ejercen sobre el amor propio, a través de la visibilidad de sus efectos y de los resultados que aportan. En relación con ello, hay que hacer referencia al peligro de la apropiación de esos resultados, y del triunfalismo que pueden generar.

La segunda clase de medios está integrada, según Maritain, por los medios pobres; los cuales están marcados por la señal de la cruz, y expresan una de las más profundas verdades evangélicas: «Si el grano de trigo, no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere ,da mucho fruto> (Jn 12, 24). En estos medios se puede observar una paradoja propia del dinamismo de la fe: cuanto más pobres, despojados, insignificantes y menos visibles sean los medios utilizados; tanto mayor es su eficacia. Al contrario de lo que ocurre con los medios ricos, los pobres no están supeditados a la condición de conseguir un éxito palpable, y no contienen en sí la menor necesidad de un triunfo temporal.

 

El Jesús pobre

Estamos acostumbrados a contar con los medios ricos, en nuestra vida y en la vida de la Iglesia. Y es que deseamos enormemente ver la victoria, el triunfo de Cristo, ver cómo se manifiesta su poder y su gloria. Sin embargo, El se oculta. El es pobre en Belén, es más pobre en el Calvario y todavía más pobre en la Eucaristía. Al llegar tan lejos en su pobreza y anonadamiento, resalta la importancia de los medios pobres.

Jesús en su actuación salvadora, elige los medios pobres y humildes. No hay un solo signo de poder que acompañe a su nacimiento. Jesús llega a nosotros como un niño pequeño, totalmente dependiente de las personas que lo rodean. Depende de ellas, a nadie se resiste, no puede hacer su voluntad ni defenderse. Se da a conocer, ante todo, por la pobreza, la humillación, la debilidad. Se nos presentó así en el momento de su nacimiento, y así fue su pasión. Esto muestra que tú también puedes ser despojado de todo y muerto para ti mismo; que tú puedes elegir .los medios más eficaces, los pobres.

Eso no significa que Jesús no usara los medios ricos. Su entrada triunfal en Jerusalén, fue un medio rico, fue el triunfo de Cristo. Jesús quiso demostrar que si así lo deseaba, podía hacer que las multitudes le rindieran el mayor homenaje, que cubrieran su camino con sus túnicas; que El lo podía todo. Pero, el Domingo de Ramos, para que los Apóstoles no perdieran la cabeza y no se equivocaran, después de la entrada triunfal en Jerusalén, Jesús pronunció unas palabras que tuvieron que ser el asombro de muchos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12, 24)

Jesús en su vida utilizó milagros como el del monte Tabor, pero ante todo utilizaba los medios pobres. Cuando fue capturado vemos como utilizó un medio rico: los que llegaron a capturarlo en el Huerto de los Olivos, al escuchar sus palabras, cayeron en tierra (cf. Jn 18,6).

Así les demostró su poder, pero luego permitió que se burlaran de El, permitió que le escupieran y le gritaran al pie de la cruz: «¡ Eh, tú! que destruyes el santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!(...) a otros salvó y a sí mismo no puede salvarse» (Mc 15, 29-31). Jesús con una tranquilidad Divina, acepta todo aquello, y con el uso de medios pobres salva al mundo.

 

La eficacia de los medios pobres

Un medio pobre es, por ejemplo, la aceptación del sufrimiento por amor a Dios. Las rodillas adoloridas durante la oración, los sacrificios que hacemos, pero que nadie conoce, la anulación de uno mismo, la vida en el silencio, el pasar desapercibido y la contemplación. De esas cosas casi nada se sabe, porque se trata de medios invisibles, de medios que no pueden ser recopilados en las estadísticas sociológicas; pero son esos medios pobres, los que, vistos a la luz de la fe, resultan ser decisivos para los destinos del mundo.

Los medios ricos son aquellos que aparecen como tales ante los ojos del mundo, pero que a la luz de la fe tienen otro carácter. «Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres -dijo San Pablo- y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres» (I Co 1, 25). Lo que es pobre a los ojos de los hombres, es rico a los ojos de Dios. Los más ricos son, pues, los medios pobres; porque son los más eficaces, son el reflejo de una verdadera sabiduría plasmada en el Evangelio.

La utilización de los medios ricos será eficaz únicamente cuando esté asentada en los medios pobres: en la profunda vida interior, en la vida de oración, en el aniquilamiento del propio «yo», en la plena entrega a Dios. La eficacia de los medios pobres surge de la presencia de Cristo en el alma, de acuerdo con el principio que nos dice: «Dios se entrega al alma en la medida que ésta se entrega a Dios». La obra de la vida activa, dijo Santo Tomás de Aquino, surge de la plenitud de la contemplación («Summa Theologica» 2-2, ql, a.188). La eficacia de los medios ricos en el apostolado organizado, surge de la riqueza de los medios pobres, y no al contrario. Los medios ricos pueden limitarse por cuestiones externas, por ejemplo, por falta de tiempo, de fuerza física, de capacidad organizativa; o como resultado de las persecuciones que sufre la Iglesia. Pero los medios pobres permanecen inexpugnables para los factores externos, y no le pueden ser arrebatados a la Iglesia. Su carencia es injustificable, ya que para que existan hace falta solamente el amor y la buena voluntad.

También los medios ricos son útiles para la Iglesia, y no deben ser desdeñados. Dios no quiere nada que sea unilateral, y por eso quiere que haya prensa católica y las más diversas formas del apostolado visible. San Maximiliano Kolbe es, en cierta medida, el patrono de los medios ricos. Soñaba con ellos, y consiguió que un millón de ejemplares del «Caballero de la Inmaculada» se propagaran cada mes por el mundo. El repartía en las calles de Japón «municiones», es decir, imágenes de la medalla milagrosa. Soñaba con tener una emisora de radio, y con que aviones y barcos estuvieran al servicio de la Inmaculada. No debemos despreciar los medios ricos, ya que también deben ser aprovechados al servicio del Señor. No obstante, tenemos que recordar que su eficacia surge de la presencia de los medios pobres.

San Maximiliano era un hombre de éxitos, y todo lo que se proponía lo conseguía. Fundó Niepokalanow en las proximidades de Sochaczew, y asombró a toda la Iglesia. Luego fundó otros Niepokalanow en otros continentes. Pero aquellos constantes éxitos eran «pagados» con medios pobres, y esto lo atestiguaba el propio San Maximiliano: « Cuando todos los medios fracasaron, - dijo- cuando ya todos coincidieron en que estaba desahuciado y los superiores llegaron a la conclusión de que yo para nada serviría, la Inmaculada me tomó en sus manos como instrumento, aunque parecía que era una chatarra». Fue María, a quien él se entregó plenamente, la que tomó aquella «insignificancia», para valerse de ella en la propagación de la gloria de Dios y en la conquista de las almas.

La eficacia del apostolado de San Maximiliano, y de su labor al servicio de la Inmaculada, comenzó cuando enfermó gravemente, y los hermanos y superiores, llegaron a la conclusión de que, por el avanzado estado de su tuberculosis, no podía seguir trabajando. Todos dejaron de contar con él cuando se vio totalmente despojado, como el grano de trigo que muere para dar frutos. Esa es la paradoja Divina. La persona que, según los criterios humanos, ya no sirve para nada, se convierte en el instrumento más eficaz en las manos del Señor, porque es El quien vive en ese hombre, es El quien actúa en él , es Dios quien alcanza los triunfos.

La fe es el reconocimiento de la propia impotencia, y el esperarlo todo de Dios. Ese reconocimiento de nuestra propia impotencia, y esa espera a que nos llegue de Dios, no son otra cosa que medios pobres. ¿Adviertes ese valor en tu vida? Con seguridad Dios te ofrece muchas ocasiones para que lo percibas. Todos vivimos momentos de martirio, pasamos por determinadas dificultades, por momentos de desierto espiritual. ¿Quién de nosotros no padece ante los problemas que hay en nuestro interior, o ante las condiciones que nos rodean? Esas cosas no se pueden ver, clasificar o valorar. Es algo que está tan oculto, que no encontraremos sobre ese tema ningún dato estadístico. Y es que nadie puede saber que tú, en un determinado momento de tu vida, le dijiste a Dios «Sí, quiero, quiero todo lo que Tú esperas de mí». Nadie puede saber que alguna vez, cuando la estabas pasando muy mal, quizás llorando, le dijiste que lo amabas y que querías amarlo.

¿Quién puede saber cuántas veces te venciste a ti mismo, cuántas veces te privaste de algo y doblegaste tu voluntad? Esos son los medios pobres, los más importantes para ti, para la Iglesia y para el mundo; los que piden la intervención del poder del Señor. Muchas veces Dios te dió oportunidades para que las aprovecharas. ¿Acaso malograste esas oportunidades y no quisiste aceptar los invaluables dones Divinos? Es posible que tú mismo les tuvieras cierto resentimiento, y te rebelaras; aunque El trataba, incluso, de dártelos casi a la fuerza, y te imploraba que no rechazaras lo que tiene tanta importancia en la obra de la salvación del mundo.

Aquél, al que llamaron "Divino Pobre" , conoce mejor el valor de los medios pobres. Por eso no olvides que se trata de algo muy importante, de que sepas sobrellevar las humillaciones con alegría, de que trates de sonreír ante tu propia tristeza; e intentes, incluso en contra de lo que experimentas, ver el mundo serenamente y con fe en que el amor triunfará. Nada pasa desapercibido para Dios, tampoco tus rodillas, que posiblemente te duelen, cuando estás orando arrodillado. También conoce el dolor de tus piernas cuando estás de pie en la Iglesia. El conoce todos los medios pobres que se ponen a tu disposición y que tú mismo decides, en lo más escondido de tu corazón, aceptar o rechazar. Al mismo tiempo, es en el corazón donde se deciden los destinos de tus seres más queridos y de ti mismo: Los medios pobres, que en sí mismo son ineficaces para lograr un objetivo, actúan en el plano de la fe, y nos indican que es el mismo Dios quien actúa.

Dices que rezas por alguien que no cree, que rezas fervientemente por la conversión o por la salud de otro. Pero todo ello depende de cómo es tu oración. A veces podría ser suficiente tu «si», dicho con alegría, ese medio tan pobre, sencillo e insignificante; realmente puede hacer milagros. Cuando lo estás pasando mal, lo cual significa que Dios te propone participar en la mejor forma en la salvación de las almas, piensa en Juan Pablo II, en la corona de espinas que para él es la agresiva crítica de que es blanco, y en la gran fatiga que siente, sobre todo, durante sus frecuentes viajes por el mundo. Piensa en Maximiliano, en ese santo que todo lo consiguió, pero con ayuda de los medios pobres. En sus cartas, él relató, que muchas veces se sofocaba, en ocasiones casi hasta asfixiarse y perder todas las fuerzas, sobre todo durante los viajes. Aquel hombre, al que llamaron «el Loco de la Inmaculada», tenía la locura de la utilización de los medios pobres.

Si no has valorado debidamente la importancia de los medios pobres, es que no has apreciado de manera adecuada lo que es el cristianismo en su más profunda esencia. Y es que, si no aprecias el valor y el sentido de los medios pobres, no comprendes la Cruz, esa Cruz que está en el centro de la Iglesia. Fue desde la Cruz, de donde Jesús atrajo todo hacia sí. Fue al pie de la Cruz donde estuvo su madre, quien no retiró su «si», a pesar de los terribles sufrimientos del Salvador. Es desde la Cruz, de donde incesantemente fluye la gracia divina de la Redención y de la santificación del mundo. E1 Salvador te atrae, no con su triunfal entrada en Jerusalén sino con la Cruz, y desde la Cruz te invita a que sigas sus huellas, a que lo ames como El te amó a ti: «hasta el extremo».

María es la patrona de los medios pobres. Ella, desde el punto de vista humano, no realizó en su vida ninguna obra grandiosa. En su vida no hubo medios ricos; hubo pobreza, silencio, vida oculta, humildad, obediencia, oración, contemplación y entrega a Dios. Su vida caracterizada por su sencillez, y por la utilización de los medios pobres, fue una vida oculta en Dios (cf. Col. 3,3). Ella te invita a que lleves así tu vida. Ella quiere que vivas con fe, y que impere en tu corazón el deseo de valerte de los medios pobres, como en Nazareth, para que entiendas la verdad contenida en las palabras de San Juan de la Cruz: «Un acto de amor puro -un medio pobre- vale más que todas las obras de la Iglesia juntas».

 

La victoria a través de la fe

El texto bíblico clásico que nos muestra, a la luz de la fe, el valor y el sentido de los medios pobres, es el que describe la batalla contra los amalecitas. Durante el tránsito por el desierto, de camino hacia la tierra prometida, se produjo una batalla entre los israelitas y los amalecitas, quienes controlaban las rutas del desierto. (cf. Ex. 17, 8-13). Moisés era un hombre de Dios, que sabía cómo garantizar el triunfo a sus tropas. Si hubiera sido un estratega que, pensando en términos humanos, se hubiera puesto personalmente a la cabeza de su ejército, como suele ocurrir en las batallas, con esta acción habría dado ánimos a sus hombres; ya que sentían admiración por él. Sin embargo, Moisés hizo algo que, desde el punto de vista humano, era absurdo: dejó a la tropa bajo el mando de su ayudante Josué, y se retiró a una colina a orar. El, un hombre de Dios, un hombre de oración, sabía quién decidía de verdad los destinos del mundo, y la suerte de su pueblo. De ahí el gesto de Moisés en la colina, el gesto de fe de sus brazos abiertos. Entre él, y lo que había en la llanura donde se combatía, existía una estrecha relación. Cuando bajaba los brazos por cansancio, sus tropas tenían que retroceder. El sabía lo que eso significaba. Dios exigía de él un esfuerzo constante, exigía que tuviera los brazos permanentemente extendidos hacia E1. Cuando sus brazos ya estaban totalmente extenuados, entonces Aarón y Jur que lo acompañaban, se los sostenían. Y durante todo el día, aquel gesto de los brazos extendidos hacía Dios, acompañó a los israelitas en la lucha. Cuando llegó la noche, la victoria ya era de ellos. Sin embargo, el triunfo no fue de Josué, ni de la tropa que él encabezó en la llanura, sino de Moisés en la colina, porque fue la victoria de su fe.

Si esa misma escena tuviera que repetirse en nuestros días, la atención de los periodistas, de las cámaras de televisión y de los reflectores, se centrarían en la figura de Josué. Todos pensaríamos que la suerte de la batalla se decidiría allí donde él estuviera. ¿Quién de nosotros podría pensar que era más importante fijarse en un hombre solitario que estuviera orando? Sin embargo, fue aquel personaje solitario el más importante en la batalla, porque fue Dios que venció a través de su fe.

Los brazos alzados de Moisés nos dicen, nos simbolizan, que es Dios quien todo lo decide. «Eres Tú quien eres, quien gobiernas y de quien todo depende. Las probabilidades humanas pueden ser ínfimas, pero para Tí, Señor, nada es imposible». El gesto de los brazos alzados, de los brazos que se agotan, es un gesto de fe, es un medio pobre que refleja la locura de la fe en el poder infinito y en el amor infinito del Señor.

 

La maternidad espiritual

La maternidad espiritual se realiza a través de los medios pobres, puesto que se realiza por medio de la participación en la muerte de Cristo: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo», y en la resurrección de Cristo: «pero si muere da mucho fruto» (Jn 12, 24). La participación en la muerte de Cristo se realiza, ante todo, mediante la aceptación del sufrimiento, lo cual destruye al egoísmo. Y la participación en la resurrección se realiza cuando se renace como un hombre nuevo, conformado a la imagen y semejanza de Cristo, a la imagen del Amor. Hacer apostolado equivale a dar a Cristo a los demás; estando ya El en el alma de quien hace apostolado. Es hacer que Cristo nazca en las almas. Nuestro apostolado, y nuestra maternidad espiritual, son la participación en la maternidad espiritual de la Iglesia. Según San Pablo el apostolado es maternidad espiritual; «He sido yo quien, por el Evangelio, os egendré en Cristo Jesús» ( 1 Co 4, 15). A través de la fe, la cual se manifiesta plenamente en la utilización de los medios pobres, damos nacimiento a las almas para Cristo. La maternidad espiritual, en el sentido de comunicar a Cristo, es posible por la Palabra viva, que proviene del contacto contemplativo con Dios mediante la oración de plena entrega, pero sobre todo, mediante el sacrificio y el sufrimiento.

En la vida de Santa Teresa del Niño Jesús, dos grandes pecadores desempeñaron un papel importantísimo. Cuando ella tenía catorce años de edad, uno de ellos fue Pranzini quien había asesinado a tres personas, y a pesar de haber sido condenado a muerte, no daba muestras dé arrepentimiento alguno. Teresa no podía conformarse con la idea de que el criminal fuera a morir sin reconciliarse con Dios. Durante mes y medio ofreció todas sus ofrendas y oraciones por la conversión de Pranzini. Y Dios le dio la señal de su conversión. Aquel gran criminal, en el último momento de su vida, tomó el crucifijo, ¿ y besó tres veces las sagradas llagas del Salvador! Cuando Teresa se enteró de esto, le dijo a Celina llena de emoción: él es mi primer hijo. Ella, que a los catorce años ya tenía concepción tan clara de lo que es la maternidad espiritual, escribió más tarde: «Solamente el sufrimiento puede hacer que las almas nazcan para Jesús». Pranzini era el prototipo de los pecadores por quienes Santa Teresa quiso orar de una manera especial, y por quienes ella quiso ofrecer sus sufrimientos. Ella sabía que la oración podía ser insuficiente, y que para salvar a las almas hay que ofrecer a Dios lo más valioso, el propio sufrimiento.

El segundo gran pecador -según las palabras de Santa Teresa- ,un personaje aún más dramático, fue el padre Jacinto Loysson. En la autobiografía, en las cartas de Teresa y en la « Historia de un alma»; ese apellido jamás se mencionó. Solamente en dos ocasiones en las cartas dirigidas a Celina, se refiere Teresa a él como «un gran pecador» y como «un alma desorientada». Por las actas de los procesos de beatificación y canonización, nos enteramos sobre sus deseos de salvar a aquella alma. Jacinto Loysson, carmelita descalzo, era superior de la casa de París, era un orador magnífico y extraordinariamente inteligente. Sus conferencias hacían un gran impacto en sus oyentes de toda Francia, e incluso el Papa lo felicitó por sus éxitos. Sin embargo, en cierto momento, aquel gran sacerdote y predicador, se convirtió en un apóstata y para colmo en un apóstata belicoso. Se puso a recorrer las diócesis de Francia afirmando, a pesar de las muchas protestas que sus actividades despertaban, que la Iglesia se había apartado del Evangelio. Combatió a la Iglesia durante 43 años. Para el convento de Lisieux, aquella lucha era aterradora, y nadie se atrevía a mencionar su nombre. Jamás se hablaba de él de una manera directa, y por eso su nombre no aparece en los escritos de Santa Teresa, quien durante nueve años oró y sufrió por la conversión de Loysson. En el caso Pranzini fue suficiente un mes y medio, pero en el segundo caso nueve años parecieron ser insuficientes. El P. Loysson fue excomulgado . Después de ello escribió una carta en la que acusó a la Iglesia y al Carmelo. Su actitud desencadenó tanta indignación y tantas protestas, que se le empezó a llamar «el nuevo Lutero». Pero Teresa no perdía las esperanzas, y trémula de emoción le dijo a Cetina que la conversión de aquel pecador era su mayor deseo. «Mi amada Cetina:.. -escribió en una de sus cartas- este pobrecillo es muy culpable, quizá mucho más que lo haya podido ser otro pecador; pero, ¿acaso no puede Jesús hacer lo que hasta ahora no había hecho? Y si no lo quisiera hacer, ¿ habría puesto en nuestros corazones este deseo irrealizable por parte suya?». Esta es una tesis que en muchas ocasiones repitió: si Jesús nos da el deseo de algo, no es para que no se cumpla. «No; Jesús desea macho más que nosotras la salvación de esta pobrecilla oveja descarriada... ¿llegará un día que abrirá los ojos y quién sabe si recorrerá toda Francia con lágrimas de arrepentimiento?».

Cuando analizamos la fe de Santa Teresa, constatamos que se trata de una fe que se manifestaba con seguridad. Ella sabía que Jacinto Loysson se convertiría: «No cesemos en nuestra plegarias, porque la confianza puede hacer milagros . Alguna vez ocurrirá que uno de nuestros hermanas, hijo de la Santísima Virgen María, retornará vencido, para refugiarse bajo el manto de la más misericordiosa de todas las madres». Teresa deseaba tanto la salvación del alma de aquel sacerdote, que dedico su última Sagrada Comunión a esa intención. Falleció concierte de que el padre Jacinto Loysson no se había convertido, pero eso no socavó la seguridad de su fe. El sacerdote falleció quince años después de la muerte de Santa Teresa, a la edad de ochenta y cinco años. Jesús amaba tanto a Santa Teresa que esta vez ya no necesitaba darle señal alguna. El sabía que Teresa no perdería su fe en aquella conversión. Cuando en 1912 el P. Loysson agonizaba, no estaba junto a él ningún sacerdote católico y no pudo confesarse. Pero es sabido que antes de morir recibió el manuscrito de la «Historia de un alma» y que leyó de un jalón los «Escritos» de Santa Teresa , los cuales calificó con dos palabras: "son locos y estremecedores". En los momentos en que agonizaba -tuvo una agonía terrible-, los presentes le oyeron exclamar: «¡Oh, buen Jesús!». Ese último acto de amor dirigido a Jesús, permite suponer que fue salvado, gracias a las plegarias y al sufrimiento de Santa Teresa. El también fue su hijo espiritual.

«Solamente los sufrimientos pueden hacer que las almas nazcan para Jesús». Esta afirmación de Santa Teresa demuestra en qué consiste la maternidad espiritual. La madre es aquella que da la vida y que la mantiene. El hombre teme el sufrimiento, pero nadie puede librarse de él, como tampoco podemos librarnos del peso de cada día. Pero nuestro sufrimiento y nuestras penurias pueden desperdiciarse. Sólo aceptándolas nos podemos adentrar en el extraordinario misterio de la maternidad espiritual. Esa maternidad tiene lugar mediante la participación en el sacerdocio real de los fieles, y es nuestra vocación; tenemos que conquistar y hacer que nazcan las almas para Jesús. Piensa cuántas cosas difíciles hay en tu vida; puede que tengas una salud delicada, que enfrentes conflictos familiares, que tengas hijos difíciles de educar, o que haya un tremendo peso que abrume tu espíritu; o puede tratarse también de cosas insignificantes. Sin embargo, si todo esto lo aceptas y ofreces, te hace participar en la maternidad espiritual de la Iglesia, haciendo nacer almas para Cristo. Nada hay más importante que eso.

También se puede hacer nacer almas para Cristo mediante el apostolado de la palabra y de la oración, pero el medio más eficaz es el sufrimiento. Es la forma más eficaz del apostolado, porque es el medio que comprende un mayor grado de despojamiento, el medio que tiene menos de ti mismo y más de Cristo. Ese medio es en el que con más amplitud se extienden los brazos de la Cruz.

 

 

El testimonio de Juan Pablo II

El 25 de mayo de 1985, en la plaza de San Pedro en Roma, el Papa Juan Pablo II entregó el capelo cardenalicio al hasta entonces arzobispo Andrzej María Deskur. El consistorio fue sorprendente y conmovedor. ¿Por qué el Papa nombraba cardenal a un hombre paralítico? la dignidad de cardenal no se otorga como premio por el trabajo realizado como obispo. Los cardenales constituyen el presbiterio del Papa, ellos son los primeros consejeros y colaboradores, y desempeñan funciones muy importantes en la Iglesia. ¿Por qué un hombre que, como resultado de los sufrimientos vividos, ya no está capacitado para trabajar, ha sido nombrado cardenal? El Papa Juan Pablo II explicó su decisión, de manera discreta, la noche del mismo día en que se celebró el consistorio, con las palabras que dirigió a unos peregrinos polacos.

Juan Pablo II dijo, refiriéndose al cardenal Deskur: « Estoy singularmente ligado a él desde los tiempos estudiantiles, a través de los anos que estuvimos en el seminario y luego ya como sacerdotes. Tuvimos también muchos encuentros en Roma, y sobre todo, nos unieron los últimos encuentros que se produjeron antes del cónclave. Fue entonces cuando la Divina Providencia marcó al Obispo Deskur con esa invalidez tan dura que sigue padeciendo hasta ahora . El fue el único cardenal, de los que hoy nombramos, que se encuentra postrado en tina silla de ruedas, pero es él precisamente quien aporta a esa dignidad la singular huella del sufrimiento. La huella del sufrimiento que es una ofrenda. Desconocemos los caminos de Dios, desconocemos los misterios de Dios, pero en lo personal, me es muy difícil resistir- a la presunción de que esa ofrenda del

Señor Arzobispo, hoy cardenal Andrzej, pudo estar relacionada con el cónclave que tuvo lugar a mediados de Octubre de 1978.

Su Santidad percibe en el sufrimiento del Arzobispo Andrzej Deskur, una especie de precio que hubo que pagar para que él, el cardenal Wojtyla, pudiera convertirse en Vicario de Cristo. Sabemos que inmediatamente después de ser nombrado Papa, fue a la clínica Gemelli, donde estaba recluido el Arzobispo Andrzej María Deskur, muy enfermo. A aquel hombre, al que el Papa tanto debía, según su propia convicción, se le había ofrecido la mejor parte, la de apoyar a Wojtyla con su sufrimiento. Era el mejor, pero el más difícil apoyo para lograr aquella distinción, y, también, el más eficaz, como todos los medios pobres. El hecho de que el Arzobispo Andrzej María Deskur, enfermo, recibiera la dignidad de cardenal, significó una acentuación indirecta, de parte del Papa, del valor de los medios pobres.

El Cardenal Deskur fue anteriormente presidente de la Comisión Pontificia para los Medios de Comunicación Social. Se ocupaba, pues, de la propagación y del funcionamiento de los medios ricos en la Iglesia. Y realizó una gran obra en su terreno de actividades. Contribuyó enormemente en la preparación de los documentos de la Iglesia, que trazaban las líneas de actividad a los medios de comunicación católicos. Sin embargo, el Papa casi no hizo referencia a los méritos del padre Deskur en el desarrollo de los medios de comunicación. Se tiene la impresión de que, de esa manera, quiso acentuar lo que es más importante: el aporte al Colegio Cardenalicio de la huella del sufrimiento, que él también había vivido.

El I° de Junio por la tarde, el cardenal Andrzej María Deskur se hizo cargo de su iglesia titular en San Cesaren in Palatio, de la misma iglesia que en 1967 recibió al Cardenal Karol Wojtyla . El nuevo Cardenal celebró la misa sentado, teniendo al sufrimiento como testigo. En vez del trono cardenalicio, había junto al altar una pequeña silla de ruedas. Su mano paralizada por la enfermedad, apenas. podía sostener el báculo. Una paradoja singular: el presidente de la comisión papal para los medios ricos, estaba marcado por el signo de los medios pobres.

Las palabras de Juan Pablo lI, relacionadas con el atentado que sufrió en mayo de 1981, hay que entenderlas en el contexto de la doctrina de los medios pobres. El calificó aquel acontecimiento de una gracia extraordinaria. El 14 de Octubre de 1981, durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, al dirigirse a miles de peregrinos, pronunció, las siguientes, muy expresivas palabras: « Dios permitió que en los meses transcurridos conociera el sufrimiento, permitió que viera amenazada mi vida, y permitió, al mismo tiempo, que comprendiera de manera clara y profunda, que se trata de una singular gracia de El para mí, como ser humano; pero, al mismo tiempo, dado el ministerio que ejerzo como Vicario de Cristo, es una gracia también para la Iglesia. Cristo me dió la gracia de poder dar testimonio de su amor con mi sufrimiento, con el peligro que corrieron mi vida y mi salud. Y yo percibo todo esto como orna gracia singular, por la que quiero expresar mi especial agradecimiento al Espíritu Santo y a María Inmaculada».

¿Podría Juan Pablo II ser un pastor tan eficaz en la Iglesia y atraer a las muchedumbres, sin la intervención de los medios pobres, sin estar marcado por el sufrimiento? E1 Papa volvió a hacer referencia al atentado, el día de su onomástico, el 4 de Noviembre de 1981: «El suceso del 13 de Mayo rne ha hecho meditar mucho, me ha obligado a examinar- aun más mi vida humana y cristiana a la luz del Evangelio, a la luz de las palabras: ` el grano de trigo tiene que morir para que dé abundante fruto'»>.