XI. PREFIEREN A BARRABÁS


TEXTO BÍBLICO

«Cada fiesta el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás. Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: —¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás, o a Jesús, el llamado Cristo?, pues sabía que le habían entregado por envidia.

Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó decir su mujer: —No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.

Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Y cuando el procurador les dijo: —¿A quién queréis que os suelte?, respondieron: —¡A Barrabás! Díceles Pilato: —Y, ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo? Y todos a una: —¡Sea crucificado! Preguntó Pilato: —Pero, ¿ qué mal ha hecho? Mas ellos seguían gritando con más fuerza: —¡Sea crucificado!»

(Mt 27,15-23)


OTROS TEXTOS

Paralelos: Mc 15,6-14; Lc 23,13-23; Jn 18,39-40.

Mt 23,37-38: «Jerusalén, Jerusalén, que matas a tus profetas y apedreas a los que te son enviados...» (y Lc 13,34-35).

Sal 94(93): «¿Quién se pone a mi favor contra los perversos, quien se coloca ami lado frente a los malhechores... Aunque atenten contra la vida del justo, y condenen a muerte al inocente, el Señor será mi alcázar, Dios será mi roca de refugio...»

Sal 58(57): «¿Es verdad, poderosos, que dais sentencias justas?... Al contrario... en la tierra vuestra mano inclina la balanza a favor del violento...»

Jer 26,7-15: «Los sacerdotes y profetas, dirigiéndose a los jefes y a todo el pueblo, dijeron: —¡Sentencia de muerte para este hombre!... Dijo Jeremías:...aquí me tenéis en vuestras manos; haced conmigo como mejor y más acertado os parezca. Pero... si me matáis vosotros a mí, sangre inocente cargaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sus moradores...»


PUNTOS

  1. ¿A quién queréis que os suelte?

  2. Lograron persuadir a la gente.

  3. ¡Sea crucificado!


MEDITACIÓN

1. ¿A quién queréis que os suelte?

Pilato ha reconocido ya, por dos veces, la inocencia de tu Maestro, y el mismo Herodes no encontró motivos para condenarlo.

Pero el procurador, que quiere quedar bien con los dirigentes judíos, no se decide a soltarlo, aunque personalmente lo desee.

La conveniencia se impone sobre la verdad. A fin de cuentas: ¿qué es la verdad? La petición del pueblo de que les libere un preso (Mc 15,8), le presenta una ocasión inusitada —eso creía él— de soltar a Jesús y, al mismo tiempo, humillar a aquellos dirigentes a los que desprecia y que actuaban movidos por la envidia. La elección del pueblo era clara: entre Jesús, cuya popularidad era grande y tenía muchos seguidores, y Barrabás, que era un malhechor, la gente escogería al primero.

Considera, sin embargo, la grave injusticia de este modo de proceder. Quien detenta la autoridad pone en plano de igualdad al justo y al delincuente. Inocencia o culpabilidad no cuentan a la hora de decidir.

Por desgracia también nosotros pactamos muchas veces con nuestras malas costumbres, y no usamos de la razón y la justicia para discernir cuando nos agitan nuestras pasiones. Ponemos en nuestro interior a Cristo y a Barrabás juntos, con gran ofensa del Señor, y luego actuamos según nos mueva más el gusto. Incluso obrando en contra de los mandamientos de Dios y de la Iglesia, crees, en ocasiones, que actúas bien, porque allí encuentras comodidad y consolación.

Abre los ojos, pon en práctica lo que debes por justicia, sin dejarte llevar por tu subjetivismo, y evita que, por tu capricho y falta de carácter, el Señor vuelva a ser pospuesto a Barrabás.


2. Lograron persuadir a la gente

Una muchedumbre no era difícil de manipular en tiempos de Jesús. Hoy, cuando nos creemos más listos y libres de prejuicios, lo es muchísimo menos. Basta que pienses en el impacto que tienen en nuestra sociedad la televisión, la radio, la prensa, el cine...

Existen profesiones o instituciones dedicadas a crear o modificar opiniones, hábitos de consumo, preferencias políticas...

Tú no puedes permanecer indiferente ante este hecho. Ni puedes ser ingenuo, ni cerrar los ojos ante la realidad.

Tu Señor fue negado y crucificado porque los poderes de este mundo convencieron a la masa de que, «convenía que muriera uno por el pueblo» (Jn 11,50). El sigue siendo negado por una muchedumbre manipulada por la codicia de las riquezas, el ansia loca de placer, y la soberbia en todas sus manifestaciones: vanidad, ostentación, autosuficiencia intelectual...

Tantas veces nos han incitado a obrar en contra de lo que Dios quiere, persuadiéndonos de que eso no estaba mal; de que la enseñanza de la Iglesia estaba anticuada; de que toda represión es traumatizante; de que hemos sido llamados a la libertad y, por tanto, «todo me está permitido», sin más; de que lo razonable es tal cosa, y esta razón mía es el último criterio de moralidad; de que hay que tener en cuenta la situación, las circunstancias; de que es preferible tolerar eso que no está bien, a que se sigan males mayores...

¡Qué sé yo con qué argumentos convencieron los sumos sacerdotes al pueblo!

Tú, suplica fervientemente al Maestro el permanecer insobornable, inaccesible a la manipulación... ¡aunque te tachen de rígido e intransigente! Examina tu conciencia y pídele perdón por cuantas veces quisiste dejarte convencer y abandonaste a Jesús en manos de los pecadores.


3. ¡Sea crucificado!

Pilato no puede dar crédito a lo que oye. El pueblo, que había aclamado al Señor días antes, en su entrada triunfal en la ciudad, pide furiosamente su crucifixión. ¡No tiene lógica! Y, tal vez, se arrepiente —ya demasiado tarde— de haber claudicado una vez más, proponiéndoles esa alternativa.

Tú y yo sabemos qué fácil es ir resbalando poco a poco cuando uno se sitúa en una pendiente, por muchos esfuerzos que se hagan por remontarla. Si se cede la primera vez, es probable que se ceda la segunda, y la tercera, y la...

El pecado suele ser fruto de muchas dimisiones, de muchas cobardías. Ten siempre presente el rugido de esa multitud que clama: ¡sea crucificado!, y la imagen de aquel indeciso que se debate antes de pronunciar sentencia de muerte contra el Señor: —Pero, ¿qué mal ha hecho?

Detente a considerar también los sentimientos del corazón del Señor. Eran lamentables las acusaciones y falsos testimonios de los sacerdotes y escribas, el proceso inicuo al que le sometieron y sus malos tratos; pero, al fin al cabo, toda su vida había sido un continuo enfrentamiento con ellos. Era muy doloroso el abandono de los apóstoles, después de la íntima amistad que tenía con ellos, y de los innumerables signos que había realizado en su presencia; aunque es verdad que el miedo a la muerte les perturbó totalmente.

Pero, ¡aquel pueblo...! Su clamor tuvo que herir, hasta las lágrimas, las delicadas entrañas del Señor, por lo que tenía de ingratitud y de cerrazón a la salvación de Dios. «Pueblo mío, ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme (Improperios del Viernes Santo).

Tú, miembro del nuevo pueblo de Dios, favorecido de tantos o más beneficios que Israel, consuela y repara con amor diligente, el amor despreciado de tu Maestro.


ORACIÓN

Señor Jesús, tu amor despreciado y humilde se pone de manifiesto, como nunca, en este momento de la Pasión.

Aquella multitud enloquecida y engañada pide a gritos tu muerte, tu crucifixión. Para ti, bondad infinita y redentor mío, piden el suplicio más atroz que la crueldad de los hombres haya jamás inventado.

Así te pagan —así te pagamos— los hombres tu misericordia increible: el haber querido convivir con nosotros por más de treinta años, compartiendo nuestros sufrimientos y alegrías, nuestro trabajo y nuestras inquietudes, sin ser una carga para nadie. Más aún, siendo la salud de los enfermos, el consuelo de los pobres, el agua viva para los sedientos de Dios, la dulzura y el perdón del Padre para los pecadores. Así te pagamos...

Pero ni siquiera en este momento de odio y rechazo, Maestro bueno, tu amor deja de ser fuerte y fiel. Tú no rechazas ni odias a los que piden tu muerte, ni al hombre débil que va a consentir en ella para evitarse complicaciones. ¿Cómo podrían existir aquellos que tú no amases, si todo fue creado por ti y para ti?

Yo quiero creer que, desde tu corazón herido y humillado, los amas más todavía si cabe, porque más necesitados están de amor. Y allí donde no lo hay, tú pones el tuyo, sobreabundante y generoso, para sacar, al menos un poquito.

Ese poquito que me pides ahora en esta contemplación. Ese amor agradecido y lleno de confianza que puedo ofrecerte porque, previamente, me lo das. Lo que sólo viene de mí, ya lo conoces: olvidos y pecados.

Dame hoy un corazón desprendido de todo lo que no seas tú, para que jamás escoja contra ti. Un corazón valiente que sepa resistir las persecuciones de quienes hoy siguen queriéndote crucificar. Un corazón sincero y leal, que aprenda a conocer interiormente su deuda de amor.


ORACIONES BREVES

«Dios será mi roca de refugio».

«¿Quién se pone a mi favor contra los perversos?».

«Señor Jesús, condenado por mis pecados».

«Pueblo mío, ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido. Respóndeme».

«Pero, ¿qué mal ha hecho?»