VIII. JESÚS MALTRATADO POR LOS CRIADOS
       DEL SUMO SACERDOTE


TEXTO BÍBLICO

«Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle, diciendo: —Adivínanos, Cristo. ¿Quién te ha pegado?»

(Mt 27,67-68)


OTROS
TEXTOS

Paralelos: Mc 14,65; Lc 22,63-65.

Is 50,4-11: «Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos. Por-que Yahveh habría de ayudarme... por eso puse mi cara como el pedernal.»

Is 52,13-15: «Así como se asombraron de él muchos —pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre ni su apariencia era humana— otro tanto se admirarán muchas naciones...»

Sal 22(21): «Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme se burlan de mí...»

Sal 27(26): «Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro... no me abandones, Dios de mi salvación.»


PUNTOS

  1. Se pusieron a escupirle y abofetearle.

  2. Adivina quién te ha pegado.


MEDITACIÓN

1. Se pusieron a escupirle y abofetearle

Esta escena nos resulta repugnante. En ella vemos hasta donde puede llegar la vileza y depravación del ser humano.

Condenado a muerte Jesús por los pontífices, para sus criados deja de ser una persona. Es ya una cosa que no tiene derechos; algo en que poder saciar el sadismo, el deseo de destrucción, la maldad... El juguete de una cruel y cobarde decisión. No hay riesgos de que nadie vaya a pedir cuentas, de que nadie vaya a tomar represalias. El «rabbí» no se defiende; sus discípulos han huido atemorizados... ¿Por qué no bajarle los humos?

Por eso se ponen a escupirle a la cara. Y el rostro de tu Maestro se ensucia con aquella porquería. Con la saliva asquerosa de los hombres pecadores.

Aquel rostro, el del «más bello de los hombres» (Sal 45,3), que tú y yo ansiamos encontrar, se nos deforma, se nos oscurece. Nos cuesta trabajo reconocerlo.

¿Y cómo no ha de ser así, cuando tan poco nos esforzamos en mantenerlo limpio? Cuando la baba de tu murmuración, de tus injurias, de la violencia que llevas dentro, salpica su rostro purísimo, ya no atinas a verlo.

Miralo, que por ti él no esquivó aquella injuria humillantísima. Contempla a tu Señor escupido con una compasión infinita, llora de pena por la parte de culpa que tienes, e intenta limpiar, con actos de amor y desagravio, lo que todos hemos contribuido a poner de esa manera.


2. Adivina quién te ha pegado

Aquellas furias están desatadas con ímpetu demoníaco contra el Maestro. San Lucas dice que le cubrieron el rostro con un pañuelo, y así se comprende mejor la frase.

¡Este se tenía por profeta! Adivina entonces quién te ha pegado esta bofetada..., y este puñetazo en el costado..., y esta patada. Y las risas... Las risas son lo peor.

Seguramente aquellos hombres, criados del palacio del Pontífice, no conocían quién era Jesús. Por supuesto, no podían imaginar que era el Mesías, que su pueblo esperaba ansiosamente. ¿No lo había condenado el Sanedrín, junto con su amo, el representante oficial del pueblo depositario de las promesas de Yahveh?

Nunca habrían visto antes al Señor, ni lo habrían escuchado...

Ignoran todo, pero se burlan, porque saben que con sus canalladas agradan a sus señores.

Y Jesús sufre todo pacientemente. En silencio, sin quejarse. Sabiendo que el Padre, a pesar de todo, no lo ha abandonado, soporta aquellas risas, aquellas burlas, aquellos golpes y salivazos...; aceptándolo todo voluntariamente. Pudo librarse de ellos, como de los demás sufrimientos; pudo destruir y confundir instantámeamente a sus torturadores, con solo quererlo. No lo hizo.

Y, sin embargo, quiso su Pasión, porque amaba sin reservas al Padre, y te amaba —¡hasta tal punto!— a ti.

Ama y pide perdón. Estudia la mejor manera de agradarle, y no alegues jamás ignorancia en el cumplimiento de tus obligaciones, de tu deber, aunque te parezcan de poca importancia.


ORACIÓN

Maestro bueno, me impresiona y me entristece siempre el sufrimiento de los inocentes. Cuando miro a mi mundo y lo contemplo lleno de víctimas de las injusticias y atrocidades de los hombres, me entran ganas de llorar o de emigrar a otro planeta.

Hoy te he mirado a ti, lastimado en tu cuerpo, y humillado en tu espíritu, y con la tristeza he sentido una gran admiración.

¡Qué bondad sin límites la tuya para identificarte con los pobres y oprimidos! ¡Para hacerte uno de ellos, cargando con nuestras dolencias, siendo molido por la culpa de nuestros pecados!

Esta noche es la última de tu vida mortal. Noche larga y horrible en que no pudiste dormir, siendo continuamente atormentado. Permíteme, Señor, que te acompañe; que, como discípulo tuyo, comparta tu profundo anonadamiento y tus dolores.

Déjame que limpie ese rostro tuyo que tanto busco. Que descubra tus ojos vendados y que me mire en ellos: yo, pobre pecador por cuyas culpas padeces todo esto gustosamente. Necesito que me mires otra vez; no me basta con una —como a Pedro— para llorar, pues mis traiciones fueron muchas. Necesito que me mires para poder saber quién soy yo, por dónde van mis pasos extraviados.

Mírame, Señor mío y Rey mío, para que sepa que me sigues amando a pesar de mis descuidos, y que me aceptas en tu seguimiento aun conociendo mis pocas fuerzas y constancia, mis anteriores deslealtades.

Entre tus manos atadas dejo mi vida; tómala y dispón de ella según te parezca mejor, que en ello encontraré yo mi alegría y mi paz más honda. Así, en el cielo, podré contemplar un día tu rostro glorioso, en el que se complace el Padre, y al que la multitud de ángeles y santos adora con júbilo por toda la eternidad. Y así, en la tierra, no olvidaré el rostro desfigurado de todos mis hermanos, en quienes tu Pasión continua por los siglos.


ORACIONES BREVES

«No me abandones, Dios de mi salvación».

«Su rostro no hurtó a insultos y salivazos».

«Oigo en mi corazón: buscad mi rostro».

«Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro».

«Se admirarán de él muchas naciones».

«Al verme se burlan de mí».