XII. JESÚS MUERE EN LA CRUZ


TEXTO BÍBLICO

«Era ya cerca de la hora sexta cuando al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: — Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Y dicho esto expiró. Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: —Ciertamente este hombre era justo. Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el el pecho».

(Lc 23,44-48)

«Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era muy solemne, rogaron a Pilato que les quebrasen las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron».

(Jn 19,31-37)


OTROS TEXTOS

Paralelos: Mt 27,50-54; Mc 16,3 7-39; Jn 19,30.

2 Tim 2,11-13: «Si hemos muerto con él, también viviremos con él...»

Jn 11,49-52: «...os conviene que muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación. Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos».

1 Jn 3,16: «En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos».

Mal 1,11: «en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura».

Zac 12,10: «... y alzarán sus ojos a mí. Y a aquél a quien traspasaron lo llorarán como se llora al unigénito, y se lamentarán por él como se lamentan por el primogénito».


PUNTOS

  1. Dicho esto expiró (6.a y 7.a Palabras).

  2. Mirarán al que trasparon.


MEDITACIÓN

1. Dicho esto expiró (6.a y 7.a Palabras)

Han sido unas tres horas de suplicio, suspendido en el madero. La tierra se ha oscurecido. Muchos de los espectadores han dejado sus burlas y comienzan a sobrecogerse inexplicablemente ante el espectáculo de ese pobre Mesías crucificado. Los sumos sacerdotes se han marchado ya a hacer sus preparativos pascuales, inconscientes de haber asistido al único y verdadero sacrificio pascual.

Entonces tu Maestro dice: «Todo está cumplido» (Jn 19,30). Lo que era preciso hacer, está hecho. Su tarea está cumplida.

Todo lo hizo bien hasta el final. Pídele, en este momento, la gracia de llegar al fin de tu vida con las manos llenas de buenas obras. Que puedas decir, como Pablo: «He llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe» (2 Tim 4,7).

Después, Jesús, con un grito dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu«; y expiró. Es el momento de arrodillarse, de humillar la cabeza hasta el polvo, de hacer duelo como el que se le hace a un hijo único.

Su entrega a la voluntad del Padre le ha llevado a franquear el umbral de la muerte.Ahora es cuando se ha ofrecido la única oblación digna de Dios, el único sacrificio que rescata al mundo de la esclavitud del pecado y salva al hombre.

Jesús muere como Hijo, como había vivido. Hasta el último momento.

El acaba de morir por ti. Pídele su ayuda para que tú seas capaz de vivir y morir por él, y por sus hermanos más pequeños. El ha entregado el espíritu porque su tarea en la tierra ha terminado, pero la tuya no hace sino comenzar.


2. Mirarán al que traspasaron

El Señor ha expirado. Un suspiro de alivio dilata tus pulmones. Ahora él no sufre más. Parece que la Pasión ha terminado.

Su cuerpo pende de la cruz, pero su espíritu descansa en la paz de Dios aguardando la resurrección gloriosa de la carne.

La muchedumbre se vuelve golpeándose el pecho. ¡Perdón, Señor, porque no sabíamos lo que hacíamos! El centurión pagano se rinde a la evidencia y, según san Marcos, confiesa a Cristo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» (15,39).

Pero los judíos urgen a Pilato para que remate a los condenados y los quite de la cruz. Esta petición va a darte ocasión, amigo de Jesús, de contemplar con Juan un estupendo misterio. Lee el texto evangélico y verás la importancia que el apóstol atribuye al episodio.

«Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al punto salió sangre y agua».

El quiso darte hasta la última gota de la que corría por sus venas. Pero, además, el costado abierto tiene un místico significado en el que podrías alimentar toda tu vida espiritual.

¿No comprendes que esa lanzada te descubrió su Corazón, del que Cristo había afirmado que de él correrían ríos de agua viva (Jn 7,37-38)? En ese Corazón se encerraban todos nuestros bienes, todos los tesoros del amor de Dios y el Espíritu en plenitud. Y Dios nos ha querido explicar, de una forma tan sencilla, la razón profunda de la Pasión, de la vida pública de Jesús, de su Encarnación...

Quien contempla el Corazón traspasado del Señor, contempla en él todos los misterios de la fe, y bebe de su manantial inagotable la esperanza más pura y la caridad más ardiente.

Acércate a él con confianza: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí» (Jn 7,37-38). »El que venga a mí no lo echaré fuera» (Jn 6,37).

La Iglesia acaba de nacer del costado abierto de Jesús. El nuevo pueblo que ha sido congregado. «Cuando sea levantado de la tierra atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).

Y tú perteneces a ese pueblo.

Dile ahora a tu Maestro cómo quieres corresponder a tan infinita bondad, y cómo necesitas de su gracia para más amar.


ORACIÓN

Señor de la Vida, desnudo y sujeto por tres clavos al terrible madero de la cruz, sin tener dón reclinar tu cabeza coronada de espinas, estás levantado sobre la tierra, y entregas el espíritu.

Fueron tres horas muy amargas para ti, de oscuridad, de abandono, injurias y dolores acerbísimos. La sed, la axfisia, la rigidez tetánica de tus miembros martirizados, y ese pueblo que se burla de ti, pidiendo que bajes de la cruz si eres de verdad el Mesías de Dios.

¡Oh, misterio de caridad! Yo te alabo y quiero bendecirte por los siglos, porque no soltaste esa cruz que por mi amor habías abrazado.

Que yo pueda llevarla grabada en el corazón, y ella, Maestro mío, sea para mí norma de vida, faro en la oscuridad y fuerza en las tribulaciones.

Morir no te fue fácil a ti tampoco. Yo, bien lo sabes, tengo un horror institivo a la muerte, porque me creaste, Señor, para la vida.

Por esa agonía tuya, aceptada libremente en obediencia al Padre, yo quiero, Jesús, aceptar la mía, con la angustia y la penosa disgregación de mis fuerzas vitales que ella conlleve. Que la muerte no sea para mí el inevitable, ante el que me sienta impotente, sino una ofrenda —la definitiva— de todo mi ser, y el sacrificio último de mi obediencia.

Permite ahora que me acerque con confianza a la llaga de tu costado, y beba con gozo en las fuentes de la salvación. Enséñame, Señor, cómo debo vivir para ti, sirviéndote en mis hermanos hasta gastar mi vida sin tacañería.

Dame unos ojos contemplativos, como los de Juan, que me permitan abismarme en el misterio de tu Corazón traspasado y sepan profundizar en su secreto.

Tu muerte es mi vida, buen Jesús. Que yo, con mi conducta atenta y responsable, sepa aprovecharme de ella, y no la haga inútil. Te lo pido por María, tu Madre y Señora nuestra. Amén.


ORACIONES BREVES

«Dentro de tus llagas escóndeme».

«Todo está cumplido».

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».

«Inclinando la cabeza entregó el espíritu».

«Corazón de Jesús, traspasado por una lanza».

«Mirarán al que traspasaron».

«No le quebrarán hueso alguno».

«Verdaderamente éste era Hijo de Dios».