EVANGELIO Y COMPROMISO POLÍTICO
 

EN LA OBRA DE THOMAS MERTON
 

 

        En la década de los sesenta la lectura de las obras de Thomas Merton, era un punto de referencia obligatorio para amplios sectores del catolicismo español más avanzado y comprometido. Pero con el paso de los años, sus libros desaparecieron de las librerías de nuestro país, y hoy en día, de la treintena larga de títulos traducidos al castellano, tan solo podemos encontrar -y no sin ciertas dificultades- tres o cuatro ¿Qué pasó? ¿ha perdido actualidad la obra de este singular monje trapense?: no. Sus planteamientos siguen teniendo hoy una gran vigencia, pero lo radical de alguno de sus planteamientos, sigue escociendo a quienes pretenden convertir el Catolicismo en un conjunto de actos rituales alejados de la vida real, en un manojo de ideas abstractas sin repercusión en la vida cotidiana.

       Con esta comunicación, pretendemos aportar nuestro pequeño granito de arena, para recuperar del olvido el mensaje de Merton, y ayudar a que se conozca.

       Thomas Merton, nació el 31 de enero de 1915 en Prades (Francia), muy cerca de la frontera española Su padre -Owen- era pintor y oriundo de Nueva Zalanda, y su madre -Ruth- norteamericana y estudiante de arte. Antes de que comience la Primera Guerra Mundial la familia viaja a EEUU y allí nace su hermano Juan Pablo. Con 6 años, Merton pierde a su madre, y comienza a viajar por toda Europa en compañía de su padre. Francia, Escocia e Inglaterra. Lee libros de literatura moderna, visita museos, sintiendo un especial interés por la obra de Picasso y la música de Duke Ellington y Luis Amstrong. En enero de 1931 murió su padre. Al año siguiente se graduó obteniendo el Certificado Superior en francés, alemán y latín y entra como estudiante becario en la Universidad de Cambridge. Viaja por Italia donde se produce su primer acercamiento al Catolicismo. En 1935 vuelve a EEUU, se matricula en la Universidad de Columbia, y milita brevemente en la Liga Juvenil Comunista, para manifestar su oposición a la guerra que se veía venir en Europa. En 1938, se convierte al Catolicismo, y recibe el Bautismo. Después viajará a Cuba y Bermuda. En Cuba ve claramente su vocación y decide ser sacerdote. Prueba con los Franciscanos, pero no encuentra ahí su lugar. Cuando tiene casi decidido irse a vivir al barrio negro de Harlern, en Nueva York, para compartir su vida con los más pobres trabajando en la obra de Catalina de Hueck "La Casa de la Amistad", aparece en su camino la Abadía Cisterciense de Nuestra Señora de Gesetmani, en Kentucky, y tras pasar allí unos días de retiro, decide hacerse trapense ingresando en el monasterio el 10 de diciembre de 1941. Después del Noviciado, se ordenó sacerdote en 1949, posteriormente fue maestro de novicios y director espiritual. En 1951 se nacionalizó norteamericano y en 1965, se le concede un deseo largamente anhelado por él desde hacía tiempo, retirarse a una ermita -la de Nuestra Señora del Carmen- a vivir en absoluta soledad y silencio, pero es en esta etapa, cuando Merton escribe de una manera más acentuada sobre la realidad que le rodea y sus problemas pues a pesar de haber profesado en una de las ordenes religiosas más austeras y obligado por la Regla a un silencio riguroso, Merton fue autorizado a escribir y publicar. Su autobiografía "La montaña de los siete círculos", apareció en 1948, se tradujo a quince idiomas, y en EEUU se vendieron dos millones de ejemplares, conviertiéndose en uno de los monjes más famosos del mundo. El 15 de octubre de 1968 salió de Gesetmaní a un Encuentro Internacional de Representantes de Monasterios Benedictinos. Visitó Alaska, Sri Lanka, India y Tailandia. En Bangkok, donde se celebra el Encuentro pronunció una conferencia que tituló "Marxismo y perspectivas monásticas". Poco después, a causa de un desgraciado accidente, moría Merton. Era el 10 de diciembre de 1968. Nos dejaba, además del testimonio de su vida, 55 libros una novela, diarios, tratados teológicos, ensayos, traducciones, historia monástica, hagiografías, cientos de artículos, miles de cartas (a Juan XXIII, Pablo VI, Helder Cámara, Luter King, personajes públicos, poetas, líderes religiosos de diversas confesiones, etc.) y poemas.

       La obra de Merton, se puede dividir en cuatro grandes bloques:

      1 - Merton divulgador de la vida monástica y/o contemplativa entre el gran público. Con "La montaña de los siete círculos", "Las aguas de Siloé" o "El signo de Jonás", descubre a los no iniciados como es la vida de los monjes, como transcurre un día cualquiera en un monasterio, las costumbres de cada orden, etc.

       2 - Merton renovador de la vida monástica y/o contemplativa. En consecuencia con el espíritu del Vaticano II, cree que hay que volver a las fuentes a los orígenes para redescubrir lo fundamental del monacato, y desechar lo accesorio. En "El camino monástico", "La vida silenciosa", "Vida y santidad", "Semillas de contemplación" o "El camino de la contemplación", señala las pistas adecuadas para encauzar la vida monástica y/o contemplativa a nuestros días.

       3 - Merton abanderado del diálogo interreligioso. Cuando se hablaba poco o nada del ecumenismo, Merton ya abogaba por crear un espacio abierto de encuentro e intercambio de experiencias religiosas, para poder apreciar todo lo que de positivo hay en otros credos El Zen, o el Sufismo, fueron estudiados por el en profundidad "Por el camino de Chuang Tzu". Y "El zen y los pájaros del deseo" son los libros más representativos de su espíritu ecuménico. El Dalai Lama, con quien se entrevisto Merton, escribe en sus memorias: "pude comprobar que se trataba de un hombre auténticamente humilde y profundamente espiritual. Fue Merton el que me presentó el significado verdadero de la palabra cristiano. Yo le llamaba un geshet (sabio) católico y un hombre santo".

        4 - Merton impulsor del compromiso político-social del cristiano. "Semillas de destrucción", "Acción y contemplación", "Conjeturas de un espectador culpable", "Cuestiones discutidas" o "Ishi" son obras con las que Merton demuestra el deber y la obligación que el cristiano tiene de comprometerse para transformar lo que de injusto tiene la sociedad en que le ha tocado vivir. ¿Cómo puede un monje, una persona que vive en soledad, en silencio, comprometerse con la suerte de sus semejantes? ¿No es una paradoja? Para Merton, "el monje es alguien que ha asumido una actitud crítica frente al mundo contemporáneo y sus estructuras". Evidentemente renuncia a muchas cosas, pero "a lo que el solitario renuncia no es a su unión con los otros hombres, sino a las ficciones engañosa y a los símbolos inadecuados que tienden a ocupar el lugar de la autentica vida social".

        Merton, al hacerse monje afirma que "estando en un monasterio yo tomo mi verdadera parte en las luchas y sufrimientos del mundo. Es mi intención hacer de mi vida entera un rechazo, una protesta contra los crímenes y las injusticias de la guerra y tiranía política que tratan de destruir la total humanidad. Por mi vida monástica y mis votos, yo digo no a los campos de concentración, a los bombardeos aéreos, a los asesinatos legales, a las injusticias raciales, a las tiranías económicas y a todo el aparato socio-político que parece no tener otro objetivo que la total destrucción de las palabras y hechos en favor de la paz. Y hago de mi silencio monástico una protesta contra las mentiras políticas, agitadoras y falsas propagandas. Y cuando hablo sobre eso es para negar que mi fe y mi iglesia se puedan unir nunca a esas fuerzas de injusticia y destrucción, y ponerse en su misma línea".

        Para Merton, "la Palabra de Dios debe ser reconocida por su poder transformador y liberador". Una vez escuchada, y contrastada con la realidad, algo cambia dentro de nosotros, y percibimos "la fe como suceso y encuentro personal e inescusable, que revoluciona toda nuestra noción de ser y de identidad, nos empuja a ponernos del lado de los predilectos del Reino, de los elegidos por Jesús para anunciarles la Buena Nueva, los pobres, pues "no debemos pasar por alto que el mensaje de la Biblia es, sobre todo, un mensaje que se predica a los pobres, a los cargados, a los oprimidos, a los que no tienen privilegios". Sobre el acuciante problema de los pobres y la pobreza, Merton escribió: "en nuestros días el problema de la pobreza y del sufrimiento se ha convertido en la preocupación de todos. Ya no es posible cerrar nuestros ojos a la miseria que existe. Un cristiano tiene que mirar de frente al hecho de que esta inexplicable desgracia no es en modo alguno la voluntad de Dios, sino consecuencia de la incompetencia, la injusticia y la confusión económica y social de nuestro mundo uno debiera conocer cuando puede hacer algo para cooperar a aliviar el sufrimiento y la pobreza, y darse cuenta de cuando esta implícitamente cooperando a los males que prolongan o intensifican el sufrimiento y la pobreza".

       Tomar partido a favor de los mas desfavorecidos implica ser consecuente con los valores del Evangelio, llevarlos a la practica de forma concreta, pero para nuestro trapense "quizás los cristianos se han contentado demasiado a menudo con slogans imprecisos y formulas abstractas sobre el amor fraternal. Con demasiada facilidad se han lanzado a hacer gestos simbólicos de buena voluntad y de candad, creyéndose inmediatamente dispensados de actos de un alcance determinado y sinceramente relacionados con los problemas cruciales de nuestro tiempo, y la han resistido en lugar de obedecerla". Para Merton, los cristianos no deben olvidar cual es su misión "la tarea del cristiano en nuestro tiempo es la misma de siempre construir el Reino de Dios en este mundo Sin embargo, el carácter espiritual del Reino no puede ser un pretexto para ignorar la dicha temporal y el bienestar del hombre en la vida presente. Si en una sociedad no hay libertad, justicia, educación y un nivel de vida decente, ¿cómo va a construirse el Reino de Dios en dicha sociedad? Un hombre que se muere de hambre tiene poca capacidad de pensar en el amor". Pero no basta con que el cristiano manifieste buenas intenciones, Merton "exige que sea justificada con actos nuestra pretensión de ser los únicos defensores sinceros de la persona humana, de sus derechos, de su dignidad, de su nobleza de criatura hecha a imagen de Dios, miembro del Cuerpo místico de Cristo", puesto que "si nos declaramos defensores de la libertad, la paz y los derechos de la persona, no es de extrañar que los demás duden de ello y exijan, de vez en cuando, pruebas de nuestra sinceridad. Lo más normal es que busquen aquellas pruebas de nuestros actos".

        Merton dió numerosas pruebas de su compromiso político y social, con el instrumento que tenía a su alcance la escritura. Escribir para él era una forma de dar a conocer sus posturas ante los problemas de su tiempo "portante, me parece solemne obligación de conciencia en este momento de la historia tomar las posiciones que se indican en las páginas siguientes. Estas posiciones me parece que están en relación vital con las obligaciones que asumí al formar mis votos monásticos. Tener voto de pobreza me parece ilusorio si no me identifico de algún modo con la causa de la gente a quien se le niega sus derechos y se les obliga, en su mayor parte, a vivir en abyecta miseria Merton escribió cientos de páginas sobre la segregación racial en los EEUU, a la que calificó cómo "la iniquidad y la injusticia de la discriminación racial", avisando contra las dictaduras "los cristianos no pueden jamás, con la conciencia limpia, ceder a la seducción del totalitarismo", contra la guerra del Vietnam. contra la marginación de las minorías indias, o el peligro de las armas termonucleares, y todo ello desde su silencio y su soledad.

        Ernesto Cardenal, estuvo en la Trapa de Gesetmaní dos años, y tuvo a Merton de Maestro de novicios. Recuerda que en las numerosas charlas que mantuvieron en esos años, frecuentemente "él insistía en que el monje no debía estar despreocupado de los problemas del mundo al contrario, solamente teniendo preocupación por el pobre, por los oprimidos, por los grandes problemas sociales y políticos y las angustias de toda la humanidad era posible, según él, la unión mística con Dios. De lo contrario, el misticismo es falso puro engaño y escapismo" Quizá bajo la influencia de Merton, Cardenal suele repetir que él se ha "politizado con la vida contemplativa. La meditación, la profundización, la mística es la que me ha dado a mi la radicalización política Yo he llegado a la revolución por el Evangelio".

       Esta unión de contemplación y compromiso social, es sin lugar a dudas una de las aportaciones más fecundas de la obra de Thomas Merton.

       Así pues, no debemos de extrañarnos, cuando haya quien califica a Thomas Merton de "una de las voces proféticas más poderosas de nuestro siglo" (Robert E. Daggy), o de ser "probablemente el mejor teólogo del siglo XX en EEUU" (L. S. Cunnmgham). Para nosotros, el mensaje de este contemplativo, tiene hoy, a los 28 años de su muerte, una extraordinaria vigencia Su voz, nos empuja a consolidar nuestro compromiso, a vivir el Evangelio de manera radical y consecuente. Él, es un ejemplo a seguir, por eso hemos querido que el recuerdo de Thomas Merton, estuviese presente en este Congreso.

      Para terminar, queremos agradecer a la Hermana María Luisa López, Religiosa Concepcionista Misionera, en Japón desde hace 35 años, y a Fray Francisco R. Pascual, monje trapense de la Abadía de Viaceli (Cantabria), su generosa ayuda prestada para poder hacer esta comunicación. Gracias.