PRÓLOGO

En varios trabajos anteriores he sostenido la idea de que una exposición de la teología fundamental hoy sólo es posible como obra en equipo, dadas la amplitud y la matización de los temas que abarca esta disciplina teológica fundamental. La especialización se ha convertido también en una nota de la teología, a la que el individuo particular ya no puede hacer frente. Únese a ello el que la teología fundamental comporta una carga muy específica de actualidad así como el deber de un aggiornamento bien entendido. Por ese motivo ya no basta la mera repetición o afirmación de lo que se dijo y de lo que siempre ha sido válido; es necesaria una traducción y transposición radical —en el más verdadero sentido de la palabra— del ayer al hoy. Se impone un cambio de horizonte. La teología fundamental tiene justamente el cometido de ser fiel a los orígenes y de adaptarse a la situación, respetando tanto la fe del mensaje como las exigencias del hombre concreto al que ha de transmitir ese mensaje, de tal modo que el hombre pueda entenderlo y experimentarlo como una respuesta a sus preguntas a la vez que como un cuestionamiento de las respuestas que él mismo se da. Cuando no hay preguntas, las respuestas caen en el vacío.

Estas pretensiones, grandes y múltiples, anejas a la teología fundamental, hacen que parezca lógico y razonable al presentar el contenido de esta disciplina teológica como una obra en colaboración; tal es el caso del Handbuch der Fundamentaltheologie, a punto de aparecer, redactado por Walter Kern, Hermann Josef Pottmeyer y Max Seckler. Esa forma tiene la ventaja de tratar tan a fondo como matizadamente cada uno de los temas. El único problema es el de la inserción de lo particular en el conjunto.

Por esta razón también tiene su justificación y sentido el intento de presentar una teología fundamental como obra de un solo autor: cuenta con la ventaja de la unidad, la coherencia y la continuidad. La justificación posible de esta tentativa bien puede derivar del hecho de haber estudiado la materia durante muchos años. El presente libro ha nacido de una larga actividad docente y ha recorrido muchos estadios. También tiene mucho que agradecer a la colaboración viva de los oyentes.

Incluso en su forma definitiva, la teología fundamental que aquí presentamos sigue siendo una obra imperfecta —como no podía por menos de serlo—. Ello sólo puede justificarse por el ánimo, decoroso también para el teólogo, de acometer lo imperfecto, por el valor de hablar del bosque, para decirlo metafóricamente, aunque no pueda estudiarse con detalle cada uno de los árboles.

Acerca de la estructura del conjunto queda por decir que no han sido objeto de un estudio explícito las cuestiones relativas a la religión y la crítica de la religión. Y ello debido no sólo a que, de lo contrario, el volumen del libro hubiera sido enorme, ni sólo a que la oferta actual sobre tales cuestiones es abundante —baste mencionar a Bernhard Welte, Religionsphilosophie, Friburgo, Basilea, Viena 1978 (vers. castellana: Filosofía de la religión, Herder, Barcelona 1982); Hans Küng, Existiert Gott? Antwort auf die Gottesfrage der Neuzeit, Munich/Zurich 1978 (vers. castellana: ¿Existe Dios?, Cristiandad, Madrid 1979); Walter Kasper, Der Gott Jesu Christi, Maguncia 1982-, sino también porque esos temas vienen tratados en la exposición de la fe y de la revelación. Personalmente me he manifestado repetidas veces acerca de tales cuestiones, por ejemplo, en mi libro Gott - die Frage unserer Zeit, Munich 1973; en colaboración con Peter Glockmann, Ich sebe keinen Gott, Friburgo 1971; Abschied von Gott, Friburgo 1981; en colaboración con Aloys Buch, Die Frage nach Gott als Frage nach dem Mensch, Düsseldorf 1981.

En el tratamiento de los problemas relativos a la teología fundamental he tenido un particular interés en abordar los planteamientos actuales del ecumenismo. Y el ecumenismo no es una disciplina particular sino una dimensión de la teología en general.

A pesar de todo, no habría tenido la audacia de presentar esta teología fundamental, si el Director de la Editorial Styria, Dr. Gerhard Trenkler, no me hubiera invitado y alentado a hacerlo una y otra vez. A él mi gratitud especial. Agradecimiento que debo asimismo a Josef Helmut Machowetz, que de forma solícita y valiosa asumió el trabajo de lectura y preparó el índice onomástico. La Sra. Hildegard Fórschner pasó a máquina el voluminoso manuscrito, no siempre fácil de leer; quisiera expresarle mi agradecimiento cordial. El consejero ministerial, Dr. Otto Martz ayudó en la lectura de galeradas. Mi colega Johannes Brosseder ha colaborado con su Instituto, por obra de las Sras. Katharina Altmeier y Roswitha Mombauer, a redactar el índice analítico. Mi agradecimiento por toda esa ayuda.

Munich, enero de 1985                                                                                  Heinrich Fries