7. La vida comunitaria

La comunidad es para el religioso lo que la familia natural es para el niño: el lugar de crecimiento. Así como el desarrollo físico, intelectual, emocional y social de los niños depende de las condiciones de su familia, el desarrollo humano y espiritual del formando depende de la comunidad de formación. La autoformación se hace sobre todo a través de las relaciones interpersonales. Según sean éstas buenas o malas, el crecimiento normal del formando se verá estimulado o, por el contrario, bloqueado. Una comunidad formativa buena y normal construye una vida de familia ordenada, abierta, alegre, confiada, sencilla y creativa, vivida en la fe y en la hermandad en torno a Cristo. En ella el formando puede vivir una experiencia de oración, de amor, de acogida de la Palabra, de sufrimiento, de perdón y de entrega fraternal. En la medida en que va madurando la comunidad de formación, los formandos se van haciendo cada vez más personas.

La comunidad religiosa de una casa de formación es una comunidad formativa. Es decir, todas las personas que la componen están comprometidas en apoyar el esfuerzo de autoformación 'de los formandos: los religiosos y el personal laico. El que no ayuda con su manera de ser y de obrar plantea dificultades. Incluso el ambiente externo de la comunidad formativa tiene que sistematizarse y cuidarse de tal manera que favorezca el crecimiento vocacional de la comunidad: los servicios, el jardín, las plantas, los animales domésticos (el perro, el gato, los pájaros...).

"Comunidad es sólo la forma de convivencia y de relación que privilegia la paridad y la libertad de todas las personas, que exalta el protagonismo de todas y cada una de ellas, donde ninguno prevarica y monopoliza el pensamiento, el juicio y la decisión y donde prevalece el círculo activo de las relaciones''1.

1. P. GIANOLA, Formación para la vida religiosa, Paulinas, Madrid 1984, 155.

En la actualidad no cabe duda de que muchos de los fracasos en la formación de los candidatos, de los novicios y de los jóvenes religiosos encuentran a menudo una explicación plausible en las deficiencias de la comunidad de formación. Pero existen, además, otras dificultades, debidas a los propios formandos, a otras causas externas a los programas y a los métodos de formación.

En todo caso, la actitud más inteligente para mejorar esta situación consiste en pensar que la dificultad mayor reside sobre todo en los formadores. Quizá no están suficientemente preparados para afrontar con éxito los delicados problemas de la maduración vocacional de los jóvenes de hoy. Muchas veces me he podido dar cuenta de que tras las quejas y las acusaciones de un formador se esconde cierto grado de inmadurez emocional, afectiva y social del propio formador. Por eso es tan importante que la comunidad formativa trabaje sobre sí misma para crecer cada vez más en una auténtica vida comunitaria. Ella es el clima de cultivo de las vocaciones, que solamente pueden desarrollarse y madurar en una comunidad de vida donde la actividad de las personas se centre no en la institución sino en las personas, en una experiencia de comunión realmente vivida, en el compromiso dinámico de toda la comunidad con la responsabilidad colectiva de preservar y de hacer crecer el bien común.

El crecimiento espiritual individual y comunitario ha de hacerse a través de una ascética ligada al esfuerzo de fidelidad a Dios. La convivencia fraterna es un terreno de prueba excelente para el ejercicio de ascesis en el respeto a la dignidad humana. La idea de vida comunitaria como apisonadora para nivelar a los formandos resulta ya totalmente inaceptable. La originalidad personal y las diferencias individuales son incluso una riqueza que permite la complementariedad. El hombre crece adecuadamente sólo en un clima de libertad que le permita ser él mismo.

En la comunidad de vida, el valor prioritario son siempre las personas. Las personas son siempre ese pequeño pueblo de Dios que va creando juntamente el camino hacia Dios. Los formadores ciertamente son los más maduros, cuya función fundamental consiste en ayudar a los más pequeños y a los principiantes. Su preocupación debe ser la de la sagrada familia de Nazaret: crear un clima familiar que promueva en los formandos el crecimiento "en edad y en gracia". Un auténtico clima de familia es cuestión de libertad, de respeto, de amistad y de autenticidad. El primer fruto que producen los formandos que han crecido en ese clima de hermandad es el amor a esa familia. Con el amor a la familia nace espontáneamente el entusiasmo y la responsabilidad personal en los compromisos libremente escogidos o aceptados.

La comunidad formativa no puede ser eficaz para la formación más que cuando todos los miembros (formadores y formandos) tienen una actitud permanente de diálogo en torno a los grandes valores evangélicos de la vida consagrada. Los formadores no son maestros aplastantes, arbitrarios y dominadores. No invocan privilegios. Son los más humildes, los más caritativos, los más pacíficos, los más serviciales, los más entusiastas. Pero uno solo es el Maestro de todos ellos: el Señor.

La autoridad moral del formador deriva de su capacidad de insertar a la comunidad de forma participativa en las funciones de gobierno.

Si el formando se siente partícipe de las responsabilidades de organización y de funcionamiento de la vida comunitaria, crecerá su sentido de responsabilidad personal. El formador que sabe utilizar debidamente la subsidiariedad no dará impresión de ordenar, de mandar, de imponer exigencias...; se limitará a sugerir, a orientar, a invitar...

Los formadores y los formandos de la comunidad formativa crean juntos el gozo de la convivencia. Comparten con confianza recíproca las preocupaciones, los sufrimientos, los éxitos, los fracasos. Creen que todos son fundamentalmente buenos, que están sinceramente empeñados en crecer. Una señal inequívoca de una actitud auténticamente formativa de los formadores es la confianza que los formandos demuestran tener con ellos. El esfuerzo pedagógico de los formadores conscientes de su misión se concentra en el objetivo general del crecimiento humano y espiritual del formando. El proceso de este crecimiento se concreta en la medida en que el formando se va haciendo el sujeto creativo, original y personalmente responsable de sus opciones y decisiones.

En la cibernética se dan dos tipos de sistema: el sistema cerrado y el sistema abierto.

El sistema cerrado es el que funciona sin cambiar nada fuera de sí mismo, como, por ejemplo, el reloj. Para funcionar con toda perfección:

El hecho de que funcione o deje de funcionar no cambia para nada el ambiente circundante.

El sistema abierto es el que funciona recibiendo influencias del exterior y ejerciéndolas hacia fuera. Es un sistema que produce cambios en sí mismo y en el ambiente que lo rodea, como, por ejemplo, una planta. Para funcionar como planta normal:

Donde está presente la planta puede también haber vida.

También las organizaciones humanas son sistemas: unas veces cerrados, como algunos clubs realmente estériles para la humanidad; otras veces abiertos, como todas las asociaciones benéficas, que siempre reciben y producen efectos positivos o negativos sobre el mundo.

Las congregaciones y las comunidades religiosas cerradas no pueden subsistir y al poco tiempo se derrumban. Por eso se dice que la vida comunitaria es siempre una fuerza extraordinariamente dinámica, tanto en sentido positivo de crecimiento como en sentido negativo de autodestrucción.

La llamada actividad apostólica de los miembros fuera de la comunidad se convierte en un apostolado verdaderamente eficaz solamente cuando el apóstol procede de una comunidad-iglesia. El religioso se hace apóstol en su comunidad. ¿Qué es lo que podría ofrecer a sus hermanos de fuera si antes no se santifica en su comunidad? La autoformación y el crecimiento personal del religioso se lleva a cabo en contacto con el cuerpo vivo de su propia comunidad de vida. La comunidad formativa es para el formando algo así como la madre para el hijo. Este no puede desarrollarse sin la presencia de aquélla. Pero la formación se realiza simultáneamente en el sentido del crecimiento hacia un amor personal cada vez más estrecho a Jesucristo y hacia la apertura externa a los hermanos cristianos y no cristianos. La comunidad de la casa de formación vive en función de este doble objetivo: oblación y servicio. Este planteamiento corresponde a lo que es su significación esencial en la Iglesia.

La actitud consciente de apertura al mundo y a la Iglesia protege a los religiosos contra el peligro de alienación. La comunidad cerrada sobre sí misma se hace egocéntrica, sin influencia apostólica en la Iglesia.

La comunidad formativa se crea, se hace, se construye a sí misma a través de una dinámica interna original. Por consiguiente, se trata de algo vivo, en un proceso continuo, no de algo ya establecido, acabado, de una estructura ya hecha en la que tengan que insertarse los formandos. Cada uno de los nuevos miembros obliga al conjunto a un nuevo esfuerzo de integración. Tras esta integración de un nuevo miembro, o también tras la salida de uno de los antiguos miembros, la comunidad no es ya la misma. Y esto no sólo en lo que se refiere al número, ya que hay otros muchos aspectos que pueden cambiar en sentido positivo o negativo, bien con la venida de un nuevo miembro (formador o formando) o bien con la ,salida de otro.

Así pues, no se trata de esto: los formadores que están ya en su puesto e integrados en una verdadera comunidad de vida abierta deberían recibir y en cierto modo absorber a los formandos para trabajarlos y transformarlos en algo parecido a los formadores. ¡Nada de eso! ¡Ay del formador rígido que crea que no tiene nada que cambiar en su vida y en su propia actitud comunitaria frente a los formandos! Ayudar a los formandos a crecer es prestarles un servicio. El servicio que hay que prestar tiene que adaptarse a las necesidades de cada uno, de acuerdo con su modo original de ser, si quiere ser una verdadera ayuda. Por consiguiente, se puede decir que en cierto modo, bajo diversos aspectos, en una auténtica vida comunitaria también los formandos se hacen verdaderos formadores de sus formadores. En la comunidad formativa todos los miembros intentan ser protagonistas en el proceso comunitario de crecimiento. Si todos crecen juntos, cada miembro crece además individualmente con el apoyo de los demás. La energía de propulsión de este proceso de crecimiento comunitario tiene su fuente principal en los formadores ya más maduros. Pero mana también de los formandos más inmaduros y actúa igualmente sobre los formadores.

La vida comunitaria tiene que cuidarse con un gran esmero para que no se deteriore y vaya creciendo. Hay algunos incentivos muy apropiados para motivar este crecimiento de la vida comunitaria. Entre ellos destacan especialmente: el proyecto de vida comunitaria (PVC), la revisión de vida y el discernimiento espiritual. Debido a su gran importancia como instrumentos modernos especialmente adaptados a la mentalidad del hombre de hoy, se ha decidido incluir en este libro algunas aproximaciones teóricas y cierta metodología práctica para que las comunidades formativas puedan utilizar estos incentivos. El de la revisión de vida y el del discernimiento espiritual han quedado ya expuestos en las páginas anteriores.

 

El proyecto de vida comunitaria (PVC)

Concepto

El PVC es un instrumento de renovación espiritual de la congregación a través de un nuevo modo de vivir comunitariamente. Se trata de una participación libre en la acción del Espíritu que actúa en la comunidad.

El PVC es un instrumento excelente de animación comunitaria y, por consiguiente, de renovación espiritual de las congregaciones religiosas. Ayuda a crear un verdadero espíritu de familia y a vivir un estilo de auténtica vida comunitaria. Impulsa al religioso a participar libremente de una manera más personal en la acción del Espíritu que ejerce su influencia en la vida de la comunidad. Se trata, por tanto, de un medio concreto de promoción del crecimiento de la vida comunitaria.

El PVC es una práctica de ascetismo. Parte de un método un tanto científico de búsqueda de la perfección religiosa. No se trata de establecer un programa de acción, sino que consiste más bien en desencadenar el proceso de una dinámica de grupo con el objetivo de mejorar la calidad de la convivencia, es decir, el modo de ser, de pensar, de sentir y de obrar de los miembros de la comunidad. Por medio del PVC la comunidad busca juntamente y decide unánimemente vivir juntos con gratuidad y generosidad las pequeñas realidades de la vida consagrada que están más allá de las constituciones y de las reglas. Es una experiencia comunitaria que ayuda a hacer mejor las cosas, a vivir mejor alguno de los aspectos de la vida consagrada que ya han sido prescritos.

Elaborar juntos y vivir juntos un PVC aumenta la participación y la solidaridad comunitaria. Es un medio al servicio de algo muy importante en la vida religiosa: la vida comunitaria.

La santidad de la vida no es una cuestión dé técnicas, pero esas técnicas ayudan al grupo a vivir mejor. No es posible hacer ni vivir el PVC si no existe ya una verdadera comunidad, viva y auténtica. Para vivir de veras en comunidad no basta saber arreglárselas en medio de los demás... Hay que participar en la vida de los demás... Construir juntos algo útil para el reino de Dios; unificar, realizar la síntesis del ideal de cada uno en una fuerza dominante que arrastre a todos hacia el bien común.


Quién hace el PVC

El PVC no puede ser impuesto a una comunidad, ya que requiere la participación y la corresponsabilidad de todos los miembros. Por eso tiene que ser siempre una creación colectiva. La participación en la elaboración del PVC tendrá como efecto el cambio de algunas cosas en el interior de las personas. Sólo la comunidad y toda la comunidad busca a través del PVC un modo de crecer (libremente elegido) hacia el ideal de la vida religiosa.

Un auténtico PVC solamente puede ser elaborado por la misma comunidad que quiere vivirlo. Todos los miembros tienen que comprometerse solidariamente en esta tarea. Sería un error lamentable el que algunas personas de la comunidad hicieran un PVC para proponerlo luego a la comunidad. Aunque la comunidad lo aceptase, sería ineficaz simplemente porque sería extraño a las personas. El 50 por 100 de los efectos del PVC queda asegurado por la búsqueda dinámica del grupo en la que se empeñan quienes lo elaboran. Elaborar un PVC es una experiencia insustituible de vida comunitaria que hace crecer de forma notable el conocimiento recíproco y la unión. Estrecha maravillosamente los vínculos de una auténtica hermandad en Cristo. Para asegurar estos resultados es menester que todos los miembros de la comunidad participen en él con total disponibilidad.


Preparación para la elaboración del PVC

1. En primer lugar hay que hacer una preparación a nivel personal:

2. Debe haber también una preparación a nivel comunitario. Consiste en informar a la comunidad respecto a lo que es el PVC, el método de elaborarlo, la manera de vivirlo, su importancia para la animación de la vida comunitaria... En una palabra, la comunidad tiene que estar informada y motivada para aceptar arriesgarse en esta experiencia comunitaria.


Ambiente psicológico

El ambiente psicológico favorable a la elaboración del PVC se forma gracias a la caridad fraterna y al espíritu de oración. También es preciso que todos quieran practicar la virtud de la tolerancia. Cada uno tiene que aceptar sus debilidades y su falta de madurez. En una comunidad perfecta, el PVC sería totalmente inútil. Nace del intercambio de ideas, de informaciones, de opiniones, de sentimientos... Ese intercambio tiene que vivirse en un clima de respeto, de tolerancia, de caridad y de oración. Del intercambio nacerán el conocimiento mutuo, la comprensión de unos con otros, la amistad y la unión.


Cualidades del PVC

Son fundamentalmente cuatro:

1. Unanimidad. Es preciso llegar a un consentimiento en el nivel de las ideas, de los intereses, de las aspiraciones. De ahí nacerán los objetivos comunes. Es la etapa más difícil, ya que hay que armonizar las necesidades y los intereses de las personas que componen el grupo. La comunidad tiene que esforzarse en descubrir lo que los miembros tienen en común. Respetando los intereses totalmente personales, éstos no tienen que convertirse en un elemento central del proyecto de todos. El conflicto principal se da entre los intereses personales y los comunitarios, no en el espíritu religioso (caridad fraterna o espíritu de oración). Se da una tensión natural entre los intereses personales para la realización de sí mismo y los objetivos comunes. La dificultad natural de reducir la tensión de esta ambivalencia lleva a cada uno a una confrontación personal para superarse a sí mismo. Ambos objetivos (realización personal y bien común) representan valores importantes tanto para la persona como para la comunidad. El individuo tiene el deber de no prejuzgar nunca el bien común por causa de unos deseos personales. Y la comunidad tiene la obligación de ayudar a cada uno de sus miembros a realizarse también personalmente.

2. Facticidad. Los objetivos de PVC tienen que ser concretos, aceptables, eficaces y flexibles:

— Concretos: sólo entonces podrán realizarse.

— Aceptables: no entrar en contradicción con las constituciones, el evangelio o la realidad concreta.

— Flexibles: adecuados a una realidad en continuo cambio.

— Eficaces: tienen que estimular las aspiraciones de todos.

3. Realismo. El PVC no es idealismo, no es una solución mágica. Es preciso no ir más allá del limite de la posibilidad de todos. Es mejor un pequeño paso todos juntos que unos grandes pasos de la élite de la comunidad. Por consiguiente, hay que conocer bien los límites de todos. El secreto de la eficacia del PVC para el crecimiento comunitario consiste precisamente en ponerse fraternalmente de acuerdo en hacer juntos las cosas pequeñas que correspondan a las posibilidades de los más débiles y a la generosidad de todos.

4. Inserción. El PVC tiene que insertarse en otros sistemas más amplios: la provincia, la congregación, la Iglesia. No marchar de forma paralela, sino dentro de la congregación y de la Iglesia.


Contenido

Se decide el modo de vivir durante el año de una manera más fraternal en torno a Cristo. Cada año se vuelve a comenzar de nuevo. El PVC, para que tenga validez, tiene que hacerse generalmente tan sólo para un año, ya que casi todos los años hay algún traslado: vienen miembros nuevos que, en realidad, no han asumido ningún compromiso personal para vivir un PVC hecho por otros; por eso tampoco se sienten responsables para vivirlo con los nuevos compañeros. De todas formas, es preciso que se inserten en las realidades de la comunidad. A nuevos miembros corresponden nuevas necesidades... Por eso es normal que todos los años se empiece otra vez con la elaboración de un nuevo PVC en el que se replantee el estilo de oración, de apostolado, de relaciones interpersonales..., en una palabra, la manera de vivir prácticamente los grandes valores de la vida consagrada: el amor de Dios, la imitación de Jesucristo, las bienaventuranzas, los votos...


Elaboración

El PVC puede elaborarse siguiendo varios métodos. En este libro se proponen una metodología y algunas técnicas concretas inventadas por el autor. La experiencia de varios años y de diversos ambientes han demostrado su eficacia en orden al objetivo que se buscaba. Para asegurar el éxito de la elaboración del PVC con este método es indispensable que el animador del trabajo conozca muy bien el método y tenga una buena experiencia en la moderación de grupos de trabajo.

Para comenzar la tarea se supone que la comunidad está ya suficientemente informada y motivada. En concreto, los resultados de cada técnica tienen que escribirse y recopilarse en un documento final, cuya forma obedezca a una estructura concreta.

En la primera reunión se estudia conjuntamente bajo la dirección del animador la identidad del grupo que elabora el PVC. Este procedimiento tiene la finalidad de iluminar a cualquier lector eventual del documento respecto a lo que se ha hecho. El PVC no tiene por qué ser considerado come secreto. Más aún, hay que ver un valor apostólico de ayuda recíproca y de comunicación de la fe en su difusión entre otras comunidades.

En un segundo tiempo se procede a la dinámica de grupo para profundizar en el conocimiento recíproco. El objetivo final de esta técnica consiste en tomar conciencia comunitaria de la realidad humano-espiritual de la comunidad y en trazar un diagnóstico. Todos tenemos necesidades, riquezas, gustos y limitaciones cuyo conocimiento recíproco abre un espacio de libertad para una auténtica e intensa hermandad. Es bueno reconocerse como personas dispuestas a sacrificar una parte de su individualidad para integrarse en un cuerpo comunitario bien sólido. Cada uno se compromete a descubrir las necesidades de los demás y lo que puede haber en él de egoísmo y de interés personal. Para poder vivir juntos como hermanos hay que aceptar y asumir la heterogeneidad de la comunidad a través del esfuerzo de respeto mutuo. Hay que saber descubrir lo que es voluntad humana (intereses personales) y lo que es voluntad de Dios. Esto se hace en el amor fraterno (respeto a la opinión de los hermanos). ,

Viene a continuación un método práctico para elaborar el PVC. Se explican con los detalles imprescindibles todos los aspectos formales que hay que recorrer sucesivamente uno tras otro. Para facilitar más aún las tareas de la elaboración del PVC añadimos un ejemplo de PVC elaborado por una comunidad anónima según el método propuesto. El estudio serio del método y la confrontación de sus indicaciones con el ejemplo concreto de las páginas sucesivas asegurará el éxito de la iniciativa comunitaria. Se aconseja que todos los que participan en la elaboración del PVC tengan en la mano una copia del método práctico y del ejemplo concreto.


Método práctico para elaborar un PVC*

* Este método se publicó, con matices distintos, en mi obra Unificación de la vida en la comunidad religiosa, Paulinas, Madrid 19843.

Duración: Unos tres días (es preferible hacerlo fuera de la propia residencia; también es mejor que el animador sea extraño a la comunidad).

Metodología general

1. Oración

2. Dinámica de grupo

Tema: Conocerse mutuamente y conocer nuestra realidad.

Cuestionario de orientación

a) ¿Estoy contento de cómo viví mi vida comunitaria el año pasado?

b) ¿Qué me parece que no funcionó bien en mi comunidad?

c) ¿Tuve dificultades personales para adaptarme comunitariamente el año pasado?

d) Obstáculos ambientales, de organización, profesionales...

e) Dificultades por parte de los demás hermanos (sin dar nombres).

f) ¿Qué cambios me gustaría introducir para mejorar este año nuestra vida comunitaria?

g) Observaciones para aclarar mejor mi pensamiento y mis sentimientos.

h) Si se cree útil, hablar también de los sufrimientos físicos y espirituales, frustraciones, deseos y expectativas...


Metodología específica de la dinámica de grupo

  1. Estar sentados en círculo.

  2. Leer y meditar juntos: 1 Cor 12,26; Lc 10,36-37 (un cuarto de hora).

  3. Hablar cada uno, por turno, libremente (el cuestionario señalado o algún otro puede servir de ayuda...).

Emplear el tiempo necesario para que todos puedan expresarse:
Actitud que hay que mantener al expresarse:

  1. Si la dinámica quedase bloqueada por algún motivo, habrá que suspenderla durante una media hora y rezar; volver luego a la dinámica.

  2. Esta dinámica debe hacerse en un clima de oración, como si fuese una oración comunitaria participada y compartida. El objetivo sigue siendo profundizar en el conocimiento mutuo para un diagnóstico de las necesidades comunes.

  3. No se obligue a nadie a manifestarse si no quiere. Los demás deberán esforzarse en comprender también este tipo de actitud (bloqueo, miedo, desconfianza, obstinación, agresión, rebeldía...). Aceptar a la persona tal como es, con sus problemas...

  4. Cuando todos se sienten bloqueados y nadie o solamente alguno llega a manifestarse, esto podría significar:

¿Qué hacer entonces? Suspender la dinámica y rezar de modo personal para pedir ayuda y coraje al Señor a fin de superar la dificultad (unos quince minutos o más).

Cuando hay auténtico espíritu comunitario, todos se sienten libres para manifestarse auténticamente, sin demasiados temores.

h) Mientras se manifiesta cada uno de los participantes, los otros toman nota de las dificultades, de las necesidades y de los deseos que se expresan, para elaborar luego con este material, en pequeños grupos, el diagnóstico de la realidad de la comunidad.

i) Terminada la dinámica de las manifestaciones individuales, leer y reflexionar juntos: Jn 13,12-15 y Col 3,12-15.


3. Diagnóstico

  1. Elaborar en pequeños grupos, o bien juntos, una propuesta de diagnóstico de la realidad de la comunidad, o sea indicar las dificultades, las carencias o necesidades y los deseos que se expresaron durante la dinámica del grupo general.

  2. Reunión para escoger una de las propuestas de diagnóstico que han presentado los pequeños grupos para el PVC o bien elaborar el diagnóstico todos juntos.


4. Marco doctrinal

Buscar un pasaje doctrinal en la Biblia o en los Documentos que sea como un faro para orientar y apoyar la búsqueda de los medios.

5. Reunión para establecer juntos el horario provisional de la comunidad

6. Objetivo general (o común)

  1. Dividirse en grupos pequeños según el número de participantes.

  2. Esos grupos deberán:

c) La reunión:

7. Objetivos específicos (medios) para realizar el objetivo común o general

  1. Los grupos: rezar juntos (unos diez minutos). Después, también juntos, buscar dos o tres medios prácticos para realizar el objetivo general ya aceptado.

  2. La reunión: considerar todos los medios propuestos por los grupos y escoger dos o tres de ellos que sean aceptados por todos (unanimidad).

8. Estrategias

Se trata de encontrar algunas prácticas concretas que quiera adoptar la comunidad para concretar a través de los comportamientos comunes o individuales los objetivos específicos. Para ello:

  1. Los grupos formulan las proposiciones adecuadas a lo que creen que está en la línea de la voluntad de Dios para el crecimiento espiritual y humano de la comunidad.

  2. Entre todas las prácticas propuestas la reunión escogerá una o dos para concretar cada uno de los objetivos específicos. Sólo se adoptarán las prácticas que hayan aceptado todos.

9. Programación

Programar y fijar de antemano tiempo, lugares, días, fechas, horas y personas para seguir cada una de las estrategias adoptadas.

 

  1. Valoración

    La valoración periódica del modo con que la comunidad vive su PVC es su condición para que el PVC sea eficaz. La valoración puede hacerse cada mes. Lo mínimo que puede aceptarse es de al menos tres veces al año. Es indispensable fijar con exactitud las fechas de las valoraciones previstas.

  2. Escribir el PVC. Cada miembro de la comunidad ha de poseer una copia del mismo

La elaboración del PVC es un acto eminentemente comunitario de gran utilidad para el conocimiento recíproco y por tanto para la unión y la solidaridad que favorecen el crecimiento humano y espiritual de todos.

Los trabajos podrían concluirse de este modo:

  1. Leer y meditar juntos durante varios minutos Jn 4,11-14.

  2. Oración comunitaria especial de acción de gracias por el feliz resultado.

  3. Agape fraternal... (comida o cena de fiesta).

 

Ejemplo de un PVC (Estudiantado San Carlo, Roma)

Identificación: Somos una comunidad religiosa de 24 jóvenes hermanos estudiantes, un superior, un superior adjunto, un capellán y otro sacerdote. El director y el capellán son también profesores en las universidades de Roma. El director adjunto trabaja también en la administración general y el otro sacerdote es investigador de la historia de la congregación. Pertenecemos a 15 naciones.

Diagnóstico: Tras un atento examen comunitario de nuestra realidad hemos constatado la existencia entre nosotros de:

Dificultades:

A nivel de relaciones interpersonales: — Cierta inseguridad.

Necesidades:

Deseos:

Marco doctrinal: "Por tanto, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de un corazón compasivo, bondadoso, humilde, manso, magnánimo, sobrellevándoos, perdonándoos mutuamente..." (Col 3,12-13).

"Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en la unidad, y así conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí" (Jn 17,22-23).

Objetivo general: Crear un clima de amistad evangélica en la aceptación y el respeto mutuo para la comunión y para compartir en todos los niveles de la vida comunitaria.

Objetivos específicos:

    1. Confortarse comunitariamente con la Palabra para un mayor conocimiento recíproco en el gozo de sentirse llamados juntos a vivir en torno a Cristo y María.

    2. Cultivar la amistad a fondo perdido con espíritu oblativo y con mayor atención a los diversos "momentos" del otro.

Estrategias:

    1. Practicar con un método adecuado la revisión de vida.

    2. Estudio y confrontación comunitaria periódica de la Palabra.

    3. Preparar de vez en cuando la oración litúrgica más solemne.

    4. Organizar algunas salidas comunitarias.

    5. Celebrar el cumpleaños de cada uno o por grupos una vez al mes.

    6. Compromiso personal con un tiempo fuerte de oración personal cada día.  

    7. Celebración penitencial periódica.

    8. Aceptar o bien ofrecerse a pequeños compromisos ocasionales.

Programación:

  1. Horario general:

    . Levantarse

    6,25 Oración

    7,10 Desayuno. Clase

    13,00 Comida Descanso o clase

    Recreo

    Estudio. Trabajo

    18,30 Oración
    Miércoles y viernes:
    en particular

    19,30: Cena. Recreo

    22,30: Silencio mayor

    Rosario: 12,40 o en particular

    Domingos y fiestas:
    oración en particular.
    19,00: Adoración.
     

  2. Revisión de vida:

3. Estudio y confrontación comunitaria de la Palabra:  ordinariamente cada sábado, a las 18,00.

4. Oración litúrgica y misa solemne: ordinariamente los jueves, 18,30.

5. Excursiones comunitarias:

6. Celebrar comunitariamente el cumpleaños de cada uno: recuerdo en la liturgia, extraordinario en el comedor, recreo comunitario después de cenar, un pequeño regalo...

  1. Celebraciones penitenciales:

8. Jornadas de oración:

  1. Disponibilidad de todos para atender al teléfono el sábado por la tarde, el domingo y los días de fiesta.
     

  2. Valoración del PVC:

Como testimonio público de nuestro consentimiento unánime y del deseo de todos de realizar con generosa fidelidad a la gracia del Señor lo que hemos propuesto, firmamos con humilde confianza (siguen las firmas).

Método de verificación del PVC

  1. Sentarse en círculo.
    En el centro, un símbolo de la presencia del Señor: una vela, una Biblia, una imagen, etc.

  2. Crear un clima de oración: motivar...
    Invocar expresamente al Espíritu Santo.

  3. Breve reflexión sobre el texto.
    "Confesad los pecados unos a otros y orad unos por otros, para que os curéis" (Sant 5,16).

  4. Manifestaciones individuales: cada uno hace con sencillez y confianza su examen de conciencia en voz alta sobre su modo de vivir el PVC.
    Con actitud y sentimiento de humildad pedir perdón por las faltas y los malos ejemplos.
    Mientras uno habla, los demás escuchan respetuosamente.
    Cuando no quiera manifestarse ninguno más:

  5. Breve celebración penitencial: recitar o cantar el salmo 50 u otro canto penitencial.

  6. Agradecer al Señor la gracia de este importante acontecimiento comunitario: Magnificat u otro canto.

  7. Concluir con una pequeña fiesta de confraternización.