Vivir de forma diferente


PLATICA SOBRE LOS TRES CONSEJOS EVANGELICOS

En la vida podemos y debemos comprar muchas cosas. Por eso hemos desarrollado intensamente nuestra facultad de adquirir. Compramos todo lo comprable. Pero no todo es comprable, y lo comprable no es todo.

Hay cosas impagables: el amor, el hombre, Dios. No hay suma en el mundo con que poder comprarlas.

Mientras esa nuestra facultad de adquirir ha ido creciendo constantemente en años pasados, nos hemos ido haciendo cada vez más pobres en relación a eso que no es adquirible. Nos hallamos en una situación singular: estamos en condiciones de comprar una infinidad de cosas y, a pesar de ello, muchos de nosotros no consiguen liberarse de la sensación de hallarse vacíos, de errar en la cosa más importante de la vida. Coexisten, una al lado de otra,

Cuando los medios para vivir se convierten en el fin del vivir, en el sentido del vivir, se produce un pandemonium. Entonces nos cocemos al sol del bienestar... y nos morimos de frío. Pero eso no es vivir...

«No sólo de pan vive el hombre...». Al contrario, muere de «sólo pan». Cuando ya busca sólo el pan, el pan adquirible, acaba por morir, aun siguiendo en marcha. Una criatura humana no puede estar así, porque eso no es vida...

Hay alternativas, posibilidades de vivir de forma diferente. ¿Cuáles? Por ejemplo, hacer en nuestra vida más sitio a las realidades no pagables, en contra de las vendibles. Es lo que nos propone la fe, que nos abre caminos para realizar una cosa así.

Uno de los caminos lo constituyen los consejos evangélicos, consejos que nos da el Evangelio: obediencia, celibato, pobreza. Constituyen una posibilidad del Evangelio y, para algunos, son la posibilidad de su vida, la posibilidad de vivir de forma distinta, más cristiana y más humana.

No es posible hablar de estos tres consejos evangélicos sin hablar de Dios. Se mantienen o caen por tierra según sea la fe en Dios. De Dios reciben su sentido y valor. Son impagables, como Dios. El que piensa y vive sólo con mentalidad mercantilista moverá la cabeza y dirá: «Pero ¿cómo es posible...?». En cambio, el que intuye que hay realidades impagables se hace reflexivo. Considera qué puede significar para él esa posibilidad de la vida cristiana y si acaso puede ser su posibilidad.

Como hemos dicho, todo esto se mantiene o cae según la fe. Quien se abandona completamente a Dios y le confía su vida, puede abandonar tranquilo muchas cosas. Es todo lo libre que otros no son. No necesita ya afanarse por sí mismo, tiene libres de peso las espaldas. Para él es importante lo que otros consideran insignificante, e insignificante lo que para otros es «todo», las cosas sin las que creen no poder vivir.

¡Los bienes! Los bienes son buenos, y usamos de ellos para vivir. Muchos piensan: «No es posible vivir sin tener algo personalmente. ¡Lo contrario es inimaginable». Sin embargo, existen individuos que no poseen nada por sí mismos y que dicen: «Nada tenemos en contra de los bienes. Pero ¿es eso todo? ¡Eso no puede ser todo! En todo hay algo de demasiado poco. Dios es mi todo. Por eso, abandono los bienes por amor a Dios. Así me siento libre. Dios me da esa libertad».

¡El poder! El poder tiene su valor. Nos da la posibilidad de hacer cosas. Muchos piensan: «No es posible vivir sin influencia, sin una posición, sin poder». Sin embargo, es posible. No necesito hacer antes algo por mí mismo para ser algo. Para Dios soy suficientemente valioso así. Y donde se toma en serio la soberanía de Dios, allí acaba el dominio del hombre sobre el hombre, allí se encuentran personas que dicen: «Para mí sólo existe una cosa: la escucha comunitaria del único Señor. Eso es la obediencia. En consecuencia, dejo por amor a Dios poder y posición. Me siento libre así. Dios me da esa libertad».

¡El matrimonio! El matrimonio es bueno. Nosotros mismos nos debemos a nuestros padres. Sin ellos no existiríamos. El matrimonio es bueno, pero no lo es todo. Y es peligroso pronunciar palabras como éstas: « ¡Tú eres mi todo! ». Porque de ellas se siguen únicamente amargas desilusiones. El otro no puede ser tal cosa; no lo es todo. El matrimonio no lo es todo. Por eso hay individuos que dicen: «No tenemos nada que objetar al matrimonio. Pero el matrimonio no lo es todo; por eso lo dejo de lado por amor a Dios. Dios es mi único todo. Así me siento libre. Dios me da esa libertad».

¡Así me siento libre! ¿Libertad? Sí, una libertad insólita que sólo Dios sabe dar. Cuando El está detrás de mí, tengo mis espaldas, mi cabeza, mis manos y mi corazón libres. Entonces puedo dedicarme por completo a los demás. Entonces consigo vivir realmente de forma diferente.

Y entonces se produce, de improviso, algo completamente inesperado. La mayoría de la gente piensa: ¿Consejos evangélicos? ¡Gentes detrás de unas rejas en un convento! Pobres gentes que no pueden expansionarse, coartadas, reprimidas. Hay que liberarlas para que tengan algo de la vida...».

Dios piensa de distinta forma. Los consejos evangélicos son su llamada a la libertad para vivir de forma diferente. El que le presta atención puede convertirse en signo de la libertad

Dios quiere hombres libres, hombres que acojan la libertad que sólo El sabe dar. Nosotros no podemos comprarla, porque es impagable, lo mismo que son impagables cuantos entre nosotros intentan vivirla y hacérnosla presente.